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El poder del dragón (Primera parte: El encuentro)

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Este relato es básicamente el mismo que anteriormente llamé "El dragón y la Diosa I: El encuentro", solo que aquí lo presento reeditado, con algunas mejoras aquí y hallá respecto a la narración y, con lo que yo espero, un enfoque diferente a largo plazo. Corregí los errores de dedo que le quitaban calidad al relato anterior, aunque es inevitable que hayan aparecido otros más, si alguien detecta alguno agradeceré mucho me lo haga saber. Espero disfruten leer este relato tanto como yo disfruté imaginándolo(y en parte viviéndolo, aunque no así escribiéndolo) y espero tener tiempo en mi atareada vida universitaria para escribir las demás partes.

 

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Tal vez me arrepienta de lo que hice, de las decisiones que tomé y de las acciones que realicé. Si, tal vez, pero nada puede negar que, aquello que pasó esa noche había sido verdaderamente espectacular para ambos. Verla ahí desnuda, recostada junto a mí, me hacía preguntarme cómo habíamos llegado a éste punto, siendo tan distintos, tan opuestos, tan diferentes, como el fuego y el agua, dos opuestos que parecen no llevarse el uno con el otro, pero sin cuya existencia dualista nada en el mundo sería posible.

Era ya un año de que la vi por primera vez, hermosa, sexy, tan linda que atrajo mi vista como un fuerte imán que atrae el metal hacia él, una bella y fulgurante luz que no puedes dejar de mirar por más que te esfuerzas. Estaba sentada unas filas a la izquierda de mí, escuchando la presentación del curso, la forma de evaluar, los requisitos para aprobar y demás habladurías, todo eso a lo que dejé de prestarle atención cuando la vi.

Pasaban los días, y cada vestimenta nueva que ella portaba no hacía más que excitarme más, y hacerme desear tenerla a mi lado.  Conforme más la observaba día tras día más atinaba a cómo era ella; solitaria, seria, con un espíritu frío como el hielo, con un sensual gusto por los cigarros, de los cuales fumaba uno antes de cada clase que tomábamos juntos. Un rostro tierno, una actitud fría, una complexión sexy, inundaron a tal grado mi mente, que mi ser parecía como una presa a punto de estallar por la enorme presión del agua que sostenía. Terminé obsesionándome de ella.

Al tratar de acercarme, al tratar de hablar un poco con ella, amable y desinteresadamente, ella no “pronunciaba ni pio”, solo me veía fría y hasta intimidantemente y luego se iba, solitaria, por toda la facultad, sin hablar con nadie salvo para asuntos escolares. Pues bien, necios que somos los hombres, esa actitud no hizo otra cosa en mi sino atraerme aún más.

Los rumores corren, y entre tiempo y tiempo, mes y mes, entre amigos y conversaciones, comencé a escuchar cosas de ella. En ese temporis lapsus, mientras los profesores parloteaban, las tareas iban y venían, y los exámenes parecían no tener final, sin darte descanso alguno entre una obligación y otra, mi mente no se alejaba de Paula, aquella chica cuyo nombre supe por coincidencia, una mujer fría, sin amigos, de una tremenda hermosura y una sensualidad de ensueño. No podía dejar de mirarla cada vez que tomábamos aquella clase juntos, y una parte muy profunda de mi me hizo creer que, si esa chica no era mía, tal vez me volvería loco de solo mirarla.

Pasado el semestre, y tras unas cortas vacaciones, comenzó uno nuevo, el “semestre navideño” como yo le llamaba porque finaliza en diciembre. Ella y yo nos habíamos visto varias veces antes de vacaciones, era de esperarse pues tomábamos una clase juntos, pero procuré que no notara los cambios que estaban ocurriendo en mi cuerpo. De unos 3 pies y 32 pulgadas de altura, de complexión delgada sin tender a flaco, y una actitud airosa aunque tranquila, yo no era feo al parecer de nadie, pero al parecer de Paula no era lo suficientemente atractivo a los ojos de esa increíble mujer. Al ingresar al nuevo semestre estaba “listo para la batalla”. Casi cinco meses de gimnasio y artes marciales habían hecho lo suyo;  se notaba claramente que, si bien no poseía un cuerpo increíblemente escultural, digno de un guerreo de la antigua Esparta, yo no era lo que, pese a mis lentes, mi enorme gusto por los libros, mi afición y la entrega que le ponía a mi estudio y mi carrera, tal vez aparentaba ser; que yo no era un muchacho aburrido y pusilánime cuyas capacidades físicas no superaban las de un niñito de cinco años; llevaba poco más de quince años practicando artes marciales, era un pateador nato y bien podía golpear a cualquier hombre de más de un metro ochenta de estatura justo en la cara, nunca me consideré el mejor, pero sí el más entregado a todo, absolutamente todo lo que hacía. Aunque la mayoría de las personas que no me conocen dirían que luzco como una persona muy callada, aquellos realmente cercanos a mí saben que, cuando hablo, hablo lo justo, no hablo de más ni de menos, y si alguien me cae bien es difícil que no tenga un buen tema de conversación para tratar y pasar el rato; con las mujeres no era diferente, es más, llegué a tener a una o dos pretendientes, muy bonitas y hasta simpáticas, pero la entrega que le ponía a aquello que más me apasionaba (descubrir la leyes más ocultas que gobiernan al universo) generalmente ocasionaba que me alejara de cualquier hermosa prospecto que pudiera tener.

Los días pasaron y a Paula parecía, ( después me enteré que las apariencias engañan y, sobre todo, con las mujeres) no interesarle en lo más mínimo mi cambio y, aunque lo había hecho por ella, tal parecía que a mí tampoco me interesaba más ella; sí, siempre había practicado artes marciales y realizado rutinas de pesas en el gimnasio, pero nunca había entrenado con la intensidad con la que lo había hecho los últimos cinco meses. Ahora, con más potencia en mis golpes, más resistencia en mi cuerpo, y más agilidad en mis piernas, mis capacidades físicas habían crecido en demasía, me sentía tan bien, tan seguro de mí mismo que ella no me importó más. Dejé de pensar en tratar de impresionarla con un cuerpo musculoso y bien estructurado. Así parecía que mi obsesión con Paula se había marchado.

Verla ahí desnuda, con sus preciosos y delgados brazos saliendo de entre las cobijas, inspiraba en mí una ternura que, en realidad, no creí que ella mereciera, al menos no solo por aquella noche de sexo, si, había sido un sexo impresionante, con una pasión que hubiera hecho que las ardientes llamas del sol parecieran fríos témpanos de hielo, pero sabía que la ternura y el cariño eran diferentes, se ganaban solo por el espíritu, por la amistad y el amor, no por la lujuria. Se dio la vuelta con sus ojos aún cerrados, de modo que su rostro quedó frente a mi vista, y pude percibir el delicioso aroma a tabaco que aún emergía de ella, de su cuerpo y de su respiración, aquel aroma que siempre había detestado pero que, al venir de ella, hacía que me excitara en demasía,

-¿qué es esto?, ¿por qué siento esto por ella?

me preguntaba insistentemente a mí mismo, y entonces recordé cómo empezó este sueño, o quizá, esta pesadilla.

Era la segunda semana de diciembre, las clases había terminado y no había ya sino unas cuantas almas en la facultad, entre las cuales yo me encontraba pues debía devolver libros a la biblioteca, ese día era el último que pasaría en mi departamento para luego regresar a mi hogar que, si bien no estaba demasiado lejos de ahí, cinco horas y media de transporte al día de ida y venida agotan a cualquiera, razón por la cual había decidido rentar unos aposentos cerca de la universidad a partir del cuarto semestre de mi carrera. El sol brillaba en lo alto del cielo, y solo unas cuantas nubecillas se asomaban a la vista, eran alrededor de las dos de la tarde y un delicado viento frio polar corría acariciando las mejillas de las personas, mostrando que el invierno estaba llegando a nosotros. Adoraba las sensaciones que me traía esta época del año, a la vez que las odiaba; tan solo recordar los hermosos momentos de mi niñez, cuando Santa Claus dejaba los regalos bajo el árbol, o las fantasías infantiles de vivir en el polo norte que tenía todas las noches cuando las fuertes heladas caían sobre nosotros eran recuerdos que permanecerán conmigo el resto de mi vida, pero el saber que por alguna razón no tengo una hermosa mujer con quien compartir mi vida, una linda y apasionada chica que haga latir mi corazón, que me derrumbe con si mirada, que me enternezca con su voz, inunda mi alma con una tristeza muy difícil de explicar; o quizá lo que lo hace es el recuerdo mismo de que alguna vez tuve la oportunidad de amar a una mujer, pero mi inmadurez provocó que ella se fuera, dejándome aquí a mí, con un infinito amor hacia ella, pero sin la oportunidad siquiera de poder decírselo.

Yo salía de la biblioteca bajando por la enorme escalinata de piedra que estaba a la entrada, planeaba ir a mi departamento, comer algo y después empacar todo para regresar por ocho semanas y media a mi hogar, despidiéndome y olvidándome de todo aquello, para volver a iniciar con fuerza el siguiente semestre. Apoyé mi mochila en un barandal para poder cerrarla y seguir con mi camino  cuando sentí la presencia de alguien detrás de mí. Sin voltear a ver solo dije

-¡Vaya, pensé que, a estas altura del año, ya no estarías por aquí!.

Sorprendida porque, por alguna razón supe que era ella sin siquiera voltear a verla, solo contestó.

-Tenía que entregar una tarea-examen, ya sabes cómo son los profesores.

Debo decir que me sorprendió la naturalidad con la que ella habló, como si fuésemos viejos conocidos uno del otro,… y tal vez lo éramos. Tantas veces que yo me quedaba mirándola hipnotizado por su sensualidad, tratando de buscar aunque sea una pizca de interés por mí, y tantas veces que ella solo giraba para hacer parecer que no me había notado, todo el tiempo que yo la vi sola por media facultad mientras yo reía con mis amigos y amigas, aquellas ocasiones en las que la veía su rostro molesto por el resultado de alguna tarea o examen, mientras yo solo sonreía con un gesto que mostraba que esa nota alta para mí era ya algo de todos los días, tal vez había hecho que, de una u otra forma, ambos fuéramos amplios conocidos; y, pensándolo bien, era como una conversación diaria que teníamos mutuamente. Nuestros gestos, nuestras miradas, aún en el último lapso de tiempo cuando ya no sentía esa atracción hipnótica hacía ella, y solo la miraba un poco indiferentemente cuando pasaba junto de mí y mis amigos, era una plática entre uno y otro diciéndonos:

-que mal me fue aquí, y eso que me esforcé mucho-

-pero a mí me fue muy bien, tal vez no lo estás haciendo de la forma adecuada-

-odio estar con las personas, aunque a veces me siento sola-

-me agradan mis amigos, siempre están cuando los necesito-

Cómo rayos habíamos llegado a este punto no lo sabía, aunque debo decir que siempre traté de mantener una actitud fría y airosa, con la frente en alto y con, lo que algunas de mis amigas, de una manera muy extraña y hasta sensual, expresaron como “un aire de masculinidad”.

Ella sacó un pequeño cigarro blanco de su bolsillo y se lo colocó en sus labios, esos hermosos y rosados labios carnosos, no muy gruesos pero muy sexys, que habían hecho que me volviera loco. Al mirarlos solo recordé porqué me había atraído tanto ella y, aunque, en ese momento lo recordé, ya no tenía el mismo efecto en mí.

-¡Rayos, como me encantaría tener esos labios en mi verga!

hubiera pensado en otro tiempo, pero esta vez no, no señor¡

Buscó un encendedor en su bolsillo pero, al sacarlo, descubrió que ya no tenía combustible, y solo hizo un gesto de molestia torciendo la boca.

-Aquí tienes-

contesté sería y gravemente, en un gesto de más amabilidad que de otra cosa, sacando un encendedor de mi mochila y entregándoselo. Lo tomó y encendió su cigarro mientras me lo devolvía.

-¿Acaso fumas tu también?

-¿Acaso me veo con rostro de fumador?, yo no quiero morir de cáncer a temprana edad¡ conteste nuevamente con la frente en alto y la voz grave.

-¿Entonces por qué traes un encendedor en la mochila?

-La verdad?

Ella solo asintió con la cabeza teniendo el cigarro en la boca.

-Porque olvidé sacarlo. Lo traigo ahí desde el semestre pasado y, como nunca abro esa bolsa, olvidé que estaba adentro.

-Eso en realidad no contesta mi pregunta, ¿por qué lo traías ahí el semestre pasado?

Por su tono intuí que ella ya sabía la respuesta

-Bueno, la verdad es que lo traía ahí el semestre pasado porque pensé que, si alguna vez  necesitabas uno, bueno, yo podría ayudarte.

Ella no dijo nada. Los dos nos quedamos en silencio unos segundos mientras ella seguía fumando su cigarro.

-Bueno pues, si no se te ofrece nada más debo irme

agregué. Debía irme de ahí antes de que algo más sucediera, entonces ¿por qué rayos mis pies no se movían?

-De hecho si se me ofrece algo más

dijo ella. Después prosiguió:

-Te gusto no es así?

Me limité a esbozar una ligera sonrisa sin perder mi aire de seriedad rotunda.

-Vamos, no trates de ocultarlo- agregó ella- Sé que te gusto desde aquella clase de Análisis I, no parabas de mirarme y todo ese semestre no hiciste otra cosa más que eso-

-Claro que hice otra cosa, me traté de acercar a hablarte, pero tú nunca me correspondiste, siempre te quedabas callada y te ibas.

dije en un tono molesto, pero ella solo siguió:

-Este semestre luces muy bien, luces muy sexy.

Aunque me sorprendió su declaración, traté de que no me afectara.

-¿Y eso qué? eres muy solitaria, grosera, arrogante, callada, y de paso fumas, yo no quiero una novia así.

-Qué bueno-contestó ella- porque estoy segura de que no me quieres para eso, eso claro, si todavía lo quieres.

Había leído mi mente, si, en el semestre pasado no pensaba en otra cosa sino en cogérmela de todas la maneras posibles, por todos los agujeritos sexys que tuviera, sin embargo siempre me contuve hasta lo máximo de masturbarme pensando el ella. -¿Por qué masturbarme pensando en algo que no tendré jamás?, eso solo me hará más mal, pues si ya de por sí estoy obsesionado con ella-, pensaba en aquellos entonces.

Ante su frase me quedé atónito, mi corazón empezó a palpitar cada vez más fuerte, y pude sentir como el sudor comenzó a emanar de mi frente y mis manos. Pese a todo traté de mantener la cordura, serio y seguro, con la frente en alto y con la imagen de mi mejor yo en mi cabeza, no dejé que nada de esto me intimidara. Gracias a esto, una fabulosa idea llegó a mi cabeza:

-Se me antoja un dulce, ¿me acompañas a comprarlo?

le dije. Ella respondió:

-Si, vamos.

mientras tiraba la colilla de su cigarro en el bote especial de colillas que había junto a nosotros.

Fuimos por el tal dulce, y para sorpresa mía, se inició una larga y muy cálida conversación entre ambos. Supe que se llamaba Paula de boca de ella, que vivía no muy lejos de ahí, con su hermano, su padre y dos gatos, que su madre había fallecido cuando era muy pequeña, que estudiaba actuaría y que casi siempre sacaba buenas notas, lo que probó, ante mi incredulidad, mostrándome varios de sus exámenes y tareas. Siempre tenía nueve, diez, o por lo menos ocho. Odiaba equivocarse y cada vez que cometía un error movía cielo mar y tierra para corregirlo o no volver a cometerlo, no importa que tan pequeño fuese. Pude notar que era algo neurótica, fácilmente se enojaba y no podías hacerle una pequeña broma porque la tomaba muy a pecho. Era muy explosiva y no con cualquier cosa la hacías sentirse a gusto.

Esas casi tres horas se fueron como agua en un río. Daban ya las cinco y quince de la tarde. Estábamos sentados en una de las bancas de cemento frente a la fuente de la facultad. Me levanté mostrando que tenía que irme, pero recordé aquella frase del inicio:

-…porque estoy segura de que no me quieres para eso, eso claro, si todavía lo quieres.

retumbó dentro de mi como una bala de cañón que se estrella contra el más grueso muro de piedra que pueda haber. Tal vez ella ya no era la obsesión que ocupaba mi mente todo el día, sí, tal vez ya no lo era, pero no dejaba de ser hermosa y tremendamente sexy. Y sin pensarlo dos veces, tuve una idea que sería la idea clave para todo:

-Tengo mucha hambre y mi departamento queda aquí cerca. ¿Por qué no vamos?

Ella se paró sin poner ninguna restricción y nos dispusimos a caminar hacia mi departamento. En el camino me enteré, tal vez porque ella lo quiso así, que no había nadie en su casa. Su padre y su hermano habían ido a un congreso lejos de ahí y no volverían hasta mañana en la tarde.

Al llegar a mi departamento la invité a dejar su ya típica mochila azul en el pequeño sofá y a que se sentara en la mesa de la cocina. Preparé unas milanesas que tenía y ella me ayudó a preparar un poco de agua de melón. El arroz del día de ayer lo puse a calentar, y revisé que fuese suficiente para ambos.

-Hoy eres mi invitada y no es necesario que hagas nada

dije cuando ella trataba de ayudarme a calentar el arroz. Grosera como siempre lo fue,  no dijo nada y se sentó a esperar. Esa tarde comimos muy a gusto hablando sobre anécdotas chistosas de la vida, de las clases, y alguna que otra cosa que senos viniera a la mente, aunque me molestaba que todo se lo tomara tan a pecho. Tal vez fue lo cálido del momento, pero nunca pensé en cogérmela teniéndola ahí. Sabía que era la oportunidad perfecta pero nos llevábamos tan bien que no pensé en hacer nada carnal en ese momento.

Al terminar de comer recogí los platos uno a uno y, sorprendida por el estricto orden que tenía para ser hombre, me puse a lavarlos mientras ella no dejaba de mirar mi trasero moverse de un lado al otro, eso me apenó en demasía, y no ayudaba en nada el ligeramente entallado pantalón de mezclilla que llevaba puesto, y menos aún ayudaba el hecho de que mi trasero siempre fuese más prominente y firme que el de la gran mayoría de los hombres. Como un interruptor que encendió repentinamente el erotismo dentro de mí, mi voz interior me decía nuevamente:-Quiero estar dentro de ella.

Después de lavar los trastes ella insistió en que le prestara un cepillo de dientes, a lo que contesté afirmativo,  y le di un cepillo nuevo que había comprado hace unos días y que aún no abría. Mientras cepillaba sus dientes pude observar sus hermosa silueta delgada y sexy, tan frágil y hermosa como la de una diosa del olimpo, su pequeño culito respingón, no grande pero si bien paradito y acomodado se lucía exquisito tras ese pantalón de mezclilla azul entallado, que dejara ver lo delgadas y largas que eran sus piernas. Sus muslos terminaban en una pequeña cadera, y más arriba, tras esa playerita blanca que traía, se mostraban dos deliciosos senos diminutos que hacían que mi verga se pusiera al rojo vivo. Muchos de mis amigos decían que era demasiado delgada, que era una flaca sin chiste, que era hermosa pero su cuerpo dejaba mucho que desear, sin embargo a mí me parecía perfecta. Su cabello oscuro, corto, que le daba apenas hasta donde iniciaba el cuello, su hermoso rostro de veinteañera inocente, su hermosa piel blanca como la nieve y tersa como los pétalos de la orquídea me volvieron loco en ese momento.

Cuando ella acabó de cepillarse los dientes hice un seño y entré al baño para cepillármelos yo. Mientras lo hacía solo me preguntaba a mí mismo a dónde iría a parar todo esto. Ella estaba aquí y no hacía ningún gesto por querer irse, y, la verdad, yo tampoco quería que se fuera. No había nadie en su casa, así que nadie estaría preocupada esperándola, pero… , y luego?. -Ya sé-, me dije en mi mente,- Veamos una película para después…. No pude terminar de articular la frase en ese momento porque sentí cómo una pequeña y delicada mano tocaba mi culo haciendo círculos por todo el lugar. Ella acercó su cuerpo al mío hasta que pude sentir como sus diminutos senos acariciaron mi espalda, mientras metía su otra mano por debajo de mi playera gris perla tocando delicadamente mi abdomen.

-¡que abdomen más firme y fuerte!, me encanta!

Arrojé la última bocanada de enjuague de mi boca y solo sonreí pervertida mente. Ella seguía acariciando mi culo y comenzó a pasar su mano entre mis piernas. Mi verga creció a tal grado que mi pantalón ya no era suficiente para contenerla. Mi corazón palpitaba más rápido y yo solo podía disfrutar del delicioso masaje que ella me daba por atrás. Me di la vuelta y puse mis manos en sus caderas, a la vez que ella apoyó sus brazos en mis hombros.

-Me encantas Paula, no mentiré, siempre he anhelado coger contigo, degustar cada parte de este hermosísimo cuerpo tuyo hasta no poder más

-Pues ahora estoy aquí para ti y, lo más importante, estas aquí para mí, y eres todo mío.

Acerqué mi rostro al de ella y nos besamos apasionadamente. Sentía sus labios recorrer mi boca con una dulzura que jamás imaginé posible, su lengua se enredaba con la mía degustando cada parte de ella, mientras yo saboreaba el placer de besar los labios de una diosa como ella. Succionando mi labio inferior yo pude morder ligeramente su labio inferior, lo que la encendió más e hizo que bajara sus manos para masajear mi culo una vez más.

-Ufff, ahhh Paula-

dije separando nuestros labios y disfrutando mientras mis manos también jugueteaban con el hermoso culo con el que había soñado el último año entero, era suave, firme, muy exquisito al tacto.

-Lo quiero Paula, quiero ese culito

dije mientras desabrochaba su pantalón y este caía al suelo. Al mismo tiempo ella tomó mi playera y me la sacó por arriba de la cabeza. Continuábamos besándonos y, mientras movía lentamente mis labios para poder besar cálidamente sus sonrojadas mejillas que emanaban calor de la excitación que tenía, ella me empujó alejándome, y pude ver la hermosa tanga negra que traía puesta. Ella se dio la vuelta y, quitándose la playera caminó hacia la cama que quedaba a unos metros de ahí. La seguí hasta el lugar quitándome el pantalón, y pude ver a esa Diosa en ropa interior. Era aún más sexy de lo que jamás pude imaginar posible, su bra también era negro, y todo el conjunto negro, a la vez que contrastaba con su hermosa y delicada piel de leche, combinaba con el color oscuro de su cabello sedoso y brilloso, para dar como resultado una mujer de excitante belleza y sensualidad inigualable que me volvía más loco de lo que nunca pude imaginar. Su senos se notaban a través de su bra, no eran tan pequeños como parecían cuando vestía, sus curvas eran sensacionales, con una cadera diminuta a la que le seguían una largas y delgadas piernas bien torneadas, con músculos muy firmes y una belleza que nunca creía posible.

Se arrojó violentamente a mí, presa de la pasión, y me besó el cuello, pasando su lengua por cada rincón de él mientras sus manos no dejaban de acariciar mi espalda ancha, fuerte y entrenada.

-Ahhh, eres muy sexy¡¡, te quiero comer entero

-Pues aquí me tienes¡¡¡, ahhh¡¡¡, soy todo tuyo hermosa¡¡¡¡.

Mientras me besaba pasé mis manos por toda su anatomía exquisita sintiendo esa hermosa piel de orquídea que tenía, sus curvas que describían un perfecto reloj de arena partiendo de los costados de sus senos, hasta llegar a su cadera, donde me esperaba la sazón de un precioso culo respingón que quería probar hasta que no pudiera aguantar más. Sus manos juguetonas bajaron hasta dar con la trusa blanca que toda mi vida había reguardado mis partes más íntimas, tomándola del resorte la bajó dejándola caer, y yo, con un movimiento de pies, la puse lejos de ahí. Abrasé a mi diosa y la llevé hasta la cama. Ella me tendió boca arriba y se colocó sobre de mi lamiendo mi cuello, con unos ligeros mordiscos, como vampira ansiosa de mi sangre. Eso hizo que una sensación electrizante inundara todo mi cuerpo. Cerré los ojos para sentir cómo su húmeda y cálida lengua humedecía mi piel. Comenzó a bajar poco a poco y, al llegar a mi pecho, se detuvo un poco y usó sus labios para succionar y besar mis pezones, pasó su lengua por ellos haciendo círculos alrededor, y sus manos comenzaron a juguetear con mi falo que ya estaba humedecido de líquido preseminal.

-que sexy¡¡¡, que pectorales¡¡¡, me encantas¡¡¡¡

decía entrecortadamente mientras no paraba de lamer mi pecho y degustar mis pezones. Yo no podía decir nada, mi verga estaba extremadamente dura y la excitación inundaba mi cuerpo. Bajó su lengua poco a poco dejando mis pezones duros y crecidos de tamaño y, tras darle una lamida a mi ombligo, sus manos y sus labios se concentraron en mi verga y mis testículos. Abrí los ojos para mirar a aquella belleza comerme intensamente; con su lengua hizo círculos en la punta de mi pene mientras sus manos masajeaban mis testículos, comenzó a recorrer con sus labios y su lengua toda la anatomía de mi verga, humedeciéndola cada vez más, mientras yo solo jadeaba de excitación. Pasó su lengua por mi escroto y succionó con sus labios mi periné arrebatando un suspiro tras otro de mi humanidad tremendamente excitada

-Ahhh, Paula, siii…

Dije jadeando cuando ella metió mi pene entero en su boca sujetándolo firmemente con su mano izquierda. Pude sentir sus labios tocar mis testículos y la punta de mi pene rozar su mejilla interna, era una pasión que nunca creí posible. Con su lengua masajeaba el cuerpo de mi pene, a la vez que comenzó a sacarlo y meterlo de su exquisita boca, en un acto que simulaba la felación más erótica.

-¡¡¡Sii mi Paula!!!!, asiii!!!, ahhhh!!!!!!

Ella era la diosa que jamás creí posible que existiera. En ese momento solo me pregunté si las leyes del universo no prohibían que existiera semejante belleza y semejante excitación. La temperatura de mi cuerpo subió mucho, podía sentir como unas gotas de sudor comenzaban a correr por mi frente, mientras Paula continuaba succionando de mi pene como si no hubiera final.

Apoyé mis pies en el colchón, flexioné mis rodillas y, sin que Paula dejara de degustar todo lo que mi verga podía ofrecerle a su hermosa boca, levanté muy ligeramente mi abdomen, a modo de que su cabeza quedó entre mis piernas, y tomé dulcemente una de sus manos. Guiándola, como debía ser, hacia lo que más me excitaba, la llevé hasta el agujero de mi ano.

-¡¡¡Méteme un dedito hermosa!!!, quiero que me masturbes el ano!!!!

le dije jadeando. Sin dejar de comerse mi verga comenzó a masajear mi ano suavemente, para después meter su dedo índice en él.

-¡¡¡¡Ahhh, siiii, ahhh, si asiii!!!!

Su boca tronaba en mi verga mientras su dedo acariciaba mi intestino bajo en una escena erótica que no olvidaré jamás. Mi ano apretaba su primer falange una y otra vez, y a ella no parecía si no encantarle todo esto.  Pude ver como cerraba sus ojos y los volteaba mostrándome que todo eso la tenía casi tan excitada como a mí. Una sensación electrizante todavía más fuerte inundó mi cuerpo, jadeaba sin cesar una y otra vez, creí que iba a explotar en ese momento, sin embargo y, paradójicamente, el ver su sexy cuerpo y todo lo que aún debía recorrer pudo hacerme contener el casi inminente orgasmo que se avecinaba.

-¡¡¡Que deliciosos jugos!!!, son tan frescos y ricos

dijo después de sacar mi verga de su boca, dándole unas lamidas finales de arriba abajo. Su dedo no había salido aún de mi ano y entraba y salía simulando una penetración.

-Sabía que esto te encantaría aún más que el oral

¿Cómo rayos sabía que eso era una de las cosas que más me encantaban en el sexo?, ¿cómo rayos lo sabía?, comencé a jadear más fuerte. La tensión en mi cuerpo aumentaba cada vez más, su lengua jugueteó en mi ombligo, y su otra mano masajeaba mis pectorales, con los pezones erectos y firmes

-¡¡¡Ayyy, Paula, si mi Paula!!!, ¡¡¡Ayyy Paula!!!!.

La tensión subía y subía, como una corriente eléctrica poderosa que inundaba mi cuerpo, ¡Dios,¿ qué es esto?! no pude más y grité tan fuerte que incluso los lugares más recónditos del planeta pudieron haber escuchado. Un espasmo hizo que mi cuerpo temblara desenfrenado, con una sensación que no puedo englobar en ninguna palabra. Era el cielo hecho realidad. Sin embargo, ninguna gota de esperma salió de mi pene, solo líquido preseminal que no paraba de dejarlo empapado de la punta a la base.

-Vaya, miren nada más qué tenemos aquí, un chavo que tiene orgasmos secos.

Dijo ella sonriendo maliciosamente.

-Sabía que tú serías el chavo que siempre he estado buscando

Esas palabras llenaron mi espíritu en una forma en la que nunca creí posible. Ya había entrenado esto, masturbándome hacía ejercicios especiales para contener la eyaculación. Así es como pude al fin separar orgasmo de eyaculación, en un entrenamiento perfecto para poder satisfacer a cualquier mujer que yo quisiera.

Subió su boca a través de mi cuerpo, poco a poco hasta llegar a mis labios, y comenzó a besarme. Cerré los ojos y mis manos tocaron su hermosa espalda mientras mis dedos desabrocharon su excitante sostén para después arrojarlo lejos de ahí, después bajé poco a poco a través de sus deliciosas curvas y bajé su tanga acariciando su culo y su ano, sintiendo los pliegues de este delicioso agujerito rozar la yema de mis dedos. Estando completamente desnuda abrí los ojos y ella, adivinando mis intenciones, se apartó de mi para que yo pudiera ver su cuerpo entero denudo frente a mí.  Parada junto a la cama, y yo apoyado en mis codos con mis piernas estiradas y mi verga parada como nunca antes pude ver a la exquisita belleza que estaba ahí para mí, sus senos eran medianos, blancos como la nieve, con una diminuta areola y un pezón erecto tan sensual como el de una diosa misma, su pubis depilado mostraba sus labios vaginales húmedos por nuestros jugueteos previos, hinchados, rosas y hermosos, listos para recibirme en el interior de su vagina; era Afrodita misma la que estaba ahí en mi apartamento, nacida del mar, después de que Crono cortase durante la Titanomaquia los genitales a Urano con una hoz adamantina y los arrojase tras él al mar, era la belleza y sensualidad encarnada, una mujer infinitamente bella, núbil e infinitamente deseable. No pude más que sonreír ante ella.

-¿Qué tanto te gusto?

me preguntó. Yo solo me levanté, la tomé dulcemente de sus manos y comencé a besarla. Abrazándola esta vez aún más fuerte contra mí sentí cómo sus senos tocaban mi pecho, y cómo sus pezones erectos chocaban en mi cuerpo. ¡Dios, qué senos, me vuelven loco!. El contacto piel con piel con semejante belleza era como una droga que me hacía perderme en el infinito. La recosté en la cama y esta vez fui yo quien estuvo encima. Lamí su cuello suavemente mientras mis manos masajeaban todas sus curvas. Bajé suavemente mi mano derecha y acaricié su delicado coño húmedo poniendo énfasis en su exquisito clítoris. ¡Qué coñito, no creo poder aguantar mucho! Lamí sus oídos al tiempo que le murmuré:

-¡Eres una diosa mi Paula, una verdadera diosa!

En ese preciso instante su coño dejó salir aún más liquido vaginal, aquella palabras la excitaron tanto que jadeó sin cesar y pude sentir su cálido aliento emanar de su boca.

-¿sábes qué me gustaría mucho mi Diosa?

Dije apartándome de ella al tiempo que abrí el cajón del buró junto a la mesa y, sin dejar de frotar su alucinante coño, tomé un cigarro que estaba guardado, junto con el encendedor que tenía ahí. Se los di y ella los tomó quedándose un poco atónita por eso.

-Cuando fuiste a comprar un cigarro el semestre pasado a la tienda de la facultad le dije al señor que me diera uno del mismo que habías comprado tú. Lo guardé aquí junto con un encendedor con la esperanza de poder usarlo un día. Hoy es ese día soñado.

Ella sólo sonrió y lo encendió mientras yo continuaba lamiendo su exquisito cuello blanco. Fui bajando mi lengua por su cuerpo, al llegar a sus pechos los amasé con mis manos suavemente para después lamerlos todos sin dejar ningún rincón sin explorar. Ella fumaba su cigarro al tiempo que gemía de placer mientras succionaba de sus pezones erectos y los empapaba de saliva para dejarlos bien húmedos. El olor a cigarro era sumamente excitante, saber que una mujer tan sensual disfrutaba un cigarro mientras yo lamía todo su cuerpo era un pensamiento inigualable para mí. Poco a poco bajé hasta llegar hasta la zona prometida, sus muslos eran tan sexys y embriagantes que los lamí mientras mi verga aumentaba aún más su dureza en una forma que no creí posible. En ese momento recordé aquella vez que me topé con ella saliendo del departamento de matemáticas, llevaba puestos unos pantalones vaqueros de mezclilla muy cortos que dejaban ver casi todas sus piernas. Su blancos muslos torneados lucían tan sensuales que mi verga se erectó fuertemente de solo verlos, afortunadamente mi trusa es fuerte y justa y mantuvo esa erección fuera de la vista en ese momento. Hoy por hoy tenía a esa diosa ahí mismo y podía disfrutar de sus senos, su culo y sus muslos todo lo que quisiera. Lamí esas preciosas piezas de porcelana una y otra vez, eran suaves, tersos y blancos, llenitos los suficiente como para ser los más sexys de todos.

Mantuve el juego durante un rato hasta que, poco a poco fui bajando.  Lamí alrededor del tesoro que había entre sus ingles, mientras mis manos masajeaban sus senos y sus caderas, para después pasar mi lengua por sus labios vaginales y por el delicioso botoncito erecto y húmedo que tenía ahí. Lo chupé delicadamente al tiempo que ella gimió y suspiró con pasión, yo chupaba una y otra vez mientras ella seguía gimiendo de placer.

-¡¡¡Ohhh mi vida, si, asíiiii!!!!!

Bajé hasta tener sus labios rodeando mi lengua, los lamí una y otra vez formando cada una de las letras del alfabeto ahí, la mezcla del olor de su vagina y del tabaco era embriagadora, parecía que estaba bajo los efectos de una poderosa droga que no quería que terminaran jamás. Sus jugos empaparon mis labios y yo comencé a meter mi lengua en su vagina tan hondo como podía. Rodee todo el interior haciendo círculos para poder degustar con la lengua sus paredes vaginales. Era tan exquisito que ella gemía al unísono conmigo, una tensión comenzó a inundar nuevamente mi cuerpo mientras lamia sus paredes vaginales y sus jugos inundaban mi rostro. Los gemidos no paraban:

-¡¡¡Ahhh si mi amor, así, lameme así, ahhh!!!!!

-¡Ahhh, si, ahhhh!!!

Como su anito estaba a mi alcance, y éste se cerraba muy sensualmente cada vez que yo lamía su vagina , bajé mi mano derecha y metí un dedito en él, al tiempo que Paula se excitó aún más

-¡¡¡Ohhh querido, exacto, si asíiii!!!!

Ella soltó un gemido todavía más fuerte y su vagina se contrajo fuertemente en mi lengua en un orgasmo bestial que inundó mi boca de líquidos vaginales. La tensión llegó a tal grado en mí que no pude más y, mientras mi mano masturbaba su anito y este se cerraba violentamente alrededor de mi falange, me vino un nuevo orgasmo seco que hizo temblar cada parte de mi ser.

Mi lengua no se apartó de su vagina hasta que hubo tenido el último espasmo orgásmico de placer. Mi verga emanaba líquidos preseminales a más no poder, estando totalmente empapada por ellos de la punta a la base. Saqué mi dedo de su ano y subí poco a poco mi lengua, tal cual lo hizo ella conmigo, hasta llegar a su boca, y la besé. El sabor al cigarro que hace un rato se había terminado aún rondaba en su boca, y la mezcla de eso con la saliva de esa mismísima Diosa encarnada junto con los sus líquidos vaginales que aún permanecían en mi boca eran un brebaje tan embriagador que mi ser abandonó completamente mi cuerpo y yo no era en ese entonces más que lujuria y pasión. ,

-Y ahora falta lo mejor mi hermosa Diosa Paula

le dije. Sonriéndome  miró mi pecho y lo tocó suavemente con su mano derecha, entonces con mi mano guié mi verga hasta aquella zona exquisita que había ahí abajo y sentí como sus labios vaginales envolvían mi verga en un beso de infinita lujuria que haría que los demás dioses y diosas del olimpo se murieran de envidia, y también mis demás compañeros de la facultad. Comencé a meter suavemente mi verga en su vagina, y pude sentir cálidamente cómo era ser recibido en la puerta del cuerpo de una diosa del olimpo, su vagina se estremeció suavemente a la llegada de mi verga mientras mis testículos podían sentir ya los labios vaginales de aquella diosa encarnada.

-¡¡¡¡Ahhhh, ahhhhhhh!!!

gemimos ambos al unísono y junté mi cuerpo al de ella lo más que pude, sintiendo sus muslos rozar suavemente con los míos, sus pechos estrellarse cálidamente en mis pectorales, y nuestros pubis masajearse mutuamente en un abrazo de pasión y lujuria que no olvidaré jamás. Nuestros sexos empapados nos necesitaban lubricarse, y nuestros jugos se mezclaron en un cálido brebaje que ambos hubiésemos querido tener en la boca en ese momento. Comencé a mover mi cuerpo entero, haciendo que cada parte de nuestros cuerpos se masajearán mutuamente, cogiéndomela suave y plácidamente, disfrutando el momento al máximo.

-¡¡¡¡Ahh, ahhh, ahhhh, si, si, ahhh!!!

decíamos ambos entrecortadamente. Nuestros gemidos se alzaban como el cantar de las trompetas anunciando el juicio final. El sudor empapaba nuestros cuerpos y se mezclaba juntando nuestras almas en una lujuria que no tenía parangón. Los gemidos se hicieron más y más fuertes cada vez:

-¡¡¡Ahhh, si, si, mi amor, siiiii!!!

decía ella

-¡¡Ahh, mi diosa Paula, ahhh, ahhh!!!!!

le respondía rítmicamente yo. Mi verga se endureció tanto que no podía más. ¿Qué tal si ella tenía una enfermedad?, ¿qué tal si quedaba embarazada?, nada de eso me importó en ese momento, solo quería quedarme ahí con ella, hasta el final de los días, o eso creí en ese momento. Mi verga no podía más, y su vagina se estremeció en un orgasmo aún más bestial que el anterior.

-¡¡¡Ahh mi amor, ahhhhhhhhh!!!!

Yo, entonces, solté  a la bestia enfurecida y mi verga bombeó chorros y chorros de esperma en su interior.

-¡¡¡Ahhh Paula, ahhhh, Paula, ahhhhhhh!!!

No separé mi verga hasta que hubo el último espasmo orgásmico de parte de ambos. Entonces la saqué y, tras descansar un momento tumbado al lado de Paula respirando profundo para recuperarme, tomé un trapito que estaba en el cajón. Ella tomó el trapito y limpió delicadamente mi verga ya flácida para después abrazarme. ¡Qué cogida!, nunca había sentido tanta lujuria y excitación en una sesión de sexo.

-Estuviste impresionante

me dijo.

-Y tú eres aún más impresionante, mi diosa.

le respondí con una mirada de ternura. Nos besamos tiernamente en la boca y, tras envolvernos en las cobijas y un rato de mirarnos tiernamente, nos quedamos profundamente dormidos.

Y mientras los animales retozan plácidamente en la planicie, un delicado cenzontle anuncia la llegada del amo de este hermoso paraje, en un cielo luminoso y soleado, sin nubes en ningún lugar, descargas relampagueantes centellean, y un poderoso y gigantesco dragón azul de dos bocas aparece de entre los cielos. Los animales forman una fila, y todos hacen una reverencia cuando el amo Dragón aterriza frente a ellos, para después caminar airosamente hasta lo que es su guarida de toda la vida, una cueva al pie de un hermoso y aún más colosal árbol de cerezo, un árbol tan colosal como nunca se ha visto, uno que hace que el dragón se vea como una diminuta hormiga al lado de él. Se escucha un hermoso cántico, que parece acompañado de dulces tonos de violín de fondo; son diminutas hadas que dan la bienvenida al gobernante supremo de todo cuanto se puede ver.

Al caer la noche el árbol de cerezo brilla mágica e hipnóticamente, con una belleza que no tiene igual, sus rosadas flores parecen diminutos focos que iluminan delicadamente la entrada de la cueva del dragón; el cerezo es vida, y es el corazón y alma de ese poderoso dragón, quien logre entrar a la cueva por deseo mismo del amo, será amado por toda la eternidad.

Una Hermosa mujer aparece a espaldas del amo, esa mujer no debería estar aquí, ¿cómo rayos logró entrar a la cueva?, y sosteniendo una daga de hoja roja, apuñala al dragón en su lomo; gritos y truenos suenan devastadoramente por todos lados, todo no es más que alboroto, los animales corren despavoridos al ver como el cerezo apaga su luz, todo comienza a marchitarse, las plantas se secan, y los animales no tiene más ningún aliento de vida…  

Y así es como llegamos a este momento, una mañana después despierto con ella a mi lado y la miro tiernamente sin poder aún asimilar si lo que había pasado anoche fuera real, o siquiera posible. Sin embargo ahí estaba ella, dulce y bella, sexy y fría, recostada en mi cama. Yo solo me recosté en la cama de nuevo mirando hacia el techo. Ella se despertó y dulcemente me abrazó mientras murmuraba en mi oído:

-No te dejaré ir jamás.

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