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Aventuras en la calle (Parte I)

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Aviso:

Todos los datos de esta historia son falsos, cualquier parecido con la realidad es mera coinsidencia. Es mi primer relato, el cual está dividido en dos partes, espero que les guste.

 

Era increíble que estuviera caminando por esos lugares, y pensar que en unos minutos más hubiera estado afuera de mi casa, a punto de entrar para poder descansar después de un duro día de colegio, posteriormente cenaría a la misma hora que todos los días, chatearía un rato con amigos como cualquier chico de 16 años normal, e iría a dormir, nada que se saliera de mi rutina. Sin embargo, el  maldito taxista se encargó que no fuera así.

Tome un taxi para ir a mi casa, siempre lo había hecho y jamás había tenido un percance, no entendía por qué varios de mi compañeros de clase preferían ir en autobús antes que tomar un taxi, ahora lo entendería. Todo parecía como siempre, cuando de repente, a mitad de camino y debido al tráfico, el imbécil decidió subirme el precio a casi el doble pues el tarado no “pensaba” que demoraría tanto y gastaría tanta gasolina. Él y yo nos enfrascamos en una discusión la cual se puso peligrosa cuando el taxista sacó una navaja y me amenazo con ella. Viéndome en esa situación, me vi obligado a no solo pagarle lo que me solicitaba, también a bajarme del auto.

Por un momento me asusté y procedí a bajarme del auto. El susto no me dejo pensar, y el miedo a que el taxista decidiera hacerme algo peor que dejarme a mi suerte me hizo alejarme rápido, y adentrarme en los suburbios. Pasada ya media hora de caminar y caminar, me di cuenta que estaba totalmente perdido, había tratado por todos los métodos posibles regresar a mi casa pero lo único que lograba es adentrarme más y más en ese laberinto de calles sucias.

Observé a las personas y me di cuenta de la forma en la que ellos me miraban, recelosos y voraces. Y no era para menos, yo no pintaba nada en ese lugar. Mis padres son adinerados por lo que yo tengo gran facilidad económica y comodidades, mi ropa delataba que yo no pertenecía ahí.

Incluso dejando eso de lado, mis propios rasgos me delataban. Era rubio, blanco y de ojos verdes, un güero por así decirlo. Por un momento recordé la famosa frase “una mancha negra en el lienzo blanco” y se me hizo paradójico pues era yo la mancha negra en aquel lugar. Metido en mis pensamientos no me di cuenta que me había quedado parado en una esquina, y para cuando reaccioné, ya tenía a varios matones acercándose a mí.

-¡Eh güerito! ¡Qué te trae por estas calles tan lujosas! – me dijo uno de los matones que se me había acercado. Los numerosos tatuajes que tenía y las cicatrices que se le veía en el hombre y el rostro me hizo tener mucha precaución al responderle pues aunque yo era más alto que el, se veía que él sabía pelear. No es que yo no supiera, no tuviera fuerza o no mantuviera un buen físico, todo lo contrario a eso. Pero al ver a sus oros 3 “amiguitos” me hacía guardarme el coraje.

- Tan solo paseaba por aquí, me gusta el lugar – le respondí con veneno en mis palabras. Sin embargo, en lugar de enojarse por mi respuesta, el hombre tan solo se puso a reír sonoramente.

- ¡Jajajajaja! ¡Pero que güerito tan pendejo nos hemos encontrado! ¿Eh chicos? – gritoneó el sujeto mientras le daba codazos a sus amigos para que le siguieran el juego. No pude evitar fruncir el ceño un poco a lo que uno de sus amigos agregó

- ¡Pero mira nada más! ¡El gringo se nos pone ardido! – replicó mientras todos reían a coro para mi molestia. No soporté más y les pregunté de mala gana que querían.

- Bueno güerito, veníamos a robarte y darte una paliza, pero al ver que tienes agallas, hemos decidido no golpearte, pero sabes que aunque Dios nos hizo a todos iguales en forma, no nos hizo iguales en  comodidades… y como sabrás, tú tienes muchas comodidades y nosotros ninguna – terminó de sermonearme. Por un momento pensé en golpearlo y correr, pero pronto descarté la idea. No me pedían ni mi celular, ni mis zapatillas y menos mi mochila, solo querían dinero; y eso es lo que yo les daría.

- Tienes razón, esto es todo lo que tengo – les dije mostrándoles todo los billetes que traía en mi billetera – Pero como han sido amables con migo, les daré algo de obsequio – agregué sacándome mi reloj, de todas maneras era uno viejo y tenía mejores.

- ¡Bien güerito! Por tu generosidad te dejaremos ir, ¡Pero no te acostumbres! No todos somos tan gentiles como nosotros! – me dijo el que parecía el líder del grupo pues solo él se había dirigido a mí, yéndose con su séquito de gorilas a otro lado.

Al irse ellos, yo tome el rumbo exactamente contrario al suyo. Maldije este día, al taxista y a esos subnormales. Ahora me encontraba solo, perdido y desesperado por regresar a mi hogar. Solo quería llamar a mis padres para que me sacaran de esta, vivía solo en mi casa, mis padres me habían mandado a otra ciudad para estudiar y me habían contratado una sirvienta, desafortunadamente era viernes por la tarde, ella se iba ese día y me dejaba la cena lista, por eso me veía obligado a llamar a mis padres, de seguro ellos sabrían que hacer, así que me metí a un callejón oscuro vacío, para poder sacar mi celular con tranquilidad; no fuera a ser que me encontrara como sujetos similares a los que ya me había visto.

Sin embargo, hoy Dios quería ponerme a prueba o hacerme pagar por mis pecados, o al menos eso creí en ese momento pues apenas saqué mi celular, sentí una navaja cerca de mi costilla.

- Dame el celular, ahora – me dijo una voz suave a mi oído.

¡Mierda!, grité en mi interior, me estaban asaltando por segunda vez. Lentamente volteé a ver quién era, esperando encontrarme un malandrín típico de la zona, pero grande fue mi sorpresa al encontrarme una cosa totalmente diferente.

Gire mi cabeza para verlo y me sorprendió lo que vi. Un chico de unos 15 años seguro, moreno tostado, ojos negros y pelo lacio. A pesar de la zona donde me encontraba, él era por mucho más apuesto que el promedio del lugar y en ese momento se me hizo muy apetecible. Tenía un rostro de niño y era más bajito que yo.

Al voltear a verlo, él también pudo ver mi rostro con más claridad, pues estábamos en un lugar oscuro. Vi como sus facciones se tornaban sorprendidas pues seguro se dio cuenta de que era blanco. Sin embargo, él no contaba con que yo supiera pelear muy bien, ser güero no era ser débil.

Aproveché ese momento para darle un puñete en la boca con gran fuerza. Él soltó la navaja y calló sentado al suelo. Era mi momento, no perdí oportunidad y le di un puntapié en el pecho dejándolo acostado en el suelo. Me senté sobre el para que no se levantara. Cogí la navaja y la tiré lejos, rápidamente dirigí mi atención a él de nuevo y me propuse darle un puñete en el rostro, para ello cogí sus muñecas y las pegué bruscamente al suelo, iba a hacer mi cometido cuando lo vi. Su labio estaba roto y sangraba, de sus ojos salían lágrimas y su respiración era agitada.

Su rostro expresaba un gran temor de lo que pudiera pasarle ahora. Tenía los ojos cerrados como si estuviera esperando un golpe, pero nada llegó. Abrió lentamente los ojos para verme y cuando lo hizo, su expresión cambio a neutra, me estaba analizando, al igual que yo a él.

Por un momento cruzamos miradas. Vi su rostro, su piel morena, liza y su cabello lacio. Me di cuenta que era más guapo de lo que parecía y tuve gran necesidad de besarlo.

Como si mis pensamientos hubieran sido leídos por él, sentí un bulto rozar en el que ya se estaba formando en mi entrepierna, era su pene, erecto por los pensamientos similares que tendría con migo.

- ¿No eres de por aquí cierto? – me dijo por fin rompiendo el silencio. Su voz era un poco más aguda que la mía.

- No – le respondí cortante. Mi respuesta debió haberla percibido hostil por mi tono te voz pues rápidamente apartó la mirada de mí.

- Perdón por golpearte – le dije reconciliadoramente para que volviera a fijar su bella mirada en mí. Y lo logré.

- Perdóname por asaltarte – me dijo viéndome de nuevo, seguro estaría maravillado, dudo que viera ojos verdes muy seguido por ahí.

- No importa, pero creo que me pase al golpearte, hasta de hice llorar – le dije mientras con mi pulgar le limpiaba las lágrimas.

- Pegas bien, pocas veces me han dejado como tú – me dijo mientras tomaba mi mano para que no la retirara.

Este acto me sorprendió un poco, pues aunque yo lo miraba con lujuria y seguramente el también a mí, no planeaba llevar esto más lejos. Él, al ver mi reacción de confusión pensó que ese era un comportamiento que yo desaprobaba y rápidamente se disculpó.

- Perdóname, no sé qué me ha pasado – me dijo desviando la mirada de mí. Su piel morena no pudo disimular que sus mejillas tomaron un color rojo y el rubor se apoderó de él.

- ¿Duele mucho ese labio? – pregunté, acortando la distancia entre nuestros rostro

- Un poco – dijo el, avergonzado porque mi cara estaba peligrosamente cerca de la suya. Mi excitación era grande y sentir como nuestros miembros se rozaban simplemente aumentaba mis ganas de poseerlo. Nunca había sido gay, pero esa vez, me descontrolé.

Sin poder evitarlo, acerqué nuestros labios y lo bese. Al principio él se sorprendió, lo pude notar ya que no correspondía el movimiento de los labios, pero después de un rato, comenzó lentamente a corresponderme. Mi lengua se abrió espacio en su boca y comenzó una pelea con la suya en la cual, cada una buscaba ganar terreno a la otra. Podía sentir como sus manos me abrazaban por la espalda y yo junte más mi entrepierna con la suya. Sus jadeos comenzaron a hacerse oír junto a los míos.

- Mmm.. ahh – gimió un poco. Eso me puso a mil así que comencé a besarlo desesperadamente, con mi mano apreté su boca con la mía y comenzamos a besarnos más apasionadamente que antes. Mi excitación no permitía réplicas de su parte. El intentaba hablar, pero al ver que eso no funcionaría trato de llevar el beso más despacio, sin embargo, yo no lo permití, estaba poseído por el deseo, el deseo de su cuerpo.

Nos separamos un momento por falta de aire. En ese instante lamí la herida que tenía en el labio, saboreando su sangre un poco seca.

- Ah… eso me dolió un poco – dijo él. Yo me limite a continuar besándolo. Pero esta vez, fue un beso más suave. Poco a poco fui bajando a su cuello, dándole pequeños chupetones y mordiscos. En uno de esos el gimió un poco fuerte.

- Ahí por favor para, nos pueden escuchar – me dijo. Eso último me frenó un poco. Mi frenesí de lujuria había sido apaciguado momentáneamente.

- ¿Sabes cómo llegar al centro? – le pregunté

- Si, es la zona para adinerados –el me respondió un poco apenado.

- Llévame ahí, ahí continuaremos con lo nuestro – le dije, dándole un beso rápido y poniéndome de pie.

Él se paró al igual que yo y me miró un momento. Luego sonrió y se acercó a mí a darme otro beso. Hubiéramos como hace segundos de no ser porque esta vez me controlé.

- Tenemos que ir a mi casa, ahí estaremos bien  - le dije separándome. El bufó un poco molesto y comenzó a caminar. Yo lo seguí.

Por un momento comencé a dudar, pues aunque nos habíamos besado, todavía no sabía si fiarme al 100% de mi compañero. No conocía nada y puede que él me estuviera llevando con algunos colegas suyos, y sabe Dios qué cosas me fueran a hacer. Sin embargo, todo temor se disipó cuando él me tomo la mano al ver como tenía la mirada perdida.

- Tranquilo, no te haré daño – me dijo, tuvimos suerte de estar pasando por un pasaje estrecho y sin nadie.

- ¿Cómo te llamas? – le pregunté.

- Agustín, tengo 15 años – me dijo - ¿Y tu? –

- Bueno, yo me llamo Frank, tengo 16 años – le respondí mientras le daba un pequeño chupetón en el cuello.

Después de eso, no pasó nada de relevancia en el transcurso del camino. Poco a poco vi cómo salíamos de la zona fea y comenzábamos a acercarnos al centro, hasta que por fin me pude ubicar.

- Desde aquí ya no conozco más – le me dijo, sentí que ahora era él el que se ponía nervioso, tomo mi mano y se juntó un poco a mí. Le di un beso rápido y le respondí

- Puedo llegar a mi casa desde aquí  -

Al parecer él se lo tomo un poco mal, pues lo interpretó como un adiós y frunció el ceño.

- ¿Solo me utilizaste para regresar a tu casa? – me preguntó, pude ver como sus ojos se ponían ligeramente rojos. Me acerqué y lo besé. Mi beso fue suave y pude degustar sus dulces labios, como rozaban los míos y su deliciosa lengua junto a la mía. Posteriormente me separé

- Tu vendrás con migo a mi casa -  le dije mientras le daba otro beso.

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