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El negro

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Les diré que tal vez porque me encontraba embarazada de mi primer bebé, conocí a un negrote enorme que fue lo más caliente que me ha ocurrido, y vean por qué.

En aquel tiempo me fui a aliviar de mi embarazo a la ciudad de Fort Worth, Texas, había llegado al hospital el día en que me habían programado, muy temprano por la mañana, pero debido a complicaciones que no vienen al caso comentarles, me dejaron hospitalizada por dos días, antes de que diera a luz. Entonces me habían designado a una asistente mujer, que desde que nos vimos, nos caímos mal mutuamente. Ella era una señora gorda, güera, como de 50 años, demasiado déspota y racista creo yo, porque de inmediato se notó su mala cara al atenderme por primera y única ocasión.

Entonces solicité que me cambiaran de enfermera, pero al ser un hospital de gobierno, me indicaron que aparte de la señora gorda, había un varón, pero era tanto mi malestar con la señora, que sin ver más allá, acepté al asistente masculino, sin saber que se me avecinaba algo excitante.

Resultó ser un tremendo negrote de unos 1.85m de estatura, y como de unas 110k de peso, medio panzón pero con unos bíceps gigantescos, que lucía muy bien con sus playeras pegaditas. Desde que lo vi me sentí atraída sexualmente por él, pues, a pesar de sus 50 años, conservaba su sex appeal muy bien. Rápidamente nos entendimos, y hasta le pedí que me visitara frecuentemente, pues no tenía a alguien con quien platicar y solamente lo conocía a él.

Llegó por la noche a ayudarme a darme mi baño nocturno y me ayudó a desnudarme por completo; y al ver mi tremendo trasero y mis piernas aumentadas al doble por el estado en que me encontraba, sentí que le gusté y me veía insistentemente pero de reojo. Cuando vio mis tetotas de aureolas oscuras y a punto de estallar de leche, su mirada brillaba. Así, comencé a bañarme de pie en la tina y estaba él a un ladito de mí, a la expectativa por si llegaba a resbalar. Luego le pedí que me tallara la espalda con la esponja y después las nalgas, pues yo no podía flexionarme demasiado y eso me impedía enjabonarme esas zonas.

Cuando terminé de ducharme, vi su verga bien parada a través del pantalón y le pregunté que si le gustaba cómo me veía; él con cierto temor, lo afirmó, explicándome que no podía intimar con las pacientes en ese tipo de pláticas, pues estaba en riesgo su empleo y hasta su libertad. Esa noche me masturbé muy rico, pensando en él y en lo tremendo que debía ser para coger, con la enorme verga que se le abultaba. Déjenme decirles que alguna ocasión fantaseé con un negro y éste me parecía el adecuado. Estallé en varios y deliciosos orgasmos que tuve que callar con la almohada, pues me encontraba en un hospital, solamente mi pantaleta y mi bata fueron testigos de aquellos torrentes de miel que derramé fantaseando con el negro.

A la mañana siguiente, desperté con los vellos de la pucha pegados y tiesos, por tanta miel que derramé. Me tocaba mi ducha matutina y le platiqué al negrito lo que había hecho en la noche, mostrándole mis vellos todos enmarañados; él solo sonrió, luego le volví a pedir que me ayudara a desnudarme y a bañarme; esta vez, mi comportamiento fue más sexy, casi insinuándole que me manoseara, hasta que de plano, le pedí que me dejara tocarle la verga por encima del pantalón; él me dijo que sí, pero si le prometía no decir una sola palabra entonces me permitiría hacerlo.

Se la toqué y sentí los bordes de su cabezota y lo caliente de su tronco, luego le dije que me la mostrara y se la sacara del pantalón; me dijo que me diera prisa pues alguien podría vernos. Entonces se subió a la taza del baño y se bajó el pantalón y después el calzoncillo, brotando una prieta boa con una cabezota morada, ¡qué ricura de verga!... Se la toqué con una mano y sentí su grosor, mientras que con la otra mano, le toqué sus duros y grandes huevotes, como aguacates y de inmediato me llevé la cabezona a la boca, succionándola y chupando lo más enérgicamente posible, para sacarle todo lo que pudiera en el menor tiempo posible.

Me metí dentro de la boca todo lo que pude, aspirando el aroma de sus ralos vellitos, mezclados con la loción corporal que traía y percibí el olor a CalvinKlein, que me enloquece y más todavía, revuelto con el olor a verga limpia. Él se desconcentró al escuchar que lo llamaban por el sonido local y sacando su intercomunicador, respondió al llamado mientras yo intentaba que su garrote no se le aguadara, mamándosela lo más rico posible. Entonces me dijo que requerían de su presencia, por lo que debíamos terminar rápido…

Me metí a la tina de baño para asearme y le pedí que me clavara la verga, así que me puse de pie, esperando la arremetida por detrás; no lo hizo, pues me dijo que no podría por los asuntos que ya me había explicado y no quería tener ningún problema, por lo cual nada más me la talló su macana en medio de las nalgas, me cabeceó el culo y me la talló también en medio de mi pepa, pero no me penetró. Yo le pedí que se concentrara de nuevo para que, cuando menos me aventara su leche y así lo hizo, al cabo de unos poco minutitos, su gran verga creció aún más, ¡se inflamó!, sus venas saltaron y escupió un chorrote espeso que atrapé con mi lengua y traté de engullirlo, pero me dio asco y sólo lo dejé en mi boca. Lo diluí con mi saliva y después lo escupí, le mamé la cabeza y le metí mi lengua en el hoyito de mear, para no dejar rastro de semen. Luego acabé de bañarme y él salió de la habitación.

La noche de ese día, le pedí que me volviera a regar con su esperma y me complació, pero al día siguiente me alivié de mi bebé y ya no fue posible cometer otra travesura igual, al menos por esos momentos, pero mi fantasía de encontrar a otro negro como ese sigue vigente, lástima que en mi ciudad es difícil encontrar hombres así.

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