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Una cita médica genial

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Hace un par de años me expuse demasiado al sol, quedándome una especie de "paño"; lo cual me llevó a la necesidad de consultar a un prestigioso dermatólogo de mi ciudad. A mis veintimás años, estaba lleno de ganas de sexo, y qué mejor que un médico que te quite esas ganas.

Soy un típico salvadoreño: estatura media, moreno claro; pero a eso le agregó que soy un nalgón, y eso llama mucho la atención de cheras y cheros.

Llegué al consultorio y pregunté por el doctor en cuestión; la recepcionista que atiende a varias clínicas en el complejo me informó que debía esperar. Con todo y la calentura de sexo que andaba, jamás pensé poder concretar lo que pasó dentro del consultorio esa tarde.

Cuando llegó mi turno de ser atendido, el doctor me recibió muy amablemente, y ahí comencé una inspección ocular completa: 1.75 de altura, piel blanca, unos 30 años de edad, delgado pero con "carnitas" (tal como a mí me gustan); tenía una foto con su esposa (bueno, pero el hecho que esté casado, no indica que esté castrado). Luego vinieron la serie de preguntas: ¿cuándo te percataste de los "paños"? ¿qué comes regularmente? ¿tienes energía acumulada por falta de sexo? Así despacio fue conociendo practicamente toda mi vida. De repente me dice: "vení y te subís al mueble, te desvestís y ya te reviso", agumentando que debía revisar toda la piel. Me subí en boxers a la camilla dentro del consultorio, y cuando él llegó comenzó a revisarme las piernas, pecho, etc. para constatar que no hubieran manchas en el resto del cuerpo. Él estaba al lado derecho mío, y de repente se me ocurrió la idea de poner mi mano derecha al exterior de la camilla, de modo que tuviera contacto con su cuerpo, y así fue: dejé mi mano al exterior y comencé a sentir que él pegaba su cuerpo contra mi mano, especificamente su zona genital. Al rato sentí que crecía algo dentro de sus pantalones, y me decidí a hacerlo entrar a mi juego: giré mi mano de modo que mi palma quedara sobre su pantalón y comencé a moverla, a modo de frotamiento. "¿Qué pasa?", me dijo él; "usted decide que más pasa aquí", le dije yo. Me dijo "andate para el baño, solo le pongo seguro a la puerta y ya llego"; yo obediente corrí y me terminé de desvestir.

A los pocos segundos hizo su entrada en el pequeño baño, se bajó los pantalones y boxers y me dijo: "mamámela, y ya veremos". Ahí comencé a degustar ese rico pene blanquito, de dimensiones nada despreciables (unos 17 cm de largo por unos 4 cm de diámetro), y puse todo mi empeño en meter la lengua entre los "labios" del glande, haciéndolo retorcerse de placer. Él me decía "¡qué rico mamás!, ¿así de rico te moverás cogiendo?", yo le dije "averigüelo usted mismo". Y se bajó los pantalones bien, se sentó sobre la tapa del inodoro, se colocó un preservativo y me hizo señas de que lo montara. Yo encantado de la vida, ya que prefiero al inciar una sesión de penetración tener yo el control de qué tanto entra en mi culito. Estuvimos unos 3 minutos así, luego me dijo que me apoyara sobre el tanque del inodoro, para poder cojerme de pie, y así estuvo otros 5 minutos. Al rato me avisó que ya se venía y quedó casi sin aliento un rato, recuperándose de aquella experiencia con su paciente.

Me dijo: "acomodate bien la ropa, y que esto quede entre nosotros", "claro", le dije yo. Cuando salí y la recepcionista me dijo: "son $xxxx por la consulta", yo los pagué con el mayor de los gustos; había "matado dos pájaros de un solo tiro", como decimos comúnmente en mi país. Definitivamente iba a gozar mucho el tratamiento con este dermatólogo, que por cierto duró un par de meses.

Espero seguir contándoles mis aventuras, las cuales son 100% reales. Si gustan contactarme, soy salvadoreño.

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