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Jimi; el origen de un campeón

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Luna aparcó el ciclomotor frente a la casa de los Castillo y pulsó el timbre, que imitaba una melodía del Big Ben. La madre de Jimi acudió a abrir, la invitó a pasar y puso su mejilla sobremaquillada a su alcance.

-Está Jimi?

-Arriba, encerrado en su cuarto. A ver si tú lo convences para que se venga a visitar a tío Humberto. Hace siglos que no lo ve y ya está muy mayor.

Luna subió los escalones de dos en dos y golpeó en la puerta de la habitación de su novio, justo debajo de la señal de no trespassing con el símbolo internacional de residuos radiactivos. Al abrirse una rendija el volumen atronador del televisor la hizo saltar hacia atrás.

-Justo a tiempo, van a conectar, pensé que no llegarías.

Jimi, en ropa interior, la agarró de la muñeca y tiró de ella cerrando la puerta con el pasador. Luna observó el bulto en su calzón y sonrió malévolamente.

-Estás seguro de que no prefieres ir a visitar a tío Humberto?

La habitación de Jimi era pequeña y desordenada, con la cama encajada por tres de sus lados, una mesa de trabajo en el lado libre y encima unos estantes con el equipo de música, la mesa de video y una enorme pantalla de televisión semicubierta de papeles y ropa usada, sintonizada en el canal de pago de Bizarre Sports, que había comenzado la retransmisión de la final del campeonato del mundo de peleas de morsas, como se conocía popularmente a una curiosa variante de Sumo femenino donde las participantes competían con las manos atadas a la espalda, por expulsar a barrigazos a la rival de una cancha de arena de 5 m de diámetro. En pantalla las repeticiones de combates previos habían calentado a Jimi. La cadena hacía un seguimiento de la jovencísima finlandesa de 135 kilos que había dado la sorpresa alcanzando la final frente a la favorita, una experimentada ex-lanzadora de peso de la antigua Unión Soviética. Rusas y japonesas dominaban un deporte donde no había controles antidoping y las participantes recurrían a todo tipo de técnicas para esculpir gigantescas montañas de grasa y músculo. Competían descalzas embistiéndose de frente o con los hombros y los combates no solían durar más de unos segundos, pero los prolegómenos, que incluían la pesada de las luchadoras sobre una balanza electrónica y los minuciosos masajes que hasta tres asistentes aplicaban a la vez sobre los enormes cuerpazos, podían alargarse muchos minutos, lo que aprovechaba el realizador para intercalar repeticiones de los momentos cruciales de anteriores combates o minuciosos perfiles biográficos. La finlandesa desayunaba seis huevos duros y medio paquete de copos de avena en agua, y tenía prohibido el café.

Ante la ansiosa mirada de Jimi, Luna se sentó en el borde de la cama y comenzó a luchar para desprenderse de sus vaqueros, deformados como guantes por su espléndida fisonomía, mientras él desde atrás le desabrochaba la blusa.  La cosa pintaba bien; se había puesto su lencería favorita. Un sujetador sin tirantes con las copas caprichosamente recortadas que le mordían los pechos estrujándolos uno contra otro. Sudorosa pero triunfante de su lucha contra el vaquero, se contorsionó ante él con una minúscula braguita de encaje que sus nalgas y muslos devoraban con cada movimiento. Por un momento Jimi se olvidó del televisor.

-No debería decírtelo, creída, pero estás tan buena que no puedo creerme como puedes estar conmigo.

La chica se echó contra la pared, riendo por la nariz, y palmeando los muslos invitó a Jimi a sentarse sobre ella, colocados ambos frente a la pantalla de televisión. Aquellos arranques de sinceridad eran lo que hacía que estuviese loca por aquel pequeño pirado. Luna, dos años mayor, era de la altura de su chico, pero considerablemente más robusta. Lo acomodó en su regazo y enlazó sus piernas con las de él, colocando las rodillas por dentro. Con un leve esfuerzo de sus macizos muslos obligó a Jimi a separar las piernas hasta que los tendones le lastimaron. El chico forcejeó brevemente, pero sabiéndose inferior finalmente se dejó hacer. Reposó su espalda pálida y huesuda sobre el opulento pecho de ella y apoyó la nuca sobre su hombro, cerrando los ojos. Ella le besó el cuello.

-Relájate, pequeñajo. Este fin de semana vas a necesitar toda tu energía.

Jimi sin despegarse de ella tanteó uno de los cuatro o cinco mandos a distancia esparcidos sobre la cama y oprimió el botón de reset. Un cronómetro digital colgado de la pared tembló y emitió un beep ajustándose a 00:00. Luna se prendió el pelo con una horquilla que mantuvo entre los dientes mientras ponía orden en su melena caoba, se ciñó una gruesa muñequera de tenista y se apretó los puños haciendo estallar las articulaciones.

-Preparado?

-Cuando quieras, preciosa -contestó él, socarrón.

Ella sacó el miembro ya tieso de su chico por un lateral del calzón, colocó el pulgar arqueado como un yugo sobre el cuello de su sexo y lo estrechó con los otros cuatro dedos ligeramente separados, apretando concienzudamente uno por uno hasta exprimir la sangre de debajo de las uñas.

-Mmm, estás muy fuerte, sigues trabajando con el gripper?- interrogó Jimi frunciendo el ceño pero sin abrir los ojos.

-El más grande de la sección de chicas puedo cerrarlo con 3 dedos- contestó Luna corrigiendo minuciosamente el agarre para poder hacer la mayor fuerza posible.

-Ayer fui a comprar un 18 a una tienda para culturistas. Les dije que era un regalo para mi padre.

Apretando el puño hasta obligarle a boquear esperó tensa a que Jimi arrancase el cronómetro y de inmediato comenzó a masajearlo desde la base hasta la punta, tirando de el para separarlo del cuerpo en el movimiento de bajada y apretándolo contra la barriga en el de subida de modo que al bombeo se añadía un movimiento de vaivén que estimulaba zonas erógenas adicionales en su fibroso pene. La boca se abrió escupiendo una perla de pre-corrida. Luna la envolvió con su palma frotando para extenderla a lo largo del tallo, y continuó su bombeo, incrementando progresivamente la velocidad sin perder un ápice de precisión. Cuando otros chicos comenzaban a perder el control Jimi se ponía grande, duro y arqueado, y le susurraba, 'sigue... más fuerte, más fuerte... no siento nada'. El aguante de Jimi la excitaba mucho, y su sexo comenzaba a dilatarse y gotear. Cuanto más fuerte apretaba más duro se ponía. Luna lo machaca tan duro como es capaz hasta que sus gruesos antebrazos arden por debajo de la piel, cambiando de mano cuando sus  dedos se agarrotan. El cuerpo de Jimi se calienta en su regazo, los omóplatos le aplastan sus esbeltas y duras tetas, la estimulación sobre el sexo de Jimi se transmite piel contra piel a su propio sexo, de modo que al masturbar a su chico ella misma se está masturbando, como si su puño tuviese terminaciones nerviosas conectadas con el interior de su vagina y la verga acerada de Jimi la estuviese penetrando furiosamente. Cuanto más duro y rápido lo bombease más adentro y más fuerte sentía que él la estaba penetrando. Se palpa un pecho con su mano libre, pero lo piensa mejor y comienza a pellizcar el pezón izquierdo de Jimi hasta notarlo duro, sin dejar de bombear con la dereha, su mano buena. Él deja la cabeza muerta y controla la respiración expirando por la boca.

Se oyen unos golpes en la puerta y la voz de la madre de Jimi llega lejana.

-Nos vamos, cariño, vienes con nosotros?

Jimi abre un ojo. Su cabeza rebota sobre el hombro de Luna, cuyo relampagueante brazo, hinchado como el de un boxeador, no ceja. La muñequera blanca vibra sobre su cadera. Le está dando tan duro que los estantes tiemblan y las pilas de libros y cintas de video amenazan con desprenderse.

-No mamá –responde alzando la voz. Me quedo. Dale un beso a tío Humberto de mi parte.

-... Está bien. Un besito. Hasta luego Luna.

Parece que va a irse pero se detiene aguardando contestación. La trepidación de los estantes tiene que sentirse fuera, piensa Luna, pero continúa bombeando a Jimi con ímpetu redoblado.

-Ah... Adios señora... Castillo.

-Cuida de el, cocínale algo decente, que sólo come basura.

-Ssss... si señora.

-No te preocupes mamá, encargaremos una pizza- bromeó Jimi mordisqueando el lóbulo de la oreja de su chica.

Luna aprieta los dientes. Sus pequeños y carnosos deditos de los pies se agitan como animalillos. Se está corriendo... ella! Reduce el ritmo, estirándole la polla a derecha e izquierda con manos temblorosas. Después la suelta y se escurre pared abajo, agotada, abrazando su propio torso desnudo. Jimi para el cronómetro y lo pone a cero. Con un salto felino se da la vuelta a cuatro patas sobre el cuerpo postrado de Luna. Arriba campeona, va a empezar el combate.

La pantalla ha dejado de emitir repeticiones de los triunfos de Tarja y enchufa a las contendientes a ambos lados del círculo de arena. Los asistentes revolotean alrededor de sus campeonas dando los últimos retoques a sus enormes cuerpos. La finlandesa aspira algo de manos de su manager, ruge y agita sus enormes brazos en aspas antes de juntar las muñecas a la espalda para ser atadas. La imponente asiática espera inmóvil. Ambas visten maillots negros y cinturones de halterofilia ocultos bajo sus prominentes vientres. Luna se incorpora y Jimi se arranca el calzón y se sienta de nuevo sobre ella, subiendo aún más el volumen de la retransmisión. Ella ase el cimbreante miembro por la base con el puño izquierdo, su mano menos buena, y le envuelve la punta con la derecha como un capuchón, estimulando el glande con la punta de los dedos mojados en saliva. Lo menea con una mano y lo gira con la otra, sintiéndolo crecer hasta una dimensión de coloso entre sus dedos.

-Eres muy buena - reconoce Jimi. Chus no podría aguantarte más de 30 segundos. Y eso que ahora practica mucho con su nueva novia, una negrita de primer curso que está en el equipo de atletismo. Tal vez podríamos hacerles una apuesta y sacar para un viaje de fin de semana.

-No sé como te duran los amigos, solo piensas en desplumarlos.

-Creo que podrías hacerlo escupir 3 veces mientras yo aguanto a la negrita, hace?

-A ese salido? puedo mojarle los pantalones 5 veces antes de que su novia pueda contigo, pero olvídalo. No se debe hacer negocio con los amigos.

-Quizá no sea por dinero sino por probar esos deditos chocolate por arriba y lechosos por abajo.

-Cerdo! yo soy mejor que ella.

Tarja embiste primero. La china la recibe gracias a sus 30 kilos de ventaja y la rachaza con un tremendo barrigazo. Tarja maniobra con increíble rapidez para su volumen, golpeando desde los lados, pero la enorme asiática reina poderosa, en el centro de la arena. Tras un par de minutos ambas hembras se toman un respiro, barriga contra barriga, con las mejillas aplastadas una contra otra. Ambas tienen grandes pies blancos y los tobillos y las rodillas vendadas y sus hombros montañosos brillan de sudor. Tarja se revuelve como una culebra, golpeando en corto de abajo a arriba. Su vientre es algo más pequeño pero más compacto, y se clava una y otra vez en los gigantescos costados sebosos de la china obligándola a retroceder cm a cm. Al comentarista le tiembla la voz, es un combate inusualmente largo y reñido. Luna estruja el miembro de su chico y añade su otra mano moviendo ambos puños al unísono, con la técnica de tekoki conocida como 'el tunel'. Sus dos manos forman un tubo del que la cabeza del miembro sobresale con cada batida, y su parte más sensible roza con la suave membrana de piel que une el pulgar a los otros dedos. Al tiempo Luna añade de su cosecha un endiablado movimiento de torsión, como si estuviese revolviendo con una enorme cuchara. La técnica mixta finalmente comienza a hacer mella en su chico.

-Te tengo! No puedes aguantar, voy a hacerte puré.

Entornando los ojos bate aún más rápido. Jimi siente el corazón de Luna golpeándole la espalda igual de desenfrenado que el suyo propio. Echa un vistazo al crono. 04:59. Luna puede romper su record personal y bajar por primera vez de los 6 min. El combate de Tarja lo ha excitado mucho y lo que es peor, Luna se ha dado cuenta.

-Abre los ojos.... cobarde! abre los ojos.

Tarja tiene a la china al borde de la derrota. Un nuevo barrigazo y la echará fuera, pero ella misma parece agotada y su enorme pecho resuella como el de una morsa. La china no puede cerrar la boca y un hilo de baba le desciende por la enorme mandíbula. Tarja agita sus trenzas, da un paso atrás y enviste. La enorme asiática da un suspiro casi infantil y se desploma de espaldas. Tarja mira al cenit y, con un alarido, tensa sus potentes brazos hasta destrozar las ligaduras. Puños en alto ruge paseándose por la conquistada cancha de arena pateando como una osa polar. Luego se tapa la cara y rompe en sollozos abrazada por sus cuidadores. Un giro extra del puño izquierdo de Luna acaba con la resistencia de su chico.

-Así pequeñito, así... - gime ella, y lo mantiene escupiendo durante más de un minuto hasta sentirlo ablandarse. Ahora podrá ver el canal telenovelas por un ratito hasta que él se recupere.

(9,10)