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Por fin solos (2 de 2)

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Raúl se despertó con los rayos del sol sobre su cara. Eso significaba que era fin de semana, ya que no había sonado el despertador. Se dio cuenta de que estaba en la cama de Sara, y recordó lo ocurrido: por fin tenían la casa para ellos solos, y tenían todo el fin de semana para dar rienda suelta a su pasión.

Al estirarse se sintió descansado; había dormido bastantes horas tras todo el "ejercicio" realizado el día anterior. Se vistió y fue a ver qué estaba haciendo su hermana. La encontró en la cocina, fregando los platos… completamente desnuda.

"Ah, pero… decías en serio lo de que no te vas a vestir en todo el fin de semana?"

"Buenos días, cari", respondió Sara. "Ya hace calor, y así estoy más cómoda, así que por qué no?", dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Encantado con la idea, Raúl la abrazó por detrás, hundiendo su cara en el pelo de su chica y oliendo su dulce aroma. Sara tenía una melena de pelo largo y liso, de color castaño. Junto con sus pechos, era lo que más le gustaba a Raúl de ese cuerpo.

"Uno rápido?", dijo él.

"No, Raúl, hay que hacer cosas, tenemos que estudiar…"

Raúl obedeció a regañadientes. Mientras estudiaba, a veces la veía pasar por el pasillo, y era una auténtica tortura. Tenía impulsos de abalanzarse sobre su cuerpo a cada momento. Pero tampoco le quiso pedir que se pusiera la ropa, porque era una gozada para la vista. Haciendo uso de su fuerza de voluntad, estuvieron estudiando casi toda la mañana.

Después de unas horas a Raúl le rugían las tripas. Se levantó para preguntarle a su hermana qué iba a preparar para comer. Cuando entró en su habitación vio que estaba en el ordenador, chateando. Casualmente en ese momento alguien le abrió una conversación privada a Sara. Por sus palabras parecía el típico hombre solitario buscando ponerse cachondo con alguna chiquilla del chat. Sara lo iba a cerrar, pero Raúl le dijo que no lo hiciera, que le diera bola.

Al principio Sara no estaba por la labor, pero poco a poco le empezaba a divertir. Como de costumbre, el desconocido le preguntó qué llevaba puesto, a lo que Sara contestó que "nada". Él dijo que no se lo creía y le pidió que lo demostrara.

Raúl, que leía la conversación con atención, dijo medio riéndose, "Venga, ponle la webcam…"

"Estás loco? No te importa que me vea así?"

"Si es un desconocido no. Total, no te va a tocar", respondió Raúl.

A Sara le excitaba la idea, pero no podía evitar tener miedo. "Y si da la casualidad de que es alguien conocido?"

"Pues baja la cámara y ya está", dijo Raúl, ya con un generoso bulto en sus pantalones.

"Ya pero… y si reconocen la habitación?"

"No digas tonterías, peque. Qué probabilidad hay de que esta persona te conozca?"

Sara dudó unos instantes, pero se armó de valor. Inclinó la cámara hacia abajo, viendo en la pantalla cómo solo se la veía de cuello para abajo. Finalmente la activó. Su corazón latía a mil pulsaciones por minuto… era cierto que nadie la iba a reconocer, pero el caso es que la imagen de su torso desnudo estaba siendo mostrada ahí fuera. Pocas personas habían tenido la ocasión de contemplar eso.

El hombre al otro lado de la conexión le dio las gracias efusivamente, y le dijo que estaba buenísima. Con todo lujo de detalles explicaba lo caliente que estaba y cómo se estaba masturbando mirando su cuerpo. Sara no podía sentirse más sucia. Ese cuerpo que siempre tapaba con pudor, lo estaba exhibiendo a alguien así porque sí, para complacerle, sin recibir nada a cambio. Pero no le disgustaba ni mucho menos. Le encantaba gustar y excitar a los hombres, y siendo un desconocido, no pasaba nada. A él le gustaba su cuerpo, y a ella sentirse atractiva… qué problema había?

Raúl tenía la polla realmente dura de estar presenciando todo esto. Exhibir a su chica a un desconodido le ponía, no sabía bien porqué pero le ponía. Harto de la incomodidad se desabrochó los pantalones y se la sacó, y empezó a masturbarse.

Con su rabo tan cerca de la cara de Sara, tenia impulsos de ponérsela en su boquita, y además ya se estaba cansando del tío salido del messenger, así que directamente se la puso en los labios a Sara. Ésta nunca hacía ascos a la polla de Raúl, así que se metió el glande en la boca y empezó a chupetearlo y saborearlo.

El hombre del messenger se desconectó en cuanto vio que la chica no estaba sola, y los hermanos rieron. Había sido divertido jugar con él a eso, aunque ahora su mente estaba en otro sitio. Sara estaba empezando a afanarse en la mamada, ya metiéndosela casi entera en la boca, y masturbándole con una de sus manos.

Raúl contemplaba el espectáculo desde arriba. Las sensaciones iban llegando. Sara cada día mamaba mejor… se le estaba poniendo la carne de gallina del gusto y de ver a una tía tan buena ahí abajo, sometida y demostrando lo guarra que era.

Después pasaron a la cama. Raúl se tumbó boca arriba, en una posición cómoda. Sara estaba de rodillas en el suelo, de forma que su cabeza quedaba a la altura perfecta. Movía la cabeza arriba y abajo afanosamente, cerrando bien los carrillos contra la polla de su hermano, sintiendo perfectamente su forma, y asegurándose bien de que él sentía también su boca húmeda y caliente.

Raúl le guiaba la cabeza con las manos, aunque no hacía falta con una experta como Sara. Lo de ir desnuda por la casa, además de ser un espectáculo visual, era genial para el sexo: tenía disponibles todos los agujeros de su hermanita en todo momento, sin tapujos ni ataduras.

A Sara le apetecía seguir chupando esa deliciosa polla, pero su sexo necesitaba estimulación. Se la sacó de la boca, dejando varios hilillos de saliva entre sus labios y el glande, y se subió encima de Raúl. Puso su pubis encima del pene de éste, y lo cogió para guiarlo mejor, tras lo cual se sentó encima, introduciéndosela hasta el fondo. El placer y la excitación le nublaron la mente durante unos segundos, y los pezones se le pusieron aún mas duros. Cuando se recuperó de esa primera oleada de placer, empezó a subir y bajar su cuerpo, notando las sensaciones en su interior, y sabiendo las sensaciones que le provocaba a su amado hermano.

Ambos se sentían en el cielo. Raúl elevó sus manos para posarlas sobre las tetas de Sara, que se inclinó hacia delante para que con el peso de su cuerpo, sus tetas se apretaran más contra esas manos. Después de un rato así, se inclinó aún más para poder besar a su chico. Además, así notaba más fricción en el clítoris, lo cual le estaba haciendo enloquecer.

En la habitación sólo se oía la respiración de ambos junto con el chapoteo producido por el abundante flujo de Sara. A ratos ella expresaba su placer con palabras, "Siiiii, te quiero, cariño, fóllame, me encanta ……."

Más tarde, Sara se sorprendió al notar el dedo húmedo de Raúl hurgando ahí detrás. Al principio sólo jugaba en círculos en su esfínter, pero después, sin duda, estaba intentando metérselo. Nunca había entrado nada en ese agujero, pero no le desagradaba la idea. Por alguna razón, cuando estaba excitada, notaba su ano como relajado, abierto, deseoso. El caso es que cuando se quiso dar cuenta tenía parte del dedo índice de su hermano ahí dentro, produciéndole una sensación extraña, incómoda pero bastante placentera.

Para cuando llegaron al orgasmo, Sara se dio cuenta de que se había dejado meter el dedo casi entero. Incluso en el momento de correrse, su ano como que absorbía inconscientemente ese dedo. Cuando el placer empezó a abandonar su cuerpo sintió algo de dolor… el placer debía haber nublado algo sus sentidos, de forma que unos minutos antes no le molestaba ese dedo, pero ahora sí. Se incorporó, liberando sus agujeros de la polla y del dedo de su hermano, y se tumbó a su lado.

Tras unos minutos descansando, se levantaron para ir a comer ya que se morían de hambre. Después de comer se quedaron dormidos en el sofá viendo una mala película de sobremesa.

* * * * * *

Durante la tarde Sara consiguió a duras penas mantener a Raúl alejado de ella. Si hubiera sido por él no habrían salido de la cama en todo el día. Pero conseguía convencerle diciéndole que cuanto más se aguantara, más le iba a gustar después. A ambos les llamaron varias veces sus amigos para quedar para la noche, y cuando les decían que no, que se iban a quedar a estudiar, no se lo creían. Pero ambos estaban encantados de quedarse en casa.

Sara decidió pedir una pizza para cenar, ya que Raúl nunca cocinaba y a ella no le apetecía en ese momento. Se sentaron a ver la televisión en el salón mientras llegaba su pedido. Sara estaba tumbada boca arriba en el sofá y él encima de ella de espaldas. Como de costumbre, empezaron a hacer manitas y a robarse tocamientos aquí y allá.

Entre unas cosas y otras, los hermanos se estaban poniendo bastante calientes. Habían aguantado toda la tarde sin follar, y dado el ritmo que llevaban, eso era mucho tiempo. Sara se estaba dando el gustazo acariciando el pecho y los abdominales de Raúl por encima de su camiseta. Después se la subió y siguió haciendo lo mismo, esta vez notando su piel caliente. Le hechizaba ese cuerpo. Raúl no estaba muy cachas pero sí bastante en forma, y no tenía una gota de grasa.

Entonces, sin avisar, acopló su boca a la de su hermano, lascivamente, dándole un delicioso beso francés. Raúl acariciaba y se deleitaba con las piernas desnudas de Sara. Después cogió una de ellas y empezó a lamerla de abajo arriba, una y otra vez, apreciando su suavidad. Jugaba con su lengua en el hueco detrás de las rodillas, lo que producía en su hermana un cosquilleo muy agradable.

Sara terminó de quitarle la camiseta. Luego se inclinó para tener más fácil acceso al paquete de Raúl, que ya marcaba un gran bulto en sus pantalones. Entonces notó los fuertes brazos de Raúl llevando su cuerpo en esa dirección, de forma que quedaron en posición de 69. Sara se afanó en desabrocharle los pantalones hasta que por fin apareció la polla semierecta que tanto deseaba. Se la metió entera en la boca sin dudarlo, notando como seguía creciendo ahí dentro.

Por su parte Raúl lo tenía más fácil, pues tenía ya el chocho desnudo de su hermanita delante de su cara. Puso las manos sobre las deliciosas nalgas de Sara atrayéndola hacia él y empezó a chupar, directamente sobre los labios vaginales y el clítoris, sin preliminares.

Sara chupaba enérgicamente, mientras con sus manos terminaba de quitarle los pantalones. La mamada de uno iba excitando cada vez más al otro, lo cual le hacía chupar al otro con más intensidad, y así sucesivamente.

Entonces sonó el portero automático. Estaban tan metidos en faena que se habían olvidado de la pizza que habían pedido. Pensaron en no abrir… pero iban a necesitar reponer energías tras el polvazo que se avecinaba, así que tenían que recoger la pizza. Sara se levantó, se dirigió al telefonillo y pulsó el botón.

Mientras, Raúl había pasado por la habitación de Sara para coger algo de ropa para que ella recibiera al repartidor. Se lo tendió a Sara y le dijo, "Toma, ponte esto".

"Sí hombre, y porqué no abres tu?"

Raúl bajó la mirada y se miró la entrepierna. Su tranca estaba todavía totalmente erecta. "Lo haría, pero no puedo ni ponerme los pantalones"

Sara accedió. Cogió la camiseta y los pantalones y se los puso lo más rápido que pudo. Entonces se dio cuenta que era una camiseta ajustada, de las que llevaba cuando salía de fiesta. Si normalmente ya marcaba pecho con ella, esta vez, con lo excitada que estaba, y sin sujetador, los pezones parecía que iban a perforar la tela.

"Pero tío, tu estás loco?"

"Bien que te gusta llevarla los sábados por la noche, cabrona", respondió Raúl con una sonrisa, justo en el momento en el que sonaba el timbre.

Ya no le daba tiempo a cambiarse otra vez, así que Sara se dirigió a la entrada, no sin antes echarle una mirada lapidaria a Raúl. Él sin embargo sonreía, orgulloso de lo bien que le quedaban las camisetas a su novia.

Sara abrió la puerta. El repartidor era joven, alto y bastante delgado. Se quedó un momento parado sin decir nada, aunque después le entregó la pizza y le cobró el dinero, mirando bastante descaradamente las tetas de Sara. Finalmente se fue, con una sonrisilla en su rostro.

Sara volvió junto a su hermano, totalmente colorada. Dejó la pizza en la mesa para más tarde.

"Tío, qué vergüenza he pasado. No me quitaba el ojo de encima"

"Es normal con lo buena que estás", respondió el, acercándose de nuevo y acariciándola el pecho por encima de la ropa.

Cuando empezó a sentir el calor de esas manos en su pecho, a Sara se le fue pasando el enfado. La escenita le había calentado más de lo que aún estaba. Raúl rozaba las ásperas palmas de sus manos contra sus pezones que estaban hiper sensibles. Después incluso empezó a pellizcarlos y retorcerlos. A Sara le temblaban las piernas. Se arrodilló ante su hermano, evitando así caerse, quedándole su polla grande y lustrosa delante de la cara. Instintivamente se la llevó a la boca y empezó a darle placer a su hermano con ella.

Él mientras tanto se agachó y tiró hacia arriba de la camiseta de ella. Después le puso las manos en la cabeza y empezó a mover el pubis adelante y atrás, penetrando más profundamente la boca y la garganta de Sara. Le llegaba tan adentro que a veces ella se la tenía que sacar de la boca para poder respirar. En ese caso levantaba la polla con una mano y se ponía a besarle y lamerle los testículos, y a metérselos en la boca alternativamente.

Raúl estaba embelesado. Su hermanita estaba en celo, encendida… daba la impresión de que no quería darle placer a él, sino que lo único que quería era su ración de leche, y se estaba dedicando a exprimirle afanosamente ahí abajo para extraerla lo antes posible. Y probabemente no le faltaba razón.

Sara ya se había desnudado de cintura para abajo ayudándose de su otra mano, y se estaba masturbando frenéticamente. Entonces, por fín, Raúl empezó a eyacular abundantemente en la boca de Sara, quien emitió un ahogado "mmmmmmm" según recibía el semen en su boquita. Raúl notó como se lo iba tragando, y cómo le apretaba la polla con la boca y la mano como tratando de exprimírsela aún más.

Parecía que ella no se había corrido aún, ya que seguía frotándose la vulva y el clítoris con sus dedos. Por ello seguía amorrada a la polla de Raúl, como queriendo seguir excitada para poder llegar al orgasmo. Para alivio de él, al rato Sara fue relajándose y masturbándose cada véz más suavemente, señal de que ya se había desahogado. Finalmente se tumbó de espaldas en el suelo. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración agitada.

Raúl se encargó de traer unos platos y servilletas y ambos se comieron la pizza en el salón. La devoraron en pocos minutos, del hambre que tenían. Sara le comentó a su hermano que si seguían así dejaría el gimnasio, porque ya bastante ejercicio estaban haciendo.

Esa noche también vieron juntos una buena película. Sara se sentía simplemente feliz. Sin embargo, eso mismo le producía preocupación. No quería que nada se interpusiera en su relación. Y no quería que ese fin de semana acabara.

No le hizo falta decir nada para que Raúl notara su preocupación. Se conocían bien y estaban muy compenetrados. Así que se interesó por ella:

"Qué te pasa cariño?"

Sara tardó en responder, como si le costara hablar, "Por qué no puede ser así siempre?"

"A qué te refieres?", contestó él.

"Por qué tiene que ser todo tan difícil? Las clases, la gente… no sé… todo. Quisiera estar siempre como ahora, juntos tú y yo…", respondió Sara.

"Joder peque, no te pongas metafísica ahora… Mira, yo no pienso en esas cosas, simplemente disfruta el momento y ya está. Te lo estás pasando bien? Pues eso ya no te lo quita nadie"

Sara insistía, "Ya, pero…", y entonces notó cómo su hermano la callaba con un beso. Luego volvía a intentar hablar y cada vez que lo hacía recibía otro dulce beso en los labios.

Al final se rindió y se dio cuenta de que él tenía razón. Raúl siempre conseguía tranquilizarla y hacerle olvidar sus neuras. Hablaba con tanto aplomo y seguridad que a veces le hacía sentir como una niña tontita. Y eso le encantaba. Se sentía totalmente segura en los brazos de un hombre así.

Finalmente se acurrucó contra el cuerpo de Raúl e intentó dormir. Tenían que reponer fuerzas para un nuevo día de sexo filial.

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