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Una dulce cogida

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Nuevamente su amiga Nalgadelia, y esta vez para platicarles mi relación con Willy, otro amigo que conocimos en este ambiente swinger.

Me encantaba porque tenía cada ocurrencia que por eso decidimos seguir saliendo con él pues cada vez era diferente. A pesar de sus 50 años, poseía una gran resistencia sexual; y como los demás, le encantaba mi redondo culo y mis abultadas nalgas, al grado que se pasaba horas mamándome el ano y/o mordiéndome las nalgas. En verdad me ponía bien caliente, aunque a veces me daba un poco de pena, pues yo siempre he sido demasiado higiénica para estas prácticas y él me pedía que no lo fuera tanto, pues deseaba percibir el aroma natural de mi ano y de mi panocha.

Un día me pidió que no me aseara, pues me daría una sorpresa con lo que tenía pensado. Llegamos mi marido y yo a la suite del hotel de costumbre y enseguida me metí al cuarto de baño. Me hice un enema intestinal y otro vaginal, después me metí un dildo de 25 centímetro de largo en el culo, hasta el fondo para constatar que salía limpiecito, sin ninguna manchita de caca y por supuesto, también para expandir mi esfínter, pues sabía la clase verga que me esperaba. Entonces me vestí con liguero y medias de red, pues a nuestro amigo le enloquecía este tipo de ropa íntima.

Salí del cuarto de baño, encontrando a mi amante y a mi esposo en grandes pláticas, mientras bebían una cerveza. Al verme, Willy se deshizo en piropos hacia mí, al tiempo que se sobaba la verga por encima del pantalón. Mi marido se rió y fue a acomodarse a la silla para ver la acción que estaba por comenzar. Willy se me acercó por detrás y me besó los hombros y fue bajando por la espalda hasta llegar a mis nalgotas, me dio unas mordiditas y después me las abrió y aspiró aroma de mi culo para después darme un lengüetazo. Me empiné lo más que pude para ofrecerle toda la magia de trasero, quedándose boquiabierto por lo culona que soy.

Me abrió más las nalgas, hasta su límite y me metió la lengua profundamente, provocando con esto que casi llegara a mi primer orgasmo. Se puso de pie y se desvistió rápidamente, su babeante verga apuntaba hacia mí, yo la tomé entre mis manos sintiéndola caliente y muy gruesa. Me puse en cuclillas, se la pelé por completo y me metí la cabezota a mi boquita. Su sabor era exquisito, me encantaba oler sus pubis y sus bolas, y al estar como ternerita mamándole la verga, pasaba a lengüetearle los huevos, los cuales eran chiquitos y me permitía metérmelos juntos a la boca.

Mi panocha ya estaba mojadísima y mis pezoncitos erectos, me puse de pie y me fui a acostar a la cama bocabajo con las nalgas paradas exageradamente para que él supiera que deseaba que me siguiera mamando el culo. Se me acercó ya totalmente encuerado y me pasó la ñonga por todo el canal que divide mis pompas, apachurrando de paso mis hinchados labios vaginales pero sin metérmela, solo esparciendo el almíbar que destilaba mi almeja, mojando mi culo con mi propia babita vaginal. Después se volvió a bajar a mamarme la pepa, enloqueciéndome al sentir su lengua en mi culo.

Cuando mi ano se dilataba quedaba como una boquita haciendo "o", mayúscula; él aprovechaba y soplaba aire hacia el interior, luego lo sacaba chupando él mismo mi recto, a veces me pedía que yo mismo lo expeliera para oír el ruido característico de un pedo, y yo, pues lo complacía y él se ponía eufórico… Cuando tuve el culo bien dilatado, se levantó y trajo una cajita de chocolates, de esos rellenos de licor y que traen una cereza adentro. Me fue metiendo uno por uno hasta tener tres dentro del recto, estaban un poco endurecidos y fríos, por lo que sentí muy raro. Mi amante me explicó que mientras esperaba que con el calor de mi cuerpo los chocolates se derritieran, me mamaría la pucha.

Me volteé bocarriba, me lamió bien rico la papaya, chupando mi labia suavemente, lengüeteando mi clítoris y mordiendo mis labios mayores. Yo me retorcía como perra en celo, pues Willy sabía bastante bien lo que me hacía. Mi rajita estaba que chorreaba, mientras yo ya no aguantaba, necesitaba hacer algo antes de derramarme; así que le pedí que hiciéramos un 69, pues estaba loca por tener una verga, aunque fuera en la boca. Quería sentir sus bolas calientes cerca de mi nariz, aspirar su aroma de macho caliente, mientras su lengua me hacía un trabajito allá abajo.

El caso es que cuando tuve la mi miel escurriendo, producto de otro orgasmo que me hizo alcanzar, me clavó tres chocolates en mi panocha, estos si los sentí ricos por lo helado que estaban. Entonces me dijo que había llegado la hora de hacer un puré de chocolate y que con su verga me los iba a moler dentro de mi culo, y después los de mi panocha. La curiosidad que sentí me hizo arder más… Al entrar la verga por mi culo no fue nada nuevo, pero la sensación de sentir los chocolates siendo empujados por la cabezota de la ñonga y triturándolos en mi interior, fue lo fabuloso. Él tenía cuidado de no empujar muy profundo, solo lo necesario.

Me bombeó muy fuerte y enérgicamente, hasta que sacó su verga de mi culo, embarrada de algo que parecía caca, pero era el chocolate, me lo dio a mamar y me supo bien rico, creo que además del dulce, los fluidos corporales lo hacían mas sabroso. Después me metió la verga en la concha y allí si sentí algo incómodo, por lo que pujé para que salieran dos chocolates a punto de desbaratarse y solo dejé uno adentro. Después me la metió y desbarató todo el dulce en mi interior, limándome hasta que de nuevo me hizo venirme. Me sacó la verga y se agachó a observar mientras me dedeaba el clítoris.

Mi esposo veía boquiabierto todas las ocurrencias de mi amante, yo de plano me dejaba hacer y me sentía muy puta permitiéndole practicar todo lo que su retorcida mente fabricaba. Cuando alcancé el orgasmo, metió su lengua en mi panocha y atrapó algo del dulce que escurrió conjuntamente con mi miel, me pidió que pujara un poco más y pegó su boca en la entrada de mi vulva, succionando el almíbar que expelía mi cosita. Pujé con fuerza que otro pedo más se me escapó sin querer, siendo vitoreado por ambos machos que me veían sin parpadear. Después me besó en la boca y probé lo delicioso del postre; me pasó la cereza que había estado dentro del chocolate y dentro de mis entrañas, siendo una experiencia exquisita.

Pero faltaba sacar el dulce de los tres chocolates que se habían desbaratado en el interior de mi recto; así que enfiló la tiesa verga hacía mi culito y me la metió fuertemente, de los pliegues de mi ano y por entre su verga salía el chocolate hacia afuera, el licor y todo lo demás; yo le regalé unos ricos apretones en la verga, usando solo mi culo, con lo que él dio a entender que estaba apunto de aventarme sus mocos; y adrede paré más las nalgas y me pegaba hacia él, restregándole mis abultadas ancas por toda la verga. Sus huevos chocaban en mi vagina, pues me tenía como perrita a cuatro patas…

Cuando explotó, me aventó varios chorros de leche, a juzgar por las veces que se estremeció y las veces que sentí como se le hinchaba la macana, después me sacó poco a poco la verga del culo y cuando estuvo afuera, me pidió que la observara con detenimiento. La tenía llena de chocolate, del licor y algo blanco que era su esperma, pero faltaban las tres cerezas. Entonces pujé para sacarlas, escapándose un pedo largo y sonoro que volvió hacer la delicia de mi amante y de mi marido, liberando así las tres bolitas. Todos reímos y seguimos riendo cuando Willy colocó las tres cerezas en su verga y me la dio a comer; sabían riquísimo.

Después de esa gran y diferente cogida, no puedo evitar pensar en esa ocasión cada vez que veo ese tipo de chocolates.

Nalgadelia

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