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Mario

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Sin duda era un buen inicio para mi bachillerato, llegaba con semana y media de atraso debido a una serie de complicaciones medicas severamente empeoradas por esa desgracia llamada asma, si, yo me lo busque por que nunca me cuido y nunca lo haré. Pero volviendo al tema, no recuerdo un episodio tan grave desde mis ocho años; estuve incluso internado por un par de días.

Cuando llegué al colegio, mi primo ya me estaba esperando en la puerta, me abrazó y aunque debo de reconocer que me encantaba sentirlo cerca, por el momento me resultaba repulsivo, así que me aparte de él. Roberto me ofreció cuanto estuvo en sus manos para ayudarme y me recordó que podía pedirle lo que fuera, total que éramos algo mas que primos…

Lo noté en su rostro, como lo había notado en el de los cientos de personas con las que me había topado en el transcurso de mi viaje desde mi hogar en el sur de la república hasta este peculiar internado en las regiones centrales; parecía un monstruo, mi piel era demasiado pálida, se me notaban varias ojeras, mi cabello se veía opaco y mi cuerpo ofrecía una visión algo triste, había adelgazado, o mas bien perdido músculo en esas dos semanas en las que apenas había podido permanecer despierto y siempre evitando la luz y los sonidos gracias a la migraña. Caminé por los pasillos de aquella edificación antigua, muy probablemente de mediados del siglo XIX, mis padres ya me habían explicado como sería todo, mi papá había estudiado aquí al igual que mi abuelo, era parte de las ridículas tradiciones de la familia; pero no podía dejar de maravillarme por la belleza de aquel edificio, fui buscando entre los pasillos hasta encontrar mi cuarto, era el numero 28A, toqué la puerta por mera educación y al no encontrar respuesta alguna saque mi llave y abrí, esperaba encontrar a un grupo de muchachos esperando que abriera para hacerme una desagradable broma, pero al parecer no había sido así, lo único que encontré en la habitación era a un chico dormido sobre un libro, no era tarde, algo así como las nueve y media de la noche; antes de despertarlo exploré un poco la habitación, solo había tres camas cuando debía haber seis y solo una parecía estar ocupada, así que fui a ver a mi aparentemente único compañero, me acerque a él y suavemente toque su hombro, lo agité solo un poco pero no tuve respuesta, decidí incrementar la fuerza y nada, paso por mi mente la idea de que sí fuera una broma pero pese a mis sospechas, insistí una vez mas, solo que ahora pronunciaba el nombre que tenia cocido en el cuello de su camiseta, el cual era visible por que esta estaba evidentemente al revés (se veían las costuras). Por fin despertó, algo sorprendido de que alguien hubiera entrado a su cuarto, pero también por mi aspecto, sabía que de no ser por aquel rizo castaño que caía de manera estúpida por en medio de mi frente, hubiera parecido más un ser sobrenatural que un humano.

Hola –dijo mientras soltaba un pequeño bostezo. –debes ser mi nuevo compañero.

Había quedado algo sorprendido, mas bien estupefacto, aquel muchacho que dormía sobre su libro tenia un a voz exquisita y mas que eso, tenia unos hermosos ojos grises, por un breve momento me quede sin habla, pero fue muy breve.

Si, me llamo Nicolás –respondí mientras le daba la mano en un gesto de saludo.

¿Cómo sabias mi nombre? –interrogó algo confundido. Su mano se sentía cálida y su saludo había sido cortés y enérgico, se podía decir que realmente me había dado un apretón de manos, le indiqué que su camiseta estaba al revés, enseguida se puso algo rojo, el era de piel blanca, y aunque ahora mi palidez le superaba, pronto recuperaría mi color un tanto más oscuro. Su cara era bastante linda, tenia facciones infantiles, como las mías, pero mas masculinas, su cabello era rubio almendrado y rizado, sus bucles parecían las olas de un mar solar embravecido.

Bien Nico, Te mostraré el cuarto –me dijo mientras se ponía de pie, me agradaba que tuviera ya la confianza de llamarme así, una vez de pie pude verlo mejor, era mas alto que yo (tendría uno ochenta de altura mientras que yo penas lucia uno setenta y tres), y se le notaban un buen par de piernas, ejercitadas, firmes y con dorados vellitos, aunque no excesivos, también se notaba que bajo ese short había un buen paquete. Me mostró toda la habitación, el estudio (que era donde estábamos) que consistía en una habitación con una mesa para seis al centro y unos casilleros a los costados; el dormitorio, que era la recamara contigua y en cuyo extremo había tres camas pegadas a las tres paredes y en la otra había una ventana, frente a la puerta se hallaba otra que correspondía a la entrada del baño-closet; es decir, viviría en una habitación de tres piezas que sería por tres años (los del bachillerato, ya que no pensaba quedarme ahí mas tiempo) mi nuevo hogar.

Mañana tenemos examen de historia –comentó Mario. –aunque no creo que te lo pongan a ti.

Historia es uno de mis fuertes –le dije. –si quieres te ayudo a estudiar.

Vale, espero y no estés muy cansado –dijo. –por que de ser así, mejor déjalo.

No tengo sueño –respondí, aunque si tenía un poco de cansancio… como explicarle que sus hialinos ojos grises me habían arrebatado el sueño y cualquier malestar que pudiese haber tenido.

Revisé rápidamente los temas y sin reparar mucho en los textos empecé a explicarle todo lo que sabia sobre las antiguas civilizaciones del valle del Éufrates, claro, también me platicó un poco sobre la escuela y sobre los maestros, me contó que lo habían traído aquí por deseos de su padre y yo a la vez le conté que algo similar había pasado conmigo, solo que a las locuras familiares se sumaba mi carácter algo difícil y al hecho de que era absolutamente irrespetuoso con cualquier cosa que se me pusiera enfrente; mis padres, la escuela, y la religión poco habían logrado. El solo reía de mis anécdotas y contaba las suyas, fue en esa misma noche que supe de su pasión por el fútbol, de su habilidad para las matemáticas y aunque su acento ya me lo había dicho todo, supe que venia de una gran ciudad al norte del país. Esa noche me acosté con el vivo recuerdo de su voz en mi cabeza, era una voz fuerte, varonil y hermosa que me ponía nervioso y me hacia sentir bien a la vez, y pese a todo esto, sabia que no debía volver a caer en lo mismo, la experiencia con mi primo me había enseñado ya lo suficiente, no quería volver a estar con un chico, no la menos en un buen tiempo.

Soy un hombre y se como actúan los hombres –me decía a mi mismo en mis pensamientos nocturnos. – ¿acaso no has hecho lo mismo tu? ¿Recuerdas a tu primera novia, Amanda? ¿No la dejaste simplemente por que ya te habías fastidiado de oírla? Y que tal de Laura… ¡ah, Laura!... sus pechos te fascinaban, sus labios también… pero… ¿Qué fue lo que pasó?... ¡eso!, te aburriste de sus sentimientos, ¿Cómo los habías llamado? ¿Ridículas cursilerías?... y la lista sigue, eres cruel; Pero ¡ah, tu te molestas por que tu primo te dio un pequeña probadita de tu propia medicina!...

Tras atormentarme un rato mas, decidí ignorarme a mi mismo y dormitar un poco, faltaban pocas horas para el amanecer. Desperté, me bañe en aquel baño de tristes lozas verdes, fui al enorme comedor que nos correspondía y fui analizando la que seria mi futura rutina (odio las rutinas), Mario ayudo mucho, me presentó a sus amigos y me acompaño a todas partes, las clases eran largas y los maestros simplemente muy estrictos, nos fue de maravilla en el examen de historia y tuve que contarle a medio mundo, cada vez con menos paciencia el por que me había atrasado tanto tiempo. La escuela era un internado que abarcaba una pequeña preparatoria y una universidad, ambas militarizadas, nuestros campus se encontraban unidos y era el de la preparatoria el que abarcaba el antiguo edificio, mas allá de un campo de usos múltiples se encontraba la universidad con sus instalaciones modernas al igual que sus dormitorios, mi primo debería estar deambulando por ahí, el ya estaba en su ultimo año. Solo había dos grupos de preparatoria de no mas de treinta alumnos, las únicas mujeres en ambos campus eran maestras y prefectas, el alumnado estaba compuesto únicamente por varones, al menos, para mi deleite uno podía escuchar de todo en esa escuela, había gente del norte, del centro, del sur, de la regiones pantanosas del golfo y también de los áridos desiertos cercanos a la caótica frontera norte.

Pasó al menos un mes, antes de que me animara a salir del campus, ya que desde el sábado en la tarde podíamos salir, siempre y cuando regresásemos el domingo en la noche, aquella primera salida, también fue la primera de Mario, como ambos vivíamos lejos, solo podíamos pasear por la capital, que se hallaba a una hora y media del colegio, era un camino interesante, primero debíamos bajar a un pueblo y de ahí tomar algún camión, pronto nos fuimos aventurando a irnos a otras ciudades que se hallaban cerca, aunque no salíamos todos los fines de semana. Me gustaba el centro del país, con sus montañas y sus bosques, sus pueblitos con iglesias barrocas y su clima mucho mas fresco que el de mi ciudad natal, creo que no haría falta decir que Mario y yo nos habíamos vuelto muy buenos amigos, siempre lo veía en sus partidos de fútbol y nos complementábamos en casi todo, el me ayudaba en matemáticas y yo le ayudaba en las materias consideradas como humanidades o letras, platicábamos, oíamos música y todo, sus amigos nos visitaban al cuarto, eran agradables también. Pronto Mario y también sus amigos descubrieron que me encantaba dormir, cuando no estudiaba o estaba con ellos, simplemente dormía, no enviaba cartas ni correos a casa, de hecho rara vez buscaba conectarme y cuando lo hacia generalmente nada mas leía los correos de mis amigos, chateaba un poco con ellos y con la misma me iba, a Mario le sorprendía la frialdad con la que lo hacia, siempre me decía: no los extrañas. Y siempre respondía que no mucho, pero la verdad, si los extrañaba a todos, a mi ex novia incluso, pero sobre todo a mi casa, extrañaba oír a mi madre tocar el piano, a mis adorados perros, a mi hermano y a mi padre con sus siempre extensos sermones, extrañaba mi ciudad, mis amigos, incluso llegué a extrañar aquel clima tropical. Todas las mañanas me parecía escuchar el canto de los canarios y cardenales que había en las terrazas de mi casa, pero siempre era el mismo truco mental al igual que lo era la sensación de baba de perro en mi mano ¡como extrañaba a esos animales!, pero todo era una ilusión.

Ignoré a Mario cuanto pude (me refiero a algo sentimental por el), pero jamás pude prescindir de el, no hubo un solo día en el que sus ojos no me atraparan, tuve tiempo de estudiarlos incluso, describirlos solamente como grises me parece absurdo, eran como si un cielo azul, tropical, pero con nubes de tormenta se hubiera resumido en aquellas pequeñas circunferencias de centro negro y liquido, eso era, sus ojos tenían rastros de azul y amarillo rodeando el iris, mientras que los perímetros eran mas grisáceos, era como si el iris fuera un sol muerto y negro, un sol eclipsado, pero que aun suelta rayos de luz a un cielo tormentoso; tampoco hubo un solo día en que no desease tocar aquel cabello, un océano bravo besado por el sol, rizos dorados, no era un amarillo desagradable, era como oro muy antiguo. Y aun así, seguía renuente a amarlo.

Más o menos para mediados de octubre ya había aceptado aquella idea, de hecho, en un partido en que jugaba Mario, mi primo me acompañaba.

Quien es tu compañero de cuarto –preguntó mi primo.

Vez al muchacho alto que esta corriendo tras el balón –dije señalando a Mario. –bueno ese es, se llama Mario y pues ha sido lo mas reconfortante en esta escuela, mas que tú. Resalté un poco esta parte para dejarle en claro a mi primo que su presencia me resultaba irritante.

Solo dime –interrogó mi primo. – ¿en que plan lo tienes?

No hay planes –respondí. No seguí escuchando lo que me decía, ni siquiera me fije en que momento se fue, continué observando el partido y mas que nada a Mario, me encantaba verlo jugar, se movía con una gracia, su trasero se movía al correr, nunca se quedaba quieto, siempre corría o trotaba, realmente dejaba todo en el campo, siempre que jugaba yo estaba ahí, sentado en las gradas, observándole, el mismo solía invitarme, solía pedirme que fuera y yo jamás rechacé una invitación. Unos días después del partido mi primo fue a avisarme sobre un problema familiar al cual no presté mayor atención, lo invité a pasar y platicó con nosotros un rato, Mario quedo sorprendido de que Roberto fuera mi primo, el era su entrenador y años atrás había sido uno de los mejores jugadores, como capitán llevo al equipo muchísimas veces a la victoria. Y por supuesto mi primo trató de aprovechar esto, cada vez que entrenaban, Mario regresaba diciendo: Roberto te manda saludos o Roberto dice que te cuide o Roberto me platicó de ti. Fue hasta cuando dije: dile a mi primo que se calle o le iré a romper las bolas a su cuarto; Que paró todo esto… Mario se asombraba por mi frialdad o por mi estupidez, ya que con su fuerza, mi primo no tendría problemas en dejarme medio muerto.

Ya para entrar en la parte "interesante", debo decir que mas o menos para principios de diciembre, ya teníamos tanta confianza que incluso nos hacíamos pajas uno casi al lado del otro mientras veíamos alguna película o revista porno que traíamos de contrabando desde la ciudad, también con las que ya de por si estaban en nuestras computadoras, de hecho era en mi computadora donde generalmente veíamos las películas, ya que la de Mario se echaba a perder a cada rato y no tenia la colección de videos que tenia la mía. Antes de proseguir quiero comentarles que me era muy difícil concentrarme en las películas, ya que obviamente Mario se hallaba a poca distancia de mi y tenia su polla entre manos, pero nunca pude verla claramente ya que siempre se cubría con una sabana y teníamos las luces apagadas, una vez que terminaba se paraba discretamente y se iba al baño a limpiarse la polla con papel higiénico, también nos contábamos las experiencias que habíamos tenido y todo, nuestra amistad había crecido significativamente y también mi confianza hacia el y hacia lo que sentía por el, ya en las ultimas semanas (en las que andábamos muy calentones), siempre que me acostaba, esperaba a que el se durmiera y tras comprobar que ya casi había caído en coma, me ponía a acariciarle el pelo y también le agarraba las nalgas (dormía de lado y dándome la espalda) con todo el cuidado que podía tener, eran nalgas atléticas, firmes pero a la vez de un tacto suave y seductor. Sabia que hacer esto era una estupidez, sabia que arriesgaba todo y hasta ese momento no imaginaba que mi amado Mario pudiera tener las mismas tendencias que yo.

Fue una tarde de los últimos días antes de salir de vacaciones de invierno, Salí un momento para ir a hablar con mi primo sobre como y cuando viajaríamos a casa, Mario me pidió prestada la portátil para que pues… se hiciera una buena paja aunque a mi me dijo que para que pudiese terminar un trabajo sin tener que ir a la biblioteca, naturalmente se la presté y me fui. Era la primera vez que visitaba a mi primo, tenia un extraordinario buen humor y cuando llegué fui bien recibido por mi primo y sus amigos, el me presento orgullosamente como su primo, tenían la música a un buen volumen y no tardaron mucho en ofrecerme un poco del ron que traían oculto entre sus cosas, tras varios tragos ya estaba abrazado de mi primo diciendo una sarta de incoherencias pero no hablando de mas, no estaba borracho aun, solo me sentía como que en un mejor ambiente, mi primo mantenía su brazo sobre mi hombro y nos pasamos varias horas así. Cuando regresé ya eran aproximadamente las ocho y media de la noche, estaba feliz por que había hecho las paces con mi primo y por que en un par de días estaría esperando el vuelo que me llevaría a casa, cuando llegué Mario estaba aun en el ordenador, sacó discretamente su mano debajo de la mesa (se la estaba jugando), me dedico una sonrisa y me preguntó por que estaba tan feliz, se levanto cuando aun se le notaba un poco la erección y se acerco hacia mí, haciendo como si me revisara la temperatura, checando mis ojos y mi aliento, se dio cuenta de que había tomado y me llamo borracho, le dije que todo era culpa de los de la universidad y que ya había hecho las paces con mi primo. Mario se quedó extrañado.

Tenían problemas –preguntó. –el siempre decía maravillas de ti.

Había hablado de más, pero era algo fácilmente remediable.

Lo aprecio como no tienes idea –le dije. –solo que siempre nos hemos llevado así, ambos parecemos niños de cinco años peleándose por la ultima galleta.

No pareció del todo convencido, hizo un extraño sonido y se fue al baño, Mario estaba pensativo, se le notaba por que arqueaba ligeramente esas cejas doradas, ¡como iba a extrañar a mi amigo en este periodo vacacional!, no sé con que sustituiría sus rizos solares y sus ojos magníficos, sería el colmo que mi mente me empezara a jugar bromas estando en casa. En cuanto escuche la regadera, decidí ir a ver un poco de mi porno especial, aquella que se encontraba guardada en una carpeta demasiado oculta, era porno gay, cuando abrí la computadora, aparecieron varias ventanas abiertas, el procesador de texto, una pagina de Internet que tenia información sobre psicología, el reproductor de música con la canción de "paradise city" pausada y una maldita ventana que no debía estar abierta, era la carpeta oculta llamada "things" ahí estaban mis videos prohibidos, los de contenido explícitamente gay, ¡Mario los había visto!, ahogué un grito, mi corazón empezó a palpitar con mas fuerza, pensé en mil excusas, las cuales resultaban cada una mas estúpida que la anterior ¿Cómo había sido tan descuidado? ¿Por qué siempre subestimo las capacidades de las otras personas?, todo mi cuerpo me temblaba. Calma –pensé. –no creo que me vaya a odiar por un poco de porno gay. Volví a cerrar la computadora portátil y me dirigí a la ventana del estudio, observando los jardines con sus setos y su pasto siempre verde, intentaba calmarme pero no podía, seguía creando excusas, era la primera vez que me pasaba algo así, afuera el viento era frió y caía un poco de aguanieve ya que estábamos a considerable altitud, caminaba en círculos, pensando en que hacer, en que decir; ya me había comido todas las uñas de mi mano izquierda y proseguiría con las de la derecha. Pronto dejé de oír la regadera, Mario estaba por salir, crucé mis brazos y me quede contemplando el paisaje, esperando el momento en que finalmente saliera, pasaron a lo mucho cinco minutos hasta que la puerta del baño se abrió dejando salir bastante vapor, Mario salió, con su ropa en un brazo, llevaba una camiseta de algodón blanca y un short de la misma tela solo que rojo, su cabello estaba mojado y se veía un poco mas oscuro, su piel clara resaltaba entre la oscuridad del cuarto y sus ojos parecían fuego azul, ya saben, aquel que es mas fuerte, su cadena de hilo negro con un cruz de plata (que nunca se quitaba) le daba un toque ligeramente surrealista, una belleza que parecía empezar a arder, no dije nada, mi razón aun se encontraba buscando desesperadamente las palabras adecuadas, parecía un niño asustado. Mario fue quien habló.

Alguna vez te ha gustado un chico –me preguntó, mientras me estudiaba con su mirada.

No –respondí evasivamente. – ¿Por qué lo preguntas? ¿A ti sí?

Es que vi unas cositas en tu computadora –dijo acercándose a mi.

Me quede sin habla, el parecía impaciente por una respuesta, parecía estar decepcionado de mi, puso sus manos en sus caderas y me miro fijamente. Ojos de fuego.

Hay una explicación –dije algo nervioso. Lo que pasa es que…

La única explicación –interrumpió alzando un poco la voz. –es que te gustan los hombres, no tienes que decir otras excusas.

No le estaba mirando, mi visión permanecía en la ventana.

Si, así es –le dije. –soy bisexual y así como me gustan las tipas, también le voy a los cabrones…

Hubo un silencio incomodo, largo y doloroso como nunca había vivido antes.

Ya lo sabes –dije rompiendo el silencio y con voz suave. –ve y dilo a todo el mundo, a esta escuela le hace falta su puto oficial…

No pienso hacer eso –dijo en un tono cariñoso y comprensivo –y tú no eres un puto como los que salen en la TV, no eres afeminado ni te rasuras las piernas ni…

No es lo que parezca –dije. Es el hecho en sí, no puedes evitar que yo…

¿Te gusto? –interrumpió Mario levantando cuidadosamente mi cabeza que se encontraba gacha, como mirando la duela de madera del estudio.

Otro silencio, no peor que el anterior pero igual de incomodo. Cómo decirle a Mario que no me gustaba, que lo amaba, que amaba esas lunas que tenia por ojos, que amaba ese sol que tenia por cabello, que amaba su voz, su piel con pecas y lunares, como decirle que a mi parecer su cuerpo era digno de un ángel o que me recordaba a aquellas esculturas romanas, mientras que sus labios rosados parecían el mas grande ardid jamás conjurado por el diablo, eran tentación por donde se vieran, ¿acaso debía enumerar todas las noches que pase pensando en el, en mi adorado Mario?

¿Te gusto? –insistió.

No creo que ganes nada con saberlo –dije. –solo podrías llegar a sentirte incomodo.

Eso significa que… –dijo Mario.

Asentí con la cabeza.

Durante un breve instante, mi mente quedo en blanco y así hubiera permanecido un buen rato más de no ser por que todo empezó a darse. Mario se situaba atrás mío, era un abrazo, sus manos grandes como las de un oso empezaron a rodearme mientras que el calor de su pecho comenzó a sentirse en mi espalda. Ya conocía ese abrazo, lo había visto una noche en que habíamos encontrado grata compañía femenina en una ciudad cercana. Y ahora, lo estaba sintiendo, no era un truco de mi mente, Mario estaba atrás de mi, su calor llenaba ahora todo mi cuerpo, su olor deleitaba mis sentidos, recién había salido de la ducha y los perfumes se juntaban con su ya agradable olor corporal.

¿También a ti te gustan los hombres? –pregunté en un tono suave.

Pues lo que he visto en tu computadora me ha dejado con ganas –dijo.

Supongo entonces que nada mas apagaré tus calenturas –dije intentando desasirme con delicadeza. – ¿no es así?

No, si te quiero, solo que… ya sabes… es difícil –dijo Mario sujetándome con mas fuerza y recostando su cabeza en mi hombro izquierdo.

Cometes un error –le dije.

Solo déjame mostrarte –me pidió. Su voz fue tan hermosa, tan modulada, era el tono adecuado, el calor de su abrazo… no pude sino dejarme llevar. Caía de nuevo.

Apagamos las luces, y el me guió hasta el dormitorio, me sentó en su cama que era la que daba hacia la ventana, y mientras yo me quitaba los zapatos y calcetines el corrió las cortinas, se acerco a mí, por un instante nos miramos, aun no comprendía lo que estaba pasando, me levantó, me quitó mi sudadera con todo y la camisa y me besó la frente, sentí como sus manos pasaban por mi espalda, tan grandes y calidas, era sorprendente que aquellas manos que podrían tirarme fácilmente varios dientes de un solo golpe pudieran acariciarme de aquella manera, el tacto era áspero, pero los movimientos eran los mas cuidadosos que hubiera sentido o visto jamás, solo por esto hubiera valido la pena todo lo hecho, todo lo arriesgado, dediqué mis manos a quitarle la camiseta, el se sintió feliz de que fuera agarrando confianza, pude ver su pecho desnudo muy de cerca, esas tetillas rosadas y varoniles en aquel pecho liso pringado de lunares, parecía como un mapa del cielo, me acomodé en su pecho mientras el fue bajando lentamente mis pantalones hasta dejármelos en los tobillos, me volvía a abrazar, me besaba la parte trasera de las mejillas y de vez en cuando me susurraba muy bajito y muy dulcemente que me quería. Parecía un sueño, pero no lo era.

Le quité lo que le quedaba de ropa, pude ver por fin y con toda calma aquel miembro, era grande, ya estaba erecto, Mario volvió a poner sus manos en sus caderas, miro a su pene y después me miro a mi, se veía feliz de que estuviésemos así y orgulloso de la expresión que me había causado semejante trozo de carne, era mas o menos del tamaño del de mi primo, mi apetito que pensé había muerto hacía meses, me gritaba ahora que me metiese eso a la boca, quería sentir su sabor, su calor; pero cuando hice por tomarlo, Mario me detuvo la mano, indicó mi bóxer con su mirada, y al instante sus manos empezaron a bajármelo, entonces Mario se pego contra mi y nuestros miembros chocaron, acaricio mis nalgas, no las soltó durante un buen tiempo, las apretaba, las pellizcaba y también metía sus dedos en mi raja. Poco a poco, entre caricias, besos y cariños nos fuimos acostando en su cama, las camas eran pequeñas y muy incomodas para este tipo de acto, así que tuvimos que pasar por varias posiciones antes de encontrar la mas cómoda, finalmente Mario quedo encima mío apoyándose sobre mi cuerpo y en sus codos los cuales se clavaban en la cama dejando que sus brazos pasasen por debajo de los míos de una forma en la que parecíamos íntimamente enredados y sus manos podían acariciar mi cabeza.

Estando encima mío Mario hacía toda clase de movimiento, arqueaba su espalda, dejaba todo su peso sobre mi, apretaba sus piernas y muchos otros difíciles de detallar. Yo en cambio, apretaba las nalgas para poder elevar mis caderas y completar los movimientos de Mario, sin embargo dedicaba mi mayor esfuerzo a acariciarle la espalda, hacía como el había hecho y agregaba un sin fin de movimientos nuevos, lo tocaba con la gracia y pasión con la que un músico toca su instrumento, pasé por la hendidura de su columna que terminaba en su cola, le toque las nalgas, firmes pero como cubiertas por terciopelo, si hubiera un sonido por cada contacto, Mario y yo habríamos hecho la mas grande sinfonía nunca escuchada, no por que fuésemos maestros en el arte del erotismo, sino por que lo hacíamos con una entrega total, con pasión, con amor, eran los sentimientos los que movían nuestras manos, no nuestra calentura. Y por esto, por esta entrega, cuando Mario insinuó que quería pasar a cosas mas profundas, yo no me opuse, coopere en todo lo que pude.

Tal y como Mario me indico, apoyé mis rodillas en la cama y mis brazos en la pared forrada de madera que simulaba una cabecera, mis piernas estaban bastante separadas, pero no exageradamente, era una posición natural, Mario me observaba. Como si fuese lo mas normal sobre este planeta, Mario fue bajando su cabeza hasta llegar a mis nalgas, las palpo tiernamente con sus manos y las fue abriendo con sus largos pero fuertes dedos, paso su lengua, desde la parte baja de mi espalda, hasta el nacimiento de mi culo, donde se esmero aun mas, quise gritar, pero no pude, la sensación de su calida y húmeda lengua en lo mas intimo de mi me producía fuertes escalofríos, era como si todos mis impulsos nerviosos emprendieran un carrera y chocaran torpemente en algún lugar de mi espalda. Una vez listo el preparativo, Mario apoyo fuertemente sus rodillas en la cama, entre mis piernas, parecía que absolutamente nada pudiera moverlo de ahí, lentamente fue acomodando aquella lanza de carne, algo babosa y muy caliente, presionó un poco, lo cual causo otro choque de sensaciones, siguió presionando hasta que finalmente su cabeza se encontró totalmente en mi interior, todo seria mas fácil ahora, no tuve que hacer mas que aguantar la habitual sensación de presión, Mario estaba llenando mis entrañas, no hacia ruido alguno y yo tampoco, ya que temía que el sonido de mis emociones llegara a prefectura (que se encontraba bastante cerca), finalmente sentí como las caderas de Mario se pegaban a las mías, ya había metido todo.

¿Estás bien? –me preguntó en un tono entre preocupado y protector.

Contigo estoy bien –le respondí afectivamente.

Mario sonrió y pasó sus manos por todo mi pecho, reparando en mis tetillas y en mí estomago también, siguió bajando, paso por mi miembro que se encontraba por estallar y siguió bajando hasta llegar al punto en que nuestro cuerpos se volvían uno, palpo la unión, como si quisiese comprobar que la tenia bien clavada dentro de mi.

Voy a empezar –me susurró al oído.

Al instante, los movimientos empezaron a hacerse, lo que todos ustedes conocen, el clásico vaivén, solo que, al menos a mi parecer, Mario le daba cierta elegancia al acto, lo hacia algo parsimonioso, parecía mas bien un vals o bien, el ritmo que tienen las olas al tocar la costa, Mario no hacia ningún ruido, solo su respiración se agitaba en mi oído izquierdo, yo tampoco gemía, Solo respiraba con fuerza y aguantaba los embates de Mario, las presiones y las cosquillas proporcionadas por el acto eran magnificas, pero también tenían una gran importancia para mi un sin fin de cosas, el hecho psicológico de estar siendo poseído por Mario, la sensación de sus enormes manos recorriendo mi cuerpo, nuestros alientos mezclados, el calor de su cuerpo; todo esto me hacia quererle mas, lo que pasaba entre mis nalgas no hubiera tenido mayor sentido sin todo lo demás. La total oscuridad de los dormitorios me permitía concentrarme mas en todo esto, no veíamos nada, solo sentíamos, el mundo entero parecía haberse detenido, cuando regresé a la realidad simple del acto, Mario ya estaba con movimientos mas acelerados y fuertes, me embestía con vehemencia, de su boca salían algunos muy débiles gemidos y su pecho empezaba a humedecerse, así se mantuvo un rato, regalándome aquel contacto mas fuerte, hasta que finalmente quedo prendido a mi, sus dedos se clavaron en mi pecho y pude notar claramente como ahogaba un fuerte gemido en su garganta, se había aferrado a mi y ahora lentamente empezaba a soltarse, la sacó cuidadosamente, y con sus manos en mi cintura, me guió hacia la ventana, me besó en el cuello y abrió ligeramente las cortinas. El abrazo prosiguió. Y así entre el calor del cuerpo de Mario y el leve mareo emocional, contemplé como los setos ya quedaban cubiertos por una fina capa de aguanieve, el sabía que era algo a lo que yo no estaba acostumbrado.

Por hoy es suficiente –dijo con voz calmada. –espero no haberte decepcionado.

Mañana despertarás y verás lo que has hecho –le dije.

Apretó mis manos y fue al baño, yo me quede contemplando la noche, en dos días estaría partiendo a un lugar muy diferente a este. Ahora sabía que extrañaría mucho a Mario y más aun cuando este salió del baño y me dijo: ya esta saliendo el agua caliente, ve a bañarte. Me pareció un gesto bonito, cuando Salí el ya estaba dormido como un bebé en su cama, me acerque y acaricie su cabello.

Olas de fuego –susurré. –Desearía ahogarme en ellas.

Me acosté a dormir, conciente de que no seria fácil, mi conciencia empezaría a reclamarme pronto, diciéndome: ¿no que pasaría mucho tiempo antes de que…? ¿No que ya no querías nada con…? por suerte no fue mucha tortura y pude dormir.

No fue el frío matutino lo que me despertó, ni mi alarma, ni un mal sueño; fue Mario, quien me agitó suavemente y me besó en la frente, se estaba vistiendo, al parecer me quede dormido, tan rápido como pude me puse el uniforme militar que nos hacían usar y bajamos juntos al comedor, nadie parecía siquiera imaginar, la felicidad de la que éramos victimas, así fue pasando el día mas largo que había podido recordar; mi fascinación por el crecía con cada hora, minuto y segundo que pasaban, hasta sus poses mas comunes me resultaban hermosas, es decir, el hecho de que estuviera sentado medio caído en su silla con sus largas y fuertes piernas extendidas y abiertas, una mano sobre su estomago y la otra apoyada en la paleta de la silla con la uña de su pulgar entre los dientes me resultaba muy excitante y estético pese a que el había estado así unas mil veces en lo que iba del año y yo nunca me hubiera percatado de eso. Ya en las últimas horas, sentía que quería abrazarlo, que quería recostarlo en mis piernas y jugar con su cabello, quería volver a sentir su calor. Jugamos básquet con nuestro grupito de amigos, tenias ropas deportivas abrigadoras y el piso estaba resbaloso, en todo el partido no pude hacer gran cosa (soy algo bueno en ese deporte) ya que estaba discreta e indiscretamente viendo a Mario, si no babee fue por que aun conservaba algo de cordura, una vez que terminamos nos dirigimos a nuestras habitaciones, ya ahí cada quien se baño y nos sentamos a hablar de una manera un tanto seria, afuera el cielo estaba gris, hoy volvería a ser una noche fría.

Que te pareció lo de ayer –pregunto Mario seriamente.

La verdad estuvo genial –dije. –no solo lo digo por lo que hicimos, sino por todo lo que significas ahora para mi.

En serio –preguntó Mario.

Si –dije. –solo que debo decirte algo.

Mario se acerco a mí en un gesto de interés y de cariño, estábamos en la mesa del estudio sentados en ángulo, sus ojos parecían reflejar toda la luz del cuarto.

No sé exactamente lo que soy, solo se que los hombres también me ponen caliente –dije mientras Mario sonreía por lo ultimo. – y además de ti, ya ha habido otro antes, de hecho lo conoces, es mi primo.

Mario pensó un momento en todo lo dicho, a primera impresión no parecía molestarle, pero si parecía estarlo asimilando con algo de esfuerzo.

Eso explica muchas cosas –me dijo. – ¿pero tu lo consentiste?

Si –dije. –yo lo quería tan fuertemente como ahora te quiero a ti. Una vez dicho esto, le conté grosso modo como había ocurrido todo, e incluso un poco de cómo había terminado todo, mi narración fue un poco más breve de lo que ya les he contado antes. Mario no parecía para nada molesto, ni siquiera se le notaba confundido o preocupado, solo me escuchaba con interés y se reía de uno que otro comentario.

Es que el es muy lindo también, en varias cosas se parecen –me dijo. –no te culpo por haber caído, ustedes son bastante apuestos y cercanos, pero dime…

Si Mario –interrumpí, como si leyera sus pensamientos –tu eres ahora mas importante, el es mi primo y siempre lo será, pero tu eres todo, ¿acaso no lo notaste?

Notar que –preguntó Mario.

Que hoy te estuve mirando todo el día –dije. –todo el bendito día no hice mas que pensar en ti, cuando me hablabas yo estaba muy perdido en tus ojos como para prestarte realmente atención, reparaba en cada detalle tuyo, hasta el mas tonto que te puedas imaginar, hoy has sido mas importante que el sol, que las clases, que el viento y el frío y sin duda serás mas importante que la luna y su corte de estrellas.

Cada vez que dices algo así, me haces quererte más –dijo e hizo un breve silencio. –entonces… ¿vamos a hacer algo mas hoy?

Fue entonces que yo le tome de la mano y lo llevé hasta el dormitorio, una vez ahí no pude resistirme más y lo abracé, volví a sentir ese calor, el calor de su cuerpo joven y fuerte que sin embargo parecía tener un corazón un tanto más viejo. Sus manos acariciaban mi cabello y el disfrutaba de su olor, ese calor y ese tacto se habían vuelto mi obsesión. Aquel abrazo pudo haber durado horas, pero finalmente la carne también es fuerte, así que tras un tiempo empecé a desvestirlo, todo ese recorrido de nuevo: pecho que parece un mapa estelar, piernas levemente cubiertas por vellos rubios, pies y manos grandes y finalmente aquel miembro que lo marca indiscutiblemente como hombre, aquella pálida mole que empezaba a inyectarse con sangre, en pocos segundo quedaba lista para lo que fuese, no pude resistirla como tampoco pude resistir las tetillas y los vellitos dorados, mi boca recorrió todo su cuerpo. Entre besos y lengüetazos bajé desde el cuello hasta las pantorrillas, para después quedarme buen tiempo en aquella belleza fálica, como me encantó su olor, como amé sus sabor, solo hice lo que mi impulsivo libido ordenaba, Mario poco a poco abandonaba el silencio, me pedía mas y mas, yo solo disfrutaba de la gamma de sensaciones que me ofrecía la acción. Mi lengua y mis labios disfrutaban de sus formas y sabores, mientras que mis manos sobaban sus nalgas y mi nariz se llenaba con los aromas de Mario, aroma de hombre y de ángel a la vez. El me avisó que se correría, pero eso no me importó y seguí hasta que finalmente sentí aquel liquido en mi boca, al parecer a Mario le había gustado mucho ya que había soltado una gran cantidad de leche y me había querido insertar toda su verga en aquel ultimo momento, supongo que por reflejo, esto ultimo hizo que me atragantara un poco, pero igual y tragué aquel delicioso néctar, hecho de Mario y por Mario.

Seguimos abrazándonos y sobándonos y jugando por un rato, finalmente termine sentado en el piso apoyando mi espalda en su cama y con el acariciándome el cabello desde ella, platicamos por horas hasta que tuvimos que empacar mas o menos a la una de la madrugada.

Una vez que amaneció, me despedí de él, yo partiría temprano con mi primo mientras que el se iría un poco mas tarde. Ya estando en el avión, abrí la ventanilla para despedirme temporalmente de aquella enorme ciudad. Me abroché el cinturón de seguridad y ya que despegamos mire a mi primo.

Pasó –le dije.

Ah si, cuéntame –dijo mi primo.

Le conté más o menos como había sido todo y le confesé que aunque no quería amarlo, lo amaba.

Yo también te tengo una sorpresa –me dijo. Pienso casarme en el verano.

El también me contó todo, era el primero a quien se lo decía, le dije que tenía mi apoyo (aunque realmente no era así) y que ignorase todo lo negativo que la familia pudiera decirle.

Llegamos. Mi ciudad, mi amada y blanca ciudad, de edificios pétreos, de abundantes árboles que formaban arcos en las avenidas y que por esta temporada se veían algo tristes, jamás extrañe tanto aquel calor tropical; cuando llegué a mi casa, toda la familia estaba ahí, esperándonos, ahí nos recibirían, por que además de todo, mi cumpleaños había sido unos días atrás. Cuando abrí la puerta los dos perros se me echaron encima, de no ser por que Roberto estaba atrás de mi, ellos me hubieran derribado, con sus patas casi en mis hombros, me llenaron el rostro con baba, estaban felices de verme, mi hermanito se acercó y me abrazó, mis padres también al igual que los tíos. Nos recibieron con una gran comida y mi pastel de cumpleaños atrasado.

Pese a todo lo que me rodeaba, no pude evitar extrañar a Mario.

(9,50)