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05.2 Llega Jaime

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Nos hemos despedidos de todos con abrazos, con besos, con promesas de volvernos a ver, al menos en Navidad, si puede ser antes mejor. Vamos con tiempo, Nico quiere tener listo lo del alquiler del vehículo antes de que llegue Jaime.

Gonzalo tiene que volver y solamente sale del coche para despedirse, nos abraza a los dos, a mi me da un beso en la mejilla, muy cerca de mis labios, que le devuelvo.

-Te queremos, muchísimo, llámanos, cuéntanos cosas de ti y cuida a este chico que le tienes loco, le noto un poco celoso aunque actúa muy cauto.

-Y tú ten cuidado con esos vuelos.  –vuelve a montar en el coche y se introduce en el tráfico. 

–Yo también os quiero mucho-.  -pienso que debía habérselo dicho, siempre me lo callo todo. Son tantos recuerdos de los veranos pasados juntos, apoyándonos los unos en los otros, esos son los mejores recuerdos, cuando hemos estado unidos los tres hasta que todo se rompió.

 Ahora comienza otra aventura con la llegada de Jaime. Nico  ha alquilado el coche y le muestran donde lo tiene aparcado, una zona exclusiva de la empresa de alquileres, dejamos nuestras maletas y vamos a la zona de recepción de viajeros.

-¿Quieres que te hable de mi nuevo trabajo, de lo poco que se aún?  -estamos sentados en un banco corrido y no hay gente cerca, es la primea vez, después de la cena que vamos a afrontar el tema.

-Prefiero que me cuentes algo de Gonzalo y de ti, de cuando erais niños, en el Liceo Francés, o de alguna fiesta.

-Son tantas cosas. -le miro ensoñador.

 -A ver, déjame pensar…, Gonzalo era como un hermano mayor, casi siempre estaba a mi lado, solamente hemos estado separados, en distintas clases, dos o tres años, había dos aulas por curso y algunos años nos movían de una a otra aula, pues hasta en esos momentos, para comer o en el recreo, estábamos juntos jugando, en el campo de futbol, en los lugares de deportes, entre los pinares del jardín o simplemente en el patio cubierto cuando llovía.

Realizamos varios viajes a Francia, por eso de empaparse en la cultura. Ya desde los cuatro años nos sacaron el carnet de identidad y el pasaporte, aún conservo el primero que tuve. En uno de esos viajes, a veces dormíamos en otros liceos, en un aula que habían reconvertido con camas. Aurora y mi madre me preparaban en bolsas de tela la ropa que tenía que ponerme cada día, con el nombre del día de la semana en cada bolsa: lunes, martes…, los viajes no duraban en esa edad más de 4 ó 5 días.

No es por darme mérito, pero en el colegio yo era uno de los más aplicados, no el mejor por supuesto, y en mi clase siempre estaba compitiendo con un compañero que  me sacaba alguna décima en todos los ejercicios y exámenes y me ganaba, salvo en alguna contada ocasión. Esas escasas ocasiones le molestaban muchísimo, y de alguna manera se vengaba, no llegaba a pegarme pero hacía corrillos para hacerme el vacío o hasta algún pequeño empujón, no pasaba de ahí. Yo lo temía y a la vez me atraía, no por su físico pero era muy guapo, mucho más alto y fuerte que yo, igual yo también le tenía envidia, y sentía como que quería ser su amigo, nunca lo conseguí.

La primera noche que pasamos en aquel colegio, abrí mi bolsa y saqué mi pijama, la bolsa se resbaló, casi no podía con ella, y salieron todos los paquetes de ropa esparcidos por el suelo, ese chico comenzó a jugar con ellas, como si fueran balones y se las pasaban unos a los otros, imitando un partido de fútbol, yo corría tras de ellas, llorando enrabietado, queriéndole quitar una que tenía en sus manos, me empujó con un golpe en el pecho y caí de espaldas.

Entonces intervino Gonzalo, le sujeto de la camisa y casi le eleva en el aire, le quitó mi bolsa, le empujó también y le tiró al suelo, llegó hasta mí para ayudarme a levantarme y entregarme la bolsa.

Con el ruido que habíamos hecho llego un profesor y tuvimos que contarlo todo, nos castigó a los tres. Al día siguiente nos teníamos que quedar sin ir a la excursión planeada, todo el día castigados los tres solos con una profesora, la que organizaba todo.

Al principio estábamos sentados en la calle, nos mirábamos con recelo, luego Gonzalo me sujetó de la mano para llevarme más lejos de él, nos siguió guardando distancias hasta que llego un momento en que Gonzalo volvió sobre sus pasos, el otro cambió el rumbo dando media vuelta y le llamó.

-¡Eh!, venga, que ya está todo olvidado, vamos a jugar hasta que nos llamen para comer.

Y pasamos la mañana y luego la tarde jugando, como si no hubiera pasado nada. Ya podía haber sido cierto, cuando volvimos del viaje, en la vida cotidiana del colegio las cosas volvieron a ser igual y hubo otra ocasión en que Gonzalo le tiro por una duna de arena. Él es arquitecto ahora, como tú.

Están anunciando la entrada del vuelo de Jaime y nos pusimos en pie para ir en su búsqueda.

-Se ve que Gonzalo se ha portado contigo muy bien, ¿eh?

-Sí, siempre fue así…

Nico se acerca, acelerando el paso, para abrazar a Jaime que sonríe y estiraba un brazo como si quisiera alcanzar a su hermano con él, en la otra mano llevaba un carro de equipajes con sus maletas.

El abrazo duró, ¿cómo un cuarto de hora?, igual más. 

Jaime, ¡ay!..., Jaime es, como Nico pero diferente, se parecen y no son iguales, hay pequeñísimos detalles, ligeramente más bajo, unos centímetros, y aparenta ser más fuerte, la fotografía que tiene Nico en el salón de su casa que pondría su madre allí, no le hace justicia, lleva el pelo más largo que Nico, más ancho de cara, los ojos más vivaces y alegres y son idénticos en la boca, la boca tan portentosa de mi chico está duplicada en él, en la forma de los labios. Vamos que son iguales y diferentes a la vez.

Nico deshace el abrazo, por lo menos de uno de de sus brazos, porque siguen enlazados con el otro. Va a hablar para presentarnos pero no es necesario, estoy a punto de dar un paso queriendo abrir  mis brazos y abrazar a Jaime y tengo que contenerme, él extiende su mano hacia mí y yo le alargo la mía, nos las estrechamos.

-¡Hola Jaime! ¿Qué tal el viaje?  -le hablo aflorando mi mejor sonrisa para él.

-Bien, cansado, ¿Daniel?...  –me sonríe también con la preciosa sonrisa de Nicolás, pero en sus ojos no hay el amor que veo en los de su hermano cuando me mira, no importa, le chispean de alegría y eso, al menos, me conforta. No hemos sido muy efusivos, pero tampoco se puede pretender agradar a todo el mundo, en el minuto primero del inicio de nuestra vida.

Nico lleva el carro de las maletas, Jaime se coloca a un costado de él y yo al otro. No caben todas las maletas en el portaequipajes, metemos una en el asiento trasero, y me colocó en el otro asiento.

- Daniel, siéntate en el asiento delantero con Nico.  –me ofrece Jaime.

-Prefiero ir detrás, vosotros tendréis muchas cosas de que hablar en el viaje, no te preocupes.  –pienso que ha sido un detalle por su parte.

Nico se enreda un poco, al principio, pero el coche tiene GPS que el operario ha preparado para el viaje anteriormente, y luego todo es coser y cantar.

He hecho bien en colocarme en el asiento trasero, Jaime tiene muchas cosas que contar a su hermano y no para de hablar, algunas veces tiene el detalle de girar su cabeza y mirarme y luego baja el parasol delantero, lleva incorporado un espejo y por el cruzamos de vez en cuando nuestras miradas y yo aprovecho para observarle lo poco que puedo ver. No me extraña que, como dice Nico, sea un conquistador, tiene unos ojos que enamoran.

Ambos nos vamos estudiando, noto la curiosidad con que me observa, ciertamente no hay una postura de rechazo, de repudio hacia mi persona, es pura y simple curiosidad, si cruzamos nuestras miradas le sonrío aunque no sé si aprecia, si ve, la sonrisa de mis labios.

A veces interrumpe la conversación, la deja en suspenso como en:

-Estuve con…, está cañón, mucho mejor que antes y se ha prometido…  -suspende su disertación y entonces me mira y se calla.

O en otras ocasiones.

-Te acuerdas de…, me preguntó por ti en la Gran Vía, iba con su hermana...  –para mí no es algo importante pero él debe de creer que si y silencia su boca hasta el punto de que Nico tiene que decirle.

-Sigue, venga, no pasa nada. 

Creo que Jaime no quiere molestarme con sus comentarios.

Así transcurre la hora larga de viaje, me gusta Jaime, a pesar del poco afortunado momento del encuentro. Ahora  se le ve locuaz y me río de algunas ideas peregrinas que expresa y poco a poco tiene su cabeza girada hacia atrás más de lo debido, pienso que va a coger tortícolis en su cuello.  Bien, bien, gracias a Dios, el encuentro se va reconduciendo.

Ya en la casa Nico le muestra su habitación, le encanta pero la ve pequeña, se me escapa una pequeña sonrisa, pensando en lo que diría si viera la mía de la residencia.

Le dejamos en su habitación, dice que quiere lavarse la cara antes de salir a comer y le abandonamos para que se prepare y descanse.

Siento una pereza horrible al tener que volver a deshacer mi maleta, la abro y la dejo en el suelo, lo único que pongo  en funcionamiento es mi ordenador y me tiro en la cama cuan largo soy. Nico ha comenzado a deshacer su maleta y me mira, la abandona y se tira a mi lado rebotando en el colchón, haciendo que mi cuerpo de algunos saltos. Me abrazo a él y cubro de besos su cara.

-Es guapísimo Nico, que chico tan varonil, creo que me he vuelto a enamorar.  –le hablo mientras continúo besándole.

-¿Jaime?

-Sí, sí, Jaime, es increíble.

-Bueno, es mi hermano…  -se calla un momento.  ¿No será cierto que te vayas a enamorar de él?, no es gay.  –me muero de risa y escondo mi cara en su cuello.

-Yo le volveré gay.  –ríe conmigo y no deja de besarme.

-Bien, prefiero compartirte con Jaime y no con otro.  –me montó encima de él y dejo caer mi cabeza en su pecho.

No le contesto, me deslizo a su lado y recuesto mi mejilla sobre su pecho, pasando mi brazo por su cintura, soñando despierto, con sonrisa de bobalicón en mi rostro. Al cabo de un momento.

-En realidad, no creo que le haya caído muy bien, al menos en un principio y no voy a enamorarme de él, ya tengo a su hermano mayor que, no es tan guapo pero me quiere.

Beso su cara e introduzco mi mano debajo de su camisa para acariciarle y jugar con su vello.

-¿Hablamos de mi trabajo Nico?, ¿no quieres hablar de él?, ¿me estas esquivando?

- Daniel, Daniel, si que quiero hablar de él, en realidad estoy pensando en ello continuamente, me estoy haciendo mi composición de lugar poco a poco, déjame pensar, hablemos a la noche o mañana pero me importa muchísimo.  –calla un momento sin dejar de darme pequeños besos con mirada ensoñadora.

-Oye, sobre lo que decías antes, a Jaime le has parecido muy bien, créeme, conozco a mi hermano, está sorprendido contigo, eso es todo. Aunque sea un poco descarado,  ya te lo he dicho, está, ¿cómo decirlo?, ¿impresionado?, igual que tú, también él se ha llevado una sorpresa y ten en cuenta que es mucho más joven que tú.

Quedo en silencio, pensando en lo que me dice. Sí, seguro que tiene razón por lo que vengo observando.

-Nos tendrás que llevar a comer a algún lugar, Jaime estará muerto de hambre.

-Sí, vamos ya, estaremos toda la tarde en el coche quiero que Jaime vaya conociendo la ciudad.

Cuando salimos, después de lavarme la cara y robarle un poco de su colonia, me va a odiar por como se la gasto, encontramos a Jaime en la cocina, sentado en el mostrador y con los pies colocados en una silla.

-Creía que os había pasado algo, tardabais tanto.  -sonríe burlón a su hermano y creo que a mí también.

-He abierto la nevera, no tienes nada para comer, mamá me ha metido en la maleta cosas de España, ¿las voy a buscar?

-Puedes meterlas en el frigo y nos vamos a comer fuera.

Le ayudamos y, entre los tres, con risas de ver lo que le ha empaquetado su madre, acabamos en un momento. Se ha vestido como un chaval, con pantalones vaqueros negros muy ajustados, camisa de rayas blancas y rojas verticales muy finitas, de manga larga recogida, zapatillas rojas de lona con los cordones también blancos, no como un chico de veinte años, como si tuviera diecisiete que es lo que aparenta por su cara. Me da la impresión de que va a volver loca a la ciudad de Bristol en el tiempo que esté aquí.

Nico nos lleva a un restaurante al lado del río, cerca de donde estuvimos la vez pasada, sus dueños son una pareja griega, conocen a Nico y nos atienden muy bien.

Al final, como era previsible, Jaime es un niño, un niño grande que termina hablando más conmigo que con Nico.

Me pregunta por mi trabajo, por lo que hago, por mi vida,  y la vista se le va detrás de cada chica que se nos cruza o que pasa a nuestro lado.

Nico le muestra toda la ciudad que le encanta, habla bastante bien el inglés y como es atrevido, sin vergüenza, pregunta a veces cosas en los lugares donde entramos.

 Algunos trayectos vamos en el coche y otras paseamos. Me gusta la camaradería que se tienen, la complicidad que comparten y siento envidia sana por su entente.

¡Si hubiera tenido yo un hermano! Sí, sí, les envidio, luego se me pasará pero ahora que les veo, dándose ligeros codazos, riendo los dos de las cosas que se dicen.

A veces les dejo que vayan delante de mí para que puedan hablar con tranquilidad y cuando me quedo rezagado, Nico vuelve su cabeza y espera a que llegue para pasarme su brazo por el hombro, por la cintura y apretarme ante la mirada de Jaime que creo se avergüenza, sonríe y baja la cabeza, al cabo de un rato están otra vez con sus bromas. Está resultando una tarde deliciosa.

Cenamos cerca de su casa y, aunque no me apetece nada, Jaime quiere que se le muestren los lugares de vida nocturna, volvemos a casa, nos cambiamos de ropa, nos ponemos ropa de abrigo y salimos a tomar algo. Esa salida me sirve para comprobar que a Jaime le gusta la noche y la diversión.

Es tarde cuando regresamos a casa, estoy rendido y cansado, se sientan en el salón para seguir tomando una cerveza, Nico me hace señas para que me siente a su lado, me voy quedando dormido con la cabeza apoyada en sus piernas.

-Os dejo hablando voy a darme una ducha mientras termináis y te espero en la habitación.

Doy un beso a Nicolás en la boca y miro a Jaime, me dice adiós moviendo su mano con gesto pícaro en su rostro y guiñándome su ojo, un chico de veintiún años consigue que me ponga rojo.

Cuando entra en la habitación estoy metido en la cama. Va al baño para lavarse la boca y le sigo, desnudo como él quiere que esté.

-Creía que me iba a dormir, tenéis muchas cosas de las que hablar y quizá no debí venir.  –mientras se cepilla  los dientes voy quitándole su pantalón y bajando su bóxer.

-Sube los pies para que te saque la ropa.  –estoy en cuclillas ante él, su verga cuelga aún inerte pero muy grande, me pongo en pie y rodeo su cintura con mis brazos cogiendo su verga en mis manos.

-Date prisa, no me aguanto.  –se la voy meneando y ríe contrayendo el cuerpo para que me retire, no puede hablar y la espuma le sale entre las risas.

-Es mejor que me esperes en la cama, así no me dejas terminar. –me cuesta retirarme de él pero sé que tiene razón así no puede hacer nada.

Me retiro hasta la puerta para permitirle que siga con su limpieza y cuando termina quiero retirarme pero me sujeta de la muñeca.

-Ahora vamos a ver quien juega.  –me abraza y comienza a hacerme cosquillas, tengo que comprimir los labios para no reír histérico.

-Nico, nos va a oír Jaime, ¿qué va a pensar?  –consigo decirle sofocando mis risas.

-Que su hermano le está haciendo el amor a su novio y se hace pasar muy bien.  –por fin me coge en sus brazos para llevarme a la cama. Vamos recuperando la respiración y acaricio sus piernas velludas y tan fuertes y voy acercando mi mano a tu polla. Quiero hacer dos cosas a la vez y no puede ser, meter su verga en mi boca para que termine de despertar dentro de ella y besar sus rojos labios.

No me da opción, tira de mi brazo y es él el que me besa toda la cara hasta llegar a mi boca de la que se apodera, pasan los minutos besándonos y acariciándonos.

-Me vuelves loco Daniel qué cara tan bonita tienes.  –me mira embelesado y me hace gracia, como si no me conociera.

-Tú también tienes la cara bonita, bueno mejor voy a decir hermosa, me gusta tu barba que me pincha como ahora, eres tan viril y yo sin embargo.

-Delicioso, eres un primor.  –deja de hablar y se da la vuelta dejando tu polla al alcance mi boca mientras él muerde la mía.

La siento cálida entre mi lengua y mi paladar y chupo de su capullo, a veces se estremece cuando chupo con fuerza, lo mismo que él hace con la mía, y nos acariciamos y besamos y chupamos hasta que me tiene dilatado de tanto meter sus dedos en mi ano, y lamer los alrededores de mi culo, y de morder mis glúteos.

-Daniel tengo que parar un rato o me corro.  –me doy la vuelta y voy hasta su cara restregando mi pecho sobre sus abdominales y su pecho para que su vello me acaricie.

-Cuando tú quieras estoy dispuesto a recibir tu visita. –le hace gracia lo que le digo y besa mis parpados, luego lame mis labios y barbilla impregnados de sus jugos.

Se va colocando entre mis piernas y las separo para dejarle sitio. Se arrodilla y mueve su polla masturbándola mientras me mira observando mi cuerpo.

-A veces me da miedo de romperte.  Continúa masajeando su verga sin dejar de mirarme y me gusta sentirme deseado de esa forma.

-No me vas a romper, me vas a dar mucho placer, mételo, no me hagas sufrir de esta forma.  –lo deseo con tal intensidad que el ano se me estremece y siento cosquillas en el bajo vientre.

Cierro los ojos para sentir todo su avance, para notar cuando la presión de su glande vence la primera resistencia, cuando mi ano  lo envuelve y aprieta y cuando poco a poco va resbalando en mi interior, con fuerza y decisión estirándolo todo a su paso y poniéndolo a su máxima tensión. Estoy tan concentrado en las sensaciones y conseguir relajarme que solo me causa un pequeño dolor y una ligera molestia hasta que me adapto a él.

-Nico, bésame y déjale un poquito quieto.  Extiendo los brazos para que se apoye en mi pecho y una los dos, mientras me voy moviendo para sentirlo más, acaricio su espalda y su espina dorsal, suspira separando su boca.

-Ahí, me encanta cuando me tocas en la columna y bajas tus dedos por ella, que bien se está así dentro de ti. –sus besos son de sublime placer, me pesa pero me siento increíblemente feliz, poseído y entregado plenamente a él y puede hacer conmigo lo que quiera.

Abrazado con mis piernas a su cintura me embate con fuerza y tengo que morder mis labios para no gritar de locura placentera, su verga entra y sale sin parar, no me quiero tocar, solo sentir el roce de su polla en mi ano y en mi recto, el golpear de sus testículos en mis nalgas y a veces en mis huevos hasta que los escalofríos de placer me sacuden y el orgasmo me lleva a eyacular con mucha fuerza dejándome casi muerto.

-Nico, Nico, córrete tú, lléname Nico. –acerca su cara a la mía, sonríe de felicidad.

-Ya me he ido, niño, no te has dado cuenta.  –Me besa con mucha ternura; envuelto en mí placer no me he percatado de que él ya me ha llenado y ahora siento correr su semen por mi pierna.

Y me sigue besando mientras me dice palabras tiernas y amorosas.

-Hasta mañana Daniel, te amo.

-Gracias Nico, hasta mañana.

A la mañana siguiente, cuando abro los ojos, hay mucha claridad, no veo mi reloj ni mi móvil para comprobar la hora que es. Nico aprisiona mis piernas con las suyas, si intento moverlas le voy a despertar y permanezco quieto, sin moverme, mirándole, contemplándole. Tiene cara de niño bueno, ¿por qué cuando dormimos damos esa impresión de ser angelitos?, es lo que él parece en este momento.

Tiene su brazo sobre mi cintura, estoy prácticamente atrapado, pasa más de media hora hasta que se mueve de su posición, se estira y abre los ojos.

-Buenos días, ¿te he despertado?

-No, no, estaba despierto, mirándote desde hace un ratito, buenos días.  –me acerco a él para besarlo, luego me separo para enfocar mi vista en él, no me canso de mirarle, todo lo de él me cautiva, hasta su barba que ahora me ha arañado los labios.

-Hablemos de tu trabajo.

-Tenía que habértelo dicho antes de la cena, quería que fuera en privado, cuando estuviéramos tranquilos, pero salió en la conversación por lo que comentaron Gonzalo y Al, lo de quedar en vernos  otras veces, perdona que fuera en aquel momento.

-Eso no tiene importancia. Dime, cuéntame el detalle.

-El lugar de destino es Francia, en lugar de los 8 ó 9 meses que eran en un principio, parece que serán 12. La fábrica está situada cerca de Lille y de la frontera con Bélgica, más arriba de Normandía.

-La fecha de comienzo debe ser entre el primero de Septiembre al 15, les debo de proponer la fecha para que lo hablen con la fábrica y acordarla definitivamente con ellos.

-Muy bien todo ha resultado como tú querías.  – Nico me mira risueño.

-Ahora falta lo tuyo, ¿qué vas a hacer tú?

-No veo  problema alguno, puedo mirar en la universidad de Lille y si resulta bien podremos vivir en la misma casa. Si no fuera así, París no está tan lejos, en Francia hay buenas comunicaciones.

-¿Y tu francés?

-Yo no conozco el francés como tú, por supuesto, pero me arreglo lo suficiente y te tengo a ti que me puedes impartir un cursillo rápido. No te preocupes por mi Daniel.

Me abrazo a él, le beso agradecido.

-Tienes que perdonarme Daniel.   –escucho su voz con suavidad, en un susurro, mientras muerde mi oreja, me separo para interrogarle con mi mirada extrañado de sus palabras.

-Por dejarte anoche solo, que vinieras a la cama sin acompañarte, me sentí terriblemente mal y te prometo que te lo compensaré.

Me conmueven sus palabras.

-Si no tuvo importancia, tú estabas con Jaime, tenías que atenderle, no soy el único ser en tu vida, además ya me recompensaste, recuerda que me dejaste muerto y no me di cuenta cuando te fuiste.  –sonríe con el recuerdo.

-No eres el único pero sí el más importante.

Mi alborozo y regocijo es enorme, no sé si reír o llorar y me monto encima de él y le beso enajenado, lo merece todo de mí y se lo entrego encantado, y vuelve a hacerme el amor y me envuelve en la locura de los placeres que me regala con su cuerpo y con su alma.

Cuando salgo del baño después de ducharme para ir a desayunar, Nico no está en la habitación, le encuentro en la cocina con Jaime, Nico está vestido, yo también y Jaime lleva puesto solamente un pantalón corto de dormir, está espectacular, y visto así, es más fuerte que Nico, pero perfecto. Ve que lo estoy mirando y baja su mirada para mirarse a sí mismo.

-Me voy a cambiar en un momento, pensaba que no os importaría y señala su desnudez.

Nico me mira a mí y cruzamos las miradas, empezamos a reír los dos, después de un momento de hilaridad de la que se contagia Jaime y sonríe.

-Jaime, por favor, puedes ir vestido como quieras, nadie te va a comer.  –le dice Nico golpeando su hombro.

Nico  prepara el desayuno para los tres y lo tomamos apoyados en la barra-mostrador, todos tenemos hambre y damos buena cuenta de las tostadas.

-Mientras Daniel y yo recogemos puedes prepararte, recoge la ropa sucia, te voy a enseñar el lugar donde se deja depositada, mañana pasaran para llevársela.

Mientras Nico marcha con Jaime hacia la habitación de servicios, voy recogiendo los platos y tazas, luego voy al salón para  mirar los datos de mi ordenador y me quedo sentado viendo la televisión hasta que llega Nico para sentarse a mi lado.

-Dicen en meteorología que vamos a tener lluvias moderadas con algunos momentos de sol.  –le informo a Nico.

-No importa, aquí siempre hay que estar preparados, vamos a ir a entregar el coche que alquilamos en el aeropuerto, ¿te atreves a seguirme con el mío?, prefiero que lo lleves tú y no Jaime, esta semana le haré conducir para que se vaya acostumbrando a la forma de conducir de aquí. En mi coche tengo chubasqueros y paraguas.

Como dos horas más tarde hemos entregado el coche, nos dicen que podían haberlo ido a buscar ellos, “a buenas horas mangas verdes”: Un dicho con el que se quiere significar que lo han llegado tarde, o algo así.

Nico coge el volante del coche y pido a Jaime que se coloque a su lado, para que se vaya acostumbrando a los recorridos, me sonríe, creo que complacido y me da una palmada en la espalda. Salimos de la ciudad, Nico ha decidido llevarnos a Bath a unos 40 minutos de distancia.

¿Qué se puede decir de Bath sin quedarse corto? Patrimonio de la Humanidad toda ella. Me hubiera gustado llegarnos hasta Stonehenge, hubiera sido mucho viajar, el domingo finaliza y sería ver las cosas corriendo. En fin, no se trata de realizar un reportaje turístico, lo pasé de maravilla, ellos también. Nico pagó la comida en un café restaurante, prefiero no pensar en lo que tuvo que haber pagado, quise cooperar y no me lo permitió, me estaba saliendo gratis el fin de semana.

Jaime se iba abriendo más, me hablaba y participaba. Sería cuestión de tiempo y de conocernos como Nico decía. A la vuelta me obligó a montar en el coche al lado de Nico, recogimos mi maleta y bolsa y me llevaron hasta la estación.

¡Qué rápido se pasa todo cuando estás bien y con la gente a la que quieres!

Me despedí con un abrazo y un beso de Nico, que fue corto, miré fijamente a Jaime.

-¡Venga Jaime, abrázame!  -y me abrazó, ¡vaya si lo hizo!, y muy fuerte para transmitirme su aprecio y amistad. Si estos sentimientos fueran mensurables, diría que me supieron a una tonelada.

-Creía que no me lo ibas a pedir. ¡Gracias!, ¡gracias!, por haberme dedicado el fin de semana Daniel, ¿nos veremos de nuevo?

-Tú pásatelo bien estos meses.

-También tengo que estudiar, mi fiesta termina cuando tú te marchas.

Nicolás ríe y pasa su brazo por los hombros de Jaime y reímos los tres.

Tengo que marchar ya…, y cuánto me cuesta arrancar.

Durante el trayecto Bristol – Leeds, sueño ya con mi Francia, con su historia, con doña Leonor de Aquitania, la mayor reina de Francia,  su hijo Ricardo, rey de Inglaterra. Me encanta la historia de esa época. Si pudiera estudiar Nico en Lille, ¡qué ilusión!, podríamos compartir casa, algún lugar intermedio entre los dos puntos. Sueño y sueño despierto. Por último, Jaime me ha encantado, espero poder conocer a su hermana Lucía en vacaciones.

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