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Me gusta hacerte ver que tú mandas como macho

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Cuando llego subo desnuda detrás de ti. No puedo remediarlo. Me gusta hacerte ver que tú mandas como macho, que mojo mi coño al sentirme sumisa a ti y que tu poder me embriaga, me aturde y me lleva más allá de cualquier razón. Soy una mujer muy racional. Era una mujer muy racional. Dirijo una empresa y tengo a un montón de tíos a mis órdenes. Hombres que se matan por agradarme. Serviles que se mueren porque les sonría. Pero no lo hago.

No soporto a los tíos débiles. Por eso ni tengo novio ni me he casado. Todos los tíos se vuelven locos por mí, estoy muy buena, tengo un fuerte carácter y enseguida se vuelven marionetas a mi capricho. Se vuelven locos por mí y se mueren por complacerme. Y yo no los soporto. Los desprecio.   Los mangoneo y los hago sufrir y los muy bobos se dejan hacer porque se vuelven locos y son capaces de cualquier cosa por besarme la mano. No los soporto. Son débiles.

Me gustan los hombres bien hombres, los que están seguros de sí mismos; los que te miran y te mojan el coño. Esos machos que sin conocerte se acercan a ti, te miran, saben que ya tienes el coño mojado y te meten en la mano el número de la habitación del hotel más cercano. Ellos saben que vas a ir. Y vas. Al principio te ríes, lo miras con desprecio y te dices: "lo llevas claro".

Pero sin saber por qué, al rato sales detrás de él y entras en el hotel en el que él ha entrado. Y miras el papel y subes a la habitación. Y no sabes cómo ni el porqué, pero al rato estás a cuatro patas en la cama siendo follada como una perra, como una cerda, como una puta o como una guarra. Da igual. Te sientes perra y quieres sentirte más. Tu coño babea por él, por su polla. Y se lo dices. Por tu boca salen palabras que jamás has pronunciado, pero a él se las dices porque es tu hombre, el  macho que  está seguro de que eres suya y que por tanto puede cogerte, usarte, follarte y dejarte hasta la próxima. Y sin decir palabra. Sin conocerte.

Un macho que sabe que tiene el poder sobre ti y que si no te comportas como una verdadera perra, puede abofetearte porque tú, en vez de apartar la cara, la levantas orgullosa para que te dé de hostias. Sé que no es normal, que si se lo cuento a alguna amiga me dirá que estoy loca. Pero ocurre.

Siempre he sido feminista y he luchado contra el maltrato, pero esto es diferente. Esto es correrse una y otra vez por la pata abajo al sentir la mano de un macho poniéndote en tu lugar. Al sentir que eres suya, que le perteneces, que tu voluntad es suya y que puede hacer contigo lo que quieras. Porque puede usarte sin pedir permiso. Y lo sabes. Y  él lo sabe. Y te usa.

Lo sabe porque es un macho fuerte y seguro de sí mismo que después de follarte, darte de hostias o azotarte el culo, se corre sobre tu cara porque sabe que lo deseas, que anhelas sentir su semen por tu cara y que te lo restriegue por ella como si fuera una crema de belleza. Soy suya y él lo sabe.

Y ni tan siquiera lo conozco. Sólo sé que cuando me ve en la cafetería me mete el papel en el bolsillo y ya estoy con el coño salivando como si fuera la perra de Pavlov. Después me encuentro a cuatro patas siendo follada y follada. Una y otra vez. Sin hablar. Sólo soy un coño a su servicio. Y él lo sabe. Es un hombre, un macho de verdad. Un hombre que sabe poner en su sitio a una mujer como yo. Es así de sencillo, aunque yo no pueda explicármelo.  Pero me ha vuelto a meter el papel en la mano y ya tengo el coño mojado cuando salgo detrás de él camino de un hotel para ser follada, usada, gozada, exhibida y expuesta para su uso exclusivo. Soy suya. Y él lo sabe.

 

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