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Con ella en el probador

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No hay nada más maravilloso que pasear por unos grandes almacenes observando a las mujeres, con algo que me palpita debajo de la falda. Aunque es un lugar apropiado para toda clase de fantasías lujuriosas, nunca imaginé que podría materializarlas. Pero después de la bestial experiencia que tuve la semana pasada – y cuando digo bestial no exagero- he decidido que "nunca diré nunca jamás". Yo estaba muy cachonda y recorría los departamentos buscando un regalo de cumpleaños para una compañera de trabajo, con la que he tenido alguna que otra aventurilla. Como guiada por no se sabe qué llegué a la sección de ropa interior femenina.

Mi rajita despertó de su letargo impulsada por la visión de varias chicas muy atractivas, que paseaban indolentes entre los expositores. Me fijé en ellas porque yo era la única clienta que andaba por allí.

Buscando la salida, pasé por delante de una hilera de probadores, y en un espejo triple vi claramente reflejados mis pezones endurecidos, pidiendo guerra. Sobresaltada, me di la vuelta y fui a tropezarme con una chica muy atractiva que se probaba un vestido de noche. Mis disculpas fueron a cogidas con una cálida sonrisa. Una imponente melena rubia le caía en cascada por la espalda. Tenía el cuerpo estilizado y unas piernas perfectas, que encajaban maravillosamente en el vestido.

Me quedé con la boca abierta cuando ella dio una vuelta completa delante de mí. "¿Qué opinas cielo?, ¿cómo me queda?" me preguntó moviéndose como un maniquí. Murmuré algo de que era fabuloso, pero me gustaba más lo que escondía. Para agradecerme el cumplido me rozó el brazo con el suyo y la erección de mis pezones alcanzó un punto sin retorno. Notaba las braguitas húmedas y la rajita me palpitaba. El corazón me iba a mil por hora…

Tratando de quitar leña al fuego, aquella chica me hizo un guiño y sonrió de forma muy seductora. A continuación se giró de espaldas para mostrarme la parte trasera del vestido, y también su precioso culo. Todavía de cara al espejo, giró la cabeza y unos mechones de su rubia melena le cayeron sobre la cara. "Necesitaría que me ayudaras a desabrocharme esto", dijo entonces. Seguí su vibrante y sedoso culo hasta el probador. Por suerte estábamos en la sección más pija, donde sólo unos pocos privilegiados pueden permitirse el lujo de comprar, y nos encontrábamos prácticamente solas. Ella miró furtivamente al interior para asegurarse de que no había nadie y yo hice lo mismo hacia la tienda para comprobar que no hubiera ninguna dependienta al acecho. Entonces me hizo señas para que la siguiera al interior de uno de los cubículos. Cerré la puerta con pestillo y al darse la vuelta vi una sonrisa cálida e invitadora en sus jugosos labios.

Cuando nuestras bocas se unieron suspiré y me deleité con el delicioso sabor de su lengua en la mía. Tras un prolongado morreo, mis manos empezaron a explorar su anatomía. Ella me desabrochó la blusa y me bajó el sujetador para liberar mis pezones, duros y erectos. La abrí el vestido y al bajárselo, quedó al descubierto un precioso conjunto de sujetador y tanga de encaje negro. Nos besamos apasionadamente y aproveché el abrazo para quitarle el sujetador. Ella hizo lo propio con el mío. Tenía las tetas grandes y suculentas, que empecé a chupar sin perder ni un segundo, mientras ella me acariciaba el pubis, acercándose a mi coño. Al notar la humedad de mi lengua en sus pezones gimió de gusto. Mi coño mojaba sus manos que me tocaban de manera experta y deliciosa mientras yo buscaba el centro neurálgico de su lujuria. Tenía el tanga mojado y se las quité con ímpetu para descubrir un encantador chochito, con el vello perfectamente recortado.

"Tenía una cosa en mente" me dijo mientras yo me arrodillaba. De su bolso sacó un tubo de crema y dijo: "Tengo el periodo cielo, pero estaba pensando que si quieres podías comerme el culo". Se inclinó hacia delante y puso un pie encima de la banqueta, lo que me daba acceso directo, no solo a su chochito, sino también a su ano rosado. Me arrodillé y se lo besé, dándole lengüetazos y disfrutando del aroma que me embriagaba el olfato. Apliqué una buena dosis de crema al agujero. Inmediatamente me tendió su mano con un consolador enorme. Lo tomé en mis manos y me incorporé para poder follarle el culo. Tanteé unos instantes su culo antes de endiñarle aquel pedazo pepino, duro como el acero en su desconocida cueva. Reprimió un grito al advertir la penetración. Descansamos un momento para esperar a que su recto se acostumbrara al tamaño de la enorme polla. Despacio lo saqué a medio camino hasta que sus manos tiraron de mis manos para que lo volviera a meter en su lubricado culo. Lo tenía tan apretado que costaba mucho metérsela. La estuve dando placer un par de minutos hasta que se levantó y se sentó para compensarme metiendo su cabeza entre mis piernas.

Deslizando los labios desde mi vientre descendió hasta mi coño, sediento de placer que palpitaba con frenesí, aspirando todo mi olor de hembra en celo, su boca se pego a mi coño y lo absorbió. Su lengua entraba y salía de mí, mientras yo gemía como una loca. Apretó mi clítoris con sus labios y lo sujetó con firmeza. Un brinco mío le indicó que me gustaba. Su boca, sus labios y su lengua estaban allí comiéndome por completo. Yo estaba a punto de correrme y sujeté su cabeza con mis manos para atraerla más hacia mi cuerpo. Dos de sus dedos entraron en acción para meterse dentro de mí y los metió profundamente de forma tal que quedasen con el movimiento hacia el punto interior de más placer. Allí dentro sus dedos se movían con frenesí, mientras su lengua acariciaba mi clítoris. El orgasmo no tardó mucho en llegar y entre un gemido, casi aullido, y un espasmo, hizo que me corriera en su boca.

Mis jugos estaban en su cara, mi aroma a sexo en su piel y todavía sus dedos se movían dentro para exprimir las últimas oleadas de placer que quedaban en mi cuerpo.

Aunque nuestros gemidos quedaban ahogados por las gruesas paredes de madera del probador, pensamos que cualquiera podía haber oído la conmoción. Nos vestimos a toda prisa y antes de salir comprobamos que no hubiera nadie.

Ella se fue y yo me fui hacia el otro lado sin mirar atrás.

Fui un par e veces más a la tienda para ver si la encontraba, y a la segunda hubo suerte. Hemos repetido nuestra experiencia varias veces, aunque no en un lugar público. Mi casa o un hotel nos sirven para practicar un sexo fenomenal.

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