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05.1 Siempre amigos

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El nerviosismo se está instaurando en la empresa,  jamás pensé que yo pudiera ser tan importante, mi jefe ha venido al menos tres veces a la depuradora, también me ha llamado mi compañero que ahora está de vacaciones para informarse un poco, sabe que cuando yo marche tendrá que hacerse cargo del funcionamiento del proceso y también me dice que vendrá a despedirse un día de estos.

En la reunión de trabajo que mantuvimos el miércoles, quedó claro que aún quedan más de tres meses de pruebas antes de darle  el visto bueno y entregarla al cliente.

En una de sus visitas mi jefe me pregunta sobre lo que hago yo aquí,  no digo nada, sonrío, pongo cara de bobo y espero a que él mismo se responda, no creo que desconozca la labor de un ingeniero de proceso en el departamente que él dirige.

Van a enviar una persona, el lunes de la semana que viene, para que le enseñe lo que yo hago y que luego, mi compañero le guiará a distancia. Quiere que en una semana le enseñe todo el proceso, las distintas pruebas que siguen dando fallidos, mi trabajo personal en el laboratorio, y la supervisión de lo que realizan los operarios que allí están. Continúo abriendo mis ojos asombrado.

El jueves estaba citado en las oficinas centrales, me remitieron un cuestionario que debía rellenar, empleé tres horas de mi tiempo para cumplimentarlo, piden mi opinión, que no les interesa en absoluto, debo escribir mis percepciones, lo que yo mejoraría y otras cosas que estaría muy bien si luego no fuera tirado a la papelera.

En un acto de rebeldía exagerado, me presento en las oficinas con mi ropa de trabajo de la depuradora, podría haberme cambiado pero, son tan finos y estirados que decido mostrarme en las ropas de un simple operario.

Hay jóvenes que comenzaron a trabajar en los mismos días en que yo inicié mi actividad,  alguno de ellos son guapos, a dos de esos chicos les he sorprendido mirándome, pero nunca se han acercado para hablar conmigo salvo en lo profesional, mi aspecto de adolescente inocente, cándido y delicado atrae a algunos chicos y mayores como si fuera un imán.

En recepción tengo que preguntar por la persona que busco. Nuestras oficinas se componen de un complejo de edificios de dos o tres alturas, unidos unos a otros por pasillos cubiertos y paredes de cristal.

La persona con la que debo estar trabaja en otro edificio, la recepcionista que me conoce, mira mi uniforme y se sonríe, estuve aquí hace un tiempo, vestido de la misma forma para retirar un coche que me habían destinado, me indica el edificio al que tengo que ir, las miradas despectivas que recibo de algunas personas consiguen que sonría contento, me encanta causar escándalo por tonterías.

La sénior que me recibe es una mujer de unos 50 años, elegante, con gafas enmarcadas en montura de color malva, me está esperando y se levanta de su mesa para estrechar mi mano, me mira, creo que divertida de mi atuendo y me ofrece que me siente.

Encima de su mesa tiene desplegado el cuestionario que rellené. Después de un cúmulo de cortesías se centra en los papeles, dice que lo ha leído todo, que lo ve muy bien descrito, que según su entender y lo que deduce del mismo, ha sacado sus conclusiones.

Todas esas horas han servido para que ella al final concluya con lo que le interesa:

“Necesitamos tener más contacto con los empleados, una colaboración más estrecha entre departamentos,  según la persona que nos deja”

Esa persona soy yo.

Estoy con mi sonrisa de oreja a oreja cuando pide mi aprobación. La buena señora no ha leído lo que he escrito, ni tiene interés en ello.

Después comienza a preguntarme sobre mi jefe, preguntas sugerentes: que si habré aprendido mucho con él, que mi jefe es muy eficiente, que ella estuvo una temporada trabajando a sus órdenes y conseguía milagros y así durante un cuarto de hora hablando.

Y yo dando las respuestas que quiere escuchar.

-Sí, sí, es un jefe extraordinario. Le estoy muy agradecido. El tiempo que he permanecido con él ha sido un prodigio que le tendré que agradecer mientras viva.

Y continúo con mi enorme sonrisa, para que vea que voy al dentista todos los años para hacerme la revisión preceptiva.

Todo ello hipocresía por las dos partes. Siento aversión de mi mismo pero…, ¿qué puedo hacer?

Nos despedimos como si fuéramos amigos de toda la vida, sale de detrás de su mesa para regalarme un beso en el aire y decirme que allí está para lo que desee y yo le digo lo mismo. Es infame como nos comportamos a veces por educación.

Vuelvo a mi edificio de trabajo, es una planta toda abierta, separados los distintos departamentos por unas mamparas movibles, hay dos o tres compañeros que se levantan para ir a despedirme, hablar y enterarse de la empresa a donde marcho y desearme suerte, algún otro me hace un gesto de saludo con su mano, y la mayoría no levantan sus cabezas y llego a la zona de ingeniería química y aguas.

Mi compañera la negrita está en su mesa, no se mueve y aparenta no haberse percatado de mi presencia, al cabo de un rato se acerca a mi puesto de trabajo de donde recojo un cuaderno y la correspondencia personal de  la asociación de ingenieros. Le pregunto qué vamos a hacer con nuestras carpetas de archivo que contienen los trabajos que hemos realizado. Ella los va a dejarlas allí sin preocuparse, yo decido hacer lo mismo. No hay nadie del departamento que se interese, ni mi jefe, ni su segundo, todo muy desangelado, muy triste y muy penoso.

Me pregunta sobre la empresa a la que voy a ir a trabajar, se lo comento dándole algunos detalles, ella me dice que marcha a Florencia, Italia, pero no dice que es lo que va a hacer allí, ya ni me importa, mañana viernes es su último día.

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El viernes me levanto esperanzado, llega el fin de semana, y al menos, descansaré de tanta tensión y estrés, más que del trabajo realizado.

Primera reunión de trabajo, el director general de la planta pretende cargar sobre mí la responsabilidad que no me corresponde, no escucho más que quejas de que se quedan sin responsable en el control de proceso.

Estoy a punto de ofrecerme  para quedarme una semana más, pero es un tema que a mí no me compete decidir, lo debe resolver mi empresa y en primer lugar mi jefe.

Cuando salgo de la reunión me encuentro en mi sala a mi compañero, el que ha estado un año conmigo, la persona que más me ha ayudado en la empresa, está disfrutando de sus vacaciones y ha venido a despedirse de mí, la semana próxima estará fuera, sale de viaje con su mujer y su hija. Me trae una postal de despedida, las lágrimas me resbalan por la cara, tengo que retirar mis gafas que se están empañando.

Ha estado hablando con el resto del personal, aunque son de otras empresas han acordado ir a comer fuera el próximo jueves, una comida ligera porque luego hay que volver a trabajar, él no podrá acudir.

Al mediodía me llega la gran noticia de la nueva empresa, no concretan mucho pero han aceptado mi propuesta y mi destino, durante 12 meses será Francia, cerca del paso de Calais y de la frontera con  Bélgica, arriba de la Normandía con los enormes cementerios nacidos del desembarco de la Segunda Guerra Mundial.

Ahora debo proponerles la fecha de comienzo, comprendida en la horquilla del 1 a 15 de Septiembre. Voy a comenzar a hacerme a la idea, comentarlo con Nico y que me acoja en sus brazos, le necesito muchísimo ante tanto acontecimiento.

Durante el viaje mi cabeza está ya en Francia. Se lo he comunicado a mis padres y he quitado el peso de mis espaldas para trasladarlo a las de ellos, sé que se van a desvivir por intentar localizar lo mejor para mi, quiero liberarme de estos pensamientos y vivir solamente la felicidad de las horas próximas venideras.

Cuando llega el tren a la estación de Londres, llamo a Nico para decirle que estoy en la ciudad, que me dispongo a coger un taxi y llegaré en media hora más o menos.

-Te quiero, espérame en la calle por favor, quiero besarte antes de encontrarme con ellos, no voy a decirle que desearía besarle en todo momento.

-Estaré esperándote, la media hora me parecerá un siglo, yo también quiero besarte y abrazarte.

Sus palabras generan cosquillas en mi bajo vientre, me doy cuenta de que el chófer está esperando que le indique la dirección a donde debe llevarme. Dentro de poco voy a dormirme en la calle, pensando en él, soñándole.

Será que el chofer ha adivinado mis prisas o porque él las tiene también, pero el trayecto se me hace corto. Como confiaba, Nico está parado delante de las jardineras que adornan la entrada del edificio, es una casa muy lujosa donde viven mis amigos, por primera vez voy a pasar una noche con ellos después de dos años.

Primero pago la carrera al taxista y cuando desciendo Nico sostiene la puerta, nos abrazamos  e intercambiamos un breve beso que hubiera deseado eterno, recogemos mi maleta y despedimos al chofer que, sonriente nos contempla.

Ahora sí, sin nadie que nos espere me abrazo a su cintura para notar su calor y así permanecemos un momento, luego elevo el rostro buscando sus labios. Ha bajado vestido simplemente con una camisa y hace un ligero y frío viento.

-¿Cómo ha ido el viaje?, -hace la pregunta cogiendo mi maleta y arrastrándola tras él.

-Un poco pesado y largo.  –le contesto siguiendo sus pasos.

-Debías probar a venir en un vuelo, emplearías menos tiempo.  –pasa su mano por mis hombros mientras me orienta hacia el lugar donde están los ascensores.

-No te lo creas, tendría tiempos de espera y al final resultaría lo mismo, no lo veo ventajoso.

El ascensor sube rápido, estoy nervioso y me sudan las palmas de las manos, nos esperan Gonzalo y Ál. Se acercan hacia nosotros, primero Ál me abraza y me besa, luego Gonzalo que me abraza solamente y acaricia mi espalda con sus manos.

 Forman una estupenda pareja, están tan guapos como siempre, Ál más elegante, ha dejado aquel look descuidado que tenía antes.  Al traspasar la puerta una chica se lanza en mis brazos, María con sus veintidós años, se ha cortado el pelo, no para de abrazarme y detrás de ella está Raúl que se une al abrazo de tres. Hacía más de seis meses que no les veía, desde Navidad que fui a visitar a mis padres, María llora y ríe, yo río y lloro.

Luego Nico me lleva a la habitación que nos habían destinado, como suponía Ál está pendiente de todo, una grandiosa habitación, más amplia aún que la que tiene Nico en Bristol, con lo que preciso yo de ese espacio, por lo menos para colocar un armario mayor donde situar mis cosas.

Antes de deshacer mi maleta y de colocar mi ropa Nico me lleva hasta la cama abrazado, besando mi cara, luego se separa, besaba mis manos, otra vez me abraza y besa mis labios.

-No lo puedo soportar Daniel, quisiera haber cenado ya y estar contigo en la cama o donde sea, quiero estar a solas contigo, noto su terrible erección, no hay tiempo, no podemos hacer nada, nos debemos a nuestros amigos como ellos se deben a nosotros.

-¡Ay!,  me estás haciendo daño Nico, suéltame.  –ciertamente ha cerrado su mano sobre mis partes viriles apretándolas y me produce dolor.

-¡Perdóname!, ¡perdóname!, estoy tan excitado.  –le beso, le acaricio para que calme.

-Ayúdame a colocar mis cosas, quiero ponerme cómodo, quitarme esta ropa y tú lávate la cara.

Un rato después he puesto todo en orden, abierto mi ordenador y me dispongo a ir al baño, hace calor en la casa y me voy a aliviar con agua y refrescarme  el rostro, al inclinarme Nico se aproxima, me abraza por la espalda.

Comienza a besarme en el cuello, me gusta y seguimos besándonos mientras va quitándome la camisa, estaba encima de mí y se separó para comenzar a desnudarse.

Le observaba mientras hacía lo mismo con mi ropa, admiraba su cuerpo tan perfecto de hombre, de macho en celo, el abundante vello de su cuerpo que le hacía tan viril y a mí me gustaba un montón.

Tiene un deseo que necesita satisfacer, yo también, me sonríe provocativo señalando su verga de la que mana su precioso líquido, me acerco para acariciarle el pecho y besarle en él, jugamos acariciándonos y me coge por detrás colocando sus manos en mi vientre, me aprisiona pero me encanta y me excita.

Me besaba el cuello y mordía mi lóbulo mientras apretaba su tremenda verga contra mi baja espalda, mordía mi oreja y respiraba agitado. Tomé su mano para llevarle debajo de la ducha y abrí el grifo para que el agua comenzara a caer sobre nuestros cuerpos.

Me arrodille ante él y adore su polla, no me atrevía a tocarla y lo deseaba como nada en este mundo, chupe de su pellejo para sacarle sus jugos y subí su prepucio para que apareciera el glande rojo y brillante, me lo metí en la boca y le día vueltas con la lengua.

Así se la estuve mamando y lamiendo un rato, acariciando sus peludos testículos y llevándomelos a la boca alternando entre ellos, era imposible meter los dos a la vez.

Se agacho detrás de mí y elevé mi culo para que lo comiera, era lo que pretendía y enterró su cara en él, me lamía y metía su lengua arrancando mis suspiros, metió un dedo y jugó con él, lo sentía delicioso, luego metió dos a la vez que pasaba su lengua lamiendo, subí más mi culo y los metió más profundo, me insertó hasta tres dedos, estaba ya dilatado y me sentía capaz de que me penetrara, apoyó su polla comenzando a empujar.

Estábamos de rodillas, yo a cuatro patas, debajo de la lluvia que caía cálida, hacía mucha presión para que entrara y tirada con fuerza de mis caderas, me arañaba las rodillas con la rugosidad de la base de la ducha. El dolor no fue impedimento para que deseara tenerlo dentro aunque rompiera mi culo.

Se detuvo un momento para besar mi espalda y acariciar mis costados, succionaba el agua que resbalaba por mi espalda, y volvía a apretar mi cintura para terminar de meter su pene y solté un hondo suspiro cuando sentí que estaba todo dentro de mí.

-¿Te gusta?  -era obvio, me encantaba y hasta el dolor era agradable.

-No pares, me encanta estar lleno de ti y sentir tu polla como me aprieta.  –debía esperar mi confirmación, besó mi espalda y sujetando mis caderas comenzó sacar y meter su verga, la sensación al sacarla era como si me vaciara y tiraba de mis paredes al salir.

Me daba duro y mi verga bailaba al ritmo de sus movimientos, estuvo entrando y saliendo unos minutos, la tensión era tremenda y no tardó en meter una profunda estocada y vaciarse, era una sensación tan rica y placentera que mi semen sembró el suelo con las perlas de mi esperma que el agua se llevó.

Descargamos la tensión que no nos permitía vivir, no ha durado lo que hubiéramos querido, pero sirve para pasar el momento terrible, de mutua necesidad.

Dejo a Nico vistiéndose, yo salgo al pasillo, al final del mismo veo a Al, está hablando con dos señoras, voy donde él, son del servicio y me mantengo a una distancia prudencial hasta que marchan.

Viene hacia mí y me abraza.

-¿Todo bien?  -me dice confidente mientras besa mi cuello, me pongo tremendamente rojo. Ríe y me vuelve a abrazar.

-Álvaro es normal, llevabais una semana sin veros, todos somos iguales y sentimos lo mismo, pero te preguntaba por la habitación y si faltaba algo.

Ál es magnífico y me hace sentir tranquilo.

-Está muy bien. Más que suficiente, se puede bailar en ella, gracias por ofrecernos vuestra casa.

-Nos han dejado la cena preparada, luego lo disponemos en un momento en la mesa, ¿me ayudas un momento?

Le sigo hasta la cocina, saca algunos refrescos, cerveza  y una bebida alcohólica, lo deja todo sobre una bandeja de color naranja y se vuelve hacia mí, abre sus brazos y me lleva hacia él, nos abrazamos muy fuerte.

-Cuantas ganas tenía de estar así contigo Daniel.  –me abraza y suspira profundamente, luego vamos aflojando el abrazo.

-Vamos a llevar esto a la sala que nos están esperando.  –él lleva la bandeja con las bebidas y yo una más pequeña con frutos secos y galletas.

Están todos en animada charla con Nico incluido ya preparado, recién peinado, con el pelo húmedo, se supondrán lo que ha sucedido como ha hecho Ál, pero no me importa, todos se portan con corrección sin ningún tipo de broma, María se pone de pie y ayuda a Ál a preparar las bebidas, tomo asiento en una butaca entre Raúl y Nico, en otra toman asiento María y Gonzalo y Ál se sienta en una silla, al lado de Nico.

En la conversación se habla de todo, Gonzalo de sus vuelos, se le nota entusiasmado, del Tour, de la ceremonia del inicio, yo lo desconocía hasta ahora, Gonzalo habla de la recepción de los príncipes, estuvo de invitado con Al y, de alguna forma,  se van formando dos grupos.

Ál, su hermana María y yo vamos  hacia una esquina del salón,  y se quedan en animada charla los demás, María me habla de mis padres sobre todo de mi madre que la mima.

Estoy de oyente, sin intervenir en la conversación de Ál con María. El abuelo de Gonzalo es muy mayor, están valorando el quedarse definitivamente en Inglaterra y Gonzalo tiene que empezar a asumir algunas funciones que hasta ahora atiende su abuelo.

Borja ayuda mucho y lleva sobre si mucha carga, pero hay ciertas cosas en las que es necesario Gonzalo.  Julio y Carlos necesitan más dinero para la Fundación y tienen preparadas reuniones a las que debe acudir Gonzalo representando a su abuelo.

-Pero eso es normal, Gonzalo tiene que atender sus obligaciones, ¿qué es lo que temes?  -le pregunta María y abraza a su hermano por la cintura.

-Le escuché el otro día, hablando con el piloto del aeroplano de su abuelo, quiere pilotarlo él y aunque el piloto vaya a su lado,  él tiene aún muy poca experiencia, sé que no debía tener miedo pero lo tengo.  –realmente está preocupado, se le nota en su mirada.

-Vas a ir tú con él.  –María, ahora, le tiene tomado de la mano.

-No no voy a ir, no es prudente que alguien sepa sobre lo nuestro en España, todo está permitido, todo es liberad pero hay que guardar las apariencias, con fotógrafos en las reuniones, prensa…, imposible, además eso no me importa, no va a estar fuera más de 24 horas.

Continúan hablando de sus cosas un momento más, yo intervengo muy poco, no tengo nada que decir a lo que hablan, escuchar es lo que prefiero.

-Voy a llevar las bandejas al comedor para cenar.  –en el momento en que se levanta Ál, también lo hacemos María y yo y le acompañamos a la cocina.

Hay bandejas de cartón y plástico que contienen de todo, comida que ni se dé que se trata, están cubiertas de aluminio o de plástico transparente, le vamos ayudando a retirar las cubiertas de las bandejas y, repentinamente alguien sujeta mis brazos abrazándome por detrás y unos labios besan mi cuello, no son los labios de Nico y el aliento que me llega no es su aliento, levanto mi mirada de las bandejas, Ál está mirándome sonriente, me giro, es Gonzalo el que me abraza, el que ha besado mi cuello, tiene una tierna sonrisa en su cara y ahora me abraza sin reservas y escondo mi rostro en su hombro, otros brazos me sujetan y otro pecho se apoya en mi espalda.

-Te queremos Daniel.  –dice Gonzalo.

-No vuelvas a dejarnos tanto tiempo.  –remata Ál a mi espalda, es él el que me abraza.

Intento no llorar, lo juro, muerdo mi labio con furia para contenerme pero las lágrimas salen solas.  Me sereno. Ál deshace el abrazo. María no está, ha llevado ya algunas bandejas y entre los tres llevamos el resto.

Ya están todos en el comedor, de pie ante la mesa, nos sentamos, Nico se inclina hacia mí y me pregunta quedo.

-¿Has llorado?  -le hago gestos con la cabeza asintiendo y con la voz, también queda.

-Sí, pero luego te cuento.

Estoy un momento violento porque están pendientes de nosotros pero enseguida se establece la conversación generalizada.

Hablamos de que mañana tenemos que recoger a Jaime, nos ofrecen que nos quedemos la noche del sábado con su hermano incluido, que hay lugar de sobra, Nico  rechaza la invitación debe acomodar a su hermano y creo que lo que realmente quiere es pasar el mayor tiempo posible a solas conmigo. Al final quedamos en que Gonzalo nos llevará al aeropuerto y allí Nico alquilará un coche, yo creía que había venido a Londres en el suyo pero ha realizado el viaje en tren.

Quieren que volvamos de nuevo a Londres, pero para un fin de semana completo y para justificar la negativa, al menos de momento, suelto la bomba.

-Mi nueva empresa me ha comunicado esta misma tarde, que mi destino por un año es Francia.  -no está muy lejos pero hay que cruzar el Canal. Nico me mira sorprendido, aún no se lo había dicho, le devuelvo la mirada pidiéndole perdón, si no hemos tenido tiempo para nada.

La cena se prolonga, o la conversación mejor dicho, todos tiene algo de qué hablar y para no atropellar lo vamos haciendo despacio.

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-¿Por qué has llorado antes?  - Nico me tiene abrazado, desnudos ya en la cama, yo dibujo su rostro con mis manos. Le explico la escena de la cocina y me pongo a llorar otra vez, ahora que no están ellos, con sonoro desconsuelo.

-Venga, venga, Daniel, si debías reír en lugar de llorar.  –sigo llorando pero me enfada.

-Si estoy llorando de alegría, de felicidad, ¿es qué no te das cuenta?

Ahora me he revuelto, estoy encima de él con mi rostro sobre el suyo, con mi boca sobre su boca, humedeciéndole con las lágrimas que me caen y que recojo con mis labios mientras le voy besando.

Hemos dormido muy poco, como siempre que estamos juntos, son las 8 de la mañana, no creo que hayamos dormido más de 5 horas. Esta cubierto por la azulada sábana y la descorro para poder recrear mi vista en su cuerpo, para comenzar a pasar mi mano con suavidad por su brazo más cercano, animándome a realizar excursiones más íntimas porque no se mueve, permanece tumbado boca abajo, acaricio el vello del final de su espalda, me encanta ese vello, gira su cuerpo para enfrentarse a mí, ya está despierto, sonríe con la mirada sin abrir su boca y repentinamente se coloca a horcajadas encima de mí, baja su cabeza, tiene sus labios a unos milímetros de los míos.

-¿Y ahora qué?, no le respondo, le abrazo.

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