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Verano de 2005 (3 de 3)

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Dejaba la historia en el momento en que fui sorprendida por mis padres cuando me masturbaba en el jardín con un par de vibradores, totalmente desnuda y sin apercibirme de su llegada. Indudablemente, el espectáculo que ofrecía debía ser lamentable a la par que descarado: en posición de perrita, con un vibrador en mi sexo y otro en mi culo, totalmente expuesta. Recuerdo la cara de sorpresa e ira de mi madre, mirándome fijamente, hasta que rompiendo su silencio sólo me preguntó qué estaba haciendo, añadiendo un despectivo "cerda" que me hizo sentirme totalmente humillada., marchándose a continuación hacia el interior de la casa. Mi padre siguió observándome unos instantes, hallándome yo parcialmente tapada con una toalla, diciendo simplemente que ya hablaríamos los dos. Ese comentario me hizo temblar. Por su tono no supe discernir su significado, pero sin duda alguna éste no podía ser bueno. Me dirigí a mi cuarto, guardé el bikini y los vibradores en la caja y, poniéndome unos vaqueros y una camisa, salí a la calle. Al pasar por la cocina me encontré frente a frente a mi madre. Intenté decirle algo, pero solamente me contestó su mirada despectiva y un gesto de desdén de su cara. Salí de casa con un portazo, llorando, sintiéndome lo más bajo de la Humanidad.

Cogí mi moto y me dirigí al pueblo, vagando por la calle sin saber exactamente dónde ir, hasta que me encontré en la puerta del pub de un amigo. Me hacía falta hablar ver a alguien, alguien que no se imaginase el porqué de mi estado y me distrajese, así que entré. Me dirigí a la barra y allí se encontraba Marcos, el dueño. Cuando me vio entrar se acercó a mí con una sonrisa, saludándome con dos besos en las mejillas. Sin duda me notó algo, intentando sonsacarme, contestándole yo tan sólo que no estaba en mis mejores momentos por problemas con los estudios y banalidades por el estilo. Me sirvió una copa a la que siguió otra más, y otra… Charlábamos de cosas sin importancia y por un momento me empecé a olvidar de los sucesos de la tarde, hasta que sin darnos cuenta empezamos a tocar el tema del sexo. En ese momento hizo un comentario que me hizo pensar: me comentó que a él le excitaba cuando llegaba a su casa y su novia le recibía masturbándose para él, que se ponía a 100 y que tenían unas sesiones de sexo antológicas. Recordé la cara de mi padre, sobre todo sus ojos, pero me dije a mí misma que no podía ser. ¿Acaso es que mi padre me miraba con ojos de deseo? No me lo creí. Mi madre todavía estaba de muy buen ver, y alguna vez había escuchado gemidos procedentes de su cuarto cuando me levantaba por las noches para ir al baño o a la cocina. "No Mar, no seas tonta – me dije para mis adentros – Lo que piensas no puede ser". Pero otra idea rondaba mi cabeza, y necesitaba volver a casa para comprobar si era lo que yo pensaba, así que le pregunté a Marcos lo que le debía, contestándome él con una sonrisa que no le debía nada. Le di un beso en la mejilla y salí a toda prisa en dirección a casa.

Al llegar metí la moto en el garaje y subí a la primera planta. Menos mal, no había nadie, por lo menos en ese piso, así que subí a mi cuarto, percibiendo por debajo de la puerta de mis padres un pequeño resplandor. Me metí en mi habitación cerrando la puerta con pestillo y, dirigiéndome al armario, saqué la caja de los secretos. Al abrirla mis sospechas se confirmaron: me faltaban algunas prendas, así como un par de juguetes. Durante un tiempo había notado esas faltas, sin darle importancia, pensando que esas cosas estarían en casa de Ángela o en alguno de los cajones. Lo que no llegué a imaginarme nunca hasta ese momento era que mis padres utilizaban algunos de aquellos objetos para sus juegos sexuales. Sentí un odio infinito por mi madre, por su puta hipocresía. "O sea, que me pone a mí como una cerda y resulta que ella es peor que yo… Vaya con mi madre y su supuesto puritanismo". Pensé que había una cosa en este mundo que tenía un dulce sabor, sobre todo si se servía frío, y ese algo era la venganza. Decidí hacerle pagar aquellas palabras de la tarde. Pensando en lo que haría para vengarme me empecé a calentar, notando la humedad entre mis muslos. Me desnudé completamente y me tumbé en la cama. Mis manos recorrían mi cuerpo, mientras imaginaba mi plan, pasando por mis tetas, mi vientre... Las pasaba tan suavemente, como había aprendido de Angy, que sentía escalofríos de placer. Amasaba mis pechos, pellizcaba mis pezones lamiendo mis dedos y pasándolos por ellos, acercaba mis pezones a mis labios y pasaba mi lengua por ellos, sintiendo mi vagina cada vez más mojada cuando la rozaba con mis dedos. Finalmente pasé a acariciarla directamente, frotando frenéticamente mi clítoris, introduciéndome algún dedo de vez en cuando. Necesitaba algo más, así que alargué la mano hacia la caja y volví a coger el consolador que tanto placer me había proporcionado por la tarde, metiéndolo de un solo golpe en mi sexo, notando su vibración mientras seguía atareada con mi botoncito, hasta que sentí las mieles del orgasmo estremeciéndome. Me quedé dormida plácidamente con el vibrador dentro de mí.

Me desperté a la mañana siguiente con las primeras luces del día. Miré mi consolador con una sonrisa y, mientras lo miraba empecé a masturbarme otra vez, hasta que volví a sentir las ondas del placer inundándome. No sabía qué me pasaba, únicamente que me sentía más caliente y excitada que nunca. Ya más tranquila me fumé un cigarrillo en la cama. Cuando me lo terminé me dirigí al baño a darme una ducha fría para aclararme las ideas. Cuando salí del servicio oí las voces de mis padres en la cocina. Perfecto, aquello servía perfectamente a mis planes. Volví a mi cuarto y decidí que me pondría una pequeña tanga de bikini que apenas tapaba mi sexo depilado y una corta camiseta bastante ceñida que dejaba buena parte de mi trasero al descubierto. Unas sandalias con un pequeño tacón que levantaban bastante mi culo completaban mi atuendo, dejándome a propósito el cabello mojado. Si quería escandalizarse, que lo hiciese al menos con razón. Vestida de esta guisa bajé al primer piso. Allí se encontraban los dos, mi padre sentado a la mesa con un café y su periódico y mi madre fregando algunos cacharros y recogiendo los restos del desayuno recién despachado. Mi padre solo llevaba un bañador y una camiseta, y mi madre se hallaba ataviada con una fina bata a través de la cual intuí uno de los conjuntos que me faltaban. Acercándome a ellos les saludé risueña con un beso a cada uno y una amistosa palmada en el culo a mi madre, como si hubiese olvidado totalmente sus palabras.

- ¡Hola mamá, hola papá! ¿Qué tal esta mañana? Buah, he dormido de un tirón esta noche. Mamá, ¿hay café? Me parece que llamaré a Sandra y a Luz María a ver si nos vamos de playa…

Noté la cara de sorpresa de mi madre, mirándome fijamente como iba vestida, sintiendo a la vez los ojos de mi padre fijos en mi culo.

- Hola hija… Pues mira a ver en la jarra. Si no hay, haré más. Por cierto, ¿no te parece que vas demasiado descarada vestida?

- Anda, mamá… No seas pureta. Soy joven todavía y creo que no estoy nada mal. Si no me luzco ahora, ¿cuándo lo voy a hacer?

- Mira, Marimar, te seré clara: al menos podías cortarte delante de tus padres. Ya sabemos que en la calle no te podemos controlar, pero al menos en casa podías ser un poquito más recatada…

- ¿Qué te pasa, mamá? Noto cierto tonillo en tu voz, como si te diese envidia el cuerpo que tiene tu hija…

Primera puya de la mañana. En seguida noté como había hecho su efecto, sobre todo al percibir el rubor que invadía sus mejillas. Guardó silencio y siguió con sus quehaceres, mientras me dirigía al armario, como si buscase el azucarero o las galletas, sabiendo de sobra que estaban encima de la mesa. Lo hice a propósito debido a que mi padre se encontraba justo detrás de mí. Me empiné exageradamente para sacar culo, notando como mi gesto había hecho efecto al acercarme a la mesa de nuevo para sentarme y ver como mi padre se tapaba disimuladamente con el periódico. Los primeros pasos de mi plan iban saliendo según lo previsto. Seguí hablando con mi padre de chorradas sin importancia, convenciéndole para que me dejase su coche nuevo para ir a la playa con mis amigas. Cuando terminé me acerqué al fregadero para dejar el vaso que había utilizado, volviendo a lanzarle otra indirecta a mi madre.

- Por cierto, mamá, cuando cojas algo de mi cuarto, pídemelo por favor. No tengo inconveniente en dejarte lo que quieras, pero pídelo al menos. Y…

Noté de nuevo sus ojos llenos de ira fijos en mí, encarnada no sé si de vergüenza o enfado. Terminé lo que le iba a decir.

- … por favor, vuélvelo a dejar donde estaba, ¿vale? Chao, family, me pirooooooooo…

Eso de que lo volviese a dejar en su sitio lo dije con todo el retintín del que fui capaz, saliendo de la cocina a tiempo de no recibir un platazo en la cabeza que mi madre arrojó con toda su mala leche en dirección a donde yo estaba. Subí a mi cuarto a ponerme una faldita que utilizaba para ir a bañarme, cogiendo las llaves del coche a continuación y saliendo de casa. Por el camino llamé a Sandy, comentándole que llamase a Luz para recogerlas a ambas e irnos de baño. Mientras iba a su encuentro pensaba en mi comportamiento de esa mañana, lo dura que había sido con mi madre. "Ella se lo ha ganado", pensé. "Por suerte o por desgracia he sacado todo su carácter. Ha dado con la horma de su zapato". En esos pensamientos llegué al lugar donde debía recoger a mis amigas, flipando las dos cuando me vieron llegar con el coche nuevo de mi padre, un Volkswagen Passat negro, precioso. Se subieron ambas y nos dirigimos a nuestra playa favorita, donde echamos un día fantástico bañándonos, tomando el sol, coqueteando con unos chicos que conocimos y a los cuales nos divertimos dejando plantados… En fin, un día como solamente tres niñatas pijitas como nosotras sabíamos hacer, jejeje…

Sobre las 7 de la tarde decidimos regresar a casa. Las dejé a ellas y regresé sola a la mía. Cuando entré en el garaje observé que el otro coche de mi padre no estaba. Me pregunté quién faltaría pero, en todo caso, la falta que fuese convenía perfectamente a mis planes. Subí a mi cuarto y, por la ventana, observé que la persona que estaba en casa era mi padre que se hallaba atareado limpiando la piscina. Pintaba bien la situación. Cogí el bikini rojo de tanguita de la tarde anterior, un pareo y me dirigí a la ducha. Cuando salí así vestida bajé al jardín saludando con la mano a mi padre y preguntándole dónde estaba mi madre. Me correspondió al saludo, diciéndome que mi madre estaba de compras con mi abuela, por lo que regresaría tarde, pero noté que me miraba fijamente. Me desprendí del pareo y me tumbé boca arriba en una hamaca justo en la zona donde todavía daba el Sol de lleno, dándome bronceador por la parte delantera de mi cuerpo. Al cabo de un instante me giré, poniéndome boca abajo en la hamaca. Inmediatamente noté los ojos de mi padre fijos en mi culo. Decidí lanzarme e, incorporándome un poco le hablé…

- ¿Papá…?

- ¿Sí, Mar…?

- ¿Podrías darme un poco de bronceador en la espalda? Es que no quiero quemarme…

- Faltaría más, preciosa.

Me dejé nuevamente, mientras con la mano desprendía la lazada de la espalda del sujetador del bikini. Mi padre se acercó y empezó nerviosamente a untarme la espalda. Indiscutiblemente lo estaba poniendo cardíaco el espectáculo de mis nalgas descubiertas por aquel fino hilo que se perdía entre ellas, sobre todo por el bulto en su bañador que percibí por el rabillo del ojo. Me dio un masaje tal que estuve a punto de quedarme dormida. Le volví a hablar, esta vez sin rodeos.

- Oye, ¿habéis hablado mamá y tú?

- ¿De qué, hija?

- Del lamentable espectáculo que debí daros la otra tarde…

Sentí como sus manos se quedaban quietas sobre mi baja espalda.

- Esto…, Mar… Verás, no fue un espectáculo agradable, pero no, no hemos comentado nada.

.

- ¿Sabes lo que más me jode de esta situación, papá? La hipocresía de mamá, su falsa respetabilidad….

- No te entiendo…

- Sí, lo sabes de sobra. Si no le gustan esas cosas, ¿por qué rebusca entre mis cosas? ¿Es que ella no tiene prendas con las que seducirte?

- Bueno…, yo…, ella…

- No soy tonta, Miguel (Decidí llamarle por su nombre, más que nada para empezar a mostrar lo que tramaba, desatando a la vez la lazada del cuello y dejando caer la parte de arriba del bikini). ¿Acaso me tomáis por gilipollas? ¿Os creéis que no me he dado cuenta de que mamá coge ciertas cosas de una caja que hay en mi cuarto y que utilizo cuando quiero seducir a algún chico o simplemente jugar solita…?

- Mar, verás, no es eso. Tu madre ya no es tan joven, y a veces nos hace falta un poco de aliciente, algo que nos ayude en nuestras relaciones...

- Joder, Miguel, no me digas tonterías. Tenéis apenas cuarenta y pico años. No me jodas con eso de que os hace falta ayuda a la hora de follar….

A la misma vez me di la vuelta, mostrándole mis tetas totalmente descubiertas. Sus ojos no se apartaban de ellas.

- ¿Quién tiene mejor cuerpo, Carmen o yo?

- Bueno, la verdad es que ambas tenéis muy buen cuerpo (noté el azoramiento en su voz). Carmen ya es una mujer madura, tiene su encanto, pero tú tienes esa lozanía de los 20 años, puedes volver loco al chico que te propongas…

Ya estaba bien de tonterías, pensé, y me lancé a fondo. Pasé una mano por detrás del cuello de mi padre, más que nada para ayudarme también a incorporarme y, acercando nuestras cabezas, le di un profundo beso en los labios. Me retiré mirándole a los ojos, notando su sorpresa. Volví a repetir el beso, intentando meter mi lengua ante la leve resistencia que ofrecían sus labios, resistencia que no me costó demasiado vencer. Al cabo de unos instantes nuestras lenguas jugaban entrelazándose, comiéndonos la boca con verdadero frenesí, mientras mi mano acariciaba su pecho bajando por él hasta llegar a su entrepierna, quitándole la camiseta mientras sus manos acariciaban mi cuerpo, mi espalda, mis tetas, toda mi piel desnuda… Seguí sobando su bulto por encima del bañador, introduciendo mi mano por la cinturilla del mismo, a la vez que notaba como sus manos deshacían las lazadas de mi tanguita, quedando totalmente desnuda ante él. Mi mano acariciaba su dura polla ya directamente dentro del bañador, bajándoselo poco a poco hasta que quedó totalmente al aire, mientras su mano experta empezaba a frotar mi clítoris, provocándome estremecimientos de placer y gemidos que ahogaba su boca pegada a la mía. Deshaciendo durante un instante aquel profundo beso me incorporé en la hamaca, tumbándole, y empezando a masturbarle suavemente. Miré su polla, larga y dura, brillante ya por las primeras gotas de fluido preseminal que mojaban su glande. Mi mano recorría todo su tallo, jugando con mi pulgar en la punta, percibiendo como esa maniobra provocaba respingos de placer en Miguel. Ya no lo veía como mi padre, sino como un atractivo hombre que me iba a proporcionar placer aquella tarde. Sentí deseos de besar aquel erecto tronco, cosa que hice dándole un primer beso a su capullo al cual siguieron otros, hasta que empecé a pasar mi lengua, recorriéndolo en toda su longitud, hasta que me la metí en la boca, empezando una mamada que provocaba sus gemidos. No me había comido una polla nunca, tan sólo los consoladores con los que había jugado con Angy, pero no debía de hacerlo mal, impresión que se vio confirmada por sus gemidos y sus ojos cerrados.

Poco a poco fui girando mi cuerpo hasta que mi coñito quedó a la altura de su boca. Empecé a sentir su lengua recorriendo los pliegues y labios de mi vulva, hasta que sus lamidas se dirigieron directamente al clítoris. Aquello provocó que su polla entrase más profundamente en mi boca, notando como me llegaba hasta la garganta. Me sorprendí a mi misma cuando me percaté de que la tenía entera en el interior de mi boca. Mientras tanto, su lengua en mi clítoris me estaba volviendo loca de placer, haciéndome culear apasionadamente, sensación que aumentó cuando lo que sentí fueron sus dedos dentro de mí, entrando y saliendo, retorciéndose en mi interior… Todas esas sensaciones juntas me hicieron llegar al orgasmo. Descansé un instante sobre mi padre, hasta que me levanté y le besé, volviendo a jugar con nuestras lenguas, con su cara todavía llena de los restos de mi corrida, mientras volvía a masturbar su pene. Instantes después se la estaba comiendo otra vez, sacándola de vez en cuando de mi boca.

- ¿Te gusta como te la chupo, Miguel?, le dije mirándole a los ojos…

- Síiii, Mar, me vuelves loco de placer…

En ese momento se la dejé de chupas. Me incorporé en la hamaca y, pasando mis piernas a los lados de su cuerpo, me fui acercando su verga a la entrada de mi mojado coñito, introduciéndome la punta y dedicándome a moverme tan solo con ella dentro, metiéndome un poquito más a cada vaivén, lo que me hacía suspirar de placer. Sus manos me cogían por la cintura, amasaban mis tetas, pellizcaban mis pezones, hasta que, cuando noté que mi coñito ya se había acostumbrado a su polla, me dejé caer empalándome yo misma en aquella gruesa barra de carne, empezando a cabalgar sobre él a galope tendido.

- ¡Dios, Miguel, qué polla tienes! Me estás volviendo loca, me has abierto en canal con tu dura polla…

- Me vuelve loco tu coñito, Mar. Me encanta lo bien que entra, aunque esté un poco apretadito. Se nota que tienes experiencia y que no eres virgen…

- No, Miguel, no lo soy, pero no pares de follarme. Me encanta sentirla dentro de mí…

A la vez que le decía eso seguía cabalgándole, con sus manos en mis tetas, hasta que noté los primeros espasmos de mi orgasmo que nacían de mi vientre. En ese momento me dejé caer sobre él besándole para ahogar lo que ya no eran gemidos, sino verdaderos gritos de placer. Descansé desmadejada sobre su pecho, besándole, hasta que me levantó y me hizo tumbarme boca arriba en la hamaca. Abrí las piernas y, mientras me besaba, jugaba con su polla por mi rajita, hasta que me la volvió a meter, sintiéndome llena por completo. Notaba como su polla entraba y salía a toda velocidad de mi coñito, haciéndome gritar, mientras su boca devoraba mi cuello. En ese momento decidí provocarle más todavía.

- Miguel...

- Dime…

- ¿Y si te dijera que hasta este momento yo pensaba que era lesbiana…?

Sentí como su polla aumentaba de grosor dentro de mí

- ¿Lesbiana? ¿Te has acostado con chicas?

- Sí, Miguel, con Angy… Llevamos haciéndolo unos cuatro meses. Ella ha sido la que me ha enseñado todo lo que sé en el sexo…

- Pues te ha enseñado muy bien, susurraba entre jadeos. Has tenido una buena maestra.

- ¿Te gustaría vernos juntas?

- Me encantaría…

- Pues lo haremos, Miguel, te enseñaremos lo que hacemos cuando estamos solitas. Te vamos a volver loco…

En ese momento noté los espasmos previos a su orgasmo. Sin darle tiempo a reaccionar le levanté de encima de mí y así, de rodillas como estaba, me fui girando para volver a chupársela y que se corriese en mi boca, lo cual hizo unos instantes más tarde. Sentí los chorros golpeando mi garganta, pero no dejé escapar ni una sola gota. Cuando terminó, pasé mi dedo por unas gotas que habían caído en mis tetas y me metí el dedo en la boca. Le mostré mi boca abierta, con toda su corrida en ella y que no tardé en tragarme, dejándole mudo de la sorpresa, volviendo a darle unas lamidas para dejársela totalmente limpia. Le volví a besar y, levantándome y cogiendo mi bikini y mi pareo, volví a entrar en la casa, balanceando mi culo ante sus ojos, no sin antes decirle…

- Papá, me has vuelto loca. Eres el primer hombre con el que hago esto pero quiero que sepas que, cuando te canses del coñito de mamá, aquí tendrás el mío esperándote. Te quiero.

Subí al cuarto de baño y volví a ducharme. A continuación me puse un cortito picardía y me metí en la cama directamente. Esa noche no tenía ganas de cenar. Había sido un intenso día. Me quedé dormida pensando en los detalles de la siguiente parte de mi plan, que esperaba pudiese cumplirse a la mañana siguiente, sobre todo cuando escuché a mi padre decirle a mi madre que al día siguiente tenía que salir de viaje y que estaría un par de días fuera… Mi madre no sabía con quién se había metido. Me dolía en el alma, era mi madre, pero quería ponerla en evidencia, que se diese cuenta de lo que había provocado…

Besos de vuestra amiga,

Mari Mar.-

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