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Sumisa en la calle 3 (Obediencia)

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Mientras iba camino de la cafetería, no dejaba de pensar que se había vuelto totalmente loca; que la persona que se dirigía a algo totalmente desconocido y que en el fondo la aterraba, no podía ser ella...pero al tiempo que la aterraba la sensación de excitación también la inundaba, haciendo que sus sentimientos fueran contradictorios.

Entró al establecimiento y al ver que el aún no había llegado, le asaltaron toda clase de temores...¿ Y si todo aquello no había sido más que una ridícula broma ? ¿ Y si el hombre había decidido no acudir ? ¿ Tal vez todo habría sido un sueño...?

Decidió pedir un café y sentarse a esperar en la misma mesa y silla que el día anterior.

Tras unos angustiosos minutos, notó que unas manos se cerraban sobre su cuello suavemente.

-Veo que has decidido ser esclava por un día – la mujer no supo si oír la voz del hombre era un alivio o un motivo más para angustiarse – muy bien, vamos a por ello. ¿Has pagado el café?

-Si – contestó ella con voz temblorosa.

-Pues vámonos.

Ella se levantó y echó a andar detrás de él.

-¿ Que estás haciendo ? – Preguntó él con voz enfurecida – ¿ como te atreves a intentar caminar a mi lado perra ? Debes ir un paso por detrás de mi y la vista al suelo. Eres una esclava y no tienes derecho a ir a la misma altura que tu amo. ¿ Has entendido?

-Si – contestó ella.

-Bueno...-continuó el poniendo la mano en el mentón de ella y apretando ligeramente- como tenemos poco tiempo, te explicaré las cosas que debes saber, digamos que vas a hacer un cursillo acelerado. Además de lo que te acabo de decir, siempre que estemos parados o sentados, permanecerás con las piernas abiertas, contestarás siempre llamándome amo y no hablarás sin que yo te de permiso para ello...y muy importante, obedecerás todas mis órdenes sin dudar...si no estás dispuesta a ello, te puedes ir ahora mismo, sin rencores, pero si te quedas, ten muy claro que harás todo lo que yo te diga.

Ella intentó asimilar todo lo que él le iba diciendo y si algo le quedó muy claro es que debía obedecer o irse. Pero después de todas las horas de angustia pasadas, no iba a huir ahora. Así que decidió, armándose de valor, llevar a cabo todo lo que el hombre la dijese. Y para demostrárselo a él, se lo dijo mientras abría las piernas todo lo que su falda daba de si.

Ante este gesto, el hombre primero puso cara de aprobación, pero después la cambió para ser una expresión de contrariedad.

-Esa falda te sentará muy bien pero no es adecuada para nuestros planes de hoy – dijo él- así que ya que tanto te gustan los probadores, iremos de compras... Vamos. Venga rápido.

La mujer le siguió, tal y como él le había dicho, un paso por detrás suyo y con la cabeza gacha.

Desde luego ella entendió a la primera lo que el quería decir con lo del probador y pensó que el se quería vengar por haberle espiado dos días atrás.

Salieron a la calle y fueron a unos grandes almacenes cercanos, Dirigiéndose rápidamente a la sección femenina.

Él era una persona de decisiones rápidas y enseguida había seleccionado para ella una falda plisada muy corta y un top, que solo podría llegar a cubrir los pechos de ella. ¡Más que vestirla iba a desnudarla! A ella no le gustó aquella ropa; ella era una persona acostumbrada a vestir ropa elegante puesto que debido a su trabajo de publicista en una reconocida empresa, siempre debía ir presentable.

Él se dirigió a los vestuarios y ella le siguió. Cuando estuvieron dentro de uno le ordenó que se desnudara completamente dejándose solo los zapatos de tacón.

Ella, temblorosa comenzó a hacerlo mientras él no le quitaba ojo. No solo su mirada la hacía sentirse incomoda, sino también el reducido espacio en el que se encontraban.

Cuando estuvo completamente desnuda, el comenzó a tocarla de arriba abajo, empezando por sus carnosos labios, deslizando su mano por su delgado cuello hasta llegar a sus redondeados hombros. Hasta llegar a sus pequeños, grandes pero firmes y duros, coronados por unos pezones marrones con una gran areola del mismo color, los cuales pellizcó y retorció con fuerza.

El hombre apenas se entretuvo en su liso vientre, solo lo justo para pasar las yemas de sus dedos por él para recorrer el camino que le llevaba a su pubis, no muy velludo, pero desde luego no lampiño.

Pasó sus dedos entre el vello de ella y tiró de él, enrollándoselo en los dedos...

-Tendría que haberme asegurado de que hubieses estado rasurada – dijo el hombre contrariado- no pienso follarme un coño con pelos.

Él le ordenó que se pusiera la ropa, que había elegido para ella, cosa que hizo aceleradamente porque odiaba estar desnuda bajo su penetrante mirada.

El hombre recogió la ropa de ella y la empujó fuera del probador, pero en vez de dirigirse a la caja, fue directo a una de las dependientas y sin decirla nada le puso la mano en el culo. La dependienta, al notar el contacto se giró de forma brusca y amenazante; pero de repente, al verle, la chica cambió de actitud rápidamente. Abrió las piernas y bajó la cabeza.

La mujer se quedó sorprendida, pero en seguida comprendió que la dependienta y su amo se conocían " muy bien"...

El hombre sin decir nada señaló a la mujer y le dio la ropa de ella a la dependienta. La chica asintió y se dirigieron a la caja.

Al llegar, metió la ropa de la mujer en una bolsa y la metió de bajo del mostrador. El hombre pagó las ropas que ella se llevaba puestas.

-El lunes podrás venir a recoger tu ropa – le dijo el hombre a la mujer.

-Si amo-contestó ella, aunque no quiso ni pensar en tener que volver y ver de nuevo a esa chica que evidentemente sabía de que iba el tema, pero sabía que al final obedecería.

Antes de salir del establecimiento, la mujer vio como el amo tocaba sin disimulo el pecho de la joven y le pellizcaba un pezón. No supo como se sentiría aquella chica, pero desde luego a ella le recorrió un escalofrío por la espalda.

Por fin salieron a la calle.

Él parecía dirigirse a la parada del autobús y ella le siguió sin rechistar.

Cuando llegaron, el hombre se sentó y le indicó a ella que hiciera lo mismo al tiempo que le recordaba que debía sentarse con las piernas abiertas.

-Así cualquiera que mire hacia aquí desde un coche, podrá ver tus encantos- Le explicó, mientras le pellizcaba un pezón sin recato alguna.

La mujer se ruborizó de cabeza a los pies por dos razones, una porque notó que un chico joven que estaba también en la parada había visto el gesto de su amo y lo había oído todo y la segunda razón por el hecho de tener que quedar expuesta a las miradas de los conductores. Aunque notó que la situación no solo a su rubor, sino que se sentía tan excitada que sin darse cuenta comenzó a restregar su coño contra el asiento de madera.

El amo se dio cuenta y le dio una fuerte palmada en el muslo, con lo que ella se detuvo en el acto sabiendo que había enfadado a su amo.

-¿Que haces pedazo de zorra?- le preguntó malhumorado-¿Te he dado yo permiso para restregar tu coño de guarra como si fueras una perra?

-No amo. Perdón amo-Contestó ella temiendo el castigo.

No solo era la idea del castigo lo que la atemorizaba, sino el hecho de que era evidente que el chico que estaba allí, no se había perdido ni una palabra, ni un movimiento y que bajo la tela de sus pantalones se notaba una incipiente erección. Además no sólo ella se había dado cuenta, su amo, también se había percatado.

-¿Te gusta mi zorra chico?- Preguntó el amo al asombrado joven, el cual aunque lo intentó no pudo articular palabra.

Tendría unos 18 años, pero era alto y fuerte, parecía fibroso pero sin exceso. No era guapo pero si atractivo.

-No temas chico-prosiguió el amo.-¿ Te apetecería tocarla un poco?

Ante esta pregunta, la mujer casi saltó del banco, pero consiguió mantenerse quietecita echando mano de toda su voluntad. El joven se puso rojo como la grana, pero aun así asintió.

-Pues hazlo, puedes tocarla lo que quieras. Es una buena putilla y le encanta que le toquen...

El chico, estaba atemorizado, y miró a la mujer a los ojos para buscar su consentimiento, pero ella bajó la mirada al instante.

-No te preocupes, ella te dejará hacerlo- Dijo el amo, para tratar que el chico perdiera el pudor.

El joven, acercó una mano temblorosa a la cara de la mujer y le rozó la mejilla, al ver que esta no le rechazaba, se envalentonó un poco más, y después de mirar a derecha e izquierda para asegurarse de que nadie les miraba, acercó la mano al peco de ella y le rozó el pezón. Como ella siguió sin resistirse, se decidió a pellizcarlo.

El amo observaba la escena complacido, mientras la mujer pensaba que jamás había pasado tanta vergüenza en su vida, a pesar de que cada roce de las manos del adolescente, le producía una corriente de placer en su coño.

Las caricias del joven se hacían cada vez mas atrevidas; le acariciaba los pechos con toda la mano, primero uno y después el otro, su erección era totalmente notable y parecía tener una buena verga bajo su pantalón.

La mujer, sin darse cuenta, estaba pensando en la polla de aquel chico entre sus piernas, cuando de repente sintió una mano meterse entre sus piernas. Miró hacia abajo y vio que los dedos que comenzaban a penetrar su vagina eran las de su amo.

De repente recordó que, aunque en la parada solo estaban ellos y aun no había llegado ningún autobús, los coches que circulaban debían estar viéndolos, así que levantó la cabeza y vio que así era. Los conductores al pasar les miraban boquiabiertos e incluso deceleraban un poco para ver mejor lo que pasaba.

Se sintió totalmente mortificada por ello y bajó la cabeza para intentar ocultar el rostro mientras un par de lágrimas recorrían sus mejillas, pero se sintió incapaz de moverse debido a que el placer que le estaban proporcionando ellos estaba llegando casi al límite del orgasmo.

De repente el amo se detuvo y sacó los dedos de dentro ella.

Se acercaba un autobús.

-Lo siento chico, pero ese es el nuestro-le dijo el amo al joven.-Espero que te hayan gustado las tetas de mi zorra...

-Si señor, mucho-contestó el chico aún maravillado por lo que había pasado.

Sin decir nada más, el amo cogió a la mujer por el brazo para obligarla a levantarse y cuando paro el autobús se subió haciéndole un gesto a ella para que le siguiera.

La mujer le siguió, aunque miró de reojo al joven por última vez deseando que sus caminos no volviesen a encontrarse, porque sino se moriría de vergüenza.

El amo pagó los billetes de los dos y le indicó que se sentara en los asientos del final.

-Pero hazlo levantando tu falda por detrás- le ordenó-quiero que notes el tapizado del asiento sobre tu culo y tu coño.

Ella así lo hizo, pero enseguida se dio cuenta de que con lo mojada que iba, mancharía el asiento, pero no dijo nada.

El asiento estaba muy caliente, pues hacia un día espléndido y le debía de haber estado dando el sol todo el día. Notaba el calor en su coño y en sus nalgas y esto la excitó aun más. Se notaba a punto de explotar, necesitaba correrse, pensó que no podía acumular más excitación sin volverse loca.

De repente el amo levantó un poco más la falda por delante. El había elegido bien los asientos, pues en el autobús había más gente pero estaban todos por delante de ellos.

Él puso la mano sobre el pubis de ella y comenzó a darle pequeños azotes. La hizo abrir aún más las piernas, de forma que la falda se subió por completo. Estaba prácticamente desnuda de cintura para abajo. Abrió los labios del coño de ella y paso el dedo por el clítoris sacándolo de su funda de piel, para dar los golpes directamente sobre él.

Ella sintió una extraña mezcla de molestia y placer. Tenía que correrse ya, lo necesitaba como pocas veces había necesitado nada en su vida. Su cuerpo comenzó a convulsionarse con los primeros espasmos del orgasmo.

El amo al notarlo, decidió dejarla correrse, aquella mujer tenía madera de sumisa, pero no estaba entrenada, así que prefirió concederle un poco de margen y no torturarla demasiado de momento...

Ella sintió que dos dedos se introducían dentro de ella y comenzaban a follarla con fuerza. Pronto fueron tres los dedos que la penetraba.

-Me...voy...a...correr...amo...-consiguió decir con voz entrecortada intentando sofocar los jadeos.

-Hazlo-contestó el aumentado el ritmo de sus dedos- córrete como una buena perra, pero se silenciosa. No quiero oír ni un solo gemido.

Las convulsiones aumentaron desembocando en un orgasmo que la hizo retorcerse el asiento. Sabía que no podía tener un orgasmo incontrolado, debía ser discreta porque sino las demás personas se darían cuenta de lo que pasaba. A pesar de que el orgasmo fue muy intenso y largo, supo que no había lo había sido tanto como hubiese podido ser si hubiese tenido libertad para moverse y gemir.

Se recostó exhausta sobre el asiento mientras oía al amo decir...

-Qué pena que no hayas podido gemir y gritar como una puta ¿eh? Seguro que hubieses disfrutado más. De todas formas bastante tienes que agradecerme que te haya permitido correrte....

-Gracias amo-dijo ella humildemente, aun intentando recuperarse.

Se bajaron del autobús y el amo la hizo encaminarse a un restaurante, la iba a invitar a comer.

Entraron y el amo le pidió al camarero un sitio más bien intimo. Era un restaurante elegante, en el que había una zona en que las mesas estaban separadas por biombos. La intimidad no era completa, pero la suficiente como para que el amo pudiese jugar un poco con su perrita.

Se acomodaron y el amo pidió por los dos. Cuando les hubieron servido el vino y el primer plato, él decidió comenzar a torturar un poco a la mujer.

-Estás húmeda zorra – le preguntó él.

-Si amo.

-Bien, quiero que cojas la cuchara y te la metas en el coño.

La mujer ante esto, puso cara de sorpresa.

-Venga guarra – le soltó él con impaciencia – rapidito que no tengo todo el día.

Ella cogió la cuchara, la metió entre sus piernas y la introdujo es su vagina. Sintió el frío del metal dentro, además nunca se había metido en el coño nada con esa forma, pero le resultó excitante.

-Sácala – ordenó él.

Ella lo hizo y vio que la cuchara estaba llena de sus flujos.

-Muy bien cerda- ahora comete la sopa como una buena niña.

La cara de la mujer casi se desencajó de la sorpresa ante la orden... Eso si que no, no pensaba hacer aquella guarrada...

Se quedó con la cuchara en la mano, mirando a su amo a la cara con cara de enfado.

-No voy a hacer eso – se negó ella.

-¿ Estás pensando en desobedecerme?- Preguntó el mirándola con ojos divertidos y una sonrisa torcida que le daba cierto aspecto malicioso...

-Eso es una guarrada que no pienso hacer-contesto ella subiendo un poco la voz.

El empezó a reirse a carcajadas.

-Así que la zorrita se me a rebelar, esto si que tiene gracia. Mira cerda – le soltó el dejando de reír y poniendo cara de pocos amigos, te aseguro que te vas a comer la sopa con esa cuchara y no me cabrees o no será solo con tus flujos de perra con lo que esté manchada.

-Puedes decir lo que quieras, no voy a hacerlo-siguió diciendo ella, aunque su voz ya no sonaba tan segura.

-Se acabó mi paciencia-dijo levantándose.

Se dirigió hacia ella y cogiéndola del pelo, lo cual hizo que ella solara un gemido de dolor, la obligó a levantarse.

En la parte donde se sentaba ella el biombo les cubría por completo y el restaurante estaba lleno así que había bastante ruido; nadie le vería u oiría.

Él apartó la silla y la hizo darse la vuelta apoyando las manos en la mesa.

No hizo falta que nadie le dijera a ella que el amo la iba a azotar por desobedecerle. Le empezaron a temblar las piernas y por instinto de protección contrajo las nalgas todo lo que pudo.

-Relaja el culo zorra, como te vea contraerlo será en las tetas donde te azote, así que por tu bien no lo hagas.

Ella lo relajó pero le costó.

-Metete la cuchara en la boca por el mango y cuando te decidas a ser un abuena perrita y obedecer, la coger y comienzas a comer.

Ella se metió la cuchara intentando que sus labios no llegaran a la parte en la que había flujos.

No intuyó cuando le iba a llegar el primer azote, simplemente lo sintió. De la impresión abrió la boca y se le cayó la cuchara sobre la mesa.

-Vuelve a metertela y que no se te caiga de nuevo- dijo el propinándole un segundo azote más fuerte que el primero.

Una larga y dura ración de azotes cayeron de forma despiadada de sobre su culo, el cual sentía arder.

Al principio intentó esquivarlos, pero al ver que al hacerlo su amo le pegaba aun más fuerte, hizo acopio de toda su voluntad para mantenerse quieta. Tampoco podía gritar, porque a pesar del ruido del local, podía llamar la atención de alguien, así que para evitar hacerlo mordió la cuchara con fuerza, así de ese modo tampoco se le caía.

El dolor y el escozor que sentía en las nalgas empezaba a ser insoportable. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. No podrá soportarlo mucho más, pero parecía que el amo no tenía ninguna intención de parar de azotarla.

Al fin pensó, que a pesar del asco que la daba, sería mejor claudicar. Así que sacó la cuchara de la boca, la metió en el plato y recogió una cucharada de la sopa, pero no llegó a llevársela a la boca, porque debido a un azote, el líquido se derramó.

Por fin entre un azote y otro, y sin pensar en lo que iba a hacer consiguió llevarse la cuchara a la boca y absorber el líquido, aunque lo hizo de forma superficial, en un intentode no saborear su flujo.

-Lame la cuchara zorra-ordenó sin dejar de azotarla- no dejaré de azotarte hasta que lo hagas.

Ella volvió a llevarse la cuchara a la boca, sacó la lengua y lamió la cuchara por completo.

-Muy bien - dijo él haciendo cesar los golpes.-ahora dame la cuchara.

Ella se la dio sin girarse.

El amo, le puso la mano en la espalda presionándola para poner su culo y su coño más en pompa y volvió a introducir la cuchara en el coño de ella. Casi se podría decir que escarbó en su coño con la cuchara. Le hacía daño, pero ella no se movió.

Por fin la saco y se la devolvió.

-Ahora bájate la falda siéntate y comete la puta sopa de una vez sin rechistar- dijo el aún enfadado.

Ella obedeció sin rechistar. Su culo no soportaría otra tanda de azotes como la anterior.

Se lo comió todo, intentando superar la repulsión, aunque por sus mejillas no dejaban de caer las lágrimas.

Cuando acabó, él le dijo.

-Sécate las lágrimas antes de que venga el camarero.

Ella lo hizo, pero a pesar de todo, se notaba que había llorado porque tenía los ojos hinchados.

El camarero sirvió el segundo, mirándola de reojo con discreción. Pero pensó que simplemente habrían tenido una discusión de pareja.

El amo, dejó que ella comiera el segundo sin hacerla nada, aunque no le dirigió la palabra, por lo que ella comprendió que seguí enfadado. Pensó qué podría hacer para que el recuperar el buen humor.

Así que al llegar el postre, sin que nadie se lo ordenara, metió la cucharilla entre sus piernas y recogió con ella una buena cantidad de flujos, y mientras el la miraba con cara sorprendida, ella extendió el flujo vaginal sobre la tarta y comenzó a comérsela.

El amo no pudo evitar que una sonrisa asomara en sus labios y pensó que esa mujer con un poco de entrenamiento sería una buena sumisa sin mucho esfuerzo; no se había equivocado con ella.

Él no de mirarla, hasta que acabó el último trozo. Tras lo cual acabó el suyo.

Cuando el camarero vino a retirar los platos pidió cava, el cual fue servido rápidamente

- ¿Sabes que es lo que más me gusta mientras tomo una copa de cava zorrita mia? – preguntó él con voz cariñosa.

-No, amo.

-Que me hagan una buena mamada.

Ella comprendió enseguida, que aquello no era un comentario sin más, sino que llevaba implícita una orden.

Ella se levantó, pensando en como hacerlo sin que la vieran pues el lado de la mesa de él era más visible para los demás.

-Por debajo de la mesa – dijo él – el mantel te cubrirá.

La mujer, aunque un poco avergonzada, se arrodillo y se metió debajo de la mesa.

Gateó un poco hasta quedar entre las piernas de él.

Le desabrochó el cinturón y bajó la cremallera, sorprendiéndose al ver que el hombre no llevaba ropa interior.

La polla de él ya estaba erecta. Era bastante grande y larga. La cogió con una mano y la acarició un poco, notando también que era muy suave.

Antes de empezar a comérsela, lamió un poco las ingles de él, notando como se estremecía.

Retiró la piel del capullo utilizando suavemente los dientes. Y poco a poco comenzó a trabajársela, primero suavemente, pasando la lengua de vez en cuando y dando pequeñas estocadas con la punta de esta en el agujero de la verga, Mientras que con las manos, acariciaba o golpeaba suavemente los testículos de su amo.

Comenzó a imprimir más ritmo a la mamada, tratando de meterse a cada embestida un poco más de polla en la boca hasta que consiguió tragarla por completo.

Notó que el amo iba a correrse porque este metió cogió su cabeza con las manos para obligarla a hacerlo más rápido.

Al poco le oyó decir con voz entrecortada por el placer:

-Quiero que te lo tragues guarra, no dejes caer ni una sola gota o te dejaré el culo que no podrás sentarte en tres días.

Tras decir esto, un chorro de semen comenzó a llenar la boca de la mujer. Ella lo intentó tragar todo como pudo mientras no dejaba de mover la lengua sobre la polla de el.

Cuando el hombre acabó, ella siguió lamiendo para dejársela completamente limpia. Tras lo cual el hombre la mandó salir de la mesa y la besó en la boca; Un beso dulce, suave, sin prisas...

Por fin dejó que ella se sentara en su sitio.

-¿Estás caliente zorrita mia?- Preguntó el con cara risueña.

-Si amo - contestó ella ansiosa, deseando que la follara.

-Bueno-dijo él- cambiando su expresión a una más malévola- pues así es como te vas a quedar.

Ella frunció el ceño. Deseaba sentir la polla de su amo en su interior.

-Ya te dije antes que no pienso follarme un coño sin depilar. Así aprenderás para la próxima que deberás rasurarte antes de encontrarte conmigo.

-¿La próxima?-preguntó ella tímidamente, pues no había olvidado que él le había dicho que solo sería una sesión.

-Si-contestó el-normalmente no repito a no ser que la zorra sea buena o tenga expectativas de que lo va a ser. Pero contigo hay buenas expectativas.

Antes de dejarla hablar llamó al camarero y pidió la cuenta, la cual abonó rápidamente.

-Me tengo que ir zorra, pero algún día iré a buscarte.

-¿Te vas ya amo?-pensé que íbamos a pasar el día juntos.

-El día acaba cuando a mi me da la gana – contestó él de mala manera.- y volveré e iré a buscarte a la cafetería cuando me de la gana ¿Entendido maldita perra viciosa?

-Si amo-constestó ella apenada.

Él se levantó y ella hizo lo mismo, siguiéndole cuando se dirigió a la salida.

Al andar, el roce de la falda en sus nalgas hizo que el dolor por los azotes recibidos se intensificara. Pero al mismo tiempo, la sensación la produjo un estraño placer.

Cuando estuvieron fuera del local, él se volvió la cogió por la barbilla.

-Una última cosa – dijo el – Se que eres una guarra y que estás pensando en masturbarte en cuando llegues a casa ¿ no es cierto?

-Si amo- contestó ella ruborizándose un poco.

-Pues de eso nada. Te quedarás como estás, bien calentita y bien mojadita como una buena perrita.

-Pero cuando podré masturbarme amo – preguntó ella.

-Esperarás a mañana. Cuando te despiertes podrás hacerlo, pero no antes. Y si intentas engañarme y lo haces, descubriré que me has mentido al mirarte a los ojos cuando te pregunte, así que ni se te ocurra hacerlo ¿ entendido puta ?

-Si amo.

El hombre le levantó la cara y mirándola a los ojos se acercó a ella para besarla en la boca, mientras le pellizcaba un pezón.

Tras esto, se dio la vuelta y se marcho sin mirar atrás dejándola a la puerta del restaurante, totalmente cachonda, mojada, sola y con la prohibición de poder satisfacer sus deseos hasta el día siguiente...

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