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02.2 – Te devuelvo la visita

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Cogimos el coche en el parking descubierto, a cielo abierto, pero cerrado, de la residencia.

-Quieres llevar el coche.

-No, no, yo te dirijo que esto lo conoces tu mejor que yo, además tú tienes que practicar aún, yo conduzco mejor.

Se ríe y sube al coche, yo le sigo para ocupar mi puesto de piloto.

El viaje es corto, en unos 70 minutos hemos llegado, paseamos por las avenidas naturales plagadas de verde. Las rocas semejantes a altos edificios, a veces parece que van a desplomarse y aplastarnos. Hay mucha gente visitando el parque natural, parecido, casi igual a la Ciudad Encantada de Cuenca en España.

Recuerdo cuando me llevaron mis padres de niño, primero para visitar el nacimiento del río Cuervo que nace de una fuente o manantial y luego la Ciudad Encantada. Nos encontramos con un compañero de trabajo de mamá, iba el matrimonio con su hijo, unos años mayor que yo, hermoso como un ángel me pareció y enrojecí cuando nuestras miradas se cruzaron. El encuentro fue breve, el niño y yo nos mirábamos, deseando echar a correr por los senderos labrados en la piedra, quizá agarrados de la mano, o ese era mi deseo de enamoradizo muchacho.

Seguimos nuestro paseo, a Nicolás le encantaban los grupos que practicaban escalada, por él hubiera subido a lo más alto acompañando a los valientes y atrevidos, le encanta el deporte, cualquiera. Yo estaba cansado, eran dos horas de dar vueltas y nos acercábamos a la zona de comidas, allí podríamos pedir algo para descansar un rato. Se nos cruzaron dos chicas, jóvenes, más jóvenes que nosotros y se nos quedaron mirando, pasé mi brazo por la cintura de Nicolás y lo atraje hacia mi posesivo, las miradas de las chicas se tornaron desilusionadas y bajaron la cabeza continuando su camino. Nicolás las siguió con la mirada.

-¿Son guapas, verdad?  -es cierto son guapas, jóvenes y llenas de vida, me arrepiento de haber sido causa de una desilusión tan temprana.

-Te miraban mucho Daniel.

-No, te miraban a ti.

-Dejémoslo en tablas, a los dos.  -acaricio su cintura y río apagado.

El cielo está poblado de nubes, hay unos 20 grados de temperatura y se está bien, yo sofocado por la larga caminata, subirme a las piedras porque Nicolás no puede parar ni permanecer quieto, hay que escalar a mano, lo inverosímil para mí.

Ayudado siempre por él que me ofrece su mano, no quiero verle así, de esta forma, me recuerda a papá cuando en la Sierra de Ávila me decía: “valiente el que salte a esa roca”, mamá hacía aspavientos, como si estuviera asustada y yo era el valiente que saltaba, claro, en la otra roca esperaba papá con los brazos abiertos para recibir mi cuerpo aun en el aire. Luego me alzaba en sus brazos para mostrarme la calzada romana y…, ¡qué maniático!, enseñarme algo de historia, No, no le quiero comparar pero, a veces, en esas cosas se parecen tanto.

Una vez que hemos comido, vamos a los aseos, la verdad tengo ganas y él también, orinamos a un mismo tiempo y cuando escuchamos el chocar de nuestra orina sobre la loza, soltamos la carcajada.

Volvemos a meternos en las avenidas de piedra, buscamos un lugar resguardado desde el que se ve una lagunita creada al amparo de la roca, nos tumbamos sobre la verde hierba, Nicolás coge mi mano y así, en silencio, hablándose nuestras almas, pasan los minutos y una hora. Sesenta minutos de comunión silenciosa, Nicolás parece que duerme a veces, yo rezo, elevo plegarias de agradecimiento al cielo, a las nubes, quiero que todo sea siempre así, suave, mullido, sin aristas.

Mirar a los otros paseantes que también parecen felices, padres con sus niños que corren a veces, y se pierden jugando entre las figuras de piedra inmensas, semejando para los niños sus más extravagantes sueños de monstruos, animales, seres humanos. Me abrazo a Nicolás, les miro, les adoro, ¡cuánto me gustan los niños!, sin embargo, soy incapaz de coger a uno en mis brazos.

Hacia las ocho estamos de regreso, sin percances, cansados, satisfechos. En la planta baja encontramos algún residente, la negrita y su novio, alguna vez hemos salido con ellos, nos dicen que si queremos ir a dar una vuela más tarde. Uni no lo piensa, dice que sí, que por descontado y al llegar a la habitación se tira cuan largo es en la cama.

-Qué bien se está aquí, ven un momento, túmbate a mi lado.  –me señala la cama para que vaya.

-Te recuerdo que, hace un momento, te has comprometido a salir a dar una vuelta y tomar algo.  –voy donde él no obstante, no puedo resistir mis deseos de besarle, de perderme en su boca y en sus brazos. Es solamente un momento, pero, ¡qué momento tan sabroso!

-A la ducha los dos y rápido.  –salto de la cama y corro hacia la puerta de la habitación, cruzo el pasillo y entro en el baño.

Ciertamente yo también hubiera preferido quedarme en la habitación, solos los dos, hablando o mirándonos , ahora en el baño contemplando su cuerpo desnudo mi deseo es abrazarlo y no separarme de él.  ¡Ayy!, si a veces pensáramos lo que hablamos.

Un rato después caminábamos por la calle, Mi compañera se puso a mi lado, explicando cosas de su trabajo hasta que llegamos al pub, había alguna mesa libre, en un lateral había una mesa con asiento corrido pegado a la pared y nos encaminamos hacia ella, me coloqué en el asiento corrido y Nicolás a mi lado, enfrente se sentaron nuestros amigos.

Cuando llegó la camarera pidieron una cosa ligera para cenar yo un refresco de manzana, comenzamos a hablar, Nicolás enseguida preguntó por el Mundial de fútbol, había estado muchas horas ausente de sus deportes y ahora se estaba poniendo al día, había música en el local y esto me permitía evadirme y observarles mientras comían, escuchaba a los voluntarios que se ofrecían para subir al pequeñísimo escenario y atrevidos cogían el micrófono en sus manos.

Terminaron de cenar e iban ya por la segunda cerveza, la conversación había languidecido y todos prestábamos atención a los que cantaban, la mayoría no tenía interés alguno pero el público aplaudía cada intervención.

Nicolás colocó, con disimulo, una mano sobre mi muslo, lo acariciaba con suavidad y me daba escalofríos, la iba subiendo suavemente, muy despacio, estaba jugando conmigo y violentándome, puse mi mano sobre la suya para apartarla, no había manera, me sujetaba la pierna con fuerza y decidí abandonarme a lo que quisiera, siempre era más fácil de disimular. Al final hurgaba en la parte baja de la bragueta rozando mi pene que respondía deseoso y le miré a la cara, me gesticulaba más o menos disimuladamente, para que nos fuéramos.

Fue llegar a la residencia y despedirnos, como si tuviéramos la más imperiosa de las necesidades de ir al baño, subimos las escaleras corriendo y jugando y cerró la puerta de la habitación con fuerza, dando un portazo.

Me besó estrujándome en sus brazos y me agarro la polla sobre el pantalón, se me había bajado un poco durante el camino pero enseguida se me puso tiesa.

Se me olvidó lo que iba a sufrir porque estaba excitado más de lo que podía soportar. Me frotaba contra él  para que viera mi necesidad al notar las expresiones de deseo de mi cuerpo, no podía respirar y mordía sus labios para comérselos.

Su saliva caliente caía en mi boca incontinente y seguía comiéndome la boca, me sentía abrasado por el calor de su saliva, por su suave lengua que quemaba y me iba marcando en cada lugar donde me besaba.

Llevé la mano a su entrepierna y por un segundo volví a temer lo peor, pero pasó con rapidez, mi calentura me dominaba, quería tenerlo desnudo para sentir su vello pegado a mi cuerpo acariciándolo. Era tal mi deseo de él que le besaba como si fuera a desaparecer de mi vida en un momento.

Separó su boca y subí mis brazos para atraer su cabeza, para obligarle a que me besara, a que sacara su lengua y me la metiera profundo en la garganta.

Comencé a desprenderme de mi ropa y él me ayudaba, las prendas salían despedidas a medida que las desabotonaba, cuando mis pantalones cayeron empezó a tocar mis nalgas, a amasarlas.

-¡Qué culito más rico y más pequeño! Mi nene, pequeño.  –no paraba de estirar de mis nalgas y me bajé el boxer, todo quedó arremolinado en mis tobillos, llegaba con la punta de sus dedos a mi ano y debía de abrirlo estirando el anillo al tirar de mis medias naranjas, dejó una mano acariciando mi entrada y con la otra mi nalga.

Llevó su mano a mi boca para que le chupara los dedos, sabía y olía a mí, no era un olor desagradable, algo fuerte, a sudor y a la crema que me pongo siempre, una vez chupados un par de minutos los llevó a mi ano, mi culo debía hervir como un hierro al rojo vivo.

Ahora seguí quitándole su ropa y apareció su pecho poderoso con esos pectorales llenos y cubiertos de vello, llevé mi boca a chupar su tetilla, una, la otra, mamando de ellas y dándoles pequeños mordiscos con mis dientes y mis labios.

Cuando logro bajar sus pantalones y slip, por poco me desmayo de gusto y me puso frenético el tener su tremenda verga tan caliente y vibrante en mi mano.

-Quiero mamártela Nico, déjame que te la chupe.  –terminó de quitarse la ropa y quedó desnudo como un guerrero poderoso, tan varonil y perfecto donde sobresalía de él esa polla prodigiosa con sus gordos testículos colgando, marrones y cubiertos de vello negro, me moría de placer aún sin tenerla en mi boca.

Me abrazo y volvió a meter sus dedos en mi boca, y noté otra vez ese sabor fuerte y olor penetrante y dulzón, y los llevo a mi ano, y los metió dentro, pero eso no era lo que yo querría ahora. Le empujé para que cayera en la cama, me tiré encima de él y sujeté su verga con mis manos, recordé que prefería que usara solo mi boca, cogí con mis labios su punta y sorbí lo que salía del pellejo, para paladearlo y llenarme de su sabor, la polla caía sobre su vientre y mi boca la buscaba para meter lo que podía en ella, ahora tuve que sujetarla para que su glande saliera y comencé de nuevo a jugar con mi lengua, mis labios y mi boca con ella, acariciaba a la vez sus huevos que subían y bajaban en su bolsa.

El no dejaba de acariciar mi cabeza, tumbado de espaldas con las piernas muy abiertas, acariciaba con mis uñas su escroto y perineo y sorbía con todas mis fuerzas de su pene.

-Daniel, me voy, apártate ya, me voy a correr.  –y comenzó a gritar, seguro que de las habitaciones vecinas le oyeron.

Quiso retirar mi cabeza pero no lo logró, continué chupando y aspirando hasta que el calor de su semen me llenó, tragué algo y otra parte escurría de mi boca bajando por su tallo. Elevé mis ojos, le miré, esta ido, con espasmos en su vientre y subiendo y bajando su tórax como poseído, un brazo cubriendo sus ojos y la mano del otro tirando de su pelo.

Envolví su glande en su leche, era de una suavidad exquisita, la verga no bajaba y daba saltitos como buscando el calor de mi boca.

Reí un poco cuando quitó su brazo de los ojos y me miró extraviado.

-Te gustó Nicolás.  –hizo un gesto con su mano para indicar que no podía hablar, ni articular una palabra. Cogió mi cabeza y la llevó para que mis labios le besaran y vaya que lo hice, mi lengua le exploraba la boca, aún tenía restos de su corrida, quería que lo probara.

-Daniel, eres un diablo, mi nene precioso.  -qué a gusto estaba entre sus fuertes brazos que me acariciaban y acunaban encima de él.

-¿Lo hago bien, mejor que otros?  -me miró, los ojos le brillaban.

-Eres inigualable, la dulzura y el néctar, mi Daniel. –así estuvimos un ratito, recibiendo sus caricias y sus halagos, sus palabras bonitas, algún beso y muchas carías porque no se cansaba de pasar sus manos por mi piel.

Su polla se había encogido un poco, aunque aún tumbada sobre los vellos de sus abdominales se veía impresionante, llevé mi mano hasta ella y fui acariciándola lentamente, salía aún algo de semen de él, lo recogí con mis dedos y lo llevé a mi ano, pude meter dos de mis dedos, él me retiro la mano y comenzó a ocuparse él, yo me la chupé para limpiarla.

Se lamía los dedos y metió uno en mi culo, luego dos y tres y el cuarto ya era muy difícil, en ese caso hubiera entrado la mano, cuando tuvo metidos dos apretaba mi culo para que sintiera mi fuerza en sus dedos.

Continuaba besándole su sobaco que me cogía más cercano, su pecho y su brazo, luego subí hasta su cara, lamía su oreja y su nariz y sobre todo su boca que sabía a su seso y el mío, me estaba dando placer con sus dedos acariciando mi recto y ya jadeaba como un perro al calor abrasador del sol.

Elevaba mi culo para que lo tuviera bien abierto, bajó su mano para tocar mis testículos y mi polla y le dije que no, si lo hacía me correría al momento,

Enterré mi cara en su cuello, de mi boca salían sonidos ininteligibles, extraños, y mi respiración se volvió ruidosa, levantaba cada vez más mi culo, quería que me penetrara ya, no tuve que pedírselo, lo adivinó por mis quejidos y convulsiones.

Me sujetó y me colocó con la espalda sobre la cama, mis piernas danzaron al aire y cayeron sobre sus hombros.

-Estás muy abierto Daniel.  –hasta yo notaba como mi culo se abría y cerraba como pidiendo que algo lo ocupara, quería estar lleno de él.

-Voy avísame si te hago daño.  –cuando colocó el glande en mi entrada salió un quejido de mi, debió de pensar que era de dolor y la sacó, comenzó a golpear blandiéndola en mi entrada y eso me excitaba más, estaba que no podía  de deseo y ansiedad.

-¡Hala!, Nicolás, métela, métemela ya. –le gritaba exigiéndole y ahora sí, colocó la punta de la gorda lanza y empujó, solo tenía que dejarse caer por la posición superior y perpendicular que tenía sobre mi ano.

No podía respirar mientras se deslizaba en mi interior y estaba con la boca abierta boqueando, tenía los testículos duros e inflamados y al cabo de un momento le tenía besando mi cara y mi boca.

-Ya está, toda dentro.  – su voz sonaba victoriosa, arañé su espalda y sus hombros conteniendo mi dolor, una vez que pasó abracé su espalda, se sentía como mi macho, mi hombre que me daba placer y me causaba dolor.

Empezó a salir y entrar, creía que me iba a abrir por la raja de mi culo de tanto que me abría, él sujetaba mis piernas y miraba como su polla entraba y salía de mi ano, admirado quizá del milagro.

Tenía que morder mi mano del inmenso placer y no quería gritar, lo hacía con suavidad y muy lento y necesitaba correrme ya, tener un estímulo, algo que rompiera el nudo que es me estaba formando en el estómago asfixiante y embriagador.

-Más fuerte, más fuerte, más…, por favor, te lo ruego. Más, más, más, lléname más.  –me estaba destrozando el culo pero el placer era inmenso y no terminaba de romper hasta que mi culo subía y bajaba como loco, sacudido como en un ataque epiléptico, mordí mi mano para contener el grito y me corrí, me fui de una forma bestial y apasionante, dulce y amarga porque necesitaba gritar y sacar de mi la locura que me atacaba.

Nico paró un momento para que fuera yo el que, según lo necesitara, fuera metiendo o sacando su verga, quedé aplanado y sin energía, casi muerto, acaricié su espalda y bese su cuello que le escurría de sudor y me inundaba.

-Gracias, Nico, gracias, gracias, ha sido fabuloso, mágico, muévete. –Necesitaba que se elevara, se me estaban quedando las piernas dormidas y volvió a empezar el bombeo, para mí era un bálsamo sentir la suavidad de su miembro entrando y saliendo, empezó más rápido y noté cuando se venía antes de recibir su esperma. Qué bien estaba notando que me llenaba y como se escurría. El culo me escocía un poco, debía tenerlo rojo o quizá sangrando, eso no me preocupaba en ese momento.

Descansábamos sobre las revueltas sábanas, sudorosos los dos, acariciaba su rostro con el dorso de mi mano, pasaba la yema de mis dedos por sus hinchados labios, recogí un poco de saliva de la comisura de su boca con mi dedo y lo limpié en la sábana. Estaba guapo, guapo de verdad, rojo, un poco congestionado, con la respiración agitada que ya se iba calmando.

Deslicé mi mano por su cuello hasta llegar a su pecho, en esta posición estaba liso, plano, sin sobresalir sus pectorales que cuando estaba sentado o de pie me encantaba envolver en mis manos, jugué con el vello que adornaba su pecho y dejé caer mi cabeza a su lado.

-¿ Nicolás?  -Pasé mi pierna por encima de las suyas, permanecía en silencio, al fin me miró, las aletas de su nariz le temblaban.

-Habla Daniel.

-Te quiero, te quiero, lo he pasado muy bien.

-¿No te he causado daño esta vez?  -no sé qué decirle para no preocuparle.

-Sí, he sentido un poco de dolor pero lo prefiero así, es maravilloso sentirte de esa manera, me haces muy feliz.

Vuelve a girar su cabeza, ahora no me mira, coge mi mano y la aprieta.

- Daniel, ¿harías algo por mí?

-Lo que desees, lo que quieras, sabes que haré lo que a ti te guste, lo que desees.

-Siento curiosidad por sentir lo que tú sientes, ¿tú no?  -me siento sorprendido.

-No lo sé, además desconozco si sería capaz, yo no tengo lo que tienes tu.  –me río y agarro su virilidad con mi mano.

-Tampoco esta tan mal el tuyo, para mí sería suficiente, para probar es bastante.

-No se Nicolás, no sé que podría pasar, además ahora estamos cansados.

-No te estoy pidiendo que sea ahora, ni mañana, te hablo de una posibilidad, de saber si podría contar contigo.

-Si no fuera así, ¿te buscarías a otro?  -se lo digo bromeando y él se lo toma en serio.

-No digas eso, nunca voy a buscarme a otro o a otra, pero si no quieres no importa, no te voy a exigir, ni a pedir siquiera, lo que no desees.   –se pone un poco serio y me entristece.

-Puedes pedírmelo…, lo que quieras…, era un hablar, me coge todo de nuevas, no te enfades.   –de repente se echa a reír.

-¿Por qué te ríes ahora?

-Se me ha venido a la cabeza, que si luego te gusta y no quieres parar ni hacer otras cosas, vaya idea la mía.  –río con él, no hay enfado ni molestia.

-Pero Nicolás, ¿a ti te gustará eso? Tú has estado con chicas y siempre de activo con los chicos, no creo que te vaya a gustar, además puedo hacerte daño, pero bueno, tú dirás cuando quieras que te lo haga, igual a ti también te gusta más.   –vuelve a quedarse serio o pensativo.

-Pues de momento me da miedo, que eso que tú dices que es pequeño, yo no lo veo tan así de insignificante.

-¿Entonces, por qué quieres probar?  -mi cabeza está dando vueltas, suponiendo muchas cosas que me dan congoja.

-Quiero que tu pruebes de todo Daniel, acabas de empezar y debes saber lo que realmente te gusta y no dejarte llevar y limitarte a hacer lo que a mí me pueda agradar.  –se calla y creo que voy a llorar.

-O sea, ¿qué es por mí?  -¡jolín, jolines!, ¡qué tonto soy! No puedo contener las lágrimas, me subo encima de él, sentado en su vientre, pegando mi pecho al suyo y dejo que fluya el llanto y riego su rostro con mis lágrimas que recojo con mis labios.

-No llores, hombre, que no es para tanto.  –me abraza y acaricia la espalda, me besa y me da golpecitos suaves con sus manos.

Me calmo, suspiro angustiado, tengo que limpiar mis mocos con la sábana, la estoy poniendo perdida.

-Eres buenísimo Nicolás, es increíble que esto sea verdad.

-No digas tonterías, tú me gustas, me encantas, te amo, te deseo y…, es mejor que te levantes, mira donde tienes el culo y no me voy a poder aguantar.  –salto y me bajo de él, me tiendo a su lado, le abrazo, sueldo mi cuerpo al suyo y beso su hombro.

En el cielo tenemos nubes y claros, igual llueve y nos mojaremos pero vamos a correr, más de una hora de correr y luego a nadar y, ahora al nadar jugamos, abandonamos la zona de las pistas delimitadas por los flotadores y nos hacemos aguadillas, él es más fuerte, más recio, pero el agua es mi medio natural. Me escabullo fácilmente y no me puede alcanzar hasta que se lo permito para que me eleve y me vuelva a tirar y acabamos rendidos los dos.

-¿Comemos algo por aquí cerca, antes de ir a recoger la maleta y a estar solos un rato?  -me hace un pícaro gesto y le digo que si con la cabeza.

No sé como lo han conseguido pero nos preparan una ensalada donde lo que abunda es la patata, aliñado con alguna de sus salsas, no está mal. También el hambre me acucia a mí en esta ocasión y como con ganas, luego una especie de pudding de carne y, esta visto, que “para el buen hambre no hay pan duro”, frase de mi abuela paterna.

-¿Cuándo sabrás donde te enviarán los de la empresa?  -se lleva un bocado a la boca.

-Dijeron que para Junio me comunicarían mi destino, pero ya queda poco para que finalice el mes, estoy un poco nervioso. El certificado médico ya se lo envié, les hable de mis problemas con la seguridad social y que me habían dicho que me lo entregarían en 15 días, contestaron que no había prisa, que estuviera tranquilo y, ya sabes, se resolvió en dos días.

Le pregunté a mi jefe si había enviados los cuestionarios que le pedían con informes sobre mí, me dijo que sí, que a los dos días los había remitido, lo que no se, es lo que decía de mi.

-¿Qué iba a decir?, que eres bueno en lo tuyo.

-¿Y tú qué haces Nicolás?, me tiene intrigado tu trabajo, tienes muchos misterios, conocías a mis padres y no me lo dijiste, te encontraste a mi amigo en Londres y hablasteis…

-No hay ningún misterio, todo ha sido normal, a veces el mundo es pequeño. Verás, sabes que quiero seguir estudiando y mientras me situaba mi padre habló con un arquitecto, había hecho algunas cosas para él en España, tiene oficinas en Londres y delegaciones en algunas ciudades inglesas y le pidió que me tuviera hasta que decida lo que quiero hacer. Hable con la Universidad de Leeds y me pidieron que viniera para tener una entrevista, ya no tiene sentido, si tú te vas, ¿para qué?, me he disculpado, te lo he dicho ya, te seguiré. Siempre habrá una universidad cercana, donde pueda cursar mis estudios y estar más cerca de ti, si fuera posible en la misma ciudad, ya sería…

-¡Maravillo!  –le interrumpí

-Eso es, maravilloso, ahora estoy esperando y cuando sepas el lugar al que te destinan me pondré a trabajar. Tú no te preocupes, bastante tienes ya con lo tuyo. Yo tengo todo el tiempo del mundo, al menos hasta que mi padre se ponga tonto y me exija que vuelva a su lado. No me preocupa, sinceramente; mis hermanos le tienen ocupado, además siente una inclinación terrible por Jaime, el pobre es el que más lo tiene que aguantar pero su carácter logra que lo soporte, tiene también que luchar a brazo partido con Lucía que es terrible. Tiene otros hijos con los que ocupar el poco tiempo que le queda libre.

Debe coger el tren de las 6 de la tarde, a las 5 tenemos que salir de la residencia, pagamos la cuenta, cogemos mi bolsa de deporte, él no lleva; sus cosas van en mi bolsa y nos encaminamos hacia la residencia.

Mientras va desnudando mi cuerpo, yo acaricio el suyo, estoy deseoso de él, deseo entregarme con toda mi alma, se lo merece después de ver su preocupación, en todos los sentidos por mí. Soy un poco torpe pero él me alaba, tengo miedo de excederme y él me anima, le miro a cada instante buscando su aprobación y me sonríe agradecido. Para mí todo lo que hace es perfecto, nunca había tenido estas sensaciones ni soportado tal placer, a veces inaguantable de lo terrible que es porque, hay segundos, en los que pierdo mis consciencia, como si me fuera a morir.

Vuelve a estar dentro de mí, antes nos hemos mamado la polla en un sesenta y nueve glorioso, me tiró sobre la cama y comenzó metiéndomela profundamente, creía que me ahogaba y el chupaba y aspiraba de maravilla.

Me corrí en su boca sin poderlo evitar y eso le produjo risa, se le caía la leche por el pecho y se quedaba sin aliento, me la lamio y chupó hasta dejarla limpia y brillante, me puso de costado y levantó mi pierna par ir metiéndola de esta forma, estábamos algo cansados del deporte y en esa postura estábamos más cómodos.

Una vez dentro iba dándome polla poco a poco, giraba mi cabeza para besarnos mientras entraba y salía, tengo mucha elasticidad y puedo ponerme en cualquier postura que me pida o necesite.

Se corrió mirándome a los ojos, vería en ellos el placer tan profundo que sentía con cada carga que depositaba en mi vientre, totalmente arqueado para no perderme detalle de los movimientos de sus músculos y su labio temblando, de sus ojos nublados por la pasión del momento y se quedó quieto con su verga dentro y mirándome con una sonrisa tonta de satisfacción.

-Jolines Nico, me preñas cada vez que me la metes, qué cantidad de semen me sale.  –reímos mientras saltamos de la cama, nos damos una ducha rápida, muy rápida y salimos a calle.

Llamamos a un taxi, por su maleta, en caso de que no la hubiera tenido hubiéramos llegado en autobús, voy triste y contento a la vez, han sido dos días maravillosos, disfrutados a su lado.

-Tienes que comunicarme el nombre del hotel de Amsterdam para reservar habitación.

-Por la reserva del hotel no te preocupes, la realizarán los chicos desde España, les diré únicamente que necesito la habitación para mí solo, para que no me emparejen con alguien. Hablaremos más adelante, todos los días y nos veremos la semana que viene, quedaremos a qué lugar podemos ir, ¿a ti que te apetece?

-Tu idea era el visitar York, por si tu trabajo se orienta por aquella zona y al final hemos ido a ver piedras a Brimham Rocks, que no ha estado mal, me ha gustado un montón. Pero haremos lo que tú quieras, a mi me da lo mismo estando a tu lado, puede ser Leeds, Bristol, Londres o donde a ti te apetezca.

Así todo es fácil, lo que yo quiera, donde me encuentre bien, si yo siento lo mismo, me es indiferente el lugar o los lugares, lo importante es la compañía y mientras quiera seguir a mi lado, para mí todo está bien.

-Ven Daniel, te has puesto triste, sentémonos aquí.

Me lleva de la mano a un banco cercano, ya dentro de la estación.

-¿Se puede saber el por qué de estar triste?

-Porque soy feliz, ya sabes lo tonto que soy, quizá no me merezca tanto, nunca, nadie me ha querido como tú me quieres. Igual mis padres sí, pero son mis padres, debe ser su obligación, mira allí. Le señalo una pareja con dos niños, son pequeños de 4 a 6 años cada persona mayor se ocupa de uno de los pequeños, ahora, los niños juegan tirándose por el suelo, los padres no hacen nada, solo les miran, les observan, el amor de padres se les derrama por los ojos.

Ahora, al despedirle, yo no siento la tristeza de la semana pasada, se que en unos días le volveré a ver, a tenerle, a sentirle, a verme abrigado en su mirada, pero me abrazo a él y le beso con una fuerza inusitada, hasta que nuestras manos resbalan en su apriete, se deshacen la una de la otra y se separan.

Me gusta caminar, hace fresco, tengo que preparar cosas para la semana pero no tengo prisa, aunque me darán las doce o la una trasteando, pero ahora quiero soñar, pasear a su lado sin tenerle, sintiendo su olor que aún no me abandona.

Mi último recuerdo, antes de meterme en el trasiego de la calle, en la observación de los que me acompañan en mi caminar, es para mi compañero de trabajo. Renuncio a analizar lo que Nicolás comentó el día pasado, no quiero darle vueltas en mi cabeza, no lo deseo pensar, solamente estar atento si va a la depuradora a despedirse de mí, que seguro que lo hará, lograr que la despedida sea sincera, y si como dice Nicolás hubiera habido algo, darle facilidad de olvidar.

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