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Nota: Juego de niños

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Capítulo 2

 

De camino a la escuela, lo miraba, el hacía lo mismo, como una choque eléctrico que exploto en mi cuerpo, sabía que si lo besaba de nuevo podía tener dibujada una sonrisa por el resto de mis días, tan solo mirarlo, lo único que quiero que sepa que es el mejor, pero algo en mi me lo impide, algo que no me deja actuar como quiero hacerlo. Su cara, su linda cara, me gustaba, aunque su vista estaba perdida en el horizonte, podía apreciar el hermoso color de sus ojos color miel, la suavidad de sus labios y sobre todo, su inocencia.

-¿Cómo te sientes? –Seguía mirando, su atención se posó en mis palabras-

-Me siento muy bien –Una tímida sonrisa se dibujó en su rostro- Un poco cansado, espero que mis lentes no tarden mucho en llegar, porque no me gustaría recargarme más en usted –Refiriéndose a que no podía ver nada-

-¡Hey! –Replique- Claro que no haces eso ¿Acaso ves que te estoy haciendo alguna mala cara?

Lo entendí, pero para mí no era ningún problema quedarme un rato más con él, me gustaba, era muy alentador cuidarlo y conocerle mediante esa mirada, sonrío al saber que estoy conociendo a una personita muy agradable bajo ese caparazón, no recuerdo el ultimo día que me la pasaba tan bien, siempre en el trabajo, siempre preso en una cárcel que yo mismo había construido, estaba tomando un cariño muy especial hacia él, como quererlo apapachar como a un peluche, no sé qué me pasaba, y no podía hacer entender a mi cabeza las cosas, ¡Vamos! ¡Lo acabas de conocer Alberto!

-No, claro que no, pero no es justo que se haya quedado a cuidar de alguien que ni siquiera es nada para usted –Miraba hacia el frente-

-Mira –Coloque mi mano en su hombro- Ahora estuviese solo viendo televisión en casa, y me he divertido, porque hasta hemos visitado aquel parque en el cual no ponía ni un pie hace mucho tiempo –Sonreí, mientras el chico parece haber disfrutado las palabras que le decía de una forma muy suave-

-Hace un poco de frio –Volteo su cara y trato de mirarme-

-Disculpa, deja y enciendo la calefacción, créeme que estoy tan acostumbrado a este clima que ya ni lo siento –Bromee, pero cuando traté de encender la calefacción esta no funcionaba-

-¿Pasa algo?

-Esta cosa que no quiere encender –Estaba molesto- Bueno, si enciende, pero es solo aire frio, y no quiero que queramos congelarnos –Di un pequeño golpe al aparato como si eso nos fuese a ayudar-

Me detuve a un lado de la carretera, para así poder revisar bien lo del aire acondicionado y el por qué no quería funcionar. Apagué y encendí de nuevo el coche, para ver si algo pasaba, pero no, al momento de activar otra vez la calefacción esta no servía, lo cual era muy raro, porque hace apenas unas horas atrás funcionaba muy bien, no nos faltaba mucho para llegar a la Universidad, lo intente dos veces más, pero no, me baje del auto para revisar si algo andaba mal en la parte delantera. Igual, nada.

-No sé qué pasa con este pedazo de mierda –Deje caer la tapa del cajón con enojo-

-No hay problema, mejor sigamos, de todas formas no falta mucho –Escuché que gritaba desde dentro-

Obedeciendo a lo que pedía, me monté de nuevo al auto, le sonreí, el me devolvió el gesto. Gire la llave para echar a andar ese pedazo de basura, de repente se escuchó un estruendo y empezó a sacar humo de la parte delantera. ¡Esta maldita cosa se ahogó! Era lo único que me faltaba, tendríamos que caminar, porque con el clima de la noche no sería recomendable quedarnos en el auto, y mucho menos sin calefacción, estuviésemos a 9 grados más o menos. Salí de nuevo, revisé, y al momento de levantar la tapa una nube de humo me sorprendió, lo que hizo que por el calor insoportable que esta irradiaba de nuevo dejara caer fuertemente la tapadera que cubría al motor, y me apartara muy rápidamente con un vocabulario de marinero que jamás me había escuchado.

-¡Carajo! –Grité por lo caliente que estaba-

-¿Se encuentra bien? –El chico está inquieto-

-Sí, no te preocupes –Comencé a toser- Toma tu cacheta y nos vamos –Ordené-

Carlos difícilmente pudo encontrar su chaqueta en el coche, se me había olvidado por completo que no podía distinguir bien las cosas y mucho menos moverse, debido a que su pie aún estaba lastimado. Me acerque a él, me fui a la parte trasera de auto y busqué otras cosas, abrí la puerta del pasajero y lo ayude a bajar, no quería lastimarlo, así que lo hice cuidadosamente. Como la reserva de la ciudad estaba fuera de esta, teníamos que caminar por las orillas de la carretera, con solo las luces alumbrando nuestro paso, antes de irnos me aseguré que todo estuviese en orden y coloqué el seguro al auto.

-¿Dónde estamos?

-Estamos a las orillas de la carretera –Respondí algo malhumorado, saqué mi celular para ver si ya había por lo menos una rayita de señal, pero no, estaba completamente muerto-

Carlos no dijo nada, solo caminaba un poco apresurado para que avanzáramos más rápido, pero yo lo hacía despacio para que no se lastimara, de todas formas, y si teníamos suerte, podríamos conseguir un aventón, o por lo menos algo para poder hablar por teléfono. Al poco rato de avanzar un tanto, Carlos caminaba aún más lento, parecía que algo le molestaba en el pie, o tal vez el frio, que era de los mis demonios, por lo menos yo llevaba una camisa manga larga y una chamarra que me cubría.

-Creo que debemos detenernos un poco –El tono de voz del chico era bajo-

-Vamos un poco más, no falta mucho –Traté de animarlo-

-Muero de frio –Su mandíbula temblaba, a pesar de llevarlo recargado en mi hombro, trataba de que esto fuera lo menos incomodo posible-

-Ya no falta nada, veras –Traté de calmarlo-

Caminamos un rato más, no creo que hayamos avanzado ni dos kilómetros, mire mi celular eran alrededor de las 11 de la noche, vaya que el tiempo pasaba muy rápido, y al percatarme de eso, me di cuenta que ya tenía una débil raya de señal, y con razón, ya las luces de la ciudad se alcanzaban a ver con más claridad.

Buscaba el número de algún taxi para que nos pudiera recoger, además de alguna grúa, porque si dejaba mi coche allá abandonado podría ser que a alguien se le ocurriera robarlo, no tenía confianza ni de mi propia sombra. A los pocos intentos por fin había entrado la llamada, una amable mujer me respondió y le indiqué más o menos donde nos encontrábamos, ya que no sabía exactamente la ubicación.

-Ya he llamado a un taxi –Lo tome de la cintura para pegarlo un poco más a mi cuerpo-

-B-b-bien -Suspiró-

-Calma, que ya falta muy poco para que llegue, solo unos minutos más.

Me quite mi chaqueta, la mía tenía las mangas largas y la de él las tenía cortas, así que la coloque por encima de sus hombros, el clima no era para nada cómodo, pero yo podía soportarlo, el no, aunque me gustaba como sus mejillas se ponían coloradas gracias al frio, no lo iba a dejar morir, bueno, no morir, pero por lo menos no levantaría un resfriado.

-Mira, allá viene el taxi, vamos –Levanto la mirada-

La espera se estaba haciendo larga, pero si llegó, ayudé a Carlos a subir, sus brazos estaban muy fríos, pero estaba más calmado, tal vez por el calor que le brindaba la chamarra, además el taxi tenia calefacción y eso nos hizo entrar en ambiente mientras llegábamos a la ciudad. Casi íbamos pasando por la plaza central, cuando ordene al taxista que al momento de dejarnos en la Universidad buscara una grúa que fuera por un coche negro que estaba más delante de donde nos había levantado a nosotros.

-¿Ya estas mejor? –Mire al chico-

-S-si, creo que un poco mejor –Comenzó a toser-

-Espero y no te enfermes porque sería mi culpa –Alboroté su cabello-

-No lo creo, casi nunca me he enfermado –Siguió tosiendo-

El camino a la Universidad se hizo corto, ayude a Carlos a bajar del taxi y pagué a aquel hombre, haciendo recordar que no olvidara avisar a una grúa. Ambos entramos al edificio, para ese entonces ya iban a dar las 12 de la noche, ambos íbamos un algo agitados, llegamos a su habitación, él se sentó en el sofá y yo fui a la cocina por algo de beber.

-¿No quieres algo de agua?

-Si, por favor –Sonrió mientras yo servía el agua y la llevaba hasta sus manos-

Se puso cómodo y tomó una enorme manta que estaba sobre la cama para después sentarse en el sofá, encendí la televisión, a decir verdad no tenía nada de sueño, supongo que la preocupación por el coche no me dejaría pegar el ojo, claro, no hasta recibir la llamada de que ya lo tenían en un taller, si claro, en un taller a la media noche, que tonto soy.

-¿Qué es eso? –Pregunto el chico cuando escucho sonar una canción en la tv.-

-Es un canal de música –Estaba pasando los canales y me detuve en uno por unos pocos segundos, me gusta mucho la canción-

-Me gusta mucho esa canción –Por lo menos no era el único-

Escuche por unos segundos, la canción era un poco melodiosa y además pegadiza, como un chocolate, un poco adictiva, y a la vez infantil, pero en fin, para mi gusto, buena, muy buena. Me quede mirándolo por un rato, su cabeza y los dedos de sus manos se movían al ritmo de la música. Empecé a reír.

-No sea ría, no sea así –Se sonrojaba, se dio cuenta de que me burlaba de los gestos que hacia-

-Mira tú que no me estoy riendo de nadie.

-A que si ¡Se está riendo de mí! –Gruñó-

-No para nada, –Traté de tranquilizarme- Vamos, sigue con la canción que es muy pegadiza, además ¿Qué es eso que dijiste? –Pero parece ignorar lo que le dije, eso de “A que no” me pareció adorable-

-No, porque solo se ríe de mis movimientos –Se enojó-

-Claro que no, no me rio, es más, me gusta cómo te mueves –Lo miré- Dime ¿Tu bailas?

-No, no se bailar –Desviaba la mirada-

-Bueno, yo te enseño –Me pare del sillón y lo tome de las manos, hice que se pusiera de pie y nos centramos en la sala-

Ambos estábamos en el centro, entre el sillón y la televisión, el solo tenía una cara de entusiasmo combinado con pena, lo tome de sus manos, ahora algo cálidas. Hizo un esfuerzo por mirarme, me encanto como sus ojos se apuñalaron para siquiera poder distinguir algo, por lo menos mi cara, y parece que lo logro, porque me sonrió.

-Cuidado con mi pie –Me advirtió-

-Vamos, pero te sueltas un poco, que no se bailar este tipo de música, así que improvisaremos –Le dije suave al oído, el solo afirmo con la cabeza-

Tome su cintura lentamente, dejando que mis manos resbalaran suavemente, su mirada aún estaba al frente. Su respiración se tensó un poco y la notaba un poco entrecortada, pero me gustaba sentirlo así, un poco nervioso, él no decía nada, así que proseguí con nuestra pieza de baile.

-Esto no se baila así –Parecía divertido-

-¿Cómo de que no? –Reclamé-

-Usted estaba bailando como si fuéramos dos ancianos, y escuche –Dejó de hablar por unos segundos- La canción es algo pegajosa, algo rítmica, no, usted no sabe –Reía-

-Bueno, ¿entonces cómo se baila?

-Pues yo tampoco se, ese tipo de canciones solo las uso para liberar la mente, no para bailar –Sonrió-

Nadie dijo nada, así que lo tome fuerte de la cintura, haciendo un poco presión entre su pecho y el mío, me hacía sentir un pequeño cosquilleo, en sí, me encantaba, no sabía cómo moverme, el impulso de hacerlo callar por un rato se apodero de mí, únicamente hice lo primero que se me vino a la mente.

-¿Qué te parece ahora? –Seguí con la suave presión entre nuestros cuerpos-

Mis movimientos eran un poco torpes, pero a la vez con estilo, nuestros cuerpos estaban muy pegados, nunca se me dio lo de maestro de baile, ni yo creía de donde estaba sacando tanta valentía, solo sabía que no quería parar, ese baile me estaba gustando mucho.

-Cuidado con mi pie –Se movía muy cuidadosamente, me había olvidado por completo del pie, así que lo hice ahora con más cuidado-

Apreté una vez más su cintura y le di una vuelta, ágilmente lo tome por segunda vez he hice que ambos bajáramos lentamente, un movimiento tipo salsa, que aunque no fuera concuerda con la canción me gustaba. Había tomado clases de bailar hace 5 años atrás, y era un verdadero milagro que no hubiera olvidado mucho, me recordé de algunos pasos de jazz, y los practique con él, para justo cuando la canción estaba por terminar, unirme a su cuerpo, levantar su mano a la altura de nuestro hombros, darle media vuelta, pegarme de nuevo a él, esta vez con su espalda a mi pecho, y suavemente seguir moviéndonos al ritmo de esa música, música tan infantil, pero a la vez tan angelical.

-Supongo que ahora si lo hago bien –Suave en su oído, a lo que él solo sonrió un tanto nervioso-

-Espere, e-espere –Escuche que dijo, pero creo que fue un poco tarde, porque él se tambaleo y cayó sobre el sofá, por poco y me dejo caer encima de él, pero pude colocar mis manos para amortiguar un poco el golpe.

La música ya iba en la parte final, y cuando terminó ambos nos quedamos fríos, sin movernos, era media noche y nosotros estábamos uno encima del otro, solo sé que me encanto, incluso quería repetir esa pieza de baile, con él, solo él, deslizarlo de nuevo como lo hice, y una y otra vez, darle una vuelta, dos vueltas, y hacer que subiera al cielo.

Ahora lo tenía frente a mí, mi cuerpo estaba encima del suyo, impidiendo que se moviera y su mirada cálida estaba conectaba con la mía, no me importaba, me sentía como viajando entre las más altas montañas, me encantaba sentir su respiración tan cerca de mi nariz, éramos los dos como el aire, como me encanta ver su hermosa cara, su piel blanca como la nieve, su ojos de penetrante color entre oscuros y miel, quería comérmelo a besos.

Lo miré, él me miró, ambos en el sofá, mi pelvis se pegaba aún más a él, sus piernas estaban ligeramente abiertas y las mías se fueron posicionando entre ellas, esto sin dejar de mirarlo, no quería que la magia acabara. Me acerque lentamente a sus labios, eran rosados, y suaves, tímidamente tome su mano y la lleve a los míos, se miraba nervioso, pero no se detenía, con las yemas de sus dedos los recorría, esa sensación de escalofrió se apoderaba de mí, y en un ataque de valentía, uní mis labios a los suyos, mi nariz choco con la de él, y entre pequeños suspiros ambos nos estábamos besando, como lo deseaba, como lo quería, pero lejos de ser un beso apasionado, lejos de dejarnos llevar por una lujuria, solo nos limitamos a besarnos, y más que nada, besarle como si se tratara de la más indefensa criatura que jamás hubiese tenido en mis brazos. Sus manos resbalaban por mis cabellos, me acariciaba como si fuera el más frágil de los humanos.

De repente, mi maldito celular empezó a sonar, pero como pude lo apagué, aunque Carlos pareció darse cuenta de lo que ambos estábamos haciendo, así que lo primero que hizo fue separar sus manos de mi cabeza y reincorporarse en sí, lo que me orilló a pararme y dejar que se moviera. Después de eso, hubo una tensión un poco incomoda, yo me senté en el mismo sofá, a su lado, pero no entendimos muy bien lo que pasaba en ese momento.

……………………………………….

Carlos:

No sabía lo que me estaba pasando, solo recuerdo como Alberto y yo estábamos bailando, esa maldita canción, me gustaba mucho, aunque no podía moverme bien porque la punta de mi pie aún estaba lastimada debido a la herida que me había hecho al pisar mis lentes, claro que se sentía bien, ya sabes, su cuerpo, el cual era, algo, no sé cómo decirlo, era muy duro al tacto, podía sentir como sus fuertes brazos me tomaban por la cintura mientras estos bajaban por mi estómago, unas sensaciones más que extrañas, no me molestaban, es más, me gustaban y mucho, había algo dentro de mí que me incitaba a seguir, pero mi mente me decía que NO, tenía varios motivos por el cual detenerme, dos en especial, “No podía estar sintiendo me atraído por un hombre”, yo sé que sí, yo sé que lo bese, y eso me prohíbe verle a la cara de nuevo, se me cae de vergüenza, más que nada, “Él era un maestro y yo un alumno”, al cual tal vez solo quería por un simple calentón, o que se yo, tal vez por lastima.

Un rápido movimiento, donde el me tomo de mis caderas y las giro, haciéndome que me pegara más a su cuerpo, añadiendo un desplazamiento circular pegado a mi trasero, estaba frío, heado. No era por el clima de allá fuera, sino por la impotencia de no poder moverme, había algo, no sé qué, pero me impedía despegarme de él, y quería hacerlo, quería seguir sintiéndolo, quería seguir bailando de la forma tan cálida que él lo hacía, y mucho más.

Era muy estúpido lo que me pasaba, pero sus grandes manos y sus brazos duros con un poco de vello, rozaban mi piel, no tengo vellos en mis brazos, pero los suyos me hicieron erizarme al compás, mientras colocaba su barba cerrada cerca de mi oído y me susurraba cosas, las cuales,  me encantaban. En ese instante me odiaba, que estaba pasando por mi maldita cabeza, no me mandaron a la escuela para esto, y mucho menos, mucho menos, con un hombre, ¡Un maldito hombre! Se me caía la cara de vergüenza, pero Dios, como me gustaba, al punto de que mi cuerpo parecía una gelatina.

Había perdido la noción de la canción, además de que el tiempo que su cuerpo estuvo pegado junto al mío, quebré el salto, y me lastime la pequeña herida, lo que hizo que, al estar cerca del sofá, cayera sobre este, pero Alberto, con tal de suavizar un poco el golpe, me tomo fuerte de la cintura, y después me soltó, para posicionar sus manos recargadas en el sofá y yo, por reflejo, me puse boca arriba, sentí su respiración muy cerca de mi boca, y su olor, un olor muy penetrante que percibía mi nariz, el cual me encantaba, y era muy embriagador.

No podía notar mucho, solo su rostro que estaba algo difuminado, estaba cerca, muy cerca, así que distinguí  que aflojo sus manos un poco, haciendo que su fuerte pecho se pegara al mío, yo soy rollizo y lo cual me incomodaba un poco, parecía no importarle, y ese calor que odiaba en mis mejillas, lo cual indicaba que ya me estaba sonrojando, de nuevo, no podía creerlo, no entendí como hacia el profesor para hacerme sentir tan nervioso, pero claro, lo tenía justo encima de mí, con sus piernas sobre las mías.

Podía sentir un leve movimiento sobre mi pelvis frotándose con la suya, sensaciones que odiaba, pero me estaban agradando tanto, tomó mi mano, yo estaba muy nervioso, temblaba un poco, y pude sentir en las yemas de mis dedos algo mojado, eran sus labios, eran muy suaves, así que obedecí, los recorrí, y me valió un carajo, solo quería tocarlo en ese momento, hacerlo sentir ahí, junto a mí.

Mis piernas se fueron abriendo un poco, para posicionarlo perfectamente en la entrada de mi ser, podía sentir su cuerpo sobre el mío, y esos leves suspiros que salían involuntariamente de mi boca, y sin pensarlo, un roce, un suave roce tocaba mis labios, algo húmedo, algo cálido, algo suave que me hacía cosquillas, eran los suyos, sus labios, y como me estaba haciendo sentir, esa sensación combinada con sus movimientos pélvicos en mi entrada, no pensaba, solo sentía, sentía como si el mundo se me estuviese viniendo encima.

Su beso fue tan tierno, eso me gustaba, eso me hacía sentir bien, y quien lo diría, mi primer beso fue con él, y el segundo también, pero esta vez, él me lo daba, él me hacía sentir único. Sentir como su barba raspaba mi barbilla y mis mejillas era fabuloso, mi pene estaba casi a punto de explotar, todas las cosas que estaba experimentando ahora, con un hombre, con ese fuerte hombre que me sostenía sobre sus brazos haciéndome sentir débil, sumiso y especial, una tempestad se formaba en toda mi garganta. Solo pude llevar mis manos a su cabello, su suave y sedoso cabello, donde mis manos resbalaban con facilidad y se perdían entre sus mechones.

Estaba a punto, solo a punto de llegar más allá, pero algo me lo impidió, algo que me hizo darme cuenta de la idiotez que estaba haciendo, y eso era, su celular, el cual sonó y justo en el acto él lo apago, pero eso no impidió que lo separara de mi cuerpo, y él se levantara muy confundido, pero no creo que tan confundido como yo.

-Esto no está bien –Dije avergonzado-

-¿Qué no está bien? –Sentía tu mirada sobre mí-

-¿Cómo que que? ¡Esto! –Levanté la voz-

-Pero, pensé que lo estabas disfrutando, por lo menos, al igual que yo lo hacía –Me dijo en tono sereno mientras tocaba mi mejilla y esto me hizo sonrojarme aún más-

-Yo no estaba disfrutando nada –Estaba todo rojo, avergonzado-

-No era mi intención –Que tono de voz tan suave y tierno estaba escuchando-

-Tampoco la mía señor –Levante la mirada-

-No me digas señor –Se acercó un poco- Dime Alberto, tal vez Beto, soy tu amigo Carlos, un amigo desconocido –Acarició una vez más mi mejilla con su mano-

………………………………………………..

Alberto:

Me gustaba mucho sentir su suave piel en la palma de mi mano, la forma en que se encogía de hombros, la forma en que tenía su mirada baja, y sus lindos ojos que no podía sacar mi mente, tan solo mirarlo, y muy dentro de mí, sentirme tonto por lo que había pasado hace algunos segundos, lo mire tan avergonzado, pero no más de lo que yo estaba. Alejé mi mano después de unos instantes, miré una sonrisa dibujada en su rostro.

-Creo que te vas a enfermar –Dije cuando Carlos no paraba de toser-

-No, no pasa nada.

-No me arriesgaré, así que iré por una pastilla de las que llevo en mi maleta, creo que tengo una para la tos seca, espera un poco –Diciendo esto me dirigí a mi maleta y saqué una bolsa con miles de medicamentos, ¿Qué? Siempre voy preparado, después de servir de nuevo un vaso con agua, le di un par de pastillas, y el las tomó-

-Ya –Me miro-

-Ahora no me preocupo más, supongo que deberíamos dormir –El chico acepto-

Apague la televisión, parecía que Carlos lo iba a hacer, pero no lo hizo. Le dije que él se quedara en la parte baja de la litera, yo me quedaría en el sofá. Así que ambos nos fuimos a nuestras respectivas reposaderas,  el sofá no era muy grande, pero si era cómodo.

Por mi mente pasaban las imágenes que hace un momento había vivido, y un letrero enorme parecía en el medio “Aprovechado”, de nuevo mi conciencia, la cual tenía mucha razón, me estaba aprovechando de la situación, y más que nada, de que sabía que en el fondo él también estaba sintiendo lo mismo que yo, demostrarnos ese cariño que habíamos ganado hace muy pocos días, si no es que horas. Pero como podía atreverme, a estas alturas de mi vida, y más que nada, prácticamente estar incitando al muchacho a tener algo que seguramente nos llevaría al ámbito sexual, no podía ser, no debía ser, eran cosas con las que mi mente jugaba y yo de ignorante caía. Simplemente algo en mi mente me decía que no podía hacerlo, independientemente de cualquier otra cosa, lo mire de una manera especial.

Todo debería tomarse con más calma y olvidar, por si no lo sabes, eres un adulto y debes de respetar, siempre lo has hecho, no sobra la muchachita que se te ofrece y que tu rechazas, esta no puede ser la primera vez, esto no puede pasar nunca, porque primero que nada está tu trabajo, es lo que importa, “Es lo que importa una mierda ahora” fue lo que se repitió en mi mente, que me pasaba, ya estaba harto, solo lo mire, estaba de espaldas en su cama, un poco encorvado, había pasado tiempo con él, tiempo en donde había tocado sentimientos que creí dormidos hasta el día de mi muerte, no ahora.

-Me parece que aún no te acostumbras al frío –Rompí el silencio, vaya que impertinencia la mía, suponía que Carlos ya quería dormir y yo aún seguía molestando-

-No, aun no, es que en mi pueblo no hacia tanto frío como aquí, es muy muy frío, y no creo poder acostumbrarme por mucho tiempo, no sé si la beca me alcance para cubrir los gastos, tal vez en unos meses regrese –Decía con voz de sueño-

-No lo creo, eres muy buen alumno, dudo que la escuela desperdicie tu talento –Apoyé mi cabeza en mi mano, aunque estaba algo oscuro podía distinguir su silueta-

-Entonces te das cuenta de lo que se puede perder –Alcance a distinguir en el silencio-

-¿Por qué lo dices? –Cuestioné-

-No es nada, solo cosas que me vienen a la cabeza y me salen –Pude notar en su voz algo ronco, supongo que por el frio que paso hace unos minutos, espero que no le vaya a hacer daño, porque sería peor para él, si tan solo no lo hubiera llevado a aquel parque-

………………………………………………………….

La habitación ya estaba clara, era más que evidente, había amanecido, así que me levanté, todas las mañanas me preparo un café, así que me dirigí a una esquina de la habitación, un poco desordenada al igual que todo el cuarto. Carlos aún seguía dormido, no lo moleste, el agua estaba fría, pero de todas formas me prepare el café, solo podía ver su espalda, su piel era blanca, me encantaba verlo, su posición me daba mucha ternura, estaba como hecho rollito.

-Carlos, ya son las 11 de la mañana, debes levantarte –Dije mientras tocaba su hombro, pero este no me respondió- ¡Es hora de que te levantes, hoy tienes escuela! –Y este salto de la cama, parece que lo asusté-

-Disculpe, es que me quede completamente dormido –Tenia una cara de sueño, y estaba muy ronco-

Hice que se levantara, busque en mi maleta y tome un sobre de té para ver si era posible aliviar un poco su tono de voz.

-Vamos, bébelo que te hará bien –-Estiré mi mano-

-Gracias –Forzó la sonrisa-

-¿Por qué eres tan callado?

-No lo soy

-Claro que lo eres, y no tiene que ser así, tienes las de ganar para poder conseguir amigos

-No lo sé, aquí no me importa tener amigos o no, las mayoría de las personas no les agrada siquiera verme a la cara, supongo que porque soy becado –Evadía la mirada-

-Pero, no todos son iguales, te apuesto que hay personas que si entienden, y claro, no se encierran en su mundo.

-Como sea, ya le dije que no me interesa hacer amigos aquí y punto –Respondió de mala manera, lo cual hizo que me quedara callado-

-Levántate, que vamos a ir a almorzar algo, pero primero tienes que cambiarte, no querrás salir con la misma ropa de ayer.

-No, así estoy bien, solo me cambiaré de camisa –Se levantó del sillón para ir a la litera, tomo una camisa y estuvo algunos minutos dentro del baño-

-¿Estás listo? –Le grite, no quería apresurarlo, pero enserio, moría de hambre-

Carlos salió lo más rápido que pudo, aunque muy torpemente se apoyaba con sus manos sobre las cosas para no chocar contra algo, su camisa se miraba algo gastada pero no le di mucha importancia, solo lo miré, ahora iba a ponerse las zapatillas deportivas, me dio algo de gracia ver como casi tropezaba con el sofá, las tomo y saco los calcetines que estaban dentro para ponérselos.

-¿No te has limpiado la herida? –Le mire el pie-

-Pues no, es que no sé cómo, y además ya no me duele mucho –Comentó-

-Me hubieses pedido ayuda, mira que olvidé por completo que tenía que curarte. Siéntate y ahora traigo algo de agua caliente para lavar –Ordené- Además, ¿usaras zapatillas deportivas sabiendo que estas herido? –Traté de regañarlo, pero una sonrisa apareció en mi rostro-

-No es necesario –Rezongó- Es que ya no quiero llevar sandalias.

-Si lo es, eso se puede infectar o algo peor –Buscaba algo en el baño donde pudiera echar el agua, pero no, no había- ¿Qué no tienes alguna cubeta?

-Tenía una, pero se quebró hace unas semanas, no me surto de mucho acá, solo lo indispensable –Y vaya que tenía razón, así que se me ocurrió algo-

-Metete al baño

-¿Cómo al baño? –Estaba confundido-

-Te voy a lavar, así que metete al baño –Me acerqué peligrosamente-

-No, ya le dije que no es necesario –Insistía el muy necio-

-Vamos, solo lavare la herida, apresúrate que muero de hambre –Reclamé-

-No, no es necesario, yo lo haré en la noche, ya vámonos –Parecía cansando-

Como miré que no quería obedecer a lo que yo decía, el muy necio solo se quedaba sentado en el sofá, recargando su espalda en este y mirando hacia el frente, parecía desesperado y algo nervioso, como me gustaba verlo así. Sin que se diera cuenta de que me había acercado aun mas,  con un ágil movimiento lo tome de sus piernas y su espalda, vaya que si pesaba, pero el hacer ejercicio no me iba nada mal, el sólo reclamó y me exigió que lo bajara, pero no lo hice, solo me dirigí con él al baño, me encanto que en corto trayecto hizo todo por zafarse, pero le advertí que podría lastimar su pie si seguía moviéndose, cosa que ignoró, así que lo apreté contra mi pecho, fuerte muy fuerte, lo que hizo que se calmara y tratara de mirarme a los ojos.

-¿Qué buscas? –Dije en voz baja-

Carlos solo dejo de mirarme y sus mejillas se tornaron rojas, pensó que no me había dado cuenta de que me estaba mirando como tonto. En el baño lo senté sobre el inodoro, y abrí la regadera para poder empezar a limpiar tu pie.

-Muévelo un poco –El chico obedecía-

Lo toque muy cuidadosamente, la herida no parecía estar muy mal, es más, parecía haber mejorado un poco, no era muy grande, pero si profunda. Tome papel higiénico para limpiarla antes de lavarle, lo mire, él estaba atento a lo que hacía. Después, como no había siquiera algo para poder llevar el agua, tuve que hace una pequeña hondura con las palmas de mis manos y de ahí, poco a poco, pude ir lavando, fue algo difícil, y además tedioso, pero ya había terminado, coloque algo de pasta de dientes, y la cubrí con una venda.

-Está listo –Celebré como si hubiese ganado una batalla-

-Vaya, eso fue rápido –Se reincorporo en el inodoro-

-Ya ves, pero tú que no querías, eres muy necio.

-¡A que no! –Tenía un tono de reclamo, me acordé de esa frase que me había causado gracia la vez pasada-

-¿A que que? –Dije en tono de broma-

-Es mentira, yo no soy necio…

-No, eso no fue lo que dijiste, escuche un ¡A que no! –Sonreí-

-Ya, no lo repita, odio decir eso, pero es que no puedo evitarlo –Se cubrió con su brazo la cara- Es una costumbre…

Parecía como un niño al cual hubieran acusado de robar una paleta, quien hubiera pensado que apenas pasaría por mi mente que era la persona más seria del mundo, y ahora me doy cuenta, es muy normal, un muchacho muy normal, pero algo tonto a veces, además de ser involuntariamente tierno.

………………………..

Carlos:

Alberto me ayudo a salir del baño, le dije que no era necesario, pero háganlo entender, es imposible. Me sentó en el sofá de nuevo, ese famoso sofá, me dijo que tendría que cambiarse de camisa, porque el haberme lavado el pie lo había dejado todo mojado, no tardaría más de unos segundos en lo que la buscaba, para mi maldita curiosidad no podía dejar de seguirlo con la vista, o por lo menos su silueta.

Escuché como buscaba la prenda, yo miraba atento, cuando dio la vuelta mire hacia otro lado, me hice el despistado, después que supuse se había girado otra vez, lo busqué una vez más con la mirada, ahí estaba él, no sabía si estaba de espaldas o no, podía saber si lo estaba mirando o no, podría estar de espaldas o podría estar de frente, regrese a ver mis piernas para no ser tan obvio.

La silueta esta vez fue más detallada, pude ver las características que se notaban en el difuminado cuerpo de Alberto, era tal como lo vi el primer día, esa noche que dormí con él, se podían apreciar unos leves músculos en sus brazos, ahora abrochaba su camisa, fue donde me di cuenta ¡Dios! ¡Si estaba de frente! ¡Se dio cuenta que lo estaba mirando con descaro!

-¿Ya estás listo? –Dijo en tono alegre-

-Sí, ya podremos salir a almorzar –Me moría de la vergüenza-

Alberto me ayudo a salir del edificio, Alberto había pedido un taxi, así que rápido subimos, ambos sin decir nada, había como una tensión entre los dos, un poco rara, pero no incomoda. El camino de la escuela a la cuidad ya me estaba aburriendo un poco, siempre los mismos colores, siempre las mismas cosas que no llamaban mi atención y me hacían suspirar de vez en cuando.

-¿Y ese suspiro? –Escuche su voz-

-Pues nada, pensando en cosas y de no poder ver nada –Contesté- Si tan solo pudiera ver la mitad de lo que miraba antes –Me encontraba molesto por ni siquiera poder ver las facciones de la palma de mi mano-

-Estás muy joven como para amargarte la vida –Parecía que tratara de bromear- Me pregunto de quien habrás heredado ese carácter…

-No lo sé, eso es lo mismo que me pregunto yo desde siempre –Me dolió su comentario, por que recordaba que mi madre siempre decía “Heredaste el maldito carácter de tu padre”.

-Vamos, no te quedes callado, que no es para tanto –Me dio una palmada en el hombro-

No me gustaba admitirlo, pero extrañaba mucho a mi madre, aunque por dentro tuviese tanto rencor hacia ella, había notado como ella odiaba tanto a mi padre que no me sorprendió que actuase tan indiferente cuando él murió, hace 6 años atrás. A los pocos meses ya tenía nuevo acompañante y seguía con el hasta la fecha, es por eso perdí un año de estudios, porque nunca sentí su apoyo, tal vez mi padre era peor que ella, pero de algún modo lo extrañaba mucho, al igual, no sé qué pasaba, y por qué me llegaban esos malditos recuerdos a mi mente, solo por un estúpido comentario. Tal vez por el hecho de estar separado de ella por más de 6 meses, siempre me acostumbre a estar a su lado, nunca solo, no por tanto tiempo.

-Acaso ¿te ofendí? –Rompió mi pensamiento Alberto-

-No, para nada, es solo que me quede pensando, soy tonto –Dije en tono burlón-

-No lo eres, y me molesta que pienses así –Contestó serio-

Sus palabras eran música para mis oídos, pero no quería seguir entablando una conversación con él, no ahora, tal vez mas tarde, lo único que quería era olvidarme un poco de todo, y pensar para lograr resolver el crucigrama que me confundía la mente.

Ese día paso muy rápido, por alguna razón había perdido el interés, aunque Alberto quiso levantarme los ánimos, en el aire podía respirarse ese aroma, solo un rumor, solo una voz que me viene a hablar de amor, no hay nadie más en mi rincón, solo Dios sabe quién soy.

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