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Nota: ¿El chico quiere el biberón?

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Capítulo 7:

 

Alberto:

Entré a la oficina de Hernández, tenía que hablar con él de algo que me tenía intranquilo. En el pasillo me encontré de nuevo a ese joven, a Eduardo, había salido antes.

-¡Un gusto verlo! –Se paró Hernández y me abrazó –Pero dígame, ¿Cómo le fue? Por lo que sé muy bien.

-Sí, supongo que bien, pero fue agotador –Me estiré- Lo bueno es que ya estoy de vuelta-

-Ya lo creo, ese tipo de trabajos no son nada fáciles –Sonrió-

-¿El director no ha regreso aun? –Necesitaba hablar con el-

-No, aun no regresa –Pasaba las hojas de un cuaderno- El lunes sin falta podrá hablar con él –Tomó el lapicero y comenzó a anotar, parece que era el día nacional de escribir en la libreta e ignorar al profesor-.

-Necesito información de la madre de uno de los alumnos

-Déjame adivinar, ¿El becado? –Lo dijo en un molesto tono de burla-

-Sí, de Carlos –Remarqué su nombre, ya sabía que el muchacho era becado- Me interesa saber qué es lo que pasó con su madre, porque se perdió sin dejar rastro.

-No me digas eso Alberto, que si la madre del muchacho desapareció es seguro que pierda su beca –Se exaltó y lo seguro de sus palabras me preocuparon-.

-Patrañas –Dije preocupado-

-No miento, según tengo entendido, las becas en esta escuela tienen que ir con la firma del padre o tutor del alumno, siendo que si el muchacho es menor de 21 años, y conforme a las reglas de esta institución, no puede ser considerado adulto –Ese tipo tenía la boca atascada de razón-

-Pero no puede perder la beca, es brillante –Pensé que hubiera sido mejor no mover la boca-

-Trataré de comunicarme con su madre, y si no es posible, lo único que pudiera hacer seria hablar con rectoría, ellos decidirán, al igual que el Director –Aquí huele a problemas-

………………………

Era sábado, un día tranquilo y despejado. Me proponía hablar con Carlos, averiguar un poco más acerca del misterio de su madre, tenía que saberlo lo antes posible, pero no le diré que está en riesgo de perder su beca, solo lo preocupará y es lo último que quiero.

Pasaban de las 10 de la mañana, la plática con aquel tipo rebotaba en mi cabeza, me hubiese quedado callado, no fue lo mejor haberle mencionado lo de su madre, pero no me imaginé que su ausencia traería tantos problemas. Caminaba entre los enormes ventanales, no había muchas personas por los pasillos, dirigido hacia la habitación de muchacho. Comencé a tocar, pero nadie atendía por lo que insistí.

-Carlos, soy yo, Alberto –Mis nudillos se golpeaban contra la puerta-

-Parece que fuera a romperla –Escuché una voz mientras la puerta se abría, era su compañero, Eduardo-.

-Sí, perdona por eso, ¿No esta Carlos? –Secaba mis manos en mis pantalones, estás sudaban-

Frente a la puerta aprecié el cuerpo de mi peque, sin camisa sobre la cama y de espaldas a mí. Carlos comenzó a despertarse, dio la vuelta y como pudo se paró, estaba en unos diminutos shorts, la única prenda que lo cubría, después se vistió con una camiseta.

-Acá te habla tu paño de lágrimas -¿Qué? ¿Paño de lágrimas? No entendía que era eso, supongo que una frase para expresar algo, tal vez una grosería-

Cuando Carlos se acercó a la puerta, aun con la modorra encima, noté una mirada extraña en el otro, algo manipuladora y era obvio que Carlos se puso nervioso. Eduardo se fue a la misma cama donde estaba recostado mi peque, sin ninguna vergüenza se dejó caer sobre ella, restregándome en la cara que la compartían.

-Buenos días profesor Alberto –Me sonrió mientras cerraba la puerta, ambos nos habíamos quedado fuera-

-Hola peque –Devolví la sonrisa y le di un beso en la mejilla. Era una suave almohada donde reposaban mis labios- Dime, ¿Estas ocupado? –Se ruborizó por mi beso, sus lindos brazos estaban a la vista gracias a su camisa desmangada-

-No lo creo, es sábado, ¿Por qué? –Se quitó sus lentes y comenzó a limpiarlos-

-Tengo que hablar algunas cosas importantes contigo, además de que hace mucho que no charlamos, ya sabes, con algo más de privacidad –Él se miraba confundido- Pero vamos, que en la tarde te traigo de regreso.

-Creo que tiene razón –Rascó su nuca, estaba nervioso-

-Pero si no tienes tiempo, entonces lo podemos posponer para otro día –Lleve mis manos a los bolsillos del pantalón-.

-No, no, que yo en menos de 10 minutos salgo y nos vamos, pero ¿Ya aviso a la subdirección?

-Sí, ya he avisado, por eso no te preocupes –Le mentí-

Me bajé y lo esperé en las gradas que estaban junto a la fuente, mirando pasar a los alumnos de un lado para el otro. A lo lejos el equipo de futbol ya estaba practicando, sin duda alguna la semana vendría con todo. Al pasar de los minutos lo miré salir del edificio, la luz de sol combinada con su piel, lo hacía ver muy atractivo, aunque ya sabía que era un hombre, un hombre hecho y derecho, pero no podía evitar mirarlo de una forma tan adorable.

-Estoy listo –Acomodaba su playera-

-Bien –Sonreí- Subamos al auto –Nos dirigimos al estacionamiento, me sentía raro, no era normal que yo sacara alumnos de la escuela, de hecho, nunca lo hice, supongo que de ahí el sentimiento de extrañeza-.

Primero lo llevé al departamento, el parecía entusiasmado, lo pude notar por la forma tímida en que me miraba y como las miradas se cruzaban, ambos sonreímos cuando pasaba. Llegamos, lo invité a pasar y este se sentó en el sofá.

-Quiero que me esperes un momento aquí –Me dirigía a la habitación-

Buscaba algo que había traído conmigo del viaje, parecía que no le gustaba mucho que las personas le regalaran cosas, pero estoy seguro que entre ambos hay confianza.

-Ten –Extendí mis manos y le di una pequeña bolsa desechable mientras me sentaba junto a él en el sillón- Vamos, ábrelo –Trataba de animarlo-

No era nada en especial, solo un poco de ropa, estaba seguro que no le ofendería, y por otro lado, no me gustaba verlo con esa ropa que usaba, es muy suelta y además está muy maltratada. Su reacción fue linda, agradable.

-Vaya, ¿Es para mí? –Su mirada me encantaba-

-Claro que si peque, todos tuyos, que mira que los encontré durante mi fastidioso viaje y no acepto un no por respuesta –Reí-

-Siendo así –Se quedó callado- Agradezco mucho, pero no se debió molestar, que yo aún tengo ropa.

-Ya, que eso no importa, tu déjate consentir –Alboroté su cabello, él no borraba su sonrisa, no quería tocar el tema pero quería hacerlo, teníamos que hablar de su madre-

-Carlos, necesito hablar contigo –Traté de quedar frente a él en el sofá-

-Usted dirá –Puso la bolsa sobre la mesa de noche e hizo lo mismo que yo, quedamos frente a frente-

-No me digas usted, dime Beto –Comencé a sonreírle-

-Está bien, Beto –Remarcó el fachoso apodo-

-Ahora sí, me gustaría saber…. ¿No has sabido nada de tu madre? –Tragué saliva, me costó un poco de trabajo-

-No –Jugaba con sus dedos, agachó la mirada-

-Entiendo –Era obvio que el tema le incomodaba mucho, y no me gustaba verlo así. Era algo que se tenía que tocar cuanto antes, pero si esto implicaba ponerlo en ese estado, prefería evadir el tema por completo-.

-Si quieres puedes tomar un baño y te estrenas algo de tu nueva ropa –Le sugería-

-No lo creo, además, así estoy bien.

-Tienes razón, pero deberías cambiarte que quiero llevarte a dar una vuelta…

-No, ya ha hecho suficiente con la ropa –Parecía incomodo-

-Nadie preguntó –Sonreí- Ahora te cambias, o si quieres irte así, por mí, no hay ningún problema.

Carlos obedeció y ocupó el cuarto para cambiarse. Aun no me termina de convencer el cómo acepto venir conmigo, si ayer cuando lo saludé parecía que estuviese hablando con un fantasma, el día de hoy, como si nada, ¿Quién lo entendía? Porque yo no.

-Estoy listo –Levanté la mirada al momento que salió del cuarto, la ropa le quedaba muy bien, ni tan suelta, ni tan entallada-

-Te ves bien, pero vamos que se nos hace tarde –Tomé las llaves del coche y me dirigí a la puerta-

-¿Usted se ira así? –Me miró un poco extrañado-

-Pues sí, ¿Qué tiene de malo? –Levanté mis manos a la altura de mis hombros para que mirara lo que llevaba puesto-

-Creo que nada, pero es muy formal –Miro curioso-

-No pues, tu déjame –Que ironía, el chico tenía razón, yo le sugerí que se cambiara y yo llevaba puesta una camisa manga larga con un pantalón de vestir-.

La tarde fue pasando muy rápido, salimos un poco pasadas las 12 del día, el sol estaba en su punto. Visitamos lugares agradables, lo lleve al museo de la cuidad, me dijo que nunca había estado en uno y confirmé que era verdad al notar su asombro por las hermosas esculturas que se exhibían. Una feria del libro cerca del centro, y así se fue yendo la tarde, entre distracciones, risas y juegos. Se le notaba feliz, con ese brillo en los ojos que te indican que una persona esta cómoda, que está bien.

-¿Estas cómodo? –Lo miré por poco tiempo, no podía mantener los ojos apartados de la carretera-

-Sí, y todo se lo debo a usted –Me sonrió-

-A ver, lo que tú digas, pero si me quieres pagar todo lo que he hecho por ti, te pido de favor que ya no me digas usted, ya te dije, dime Beto, Be-to –Bajé mi tono de voz-

-Sí, sí, me lo grabaré en el disco duro –Se daba pequeños golpes en su cabeza-

-Más te vale –Le advertí- Ahora te quiero llevar a un último lugar antes de regresar-

…………………………….

Caminábamos por aquel enorme bosque, ese que visitamos la vez pasada, los primeros días que lo conocí, una franja de pinos enormes que se balanceaban con el aire. Un aire con olor a tierra mojada que nos invadía, todo muy bien, un ambiente calmado. Nuestros pasos eran lentos, sin ninguna prisa, pareciera que el tiempo nos perteneciera.

-¿Qué opina de las personas? –Me miraba mientras sus manos se ocultaban en los bolsillos-

-Especifícate, ¿En qué aspecto? –No me ubicaba muy bien en su plática-

-No sé, solo dígame lo primero que se venga a tu mente –Sus ojos tenían un pequeño aire de tristeza-

-Me dejas en las mismas peque, pero te responderé. Las personas son como quieran ser, pueden hacer una tormenta y pedir un perdón –No apartaba la mirada de la mía- Hay personas que son muy buenas, personas que ayudan a los demás –Le sonreí-

-Siempre es así, siempre hay personas nobles, siempre hay personas egoístas.

-Ahora dime, ¿Hay algo que te incomoda? –Le cuestioné, era obvio que si, pero no me lo quería decir directo-

-Quería saber su opinión –Se sentó en uno de los columpios que estaban al lado del camino-

-A mí me parece que estás frustrado –No dejaba de mirarlo, tenía que ver lo que en realidad pasaba-

-A qué no, es solo que, las personas te defraudan –Se mecía hacia atrás y adelante impulsándose con la punta de sus pies, lo hacía muy lento-.

-El problema es que no tienes que esperar mucho, no tienes que preocuparte mucho por los demás, piensa en ti, en que tienes que buscar solo tus objetivos, jamás estés esperanzado de alguien, porque te pueden defraudar –Él se quedó callado por un buen tiempo-

-S-sí, eso ya lo sé, lo tengo más que claro, al principio todo es bonito ¿Sabes? Siempre se preocupan por ti, siempre están presentes, al final sólo te quedas a un lado –Sus manos apretaban las cadenas que sostenían el columpio-

Me puse de pie y me coloqué de cuclillas frente a él.

-Es fácil prometer, pero también tienes que entender, las personas tienen preocupaciones, tienen problemas, y es por eso mismo, no esperes nada de nadie, y no lo digo para que pierdas la esperanza, es que no todo lo que te dicen se cumple como lo esperas, no siempre, pero tampoco no todas las personas son iguales, espera –Puse mi mano en su hombro y le di un suave masaje-

-Me siento como un extraño en la multitud –Parecía triste-

Lo mire detenidamente, estaba triste, pero a la vez estaba contento, lo miraba en sus ojos, una pequeña chispa lo delata y una enorme nube negra no le permite ver con claridad, era una confusión, no lograba descifrar. Un complejo crucigrama.

-Yo te dije, y te lo repito, y sé que me estoy contradiciendo pero puedes confiar en mí, lo sabes –Lo tomé de su mano, estaban frías y muy suaves-

Mi peque se paró del columpio, y se hecho a mis brazos. El aire era fresco, sus brazos me apretaban y mi nariz estaba sumergida en sus cabellos. Lo escuché sollozar, pero no podía ver si es que estaba llorando. Me sentí triste por no poder aliviar su pena, el objetivo de llevarlo allí era ver plasmada una enorme sonrisa en él.

………………………………………………..

Carlos:

Me trajo a la Universidad como a las 8 de la noche, sí que fue mucho tiempo, pero de un lado para otro se nos hizo tarde, además del accidente de la carretera que nos atrasó más.

Al entrar a la habitación me sorprendí que estaba vacía, Eduardo no estaba, no me pareció cosa del otro mundo, pero era raro que saliera a esa hora de la noche, tal vez algún compromiso o que se yo. Podía seguir molesto por la discusión de la mañana, no le pareció que me fuera con Alberto, pero no me dio motivos, y aunque me los hubiese dado no le hubiera hecho caso, encuentro absurdo que se moleste, no lo entiendo.

Pensé en preparar algo de cenar, estaba hambriento y así cuando Eduardo llegara tuviera algo que comer, lo espere un momento, pero no, él no llegaba, su cena se enfrió y la metí al refrigerador para que no se echara a perder, ¿Le pasaría algo malo?

Escuché que la puerta se abrió, era él, por fin, podía respirar, yo estaba sentado en el sofá, esperando por él, lo admito, ya estaba dormido pero el ruido de la puerta me despertó. Entro si siquiera mirarme, camino hacia el baño.

-Hola –Dije en tono bajo, el solo me ignoró- Te prepare algo de comer.

-Ya comí –No parecía interesado-

-¿Estas molesto? –Me acerqué-

-¿Y esa ropa? –Me miró exaltado- Esa ropa no es tuya, esa ropa es nueva, no es tuya, ¿De dónde la sacaste? –No me gustaba su mirada-

-Me la han regalado…

-Adivino, el maestrillo ese, si ya me lo suponía, ¿Qué tipo de relación tienes con él? –Su pregunta me estaba ofendiendo-

-Es mi amigo, me ha ayudado mucho –Lo miré algo indignado- Es muy buena persona, lo deberías tratar.

-Aja, y yo aún me chupo el dedo –Gruñó- Te has tardado todo el día con él, ¡todo el jodido día! –

-No le veo sentido a esto. Además, ¿Dónde has estado tú? Ya son casi las 11 de la noche y acabas de llegar.

-Eso a ti que te importa, si no somos nada…

 Son ese tipo de reacciones las que no me gustan de él, pero en cierto punto tiene razón, no somos nada, más que compañeros de cuarto, así que, ¿Por qué me sorprendo? Ni siquiera lo sé.

-Sí, tienes razón, pero tampoco me preguntes nada a mí, entonces no tengo que darte explicaciones –Mi tono de voz era muy frio y bajo, me lastimó-

- Te equivocas, tú me tienes que decir con quien vas y a donde, así se supone que es esto -¿Qué pretendía? Tenerme controlado. Ósea que él sí era libre de preguntarme lo que le apeteciera, y yo, yo me quedaría como idiota tratando de adivinar que hizo durante toda la tarde-

-Sabes que, estoy cansado, no tengo tiempo para esto Eduardo –Le dije y me dirigía al sofá-

-¿Y para tu maestro ese? ¿Para el si tienes tiempo hasta de sobra? –No se callaba, y como odio no ser el que se queda con la última palabra en una discusión-.

-Según tú, no somos nada –Y regresé a donde estaba parado-

-Pues no, ya te dije, nada, solo compañeros de cuarto y nada más, entiéndelo –Maldito que era, sus palabras eran muy hirientes-

-Créeme que estoy tan acostumbrado a que siempre me traten igual –Ahora si no podía más, si seguía discutiendo sería imposible no quebrarme, no quería que me viera así, por una maldita razón me importaba lo que ese cretino pensara-.

……………………………

Eduardo:

Que me cabreaba que ese chaval se creyera que pudiera hacer lo que quisiera, largarse con ese maestro y venir tan tarde, me desesperé, y mucho, mi mente enferma me jugaba chueco, no es que no confié en Carlos, él es un sol, pero ese maestro nada mas no me cae, y dándole regalitos, no, eso sí que no.

Su coche llego como a eso de las 8 de la noche, pero no entré al edificio, preferí quedarme en el campo corriendo como loco, que sería mejor tirar la furia a un lado, furia que regreso cuando lo vi vestido así, con esa ropa costosa.

Estoy seguro que mi comentario lo lastimó, está dormido en el sofá, el muy miedoso odiaba dormir en la parte de arriba de la litera, temía a caerse en la noche, es por eso ambos dormíamos abajo. Su carita se ve tan linda, y ahora me siento como un patán por lo que le dije, pero es la verdad, no somos nada más que compañeros de cuarto, no amigos, después de todo lo que paso no podemos serlo, o por lo menos yo no puedo verlo como amigo, ¿Algo más? Borra esas mariconadas de tu cabeza Eduardo.

La cama, aunque era pequeña era perfecta para ambos, que sé qué hace un poco más de una semana que dormía con él y ahora, ahora lo extraño, soy patético, pero tengo que solucionar esto, tengo que hablar con él ahora, y disculparme, ¡NO! Qué tontería, no haz rogado a nadie, y tú sabes cómo lo puedes convencer, una manera un poco menos complicada.

Me paré de la cama y me acerqué al sofá sin hacer mucho ruido, no lo quería despertar, conociendo su humor y su orgullo herido no era conveniente.

Torpemente me acosté detrás de él. Suavemente mi cuerpo resbalaba por la sabana que cubría el suyo, Carlos suspiro pero no se despertó, ahora que me acuerdo, él tiene el sueño pesado, prácticamente podía violarlo y no se daría cuenta. Se acurrucó con la sabana, yo estaba perfectamente cómodo.

Al suspirar en su cuello y regalarle mi cálido aliento para erradicar el frio, pude notar como se estremeció y suspiró, me recordó cuando un niño es regañado y se duerme después de tanto llorar, entonces, ¿Lloro? Y lo peor aún, estaba seguro que yo fui el causante de su llanto, pero fue raro, ni siquiera lo vi derramar una lagrima, ¡Qué bruto soy! Me tendré que aprender a callar la boca.

Lo abracé, lo abracé como tonto, y la idea principal de tocarlo, de hacerlo mío, se esfumo, ¡Mierda! ¿Este chaval tiene un campo protector que impide que le clave toda la verga? Simplemente no puedo, verlo dormir me debilita, duerme con un angelito, allí, el muy tonto, el muy idiota esta todo dormido, todo allí nada más, ¡Ahhhh! Que me desespera.

-No sé qué pasa Carlitos –Todo su aroma me invadió por completo, era delicioso, era natural-

Él se pegó a mi cuerpo, la noche era un poco fría, pero Carlos estaba protegido por mi peso y la sabana, yo estaba protegido por su calor. Mi plan se cayó al suelo, ahora solo quería dormir a su lado, dormir un poco y hacerlo descansar en mis brazos.

…………………………………………

Domingo por la mañana, ya tenía como 10 minutos despierto pero no quería moverme, había dos razones muy buenas para no hacerlo. La primera, que si lo hacía tendría que despertar a Carlos. La segunda, que tenía una enorme erección mañanera de los mil demonios.

Mi pene está muy apretado bajo mi slip, lo sentía reventar y con cada roce que me daba con la espalda del chaval la mirada se me nublaba de placer, esa típica erección mañanera que me tenía tan caliente y que me agasajaba presionando sobre su espalda.

Lentamente quite la sabana de su tibio cuerpo, esta resbaló hasta caer al suelo dejándole totalmente descubierto, el llevaba puestos solamente unos calzoncillos sueltos y una camisa blanca con mangas.

Abrace mis piernas a la suyas, sus vellos me hacían cosquillas, la suavidad de su piel me encantaba. Mi mano comenzó a pasar muy lento por su hombro, bajando despacio desde allí, pasando por su brazo,  después su estómago, su suave cintura hasta llegar a sus caderas.

La sumergí lentamente entre sus calzoncillos, tenía tantas ganas de acariciar sus piernas y sus nalgas, pero vamos, nunca me cansaba de ese chaval, era como un sueño, y como un pastel que quería comer yo solo.

-¿Uhm? –Gimió, parecía estar despertando-.

-Buenos días lindo –Besé su cuello-

-He.. –Trataba de ubicarse- ¡Hey! ¡¿Qué se supone que haces?!

-¿Sigues molesto? –Lo apreté con mis fuertes brazos y lo amarre con mis piernas-

-Sí, muy molesto, pero ahora déjame que tengo que hacer unas cosas –Trataba de salir de mi trampa-

-¿Algo más importante que pasar un buen rato conmigo? –Mi tono de voz picaron salió a la luz-.

El muy cabrón se logró zafar, cuando se proponía algo lo lograba, pero me mordió, ni modo que lo siguiera estrujando para que me arrancara la piel del brazo.

-¡Cabrón! ¿Qué mierda te pasa? –Grité molesto-

-No tengo que darte ninguna explicación –Acomodaba su camisa-

Me ignoró y se metió en el baño, pero me tendrá que escuchar cuando salga el muy maldito, que nadie me muerde y se sale con la suya, me va a conocer, se ha metido en problemas y ahora viene el castigo. Tenía que tener su boquita limpia para lo que le esperaba.

Esperé unos minutos, yo estaba sentado en el sofá, esperando pacientemente lo que tenía que hacer, no era un plan de cinco estrellas, que va, lo pensé mientras él estaba en el baño.

-Carlos ven, quiero hablar contigo.

-¿Sobre qué? –Me miraba mientras con su camisa limpiaba el agua que resbalaba de su boca recién lavada-

-Mi padre me quiere cambiar de escuela –Disimulé una tristeza en mis palabras, no era muy buen actor, pero mi tonto Carlitos se sentó a mi lado, preocupado-

-O-Oh, pero ¿Qué paso? –Su tono se quebró-

Y en un ágil movimiento lo tomé fuerte y me dejé caer sobre su cuerpo. Tomé sus muñecas y las presioné contra la cabecera del sofá, abrí sus piernas y lo miré fijamente, tenerlo allí, tan indefenso me hacía querer comerlo a besos.

-¿Me mentiste? –Parecía estar molesto, y como no, si le mentí para poder someterlo-.

-Es una de mis virtudes, o tal vez eres muy tontito –Me burlé-

-No estoy de humor, tengo que prepararme para mañana –Gruñía-

-Que va, ¡Tenemos todo el día! Ahora, o te dejas consentir por las buenas, o será por las malas –Lo miraba desafiante- Sé que no me querrás ver enojado –Besé sus labios-

Su mirada se tornó atemorizada, tal vez me pasé un poco con la advertencia, era un jueguito inocente, bueno, no tan inocente pero por fin se quedó calmado y callado, solo me miraba y parecía nervioso, pero sentía como su verga estaba creciendo en mis muslos.

………………………………..

Carlos:

No me asustaba en lo absoluto la amenaza de Eduardo, estaba seguro que no era capaz de hacer nada, perro que ladra no muerte. ¿Por qué estaba tan temeroso entonces? No lo sé, pensar en el hecho de tener su cuerpo, su piel tibia y sus hermosos ojos, todos sobre mí, me daban una sensación de dominación ejercida, y me excitaba.

-¿Te comieron la lengua los ratones? –Su actitud de macho me molestaba, pero a la vez me encantaba-

El muy animal pasó su lengua por la comisura de mis labios, mojándolos y recorriéndolos sin ningún tipo de vergüenza. Sus piernas se rosaban con las mías, su cuerpo caliente hacia una fricción infernal, y su pene chocaba con el mío por encima de nuestra ropa interior.

-Eduardo…

-Shh.. Shh –En un tono calmado trato de callarme- Eduardo nada, como siempre me demuestras que te gusta, que te encanta esto que te hago –Resoplaba- Quiero que me la chupes –Me ordeno-

-¿Cómo así? –Estaba siendo muy directo-

Se balanceó por encima y posicionó sus rodillas en ambos lados de mi pecho, se sentó sobre él y un penetrante olor impugnó toda mi nariz, sus genitales estaban a centímetros, el olor era parecido a la primera vez, a semen mezclado con sudor pero un poco más fuerte, tampoco insoportable.

Tomó una de mis manos y la colocó en su miembro, apretándola y sujetando fuertemente, yo no decía nada, él lo hacía con una confianza increíble, pareciese que fuera algo de todos los días.

Bajó su calzoncillo y su pene con una enorme erección salió a flote, me acarició las mejillas con sus pulgares.

-Saca tu lengua –De nuevo ordeno, pero aún no estaba captando lo que me estaba pidiendo, mejor dicho, ordenando-

-¿Estas molesto? –Supuse que era eso por lo cual se comportaba así, y vaya que no me equivoqué-

-Claro que no, es solo que has sido un mal niño y ahora mismo te voy a castigar. Vamos, saca la lengua –Insistía, y a pesar de que consideré que era un “castigo” mal asignado, no me negué-.

-Buen chico –Y al ver mi lengua de fuera colocó su glande, brilloso y rosado sobre ella, dando pequeños golpecitos que parecían le encantaban-.

-¿El bebé quiere su biberón? –Me preguntaba mientras con su miembro golpeaba mis mejillas, su cara de excitación era extrema, y su mirada de lujuria pedía más-.

Lo introdujo lentamente a mi boca, resbalaba perfectamente, un líquido semitransparente salía del orificio, facilitando mucho el trabajo. Cerré involuntariamente mis labios, dejando su capullo atrapado y mi lengua jugaba con él.

-Vaya lindo, parece que amaneciste con hambre –Yo lo miraba, sabía que eso lo volvía loco- Te prometo algo, habrá una sorpresa para ti si haces las cosas bien, he escuchado que la leche es buena para la memoria, y si quieres salir bien en los exámenes te la tendrás que tragar toda –Dios, sus palabras me calentaban tanto-

-¿Hum? –Salió de mi boca mientras seguía chupando su grueso pedazo de carne-

-¿Entendido? –Me miraba profundamente-

-Uhum –Yo seguía en lo mío, no me importaba ya, dejar el mundo de un lado y disfrutar de ese pedazo de carne goteante-

Eduardo fue introduciéndolo un poco más, sentía como entraba. Me tomó de los cabellos e hizo un movimiento lento y suave de mete y saca. Su sabor, no sé cómo definirlo, es una mezcla entre algo salado, su textura era espesa y babosa.

-Ohhhhhh…. –Suspiraba- T-tienes una boquita de ángel –Y bombeada lentamente-.

Me dedicaba a no apartar la vista de la suya, el hacía lo mismo, a pesar de estar delirando de placer nuestros ojos no perdían contacto en ningún momento, ahora sus manos estaban sosteniendo mi cabeza, metiendo y sacando. Me di cuenta de que cabía un poco más de medio pene en mi boca, muy estrecha, ya que lo más profundo que algo había entrado era cuando visitaba al doctor y con una barita revisaba mi garganta.

De un lado de mi boca resbalaba mi saliva combinada con su presemen, intento meterlo un poco más profundo, pero no pude y lo saqué de mi boca, una arcada me sorprendió y era imposible seguir.

Él se quitó de encima de mí, pensé que algo le había molestado, tal vez el no lograr meter el resto de su pene en mi boca, pero esa idea se esfumo cuando se sentó en el sofá y me pidió que siguiera jugando con él.

Me hinque frente a él, tomé con mis manos su pene, me di cuenta de que enserio estaba muy excitado, comencé a subir lentamente y bajaba de la misma manera pero ahora con mi mano, el emitía pequeños y cortos gemidos.

Lo volví a meter más a mi boca, estaba tan caliente que se me habían fundido los conductos del cerebro.

Subía y bajaba, con algo más de rapidez, sentía su mano en mi nuca que me guiaba por todo el camino hasta poder llevarlo a la gloria, pase por sus testículos, quería recorrer cada pedazo por donde mi lengua pusiese pasar, quería aprenderlo de memoria. Desde su glande, pasando por su tallo y llegando a sus huevos, perdiéndome en el camino con sus pelos.

Una de mis manos subía y bajaba en su pene, y la otra hacia lo mismo, pero en el mío, estaba tan excitado, no me había quitado mi bóxer aun y mi pene se salía por un lado, no aguantaba más, tenía que tocarme, tenía que masturbarme justo ahí, no aguantaba más.

-Estoy a-a p-punto…. Ohhhhhhhhhhh ¡Mierda! –Y se aferró fuerte a mi cráneo, no me dejo escapar sintiendo como 4 expulsiones de esperma visitaban mis papilas gustativas, tal fue intensidad que pude sentir como aquel líquido viscoso y de sabor nuevo para mí, resbalaba por mi garganta, haciéndome cosquillas.

No entendía, parecía que me dejara llevar como un animal, me masturbaba a mas no poder y después de que Eduardo me lleno con toda su “leche” como le llamaba el, yo me descargué como en los últimos días, expulsando una cantidad de semen impresionante, y mi cuerpo era atacado por millones de sensaciones que se manifestaban en escalofríos inexplicables.

-Parece que te he preñado toda la boquita –Yo estaba avergonzado y él lo noto- No empieces con tus cursilerías, ya lo hicimos y es algo que nos gustó a ambos así que no te quiero ver sonrojado –Sonrió- Quiero besarte –Me tomó de la barbilla-.

-No, estoy todo sucio –Agaché la mirada, me sentí culpable por lo que hice-.

-No tonto, ven –Y se pasó del sofá para darme un beso y después abrazarme-.

………………………….

Alberto:

Domingo en la mañana, un día muy atareado, mañana las clases y ahora a buscar los documentos de Carlos, además de los míos. Ayer hablé con rectoría y si efectivamente la madre de Carlos lo había abandonado, cosa que no dudaba, ellos podrían anular su beca, pero bueno, hay un avance, y una gran posibilidad de que la tutoría pueda pasar a mis manos, por lo menos hasta que cumpla los 21. Mi objetivo principal es que no se entere, lo quiero mantener en secreto por un tiempo, no decirle ahora, eso claro si es que puedo lograr lo que me propongo.

-Profesor Alberto un miembro de alumnado quiere verlo –Escuché que hablo la pequeña máquina que estaba en mi escritorio-.

-Sí, no hay problema –Presioné el botón-

Cuando la puerta se abrió miré al muchacho aquel. Eduardo, el nuevo compañero de cuarto de Carlos, pero mi pregunta ¿Qué hacia allí? Pues muy pronto lo descubriría.

-A ver, Sr… -Y miro la placa que estaba en mi escritorio- Alberto, le vengo a poner una queja –El tipo estaba como molesto, no sé por qué-

-Pues tu dirás en que te puedo ayudar –Lo miré, y el tampoco dejaba de mirarme, sus ojos de color verde me indicaban furia- Pero vamos, si quieres siéntate –Le señalé con la mano la silla-.

-¡¿Usted cree que se ve bien que le ande regalando cosas a los alumnos?! –Boom, exploto la bomba-.

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(9,73)