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Mi gordo profesor de inglés (4)

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NOTA: Se recomienda leer antes los capítulos anteriores.

 

Capítulo IV: Secretos Verdaderos.

Muchas cosas cambiaron desde que habían comenzado mis clases particulares de inglés.

Hasta ahora, cuando un gordo invadía mi campo visual, disimuladamente y sin que ellos lo notaran, los desnudaba con la mirada. Eso siempre lo había hecho, pero ahora que finalmente había conocido cómo era el cuerpo de un obeso sin ropas, la excitación era mucho mayor aún, al igual que la erección y eso lograba humedecerme mucho más todavía. Antes, sólo los imaginaba desnudos, ahora simplemente los "veo"desnudos.

Además, aprendí a confiar en alguien fuera de mi ámbito familiar. Alguien a quien por primera vez le podía contar las cosas que me sucedían. Cosas muy íntimas, que obviamente no podía compartir con nadie en mi propia casa, y mucho menos fuera de ella. Imagínense si de repente fuera a hablar con mi padre y le dijera: "Papá, me gustan los hombres muy gordos". Seguramente con el primer cachetazo estamparía mi cara contra la pared.

También gracias a esas clases, tuve mi debut sexual y aprendí muchas cosas acerca de los gordos que desconocía entonces.

Las matemáticas siempre fueron muy fáciles para mi. La geografía me gustaba mucho al igual que la literatura y la historia, por lo que tampoco me creaban inconvenientes. Nunca tuve problemas con ninguna materia en la secundaria, salvo con los idiomas. Ese era otro punto para sumar. Ahora tenía una predilección especial por el inglés. Casi una obsesión. Tenía la necesidad de aprender el idioma, para no perderme de nada. Empecé a leer artículos en inglés, a prestar atención a los diálogos de las películas en inglés, y siempre llevaba conmigo un diccionario inglés-español. Vale la pena aclarar, por supuesto, que en esa época no existía internet, ni los ámbitos virtuales, ni redes sociales; en síntesis, no existían las computadoras, al menos a nivel doméstico.

Mayúsculo fue mi asombro cuando en la entrega de notas de fin de cursos mis calificaciones en el inglés estaban dentro de las cinco mejores de mi clase. Y realmente, el teacher jamás me regaló una nota. Pero para llegar a ese día, todavía me faltaban algunas semanas de aprendizaje intensivo.

En cada una de las clases particulares, cumpliendo su promesa, siempre hablaba en inglés. Always! Y si yo no entendía algo, porque por supuesto, muchas veces me sucedía eso, él se encargaba de hacerme entender de algún modo.

Además de nuestros encuentros relacionados con el sexo, también tuvimos muchas charlas, y al principio fue muy difícil para mi; pero con el correr de los meses, esa dificultad dejó de serlo, por la manera que él tenía para incentivarme a aprender.

Mediante estas charlas (repito que eran siempre en inglés), fui conociendo más a mi teacher:

A los 5 años, había perdido a sus padres en un accidente de tránsito. Su abuela lo crió con mucho amor durante 3 años, hasta que también falleció. Y un tío, al que no lo quería demasiado, lo llevó a vivir con su familia por compasión. Siempre fue gordito, pero al fallecer sus padres y luego su abuela, su dolor fue en paulatino aumento, al igual que su peso porque encontraba refugio en la comida. A los 15 años, mi edad de entonces, él ya pesaba más de 120 kilos. Hizo un profesorado de inglés y ganó una beca antes de cumplir los 19 años, para estudiar en Londres durante los siguientes 5 años. Cuando volvió, se fue a vivir sólo, y comenzó a dar clases del idioma en institutos y particulares.

Me hizo una revelación que yo nunca hubiera podido adivinar. Nunca había tenido una relación sexual, y yo había sido la primera persona que le había tocado los órganos genitales. Toda su vida la había dedicado al inglés. Cuando era estudiante, le gustaba una chica, pero ella no sólo no le correspondió, sino que además parecía que se burlaba de su gordura con sus compañeros, aunque nunca lo hizo en forma evidente y explícita en su presencia. Se decepcionó tanto que se resignó y ya nunca se fijó en nadie más. Ante mi pregunta de qué le había pasado conmigo, y desde cuándo tenía esa "atracción" hacia mi, me contestó que cuando se ofreció para darme clases particulares no tenía la más mínima intención de nada más que hacer exactamente eso, darme clases de inglés. Que el "click" vino cuando me puso la mano en el hombro por primera vez, sintiendo algo muy extraño que nunca antes había sentido, y que la confirmación de que algo fuera de lo usual estaba aconteciendo entre nosotros fue cuando nos cruzamos las miradas.

Mi sorpresa iba en aumento a medida que él me explicaba todo lo relacionado a su sexualidad. El no se consideraba gay, porque nunca le había gustado un hombre. Ni siquiera era una opción para él.

Ante mi pregunta de qué cosas eran las que lo excitaban, y si se masturbaba muy seguido, la respuesta vino después de unos minutos de silencio. Resulta ser que en su época estudiantil, aquella chica que le gustaba era el motivo de todas sus excitaciones, fantasías y masturbaciones. A medida que iba creciendo, algunas modelos o actrices de cine suplantaron a su amor no correspondido. Luego vinieron las revistas pornográficas, que usualmente compraba en algún kiosko muy alejado de los lugares que solía frecuentar.

Luego mi pregunta recayó en la frecuencia de esas excitaciones, y la cantidad máxima de veces que se había masturbado en una sola sesión. También se tomó unos minutos para responder. No sabía hasta que el teacher me lo dijo, que los gordos, especialmente los muy gordos, tienen el sentido de la excitación muy sensible. A veces oculto, lo que hace que demore en aflorar, pero cuando al fin llega, no hay límites en la expresión de la excitación misma y sus consecuencias. Por lo tanto, en más de una oportunidad su experiencia máxima de masturbación llegó a seis en una misma noche, sólo separadas por unos pocos minutos de recuperación entre una y la siguiente.

El día que tuvimos esa charla, estábamos muy relajados los dos. Sentados uno frente al otro, tomándonos de las manos. Yo hasta ese momento ni siquiera pensaba en la parte sexual misma, sino que buscaba conocer más sobre al vida e intimidad de él. Cuando llegamos al tema de la masturbación, la cosa cambió. Me volvió el morbo, la intriga, la curiosidad. Comencé a excitarme paulatinamente. Y vino el pedido inevitable. Me moría por verlo masturbarse. Me excitaba el solo pensar que esas manotas se acariciaran a sí mismo, sacudieran ese miembro minúsculo, despacio al comienzo, acelerando a un ritmo cada vez más frenético después; y al cabo de unos pocos instantes, entre jadeos, gritos y espasmos rayando lo violento, ese chorro de líquido seminal, cremoso, caliente y cuantioso, hiciera aparición de ese pene cual volcán en erupción.

Cuando hice el requerimiento, instintivamente su mirada fue hacia mi entrepierna, y tras ver mi erección, sonrió.

Me sonrojé.

Su mano buscó mi miembro erecto, y me besó introduciéndome la lengua dentro de mi boca. Se la chupé, y le respondí con la mía. Jugamos un instante lengua contra lengua, como si fuera un duelo entre el Zorro y el capitán Monasterio. No pudimos evitar soltar una risotada los dos al mismo tiempo, escapándosenos saliva y salpicando nuestros rostros. Casi como un acto reflejo, le sequé su cara con mi lengua y el hizo lo propio con la mía.

Nos miramos.

Nos volvimos a reir.

Nos abrazamos.

Ese día, conocí su dormitorio. Una habitación con luz tenue natural que provenía de la ventana con la persiana entreabierta. Las cortinas de tul blanco revelaban que esa tarde no corría ni siquiera una leve brisa en el exterior.

Teníamos por delante una hora antes de que finalizaran las clases particulares de ese día, y a mí me seguía pareciendo que el tiempo que pasaba con él no me alcanzaba, que era demasiado escaso y que necesitaba pasar con mi teacher bastante más horas.

Pedí para pasar al baño a orinar. Cuando volví, el profesor ya estaba dentro de la cama. Busqué su ropa alrededor de la cama, para saber si estaba completamente desnudo. Su camisa estaba en el respaldo de una silla y sus pantalones prolijamente doblados sobre ella. Miré más allá de la silla, y no vi nada más.

- Are you looking for this? -me dijo sacando de repente su boxer de entre las sábanas con su mano derecha.- Catch it, pig baby! -continuó, mientras lo arrojó de repente hacia mi rostro.

Me tomó desprevenido y me dio de lleno en la nariz; con mi mano lo atrapé para mantenerlo allí, y me lo refregué sin ningún apuro aspirando hondo. Por Dios, otra vez la misma excitación que había sentido aquella vez en el baño.

Qué era lo que me pasaba? Nunca había tenido pensamientos sucios de este tipo, hasta que conocí a este gordo.

Ya no me preguntaba si podía vencer el asco o la excitación; ya me había quedado clara la respuesta. Empecé a girar el boxer con mi cara aún dentro de él y con la lengua afuera lamiendo todo lo que encontraba en el trayecto. Absolutamente nada fuera de lo usual. Completamente limpio.

Igual que la vez anterior, estaba algo húmedo por la transpiración.

En determinado momento, encontré algo con la lengua: un pendejo.

Lo atrapé con los labios y quité el boxer de mi rosto. Tomé el vello con dos dedos.

Él me vio.

Lo lamí.

Lo saboreé.

Saqué mi pañuelo perfectamente doblado y limpio, lo abrí por el medio y lo deposité allí, lugar donde permanece hasta el día de hoy.

- What do you want to find in my undies exactly? -Preguntó.

- I don´t know. I’m not sure. -Dije dudando.

- Think, and just tell me. -Insistió.

- I don´t really know. Maybe... Something else. -Respondí.

- What do you mean? What are you talking about?

No estaba seguro que él realmente no estuviera entendiedo. Quizás quería estar seguro de no equivocarse antes de dar por sentado algo. La verdad es que tampoco estaba seguro de lo que yo realmente quería encontrar. Tal vez alguna mancha de orina, o de semen aunque fuera seca. Tal vez alguna mancha de alguna cagada mal limpiada. Pero no me animaba a decírselo.

- Something dirty, perhaps! -Dije finalmente.

- Mmmm!!! -Emitió él, torciendo la nariz en señal de asco.

Habré hecho bien en decírselo? Supongo que sí. Estaba confiando casi plenamente en mi teacher. Y me alegré por un instante de tener a alguien como él para hacerlo y ser franco y honesto en todo momento. Es una sensación que no puedes explicar en palabras. Simplemente quería que no hubiera ningún secreto entre nosotros.


No hizo más comentario a mi respuesta.

Sólo me dijo:

- Take your clothes out, and come here, my baby!

Y acto seguido levantó la sábana que hasta ese momento ocultaba toda su humanidad, dejando al descubierto sus inmensas tetas y parte de su voluminoso vientre.

Como un autómata, pero con cierta desesperación, me quité la remera, los zapatos, las medias, los pantalones, en ese orden.

Con el slip aún puesto, me metí en su cama.

Lo primero que hice fue abrazarlo. Estaba hirviendo, y eso logró asustarme.

- Are you ill? -Le pregunté.

Sonrió.

- No, don´t worry... I’m not getting sick... -me abrazó obligándome a poner mi rostro sobre su pecho hirviendo y me besó en la nuca, puso un muslo encima de mis piernas y me susurró- I’m very horny today.

 

Continuará.

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