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Aqui hay dragones.

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José Sánchez se encontraba sentado en aquella pequeña habitación rectangular. Solo había una mesa donde apoyaba los brazos y una silla, donde se encontraba sentado. A su lado se hallaba gran espejo que había colgando de la pared, una gran pantalla translucida, del tamaño de un tablón de pizarra para la escuela. La miro y una sonrisa se dibujo en su agotado rostro. Sabía quienes habían al otro lado.

Los oficiales Marshall y Paulson observaban en silencio a aquel tipo bajito pero de constitución robusta. Su pelo negro, su piel morena, sus facciones duras y aquel semblante firme daban la impresión de que era una persona fuerte y aguerrida, aunque la expresión de su rostro parecía mostrar miedo.

-¿Deberíamos entrar?- Pregunto Paulson.

-Aun no.- Sentencio Marshall.- Veamos hasta donde es capaz de resistir.

El silencio se estaba volviendo cada vez un elemento más incomodo, pero no para el prisionero, sino para sus guardias, que lo observaban tranquilo, sin alterar. Esto empezó a inquietar cada vez más a Paulson. Este miro fijamente a Marshall y finalmente no tuvo más remedio que acceder a sus peticiones. Los dos uniformados hombres del ejercito de los Estados Unidos entraron en al habitación.

Al escuchar la puerta José se inquietó. Vio entrar a esos dos militares con trajes color marrón. En sus pechos tenían pegadas varias medallas. Condecoraciones entregadas seguramente por haber luchado en alguna dura y cruenta batalla. En plena Segunda Guerra Mundial, no era algo inusual. Dirigió su vista a ambos hombres, aguantándoles la mirada para así demostrar fuerza y seguridad. Que no se dejaría amedrentar por nada. Para eso mismo había sido entrenado, para resistir largos e intensos interrogatorios.

Pero en realidad, todo aquello no era mas que una fachada. En su interior José deseaba gritar, y mas después de lo que había vivido. Una horrenda pesadilla de la que pensaba que jamás despertaría. Aun podía escuchar los gritos de agonía de sus compañeros, el silbido de las balas perdiéndose en el aire, los rugidos de esas horrendas criaturas. Cuando cerraba los ojos, podía teletransportarse de nuevo a ese mundo, donde era asediado por esas sombras que surgían de la penumbra para arrastrarlo hacia las mismísimas entrañas del infierno. Lo único que deseaba era contarlo todo. Liberarse de esa pesada carga de una vez por todas y escapar de ese horrendo lugar en el que se encontraba atrapado. Ya poco le importaba la patria, la bandera y su líder. Pero ante todo, mantendría la compostura.

Respiro hondo y alzo la vista ante sus interrogadores.

-¿Esta dispuesto ha darnos un testimonio completo sobre lo que le ha pasado?- Pregunto Marshall, que decidió llevar la voz cantante en este interrogatorio.

José asintió.

-Bien, entonces.- Contuvo la respiración un poco- ¿Como se llama?

-José Sánchez Merino.- Contesto con total seguridad.

Paulson le miro. José pestañeo un poco.

-¿Donde nació?- Continuo Marshall.

-En Madrid, en 1904. Mi padre trabajaba como notario de un importante banco de la ciudad, y gracias a ello, se podía decir que mis hermanos y yo tuvimos un buen nivel de vida y una excelente educación.  Estudié Bellas Artes en la Universidad de mi ciudad y me aliste en el ejército. Fui destinado a África y hay fue donde comencé mi carrera como espía. Cuando estalló la Guerra Civil, fui enviado de vuelta a España, donde me infiltré en el bando republicano, robando planos y desvelando estrategias de ataque. Participe en la Batalla del Ebro, donde fui gravemente herido, pero sobreviví.

-¿Y como acabo trabajando para los nazis?- Pregunto Paulson. Marshall lo miro bastante sorprendido, creía que el era quien hacia las preguntas.

-Mis dotes como espía llamaron la atención en Berlín y como Franco quería colaborar en esta guerra, mando a sus mejores hombres, o al menos, a los que habían sobrevivido. Así que fui enviado por los oficiales alemanes al frente frances, hasta que Japón ataco Pearl Harbour en 1941, iniciando la Guerra del Pacifico. Entonces fue cuando conocí al capitan Friedrich Steiner.

-¿Quien es Steiner?- Marshall se adelanto esta vez a Paulson, quien lo miro sorprendido.

-Un oficial alemán, del círculo más cercano de Hitler. Se ocupaba de ciertas operaciones de muy alta confidencialidad. Estudio Física y estaba muy interesado en la investigación armamentística. Al igual que Mengele, Hitler le dio carta blanca para llevar a cabo experimentos con armas, para comprobar el daño que causaban en el ser humano y asi crear un arsenal mas potente y peligroso.

-¿Cuando lo conoció?- Pregunto Marshall.

-En Filipinas, el 28 de Mayo de 1942. Recuerdo su aspecto. Un hombre de mediana estatura, piel clara, ojos azules y pelo corto rubio. La viva imagen de la raza aria con la que sueña Hitler. Hablaba alemán, pero a diferencia de sus coetáneos, lo hacia de forma suave, no ruda y agresiva. Tomamos un café al lado de una playa donde no hacia ni 4 días que la Armada Japonesa había descargado toda su artillería. Empezó a hablarme de una isla del Pacifico, donde el ejercito japonés había sido testigo de extraños eventos. Se produjeron varias desapariciones y los nativos del lugar afirmaban que la isla estaba habitada por horrendos demonios de aspecto reptiliano. Steiner se intereso por eso y tanto los japoneses como los alemanes decidieron enviar una expedición conjunta al sitio. Steiner estaba reclutando personas para unírsele y pensó en mi, dados mis antecedentes. Y así fue como empezó mi descenso al abismo:

“Llegamos una semana después, a bordo de un acorazado alemán. Allí ya había establecido un campamento, en la playa. En la jungla había un puesto de avanzada. Primero fuimos al campamento, donde conocí al oficial Sebastien Zimmer y al sargento Hermann Van Zane. Zimmer era un tipo alto, muy corpulento, una mala bestia de puro músculo cuyas facciones duras le conferían el aspecto de un cavernícola. Era miembro de las SS y al parecer había participado en varias persecuciones contra los judíos, lo cual le había granjeado una cierta popularidad entre las tropas alemanas. Van Zane en cambio, era más grácil. Estirado y de miembros alargados, su delgadez parecía indicar que sería un tipo débil, pero se trataba de un experto en lucha cuerpo a cuerpo letal, al que le encantaba hundir su cuchillo de combate en la garganta de sus victimas para ver salir toda su sangre. Eran tal para cual.

-¡¡Así que este es el tipejo español que es un espía!!- Grito con sorna Zimmer. Su carcajada sonaba como el rugido de un león. Me estremeció.

-Aunque no lo creas, tiene buenas dotes de infiltración y sabe como pasar desapercibido entre la gente.- Comento Steiner, quien parecía haber salido al redil para defenderme.

-Ya, pero esta misión no es de infiltración, sino una expedición.- Lo que Zimmer acababa de decir me sorprendió.

Ni Steiner, ni nadie mas, me habian comentado que hacían en esa isla, pero parecía obvio que se trataba de algo importante.

-No temas, como ya te he dicho, este hombre es de lo mejor del ejército español y aquí, nos será de gran ayuda.- Dijo Steiner, tratando de convencer a Zimmer, cuya penetrante mirada se lanzo sobre mi. Llegue a la conclusión de que no le parecía un soldado.

El único que no dijo nada fue Van Zane. Se quedo allí, completamente estirado, como si algún superior militar le hubiese ordenado formar de manera infinita. Lo mire, a la espera de ver alguna reacción, pero su rostro estaba mustio, como si el ultimo atisbo de vida se hubiese esfumado de el. Zimmer se despidió de nosotros y junto a Van Zane, se marcharon al puesto avanzado.

Steiner y yo pasamos varios días en el campamento. Junto a nosotros, además de soldados alemanes, había también japonenses. De hecho, su líder era Hiro Nakamura, un científico miembro de la temida Unidad 731, que habían llevado a cabo terribles experimentos sobre prisioneros de guerra para comprobar la resistencia de los humanos al dolor o enfermedades. Nakamura prefirió no continuar en la unidad debido a tan inhumano proyecto. Le asqueaba, y por eso prefirió comandar esta expedición. La convivencia en el lugar fue muy buena. Los japoneses poseen una cultura y costumbres interesantes, y aunque la comunicación fue al principio complicada, por culpa de la barrera del idioma, al final todo fue fácil. A pesar de todo comencé a impacientarme. No sabía nada de esta expedición y por más que preguntaba, nadie me daba una respuesta clara. Aun así, de la selva solían surgir soldados que arrastraban a compañeros gravemente heridos, para que los atendieran los médicos. Según tenia entendido, en esa zona no había fuerzas de los Aliados, así que esos combates me parecían incomprensibles.

Una vez me acerque a la enfermería. Sobre varias camillas, había soldados graves. Mire sus heridas. Donde debería haber disparos o quemaduras, yo vi mordeduras y desgarros, como hechos por alguna clase de criatura o monstruo. De repente, unas voces me alertaron. Eran Steiner y Zimmer, que se acercaban hacia donde yo me encontraba. Me escondí tras unas cajas y desde allí escuche la conversación que mantenían.

-Pobrecillos, míralos, luchando por sobrevivir.- Dijo Zimmer, moviendo su cabeza de un lado a otro mientras los miraba.

-Están haciendo un gran favor por el Führer. Sus sacrificios ayudaran a que el Tercer Reich siga su inexorable ascenso.- Había un tono de discurso en lo que Steiner decía.

-De todas maneras, estamos perdiendo demasiados hombres.- Zimmer se paso la mano por la sien, como si le doliese la cabeza.- La persecución de esas criaturas esta siendo peor de lo que imaginaba.

-No te preocupes, amigo mío. Muy pronto daremos con ellas y con lo que con tanto recelo ocultan.- Dijo Steiner completamente convencido.

De repente, el grito de uno de los soldados japoneses les alerto. Se marcharon y yo salí de mi escondite, con mas preguntas de las que ya tenia. Fui al lugar de donde llamaban. Allí, había un bien número de personas, rodeando al profesor Nakamura, el cual lucia una perfecta sonrisa de satisfacción. Todos allí, esperábamos con ansia sus palabras.

-Amigos, se ha producido el descubrimiento.- Tomo un poco de aire.- Mis hombres me han informado del hallazgo hace unos minutos y han establecido un cerco de seguridad. Es hora de ir hacia allí.

Todos comenzaron a preparar las cosas. Yo aun seguía enigmatizado por lo que fuera que aquellas personas estaban buscando con tanto recelo, y fui a ver a Steiner. Este revisaba sus armas.

-¿Que buscas con tanto ahínco en esta isla?- Pregunte sin andarme con rodeos.

-¿Tanto interés tienes?- Sus ojos color azul claro se clavaron en los míos.- Muy pronto lo veras.

Note en su voz un tono de misterio que no me gustó demasiado. Como fuera, yo y una veintena de hombres, pusimos rumbo hacia la impenetrable jungla, para llegar al lugar donde se encontraba tan preciado hallazgo. Cuando llegamos, un grupo de soldados había establecido un cerco de forma circular con alambre d espino que rodeaba una gran parcela de selva. Nos detuvimos tras una señal de Zimmer. Luego este, Steiner y Nakamura se acercaron al oficial al cargo y pasaron un largo rato hablando. Me senté e hice buena cuenta de la comida que llevaba encima. Vi a Van Zane sentado, ojeando su cuchillo. Me sentí tentado de hablar con el, pero me retuve. Ese tipo tenía un aura de siniestralidad que me inquietaba. Era como un demonio que vistiese ropa militar con esvásticas y la cruz de hierro pegada al pecho, deseoso de beber la sangre de indefensas victimas. No me importaba trabajar con los nazis, pero sus ideales y pensamientos era algo que no compartía.

El grito de Steiner me saco de mi ensimismamiento y con el resto de hombres me puse en pie.

-¡Muy bien! -Muchos os preguntareis que es lo que hemos venido a hacer aquí. Pues ahora tenéis una respuesta.

Mis ojos se abrieron de par en par tras ver lo que tenia delante. Se trataba de una resplandeciente luz de color blanca, muy brillante, de la cual emanaban rayos centelleantes que le parecían dar el aspecto de un Sol miniaturizado. Su intenso destello me cegó a mí y a todos los que nos encontrábamos en el lugar.

-Bien amigos, esto es lo que andábamos buscando.- Dijo el profesor Nakamura, girándose para ver aquel extraño cuerpo de forma etérea.- Es lo que nuestros estudios habían cerciorado, un portal temporal.

Aquellas palabras me dejaron paralizado. ¿Un portal temporal? Era imposible, pero miraba a esa resplandeciente luz, y era evidente que aquello era real. Steiner tenía una sonrisa de satisfacción en la cara. Nakamura estaba muy cerca de la luz, casi deseoso de tocarla. Steiner se me acerco.

-¿Impresionado?- Me pregunto.

-Que puedo decir. Nunca imagine algo como esto.- Era evidente el impacto que me había causado.

-Esto, nos dará una gran ventaja sobre nuestros enemigos.- Notaba en su voz una euforia incontenible.- En cuanto nos revele sus secretos, todos se arrodillarán ante el poder de esta Nueva Alemania.

Se decidió formar dos grupos para entrar a ese portal. Nakamura y Zimmer liderarían uno y Steiner y Van Zane liderarían el otro. Me prepare. Como armas se me dio una pistola Walther P38 y un subfusil MP40, además de granadas, munición y provisiones. Todos estábamos listos y evidentemente nerviosos. Dios sabia que habría al otro lado y el miedo que me invadía era comprensible. Apreté mi puño cuando vi a Zimmer y Van Zane acercándose al portal.

-¿Preparados?- Pregunto Zimmer.

Steiner asintió con cierta mecanicidad. El cavernícola y el larguirucho entraron dentro del portal, que pareció absorberlos. Luego les siguieron Nakamura, que entro con cierto alboroto y emoción, seguido de sus hombres. Llego mi turno. Steiner se coloco a mi lado y me observo por un leve instante. Yo también le mire y note sus ansias de querer entrar. Avanzamos, yo con cautela, pero Steiner acelero su paso y fue absorbido por esa luz. Un leve destello me cegó por un instante. Caminé hasta quedarme colocado delante de aquella luz. La mire, notando como si me estuviese poseyendo alguna clase de fuerza espiritual de naturaleza inconcebible. Sentía que el lugar al que nos llevaba no era seguro. Los empujones de los tipos de atrás me devolvieron a la realidad, y sin dudarlo me metí dentro del portal. Una gran luz de color blanco cegó mi visión y por un momento creí que iba a ascender al Cielo.

Al abrir los ojos, vi que me encontraba en el mismo lugar o al menos a mi me lo parecía. Nos encontrábamos en una selva muy similar a la anterior, pero había diferencias. La vegetación era muy diferente. Había grandes e inmensas coniferas que se alzaban hacia el cielo, y con ese tamaño ensombrecían todo lo que tenían debajo. Además, no había hierba, y en su lugar, helechos y cicas, además de plantas similares a las palmeras recubrían el suelo. El silencio parecía tranquilizador, pero solo le daba un aire engañoso. Todos repasamos nuestro equipamiento y enseguida, Steiner tomo la voz cantante.

-Bien, recordad la división en dos grupos. Uno será liderado por el oficial Zimmer y el profesor Nakamura y el otro lo dirigiremos yo y el capitán Van Zane. Así que vayan al grupo designado y procurad no separaros. Ahora nos encontramos en tierra de dragones.- Las últimas palabras de Steiner sonaron tétricas.

Cada uno fue con su grupo y como no, yo acabe con Steiner. Se me acerco nada mas iniciar nuestra marcha.

-¿Ilusionado por este gran viaje?- Pregunto ansioso.

-Un poco.- Comente yo para quitarle emoción.- Pero, ¿donde nos encontramos?- Pregunte con cierto interés.

-Buena pregunta, muy pronto lo averiguaremos.- Me sonrío mientras se adelantaba para liderar la marcha.

Avanzamos por la jungla disfrutando de la extraña tranquilidad que empañaba el ambiente. Se oían sonidos de animales lejanos. Encontramos un amplio camino en mitad del bosque, seguramente formado por alguna manada de animales que usualmente  solía utilizar esta ruta ya que vimos muchas huellas. Steiner se comunico con Nakamura para informarle por radio del descubrimiento. Seguimos esa ruta para ver donde nos llevaba. El bosque iba abriéndose cada vez más y por entre los árboles podía ver el cielo azulado. De repente, vi volando sobre nuestras cabezas una extraña criatura. Parecía un ave, pero no tenía plumas. En vez de eso sus alas eran grandes membranas que se extendían desde el brazo y eran sostenidos por alguna extraña estructura que parecía salir de la mano. De complexión delgada y ligera, la criatura voló en círculo sobre nosotros emitiendo graznidos durante un pequeño rato hasta que se marcho. Steiner me miro con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Reconocí a la criatura enseguida. La había visto en viejos libros y en el museo de mi ciudad colgando del techo del edificio. Un pterosaurio.

Nos abrimos paso hasta llegar a una amplia llanura. Lo que encontramos nos dejo estupefactos. Un paisaje de tiempos pretéritos. Una gran manada de bestias antediluvianas de gran tamaño caminaba a través de esa llanura. Con una altura que llegaba hasta el tercer piso de un edificio, aquellas criaturas de cuello y cola largas avanzaban con cierta gracilidad a pesar de su gran tamaño. Recordé en ese instante el esqueleto que había expuesto en el Museo de Historia Natural. Fui a verla de niño con mi padre y me dejo completamente fascinado, preguntándome que clase de monstruo seria ese y como viviría. Y ahora estaba allí, viéndolas cruzando aquel camino. Se comportaban como los elefantes. Bajaban su cuello para comer de las plantas que tenían ante sus pies. Una escena tan placida que se vio interrumpida ante la irrupción de un depredador. Un monstruoso animal bípedo, de piel rugosa y escamada. Su gran cabeza portaba unas enormes mandíbulas repletas de dientes largos y afilados. Retrocedimos un poco, temerosos de lo que pudiera suceder. El depredador se acerco al grupo y estos enseguida se pusieron a la defensiva, alzando sus largas colas como látigos para intentar herir al atacante. El carnívoro se giro y flanqueo a la manada por el otro lado. Su intención era separar al ejemplar mas joven del resto y así matarlo. Pero sus ataques eran fútiles. Los adultos rodearon al joven, se volvieron una muralla impenetrable de carne y duras escamas que nadie podría cruzar. El depredador los bordeo, en busca de algún punto débil, pero no   lo encontró. El animal alzo su cabeza y emitió un fuerte rugido, tras lo cual se retiro. Todos nos quedamos sin respiración. Habíamos asistido a la espectacular cacería de dos bestias prehistóricas que ningún ser humano jamás habría presenciado, al haber tenido lugar millones de años antes de nuestra aparición. Steiner y otros estaban echando fotos. Me acerque a el.

-Espectacular verdad.- Me dijo mientras revisaba su mochila.

-Si, nunca imagine viajando a un mundo como este. Es simplemente imposible.- Mis palabras parecían sonar absurdas pero estaba tan emocionado como un niño.

Steiner cogió el aparato de radio e intento llamar a Zimmer, pero sonó la estática. Volvió a llamar, pero nadie respondía. Steiner me miro con extrañeza. Yo no sabia que decir. Sorprendentemente, sonó una voz. Alguien pidiendo ayuda, junto con el audible sonido de disparos, gritos y rugidos.

-¡Ayudadnos por favor!- Gritaba desesperado.- Nos están rodeando, no podemos con ellos… ¡¡¡¡¡Arrrrghh!!!!!

Se interrumpió la comunicación. Mire a Steiner y pude ver en su rostro una evidente preocupación. El oficial alemán dio la orden de regresar a la zona del portal y de ahí partir por la ruta que siguió el grupo de Zimmer para encontrarlos. Iniciamos nuestro recorrido y llegamos a donde se encontraba el portal temporal. De ahí, avanzamos por entre la maleza de la jungla por la que Zimmer y el resto habían pasado. Muy pronto llegamos a una zona de vegetación alta que casi nos llegaba por la mitad del cuerpo. Cubría casi todo el camino. Eso me preocupo. Uno de los hombres avanzo y señalo a algo que había entre las plantas. Nos acercamos y vimos que era el cuerpo de un soldado alemán muerto. Su cuerpo estaba plagado de mordiscos y arañazos y la sangre fluía de todas sus heridas. No tardaron en aparecer más cadáveres, lo cual hizo que la inquietud inicial aumentara hacia un pánico total. Steiner hallo el cuerpo de Zimmer. Estaba lleno de heridas por todas partes. Su estomago se encontraba completamente abierto con sus intestinos desparramados por el suelo. En su cara, algo se clavo en uno de sus ojos y le había reventado el glóbulo ocular. Líquido de color transparente se derramaba de la cuenca. Me entraron arcadas. Fui a apartarme cuando, sin previo aviso, vi algo moviéndose entre unos helechos. Agarre mi subfusil y apunte hacia lo que se movía. Steiner y el resto me observaron.

-¿Que ocurre?- Pregunto el oficial alemán.

Apreté el gatillo y el subfusil tembló en mis manos mientras descargaba toda mi furia contra aquel lugar. Dispare hasta que la última bala del cargador hubo salido. Todos me miraban impresionados. Steiner se me acerco. Yo respiraba muy agitado.

- ¿Estas bien?- Pregunto al tenerlo al lado.

Yo asentí.

-¿Que viste?

Iba a señalar a los helechos, pero hay ya no había nada. Lo que hubiese, se marcho antes de que le disparase. De repente, se escucho un fuerte rugido. Todos nos pusimos en tensión. Mire a Steiner, que me devolvió la mirada a mí. Estaba tan cagado de miedo como yo. Oímos otro rugido y comenzamos a retroceder.

Nunca debimos adentrarnos en esa zona. Ni siquiera haber ido a buscar a Zimmer y el resto. Aquel era un lugar de emboscada perfecto. Uno de los soldados cayó al suelo. Ni siquiera lo vimos, ya que la vegetación nos llegaba hasta la mitad del cuerpo. Más desaparecieron y eso nos hizo entrar en pánico. Agarramos nuestras armas, esperando a los atacantes, que no tardaron en aparecer. Vi a uno justo cuando se abalanzo sobre un soldado que había a mi lado. Retrocedí con horror, apuntándole con el arma mientras hundía sus garras en el indefenso hombre, que gritando desesperado, intentaba liberarse. Aquella criatura parecía un pájaro. Se desplazaba bípedamente y tenía plumas, pero otras características parecían indicar lo diferente que era. En su boca, en vez de un pico, había unas mandíbulas repletas de largos y afilados dientes. En sus alas, había tres alargados dedos, provistos de curvadas garras. Y una larga y sinuosa cola, se extendía de la parte trasera de su cuerpo. Aquel dinosaurio, que era lo que se suponía que se trataba, tenia el tamaño de un avestruz, y en cada pie, lucia una gran garra en forma de media luna orientada hacia arriba. Había agarrado al soldado, y con sus fuertes patas traseras y delanteras, lo mantenía en el suelo el tiempo justo para hundir sus mandíbulas aserradas de dientes en el pobre imberbe, que gimoteaba mientras estas se cerraban sobre su cuello, seguramente matándolo por perdida de sangre. Mire su ojo, de color amarillento con un punto negro justo en el centro. Y un terror ignominioso me invadió y con desesperación, apunte con mi arma tembloroso y a través de su mirilla, le dispare. Le di una vez, suficiente como para sentir el dolor y escabullirse entre la vegetación sin dejar ni rastro. Me detuve en seco, incapaz de saber que hacer. Escuchaba los disparos, los rugidos, los gritos de pánico y ayuda. Mire a todas partes y solo veía a hombres cayendo ante primitivos depredadores. Los hombres descargaban sus armas con ira, creyendo que eliminarían a esas quimeras de reptil y ave, pero estas surgían de la oscuridad del bosque, se lanzaban sobre ellos y los arrastraban hasta la oscuridad mas profunda. Uno de los animales apareció por mi lado derecho. Demasiado cerca para apuntarle y abrir fuego, solo vi como se acercaba muy lentamente, extendiendo sus brazos, abriendo su boca, listo para saltar sobre mí. Yo ya parecía tener asumido mi destino, ya que no hice absolutamente nada, pero varios disparos la derribaron. Van Zane, con su MG42, disparo a la moribunda bestia que agonizaba en el suelo. Me lanzo una mirada totalmente inexpresiva, como si a el todo esto le fuera de lo más habitual. Steiner me agarro del hombro en ese momento. Me apretó con fuerza y se acerco a mí.

-Esto no ha terminado, José.- Mire en sus ojos el nerviosismo histriónico que mostraba.- Saldremos de aquí.

Solo quedábamos cuatro. Steiner, Van Zane, un tal Klaus S. Romer y yo. El tal Romer fue alcanzado por dos de esos “raptores”, como yo les había apodado. Uno hundió su garra con forma de hoz de la pata trasera en el cuello del pobre muchacho, haciendo que muriese desangrado. Van Zane descargo su MG 42 sobre ellos, con un poderoso sonido. Yo simplemente me deje arrastrar por el fragor de la batalla. Corrí hacia atrás, me apoye en unas rocas, tire todas las granadas que levaba encima y vacié hasta el ultimo cargador de mi MP40, creyendo haber exterminado a cualquier criatura viviente que hubiera cerca de mi. Pero no lo había hecho. En vez de eso, no hice caso a los dinosaurios que se abalanzaron sobre Steiner, o el otro que se había encarado con Van Zane. Cuando lo hice vi como Steiner tenia uno encima, clavando sus garras en el vientre del hombre alemán, derramando sus sangre. Steiner saco de su bolsillo una Luger y disparo al dinosaurio tres veces en la cabeza, matándolo en el acto, pero entonces, otros dos se abalanzaron sobre el. Uno mordió su brazo y el otro clavo su garra curvada en el vientre del oficial, haciendo aun más grande la herida que este tenia. Un gran grito surgió de su boca al igual que un pequeño hilillo de sangre. Gire mi cabeza y vi a Van Zane en el suelo, con el raptor encima suya. Este había hincado sus garras en el pecho del sargento, desgarrándolo de arriba abajo y su boca le enseñaba sus dientes a escasos centímetros de la cara. Con su cuchillo, apuñalo a la criatura varias veces y esta emitió un fuerte rugido de dolor. Entonces hice lo que tuve que hacer. Ante esta situación, solo me quedo una única alternativa. Huir.

Recuerdo que en la Batalla del Ebro, aunque nuestra unidad fue superada por el enemigo, ninguno huyo. Nos mantuvimos firmes y peleamos con nuestro último aliento. Muchos compañeros murieron. Yo recibí un disparo que casi acabo con mi vida. Pero una fuerte convicción de lucha, hizo que nos quedáramos y no huyéramos. Nuestro deseo de defender a nuestro país, nuestros ideales, nuestra bandera. De luchar contra un enemigo que amenazaba a nuestras familias. Pero esto era diferente. Aquí no estaba enfrentándome a un ejército, sino a unos animales que estarían defendiendo su territorio. Aquí lo único que hay es una lucha por la supervivencia. Mientras corría, podía aun escuchar sonidos de disparos, seguramente las últimas señales de vida de Steiner. Corrí mas deprisa, intentado no mirar atrás, luchando por no saber si me seguían o no. Solo quería escapar de esa horrenda pesadilla. A medida que avanzaba la selva se iba volviendo más fría y oscura, como si las tinieblas se estuviesen cerniendo sobre aquel lugar. Pero en realidad solo era la penumbra de la noche. Finalmente vi la luz. Como una señal, era mi bote salvavidas. Salte y cruce al otro lado. Mi grito de alegría resonó por toda la isla. Por fin, había escapado de aquel horrendo lugar. Sentí pena por Steiner y el resto, pero ellos ya no tenían salvación. Pero yo si. Di gracias a Dios y tras reponerme, fui a la playa en busca del campamento para pedir ayuda. Pero no había nadie. Ni tan siquiera vi campamento alguno. Es como si todos se hubiesen esfumado de repente. Quizás se habían marchado por órdenes superiores, en realidad no tenia ni idea. Lo único que pude hacer fue quedarme allí y hacer señales de humo con una improvisada hoguera hasta que unos días después un carguero estadounidense, el U.S.S. Peabody me recogió. Esa es toda mi historia.”

Paulson y Marshall permanecieron aun en silencio tras el testimonio de José. Tras esto, se levantaron y salieron de la habitación. José se recostó en el asiento. Estaba mas relajado, se había quitado un gran peso de encima tras contarle a ambos oficiales todo.

Paulson y Marshall se alejaron por el pasillo. Mientras andaban, hablaron.

-¿Crees la historia que nos ha contado?- pregunto Marshall.

-Yo que se.- Dijo Paulson con cierto aplomo.- los nazis han hecho cosas muy raras, pero esto se lleva la palma. Creo que ese tío esta simplemente loco.

-Ya, pero hay un pequeño detalle que me ha llamado la atención.- comento Marshall.

-¿Cual?- Pregunto Paulson sorprendido.

-El ha afirmado que Japón ataco nuestra base de Pearl Harbour en 1941. Sin embargo, la base no sufrió ningún ataque. Nosotros entramos en guerra con los japoneses en 1942, por el bombardeo que llevaron a cabo en Los Ángeles.

Paulson se lo quedo mirando sorprendido mientras abrían la puerta que daba al vestíbulo principal.

-¿Que insinúas?- Pregunto curioso.

-Bien, o ese tío no solo no esta loco, sino que reinventa cosa porque si o viene de otra época o mundo, donde fueron capaces de viajar por el tiempo, y al atravesar ese portal, llego a nuestra dimensión. De ahí la incongruencia con el evento de Japón.

-Me parece que lees demasiadas novelas de ciencia ficción.- Dijo Paulson con tono cómico.

Los dos hombres tomaron el ascensor.

-¿Que haremos con el?- Preguntó Paulson.

-Dado que a nosotros un espía español de dudoso testimonio no nos interesa demasiado, se lo devolveremos a nuestros aliados de la 2 ª Republica de España. Aun están tras la pista de franquistas a los que juzgar por la guerra que provocaron y perdieron.- Marshall pulso el botón tras decir esto y las puertas del ascensor se cerraron.

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