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Nota: Ahora me toca a mí.

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Capítulo 6:

Carlos:

Casi me caía al salir de su habitación. Aun no podía creerme que la primera cosa que vieran mis ojos al despertarme fuera a Eduardo completamente desnudo y yo abrazado a su cuerpo. Confirmé que, efectivamente lo que hicimos anoche fue completamente real. Le había practicado sexo oral y para mi culpa, me acordaba de cada detalle, de cada sensación, de todo. No podré borrar mi casete esta vez.

Mi cuerpo estaba cubierto por su ropa, una camisa blanca y unos diminutos shorts para dormir. Me levanté de lo más rápido y silenciosamente para que no pudiese verme, parece que lo logré. La ropa era muy ligera, no me gustaba, pareciese que anduviera desnudo. Desde los harapos que me había prestado hasta los zapatos deportivos que me regaló, todo quedó en su cuarto.

Cada paso que daba era como dar cuerda a mi mente, a lo que paso anoche, ¡Diablos! Solo quiero olvidar,  me he aprovechado de su amistad, me he querido pasar de la raya, y todo por un impulso. Extraño, jamás había actuado de esa manera, y ahora, me estoy empezando a comportar como un niño, lo más seguro es que piense que soy un aventado, y tiene razón, pues que me he aprovechado.

Cuando su cuerpo estaba abrazado al mío, me llevo hasta su habitación, recuerdo bien cómo me recargué en sus hombros y él me llevaba casi arrastrando, yo reía. Me metió a la ducha, estaba desnudo y sus enormes manos recorrían mi cuerpo al compás de las gotas que caían de la regadera. Ahí estaba yo, desnudo junto a él, y por alguna extraña razón, me gustaba mucho sentir sus manos en mi piel, sentir el contacto, sensaciones nuevas, y que definitivamente me estaban gustando, para mi miedo, demasiado.

Después de bañarme, me vistió, tenía su aroma por todo el cuerpo. Me acomodó sobre la cama y me sonrió, no quería decirle nada, todo el tiempo me quedé callado porque me sentía cansado, agotado.

Se echó tras de mí, su torso y pecho estaban desnudos, por instinto, me abrace a él, y no pude recordar más, supongo que me quede dormido, dormido entre sus brazos, abrazado descaradamente a él, y lo más seguro es que haya amanecido lleno de mis babas, como suele amanecer mi almohada cuando me despierto.

Caminé por toda la escuela, tenía ya media hora que había salido de la habitación, seguramente que Eduardo me estuviera buscando, no podía irme a mi habitación, sería lógico y me buscaría ahí. Es que no puedo verlo, no quiero verlo, no después de lo de anoche.

Entré al gimnasio, no me buscaría allí, no después de la mala experiencia y de lo poco que me gustaba el deporte, me consideré a salvo, me senté sobre la banqueta, a mirar como las enormes ventanas de arriba, eran golpeadas por las ramas de los árboles.

Comencé a tomar uno de los balones y practicar los tiros libres que Eduardo me había enseñado, y pareciese que no, puesto que de 10 tiros solo hice una canasta. No era bueno en los deportes, nunca lo fui, y la fuerza de voluntad, si como no, me llevaba muy lejos.

-Te he dicho que tienes que doblar más las rodillas –Escuché que una voz se acercaba a mí, era Eduardo-

No le contesté, solo tire el balón a un lado, y como un niño que estuviese jugando a los encantados, comencé a correr. En vano, ya que Eduardo fue muy rápido, por poco me alcanza, me toma del hombro y me da una vuelta radical, aferrando sus manos fuertes a mis hombros, ahora me pregunto ¿No podrá dejar a mis brazos en paz por un día?

-¿Por qué me huyes? –Me miró profundo, quería sacarme la verdad, pero no se la diría-

-Te equivocas, es que quiero tener algo de privacidad –No lo miré, era casi imposible mantener un contacto visual con el-.

-¡A mí no me jodas! –Dijo con un tono sarcástico- ¡Me dejas solo y tendido en la cama!

-¡Espera! –Grité y suavizo un poco sus manos dejándome libre- Primero que nada, quiero decirte que, no tienes por qué tratarme así. Segundo, ¿Acaso te importa tanto? –Traté de sobar mis hombros-

- Hay algo que quiero decirte, y eso quiero que te lo graves muy bien en tu cabecita –Tocaba con sus dedos mi sien- Yo no te trato de ninguna mala manera. Te trato muy bien.

-¡Mientes! Lo haces… -Me hizo guardar silencio-

-A ver, déjame terminar Carlitos –Sonrió- Te seguía diciendo que no te he tratado de mala manera, al contrario, te he tratado muy bien, y me has demostrado tu agradecimiento anoche, o dime, ¿No te acuerdas? –El muy maldito estaba jugando con fuego-

-No, no me acuerdo, y no te entiendo –Agaché la cabeza tratando de escapar, pero él me lo impidió, se ponía en medio de mi camino y me obstruía el paso-

-Yo sé que si te acuerdas, y esa es la razón por la que no quieres quisiera verme a los ojos –Tenía razón, pero era muy cobarde como para admitirlo, sería más fácil irme de allí, evadir la situación-.

-Ya, esto es tonto –Y de nuevo no me dejó, choqué contra su cuerpo- ¿Me dejarás pasar?

-¡No! Te ordeno que me digas –Me miró-

-¿Qué quieres que te diga? Ya te he dicho, ¿Qué quieres oír? –Me estaba cansando-

-La verdad –Levantó una ceja-

-¡Esa es la verdad! ¡YA! ¡Ahora solo déjame en paz y ya me largo de aquí! –Lo hice a un lado, pero este me tomo fuerte, recordé sus palabras sobre lo bueno que sería tener un cuerpo como el de él, así no sería tan fácil tenerme sometido todo el tiempo-

El muy bruto no me soltaba, forcejé para tratar de liberarme, pero era inútil, tenía más fuerza y yo era un débil conejo en las manos del cazador.

-¿Qué haaa…. –Y sentí como caía, seria doloroso, lo sé, caería al duro suelo, me dolerá-

-No seas nena –Dijo Eduardo, y para mi sorpresa, no me lastimé, había caído encima de las colchonetas de gimnasia, él estaba sobre mí, aun con su pecho y su torso desnudo rozando la suave tela que me cubría-

-Seamos claros –Su cara estaba junto enfrente de la mía, el peso de su cuerpo presionaba el mío sobre aquella colchoneta- ¿Qué pasó anoche? –Su pregunta me ruborizaba-

-Solo recuerdo que comí mucho, e-eso es t-todo –Apresaba mis manos, sus rodillas no liberaban las mías, deslizándose lentamente por mi parte baja-

-Lindo, no me mientas, estoy más que seguro que lo recuerdas y que te gusto lo que hiciste –Me miro dominante, tenía el control de la situación, pero yo por dentro me sentía mal, me sentía tonto de haber hecho semejante barbaridad, la cara se me caía de la vergüenza-

-D-discúlpame –Esa palabra salió difícilmente de mi boca, no pude ni mirarlo-.

-Oh, no, tranquilízate, no pasa nada –Llevó su mano a mi mejillas y con su pulgar la acarició- Dime algo, y quiero que seas sincero –Afirmé con la cabeza- Yo, ¿Yo te gusto? –Fue ahí cuando su pregunta me dejo frio, completamente frio, pensando perfectamente la respuesta, no se la iba a dar, no-.

-No entiendo tu pregunta… -Murmuré-

-Yo no sé si eres estúpido o te haces cabrón –Decía con una voz suave y su aliento rebotaba en mi piel- Dime, ¿Te gusto? ¿Me deseas? –Me miraba directamente a los ojos, ese color verde me hacían perderme-

-No lo sé... –Inconscientemente salió de mi boca, parecía que su esmeralda me hubiese hipnotizado-

Comenzó a mirarme de la punta de los pies hasta mi frente, sentí como su mano acariciaba mis piernas, subiendo lentamente por debajo de mi short, apretaba sus dedos en mi piel. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo era tan directo en todo y yo me dejaba llevar tan fácil? Extendía sus manos, sus piernas hacían un movimiento para rozarse con las mías, levantándolas un poco y se posiciono entre ellas.

-Carlos, a mí no me engañas, yo sé que te gusta sentirme –Comenzó a besar mi cuello- Solo quiero que me lo digas, no hay nada de malo en esto, es un secreto, nuestro secreto –Murmuraba mientras sus labios acariciaban mis hombros, bajando lentamente la camiseta por ellos-.

-¿Lo p-prometes? –Y este paró para mirarme a los ojos-

-Claro que te prometo lo que quieras, pero tengo que saberlo –Insistía en que le dijera-

-¿Qué quieres s-saber? –Me tomó de la cabeza y lo colocó frente a él-

-¿Eres gay? –Lo soltó así como así, lo único que hice fue tragar saliva, sabia el significado de la palabra, pero había un problema, un enorme problema-

-No puedo contestarte eso –Mientras decía esto, Eduardo acariciaba mi cabello-

-¿Por qué? –Hizo un puchero, no concordaba con su voz, la cual era gruesa-

-P-porque nunca he estado con nadie, no te puedo responder eso, no sé qué decirte –Trate de no mirarlo, me daba pena, me sentía culpable aun-

-Pero dime, ¿Qué sentiste anoche cuando estabas conmigo? –Respiro profundamente-

-Muchas c-cosas, me sentí diferente, m-me sentí extraño…

-No sigas, no quiero escuchar más, solo quiero disfrutarte y llevarte al cielo –No entendía a qué se refería con eso último que dijo, en un punto me desconcertaba-

………………………………………

Eduardo:

El chiquillo me estaba corriendo, tenía miedo, miedo de mí, y sin embargo no me molestaba, me daba un morbo y una excitación de los mil diablos saber que lo tenía debajo de mí, indefenso y tímido, hacerle lo que yo quisiera, y al final, el terminaría accediendo.

-No sigas, no quiero escuchar más, solo quiero disfrutarte y llevarte al cielo –Susurré en su oído, se quedó mudo, tal vez pensando en lo que acababa de decir, confundido me miró, solo le respondí con una sonrisa, asegurándole que no le haría daño.

Me alejé un poco, no me importaba que estuviésemos en el gimnasio. Tome su short del elástico, él no dejaba de verme, y no ponía objeción, seguí con lo mío.

El chaval tenía unas piernas gruesas y suaves, me encantaba apretarlas, subir por ellas hasta llegar a sus nalgas y hacer lo mismo. Besaba su cuello, daba leve lametones, no había diferencia alguna, su piel era tan suave y lisa, me gustaba mucho y me excitaba aún más.

Empecé a bajar la tela que lo cubría, al mismo tiempo su ropa interior.

-¿Q-qué haces? –Me tomó de la mano, evitando que siguiera-

-Tonto, si confías en mí, déjame hacerlo, no te lastimaré, créeme –Solo me miró, como odiaba su mirada, no me dejaba concentrarme, no me dejaba seguir con lo que quería hacer, por un motivo quería hacerlo disfrutar a él más que a mí mismo.

-Quiero que abras un poco tus piernas -Dije mientras terminaba de bajar sus shorts y su ropa interior-

-No quiero que me hagas nada, yo nunca… Yo nunca lo he hecho y no estoy listo –Sonrojándose de las mejillas-

-Tranquilo, bebé ahora me toca a mí –Suspiré en su cuello, plasmando mi cálido aliento por toda su fina piel-

No había tenido el tiempo de apreciar completamente su lindura, allí en medio gimnasio, a plena luz del día. Que chaval más hermoso.

-Eres una joyita –Dije mientras acariciaba una de sus tetillas. Eso le encantaba, lo hacía enloquecer-

Yo llevaba puesto unos pantalones muy ligeros que usaba como pijamas, la única cosa que retenía mi erección dentro. La suya era más que notoria, la aprecié desde que lo dejé semi-desnudo y ahora que baje sus shorts, se distinguió por completo, un pene grande y gordo, ¿Eh? ¿Grande y Gordo? ¡Déjate de mariconadas Eduardo!

Mis manos curiosas trabajaban, de arriba hacia abajo por todo su cuerpo, al igual que mi boca, la cual marcaba su territorio con besos y lamidas, desde sus labios hasta su pecho. Tan suaves, tan frescos como si comiera una manzana recién cortada, con ese color mezclado entre rojo y rosa.

Lo rodeé con mis brazos, lo apreté fuerte mientras sus tímidas manos de nuevo estaban tomando un poco de confianza, recorriendo mi espalda, sintiendo mis brazos, dejarle sentir que lo que hizo ayer no estuvo mal, porque él lo disfruto, ¿Yo también? Por desgracia y aunque lo negara, muy dentro de mi sabía que me había encantado.

Carlos me dio un beso, suave, como solo él sabe hacerlo, muy tierno, como la primera vez que lo hizo, y lo raro es que siempre que lo besaba sentía como si lo estuviese enseñando en modo principiante, lo hacía tan torpe, tan inocente. Sin embargo, yo tan animal, sin escrúpulos, hasta me llegaba a dar pena de lo destrancado que podía llegar a ser. Pero vamos, a él le gustaba.

Cada contacto que proporcionaba a su piel era limpio, era delicado, claramente lograba sentir los pequeños temblores de su cuerpo, lo rojo de su cara que se expandía por su pecho y cubría sus hombros.

Mi mano ahora ya no estaba en sus muslos, se encontraban en su cadera, lenta y peligrosamente la moví hacia su ingle, acariciando todo a su paso hasta llegar muy cerca de su entrada. Me posicioné entre ellas, abriendo mis piernas para poder separar las de él, no dejaba de besar sus labios. Mi pene estaba que explotaba, haciendo un movimiento de mete y saca entre sus piernas, sus pequeños gemidos lo delataban, debía seguir y hacerlo conocer el paraíso.

Me retiré suavemente, su pene estaba justo frente a mi mano, ¡Joder! ¿Lo hago? ¡Mierda! ¿Me convertirá en maricón? Supongo que mientras no se la chupe todo estará bien, así que lo tome de la punta, lo jalé un poco y lo solté, haciendo que se golpeara contra su estómago, amaba que las chicas me hicieran eso, vaya, ¿Por qué no experimentar?

-Ah-Ahhh-hhh… -Carlos abrió su boca, soltando un grito entrecortado que me calentó demasiado-

-¿Te gusta? –Lo hice otra vez, su glande tenía un color rojo vivo, cuando se estrelló de nuevo a su estómago otro alarido salió de su boca-

-Ahhhhhhhhhhh…. –Solo miraba sus expresiones, cerraba los ojos, tiraba su cabeza hacia atrás y con sus manos se aferraba a la colchonetas del gimnasio-

Me lancé de nuevo a su boca, metí mi lengua y el poco a poco jugó con la mía, una batalla de placer en la cual no se sabía quién podía ser el ganador. Y si, ahora que lo pienso, si alguna vez me hubiesen dicho que besaría a un chico le hubiera partido la cara a quien siquiera lo mencionara, y ahora véanme, comiéndome a éste ángel.

Mientras me deleitaba con el néctar de su boca, mi dedos se acercaban a la entrada de su culito, redondito, suave y peludito. Al pasar por ahí, el tacto con sus vellos fue delicioso, me hacían cosquillas.

-No te asustes –Me separé, lo miré y empecé a adentrarme entre sus nalgas-

-¿Q-qué h-Haces? –Dijo Carlos algo alterado-

-Sólo no me dejes de mirar, mírame en todo momento, no te lastimaré –Le ordené, pareciese de que mis ojos le dieran calma y protección. Me obedeció, no apartaba la vista-

Cuando sentí llegar a la entrada de su ano comencé a hacer pequeños círculos, un movimiento rotatorio que practicaba mi dedo estimulando su orificio. En sus ojos pude ver sus expresiones, la sensación de impotencia combinada con un deseo ardiente.

Saqué mi dedo de entre su nalgas, suaves, blancas como bebé. Lo llevé a mi boca, sentí su olor, su sabor, no lo podía creer, pero me encantó y me excitó más, lo ensalivé un poco y rosando sus tetillas regrese al área de peligro. Haciendo un poco de presión, amoldando el dedo al espacio reducido en el que se encontraba. Mientras los movimientos circulares hacían que resbalase por su ano, mientras presionaba, con otro de mis dedos acariciaba su Perineo, rosándolo muy lento, muy pero muy lento.

-No dejes de mirarme –Dije a Carlos cuando este cerro los ojos por el placer que estaba sintiendo-

-N-no… -Dijo entre sollozos de placer-

Mi dedo comenzó a introducirse, mi bienvenida era espectacular. Sentir como se amoldaba perfectamente dentro de él, me hizo fascinarme. Carlos era virgen, como él lo había dicho.

-Ohhhh…… -Comenzó a sudar, su grito suave de placer fue encantador, me acerqué a sus labios, lo bese. Su pecho brillaba mientras unas gotas de sudor mías resbalaban por el-.

-Shhh... Todo está bien, relájate bebé –Uní nuestras frentes, él estaba agitado al igual que yo-.

Mi dedo poco a poco se fue perdiendo entre sus nalgas hasta sentirlo dentro un poco más de la mitad. La presión dentro de él era maravillosa, y su cara de ángel combinada con un color rojizo y sus pequeños gemidos eran liricos.

Una vez dentro comencé un movimiento muy suave de mete y saca, moviéndole lentamente hasta por fin introducirlo un poco mas y este se fuera dilatando.

-Oooh Diooo-s-ss –Salía de su boca, parecía estar en trance-

Al sentir que uno de mis dedos ya resbalaba bien, era momento de un siguiente paso, algo un poco más aventado, sé que le encantará.

-Lindo, quiero que cierres tus ojos –Le pedí-

-N-no estoy l-listo –Decía con miedo y excitación-

-No te preocupes, no lo haré –Traté de calmarlo-

El chaval cerro los ojos, sabía lo que tenía que hacer, mi experiencia en el sexo anal me indica el procedimiento, quería follarlo, que saber que tenía el culito cerradito y virgen me ponía, pero por alguna razón algo en mi me decía que no, que tenía que cumplir con mi palabras. Puta conciencia.

Me fui levantando muy despacio, mi piel y la de él se despegaron, el sudor que desprendían nuestros cuerpos los mantenía unidos.

Me hinque frente a él, mirarlo desde ese ángulo mientras tenía sus ojos cerrados era agradable, tal vez esperaba lo peor, aunque yo lo deseara, no podía hacerlo, no podía penetrarlo.

Mimando su orificio, levante un poco sus piernas para que me dejara ver, y no me equivoque, era un pequeño orificio que me daba entrada para conocer su interior, para invadir la tranquilidad de su ser. Poco húmedo debido a la saliva de mi dedo, aun no estaba tan dilatado pero si rosadito, peludito.

Estimularle, eso hare, pero, ¿Le gustará? ¿Sentirá rico? No me gustaría sentir que le mentí al decirle que lo subiría al cielo, un hombre no es igual a una mujer, pero vamos, me arriesgare un poco, solo la punta de la lengua, solo la comisura de mis labios.

-Ohhhh-hhh –Escuché un fuerte y claro gemido cuando mis labios empezaron a rozar su ano, presioné mi boca lo más lento y duro que pude, Carlos no podía parar de gemir, su respiración, Dios su respiración estaba muy agitada-.

-No abras los ojos Carlos –No sabía si me hacía caso o no, solo me dediqué a lo que quería hacer, y era más que nada, comerle el culo, como animal, como bestia-.

Continúe con unos lametones largos, empezando desde una de sus nalgas, después de morderlas, mi lengua lamia toda su abertura como si fuese el mejor chocolate que hubiese probado en la vida, dios, me encantaba su sabor, su olor y la sensación de suavidad al rozar mi lengua por esa piel y por la delicada, rugosa y fina membrana. Una y otra vez,  bajaba, subía y me adentraba dentro de él, todo esto con mi lengua.

Tomé sus nalgas y comencé a separarlas un poco más, metí la lengua más profundo, pero su estrecho camino me lo impedía, así que me retiré suavemente y comencé a jugar de nuevo con mi dedo en su culito. Salía y entraba sin parar, solo noté como su pene estaba a punto de reventar, no quise tocarlo, más que nada porque sabría que si lo hacía se correría y no quería eso, no ahora.

-P-por favor, no t-te detengas –Parecía no haber escuchado bien, ¿Era cierto lo que mis oídos percibían? Parece que sí, Carlos me estaba pidiendo que no me detuviera, quería más-.

Mojé de nuevo mis dedos, ahora dos, pero estaba vez me apreté el pene, el cual estaba expulsando cantidad inigualable de presemen, lo unte en mis dedos para hacerle resbalar un poco más rápido, que no le doliera.

-Ahhhhhh –Esta vez más claro que el agua- Me arde –Levantó su cabeza y me miró-

-Recuerda, solo relájate, solo eso –Apreté uno de sus muslos-

Gracias al presemen que unte, los dedos resbalaban cada vez mejor, de un movimiento lento pase a algo más acelerado, lento pero presionado.

En pocos intentos ya ambos dedos resbalaban perfectamente, era hora de intentarlo de nuevo. Me agaché, me acerqué a su pequeño ano y comencé a dar lametazos otra vez, jugando con mi lengua en el centro de su entrada, una textura estoy seguro mis labios y mi lengua no olvidarán.

Entraba perfectamente, introduje lento pero mi adicción a ese chaval me hizo desenfrenarme y profundizar un poco, su maldito cuerpo se contraía, sus piernas temblaban, sus manos apretaban a más no poder la colchoneta que estaba a la orilla de la cancha de basquetbol.

Justo donde lo quería, visitando a los ángeles y bajando a ver a los demonios. Introduje mi dedo, trate de entrar todo lo que pude, mi lengua se encargara del exterior y mi dedo de marcarlo. Acaricie su pared completa, desde abajo hacia arriba, recorriéndole por completo el ano. Rozando como bestia su próstata.

El chaval se estremeció, y dio un alarido agudo que me había indicado que había alcanzado el orgasmo, y sin tocarse en lo absoluto, sin decir nada, su cuerpo se estremecía, casi explotaba, se ruborizo por completo, eyaculo como los dioses.

……………………………………………..

Carlos:

Tengo mi mente en blanco, no puedo pensar, no puedo hablar, sólo puedo sollozar, gemir, gritar, solo pude actuar por mis instintos, ¿Qué me pasa? Esto que Eduardo hace es el cielo.

Me siento invadido, alguien entro a mi territorio y acabo de bajar todas mis defensas a cero, estoy debilitado, así como anoche, pero el gran punto aquí es que estoy en mis cinco sentidos, estoy cuerdo y esto me encanta. Sus caricias son exquisitas, sus toques electrizantes, sus palabras tranquilizadoras. Ahora estoy aquí, entregado a él, entregado a Eduardo.

Mi cuerpo se estremece, mi ano se contrae apresando el dedo de Eduardo dentro de él, hubo algo, algo que el toco dentro de mí, dentro de toda esta experiencia, acaba de ser algo que no podría explicar.

-Ahhhhhhhhhhhhhhh-hhhhhh…………… -No sabía que hizo Eduardo, que había tocado dentro de mi ano, pero sin siquiera masturbarme me acabo de correr, no fue uno, no fueron dos, tampoco tres, mi esperma salió continuamente de mi pene, pareciese que nunca terminaría de eyacular-.

Todo se puso blanco justo ahí, cerré mis ojos, sentí el semen hirviendo caer hasta mi pecho, Eduardo desalojaba mis entrañas, y no podía dejar de contraerme, no podía dejar de sentirme ansioso, débil, y muy cansado.

Él volvió a la misma pose del principio, me di cuenta de que ahora estaba desnudo, completamente desnudo encima de mí, su pene estaba justo encima de mi semen, para mi sorpresa, me beso, no como lo hace, no como animal, solo un roce de labios, un leve roce de labios que me encantó.

Se tumbó a mi lado, me enrosco entre sus brazos y comenzó a morder mi oreja, haciéndome cosquillas y jugando con el semen que estaba sobre mi estómago, metiéndole y sacándole de mi ombligo, esparciéndole por mi piel. Era obvio que él había acabado sobre mi, pero fue tanto el placer que ni siquiera me di cuenta.

-Ahora estate quieto, que ya estamos a mano, me aproveché de ti, así como tú dices que tú lo hiciste conmigo –Me sonrió mientras sus piernas cálidas se enredaban con las mías-.

-Esto es una locura –Yo miraba al techo, el techo de la cancha del gimnasio de la escuela, ahora sí, me había pasado de la raya, mira tú que hacer este tipo de cosas en el gimnasio sobre las colchonetas de calentamiento-.

-No es una locura, además, es solo un gimnasio cabrón, no hay nadie así que no te preocupes –Me sonreía mientras pasaba su brazo por el pecho, cobijándome, un olor un poco fuerte desprendía de su cuerpo, un olor a hombre, a sudor, y me gustaba.

-¿Qué me hiciste? –Le dije a Eduardo-

-Yo nada, yo soy inocente, si no has visto mi aureola de ángel en mi cabeza –Seguía burlándose-

-Pues no la veo tonto –Me sacó una enorme sonrisa-

-Vale, no le des más vueltas al asunto y vamos a bañarnos, apestas –No se cansaba de burlarse de mi-

-No es verdad –Le di un pequeño golpe en su hombro- Aunque no podemos salir así para nuestras habitaciones, tendríamos que salir de edificio.

-Calma, aquí hay unos baños y podemos usarlos –Se paró con su sonrisa pícara de nuevo-

Mi mente no canalizaba las cosas, no tenía filtro entre lo bueno y lo malo, y lo peor aún era que un cariño estaba naciendo hacia Eduardo, conocía mucho de mí, me hizo sentir tantas cosas, pero, no un cariño parecido al que le tengo al maestro Alberto, sino un cariño distinto.

…………………………

Alberto:

Desde que el avión había pisado tierra me sentía muy emocionado, por fin, después de más de 2 semanas podría poder ver a Carlos, tantas ganas que tenía, aunque desde año nuevo estuviese un poco distante conmigo, lo cual me preocupaba, pero sabía que estaba bien y que nada malo le había pasado.

Llegué rápidamente al departamento, era un viernes por la tarde, lo más seguro es que todos los alumnos estuviesen ya en la Universidad, 5 de enero, y el lunes, bueno, el lunes todos de regreso al infierno que era la escuela, pero viéndolo por el lado bueno, a mí siempre me gusto mi trabajo y ahora estaría compartiendo más tiempo con Carlos.

Terminé de desempacar las cosas, no le había avisado que ya estaba en el país, aunque él sabia, le quise dar una sorpresa, mis ideas de sorpresa siempre salen mal, sin embargo me urgía conversar con él, saber si ya conocía el paradero de su madre o por lo menos alguna pista que nos pudiera indicar sus motivos.

Llegué a la Universidad, había mucho movimiento, los autobuses bajando a los estudiantes que regresaban, amigos que se saludaban, bajando maletas, abrazando, besando, bueno era un festival de caricias así que no le di mucho interés y me adentré al edificio de varones.

Sentía una que otra mirada extraña sobre mí, no es muy común que un maestro acceda al espacio de los alumnos, se suponía que el único contacto que se tiene que contar es el del aula de estudio. No me importó, caminé hasta su habitación y toqué la puerta.

Muy raro, el chico que me atendió fue, aquel que estaba con Hernández, supongo que sería su compañero de cuarto, pero no entiendo, por lo menos se hubiesen saludado ese día o Carlos me lo hubiera mencionado. Me dijo que estaba en la biblioteca, me miró extraño e incluso me pregunto que para que lo buscaba, argumenté que eran cosas relacionadas con su beca.

Caminé hacia la biblioteca, me lo imaginaba muy ocupado preparándose para un nuevo semestre, ya lo veía, para arriba y para abajo como loco, era imposible evitar que una sonrisa poseyera mis labios.

Un par de chicas lindas, fueron alumnas mías, me saludaron cuando me vieron entrar, no le hice mucho caso, mi mente estaba tratando de localizar a Carlos, pero no lo miré por todo eso, supuse que estaría más adentrado así que recorrí los libreros.

En casi la última hilera lo encontré, estaba de espaldas, lo pude reconocer por su silueta, parecía estar buscando unos libros, tenía ya otros a su lado. Me acerqué lentamente sin que se diera cuenta y puse mis manos en sus hombros, este volteó instantáneamente.

-¡He llegado! –Dije remarcando lo evidente-

El muchacho me rodeó con sus brazos, y olvidándose por completo que estuviésemos en un lugar público me abrazo eufórico. Había dicho que me fui por meses, quizás años, sus brazos casi me partían en dos, pero eran sus manos las que acariciaban mi espalda.

-¿Cómo has estado peque? –Lo miré, sus ojos tenían un brillo hermoso-

No me importó, tenía tantas ganas de besar sus labios, quería rosarlos con los míos de nuevo, como acostumbrábamos hacer tantas veces, el riesgo de que alguien nos mirara era enorme, pero los últimos libreros casi nunca son visitados por nadie, así que arriesgué, tomé su barbilla y estaba dispuesto a darle un beso.

-Sí que me ha dado trabajo encontrar estos libros –Se dio la vuelta y siguió buscando entre aquellos, no quería besarme y no sé por qué-

-¿Te ayudo con los libros? –Cuestioné cuando me di cuenta que la torre de libros casi caiga directo de sus manos hacia el suelo, el aceptó sin pensar-.

Caminamos hasta llegar a las mesas de estudio, por ser viernes y la mayoría estar desempacando sus cosas, la biblioteca estaba casi vacía, lo cual era perfecto, nos daba más intimidad para poder hablar. Ambos nos sentamos, el abrió su mochila y sacó unas cosas.

-Dime, ¿Cómo te la pasaste? –Lo miré ilusionado, aun no me creía estar viendo su carita de ángel-

-Bien –Me sonrió- Me la pasé la mayoría del tiempo con Eduardo –Decía mientras anotaba unas cosas-

-¡Vaya! Me alegro mucho, pero dime, ¿Quién es Eduardo? –No lo ubicaba muy bien, el viaje había borrado mi memoria-

-Recuerde, el chico que estaba en la oficina de Hernández la vez que llegamos de Luisana –Arregló sus lentes. Ahora me acordaba, aquel chico que le abrió la puerta en la habitación-.

-¿Tu compañero de cuarto? –Lo miré-

-Sí, el será mi nuevo compañero, quiere que lo ayude en unos proyectos –Todo esto me lo decía como si estuviese hablando con el cuaderno, no me miraba a la cara-

-Que bien, pero veo que estas ocupado, será mejor que me vaya para dejarte trabajar bien –Me paré de la silla, él ni siquiera se despidió-.

……………..

Carlos:

Poder sentir su brazo sobre mi hombro me hizo sentir muy bien, y cuando vi su cara de nuevo combinada con su dulce voz, lo único que pude hacer fue abrazarlo fuerte, muy fuerte. Estaba emocionado, feliz, impaciente.

Recordé por un instante todo lo que había pasado en su ausencia y cuando trato de besarme, aunque me dolió, tuve que apartar mis labios, no le permitiría besarlos, no quería sentir el toque no estaban limpios, aunque por dentro quería darle un tierno beso, no podía, era muy cobarde.

Me comporté un poco frio, algo distante, lo sé, pero creo que primero tengo que hablarle con la verdad, o mejor no le diré nada, me alejaré, pero es que no puedo hacer eso, no es justo, sería hacer trampas, y el maestro Alberto no se lo merece.

-¿Has arreglado lo que la beca? –Eduardo ya había traído sus cosas al cuarto que ahora estaríamos compartiendo, solo estaba acomodando sus zapatillas deportivas-

-¿De qué hablas? –No entendía lo que decía, estaba completamente confundido-

-¿Hablaste con ese maestrillo?, como se llama, ¿Alberto? –Parecía algo serio-

-Sí, hablé con el –Me senté en el sofá mientras me quitaba los zapatos-

-¿Entonces? El vino aquí a buscarte por algo relacionado con una beca –Se acercó-

-¡Oh! L-la Beca, si, ahora me recuerdo –Le mentí-

-No me gusta tu amistad con ese señor –Se quitó su camisa y se sentó junto a mí-

-Te dije que me ha ayudado mucho –No entendí su comentario-

-Eso que, no me gusta y punto –Seguía sin comprender su actitud-

-No le veo sentido Eduardo, solo es un maestro –Confesé un poco cansado-

………………….

Eduardo:

No me agradaba la idea de que Carlos estuviese con ese maestro, independientemente de que él lo hubiese ayudado, ahora yo podía ayudarlo en lo que pudiese, no tenía motivo para buscar a Alberto, sinceramente no me caía para nada.

Me sentía más cómodo ahora, Carlos hacia lo que le pedía y no protestaba, pero debido a que estaremos en público, no podré siquiera mirarlo en los pasillos, no me arriesgaré a que alguien pudiese vernos o algo así, hace unos días era distinto porque estábamos solos, espero que pudiese entender.

Tomé una ducha, Hernández me estaba esperando en la subdirección, quería hablar conmigo, tal vez mi padre le ordenó que me dijera algo, pero más me valía ir, ahora lo menos que quería era salir mal con alguien, solo permanecía vigente en querer demostrar que yo si sabía, aunque sea a base de engaños.

-¿Me llamó? –Entré sin tocar la puerta y me senté en el sofá-

-Por lo menos hubieses esperado a que te llamara –Me reclamó-

-Sí, ahora dígame, ¿Qué es eso que me tiene que decir? –Jugué con mi pulsera-

-Necesitas un tutor para que te oriente –Hizo silencio- Tu padre dice que no eres capaz por tu cuenta, así que te será asignado un nuevo compañero de cuarto-

-No lo creo –Sonreí- Ya tengo compañero de cuarto, su nombre es José Carlos, dígame, ¿Lo conoce? –Miré el techo-

-Sí, es el alumno becado –Me miró curioso- Pero tienes que saber que aquí no se hace lo que tú digas –Parecía molesto-

-Eso lo sé, pero piénselo –Levanté un ceja- Él es brillante, creo que a mi padre le encantaría que yo mejorara, además, se le podría dar un bono extra al chaval –Lo miré-

Hernández podría ser idiota, pero no llegaba a un nivel tan alto, y aceptó, no podía negar que mi propuesta era mi buena, y lo que a mí más me convenía en este momento era mover las cartas a mi manera. Mi juego, mis reglas.

Salí de su oficina, en el pasillo mire a Alberto, es profesor que me caía de la patada, el tipo tiene lo suyo, y por eso me da mucha molestia que se tome sus confiancitas con mi Carlos, ¿Mi Carlos? Que marica se escuchó eso. No me gustaba decir ese tipo de cosas, pero es inevitable que a veces salieran de mi boca, me tenía en un punto, loco, muy loco, desde su mirada inocente hasta sus tiernos labios.

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(9,23)