Nuevos relatos publicados: 13

Pollo prehistórico.

  • 15
  • 7.343
  • 9,40 (10 Val.)
  • 0

2009:

 

La puerta se abrió y un hombre de unos 24 años de edad entró en la tienda de mascotas. Ante él, tenía un mostrador donde una chica rubia de ojos azules se encontraba sentada a la espera de algún cliente. A su alrededor, en pequeños habitáculos, había jaulas con pájaros que no paraban de graznar y peceras con peces de todas las formas, tamaños y colores imaginables. En el escaparate, había terrarios con lagartos, iguanas y tortugas. Detrás de la dependienta, jaulas con cachorros de perro y gato, expectantes de que algún niño se prendara de ellos y le suplicara a sus padres que se lo comprara. El lugar era como un pequeño zoológico lleno de criaturas deseosas de una libertad que no parecía llegarles. Al principio, la chica no se percató de la presencia de Ramón, pero en cuanto le vio, cabeceó un poco y le otorgó una cálida sonrisa.

-¿Qué desea?- Preguntó con voz risueña.

-Verá, venía en busca de un reptil- Dijo Ramón mientras la observaba con detenimiento. Era una chica realmente atractiva y comenzó a sopesar la idea de intentar ligar con ella.

-Bueno, en el mostrador tenemos diferentes especies-Dijo mientras apuntaba con la mano al escaparate.

Ramón giró la cabeza y al volverla le otorgó a la chica una de sus sonrisas, la que siempre solía utilizar para el ligoteo. Esta se ruborizó ante tanta simpatía.

-Te… Tenemos iguanas verdes, unos geckos y unas preciosas galápagos.- Contestó algo nerviosa. – Detrás, en la habitacioncilla, se encuentran las serpientes.

-¿Y los pájaros?- Preguntó Ramón. La chica lo miró algo extrañada.

-Disculpa – Inquirió la chica.

-Se te olvidó incluirlos.- Comentó Ramón.- Ellos también son reptiles.

La chica empezó a reír. Sus carcajadas sonaban fuertes y estruendosas. Ramón retrocedió algo sobrecogido por la escena. Ella le miraba con lágrimas saliéndole de los ojos.

-Como puedes decir que las aves son reptiles. ¡¡Es absurdo!!- Dijo la dependienta, tratando de reprimir su sonrisilla- ¿Tu acaso les ves escamas o con dientes en la boca? ¿O les ves alguna cola? ¡¡No digas tonterías!!

Ramón se sorprendió de la reacción de la chica. Aun así no cedió ante eso. Se quedó pensativo por un instante, y acto seguido, se dispuso a hablar.

-Tal vez tengas razón, sin embargo, te equivocas- La chica lo observó sorprendida por esta afirmación.

-¿Por qué?- Preguntó ella extrañada.

-Mira, ¿cómo te llamas?- Preguntó el hombre con una amplia sonrisa.

-Sandra.- Contestó la muchacha.

- Bien Sandra, fíjate en ese pajarito.- Ramón señaló a uno de los canarios encerrados en una jaula, el naranja- Si miras bien veras que son bípedos y que además tienen sus alas dobladas contra su cuerpo. Algo que comparte con muchas especies de dinosaurios. Pero además, imagínate a su lado a un dinosaurio, por ejemplo un Velociraptor. Verás claras similitudes, pero si comparásemos sus esqueletos verías aun más coincidencias, como el mismo tipo de huesos o que comparten las mismas articulaciones del brazo.

Sandra prestaba completa atención a lo que aquel hombre le explicaba, como si le estuvieran dando la charla de su vida. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en la cara de Ramón al ver lo bien que lo hacía.

-Como podrás entender las aves no solo son reptiles, sino dinosaurios. En cierto modo, estas increíbles criaturas siguen entre nosotros.- Concluyó.

-Vaya, es muy interesante todo lo que me has contado.- Dijo la chica, mientras miraba ensimismada a Ramón.

El hombre sabía que había marcado un buen tanto con la chica usando sus amplios conocimientos. Se sorprendió de ello. Era la primera vez que lo conseguía.

Al cabo de unas horas Ramón volvió al laboratorio. Un hombre orondo y de pelo rizado negro alborotado se encontraba en la pared de enfrente, sentado ante una mesa donde tenía un microscopio, el cual estaba mirando. Tenía algo en el portaobjetos, pero enseguida lo dejó para verle.

-¿Por qué coño has tardado tanto?- Preguntó enojado.

-Estuve hablando con la dependienta.- Dijo el intentando calmarlo, se le notaba enojado.- Me entretuve, pero ya estoy aquí, ¿no?- Sonó un poco borde.- Eso es lo importante.

-Cuantas veces tendré que repetírtelo, nada de entretenimientos. Lo importante es el trabajo.

Ramón suspiró. Sabía cómo se comportaba Manu, después de todo lo conocía desde hacía 3 años. Ambos eran dos estudiantes de genética que nada mas coincidir el primer día de clase se hicieron buenos amigos. Vieron que tenían mucho en común y desde ese momento quedaban para comer juntos, ir al cine o simplemente conversar sobre sus temas preferidos. Se hicieron tan inseparables que más de uno creyó que eran gays. Y de entre todos esos temas de los que les gustaba hablar, el que más les atraía eran los dinosaurios. O más concretamente su resurrección. Manu estaba literalmente obsesionado con ello. "Traer de vuelta a los reptiles antediluvianos" no paraba de repetirle a Ramón. Creía que estaba loco. Pero el hombre era consciente de que para ello se hacía necesario el uso de material genético, algo imposible ya que el ADN se deteriora durante el proceso de fosilización hasta perderse. Pero el tenía otra idea. La cual, desembocó en todo aquello.

El laboratorio era un cuarto alargado pero no muy espacioso. En la pared de la derecha, al entrar, había una mesa alargada sobre la cual se encontraba toda clase de artilugios de laboratorio. Gradillas, placas de Petri, centrifugadores, estanterías con alcohol, benceno y otras sustancias necesarias para los diferentes procesos químicos, un frigorífico para guardar las muestras y en una esquina una campana para llevar las reacciones que liberarían gases tóxicos y así evitar que contaminasen el lugar. Por todo esto, pasaría por un laboratorio normal si no fuera por las jaulas llenas de pájaros. Allí estaban. Atrapados, graznando, revoloteando, intentando escapar de aquellas prisiones de barrotes de acero frío. En su mayoría gorriones y canarios. Todo en apariencia normal, si no fuera por un pequeño detalle, aquellos pájaros tenían características inusuales. Algunos tenían el pico lleno de dientes, otros dedos con garras en las alas y la mayoría una larga y sinuosa cola. Y es que ese era el plan de Manu para recrear dinosaurios. No los iba a crear, dado que las aves son sus descendientes directos, lo único que iba hacer sería retroceder en la línea evolutiva y hacer que estos recuperaran las características de sus ancestros, es decir, dientes, garras, y cola. Para ello, buscaría en su código genético los genes desactivados de esos caracteres y los reactivaría, y de esa manera se iría acercando cada vez más a lo que sería un dinosaurio. Por el momento, Ramón y Manu habían logrado aislar cada uno de los genes y habían conseguido reactivarlos. Al hacerlo, la criatura que nacía con ese gen manifestaba el carácter. Pero aquellas quimeras estaban lejos de ser algo parecido a un dinosaurio. Y esto a Manu le inquietaba mucho. Después de dejar al canario, el hombre de melenudo pelo llamó a Ramón.

-¿Qué te pica?- Le preguntó este.

-He logrado detectar un par de genes que podrían estar relacionados con el crecimiento.- Se levantó de una vez. No se había despegado del microscopio en todo el día.

-Cojonudo, con eso ya estará todo completo.- Dijo Ramón, pensando que ahora Manu estaría más tranquilo.

-No creas.- Le miró tras decirlo. Ramón se inquietó.-Si queremos uno grande, tendremos que ir a más.

 Lo miró algo sorprendido. Si había algo que no le gustaba de Manu era ese aire enigmático que en más de una ocasión se daba, como queriendo hacerse el interesado ocultándole cosas. Iba a preguntar, pero su amigo se dirigió a la puerta que había detrás que daba a un pequeño cuarto oscuro. Manu abrió la puerta y Ramón le siguió. Miró al interior, negro como la boca de un monstruo, y escuchó algo. El sonido le dejó a Ramón sin respiración. Manu encendió la luz y entonces, el hombre se quedó sin respiración.

-Creerás que es una gilipollez pero para mi es perfecto.- Sonrió, invadido por una inmensa felicidad.

La gallina cacareó. Ramón no dijo nada.

2012:

4 años después, los dos amigos habían avanzado en su aparente inabarcable proyecto pero esta vez, fueron a pasos agigantados. Manu ya sentía las mieles del éxito y fantaseaba con la idea de revelar al gran público sus hallazgos. Pensaba en premios, fama y las riquezas que recibiría además, del respeto y admiración que nadie hasta ahora le había dado. Ramón, en cambio, había visto esto de otra manera. Durante esos 4 años, el joven se había graduado, tenía un trabajo en un pequeño laboratorio y novia, la dependienta de la tienda de animales. Sandra le gustaba mucho. Tanto, que se planteaba ir a vivir con ella, y la idea de tener un hijo resonaba en su mente constantemente. Esto a Manu no le gustaba, por supuesto. Aunque Ramón seguía comprometido con el proyecto, cada vez parecía que se distanciaba más. De hecho, ya no conversaban tanto como antes. Su relación se había vuelto mucho más fría y extraña.

Aquel día, Ramón entró en el laboratorio como de costumbre. Un gran alboroto le dio la bienvenida. Parte de la estancia era un pequeño corral con una alambrada que la bloqueaba. Desde allí, los gruñidos y gorjeos eran inaudibles. Manu, sentado en una silla, tomaba café mientras los observaba en silencio.

-¿Cómo están hoy los pequeños?- Preguntó Ramón.

Manu le señaló con la taza que tenía en la mano hacia la alambrada.

-Compruébalo tú mismo.

Ramón se asomó. Desde ahí los veía. 10 criaturas emplumadas que no tenían nada que ver con sus padres gallinas. Sus picos se convirtieron en  bocas repletas de dientes afilados. Les habían crecido colas largas. Sus alas ahora tenían tres dedos con garras curvadas. En cada pata trasera, uno de los dedos portaba una garra en forma de hoz orientada hacia arriba. Eran el vivo retrato de aquel aterrador depredador que persiguió a dos indefensos niños en Parque Jurásico: El Velociraptor.

-Parecen animados- Dijo Ramón al verlos alzar sus cabezas hacia él emitiendo sonidos, esperando tal vez a que les diese de comer.

 Manu se mostró indiferente ante el comentario. Bebió un pequeño sorbo de su café y lo dejó sobre la mesa. Luego, se levantó y salió a fuera. A Ramón no le gustaba aquello. Le siguió. Manu parecía sereno, pero sabía que este solo era un modo de ocultar su ira. Lo miró fijamente y con algo de indecisión preguntó:

-A ver, ¿qué te pasa?

-No has leído la prensa, ¿verdad?- Le dijo el con una voz antipática. Se le veía resentido

Ramón no supo que responder. Manu le miraba con sus ojos fijos clavados en él. Le pasó el periódico. En este se veía un artículo que hablaba de la charla que el paleontólogo Jack R. Horner dio en la Conferencia de Mentes Brillantes celebrada en Madrid ese mismo mes. En ella, el paleontólogo afirmaba que iba a traer de vuelta a los dinosaurios por medio de la reactivación de genes atávicos en aves, los cuales guardan antiguos caracteres de sus ancestros dinosaurianos que los pájaros perdieron durante su evolución. De este modo, a partir de gallinas, traería algo parecido a un dinosaurio. El graciosamente lo llamaba “chickensaurus”, el pollosaurio. Curiosamente lo mismo que estaban haciendo ellos. Ramón bajó el periódico y miró a su amigo. Ahora entendía el enfado de este pero aun así, no sabía que decirle. Manu volvió adentro y Ramón le siguió. Quería hablar con él, calmarlo y hacerle ver que no pasaba nada. Pero Manu no estaba de humor.

-¡Odio a ese tío! - Gritó y dio un golpe a la mesa. Todo en el laboratorio se estremeció.- ¡¡¡Dios como lo odio!!!

Ramón fue hacia él con aire conciliador pero Manu lo apartó de un manotazo.

-Primero dice que el T. Rex es carroñero y ahora esto.

-Vale tío, cálmate. -Dijo Ramón con tono suave.

-No, no puedo. - Habló Manu amenazante.- Nos lo va a pisar todo. ¡¡¡Y hemos trabajado mucho en esto para ver como otros nos lo arrebatan sin más!!!!

Manu tiró varios de los instrumentos al suelo. Se oyeron quebrándose y rompiéndose, y eso, puso nerviosos a los dinosaurios que comenzaron a gritar escandalosamente. Ramón logró finalmente calmarlo.

-Nos han jodido tío, pero bien jodidos.- Estaba apoyado contra la pared, con la cabeza levemente inclinada mirando al suelo.

-No digas eso hombre, él aún está en una fase muy temprana de desarrollo de su investigación. Nosotros en cambio ya hemos avanzado tanto que estos bichos prácticamente ya son dinosaurios.

Ramón sonrió de forma estúpida esperando que sus palabras convenciesen a Manu. Pero en cuanto vio su cara de pocos amigos, se convenció de que no era así. Manu le dio un fuerte empujón y lo estampó contra la pared. Acto seguido, empezó a gritar como un poseso.

-¡¡¡De verdad crees que esto es así!!!- Gritó como un guerrero enardecido en el campo de batalla.- ¿¡En serio piensas que no nos quitaran el protagonismo?!

-Estos dinosaurios son perfectos Manu, ¿qué más quieres?- Preguntó Ramón con preocupación.

-No lo son.- Inquirió Manu- Aún les falta mucho para llegar a como quiero y para cuando así sea, los otros nos habrán superado y se llevarán la fama.

No estaba por la labor de seguir con aquello. Ramón decidió que lo mejor era marcharse de allí hasta que Manu se tranquilizara.

-Eso márchate, vete con tu novia.- Dijo Manu con tono burlón.- ¡¡¡Déjame a mí aquí tirado, como has hecho en estos últimos años!!!

-Llevo contigo en esto desde hace mucho tiempo. Jamás te dejaría tirado, pero estas loco.- Gritó su compañero desde la puerta.

Manu respiró hondo. Se giró y observó a sus pequeños, gritando histéricos y saltando como si intentaran escapar de la alambrada. Se quedó allí parado, como una estatua.

Ramón estaba muy alterado. No habían pasado más que 2 horas y decidió volver para intentar hacer las paces con su amigo. Avanzó por el vecindario mientras buscaba en su bolsillo las llaves de la casa para entrar. Llegó finalmente a la puerta y la abrió. Y lo que encontró fue el espectáculo más dantesco que nadie podría imaginarse. Los dinosaurios andaban sueltos de un lado a otro del laboratorio correteando. Y allí, tirado en el suelo, estaba Manu. Completamente despedazado, con sus entrañas abiertas y la sangre aun manado de sus heridas. Lo habían devorado mientras seguía vivo. Ramón estaba paralizado por el miedo, incapaz de hacer algo, aunque ya no podía hacer nada. Su amigo había muerto. Víctima de sus ambiciones y probablemente del instinto primitivo que habitaba en el interior de sus experimentos. Estos, correteaban de un lado para otro o se acurrucaban en las esquinas, acicalándose las plumas y durmiendo, pero en cierto modo, ignorando a Ramón. Normal, ya estaban saciados. Ahora, el tendría que deshacerse de todo.

A las 21:30, Ramón cenaba con Sandra y sus padres. El preparaba la comida.

-Espero que el plato que nos hayas preparado sea bueno.- Dijo Sandra, ya ansiosa por probar bocado.

-Si espero que mi hija haya tenido buen ojo escogiendo un tipo que sepa cocinar.- Espetó la madre de esta mirando de reojo a su marido.

-¡Argh! Cariño no seas así, ya sabes que un día de estos te preparare algo.- Exclamó el padre, poniéndose la servilleta en el cuello.

-Aquí viene el plato.- Dijo Ramón desde la cocina.

Todos comieron con ansia, como lo haría un peregrino con el primer alimento que hubiese encontrado tras vagar por el desierto durante años.

-Ummm.....…, delicioso cari.- Dijo Sandra, degustándolo con detenimiento.

-Si, está muy bien- Añadió su madre.- ¿Y qué has dicho que es?

Ramón los miró fijamente a todos y sin perder aplomo, habló:

- Pollo, un rico y delicioso pollo.

(9,40)