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Nota: Con las manos en la masa.

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Capítulo Cuatro

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Alberto:

Estaba que volaba de la felicidad, la noticia que me había dado Hernández era de esas donde prácticamente caes de la silla directo al suelo. Había sido elegido, después de intentarlo por algunos años, me habían elegido para un proyecto de tan grandes magnitudes, mi sonrisa no podía estar más grande, pero en mi pecho, algo se apresaba.

-Que más Alberto, ¡Felicidades! –Extendió su mano-

-Gracias –Sonreí y respondí a su apretón-

-Ahora dígame ¿Cuándo inicia? –De la emoción de me había olvidado por completo preguntarle la fecha-

-El 27 de Diciembre –Mi sonrisa se borró de golpe-

-Pero casi no queda nada, es muy pronto –No me agrado el detalle- Además, ¡Es en plenas vacaciones navideñas!

-Que va, inicia el 27 pero se tiene que ir al aeropuerto en unas horas –No lo entendí para nada-

Me explico, que por la demora me tendría que ir cuando antes, lo consideraron mucho, y me estaba tardando demasiado, tendría que estar en Inglaterra ya, así que no me quedaba tiempo, no reproché, seria en vano, y la primera cosa que se me venía a la mente era Carlos.

Hernández me había sacado por fin de la oficina, mi cabeza estaba que explotaba, no quería siquiera pensar en nada y mucho menos me gusta ser quien de las malas noticias. Carlos estaba sentado en un sillón fuera de la oficina, estaba tosiendo un poco y en el aire había un pequeño olor a humo de cigarro, lo más seguro es que fuera del muchacho que acababa de salir, era obvio que Carlos no fumaba.

-¿Dónde está Eduardo? –Salía Hernández de la oficina intrigado-

-Se ha ido –Contesto el chico mientras se ponía de pie-

-Me va a sacar canas verdes –Miró desesperado por los pasillos- He tenido suficiente por el día de hoy, sólo tengo que descansar –Entró a la oficina, sacó su maletín y me advirtió que me quedaban horas-

No le dimos importancia a ese viejo cascarrabias, ambos caminamos hacia la salida del edificio, la noche había caído, una de las cosas que me gustaba más era la hermosa vista que reflejaban las estrellas, brillaban. Tome la delantera, Carlos solo me seguía, no quería decirle aun, pero tenía que hacerlo, así que antes de abrir el auto, y ya totalmente seguro de que Hernández no estuviese por los alrededores, lo tome de la mano.

-Mira las estrellas –Ambos levantamos nuestros rostros para poder verlas, lo miré a él, su mirada triste, pero que me llenaba el universo- ¿Qué ves en ellas?

-Son lindas –Sus ojos brillaban-

-Míralas, y la luz en mis ojos te dirán que nunca estarás solo –Lo tome de la barbilla y me acerque a su cara, haciendo que nuestras frentes se encontraran. –Nunca solo-

Besé su mejilla, fuerte, me dolía mucho besarlo y la única jodida cosa que podía hacer era darle un abrazo, lo apreté lo más que pude, como quería llorar, como quería que me tragara la tierra por tener que hacerle esto, me odiaba, me odiaba mucho, no había justificación para lo que estaba haciendo, quería dejarlo libre, dejarlo pensar. ¿No eras tú quien hace unas horas decía que ibas a estar con él cuando más lo necesite? Pero claro, eres un pedazo de basura que solo espera la primera oportunidad que se le pone enfrente para huir de los problemas. Entiende, he estado esperando esta oportunidad desde hace años, tan sólo serán unos días, no más.

En otro punto, mi mayor deseo era reprimir las cosas que estaba sintiendo en mi interior, también poder aclararme, ser sincero conmigo mismo, darme cuenta de que soy una persona mayor, y comparado conmigo, él sólo es un niño, tal vez por la falta de amor, y nuestra amiga de siempre, la soledad, nos sentíamos así, que se yo, soy un idiota, pero no será siempre, y si aún, al regresar, me doy cuenta que esto no se borra, hay sí, tendré que hablar seriamente con él.

-Me tengo que ir –Él se quedó frio, solo me miro-

-Pero, ¿Qué paso? –Sus ojos eran el espejismo perfecto de la inocencia-

-Pasa que te quiero mucho –Y me lancé en sus brazos para rodearlo y darle un fuerte abrazo-

…………………………………..

Carlos:

Era tarde, alrededor de las 10 de la noche, estaba recostado sobre la parte baja de la litera, mirando los metales color negro que sostenían el segundo piso de la cama. Más que nada, pensando. Mi mente parecía una licuadora que, no paraba, ni siquiera cuando era desconectada, y más estos últimos días, desde que conocí a Alberto, desde que no pude mirar siquiera mis dedos, donde esa mujer se ha marchado sin dejar rastro.

Ahora, él se fue, y para colmo, regresa hasta Enero, sé que no es mucho, pero eso refuerza mi teoría de nada es para siempre, las cosas pueden salir bien, pero siempre que estas feliz, alguien puede llegar y quitártela, no culpaba a Dios, claro que no, me culpaba a mí, por idiota, por ilusionarme como un niño a quien le dan una paleta para que deje de llorar. Caminé con alguien, una vez en un sueño.

-¡Que infantil eres! –Apreté los dientes, aunque sabía que nadie podía oírme, grité en voz baja-

Miré la caja que había traído conmigo de la casa de aquella mujer, me dolía hasta pronunciar lo que era para mí, la miré, aún estaba llena de polvo, pero no quería abrirla, estaba seguro que lo pudiera haber dentro eran miles de cosas mías, cosas que no quiero recordar, y más que nada, ahora, quiero dejar en el olvido, así como ella me dejo a mí, le di con la punta de mis pies para poderla meter bajo la cama.

No quería estar ahí, había estado acostumbrado a quedarme solo desde hace 6 meses, y no era muy agradable, algunas veces extrañaba con quien platicar, con quien compartir mis cosas, no entendía, ¿Por qué extrañar si nunca pude hacerlo con alguien? Me paré de la cama, mi herida está completamente sanada. Ya me había duchado, lo único que podía hacer ahora era dar un recorrido por los pasillos, salir al campo para poder despejar la mente, aunque fuera por solo unos minutos, y tal vez el frio fuera insoportable.

Por suerte toda la escuela estaba iluminada, llevaba una pequeña chamarra para poder aguantar el frio de la noche, solo dejar que mi cerebro dejara de funcionar, bajaba por las escaleras, contemplando en el cuadro de honor mi nombre, José Carlos Soberanis, parece que era el único de origen Mexicano en toda la escuela, estaba grabado entre los más alto promedios de la escuela, y al final, ese tipo de reconocimientos, no servían de mucho, solo seguir el patrón.

-¿Qué haces aquí? –Escuché que alguien decía a lo lejos, eso hizo que me diera un brinco del susto-.

-Me has asustado –Acomodé mis gafas-

-Tranquilo chaval, que no es para tanto –Me miro aquel muchacho, ahora recuerdo, Eduardo-

No tomó mucha importancia a lo que estaba tratando de entender, puso su mano en mi hombro y se acercó a la pizarra de honor, mirando un poco extrañado, jugando con un pequeño palillo que traía sujeto entre sus labios.

-¿Conoces a alguno de esos cerebritos? –Se burló-

-No conozco a nadie de las personas que se encuentran en ese papel, ni siquiera sé por qué consideraron ponerme –Daba la vuelta para seguir con mi recorrido-

-A ver amiguito, ¿Cuál es tu nombre? –Pregunto sin apartar la vista de la pizarra-

-Carlos –No tenía ni las más mínimas fuerzas para charlar-

-¿José Carlos Soberanis? –Parecía impresionado-

-Si…

-Pero si estas entre los más altos promedios –Me miró algo confundido-

-Esos son solo números, tan sólo me importa mi futuro

-En ese caso, no me preocupo ni por eso, que mira he reprobado 5 áreas y las demás las pase de pura suerte –Decía en tono burlón-

-Pero, ¿Por qué estás aquí entonces? –Miré extrañado- Se supone que las regularizaciones empiezan hasta enero –Rasgaba mi hombro-

-Problemas con mis viejos, no vale la pena mencionar, el caso es que me he quedado varado aquí –Soltó un suspiro-

-¿Desde cuándo?

-Desde hace unas horas –Me miró, el color de sus ojos era color verde pálido, no me había percatado-

-No te entiendo. Entonces no hay explicación –Lo miré- Además, te ves de más edad.

-Como que preguntas mucho –Me sonrió-

-Sí, creo que tienes razón –Caí en cuenta que estaba en lo correcto-

-Aun no has respondido a mi pregunta –Mi miro levantando una ceja-

-¿Qué pregunta? –No me recordaba que me hubiese hecho una, solo recuerdo que me había asustado-

-¿Qué haces por acá? ¿Por qué no te fuiste con tu amigo el maestrillo ese? –Escupió el pequeño palillo de madera que traía en su boca-

-Él se ha ido a Inglaterra por asuntos de trabajo, regresa hasta Enero –Ambos caminábamos por el pasillo de la cafetería-

-Mira tú –Arrastraba los pies, parecía que lo hacía de broma o que se yo-

-De todas formas, no vivo con él, solo me llevo a ver a mi madre.

-¿Y por qué tan pronto de regreso? –Ambos caminábamos lento, la luz de las lámparas que se encontraban afuera nos iluminaban-

-No sé, solo así paso –Mentí-

-Sí, ya. Entiendo que no me quieras contar, y no te voy a presionar, si no quieres pues no –Miraba al frente y estiraba sus dedos-

No sabía qué hora era, habíamos pasado un buen rato hablando, agradable, me contaba que no era muy bueno en clases, según, no le interesaba mucho la escuela, la miraba como un desperdicio de tiempo, pero que su padre lo obligaba a estudiar, porque sería posible que lo corriera de la casa.

-Tengo 23 años –Abrió su boca para dejar salir un enorme bostezo-

-Eso quiere decir que ya este año terminas

-Claro que no, qué más quisiera yo, pero apenas voy en primero, y si no me pongo las pilas, me quedaré de por vida –Soltó una risa despreocupada-

-¿Pero cómo? –Me exalté- ¿Has reprobado tantas veces?

-A ver Carlitos, se ve que no me estas entendiendo, dejé de estudiar por 5 años, me dediqué a mí, a disfrutar de la vida, que va, de todo lo que podía –Estaba impactado, no podía entender como alguien deja de estudiar 5 años y después empezar desde cero-

-Pero ¿Por qué empezar de nuevo ahora?, no es por ofender, y sé que para estudiar nunca es tarde –Me cruzaba de hombros, habíamos entrado a la cancha de basquetbol-

-Un problemita, que ya se solucionó, pero que ahora me tiene aquí- Se quitaba la chamarra, dejando ver sus músculos trabajados-

-¿Qué problema?

-No te preocupes Carlitos, que no he matado a nadie –Se colgaba de brazos en una de las barras de gimnasia-.

Comenzó a hacer una que otra vuelta y sostenerse perfectamente con sus brazos, lo cubría un vello de color oscuro, sus brazos blancos no hacia contraste con ellos, pero si llamaban la atención, pero no, yo sólo lo ignoraba, tratando de subir el cierre que tenía mi chamarra.

…………………………………………..

Eduardo:

Tenía en mi mente el recuerdo de cuando mi padre me había encerrado en esta escuela, amenazándome con echarme si no hacía algo con mi vida. Tenía razón, pero también se equivocaba, si no me interesaba la escuela, y bien sabe que gracias a su dinero fue que pude salir de la Preparatoria, ¿Cómo sería posible que se le ocurriera que yo pudiese recapacitar? después de 5 años de hacer lo que quisiera.

-Piensas que está bien perderse casi una jodida semana sin saber siquiera donde carajos te has metido –Gritaba mi padre-

-Ya, ya, tranquilo, ni que me hubieran secuestrado –Me encontraba bastante relajado-

-¡Nada más mira como vienes! –Me reclamaba, casi gritando y salpicando saliva a morir-

-¿Qué? ¿Me veo tan mal? –Sonreía en tono de burla-

-No te quiero aquí en los próximos 30 minutos, te hecho a patadas –Ordenaba aquel hombre que tenía como padre-

Fue cuando mi madre lo tomo del brazo. Si, mi madre, como todas las madres, adorando a sus pequeños, aunque ya tenía 23, ya podía protegerme, pero no me haría nada mal una ayudadita de mi hermosa creadora. Aclarando y poniéndose de mi lado, como la amaba, justificándome sin siquiera darle importancia en lo más mínimo, y mi padre, caía, siempre termina por hacerle caso.

-En una semana te vas a la Universidad, y esa es mi última palabra –Rezongó-

Así fue, como vine a parar a este mugre escuela, y para acabarla, las mejores del país, que pretendía, hacerme menos como siempre lo hacía, y demostrar que era más que claro que su hijo no servía para valerse por sí mismo. De todas formas, para mí no fue nada difícil, pronto me hice de amigos, y aunque no tuviera todas las comodidades que mi padre pudiera pagar, me lo pasaba de lujo, practicando deporte, tomando a cualquier chica que yo quisiera, no era mejor que estar en casa, pero si estaba bien.

Así me la lleve todo el año, hasta ahora, cuando salimos de vacaciones navideñas, un respiro, bueno ni tanto, solo algo más comodidad, y saludar a mi amigos, Jonás tenía el viaje perfecto para poder irnos unas semanas a Cancún, una hermosa playa de México, estaba comiendo ansias, hasta que pareciese me hubiesen echado un balde de agua helada en las pelotas cuando estas a punto de eyacular al entrar a casa y ver a mi padre.

-Te regresas a esa Universidad, que no te quiero ver por todo esto –Mi padre molesto me mostraba las notas del final de semestre, eran un fiasco.

-Si tú, que ni creas, tengo planeado irme a México –Levanté la voz-

-Pues si tienes dinero, te largas, pero mientras vivas bajo este techo y te mantenga, vas a obedecer lo que te diga –Estaba en verdad molesto-

Tenía tanta rabia, pensé en escaparme, pero lo impidió cuando aviso a la casa de mi amigo Jonás, diciendo que saldríamos de viaje familiar, mentía con todos los dientes, pero no podía hacer nada. Eran alrededor de las 4 de la tarde, estaba viendo televisión mientras comía una manzana, había ignorado por completo la advertencia de mi padre de irme, tendría que pasar su coraje, y al final, yo saldría ganando, como siempre.

-Lola, ¿Qué haces con mis maletas? –Cuestioné a la sirvienta cuando miré que las estaba sacando de la casa-

-Un taxi está a punto de venir por usted, su padre me dijo que lo hiciera y que le avisara -Se retiró-

-Mierda –Estaba que me molía de golpes. Si así lo quería, hacia iba a ser, tenían que ir por mí, la culpa, la jodida culpa los iba a hacer ir a buscarme-.

Subí al taxi en cuanto llego, estrellando el hueso de la manzana contra la puerta principal, maldiciendo a la familia, y que algún día me tendrían que ver la cara. Golpeaba todo lo que se atravesaba en mi camino, incluso el dueño del taxi me miro feo al sentir que casi despegaba la puerta de su transporte. No quería pensar en lo que había pasado, pero era imposible, tener la imagen de esos cabrones viviéndose locos en Cancún, me hervía la sangre, pero de todas formas lo mejor que pude hacer en ese momento era dormir, quedarme con la jeta abierta y babear.

Sentí que alguien hablaba, rápidamente reaccioné, habíamos llegado, aquel taxista ya había bajado mis cosas, y como mi padre había pagado pues lo único que hice fue bajar, y caminar hasta mi cuarto.

Pero otra pequeña cosa que interrumpió mi alterada paz, fue la voz de Hernández, el subdirector que era el mandadero de mi padre. Me llamó, y me llevó hasta su oficina, yo como siempre, lo ignoraba, no me importaba oír lo que mi padre le había dicho que me dijera.

Sólo una buena noticia, Aarón, mi compañero de habitación ya no estudiaría más, “Que jodido suertudo” fue lo que paso por mi mente, pero por fin me podría quedar solo, paz y tranquilidad, porque aquel chaval parecía un conejo, no había noche que no trajera chica consigo.

Tomé uno de los lapiceros que estaban en su escritorio, adornado con una pequeña placa que decía “Hernández” ¿muy orgulloso el tipo? Ni que fuera la gran cosa. Así que me eché en el sofá, tirándome un rato mientras la punta de mis dedos se perdían en aquel lapicero, y otra vez se presentaba el sueño, en verdad lo que quería ahora era sólo dormir, dejar de oír reclamos y jodederas de toda esta gente.

El tipo se había por fin callado, parecía estar esperando a alguien, era un hombre, tal vez maestro, ahora que lo recuerdo, le daba clases a Aarón, creo que era de Psicología, que se yo, y con él un tarado. Vaya que chico, su postura un poco encorvada, y sus mejillas más rojas la nariz de Rodolfo el reno. Simpático, pero se le miraba lo tonto desde lejos. Lo miré con atención, era curioso, al final, siempre me intrigaban las personas serias.

Salimos ambos, ya que la señorita quería su tiempo a solas con el maestrillo aquel, el muchacho solo se quedaba sentado sin entablar alguna conversación normal, así que, para no ser tan grosero, pues le hablé, lo más seguro es que fuera hijo del profesor, así que me convenía.

No me quede mucho tiempo, tenía asma, y era más que obvio que no podía fumar cerca de él, así que me dirigí a mi cuarto, recordando que Hernández quería hablar conmigo, pero cosa que di sin importancia y seguir mi camino era lo mejor que pudiese hacer.

…………………………………….

Estaba aburrido, completamente aburrido, me hubiera gustado poder salir a jugar un rato, pero recordé que estaba solo en la maldita Universidad, tal vez a correr, pero el frio a esa hora era insoportable, tal vez caminar un poco por allí, de estar encerrado en este infierno de 4 paredes, aunque era inútil, fuera como fuera, dentro de este calabozo, había una cárcel, donde me quedaría estancado, hasta mejorar mis calificaciones.

Salí al corredor, y comencé a caminar, me coloqué los auriculares, y deja que la música fuera mi única compañera, me gustaba escuchar música calmada, era algo que odiaba de mí, pero que seguía haciendo, porque eran las únicas melodías que me podían relajar.

Me sorprendí al verlo, estaba parado frente a la pizarra, le hablé, y bueno, el prácticamente se asustó, vaya que chico, me acerqué y postré mi atención a lo que estaba viendo, sin más, cuando me dijo su nombre, Carlos, y que estaba en la lista de los más destacados de la escuela, pensé, “Es ahora o nunca, tienes el boleto de oro para poder sacar notas casi regaladas”.

Así que tenía que empezar por lo primero, que era, hacerme su amigo, me sentía extraño, pero no era la primera que usaba a alguien para conseguir lo que quiero, era una oportunidad que se presentaba, era perfecta, así que nada perdía con intentarlo, algunas palabras agradables, y si, era de esos muchachos que no saben siquiera como entablar una conversación con los demás.

Fue fácil, traté de hablar con él, sí que es algo cerrado al momento de charlar, y muy preguntón, tenía ganas de hacer algo de ejercicio, y recordé que cerca estaba el gimnasio de la escuela, así que aproveché para entrar y llevarlo tras mío.

Me quite la camisa, las palabras salían de su boca, lo escuchaba hablar muy poco, pero no me importaba en lo mínimo lo que estuviese diciendo. Me colgué de las barras y comencé a dar una que otra vuelta, me servía mucho para calmarme, y en unos segundos, ya estaba sudando, como me encantaba esa sensación, esa sensación de tener el esfuerzo sobre mí, era una de las cosas por las que amaba el deporte. Sudar.

-¿Qué tanto miras Carlitos? –Noté que sus miradas eran muy evidentes sobre mi cuerpo-

-Nada –Desvió la mirada avergonzado-

-Si quieres, tócalo –Levanté mis brazos y dejaba libre mi torso a su vista-

-No, que va –Parecía nervioso- Ahora me voy a dormir, que ya es tarde…

-Como quieras –Sonreí, ¿será que fuera un mariquita?- Ven, jugamos algo –Tome uno de los balones de basquetbol-

-No, ni siquiera sé cómo encestar –No parecía cómodo en lo absoluto, pero que chaval-

-Mira, ven –Le llamé con la mano-

-No, gracias –Parecía que no podía subir el cierre de su chamarra-

-¡Joder que vengas! –Por  la forma en que se comportaba me di cuenta de que era algo sumiso, a paso lento y con la mirada baja se acercó a mí-

-¿Qué hago? –Me miro confundido-

-A ver, voltéate –No me hizo caso, lo tome de los hombros y en un rápido movimiento lo deje de espaldas a mí-

-¿y-y aho-r-ra? –Su tono de voz era nervioso-

-Ten, toma al balón, flexiona un poco tus rodillas y cuando lo vayas a lanzar brincas suavemente –Le indicaba mientras me alejaba-

Un movimiento muy torpe, primero había dado el brinco y después se inclinó de rodillas, tirando el balón a lo estúpido y en el intento caer casi de boca. Me hizo reír, pero no lo hice en voz alta, odio a las personas que se burlaban de mí cuando yo era un principiante en el juego. Tomé otro balón del estante y me acerqué a él, lo coloqué en sus manos y me pegué a su espalda.

-Se hace así –Indicaba-

Su posición era encorvada, lo tome de los hombros, y lo pegue fuerte a mi pecho para que se pusiera derecho. Mi cuerpo aún estaba sudado, y ese sudor había manchado el color gris de su camisa. Fui subiendo lentamente por sus brazos, eran suaves, ¿Qué diablos? No me importaban si eran suaves o no. Al llegar a sus manos, las cuales estaban frías, le indiqué la posición correcta en la que se debe agarrar el balón, sentí su cuerpo muy tenso, estaba temblando ligeramente.

-Dobla un poco tus rodillas –Susurré al oído-

-A-así –Doblo levemente-

-Sí que eres idiota –Resoplé. Lo tomé de la cintura fuertemente, y lo pequé por completo a mi cuerpo, sintiendo sus glúteos en mis genitales-.

Lo guie muy despacio en el entrenamiento, era obvio que se estremecía con cada rose de piel y cada que mis brazos rodeaban su cintura, pude notar que salía cada cuanto un suspiro de su boca.

-1,2... Ahora –Tire el balón, haciendo una canasta casi perfecta-

-Vaya… -Carlitos había quedado asombrado-

-Ya vez que no es difícil –Di una palmada en su hombro- Ahora inténtalo tú solo –Me alejé-

Carlos estaba haciendo lo que le había señalado, pero la posición de las rodillas era torpe, antes de que lanzara el balón lo detuve, y me coloqué frente a él, le ordené ponerme tras mi espalda y lo que más se sorprendió fue sentir tremenda erección de su parte. ¿Sería que le estaba gustando sentirme? Tratando de hacerlo caer, pero no ser tan evidente, doble mis rodillas, el hacía lo mismo, y dando un salto, tire el balón, de nuevo encestando.

-No es nada difícil, ahora tu.

Parecía que ahora lo estaba haciendo bien, para cuando lo vi, me di cuenta de que su camisa color gris estaba manchada en gran parte por el sudor de mi cuerpo. Parecía concentrando, pero a la vez algo nervioso, y ahora sí, lo había logrado.

-Aprendes rápido Carlitos –Bromeaba-

-Lo hice –Sonreía-

-Ahora, trata de esquivarme y encestar –Lo había retado-

Carlos no quería, pero al final aceptó, tenía que meter el balón a la canasta pero la regla era que tenía que hacerlo conmigo cubriendo y defendiendo el aro, un poco difícil, sabía que no lo haría pero sería divertido.

A los pocos minutos de haber empezado, un accidente, que había pisado las zapatillas del chaval, supongo que eran algo viejas y esto causo que con el movimiento desgarrara una de estas en gran parte, dejándola imposible para usar.

-Lo siento Carlitos, pero vamos ya estaban para tirarlas a la basura –Alboroté su cabello-

-Supongo –Había recogido el calzado, el otro aun lo llevaba puesto, lo miro algo triste-

-No pasa nada –Traté de animarlo-

-Eduardo, ahora estoy algo cansado, y me tengo que ir –No me miró y salió del gimnasio-

Pudo haber sido por el problema de su zapatilla, pero vamos, que no era para tanto, estaban más viejas que la camisa que usaba el pordiosero de la esquina del restaurante. Solo seguí un rato más, me coloqué mi música de nuevo y comencé a correr.

………………………………………………………

No sabía ni la maldita hora, era una molestia ni siquiera tener algo para comunicarse, solo supe que era tarde por la claridad que inundaba el cuarto, me paré de mi cama como pude, rasgué mi barba de pocos días, lave mis dientes y me deje caer en el sofá, sin dejar de cambiar de canal y canal, no había siquiera nada bueno en la televisión.

Mire el noticiario, eran la 1 de la tarde, que si era un flojonazo, de esos que ni para un concurso de dormir participaba porque era seguro que lo iba a ganar. No había nada de comer, y estaba que moría del hambre, era común que fuera a la cafetería por algo, pero no, como no había alumnos, mucho menos maestros, era obvio que no habría servicio, así que descarté la posibilidad.

No tenía otra opción, era caminar y comprar comida, era grandioso que mi padre no me hubiese quitado el dinero, o por lo menos la única tarjeta que tenía, entonces, ¿Por qué no salía y me iba a México? Fácil, por que el maldito de Hernández me tenía vigilado aquí, y si salgo por mucho tiempo, hablará a mi padre y este no dudará en cancelar la tarjeta.

Salí de mi habitación, era un día fresco, así que me puse una camiseta sin mangas, y unos bermudas, muy normal, habría más movilidad y estaría más cómodo, de todos modos, solo iba a ir a comer algo. Tenía que pasar por el pequeño jardín que era el adorno de centro entre la fuente, mire a mi nuevo amigo, Carlitos, pasaría a dejarle un saludo.

-¿Qué ha pasado mi Carlos? –Lo recibí con una palmada en la espalda y una sonrisa-

-Nada, que he ido a comprar –Me mostraba que había comprado un simple pan blanco con jamón-

-¿Eso vas a comer? Mira que morirás de hambre –Me burlé-

-Como poco –Comenzó a alejarse-

- Si quieres puedes venir a comer conmigo…

-No, pero gracias –No me volteo a ver, caminaba un poco extraño, así como pato, me daba risa mirarlo-

………………………………………

Llegué de vuelta a la Universidad como a las casi 4 de la tarde, en mi mano derecha llevaba la bolsa con algo de comida para mi nuevo compañero, por un lado sentí que fui un poco brusco con mi comentario. Ahora la gran duda seria, ¿Dónde mierda estaría su habitación? Subí las escaleras, lo más seguro es que estuviese en los cuartos más altos, más que nada por ser becado y por tener buen promedio.

Ya casi había llegado hasta la cúspide del edificio, ahí estaba, al final del pasillo había una ventana abierta, él estaba parado frente a ella, parecía estar sosteniendo algo en sus manos, pero no podía distinguir muy bien de que se trataba, así que me acerqué para poder curiosear. ¿Qué? El chico estaba hecho un mar de lágrimas, mira tú, y soy enemigo de las escenas tristes en las películas, y ahí estaba el con una caja recargada sobre la ventana y sus mejillas rojas cubiertas por lágrimas, las cuales, combinadas con el sudor, hacían resbalar sus anteojos.

-No chaval, ¿qué haces? –Alboroté su cabello, él no me contesto nada, parecía sorprendido por mi presencia, así que rápido cerro la caja y se limpió sus lágrimas con la playera que llevaba puesta-

-No me s-sigas –Sollozó-

-No te sigo, ¿pero qué es eso? –Señalé la caja-

-Que te importa –Se dio la vuelta, su tono de voz fue agresivo-

-Mira, que no me contestes así, porque me harás enojar, solo te quiero ayudar cabrón…

-Disculpa –Bajó el tono- Solo que esto es un asunto de mi familia, y personal.

-Ya –Suspiré- Pero que te has puesto muy mal –Lo miré- Mira que te he traído algo –Extendí mi mano y le di la bolsa con comida-

-¿Qué es eso?

-Es algo de comida, ¿No es obvio? –Sonreí-

-Si, pero no la necesito, compre algo de comida ya, estoy bien –Intentaba devolverla, pero le dije que no aceptaría nada de regreso, que ahora la tenía que comer, si no lo obligaría-

-Ahora dime ¿Cuál es tu habitación? –Mire a los lados-

-Es esta de al lado -Señaló una puerta que estaba justo al pie, y la abrió-

Su cuarto era pequeño, pero comparado con los demás, era más grande, miré sus cosas, supongo que tal vez su compañero se habría ido de vacaciones era que estaba vacío. Nada interesante, pero si ordenado, aunque para estar el nada más, había muy pocas cosas, parecía casi inmueble.

-Dime, ¿vives solo? –Me dejé caer en el sofá-

-Sí, desde que llegué –Mi mirada brillo, “Gracias, Dios”-

-Mira tú, y no te aburres –Me quité mis zapatillas deportivas-

-Pues no, me la paso todo el tiempo estudiando, no me queda mucho tiempo para nada mas –Colocó la bolsa de comida sobre la mesa-

-Vamos, que te va a gustar –Destapó la comida- -¿Eres becado supongo? –Lo mire mientras daba la primera mordida a su hamburguesa-

-Sí, lo soy, me gané la beca hace unos meses

-Que bien, me alegro mucho por ti –Le sonreí-

No hable mucho mientras él comía, pero vamos, que no podía estar más que feliz, se me estaba la oportunidad perfecta, mira que ese muchachón me sacaría de apuros, y uno que otro problema, además, todo era gratis, solo era cuestión de afirmas mis sospechas, que aun sospechaba si era gay o no, hasta no tenerlo entre mis piernas dándome un buen oral, no estaría convencido.

-¿Y qué harás para Navidad?

-Pues nada, estar aquí, es más que obvio –Me contestó mientras lavaba sus manos-

-¿Te parece si vemos una película? –Si aceptaba esa era mi oportunidad-

-No creo eso conveniente, además estoy algo cansado –Evitó la mirada-

-No seas amargado, que va, solo una película, después a dormir –Le sonreí- ¿Te parece?

-No –Dijo algo dudoso- Además, no tengo ni donde reproducir-

-Mira que yo tengo un DVD, lo puedo traer o vamos a mi habitación. Anímate Carlitos –Trataba de convencerlo-

-Será temprano, no acostumbro a dormirme de noche viendo películas –Había terminado de comer y depositaba las sobras en la basura-

-Ya estas Carlitos –Me pare del sofá y le di unas palmadas en la espalda-

-Algo más, gracias por la comida, que me ha gustado mucho –Me sonrió-

-De nada chaval, que vuelvo al rato. –Salí de su habitación-

De regreso no podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera como le haría para poder moverlo a mi favor, era obvio que no me convertiría en marica por una calificación, claro, una chupada de verga es muy diferente. El punto es dominarlo, es tenerlo en la palma de mi mano y hacer lo que yo le diga.

…………………………….

Carlos:

Por fin pude quedarme un momento solo, se me caía la cara de vergüenza al ver como Eduardo me veía llorar, me sentí tonto, gracias a Dios que no me preguntó nada más, o me obligara a responder. Miré la caja, estaba aún sobre mi cama, ¿Qué traía? Nada importante, ropa muy vieja, aunque no entiendo cómo pudo haber ropa más vieja de la que yo llevaba puesta justo ahora. No había terminado de sacar las cosas aun, pero no quería, no ahora, solo quería descansar, por lo menos, un momento.

Escuché que mi celular sonaba, estaba al borde de la mesa, corrí para tomarlo antes de que el movimiento vibratorio lo hiciera caer, era algo antiguo, y sé que si caía, lo más seguro es que dejara de funcionar. Miré la pantalla, era el número de Alberto, estaba emocionado, me sentí bien, quería escuchar su voz.

-Hola –Estaba muy emocionado-

-Carlos, ¿Cómo estás? –Que dulce sonaba su voz-

-Bien –Suspiré- Pero, apenas han pasado ni 2 días de que se fue –Dije entre risas-

-Eso ya lo sé, es sólo que quería saber si estabas bien, eso es todo –Bajo su voz-

-Estoy bien, pero por lo que tengo entendido allá será altas horas de la madrugada –Parecía que lo estaba regañando, pero todo era en tono cariñoso-

-Acá ya es Navidad, así que solo quería desearte lo mejor, que lo mereces. ¡Ánimo! Que yo te apoyo –Su voz era tan dulce-

-Lo sé, estoy más que seguro, y se lo agradezco tanto, feliz Navidad para usted también.

-Gracias, y de nada, ahora me tengo que ir, que en unas horas tengo que salir, un beso –Y escuche su agradable risa al otro lado de la línea, no le respondí, pero me gustó mucho su detalle, que aunque estuviese tan lejos, me hacía sentir maravilloso.

No me había explicado mucho sobre que había hecho allá, solo me dijo que era algo de la dirección, no quería involucrarme en sus cosas personales, así que preferí no seguir preguntándole, mejor así, no hubiese querido que por estar conmigo, tuviera que faltar con su compromiso, pero al fin, era Navidad, ¿Cómo se les ocurre?

Me recosté en la cama después de que Alberto había colgado el teléfono, aunque no era muy blanda, era cómoda, y poco a poco, sin pensar en mucho, sin pensar en todas los eventos desafortunados que acompañaban, me quedo dormido, recordando.

……………………………………..

Eduardo:

Eran las 9 de la noche, gracias a Dios que Hernández no me vio salir, y ahora menos entrar con algunas cervezas, que sé a mi compañerito no le caerán nada mal, así que, sería mejor que fuera a su cuarto, convivir más abiertamente, conocernos más, no podía borrar la enorme sonrisa de mis labios. Se me hacía raro que no me viniera a buscar, aunque tal vez lo hizo, pero como no estaba, ni cuenta me di.

Tome el DVD, y traje conmigo las cosas que había comprado, entre las cervezas venían algunas películas y alguna botana, aquel chaval solo tendría pan y jamón, y no quería eso, quería comer hasta reventar, pero tampoco podía gastar tanto dinero, no sabía hasta donde estaba el límite de la tarjeta.

Llegué a la habitación de Carlos, hablé, por que traía las manos ocupadas como para tocar la puerta, pero este no abría, así que como pude, la empujé, ni siquiera estaba cerrada, solo emparejada, lo miré, estaba dormido, así que puse las cosas sobre la mesa y conecté el aparato a la televisión, y él, parecía estar en otro mundo.

Sus manos abrazaban una de las almohadas, en la otra tenia recostada su cabeza, pero, odio admitirlo, lo que más había llamado mi atención era que, su short, que parecía quedarle un poco apretado, y la posición en la que estaba no le ayudaba mucho, me dejo ver un tremendo culo, empinado, y semi-abierto, el seguía en la luna, pero ¡Que sus buenas nalgadas le hubiera dejado caer!

Sin hacer mucho ruido, me coloque tras él, muy lentamente lo tome de los hombros, puse mi cuerpo sobre el suyo, todo esto de una forma muy sutil para que no se diera cuenta, y parecía que tiene el sueño pesado porque ni siquiera hizo ningún movimiento, empecé a soplar sobre su nuca, alborotando su cabello.

Aún no reaccionaba, así que fui acercando mi boca a su oreja, dejé de soplar, pero claramente sentí como el muchacho se estremeció entre mis brazos, le estaba gustando, y su movimiento provoco que su culo de apretara más a mis genitales, donde mi verga ya estaba despertando.

-Despierta dormilón –Seguía soplando-

-¿E-Eduardo? –Parecía estar despertando-

-El mismo –Contesté entre risas-

-¡Hey! –Grito- Quítate de aquí –Estaba nervioso y comenzó a estremecerse de nuevo, pero eso solo hizo que su culo se pegara más a mi cuerpo-.

-Mira cómo te estremeces Carlitos –Dije a su oído mientras aplicaba más de fuerza sobre sus hombros-

Pero parece que las apariencias engañan, se levantó muy rápido, dándome la vuelta y tirándome sobre la cama, estaba molesto y nervioso, pero mi pregunta era, ¿Por qué se molestaba si ambos sabíamos que esas sensaciones le gustaban tanto? Sólo me empecé a reír, ignorando lo que había hecho, el caminó hasta el baño. Me puse de pie, estirándome un poco y me senté en el sofá.

-A ver carlangas, ven y siéntate aquí, ya he instalado todo, podremos ver la película –Daba palmaditas al lado que indicaban que se sentase-

-Necesito algo de agua –Fue hacia una jarra que tenía en la nevera, se sirvió un poco y la bebió-

Después de que por fin se sentó junto a mí, puse play a la película. Apenas había dado inicio, nada muy relevante, me había olvidado que traía conmigo unas cervezas, así que me levante y tome dos, una para mí, y otra para Carlitos.

-Toma –Le lancé la lata de cerveza-

-¿Esto? –Me miro-

-Es para que te lo pongas en los pies –Mi boca estaba llena de ironía- Para que la bebas.

-Ya sé que es, pero yo no bebo este tipo de cosas –Me extendía la mano devolviendo la cerveza-

-Mira, te la bebes, ¿me la vas a despreciar? –Lo miré mientras le había puchero, le extendí la mano para tomarla y abrirla, después la regrese, el dudo en aceptarla pero lo hizo, y cerrando los ojos, le dio un trago, después tosió, parecía que era parte de su vida diaria estar enfermo-

………………………………

La película había terminado, y mi plan, bueno mi plan, había fracasado rotundamente, eran casi las 12 de la noche, así que, como segunda opción, un abrazo cálido no era nada malo. Estaban los créditos, apague la televisión, me había bebido no más de 3 cervezas, Carlos ni siquiera había bebido la primera completa. Mi plan había fallado.

-Feliz Navidad –Decía yo, imitando un tono de ebrio, no me había parado, solo me abalancé sobre Carlos mientras le daba un caluroso abrazo, actuando como si estuviese bajo el efecto del alcohol-

-Feliz Navidad –Estaba algo confuso mientras torpemente respondía mi abrazo-

-Te adoro cabrón –Se me salían las risas, parecía que estaba perdido, pero Carlos no le prestaba mucha atención-

-Creo que estas algo pasado de copas –Me separó un poco con sus manos y se puso de pie-

-No puedo –Traté de ponerme de pie, pero me hacia el tonto- ¿Me ayudas lindo? –Lo miré, soportando la risa de la tonta situación-

-Puedes dormir en el sofá…

-Está bien, pero primero quiero que vayas por la bolsa que está bajo la mesa –Le indiqué mientras seguía en mi papel de borracho y el obedeció, la saco y miro extrañado-

-¿Esta? –Levantó la bolsa-

-Sí, ahora siéntate junto a mí y ábrela –Giré mi cabeza hacia donde él estaba y le sonreí-

Carlos se acercó y sentó de nuevo, no entendía la situación, le dije que abriera la bolsa, él lo hizo, no podía dejar de ver su cara, me gustaba ver sus expresiones, parecía como un niño en plena fiesta de cumpleaños donde se le estaba dando el regalo más grande. Por fin pudo desatar el nudo, busco dentro, me miro y saco un par de zapatillas nuevas.

-¿Y esto? –Podía notar una enorme emoción en su cara-

-Parece que esos lentes no te sirven –Los tomé y los quite de su cara, pero él me los arrebato-

-Entonces… -Que linda mirada me estaba regalando-

-Si Carlitos, son para ti –Saqué mi lengua-

Lo próximo que pude sentir fue sus brazos alrededor mi cuello, estaba frio en ese instante, desde que mire su expresión, solo eran un par de zapatillas deportivas que odiaba y nunca use, y mira, quien diría que para el valieran tanto, si para mí son algo totalmente insignificante.

Parecía que había visto diamantes brillar. Su abrazo, no sé, pero fue la cosa más sincera que había podido sentir, claro, aparte de los de mi madre, es sólo que, me apretaba fuerte, como yo tenía mi cabeza recargada en el sofá, miraba hacia el techo, pero eso no me impidió sentir como me demostraba su agradecimiento, como se me erizaba la piel y más que nada responder a su muestra de cariño.

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(9,38)