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Por fin solos (1 de 2)

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Raúl descansaba tumbado en la cama boca arriba, recuperando lentamente el aliento. Había sido uno de los polvos más intensos de su vida, y sin duda el más largo. Estaba agotado pero no podía quedarse allí a dormir. Haciendo un esfuerzo, se incorporó, y se quedó un momento admirando el cuerpo de su chica. Ya se estaba quedando dormida, y no era para menos. Se inclinó y la besó en los labios dulcemente, y le dio las buenas noches. Entonces cogió su ropa y salió de la habitación sigilosamente. Cruzó el pasillo lo más despacio que pudo, sobre todo al pasar al lado de la puerta de sus padres. Cuando la hubo pasado, respiró aliviado. Le aterrorizaba la idea de que le oyeran y pudieran sospechar algo. Al fin entró a su habitación y se metió a la cama, y esperó a que el sueño se apoderara de él, mientras recordaba el polvo que acababa de echar con su hermana momentos antes.

Sara y Raúl eran dos hermanos mellizos, de 18 años, que mantenían una relación en secreto desde hacía algunos meses. Los detalles de cómo empezó todo no vienen a cuento ahora, simplemente, las hormonas y la necesidad de sexo y cariño hacen su efecto, y no entienden de tabúes.

El caso es que desde que habían empezado a tener sexo, se veían obligados a hacerlo por la noche, con sus padres durmiendo a escasos metros, debido a que su madre no trabajaba fuera de casa. Eso hacía que casi nunca estuvieran solos en casa, privándoles de esa intimidad tan necesaria.

Sin embargo, sabían llevar la situación. Eran muy cuidadosos: esperaban bastante tiempo para asegurarse de que los padres dormían, y lo hacían casi en completo silencio. Cuando Raúl salía de la habitación, abría un poco la ventana para que saliera el olor a sudor y a sexo.

Sin embargo, ocurrió algo que hizo que se torcieran las cosas. No sabían porqué, pero últimamente sus padres dejaban la puerta de su habitación abierta por la noche, y esa habitación estaba en medio de las de ellos dos. Aparte de que podían oír algo, podían verles yendo de una a otra.

Al principio Sara y Raúl pensaron que quizá sospechaban… pero descartaron esa opción. Eran demasiado cuidadosos, y además, a ningún padre se le podía pasar por la cabeza que sus hijos mantuvieran relaciones sexuales entre ellos. En ese aspecto estaban tranquilos… pero el caso es que ya no podían verse por las noches.

Los primeros días fueron aguantando, pero al cabo de algunas semanas estaban ya bastante nerviosos y necesitados de sexo. Y es que antes de que la situación se torciera, solían follar casi todos los días, o al menos hacerse sexo oral.

Cierto día se dio la coincidencia de que su madre salió a hacer unas compras y que ambos estaban en casa. Sara estaba en su habitación, esperando a oir el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose. En cuanto se cerró, salió apresuradamente hacia la habitación de su hermano. Al entrar vio que la estaba esperando, de pie. Se abrazaron y se fundieron en un apasionado beso, húmedo, lascivo, muestra de la pasión acumulada que tenían dentro. Raúl abrazaba a su hermana mientras la besaba, notando la forma y la dureza de sus tetas contra su pecho. Sus lenguas se frotaban una con otra, ayudadas por la saliva. Las manos de Sara fueron bajando hasta copar el culo de su hermano, que era la parte de su cuerpo que más le gustaba.

Ya más calmados, se recostaron en la cama de Raúl, sin dejar de besarse y de meterse mano. Entre besos y lameteos se susurraban al oído sus palabras más tiernas.

Sara, que estaba debajo, empezó a desabrochar los pantalones de Raúl, tras lo cual siguió magreándole el culo por encima del boxer. Sentía contra su pubis lo duro que estaba ya el paquete de su adorado hermano. Finalmente habló Raúl:

"Qué quieres que te haga?"

"Así mismo, cariño… a misionero… lo único que quiero es tenerla dentro…"

La forma de hablar de Sara dejaba ver claramente la excitación que había en su interior.

Entonces ocurrió lo inesperado. Oyeron unas llaves en la puerta, y acto seguido oyeron como se abría. Raúl saltó como un resorte de la cama, se subió los pantalones y se sentó en su silla. Sara, que afortunadamente no se había quitado nada de ropa, se levantó y se atusó un poco el pelo, y se inclinó sobre la mesa de Raúl como si estuviera mirando el libro que estaba sobre la mesa. En ese momento oyeron a su madre pasar al lado de la puerta saludando, aunque pasó de largo. No la miraron ya que tenían la cara sonrojada, aún por la excitación. Al rato Sara se incorporó y se fue a su habitación.

Estaban contentos de que no les hubieran pillado, pero muy frustrados por haber tenido que parar en lo mejor. Esta situación se empezaba a hacer insostenible. Necesitaban intimidad y la necesitaban ya.

Ambos estaban en sus respectivas habitaciones haciendo que estudiaban, pero no podían dejar de pensar en el otro. Sentían la frustración sexual acumularse, todavía excitados pero sin poder desahogarse.

Raúl encendió el bluetooth de su móvil, y vio que Sara también lo tenía encendido. Cuando no les apetecía estudiar, solían mandarse mensajes de esa manera, para pasar el rato y para hablar de sus cosas, sin que sus padres se enteraran. Raúl envió el primero:

"Todavía estoy caliente, peque :("

"Y yo, no te imaginas cuánto", respondió ella.

"No se me baja la erección"

"Pues yo tengo las bragas empapadas"

"Qué podemos hacer?"

Sara tardó en responder: "Espera, que se me ocurre una idea"

Después de un rato Sara entró en la habitación de su hermano, llevando unos libros, que dejó allí como si nada. Comprobó que no había nadie por el pasillo, y metió la mano en el bolsillo de su bata. Sacó sus bragas arrugadas de ahí y se las dio, tras lo cual volvió a su habitación, nerviosa.

Eso fue una agradable sorpresa para Raúl. Tenía las bragas húmedas de su hermana en sus manos. Pero ahí podían verle si hacía cualquier cosa con ellas. Apresuradamente, se fue al baño y cerró la puerta. Ya en ese lugar seguro, se llevó la prenda íntima de Sara a la nariz e inspiró profundamente. Efectivamente, la excitación de su hermana se percibía claramente. El olor era embriagador y super excitante.

Si ya estaba cachondo de antes, ahora su polla ya pugnaba por salirse del pantalón. Sin pensárselo dos veces, se bajó los pantalones y se sentó en la taza, y empezó a masturbarse enérgicamente.

Cuando se hubo saciado del olor sexual de su hermana, se llevó las bragas al pene, y lo envolvió con ellas. Ahí ya se estaba volviendo loco, y tenía que esforzarse en no gemir. La suavidad de la tela y el agradable calor que le producía le llevaron rápidamente al clímax. Los chorros de semen caían en las bragas uno tras otro, quedando ahí depositadas.

Cuando ya no le quedaba una gota de leche, se preguntó qué iba a hacer ahora con eso. No podía echarlas así al cesto de la ropa sucia.

Así que decidió devolverle la pelota a Sara. Como ella había sido tan traviesa, él no lo iba a ser menos. Se subió los pantalones de nuevo y salió del baño en dirección a la habitación de su hermana. Una vez allí fue donde ella y le devolvió sus braguitas, con el "regalo" extra. Sonrió malévolamente y salió de la habitación.

Sara se quedó petrificada, mirando las bragas arrugadas y húmedas encima de su mesa, sin saber qué hacer. Luchó contra su instinto durante unos momentos, pero finalmente se rindió, cogió de nuevo la prenda y se la llevó consigo al cuarto de baño.

Tras cerrar bien el pestillo, se sentó en la taza, y empezó a palpar la leche aún caliente de su hermano. Se lo llevó a la nariz, percibiendo el fuerte olor, y no pudo resistir llevárselo a la boca, notando que todavía estaba caliente. Chupó y sorbió una buena cantidad, y empezó a jugar con ello en la boca, notando como se quedaba pegado a su lengua y a su paladar.

No era la primera vez que tenía semen de Raúl en su boca, pero esto era diferente. Ahora estaba mucho más excitada y encendida que otras veces que había hecho el amor con él. Finalmente se bajó los pantalones y directamente empezó a pasarse las braguitas por encima de sus labios vaginales. La sensación provocada por la tela y la densa leche era enloquecedora. Sabía que no se podía quedar embarazada solo por frotarse así por fuera, así que siguió masturbándose como una loca.

A medida que la sensaciones iban aumentando de intensidad, le iba costando más no gemir. Por suerte, todo acabó rápido, con un orgasmo impresionante. Aún jadeando, contempló la mezcla de semen y flujo que había en las braguitas. Cuando unos minutos antes se le ocurrió la travesura de darle sus bragas usadas a su hermano, no hubiera imaginado que pudiera acabar así. Pero estaba encantada, su excitación sexual se había calmado un poco, por el momento.

Después de limpiarse y asearse, se empezó a arrepentir de lo que habían hecho. ¿Qué iba a hacer ahora con las bragas sucias? Al final decidió lavarlas como pudo en la bañera, y al volver a su habitación las colgó de una percha dentro del armario, entre su ropa. Cuando se secaran las echaría al cesto de la ropa sucia.

Volvió a sentarse en su mesa, intentando aparentar normalidad. Cogió el móvil y volvió a escribir a Raúl:

"Me vuelves loca…"

"Que hacías en el baño tanto rato, guarrilla? ;)"

"Me he corrido como nunca. Joder, me tienes todo el día pensando en sexo… qué vamos a hacer?"

"Bueno, como has visto hoy, tenemos otras formas de desahogarnos :)"

"Ya tío, pero yo quiero follar. Eres mi novio, no? Quiero que hagamos el amor…"

Raúl no contestó, sino que se quedó pensando. Era cierto que la situación era difícil. No iban a estar solos en casa mucho tiempo, ni tenían coche para poder irse a algún sitio apartado.

Unos días después, Amador, el padre de Sara y Raúl, les llamó para comentarles algo.

"A ver chicos, tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que vuestros tíos nos vuelven a dejar este verano el apartamento de la playa, ya que ellos no van a estar. Pero como comprenderéis, hasta que no acabéis los examenes, no vais a poder ir."

Los hermanos no sabían qué pensar… estaban expectantes, deseando que su padre continuara hablando.

"De momento, los próximos fines de semana vamos a ir vuestra madre y yo, y vosotros os quedaréis aquí a estudiar"

Raúl sintió un agradable cosquilleo en el estómago, y dijo, "Sin problema…"

Amador contestó, "Pero he dicho a estudiar, no quiero que os paséis el fin de semana de fiesta y el domingo con resaca…"

"Os prometo que no voy a salir de casa", dijo Raúl.

"Ni yo", dijo Sara, mordiéndose el labio para no reírse.

Amador estaba sorprendido de la reacción. Se levantó y se marchó tranquilo, convencido de que sus hijos se estaban haciendo mayores y responsables.

Raúl comprobó que no había nadie cerca, abrazó a su hermana y le dijo al oído, "Por fin solos..."

"Se me va a hacer eterno hasta que llegue el finde", dijo Sara.

"Lo sé", respondió Raúl. Estando así abrazados, sintió el impulso de besar a su hermana, y le dio un suave beso en los labios.

Sara se apartó, y dijo, "Ten cuidado, cariño… no vayamos a cagarla, ahora que lo tenemos tan cerca"

Raúl asintió y se separaron, ambos con una sonrisa de felicidad en sus caras.

Efectivamente, los dos días transcurridos hasta que llegó el viernes por la tarde, se les hicieron a los dos muy, muy largos. Cada uno en su habitación, escuchaban cómo sus padres hacían equipaje, e iban sacando las cosas.

Finalmente llegó el momento, se despidieron y al rato se oyó la puerta cerrarse. Raúl se apresuró hacia la habitación de Sara, con una sola cosa en la mente, hacerle el amor durante horas. Se acercó hacia ella para abrazarla, pero ésta le rechazó: "Vamos a esperar un momento Raúl, imagínate si vuelven"

Al ver la expresión de frustración de su hermano, dijo "Se han podido olvidar cualquier cosa… quiero hacer esto bien, Raúl"

"De acuerdo, pero vamos a hacer una cosa para que te quedes tranquila" La cogió de la mano y la llevó al salón, desde donde se veía la carretera por la que se alejaban sus padres. Aun después de perder el coche de vista, esperaron un rato, hasta que finalmente no pudieron más y empezaron a besarse.

Las manos de Raúl no daban abasto, acariciaban y palpaban las curvas del precioso cuerpo de su hermana. Sara llevaba un vestido de verano, ligero y de una tela muy fina, lo cual enloquecía a Raúl. Le encantaba como se sentía la piel de su hermana a través de la tela.

Por su parte, Sara tenía sus brazos alrededor del cuello de Raúl. Le encantaba besarle así, como apoyándose en su cuerpo.

Raúl dirigió sus manos al culo de su hermana, y al hacerlo notó que no llevaba bragas. Su erección empezaba ya a molestarle. "No llevas bragas?", preguntó

Entre besos y lameteos, Sara contestó, "No llevo nada debajo, sólo el vestido… quería estar lo más accesible posible para tí"

"Me encanta, gracias", dijo Raúl con una sonrisa. No se hizo esperar y empezó a subirle el vestido. Cuando el sexo de Sara quedó expuesto paró, y pasó a acariciarle los muslos. Al hacerlo notó que el flujo de su chica ya se estaba deslizando desde su coño, manchando la suave piel de sus pantorrillas.

Subió la mano a la boca de ella para que le chupara los dedos, y finalmente bajó de nuevo y empezó a acariciarle los labios vaginales. Sin duda, nunca había visto a su hermana tan caliente y mojada. Era impresionante la cantidad de flujo que estaba segregando.

Entre estremecimientos de placer, Sara cogió la parte de abajo del vestido y terminó de quitárselo. Sonriendo, le miró a los ojos para ver qué cara se le quedaba. Raúl no sabía por donde empezar a tocar. Le faltaba tiempo para alegrarse la vista y el tacto con cada centímetro de la piel de la chica.

"Joder… hacía tiempo que no te veía a la luz del día. Siempre haciéndolo de noche a escondidas…", dijo Raúl

"No te preocupes, porque no me voy a vestir en todo el fin de semana", dijo Sara con una sonrisa pícara.

Raúl fue bajando beso a beso por la piel de su hermana, atravesando el valle entre sus pechos, y el llano vientre que tantas horas de gimnasio le costaba mantener. Sara sabía lo que venía ahora, así que se sentó en el sillón que había al lado de la ventana.

Raúl se arrodilló y elevó las piernas de Sara para ponerlas sobre sus hombros, para tener un acceso cómodo a su coñito. Sin entretenerse en preliminares, se inclinó para lamer su vulva, con delicadeza pero con fuerza. Sara se convulsionaba sólo de sentir la húmeda lengua de su hermano en su lugar más íntimo.

La mamada de Raúl se iba intensificando. Su lengua penetraba lo más profundo que podía mientras sus labios estimulaban los labios vaginales. Mientras, Sara se acariciaba las tetas, dejando que lentamente el placer se fuera apoderando de su cuerpo. Raúl no aguantaba más la presión de su polla contra los vaqueros, así que se fue desnudando de cintura para abajo. Sara se quedó embobada viendo cómo la polla de su hermano salía como un resorte, ya totalmente erecta y babeando líquido preseminal.

Le encantaba sentir que ella solita era capaz de ponerle así. Que sólo con su cuerpo, y su belleza, era capaz de hacer que una persona llegara hasta el punto de cometer incesto, de querer follar con su propia hermana. Entonces vio que Raúl se inclinaba sobre ella, apuntando su mástil hacia la entrada de su coño.

Abrió un poco más sus piernas y por fin, volvió a sentir cómo esa verga se abría paso en su interior. Se sintió feliz, colmada. Raúl le agarró las tetas y empezó a meter y sacar rítmicamente, con fuerza. El placer era indescriptible. Ambos empezaron a gemir, esta vez sin miedo, sin tener que ahogar los gemidos en la boca del otro.

Sara abrazaba a su hermano con las piernas, rodeando su cintura. Éste todavía tenía puesta la camiseta, pero poco importaba. Se dedicó durante muchos minutos al bombeo constante dentro del coño de su chica, mientras se robaban húmedos besos el uno al otro. A Sara casi le dolían las tetas de la presión de las manos de Raúl sobre ellas. Le dijo que parara un momento, tras lo cual se levantó y se dirigió a su habitación, llevando a su hermano de la mano.

Ahí estaban más cómodos, y además habían podido recuperar un poco el aliento. Sara se subió a la cama y se puso a cuatro patas, exponiéndose totalmente a la voluntad de su hermano. Sin hacerse esperar, éste se puso detrás y volvió a penetrarla por el coño. Con una mano se apoyaba en la cama y con la otra acariciaba los senos de Sara, que colgaban sensualmente hacia abajo y se movían con cada envión de Raúl.

Sara ya no gemía sino que chillaba de placer. Quería correrse pero a la vez no quería que esto acabara. A Raúl ya se le empezaban a escurrir gotas de sudor, que caían sobre el pelo y la espalda de su hermanita. Entonces dijo, no sin esfuerzo:

"Me corro, Sara…"

"Espera… así no, espera un momento", respondió ella.

Raúl tuvo que poner toda su fuerza de voluntad para sacársela en el mejor momento. Sara simplemente se dio la vuelta, se tumbó boca arriba y le invitó de nuevo a metérsela:

"Quiero que nos miremos a los ojos cuando lleguemos al orgasmo, cariño"

Raúl se la introdujo de nuevo apresuradamente, follándola salvajemente, buscando vaciarse dentro de ella. Sus bocas se buscaban ansiosas, chupándose y lamiéndose, más que besándose. Finalmente Sara sintió la leche de Raúl en sus entrañas, momentos antes de conseguir ella su orgasmo. Se miraron a los ojos sonriendo, mientras disfrutaban de las sensaciones del orgasmo.

Un buen rato después de terminar, aún seguían tumbados recuperándose del esfuerzo realizado. Finalmente habló Sara:

"Madre mía, ya son las nueve… hemos debido de estar dos horas follando…"

Raúl se rió, "Bueno, qué te apetece hacer?"

"Podemos ver una peli en mi ordenador, aquí los dos en mi cama", dijo Sara.

"Genial"

Sara se fue a la cocina y al rato volvió con unos sandwich y una botella de Coca Cola.

"Ya sé qué peli vamos a ver… Almas Gemelas, te va a gustar"

Raúl no la conocía pero sí conocía bien a su hermanita, y sabía que le iba a gustar lo que le proponía.

Tras ver la película, se quedaron dormidos en la cama de Sara. Por primera vez en su relación, podían dormir juntos y abrazados, sin miedo.

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