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08-1 Últimos días en Leeds

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Nicolás refleja su satisfacción y contento en la llamada que me hace, le oigo hablar entusiasmado de la labor que le espera a partir de Septiembre y espera poder regresar para el martes a la noche, día 29, o el miércoles día 30. Quiere pasar por aquí para poder estar unas horas conmigo, despedirme antes de mi partida.

Mi último día aquí, en la residencia, será el día 30, el 31 debo dejar la habitación totalmente vacía para la inspección del personal del land lord, tendré que dormir en un hotel y ya tengo mi billete de regreso para España, mi vuelo será el día uno desde Manchester. Me quedan cinco días para estar de nuevo en España.

La puntualidad inglesa, de la que tanto se habla, resulta ser una utopía; la agencia había quedado en recoger mis bultos a las nueve de la mañana, han llegado pasadas las doce. El personal no quería mover mis cajas aduciendo problemas de seguridad laboral, al final han accedido si yo se les bajo hasta la mitad del trayecto (de la escalera) y la otra mitad las han bajado ellos, el increíble absurdo de lo inverosímil, alucino al constatar estas cosas.

Me han llamado unos antiguos compañeros de la residencia, una pareja que han vivido unos meses aquí, ahora tienen un apartamento en el centro de Leeds, me invitan a cenar con ellos.

Pasamos una tarde–noche entretenida, hablando de los problemas que ellos tuvieron con la agencia que gestiona la residencia. Les quisieron gravar por todo, con unas exigencias inopinadas y les hicieron una errónea liquidación, como él es abogado resolvió al final todo, el acuerdo fue justo y equitativo para los intereses de ambos.

Miro el correo recibido, disfruto y valoro lo que me dicen. A veces siento la  imperiosa necesidad de agradar a todos y eso es imposible; las formas de pensar, la opinión de cada uno, legítimas y respetables, difieren y temo molestar.

Las últimas noticias de Nicolás son que confirma su vuelta el miércoles, mañana debe continuar cumplimentando documentación y llegando a acuerdos de detalle, quiere dejarlo todo dispuesto para pasar unas buenas vacaciones.

Siguen llegándome mensajes de la nueva empresa, de distintos departamentos y de la persona que me va a ayudar en la búsqueda de alojamiento en Francia. No debo cerrar mi cuenta en el banco de UK, la nómina me la seguirán pagando desde York pero otros conceptos me los abonaran allí en Francia.

Hay otros pequeños detalles que solventar antes de abandonar la residencia, la revisión la cambian al viernes cuando yo este de viaje para España, según lo que observen me harán la liquidación. No queda otra solución que dejar en sus manos la decisión según su criterio.

Ceno en la casa de una antigua compañera, me ha invitado a la casa de sus padres, cenamos en el jardín una barbacoa que su padre prepara desde antes de que yo llegue, luego vamos a tomar una cerveza para poder hablar de temas de trabajo y que a ambos nos interesan.

Algunos compañeros que abandonaron la empresa, hace más tiempo, han creado su propia compañía y como yo les conozco y está interesada en trabajar para ellos, quiere que llame a alguno de mis conocidos para que la tengan en cuenta.

Hoy al levantarme me tropiezo con el pie de la cama y me daño un dedo, no tiene importancia, es el reflejo de mi estado de nervios. Voy a bajar a la cocina todos mis enseres que no voy a llevar para España.

El land lord no me permite que dejé el escritorio en la habitación, debo retirarlo todo. Cerca de la residencia hay un centro de caridad y quedamos en que hoy miércoles retiren mis cosas.

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La verdad es que ha quedado vacía la habitación, he decidido que hoy y mañana dormiremos en un hotel, no tengo ni sábanas para poder hacer la cama. Llamo al The Queens para reservar una habitación e ir directos desde la estación cuando recoja a Nico, a la tarde volveremos a la residencia en busca de mis maletas y despedirnos definitivamente de mis compañeros.

Estoy paseando inquieto, el tren en el que viene Nico de Manchester llegará con retraso, me siento, me levanto, y prefiero pasear por la calle. Accedo a la estación, el tren ha llegado hace un momento.

Avanza rápido a mi encuentro, abandona su maleta sin miedo a que alguien se la pueda llevar y estrechamos nuestros cuerpos en un abrazo prolongado, unos días sin verle y al rodear su cintura creo notarle más delgado; tiene que realizar un esfuerzo para intentar separarme de él, cede y permite que siga abrazado, con mi cabeza apoyada en su pecho, escuchando su respiración mientras él besa mi cabello.

-Vamos a recoger mi maleta Daniel.   –ahora sí que me separo sin dejar de abrazar su cintura y elevo mi rostro para recibir su beso, hoy no se ha afeitado, sus rojos labios destacan en la negrura de su barba.

Recogemos su maleta, en el camino hablamos de su viaje, no ha comido nada desde el desayuno, yo tampoco y al llegar al hotel dejamos la maleta y bajamos al comedor. Es un hotel elegante y el comedor está muy bien, pero prefiero la cafetería menos ceremoniosa.

Le miro y no salgo de mi asombro, volver a estar con él, a su lado; estamos sentados uno enfrente del otro, alargo mi mano para depositarla encima de la suya para sentir su calor, su suavidad, su ternura; la sujeta y con su pulgar acaricia mi palma, juega siguiendo las líneas de mi mano.

-¿Qué tal el viaje?, ¿has tenido algún percance?

Los nervios se van calmando, los accidentes en aviones se suceden, los más recientes quitan protagonismo a lo que ha ocurrido hace unos días.

La llegada de una camarera distrae la conversación, Nico pide la comida, lo mismo para los dos, para beber se pide una cerveza y para mi agua.

Vuelvo a buscar el contacto con su mano, me transmite tranquilidad y me sosiega, así controlo la emoción que la tengo a flor de piel.

-Todo ha ido muy bien, mejor de lo que esperaba, la empresa con la que colabora la universidad pagará todos mis gastos durante el primer año y luego negociaremos; de momento me interesa concretar solamente esta primera fase. ¿Por qué será que creo que te sucede algo? Estás muy serio, ¿algo va mal?  -sujeta mi mano con fuerza.

-No, son solamente los nervios, todo se va desarrollando normal, son muchas cosas las que hay que liquidar, ya ves que me he quedado sin habitación y tenemos que venir a un hotel a dormir.

-Eso no importa Daniel, no lo consideres.  –continúa acariciando mi mano hasta que llega la comida que ha encargado. Una ensalada con una salsa rarísima y pescado al horno, para postre helado y café para él, para mí un té que tomamos en la barra.

-Quiero darme una ducha, he sudado en el avión como una cosa mala.

-No hay problema, tenemos la habitación hasta el viernes, por dos noches será nuestra casa.

Se pone a curiosear y conecta la televisión, en la pantalla no aparece la imagen pero por sus altavoces se escucha una música de baile muy suave.

Comienza a quitarse su ropa y no le dejo continuar, le abrazo, busco su boca y me prendo a ella en un beso tormentoso y con lágrimas por medio que humedecen nuestros rostros, voy retirando su ropa y está desnudo ante mí, espléndido, asombroso, recordaba cómo era y me parece que lo veo como si no le hubiera visto nunca.

-Has adelgazado.  –sonríe y me lleva hasta él para abrazarme de nuevo.

-Poco peso puedo haber perdido en unos días, ¿me acompañas a la ducha?

No espera mi consentimiento y comienza a retirarme la ropa. 

-Estás guapísimo, me gustas más cada día, venga…

Tira de mi mano para que le siga, esperaba que fuéramos al baño, en su lugar me abraza y comienza a bailar la canción tan bella que sale de la televisión, cierro mis ojos y apoyo me cabeza en su pecho, no me podía negar aunque nuestros penes comenzaban a excitarse.

Soñaba besando los pelos de su pecho y colocando sobre él mi oído para escuchar su corazón, aquí estábamos los dos, como enamorados de novela, dejándonos llevar por la música y uniendo nuestros cuerpos sin hablar.

Así permanecimos un rato, bailando y acariciando, sintiéndonos hasta que el deseo resultó insoportable.

-La quiero, la quiero, Nico la quiero.  –abrazaba muy fuerte su cintura para sentir su miembro más arriba de mi ombligo y sus testículos golpeados por el glande de mi verga.  –se reía besando mi cabeza y acariciando mi espalda muy tierno.

-Impaciente, te vas a cansar de ella.  –la notaba palpitar sobre mi estómago y como se sobresaltaba con su risa.

-Nunca, nunca me cansaré, es una maravilla.  –me separé un poco para admirarla, su néctar se derramaba sin ser aprovechado.

-Dame tu polla Nico, la necesito dentro.

Me coge en sus brazos y pude sentir su fuerza de auténtico macho, de un verdadero hombre. Me dejó sobre la cama y se dejó caer encima de mí, frotó su velludo pecho sobre el mío que casi no tengo pelo alguno.

Acariciaba su fibrosa espalda y estaba ya a mil sin poderme aguantar, me sentía muy excitado y quería tenerle dentro como fuera, y él no dejaba de besarme y quería dilatar mi ano,  yo lo sentía muy abierto y hambriento.

-Métela ya, ya por favor.

-Te voy a causar daño y destrozaré tu culo.

-Calla y fóllame ya.  -abro mis piernas para ofrecerle mi ano.

-¡Joder!, no quiero hacerte daño.  –creo que le miré con furia.

Elevé mis piernas para colocarlas sobre sus hombros, se acercó a mí y colocó en la entrada de mi ano su tremenda verga, sabía que me iba a matar pero cerré con fuerza mis dientes.

Él estaba también muy excitado y cuidaba para que me doliera lo menos posible, apretó y metió como la mitad, tuve que llevar mi mano a la boca porque entre los dientes salía mi grito de dolor.

Yo le había dado permiso, más aún, le había rogado y ordenado que me perforase y ahora ya no había quien parara esa máquina en la que se había convertido, de un nuevo empujón me metió entero todo el resto de su pene y sus testículos sonaron con un golpe seco contra mi perineo.

Abrí mis ojos asustado del tremendo dolor que sentía, se quedó quieto un momento. El dolor se fue diluyendo y mi ano y recto se amoldaban a la bestia que tenía dentro.

-Ya, ya, fóllame Nicolás, dame duro, mátame de placer.

Enredé mis tobillos detrás de su cabeza abrazando su cuello y mis manos sujetaban sus nalgas para apretarlo contra mí. Le escuché una pequeña risa.

-¡Cómo me gusta que seas así!  -y comenzó a follarme de verdad, era asombrosa la velocidad que cogía y lo profundo que me penetraba a veces, hasta que grité como un loco derramándome sobre mi vientre, noté como corría la sangre del mordisco me había dado en mi labio y me la chupe mientras seguía convulsionando.

-Ya, ya voy, te voy a llenar.  –desenrosqué mis piernas y cayeron muertas a sus costados. Jadeábamos hasta recuperarnos un poco y luego nos miramos para comenzar a reír.

-¿Qué ha sido esto Daniel?, somos unos brutos.

-Ha estado divino Nico.  –le acariciaba quitando el sudor de su cara, jolines como os quiero, a ti y a tu polla, os adoro. Reíamos como unos críos con juguetes nuevos.

Nos duchamos entre risas, con su semen salían unos ligeros restos de sangre.

-Ves como te he jodido el culo.  –volvimos a sentir la necesidad de reír por el equívoco que la frase encerraba.

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Ya en la residencia observo que las cosas que dejé en la cocina han desaparecido, se las han repartido todas, y voy a ser breve para no relatar lloros, abrazos y besos de la despedida.

Me han quedado dos maletas, una grande y una mediana, tengo espacio en esta última para meter el portátil en ella, es justo del tamaño que permiten llevar en el aeroplano como equipaje de mano.

Después de dejar mi equipaje en el hotel salimos a la zona de pubs a callejear y ver el ambiente, no teníamos nada que hacer y pasamos un tiempo de agradable paseo, después de que Nico bebiera un par de cervezas con algo que se pidió como cena, volvimos pronto para el hotel.

Hay que decir que el parecido de esta habitación y la de la residencia tienen en común el nombre de habitación, en lo demás no se parecen en nada.

Nico, como siempre, está desnudo en la cama y yo con mi pantalón corto y chaqueta. Antes ha estado jugando a cogerme y tirarme,  e intentando evitar que me pusiera ropa de dormir, qué importará si luego él me la quitará,  estamos acalorados  y respirando agitados.

-¿Me lo vas a contar?, ¿necesitas decirme algo?  -acaricia mi pecho por encima de la tela de la chaqueta y luego juega con sus dedos en mi cara, siguiendo el contorno de mi barbilla, de mis pómulos.

-Te lo voy a decir una vez más  Daniel, me gustas un montón, eres muy guapo, precioso, no me canso, tampoco me importaría que tuvieras otro aspecto.  –sigue con su mano, con  la yema de sus dedos bajando hasta mis labios y los fuerza para que se abran y mete su dedo en mi boca.  Retiro su mano con la mía y le relato mi viaje a Derbi y la despedida en la estación.

-¿Te besó en la boca?

-Fue un beso muy breve, delicado, casi nada pero yo se lo devolví entregándole mi alma en él.

-También en la boca, claro.  –no deja de acariciarme, ahora con su mano en mi cuello, si quisiera podría estrangularme sin mucho esfuerzo.

-Me sentía terriblemente mal por dejarle, y aparte de darle las gracias por quererme, quise devolverle algo de ese cariño que siempre me ha dado.

Eleva su mano y fuerza mi rostro para que le mire, fijo mi vista en sus ojos, diría que titilaban de la humedad que tenían y rielaban los reflejos de las lámparas en ellos.  Luego sonríe, acaricia mi barbilla.

-¿Y quieres que yo lo valore y te dé mi opinión?  -ahora se coloca de espaldas sobre la cama y soy yo el que le observo.

-Sí, exactamente eso es lo que quiero, saber tu opinión.  –yo no le toco  y conservo la distancia.

-Si te dijera que no me parece bien, ¿qué ganaría?, y si te dijera lo contrario que lo veo bien, ¿ganaría algo?

-No es ganar o perder, no se trata de eso, necesito saber si te ha disgustado lo que he hecho.  –se da la vuelta y queda enfrente de mí, se acerca y besa mi nariz y luego mis labios en un beso muy suave.

- Daniel, ni me gusta ni lo contrario, no puedes hacer las cosas y luego pensar si lo que has hecho lo voy a ver bien o mal, yo o cualquier otro, si tú lo ves bien es suficiente y es lo que vale, lo hayas hecho por los motivos que fuesen.

-¿Entonces no te ha molestado? No quiero que lo que haga pueda disgustarte.

-Qué no es eso lo importante Daniel, ¡por favor! No voy a decirte si me ha molestado o no, si así fuera me tendré que aguantar, tú te comportas como eres y yo debo quererte así, aunque lo que hagas me disguste. Pero te voy a decir que me encantaría, que sería muy afortunado si tuviera un amigo como tú.

Esta noche le permito que haga conmigo lo que le plazca, en realidad siempre se lo permito, pero hoy lo disfruto mucho más.

Me coloco sobre él, montándolo como si fuera un caballito, siento los pelos de su abdomen acariciar mi culo y me tiendo sobre su pecho, bajo mi cabeza para besarle y lamerle sus tetillas, una a una, muy despacio hasta que se le ponen duras como guisantes.

-Nico, eres una persona excelente, maravillosa y comprensiva, te quiero, te quiero tanto.  –me separa de él para colocarme a su lado, casi me eleva sujetando mi pecho con sus manos.

-Yo no te quiero Daniel, te amo, si algún día consigo que me digas esto seré el hombre más feliz del mundo.  –estamos como si fuéramos un revoltijo de piernas, enredando las mías entre las suyas; de brazos, moviendo nuestras manos no se cansan de acariciar, y cambiando de postura como si estuviéramos jugando, como cachorritos de león experimentando las sensaciones de nuestros cuerpos.

-Sabes que te quiero, como no quiero a nadie, te lo debo todo.

Estamos mucho tiempo así maravillados de ir haciendo descubrimientos.

-¿Qué es lo que más te gusta de mi?  -le miro sorprendido un momento y comenzamos a jugar diciéndonos nuestros gustos.

-Es muy difícil Nico, me gusta todo.

-Pero dime tres cosas, las que ahora  parece que son más importantes para ti.

-Me encantan tus labios cuando me besas, tu glande dentro de mi boca y tu cara cuando te vas dentro de mí. Ahora te toca a ti sincerarte.  -me mira con picardía y acerca sus labios para besarme en los míos.

-También me gusta besarte, y…, me gusta tu risa loca y me gusta cómo quieres a la gente, a tus amigos.

-Eso no vale, son sentimientos de lo que hablas.  –me abraza entre sus fuertes brazos para que no me escape y sus manos bajan para apretar mis nalgas.

-Vale, está bien, a mi me gustan tus nalgas, tu abdomen con sus montañitas  y tu anito.  –sus labios se apoderan de los míos y su mano aprieta ligeramente mi miembro acariciándole y hace que gima.

Sin dejar de comer de nuestras bocas desciendo para coger su falo entre mis dedos.

-Lo tienes súper excitado, métemelo.

Tienes el culito mal, mejor que lo dejemos ahora, te la quiero chupar y exprimirte los testículos.

No me parece mala idea y notando el nivel de testosterona que nos riega en estos momentos, no vamos a aguantar mucho sin corrernos.

Me arrastro como un gatito juguetón, e invierto mi posición hasta que tengo delante de mí su falo. Es verdad que me gusta mucho su glande y también es cierto que me encanta descubrirlo del prepucio tirando de él con mis labios o mis dientes, y jugar con él y acariciarlo llenándolo de saliva y aspirar para sacar su precum que me gusta el sabor que tiene.

Le lamo y comienzo a succionarlo y a tragar su toda su impresionante verga hasta que tiene que dejar mi polla para suspirar y gemir de placer, a veces la meto toda y  luego miro sus genitales para enredar mis dedos alrededor de sus huevos.

Paso mis labios por sus peludos testículos rebosando de esperma, deseando sacar su semen y se mueven como si tuvieran vida cuando los chupo y meto en mi boca.

También él me hace suspirar de placer y tener que contenerme para no correrme en algunos momentos.

Comenzó follando mi boca muy rápido y sentí que se iba a correr, parte de su leche entro directa en mi garganta y otra parte quedó en mi boca, también yo me corrí en ese momento, Nico había sacado mi polla para respirar y le cayeron todos los chorros de mi esperma en la cara.

Estaba mareado por el placer tan fuerte que sentí y necesita reír al ver la cara que le había puesto. Chupé lo último que salía de su verga y fui a su cara para limpiársela, lamía sus mejillas y me reía sin poderme contener.

-¡Perdóname Nico!, ¡perdóname!  -pudo abrir sus ojos y comenzó a reír conmigo

La mañana del jueves hablo con mis padres, volvieron de su casa de verano el miércoles, Aurora está con ellos ayudándoles a airear la casa y prepararla para cuando yo llegue. Van a llevarla a comer de restaurante, allí es fiesta, celebran la festividad de San Ignacio de Loyola.

Nos preparamos y bajamos a desayunar, el zumo de naranja, o lo que sea, sabe mejor que el que compraba y usaba en la residencia, volvemos a la habitación para lavarnos la boca y salimos a la ciudad.

Cerca del Ayuntamiento está la Catedral de Santa Ana, no tiene un interés especial pero como pasábamos al lado tiré de Nico para entrar, para sentarnos unos minutos en uno de sus bancos,  respirar la paz y echarla un rápido vistazo.

Luego nos acercamos al City Inn hotel, subimos a su terraza y tomamos un refresco en el Sky Lounge, para ver las espectaculares vistas de la ciudad. Comemos en un restaurante del centro y después de pasear de nuevo volvemos al hotel.

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