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Historia en capítulos 08 Plácido y terrible verano

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Estamos en la autopista, yo en mi asiento de copiloto, he vuelto a mi antigua costumbre, mi tío lo agradece y acaricia suavemente mi pierna desnuda, la despedida ha sido triste, abrazado a Carlos me he tenido que meter en el coche para no ponerme a llorar, mejor para disimular que estaba llorando. Vamos avanzando, el tío desea distraerme para que logre el olvido, mágica juventud, droga milagrosa, en mitad del recorrido lo más importante para mí era la conducción del vehículo, el manejo de los mandos y las señales de tráfico, María y Águeda atrás, a lo suyo.

Hay unos 90 kilómetros desde el punto de salida a la meta de llegada, no hay que entrar en el pueblo para ir a la casa que está en la misma carretera como a un kilómetro del pueblo, es la casa más alejada, hemos invertido una hora larga en el recorrido y en el portón de entrada a la finca nos espera el comité de recibimiento, los abuelos y Antonio, el señor ya mayor que cuida todo el año la propiedad. La abuela sostenida en su bastón, el abuelo alto e imponente con su blanca cabellera, nos besan a todos con sonoros besos, mi tío adora a sus padres incondicionalmente, Antonio también nos besa, es un rudo señor labriego que yo recuerdo siempre allí en la huerta, en el parque regando, poniendo flores y discutiendo amigablemente con el abuelo y no tan amigablemente con papá. La abuela que seguro está aburridísima ha cogido a Águeda por su cuenta y no paran de hablar.

El tío vuelve al coche para llevarlo hasta la casa a unos 400 metros de distancia al fondo, el resto hacemos el recorrido andando sorteando los apretujones, abrazos y besos de la abuela que no para. María y yo ayudamos al tío con las maletas y luego el recorrido de rutina por el entorno, reconocimiento del terreno ya conocido y semi olvidado. La casa, moderna, es una ele “L” compuesta de sótano, planta baja con tres escalones desde el nivel del suelo y un piso alto, la piscina no muy grande, el camino que conduce a la esquina izquierda de la finca con el pabellón donde estarán las yeguas porque no las veo en el lejano prado, doscientos metros al fondo el río, con sus alamedas de chopos y avellanos, jolín si está todo igual.

Mis prioridades están decididas, visitar a Alonso para saber del resto de la cuadrilla de todos los años, pero es casi la hora de comer y no me lo permiten, por lo tanto voy a mi habitación a coger un bañador de la maleta para darme un chapuzón con María que lleva ya un rato en la piscina, comemos en uno de los porches de la casa, hoy tenemos la comida tan buena de la abuela, le agasajamos con elogios y Águeda nos mira con falsa cara de enfadada, el tío marcha de vuelta después de comer y tenemos que oír repetir los consejos de siempre.

Estoy impaciente quiero ir a casa de Alonso, bajo al garaje a coger una bici y la ruedas están desinfladas, sin aire. Antonio…, dónde se habrá metido Antonio, no encuentro la bomba para inflar las ruedas, Antonio viene a lo lejos del otro extremo del parque y no sabe donde se encuentra, la buscará y a la tarde la tendré, o sea que tengo que ir andando, hace mucho calor a esa hora del día pero no me importa, emprendo el camino, o mejor dicho la carretera, la casa de la familia de Alonso, antigua y de piedra como la vieja casa de los abuelos en el antiguo molino, está a medio camino entre el pueblo y nuestra casa, a unos 500 metros pero al otro lado.

Voy sudando, el sol pega de lo lindo, a pesar de la amable sombra que las dos hileras de enormes nogales proyectan en el suelo, pero el sol está muy alto aún en el cielo, bueno ya llego al portón de su casa, está cerrada y tengo que gritar como un loco pues la casa está un poco alejada de la entrada.

Un ratito más tarde aparece, por el camino que atraviesa el jardín…, Alonso y viene pachorro, pachorro.

-¡Joder Alonso, que me derrito, abre de una vez!

Me ha reconocido y ahora corre hacia la entrada a mi encuentro, abre la puerta y se queda mirándome sin dar un paso.

-¡Que soy yo Alonso vamos!

El chico se decide, por fin abre sus brazos y me abraza levantándome en volandas y le abrazo mientras saltamos contentos.

-Si…, si ya te había reconocido, pero jolín no te esperaba tan pronto, si nosotros llevamos sólo una semana aquí.

Ya entramos en el jardín y vamos hacia la casa, la piscina la tienen en la parte trasera, al contrario que en mi casa, su hermana Susana viene a abrazarme un poco tímida, es más o menos de la edad de María y también su amiga, no hay más chicas en los alrededores y a ellas no las dejan ir al pueblo, su mamá también me abraza y me besa, su papá no llegará hasta última hora, va a su ciudad, al trabajo, todos los días.

¿Qué os diré de Alonso?, ya veréis, como las casas están un poco retiradas del pueblo y claro pues desde niños, para paliar un poco la soledad, sus padres y los nuestros han procurado que nos hagamos compañía mutua, Alonso es un chaval de mi edad, con seis meses más a sus espaldas, es tan alto como yo pero el doble de grande, de ancho, y hay que reconocerlo, le sobra algún kilito, una mole a mi lado, castaño de pelo, con cara maja y unas pecas que ahora se ven más, tiene manos grandes y es abierto salvo por un poco de complejo que tiene motivado por sus gorduras, que no son tantas y el las magnifica, pero a veces le vuelven cohibido, Nos llevamos muy bien, nos soportamos las bromas y no recuerdo haber estado enfadados el uno con el otro. Lo mismo que a nuestras hermanas, no nos queda más remedio que llevarnos bien, ahora nosotros podemos relacionarnos un poco más porque desde hace un par de años nos dejan ir al pueblo, no siempre, espero que este año sean más generosos, él sí es generoso y casi todo el tiempo lo hemos pasado juntos en una casa o la otra y…, otra cosa, es muy bueno…, buena persona, aunque yo a veces me he enfadado con él por ser tan cohibido.

-Bueno Alonso cuenta, ¿has ido al pueblo, han llegado todos, cómo están?

-No me han permitido ir solo, como tú aún no habías llegado, pero el otro día fuimos con mi madre a realizar unas compras, encontré a Amadeo y estuvimos hablando, ya han llegado todos.

Los “todos” hay que aclararlo, en realidad éramos cinco y luego estaban los del pueblo que no se relacionaban mucho, Amadeo de nuestra edad, Juan y Alberto que eran  hermanos y aunque entre ellos había una diferencia de más de un año con nosotros eran meses, por arriba o por abajo, Alonso y yo formábamos el quinteto, todos éramos veraneantes, Amadeo y los hermanos vivían en casas dentro del pueblo y quizá ellos si se relacionaban más con la gente de allí.

Pues estos cinco, a partir de ese día, no pensaban más que en divertirse y hacer trastadas, no graves pero trastadas, en el pueblo no había piscina, los chicos del pueblo se bañaban en el río, Alonso y yo lo teníamos prohibido, a las mañanas llegaban hasta mi casa con sus bicicletas o a la de Alonso y allí, en el agua y al sol, se pasaban las mañanas, luego se iban a sus casas para comer, y a la tarde lo normal era quedar en el pueblo y allí decidir el programa a seguir, a veces era ir a algún pueblecito cercano, teníamos cuatro a corta distancia, o bajábamos por el río hasta los pabellones agrícolas que había más abajo del pueblo, tirando piedras al río o a los tejados de las naves, o subíamos por el río, más arriba de mi casa hasta llegar al viejo molino ahora reconvertido, para aprovechar el salto de agua, en central eléctrica y la vieja casona cerrada, residencia de antaño de los abuelos, todos aquellos terrenos desde la casa de Alonso hasta más allá del molino eran de los abuelos, ahora los tenia dados en arriendo a agricultores del pueblo y el viejo molino lo tenía cedido a una compañía eléctrica, lo único que  no está utilizado son la vieja casona y los corralones, todo ello cerrado a cal y canto, desconozco el motivo, alguna vez he estado con el abuelo y Antonio pero no me dejan curiosear.

A la pandilla nos gustaba ir hasta allí a jugar, hay bonitas y verdes praderas para correr y trozos de río donde practicar la pesca de cangrejos y coger algún remojón que otro por resbalones involuntarios, además el enorme y viejo caserón atrae y da un cierto misterio al entorno.

Los días pasaban, todo el día retozando era increíble, un día de clase duraba 24 horas, un día aquí duraba 4, extrañaba a Carlos, ¡cómo no!, había tenido que volver a mis antiguas prácticas y hacer trabajar mi imaginación, mis manos y el colchón para satisfacer mis necesidades pero, al menos ahora, tenía imágenes vívidas y aún nítidas en mi cabeza para que mi polla se pusiera dura rápidamente.

A primeros de Agosto era mi cumpleaños y unos días más tarde el de la abuela, cada año se armaba la marimorena para celebrarlo, por el mío creo que no, era por el de la abuela y venía toda o casi toda la familia, un tío vivía en Barcelona y no acudía todos los años, como decía, había hasta fuegos artificiales, montaban una gran carpa entre la casa y el río para comer y cenar y así alejaban en esos momentos a la gente de la piscina, también acudían mis amigos y Susana la hermana de Alonso, era por lo menos, concesión al hecho de que yo también había cumplido años y regalos…, regalos sí que tenía, juguetes, libros…

Bueno la fecha se estaba acercando, los tíos llegarían unos días antes con Luci ya que Águeda marchaba a Galicia a ver a su hija y padres y…, dos días antes del cumple de la abuela, al anochecer como los ladrones, llegaron papá y mamá pero no venían solos, cuando salimos a recibirlos en la parte trasera del coche estaban tres jóvenes muchachos, al principio María y yo nos quedamos extrañados pero una vez de habernos saludado papá abrió una de las puertas traseras y conminó.

-Venga…, venga, ya podéis salir.

-Álvaro…, María…, vuestros hermanos: Lucas, Marcos y Luis.

Y señalaba a los muchachos que parecía se habían cuadrado militarmente por edades o estatura, joder…, yo no me esperaba esto ni en un delirio, era la primera vez que los veía en mi vida y por la cara que tenía María supe que le sucedía lo mismo, a ver…, Lucas el mayor me llevaría 3 ó 4 años, Marcos el segundo de 2 a 3 años y el pequeño Luis era un año mayor al menos y…, sin avisar, sin comentar nada…, nadie…, allí estaban.

María y yo alelados, creo que a ellos les pasaba lo mismo y solamente pudimos decir un ¡hola! que sonó compungido, los tres eran más altos que yo, Lucas y Luis podían tener cierto parecido con papá y luego el segundo Marcos era muy rubio, con pelo ensortijado y largo, por debajo de los hombros que tenía que estar apartando continuamente de su cara, este último embutido en unos pantalones fantásticos, como si se tratara de una segunda piel y botas militares negras, ¿cómo coño se podía quitar y poner ese puto pantalón?, parecía un bailarín de ballet con una espalda extraordinariamente ancha que resaltaba más por la chamarra de cuero negro que llevaba y los pantalones pegados como un plexiglás a la piel, Lucas y Luis vestían más correctos y aparentaban más normalidad acorde con lo que nosotros estábamos acostumbrados a ver y tratar, luego la abuela y la tía los llevaron a sus habitaciones, las nuestras en realidad.

La casa, que ya lo he comentado, era en forma de “L”, en el palo largo de la “L” estaban los dormitorios, seis, el de papá, mamá, -cada uno el suyo-, la abuela, el abuelo, -cada uno el suyo- el de María y el mío, en el primer piso había otros seis y en la unión de los dos palos de la “L” una gran sala y zona de recepción de escalera, los tíos dormían arriba y María y yo también cuando ellos estaban, cuando estaban fuera la abuela nos obligaba a dormir abajo, nunca le gustaba que durmiéramos arriba, opinaba que los tíos nos mimaban mucho y hacíamos lo que queríamos de ellos, a veces me daba la impresión de que tenía ciertos celos de la tía, la verdad es que nos encontrábamos más protegidos a su lado y desde niños existe esa costumbre.

Como decía, nuestros hermanos de padre ocuparon nuestras habitaciones de la planta baja, para terminar con la casa os diré que el palo de la “L” menor contiene un salón y un comedor, la cocina está debajo del salón del primer piso y la parte de arriba de ese palo pequeño está vacía, sin habitar, como quedó en obra, con unos techos altísimos y una sola ventana de ojo de buey al fondo que siempre está abierta, aquí hay, me refiero en el campo, murciélagos que de día  se meten a dormir en este lugar oscuro y algunas noches llegan después de su caza, todo esto lo cuento por lo que acaecerá más tarde.

Nuestros planes se deberían modificar sustancialmente con la arribada de tamaña prole y los días siguientes los tuve que llevar al pueblo y presentarlos, jugar con ellos, poco ya que son bastante mayores, y hacer un poco de cicerón, la víspera de la fiesta llegaron todos los tíos, primos, bueno aquello era una feria de gente y podías hacer lo que quisieras, nuestros hermanos parece que conocían a los mayores pero no habían tenido nunca trato con los pequeños y se notaba que no estaban en su ambiente.

Esa noche, Jorge un primo hijo de una hermana de papá me dijo que íbamos a gastar a mis hermanos la broma que se hacía a todos los novatos y que todos los demás ya conocían, fue Jorge el que lo orquestó todo, se trataba de lo siguiente, había que convencer al incauto de que en las habitaciones que se supone había en la zona desierta había algo interesante, cada vez era diferente según como interesara, en el momento de estar todos dentro, encender las linternas y claro, los murciélagos como locos batiendo sus alas para salir por la exigua ventana organizaban un barullo tremendo, todos nosotros éramos conocedores de lo que iba a suceder salvo nuestros hermanos y, como había pasado a todos en su momento, se llevaron un susto de muerte saliendo corriendo y gritando del local y el resto pues a tirarse por el suelo de risa.

Cuando acabó todo y  quedó calmado el ambiente, descansando tirados en el suelo del salón de al lado, sentí el odio más profundo que se pueda sentir en sus miradas dirigidas a mí, jolín…, si yo no había sido, no había hecho nada, ni se me había ocurrido, que otras veces si…, pero ahora había sido Jorge el responsable, yo a lo sumo me había reído como todos los demás, hasta los pequeñines.

El día siguiente que cayó en sábado, al ser fin de semana habían venido hasta los de Barcelona, todo fueron fiestas con comida detrás de la casa al aire libre, la tía lo había organizado todo, el servicio externo, la comida, todo, como siempre y pasamos un día fabuloso con mis amigos que se quedaron hasta después de los fuegos artificiales, también estuvieron los papás de Alonso y cuando se retiraron con Susana, permitieron que Alonso se quedara a dormir, total había todavía mucha fiesta pendiente.

No sé como coño lo hizo pero, ya muy tarde, me di cuenta de que Alonso iba un poco mareado, pero bueno ¿dónde había bebido alcohol este tío?, se estaba poniendo un poco pesado y le sugerí que se fuera a dormir, en el salón de arriba Luci había dispuesto colchonetas, para la gente menuda como decía ella y las habitaciones quedaban para los mayores, bueno pues como trastabillaba le ayudé para que hiciera el camino y subiera las escaleras. Jolines, me pasaba su brazo y se colgaba de mis hombros, pesaba una tonelada y no podía con él, cuando al contrario, el podía cogerme y a pulso subirme a sus hombros, al fin conseguimos iniciar la subida, mientras ascendíamos y ya medio dormido Alonso con voz ida.

-Álvaro…, te quiero…, te quiero Álvaro.

-Yo a ti también pero avanza Alonso, joder avanza que tenemos que subir al otro piso.

-Yo te quiero Álvaro…, eres mi mejor amigo, ¿o no?

-Vale, vale que si, ahora te vas a dormir y mañana hablamos.

Cuando entrabamos en el salón para dejar a Alonso, salía mi hermano Lucas con una sonrisa en su cara que creí siniestra.

Una vez dejé a Alonso acomodado volví a la fiesta y todo se me olvidó, había mucho público, mucha familia, chapuzones en la piscina, los mayores decían muchas tonterías por la influencia de lo que bebían y los menores poco a poco los fuimos abandonando.

Al día siguiente Alonso seguía en mi casa como uno más y yo me alegraba porque, de alguna manera, me apartaba de mis hermanos, en un momento dado quisimos bañarnos pero Alonso no tenía traje de baño y subimos a mi habitación para que se probara uno de los míos, entramos muy suave en mi habitación de abajo, sin hacer ruido porque aún no se habían levantado mis tíos que ocupaban mi habitación y cogí algunos de su lugar; nos estábamos cambiando en el salón de las colchonetas ya recogidas y desnudos los dos, a Alonso no le valían mis bañadores o le  estaban muy justos, tanto que su polla no le cabía y asomaba por encima del cinturón de los bañadores, jo, era de risa verle esforzándose por meter su culo y lo demás en mis bañadores.

-Joder…, Alonso, otras cosas no nos habrán crecido pero la polla, ¿ehh?…

Y yo señalaba la punta que se le veía, Alonso se puso rojo y se quitó el bañador, estaba desnudo delante de mí y su bonita verga, me parecía preciosa, se le empezaba a poner a tono, muy apresurado se puso de nuevo el slip y pantalón corto que llevaba y dijo que, en todo caso se bañaría con él, no estaba dispuesto a colocarse uno de mis minis.

Ni él ni yo habíamos hecho alusión alguna a lo que sucedió la noche anterior, seguro que ni lo recordaba, le sugerí, ya que era Domingo, el ir a misa y dar un paseo, estuvo de acuerdo y una vez obtenidos los permisos bajamos al garaje a por unas bicis y emprendimos el camino al pueblo. Estuvimos en misa y a la salida hablamos con Amadeo y los hermanos, todos tienen que volver con sus familias y quedamos en que a la tarde irán a mi casa a hacer la despedida del cumpleaños, Alonso y yo empezamos a vagar rio abajo del pueblo, íbamos entretenidos tirando piedras al rio y de repente.

-Oye…, Alonso, no es ese Amadeo el que va hacía los pabellones de herramientas.

-Pues si…, me parece que sí, ¿y qué hará aquí?, dijo que tenía que ir con su familia.

-Ya es extraño y ahora ha desaparecido, nos tenemos que marchar, ya haremos de detectives otro día.

-La verdad es que hace unos días le vi que iba en esa misma dirección.

Nos encaminamos de nuevo hacia el pueblo a por las bicis y caminando emprendimos la vuelta a casa, ya en la carretera.

-¿Dónde conseguiste el alcohol o lo que fuera anoche para ponerte medio beodo?

Duda pero al fin hay una respuesta.

-Amadeo de vez en cuando distraía alguna copa de champán cuando andábamos entre las mesas jugando y bueno, yo no bebí mucho, no creo que llegara a dos copas sin llenar ehh, pero…, no recuerdo muy bien.

-Entonces, ¿no recuerdas lo que me dijiste cuando te llevé a dormir?

-No…, no recuerdo…, como estaba algo ido te diría alguna tontería.

Pero lo miré y se había puesto rojo, no quise insistir en el tema, llegamos a su casa, aún quedaba algo de tiempo y nos dimos un baño, aquí ya se pudo poner un bañador suyo y yo como lo llevaba puesto no hubo problema, lo único que para seguir a mi casa fui con el pantalón corto y la camisa como única vestimenta.

Sus padres le dieron permiso para comer conmigo y hacía mi casa nos dirigimos.

Poco a poco todo se va calmando, no hay más que despedidas, los tíos y primos, papá y mamá que se llevan a la tía, su trabajo la reclama, tiene unas operaciones urgentes pero volverá dentro de unos días con papá que vendrá a recoger a nuestros hermanos  para llevarles de vuelta a su casa.

Amadeo, Alonso y los hermanos dicen que no vendrán mañana a la piscina, se quedarán a dormir un poco más y  quedamos en vernos a la tarde en el pueblo, están cansados de tanta fiesta, yo también estoy cansado y esta noche dormiré como un lirón.

A la mañana siguiente durante el desayuno María se queja de que le duele una muela y el tío resuelve llevarla a un dentista a un pueblo cercano más grande que dispone de esos servicios, volando me apunto para ir con ellos pero el tío no me deja, que si dejar solos a mis hermanos no parece muy amable, que van a volver pronto, vamos que me tengo que quedar en casa.

Han partido y estamos los cuatro hermanos en bañadores jugando en la piscina, ellos juegan y yo los observo, mis hermanos son guapos, Lucas y Luis de alguna forma se parecen a mí, a papá, a los tíos, Marcos es muy diferente, pero guapo también, su larga cabellera rubia le da un toque exótico.

Se aburren salen del agua y vienen hacia mí.

-Oye…, enséñanos que hay por aquí.

-Aquí hay poco que ver, a simple vista se ve todo.

En la huerta está el abuelo con Antonio, están cerca y les oigo, Antonio está quejándose del trato de papá, siempre están igual, cuando a papá no le parece bien algo que ha hecho Antonio, discuten y Antonio dice que él sabe de eso y papá le dice que como va a saber si él es un leñador, no es verdad, fue guardabosques pero papá para molestarle le llama leñador, la abuela y Lucí dirigiendo al personal que recoge y limpia los restos de la fiesta.

-¿Y allí que hay? –Marcos señala el pabellón del lado del río, donde se encierran las yeguas-.

-Están las yeguas pero ahora las ha llevado Antonio al prado, bueno hay solo tres en el prado no sé por qué no ha sacado las cuatro.

-Pues vamos a ver y nos enseñas.

-Bien…, vale. –En realidad hay poco que enseñar-

Cuando llegamos solamente esta Yira, Yira es mi yegua o bueno la que yo montaba, igual está enferma, le preguntaré luego a Antonio, me acerco a acariciarla la cabeza. Mis hermanos están jugando y no hacen caso de Yira, se tiran en los fardos cuadrados de paja que hay en un extremo, se acercan hacía donde estoy al lado del box de Yira, Marcos me coge por detrás abrazándome como jugando y tira de mi forcejeando, yo le sigo la broma y lucho para soltarme, levanto la cabeza ya que me tiene abrazado por la cintura y de repente, como si hubiera caído un meteorito del cielo, un golpe tremendo en mi cara y mandíbula, me da la impresión que ese meteorito se ha llevado parte de mi cara con él, estoy desorientado, no sé que está sucediendo, levanto mi cuerpo para mirar y otro tremendo golpe en mi estómago me deja sin respiración pero ya he visto, es Lucas que levanta nuevamente su puño que va a estrellarse en mi costado y caigo hacia adelante, Marcos deja de sostenerme y caigo en el suelo, ahora son unos pies los que patean mi cuerpo, estoy casi ko y ya no me doy cuenta de nada, cuando abro los ojos no estoy tirado en el suelo pero veo las pajas en el mismo, a unos decímetros de mi, poco a poco voy reaccionando y recobrando la conciencia, estoy tumbado sobre dos fardos de paja con el pecho y la tripa encima del fardo, la cabeza colgando por un extremo y las piernas por el otro, quiero moverme pero no puedo, empiezan a llegarme los dolores de los golpes recibidos, vienen a tandas, a oleadas, el pecho, las piernas, los costados, pero sobre todo la cara, me pregunto si me faltará parte de la cara, es horrible el dolor y no puedo ni gritar, veo unos pies que se mueven a mi alrededor con zapatillas de piscina y ahora recuerdo, fuimos a ver a Yira, mis hermanos y yo y ¿entonces?, esos pies que se mueven son de mis hermanos, me muevo un poco y se dan cuenta de que he recobrado el conocimiento y me llega la voz de Lucas, ronca, profunda, oscurecida por la rabia y el odio.

-Puta…, maricona de mierda…, ya despiertas, vas a pagar todo lo que le habéis hecho a nuestra madre y a nosotros.

Y luego la voz de Marcos con más odio si cabe.

-Te vamos a rajar, cabrón…, hijo de p., la pena es que tu madre  y tu hermana no esté aquí para hacerles lo mismo, maricón asqueroso.

No puedo defenderme, no puedo ni hablar para protestar, todo sucede tan rápido y ahora la sangre se escurre de mi cabeza a los ojos y no veo ni el suelo.

Marcos me sujeta las manos, detrás de mi separan mis piernas, la paja pincha mi tripa y toda la parte baja de mi vientre y se clavan como alfileres, han debido quitarme el bañador y colocan algo a la entrada de mi culo que penetra y me perfora con un dolor tremendo, uno de ellos está hincado dentro de mi e inicia un movimiento salvaje que logra que las pajas me pinchen y se metan en mi carne, quiero protestar pero no puedo abrir la boca, no puedo mover la mandíbula.

Uno se viene dentro de mí y luego otro y otro y pierdo la cuenta y vuelvo a desmayarme, es el dolor el que hace que despierte de nuevo, uno de ellos intenta abrir mi boca, solamente siento dolor, no noto la mandíbula.

-Abre la boca hijo de p. o te la rompo, que vas a mamar unas buenas vergas…

Estoy aturdido y no me aclaro sobre lo que quieren, me agarra de la cara y con sus manos abre mi boca tirando de la mandíbula inferior y ahora grito, con un terrible grito que hace que suspenda unos segundos la operación, Dios mío me va a arrancar la mandíbula y caigo en la inconsciencia.

Ya no sé el tiempo que ha transcurrido, sigo en la misma posición, no veo, pero ahora siento que no hay nadie a mí alrededor y comienzo a pensar, ¿porque el tío no está aquí?, ¿por qué no llega alguien?, ¿dónde está el abuelo y Antonio? Me esfuerzo para mirar a ver si veo algo, es inútil está todo negro y de repente.

-Pero, ¿qué está pasando, qué es esto?, Álvaro…, Álvaro…, hijo… -Es el tío-

Ya no me entero de nada hasta despertar, intento moverme y no puedo, me quejo débilmente y poco a poco voy abriendo los ojos y el dolor vuelve a hacer que caiga inconsciente.

Desconozco el tiempo transcurrido, cuando despierto de nuevo parece que no tengo tantos dolores pero al intentar abrir la boca el dolor vuelve, busco con la mirada, por lo menos no estoy ciego, rodeándome hay mucha gente, están papá y mamá, se me saltan las lágrimas, es la primera vez que los veo preocupados y atendiendo a sus hijos. La tía, a mi lado limpia mis ojos, muy seria, muy profesional, estoy seguro de que no está llorando porque no debe, el tío, los abuelos, María y Luci, María sí que llora y nadie se ocupa de ella.

Han pasado unos días, la tía me explica lo que me pasa, vaya lo que ella cree que debo saber.

-Lo que tienes no es grave y se está solucionando, debes mover poco la mandíbula, la tenías fuera de su lugar pero ahora está bien en su sitio y unos días te va a doler, en el ano tienes un pequeño desgarro que estamos tratando y va bien, el resto son hematomas superficiales que irán remitiendo, no hay cosas graves internas, en dos días te sacamos de aquí y podrás estar en la piscina, ¿tu estas bien cariño?

Le digo que sí con la cabeza, estoy en la habitación de papá y casi parece una habitación de hospital, ya han vuelto a marchar a sus quehaceres pero les agradezco que estuvieran aquí, nadie dice nada de mis hermanos y yo no pregunto, no quiero recordar, quiero olvidar y que, por favor…, por favor…, no vuelvan a cruzarse en mi camino. La tía se queda un rato hablándome y luego la sustituye María, al salir la tía me habla.

-Álvaro, hay un muchacho amigo tuyo…

-Alonso. –Apunta María-

-Viene todos los días pero hasta ahora no le hemos permitido que te vea, ¿quieres verle?

Asiento con la cabeza, María se sienta en una silla a mi lado y veo que le resbalan las lágrimas, no la puedo consolar y entra Alonso, tímido se va acercando poco a poco a la cama, lo que ve no le debe gustar mucho porque se pone a llorar como María, ésta le ofrece una silla al otro lado de la cama, ya se calman y hablan entre ellos, sobre todo de la fiesta, en un momento dado María coge mi mano y la acaricia, Alonso alarga la suya y con timidez me aprieta la otra con cariño, cubre con su enorme mano la mía como si fuera la de un niño, ahora soy yo el que llora.

Vale ya…, vamos a lo nuestro, Alonso viene todos los días, a la mañana y a la tarde, hay que arrastrarle para que se marche y a veces viene su madre a buscarlo, me cuenta todo, que un día rio abajo había vuelto a ver a Amadeo, que entraba dentro de la nave que era del panadero y que lo sabía porque llego el nieto menor y se metieron los dos en su interior, que teníamos que ir un día para ver lo que sucedía, bla, bla, bla.

Ya puedo salir y estar en la piscina y el jardín, puedo comer y el dolor del culo ha desaparecido, los moratones van siendo tapados por el moreno del sol, los chicos vienen ahora todas las mañanas a mi casa a bañarse y jugar, el día pasado, mientras Alonso y los demás estaban nadando Amadeo colgaba sus piernas como yo al borde de la piscina chapoteando con nuestros pies en el agua, hablaba de su participación en una carrera de veleros, le pregunte si lo practicaba y todo fue surgiendo poco a poco, resulta que vive muy cerca de donde nosotros nos vamos a cambiar antes de fin de año, es socio del Náutico y participa en la escuela de vela, su casa está un poco antes de llegar al Náutico en primera fila del Paseo, cómo no la iba a conocer si era una casa que ocupaba toda la manzana y además roja, bueno roja no, teja, y al otro lado de la carretera y del paseo de tilos viviremos nosotros, causalidades de la vida, nunca habíamos hablado de este tema y quedó en que me ayudaría en el cambio presentándome a amigos suyos.

Acabó la semana y ese domingo Alonso y yo llegamos con nuestras bicis para asistir a la misa, jugamos un rato hasta que las campanas urgen la entrada con su repique, a la salida como era habitual cada uno se marchaba con sus familias y nos despedimos todos, cuando cogíamos la carretera hacia nuestras casas Alonso paró de repente.

-Álvaro volvamos a ver si averiguamos que pasa con Amadeo.

-Bueno…, bien aún es temprano y tenemos tiempo.

Dimos la vuelta, dejamos las bicis en el atrio de la iglesia y emprendimos el camino hacia el río y seguimos bajando por el borde de su cauce, el estío se aproxima y el caudal del río es escaso en esta época, llegamos donde empezaban los pabellones y los lugareños guardan los utensilios de labranza y animales, no se veía a nadie era domingo y además a esa hora no es normal que los propietarios visiten esa zona, sospechaba que nuestro viaje había sido inútil y llegamos a los alrededores del pabellón del panadero y nada, la puerta estaba cerrada.

-Vamos por detrás allí hay otra puerta. -sugirió Alonso-.

Con sumo cuidado nos acercamos al otro extremo del pabellón y acertó, la puerta estaba abierta pero no se venía a persona alguna, oímos unos pequeños ruidos hacía el fondo que nos paralizó quedando quietos un momento, al fin fuimos avanzando con precaución de que no se notara nuestra presencia, al fondo había almacenados enormes cantidades de fardos de paja y de allí venían los ruidos ahora más audibles, eran como gemidos, extremamos el cuidado e íbamos agachados, delante de nosotros teníamos algunos fardos que nos impedían ver lo que sucedía y poco a poco fuimos levantándonos hasta que nuestros ojos estuvieron por encima de la paja.

El ruido era producido por dos personas que se encontraban allí desnudas, de espaldas y un poco de costadillo respecto a nuestra posición. Amadeo y el nieto pequeño del panadero detrás de él, Amadeo agachado sujetándose a una columna de fardos pegados a la pared y que llegaba hasta el techo, detrás de él sujetando sus caderas el otro, Alonso y yo nos habíamos quedado petrificados y sin respiración ante el espectáculo que se nos brindaba. El otro tenía su verga dentro del culo de Amadeo y poco a poco la sacaba y la metía, joder la metía, no sé cómo podía meterle aquella barra tan larga, el bruto apretaba de tal forma cuando llegaba al fondo que sus glúteos pasaban de redondos a tener una forma cóncava para recuperar su forma cuando salía. El movimiento era suave y rítmico moviéndose la verga de Amadeo y los huevos del bruto como el badajo de las campanas de la iglesia cuando tocan a arrebato por un incendio, a veces Amadeo llevaba sus brazos hacia atrás intentando sujetar al invasor dentro de él para que no saliera pero el bruto era muy fuerte y tenía posición aventajada, ahora Amadeo se enderezaba, se estiraba y giraba  el tronco y la cabeza ladeándola para buscar la boca del otro, estaba bellísimo en esa postura pero al otro se le escapaba la presa por la parte baja y apretaba más, no podía atender las dos necesidades de Amadeo, sus envites aunque suaves, eran dados con mucha fuerza buscando la profundidad máxima en el interior de Amadeo y este golpeaba en los fardos que se balanceaban peligrosamente.

Teníamos un espectáculo de una belleza sublime y aunque debíamos habernos retirado, éramos incapaces de perder de vista lo que sucedía delante de nuestras narices, el fuerte y bien formado cuerpo del muchacho se proyectaba sobre el de Amadeo marcando todos sus hermosos músculos y sus huevos, un poco colgados, golpeaban los de Amadeo con un sonido hipnótico que te obligaba a dirigir allí la vista y ver su gigante pertenencia horadando el culo de Amadeo en su ir y venir.

Era un conjunto escultórico de mayúscula belleza en movimiento, ¿Dónde estás Miguel Ángel?, creíste que “La Piedad” era tu obra maestra y te has perdido esta.

Amadeo suspiraba de placer y el bruto bufaba empujando cada vez más, con más saña, sin darme cuenta mi verga había cobrado vida, joder y si miraba a Alonso parecía que le faltaba el aire en sus pulmones, los estertores de los actores aumentaban y se aproximaba la apoteosis, Amadeo lanza fuertes chorros de leche en la paja y el otro, en un titánico esfuerzo para meterse más y descargar su potencia en Amadeo, le propina tal estocada que los fardos que están balanceándose, guardando un equilibrio inverosímil, acaban por caer con estrépito enterrándolos en la paja.

Alonso y yo después de la primera impresión de sorpresa nos partimos de risa, revolcándonos, literalmente, por el suelo, cuando empezaron a emerger del mar de paja que los había engullido, allí desnudos ante nosotros que nos agarrábamos la tripa llorando de risa, intentan ahora tapar su desnudez con las manos, sin parar de reír les ayudamos a apartar los fardos de paja para buscar sus ropas, joder era un cuadro verlos trabajar nerviosos y desnudos sin saber dónde poner sus manos si tapando sus partes o en trabajar apartando los fardos, se visten rápidamente cuando las encontramos.

Más tranquilos y decentemente ataviados recogimos entre todos el gran desastre que habían causado, como pudimos amontonando los fardos, cuando acabamos los dos nos miraban con la cabeza baja, Amadeo fue el que habló principalmente dirigiéndose a Alonso.

-No diréis lo que ha pasado verdad, verdad…, por favor, ¿nos guardaréis el secreto?, por favor.

Estaba muy preocupado, el otro también pero no hablaba.

-Escucha Amadeo y tranquilízate…, ¿somos tus amigos o no?

Nunca he oído a alguien que con tan pocas palabras dijera tanto, joder con Alonso.

Amadeo supo enseguida la promesa implícita que encerraba lo dicho por Alonso y un gran suspiro de alivio salió de su boca.

-Gracias Alonso…, gracias Al…, gracias…, gracias…, os debo una.

Los dos le dimos la mano estrechando la suya, no nos importó donde la hubiera tenido antes, el otro no decía nada, él prácticamente no nos conocía pero también suspiró aliviado imitando a Amadeo, ya salíamos para volver a nuestra casa, el nieto del panadero iba delante andando ansioso, quizá por perdernos de vista, lo conocíamos de siempre pero superficialmente, él y su hermano eran dos chavalotes grandotes como su abuelo y padre, de anchas espaldas, morenos verdoso de piel, con ojos de un verde muy claro casi transparente y cara un poco alargada, como una aceituna, entre mis recuerdos rescaté el de una señora muy amable y muy guapa que atendía en la tienda del panadero y que cuando la tía nos llevaba a comprar pan nos daba una galleta a María y a mí, aquella señora era la mamá de estos dos chicos que un día, hace algunos años, desapareció del pueblo, vaya usted a saber por qué motivo.

Nos despedimos en la iglesia y raudos como flechas avanzábamos por la carretera pedaleando como locos mientras la risa que había vuelto nos hacía saltar las lágrimas de nuevo. Pensé en Alonso, en cómo había respondido a la súplica de nuestro amigo Amadeo y en que, ¡joder!, que suerte tenía yo con tener estos amigos.

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