Nuevos relatos publicados: 13

Historia en capítulos 16 Algo sobre Gonzalo

  • 36
  • 10.147
  • 9,80 (20 Val.)
  • 0

Pang…

El golpe resuena como un disparo.

Pang…, pang…, pang…, pang…

Luego el caracol de mi oído lo multiplica con un mareo que extravía mis ojos, le sigue el calor que sube de mi cara herida y al final el dolor.

El golpe ha sido tan fuerte que caigo sentado al suelo, mis ojos se llenan de agua, expiro profundamente y aspiro para liberar el pecho pero no lloro con ruido, solo es agua que se derrama, lo sé muy bien, si se produce ruido habrá otro golpe.

-Jodido niño, quita esa mierda de ahí. -Una mano arrastra de la silla cuatro papeles y un cochecito que caen esparcidos por el suelo-.

-No le peques así al niño, vas a volver a tener problemas con los Servicios Sociales, además es nuestro seguro de vida, tú verás lo que te metes luego.

No veo casi nada por el agua que silenciosa fluye de mis ojos, luego con mis manitas voy buscando en el suelo mi tesoro, cuando topo con él lo agarro con fuerza.

Consigo deslizarme fuera de la cocina y buscar un rincón donde esconderme.

A mi tierna edad los recuerdos no existen, no hay pasado o son borrones inconexos.

Una visión, algo reciente… Alguien me lanza al aire y me recoge entre sus brazos al caer, apretando mi cuerpecito y riendo sonoramente.

Lloros…, no…, es mamá llorando y vestida de negro cuando mi recuerdo es verla en color, coge mi mano en apreturas convulsas mientras mi vista está fija en la hierba del suelo y el montón de tierra, tengo frío y no sé qué hacemos allí.

Sentado en una butaca permanezco quieto, estático. Mamá de pié en el centro de la habitación y un señor vestido de oscuro a su lado.

-Aunque tú no quieras os voy a ayudar. –su voz es suave, no grita.

-Sus abuelos quieren el niño y también desean ayudarte.

-Vosotros tenéis la culpa, no necesito vuestra ayuda, quiero a mi marido. –la voz arrastra odio, se oye con rencor.

-Sabes bien que no hay culpables, fue un accidente, voy a recordarte que todo esto empezó contigo. –sigue la voz del hombre muy calmada.

-Esas son vuestras disculpas y vuestras excusas, sé muy bien lo que ha sucedido. –sube el tono y se vuelve histérica.

-No te voy a convencer pero tampoco voy a consentir que la mujer y el hijo de mi mejor amigo queden sin recursos por un capricho. –sigue la voz suave y calmosa.

-¿Amigo?.... –restalla una risa histérica.   -amante más bien, vete…, vete…, no quiero volverte a ver. Transmíteles un recado de mi parte, jamás, jamás tendrán a su nieto.

Estoy en el cole, aquí lo llaman liceo, me hablan en una legua que no entiendo nada, mis amiguitos y yo somos muy pequeños y cuando vamos a cualquier sitio tenemos que ir sujetando nuestra mano.

Vivimos ahora en una nueva casa, nueva no, es vieja, cuando entras de la calle ya huele mal, luego subimos unas escaleras y entramos en un oscuro pasillo sin luz, solo se ve a su final una ventana que deja pasar algo de claridad.

Una señora que vive en el piso de arriba me lleva y trae a coger un autobús que me deja en el liceo, es buena y a veces duermo en su casa, cuando mamá no está.

Llegaba del colegio cogido de la mano de la señora, fue la primera vez que la vi, estaba sentada en una banqueta con su pecho apoyado en la mesa, una mano sostenía un vaso a medias de llenar y la otra una botella de la que vertía en el vaso, unos señores vaciaban la casa y se llevaban los muebles.

Me senté en una silla a su lado, ella bebía de vez en cuando sin hablar, y al estar quieto tanto tiempo se me empezaron a cerrar los ojos, el golpe me despertó sobresaltado, era mamá, su cabeza había caído sobre la mesa con un golpe seco y la botella rodó por la mesa sin llegar a caer al suelo. Me levanté y lleve el vaso y la botella al fregadero, luego abracé sus piernas. A la mañana siguiente cuando la señora apareció por la puerta ni mamá ni yo habíamos cambiado de posición.

Su carácter fue cambiando y casi nunca la veía sin una botella o un vaso en sus manos, su trato se transformó, los pequeños golpes y empujones se volvían más violentos, luego llorando me pedía perdón. Entonces apareció él, de repente, tendría siete u ocho años y un día en la cocina me encontré a mamá con un señor, bebían los dos y estaban muy alegres, ese día mamá parecía más contenta me abrazó y dijo que ese señor iba a cuidarnos a partir de ese momento.

A veces volvía a ser mi mamá, como si resucitase o saliera de un letargo, unos días maravillosos en los que no veía botellas en parte alguna y donde estábamos los dos solos, había comida, me lavaba y me llevaba de paseo, agarraba fuerte su mano y pedía a Dios que no volviera a beber.

Pasó un tiempo en que, a pesar de la suciedad, había alguna alegría, ahora me llevaba al autobús este señor que me dijo, si yo estaba de acuerdo, podía llamarlo papá.

Desgraciadamente esta situación duraba lo que duraba, eran pocos días y volvíamos a lo mismo y el ciclo se volvía a repetir hasta que mi esperanza decayó.

Cuando mamá se excedía y me golpeaba él se interponía y lo evitaba si se encontraba en casa. He de decir que la ira y los golpes se desencadenaban siempre cuando no sabía lo que hacía y resultaba frecuente.

Cada año,  en el liceo, realizaban una revisión médica, ese año coincidió con unos días en que las marcas de malos tratos en mi cuerpo eran evidentes. El colegio siguió el protocolo establecido y lo puso en conocimiento de las autoridades y un día se presentaron en casa los de Servicios Sociales. No pasó de la visita de rutina. El niño se cayó y se pelea con los niños en la calle y ese fue el informe que llegó a la dirección del liceo, a mi no me hicieron pregunta alguna.

El señor que quería que le llamara papá, se enfadó muchísimo con mamá y fue ahí donde empezó a golpearla. Se convertiría en norma que cuando mamá me golpeaba él le devolviera el golpe, me dolían más los golpes que ella recibía que los que me propinaba ella a mí. Total ya estaba acostumbrado y no los sentía.

-No vuelvas a tocar al niño, ¿quieres que te dejen de enviar el cheque y de pagar el colegio de tu hijo, o qué?, como lo vuelvas a tocar te mato.

A partir de ese momento, mamá no dejó de golpearme, lo oculté por todos los medios, prefería soportar los golpes de mamá en silencio y evitar verla llorando por la paliza que recibía ella, o que cumpliera su amenaza y la matara, la continuaba queriendo a pesar de todo, ella era mi única referencia.

Luego empezó a llegar a casa gente que él decía que eran amigos, jugaban a las cartas en la cocina o en la sala, muebles había pocos desde que se los llevaron, bebían y gritaban.

Cuando estaba en casa me encerraba en mi cuartucho que, por lo menos, era mi refugio y donde dormía.

Ya había cumplido nueve años, iba para diez, estaba en la cama y oía al señor y sus amigos jugando en la cocina y bebiendo, mamá ya estaba borracha en su cuarto, el sueño me venció.

Desperté al escuchar la sonora voz del señor.

-Hazme sitio, échate para allá, voy a dormir aquí, con esa borracha no se puede ni estar…

En un principio se tumbó a mi lado dándome la espalda, luego se volvió y su manaza comenzó a acariciar mis piernas, estaba despierto y aterrorizado sin saber que era lo que pretendía, su manaza recorría todo mi cuerpecito y se detenía en mis nalgas, acercó su cara y comenzó a besa mi cara y sus brazos me abrazaban muy fuerte, me sentía a gusto por encontrar alguien que parecía quererme y terminé devolviéndole sus besos, besando su cara y acariciándola en respuesta a los suyos, todo cambió cuando empezó a besar mi boca y queriendo meter su lengua dentro, olía agrio y a alcohol y eso no me gustaba.

-No te resistas, tú vas a ocupar el lugar de tu madre, además esto no deja marca. –su risa sonó como un horrible presagio.

Mi rechazo no debió ser de su gusto, sujetó fuertemente mi cuerpo con un brazo y quitó mi ropa dejándome desnudo de medio cuerpo para abajo, en ese momento no grité, cuando lo quise hacer ya era tarde y tampoco hubiera habido quien me auxiliara, puso su mano en mi boca y el dolor me invadió, un terrible dolor que además no podía expresar, dejarlo aflorar con gritos, solo mis lágrimas fueron la manifestación del daño producido por la horrenda invasión.

El dolor no me dejó dormir en la noche, su borrachera no le permitió repetir lo, que si hubiera estado en otro estado, posiblemente hubiera sucedido.

Ya no tenía lágrimas.

En el liceo debieron deducir algo pero no estaba dispuesto a hablar, por lo que pudiera sucederle a mamá, porque no deseaba que los de Servicio Sociales volvieran, porque al final, como ya había sucedido, yo debía ser el culpable y así lo asumí.

Las cosas no fueron a mejor, las visitas nocturnas se repetían cuando a él le apetecía, un día discutiendo con mamá, ambos en un estado calamitoso que casi no se podían tener derechos.

-Calla, no sirves ni para follar, tu hijo lo hace mejor que tú cien veces. –ladró el zafio sujeto.

La mirada de furia y rencor de mamá me dejó petrificado en mi asiento.

Desde ese momento los golpes fueron más virulentos acompañados de gritos y risas.

Para entonces mamá había estado ya, ¿dos, tres?, no sé las veces que estuvo ingresada y su cabeza no razonaba.

-Zorra…, te acuestas con mi hombre, te has vuelto su puta… -estoy seguro de que no sabía lo que decía, ni a quien se lo arrojaba a la cara.

Cargó toda la culpa sobre mí, cuando el hombre volvió y vio las señales de los golpes, la propinó una terrible paliza hasta dejarla tirada en el suelo de la cocina donde se arrastraba diciendo que no lo volvería a hacer.

El lamentable estado en que me dejó mamá obligo de nuevo al liceo a dar parte a las autoridades, ese día me llamó el director a su despacho, junto a él estaba un elegante señor, los dos de pié.

-Lo que le digo don Luis, es siempre lo mismo, dijo al médico que las heridas se las habían hecho en su casa pero los Servicios Sociales informaron que son sus correrías y peleas con otros chiquillos vándalos.

-Pero señor director, ¿cómo se porta el niño en el colegio? Ustedes en sus informes dicen que el comportamiento es impecable, ¿en qué quedamos?, unas veces se porta bien y otras es un niño asilvestrado, me confunden ustedes y no sé a qué atenerme.

-No…, no don Luis, los profesores no tienen queja en ese sentido y la verdad es que nadie entiende como puede obtener sus buenas notas. He de decirle, no obstante, que esto le está creando una mala fama…

Nadie preguntó si yo tenía algo que decir aparte del médico que me curó. El señor elegante se acerco, se agachó para quedar a mi altura, me miró con una extraña dulzura y acarició suavemente mi cara.

-Tienes que ser bueno chico, eres tan bello como tu papá. –sin más el director me hizo salir del despacho.

Los informes de los Servicio Social no fueron diferentes a otros, resulta que ahora me había caído por la escalera.

El tiempo fue transcurriendo, lento porque cuando se pasa mal se hace eterno.

El acoso de aquel hombre no cesó pero yo me iba acostumbrando, le cedía mi cuerpo por un rato y luego me dejaba tranquilo, por otro lado algunas veces se dormía antes de consumar la penetración por lo bebido que estaba. Llego a la edad de 12 años y ya estaba empezando a desarrollar mi cuerpo y empezando a abandonar mi aire de infante.

Las cosas empeoraron, mama estaba ingresada y cuando llegó el cheque, al no poder firmar el certificado, el cartero no realizó la entrega.

Una noche en que varios amigos del hombre jugaban con él a las cartas fue perdiendo las sucesivas partidas, los juramentos y blasfemias salían repetidamente de sus labios, cuando acabaron el juego debía bastante dinero y no tenía para pagar, el jugador a quien debía el dinero le exigió el pago al instante, ante las excusas de que no tenía dinero y que ya le pagaría el acreedor propuso.

-Bueno hay una solución, me dejas que me folle al muchacho y la deuda queda saldada.

Mi corazón brincó en mi pecho cuando escuche la propuesta y acurrucado en el pequeño jergón de mí cuartucho confié en escuchar la respuesta negativa del hombre.

No hubo respuesta, la puerta del cuartucho se abrió y el recuadro de luz que proyectaba la bombilla del techo de la cocina se extendió por el suelo.

La luz quedó en parte tapada por la presencia en la puerta de dos hombres, estaba aterrado de miedo y temblando en el mísero camastro, el hombre me sujetó exponiendo mi culo al otro sujeto, éste abría la bragueta de su pantalón para extraer una gorda verga.

Llegó una voz de la cocina.

-¿Por qué no lo traéis aquí y vemos todos como se cobra la deuda?, venga traedlo aquí.

El sujeto violó mi culo ante la mirada del resto de sus amigotes animándole con gritos a que la metiera más fuerte o más profundo.

-Joder que culo tiene el chaval, luego voy yo, ¿cuánto cobras por echarle un polvo? –el hombre se reía mientras me sujetaba para que el otro consumara la violación.

-Tengo que cuidar mi mercancía, uno al día es suficiente que no la puedo estropear.

Y así fue y así llevaba dos años, después de la dureza de las primeras veces sucedió igual que con el amiguito de mamá y más o menos lo soportaba, a veces además de pagarle lo convenido alguno dejaba deslizar algún billete en mis manos sin que él lo viera y casi acabó por ser una profesión, bueno era una profesión, la más vieja del mundo.

Tenía catorce años y por un problema suscitado con otro alumno, una pequeña discusión, que no sé por qué se magnificó, el director me comunicó que tendría que dejar el colegio.

La reunión que tuvimos el director y aquel extraño y elegante señor de la otra vez fue muy rara, para mí que éste no entendía lo que le explicaba. El director intentaba justificar los motivos por los que deseaban que marchara del liceo, el señor elegante le refutaba ya que no veía fundada la decisión.

-No veo motivación suficiente para forzar la expulsión del colegio y no voy a dar mi aprobación.

-Don Luis…, la decisión es unánime en el consejo, salvo la suya, hay mucho murmullo, usted me entiende, surgen rumores y…

-Si tengo que hablar con cada uno de los miembros del consejo lo haré y no voy a dar mi brazo a torcer.

-Pues…, si me permite don Luis…, puestas así las cosas, por el bien del chico, es mejor que se marche. Dejamos de tramitar la expulsión en deferencia hacía usted y solicita por su parte la baja, como responsable del niño y el que paga sus gastos debería hacerlo.

El señor elegante, o sea, ahora mi benefactor, mi responsable, se sentó en una silla del despacho durante un momento y cuando hablo.

-De acuerdo, si ustedes lo quieren así que se cumpla, preparen lo necesario y el próximo curso lo hará en otro centro. –se dirige a mí.

-Pequeño me has decepcionado un poco, pero tenemos otras opciones. –no había acritud en lo que me dijo pero, como siempre, tenía que cargar con la culpa.

-Lo siento señor…, lo siento mucho. –pasó su mano por mi cabello y se despidió muy frío del director.

-La próxima junta de gobierno espero que sea convocada en tiempo y forma, no voy a pasar ni una, tendré que sopesar si poner en conocimiento del Ministerio Francés algunas decisiones poco ortodoxas que se adoptan y lo siento mucho.

No volví a tener noticias de él hasta recibir una carta en que se me pedía presentarme en una dirección determinada para recibir instrucciones, pero él no estuvo presente.

Esa mañana iba tarde, para llegar a la parada donde debía coger el autobús del nuevo colegio tenía que viajar en metro y no me daba tiempo, opté por coger la motocicleta que había comprado de segunda mano, sí con las propinas que dejaban en mis manos mis clientes si salían satisfechos.

Dejé la motocicleta guardada en una calle cercana y llegue a pie hasta la parada, había ex compañeros del liceo con los que hablé un poco, no todos son iguales, hay gente buena también, pero dentro de mí se había creado un profundo rencor hacía el colegio que me había hecho sentir siempre culpable de todo.

Cuando giré la cabeza hacia la acera vi acercarse a la parada un chico cuyos rasgos me resultaban familiares, viene con una niña más pequeña, bellísima y lleva dos mochilas con él, es moreno, de altura parecida a la mía, se parece mucho a la bella niña y supongo que será su hermana. Se dirige a hablar con dos chicos que llevan diferente uniforme, rubios los dos, el más pequeño con el cabello acaracolado, parecen amigos y hablan y bromean entre ellos.

Disimuladamente observo sus movimientos, llega un autobús al que sube la niña y él le alcanza la mochila, le lanza un beso en la palma de la mano y el responde, luego ayuda al pequeño de pelo de caracol y ríe por algo que hablan, y cuando al fin queda solo va al grupo de chicos vestidos con el mismo uniforme que llevo yo también ahora.

Mi nerviosismo hace que me comporte como no soy, adopto una postura importanciosa que no es propia en mí pero me alegra adoptarla porque, no sé, veo que de alguna forma llamo su atención, y tonto de mí, la exagero aún más.

A la llegada al colegio hay algún solitario como yo pero casi todo el mundo hace grupos saludándose, él está en uno de ellos,  joder todos tienen que ser tan…, tan súper, hay un moreno desgarbado y un poco raro que no se aparta de él, otro fuertote y uno rubio que podía ser modelo, el azul claro de sus ojos se le ve a esta distancia y alguno más.

Cuando entramos en el aula el primero que toma asiento es el moreno un poco estrambótico y pienso que él no se sentará muy lejos, no sé el porqué  de mi decisión,  tomo asiendo al lado del desgarbado que no se opone, al contrario, me sonríe acogedor y me tiende la mano.

-Carlos…, me llamo Carlos, tu eres nuevo…, claro…, que tonto soy…, eres nuevo. -vuelve a sonreír, de qué manera, abre la boca y me enseña hasta la campanilla pero bueno tiene una boca muy bonita con ese labio inferior tan llamativo.

Acierto pleno, él se sienta detrás del tal Carlos, el rubito modelo unos pupitres adelante.

Me fastidia un poco lo de las presentaciones pero no hay forma de escabullirse y cuando llega mi turno informo de lo básico, ¿qué más voy a decir?

Ahora estoy en silencio intentando rememorar los nombres que el profesor va desgranando, sin que nadie lo note, haciendo una foto de cada uno en mi cerebro, soy muy bueno en eso, en tres días sabré distinguir a cada uno de ellos.

Luego el profesor va pasando lista de los que son del curso anterior, los nombra, se ponen de pie y confirman la asistencia.

Repentinamente.

-Álvaro…., apellido.  -ha leído el profesor y él ha asentido levantándose del asiento para responder con un … Sí….-.

Álvaro…, y el apellido de mi benefactor, mi responsable, del elegante señor que al parecer, paga todos mis gastos desde siempre. Un mazazo en mi cabeza no me hubiera impresionado tanto y giro mi cabeza para ver que no me he engañado que es él el que se ha levantado.

Por eso me recordaba a alguien cuando le vi, ¿será su padre, un tío quizá, o familiar?

 Álvaro…,  me gusta su nombre. ¿Pero bueno que me está pasando? Wo…, wo…,wo, nunca me ha gustado un chico, y además estoy yo bueno para chicos o para chicas.

(Gonzalo baja a la tierra, ¡eh!…, chico, que esta noche te han follado dos hijos de puta, aunque uno te haya dejado un billete en la mano y además a altas horas que por eso has perdido el tiempo y casi llegado tarde el primer día de colegio, para empezar a ganar fama.)

(Maricón de mierda, chapero asqueroso, si tú estás aquí de prestado, y a ti que cojones te importa el tal Álvaro, ya verás esta noche como te van a poner tu jeta de chulo.)

En el segundo recreo, su grupo en un momento dado se encamina a no sé dónde, les sigo, no debo pero les sigo, dentro de la cantina le veo beber a sorbitos de un botellín de agua, lo observo todo, como coloca sus labios en el gollete de la botella y siento hasta cómo pasa el agua por su garganta, si en estos momentos fuera ciego y pasará mis manos por su rostro sabría quien es de lo fotografiado que le tengo.

Cuando se levanta y le veo encaminarse a un extremo de la cafetería le sigo, va a entrar en los urinarios y me doy cuenta de que llevo sin mear desde ayer noche, y de que tengo unas ganas tremendas de orinar también, cuando entro lo veo de pié con la cabeza echada hacia atrás y con los ojos cerrados, me coloco a su lado y de mi nabo empieza a salir un chorro impresionante con mucha fuerza impelido por la necesidad, lo estoy mirando y le noto sorprendido del ruido que mi dorada cascada produce y como disimuladamente observa mi meada, bueno y mi verga que no para de mirarla, y si la mira tanto es que algo le gusta, aparto todos mis pensamientos y me lavo las manos, me vuelvo hacía él al salir para despedirme.

-Ya es hora de volver a clase….., -dejo transcurrir un silencio prolongado hasta que continuo hablando pronunciando suavemente su nombre por primera vez-…., Álvaro.

(Álvaro…, ya estoy otra vez con pensamientos tontos, algo he leído del amor a primera vista, no lo creía y ahora,  a ver si va a resultar que soy tonto del culo. Si tú no quieres a nadie y además las pollas te dan asco, las tienes todas las noches y no las aguantas. Huiiii… huiiii)

Tengo que parar estas fantasías y dejar estos pensamientos, no puedo permitir que se acerque, además si es verdad que tiene algo que ver con mi benefactor…, solo faltaría que mi gratitud hacía su familia o quién quiera que sea de ella, la pague haciendo daño a uno de ellos.

(Bienvenido amor…, adiós amor, así se habla tonto impenitente.)

Esa tarde fui a la biblioteca municipal para forrar mis libros, para echarles un vistazo, para encontrarme con lo nuevo que hay que aprender en el curso. Me engañaba, retrasaba todo lo que podía el llegar a casa, esa noche dos de los amigos del fulano aquel de la casa, serían dueños de mi cuerpo.

Cuando llegó el momento, cuando cada uno de ellos se vaciaba en mi interior,  las lágrimas volvían a salir de mis ojos goteando en el suelo, hacía ya mucho tiempo que no lloraba.

Álvaro…, Álvaro…, Álvaro, tengo que olvidarlo, de lo contrario el sufrimiento me va a matar, no sé si voy a poderlo aguantar.

Los momentos a veces eran amargos, como aquel día en que miraba nuestro entrenamiento con Carlos, se que estaba allí por sus amigos pero me gustaba que estuviera, pensar que podía ser por mi y no debiera gustarme.

Cuando le contesté de mala forma, bueno algo de verdad había y de momento odiaba a aquel jodido colegio, me alegré porque el cristal que estaba colocando como barrera entre nosotros cogía consistencia pero lo vi tan…, tan dolido que tuve que pedirle disculpas.

Si antes lo que hacía me resultaba asqueroso, ahora que había conocido a Álvaro no lo podía soportar, un par de tardes al llegar me encerraba en mi cuartucho y cuando el hombre llamaba para que le abriera ponía una silla inclinada entre el suelo y la manilla para evitar que pudiera entrar. Golpeaba con saña la puerta gritando que le abriera hasta que se cansaba mientras oía las risas de sus amigos al otro lado, el truco duro sólo dos días, al tercero cuando llegué, él me estaba esperando y fue la primera vez que aquel hombre se olvidó del cheque y me golpeó, me golpeó, me golpeó y se me quitaron las ganas de buscar otra posible salida.

Aquel jueves no esperaba tener la mala suerte de que el profesor de laboratorio nos señalara a Álvaro y a mí para limpiar y guardar el material utilizado, procuré hacer mi trabajo con rapidez y lo estaba logrando cuando escuché como se rompía una probeta, hubiera corrido para ver si le había pasado algo pero logré contenerme hasta que oí su quejido de dolor.

Eran dos gotas de sangre, pero era su sangre y me parecía que se le iba a escapar la vida, no sé por qué, no recuerdo que a mí me lo hayan hecho nunca pero sabía que para contener la…, para mi mente “hemorragia”, la saliva hacía milagros. Después de tener su mano bajo el chorro de agua y ver que la gota seguía impertérrita metí su dedo en mi boca. Dios mío, hubiera permanecido así, como una estatua, rogando porque aquello no tuviera fin, luego con renuencia lo saqué y el manantial había parado.

No sé qué locura pudo pasar por mi cabeza, sus ojos verdes que me miraban asombrados, el olor de su cuerpo, el sabor de la sonrisa que mantenía en su boca… Mi corazón dio un vuelco, tuve un relámpago de ofuscación, algo me llevaba, no era yo, algo de lo malo que había en mi, hasta que mis labios entraron en contacto con los suyos, si su dedo me había sabido delicioso, sus labios, el suave aliento que exhalaba me electrizaron y mis vellos se pusieron de punta, hubiera querido apretar mis labios más fuerte pero temí romperlo.

Los segundos se hicieron siglos o al revés pero de pronto, igual que se fue, la cordura volvía, los demonios me abandonaron y me dejaron ver el sacrilegio que acababa de cometer.

La disculpa torpe del criminal después de haber asestado la puñalada, ¿de qué servía ahora pedir perdón una vez cometido el crimen?

Y aún me responde que no me preocupe, que no ha sido nada, que solo fue un beso.

Aquella noche no tuve visitas pero al día siguiente, cuando las pezuñas de las bestias pisaban mi cuerpo, pensé que lo tenía merecido y que no debía quejarme.

Así se sucedían los días. Dos martirios, el del día y el de la noche sin saber cual era peor, únicamente me consolaba cuando le veía lejos y no sentía su olor, con sus amigos, riendo, feliz querido por todos, ¿por qué me sentaría al lado de Carlos?.

Fue un sábado casi a últimos de noviembre, llegaba de jugar un partido y luego tenía que ir a la biblioteca municipal a estudiar y preparar ese trabajo que teníamos que presentar el lunes, estaba a dos calles para llegar a mi casa.

Joder…, ese que va por la acera es…, es Álvaro…, pero qué coño hace este chico aquí, si no le han robado ya será un milagro.

-¡Álvaro!

Se vuelve hacía mi, estoy pegado a él.

-¿Qué haces tú aquí? –le miro asombrado, atónito, con el mismo asombro me mira él pero si antes lo veía nervioso ahora parece tranquilizarse.

-Hola Gonzalo. –dice que ha venido hasta aquí a comprar rotuladores, pero este chico está loco y los de la otra librería deben ser tontos, enviar aquí a este chico.

-¿Y ahora que vas a hacer? –se encoge de hombros.

-Ir a coger el metro y volver a casa, solo he venido a por los rotuladores.

Pero bueno, este chico no sabe donde está ni donde se ha metido, no puedo dejarlo aquí le puede pasar cualquier cosa, le acompañaría para que coja el metro pero si llego tarde a la biblioteca no voy a tener sitio, ¿qué más da ya?, mi decisión, estoy seguro, no es la correcta pero me quito el casco y se lo entrego, por nada del mundo voy a consentir que sufra el menor daño.

-Toma ponte el casco y sube a la moto.

Pongo énfasis para que vea que no hay negativa posible y un poco torpe se sienta detrás de mí.

-Agárrate fuerte a mí y apóyate en mi espalda. –para recorrer dos calles voy a ir sin casco y demás, si no tengo otro.

-Baja. –le pido cuando llegamos a la frutería de Enrique al lado de mi casa. Enrique es el único que sabe un poco sobre mí, la frutería es de su padre y él, aunque mayor que yo, es un chaval majo, lo mío se ha corrido y ni Dios quiere nada conmigo, nadie va a hablar con el putón-maricón de la calle si es que no busca algo de mí.

Enrique me dio una vez una navaja y me dijo que cuando el hombre fuera a mi cama lo rajara pero, como siempre, fui cobarde y la navaja quedó sin usar.

Dejo la motocicleta en la acera y me asomo buscando en la oscuridad a Enrique.

-Enrique…, Enrique. –,-Cuida la moto que ahora bajo. –le pido y luego me dirijo a Álvaro, no quiero ni perderlo de vista además, de perdidos al río, qué importa que sepa ya de mi lo peor, que igual es mejor, para que se aparte de mi de una puta vez.   -Sígueme.

Subimos las escaleras y con el pie abro la puerta, nunca está cerrada con llave, ¿para qué?, no hay nada que robar, lo más valioso es mi uniforme del colegio y creo que dentro de poco me sobrará. Joder ahora se queda ahí en la puerta, quieto como un mueble.

-Venga ven Álvaro…, despierta, a que esperas.

Se le nota temeroso. No te preocupes Álvaro que nadie te va a hacer daño estando yo delante. Inspecciona en silencio lo que ve, menuda sorpresa ¡ehh!, donde vive tu compañero de clase, qué sorpresas da la vida. Si no hubieras venido hasta aquí, anda que no hay librerías pero no, tenías que llegar hasta la puerta de mi casa, hasta mi madriguera, jodido chaval.

Quiero darme prisa, quiero que esto acabe pronto, me desnudo y recojo la mochila del colegio, le agarro de la mano para espabilarlo y que ande deprisa por el pasillo, oigo la voz de mamá que viene de su cuarto parece que tiene alguna dificultad.

-Gonzalo…, Gonzalo…, ¿eres tú?  –Parece que le pasa algo pero no debo detenerme, tiro de la mano de Álvaro para que me siga-.

Llega el amigo, o lo que sea, de mamá y se interpone en el hueco, lo empujo para apartarlo antes de que reaccione.

-¡Ehh…, ehh!…, ¿tú que te crees, a quién llevas ahí, vamos a disfrutar de una nueva zorrita?

El hijo puta intenta evitar que salgamos, intenta agarrarme cuando paso a su lado pero lo empujo con rabia y casi cae al suelo, me ha irritado su referencia hacia Álvaro y no me importan las consecuencias, ya me importan pocas cosas.

-Vete a la mierda. -le digo con saña.

-A la mierda te vas a ir tú cuando te agarre y ven pronto esta noche que vas a tener doble ración.

Bajamos las escaleras a trompicones, entro en la tienda para pedir el casco a Enrique y lo cojo del mostrador porque a él no le ve, grito su nombre y aparece.

-Me llevo la moto Enrique, hasta luego.

-No me ha dado tiempo a avisarte, ha llegado el hijo puta ese y ha subido sin parar.

Doy el casco a Álvaro, si hay un accidente que él sufra el menor daño.

-Ponte el casco y lleva por favor mi mochila.

Voy como una saeta aunque no hay mucho tráfico a esta hora. Álvaro se sujeta fuerte a mí, lo siento como si fuera un abrazo, mi último abrazo, el viento alborota mi pelo y al fin llegamos a la parada donde cogemos el autobús para el colegio, su casa debe estar cerca. Detengo la motocicleta y espero a que baje, me raspa en la herida que el otro día me causo el individuo ese y no puedo evitar que salga de mi boca un gemido que intento evitar sin conseguirlo.

-Perdona…, te he hecho daño sin querer.

-Dame el casco y la mochila. –le pido, luego le miro y tengo que contener las lágrimas en un esfuerzo supremo para que mi voz suene firme.

-Álvaro…, Nunca…, nunca…, nunca…, vuelvas a acercarte a esa zona y…, si quieres hacerme un favor, olvida todo lo que has visto, como si este tiempo no hubiera existido en tu vida. ¿Me entiendes?

Me coloco el casco y continúo mi camino, no veo y tengo que parar cuando doblo la calle, ¡putas lágrimas, mierda para mí! Joder se me va a reventar el pecho.

Cuando llego a la biblioteca busco un lugar libre y saco mis libros, ¿para qué?, ¿qué puedo hacer?, si conociera a ese hombre, al don Luis, pero no sé ni dónde buscarlo ni si quiere o puede ayudarme, es algo de Álvaro, pero como hago, ir donde Álvaro el lunes en el colegio y decirle, oye tú conoces a un tal don Luis que es familiar tuyo, que le he visto dos veces o tres en mi vida y se parece a ti. Ridículo, del todo ridículo.

Dar más vueltas me volverá loco y además si no puedo pensar.

Han cerrado la biblioteca y deambulo por las calles sin destino, al albur, tengo miedo de ir a casa pero sé que tarde o temprano tengo que enfrentarme a mis problemas o saltar al río, coño eso igual es una solución, voy hacía él, lo tengo decidido,  marcho rápido para acabar, para descansar, pero que digo, ¡estúpido! ¿Cuántas veces has pensado lo mismo?

Lloro en el pretil de piedra y lo araño hasta hacerme daño en las uñas, llevo una hora intentando decidirme y no puedo, además de todo resulto un puto y patético cobarde, no tengo valor.

Lágrimas de rabia contra mí brotan a raudales de mis ojos, miro por última vez las aguas que bajan turbulentas, negras por la oscuridad de la noche.

Tengo que subir la escalera, la puerta sigue entreabierta, no tengo pañuelo y sorbo mis mocos aspirándolos con furia y doy el paso. El pasillo está desierto, de la cocina sale luz pero no se oye nada, no hay voces, voy muy despacio intentando llegar a la puerta de mi cuarto y allí intentar hacerme invisible.

El cuarto está todo revuelto y todo tirado por el suelo, descuelgo la mochila de mi hombro, me pesa mucho y estoy cansado, me dejo caer en el camastro, ¿por qué lo habré hecho?, un muelle ha emitido un ruido que pone en marcha la máquina, se abre la puerta con violencia, ahí está el fuerte y agresivo borracho, viene a cumplir con su trabajo.

-Cabrón…, hijo de puta…, ¿qué horas con estas de llegar?, tus clientes ya se han marchado. -lleva su cinto en la mano y cae el primer golpe, al principio siento el dolor y grito, como una puta rata asustada escondiendo mi cara entre los brazos, luego ya no siento dolor es una respuesta nerviosa del cuerpo que responde al estímulo del látigo y luego ya no recuerdo, el silencio.

La mañana del domingo despierto y no veo nada, tengo los ojos cerrados y no los quiero abrir, siento unas manos que mueven mi cuerpo y me retiran la ropa, ahora si siento el dolor, alguien pasa algún paño con algo por mi pecho, me dan la vuelta y luego por la espalda y vuelven a ponerme cara arriba.

-Joder yo no quería…, joder yo no quería…, si hubiera venido a la hora, él me obligó, él…, él me obligó.

-Tú siempre diciendo que no lo pegue y mira como le has dejado, a ver cómo le envías el lunes al colegio, mala bestia. –la voz de mamá que casi ni la entiendo, ya no habla, emite sonidos que hay que descifrar.

-Pues que no vaya, todos los chavales faltan a veces y no pasa nada, ya se recuperará, así aprenderá para el futuro.

Pasó el domingo y no me levanté de la cama, cualquier pequeño movimiento que hacía veía las estrellas, y cuando el hombre aparecía cerraba los ojos, no quería verle, en estos momentos no me importaba lo que pasara y no quise probar lo que me traía para comer.

El lunes estábamos en la misma situación.

El martes sería mi último día de cárcel, aún no lo sabía pero todo sucedió unas horas más tarde. Serían las siete de la tarde o las ocho, no lo sé fijo, seguía tumbado en mi cama y todo el cuerpo seguía doliéndome, creo que más y algunas heridas producidas por la hebilla del cinto me picaban, oía voces de varios hombre que discutían y a veces daban golpes en la mesa, luego la voz de mamá gritando y un golpe seco en el pasillo y algo fofo rebotando. No lo entendía muy bien, la discusión seguía y de repente se abrió la puerta, ahora si oía todo, él y otros dos hombres.

-No lo veis, se ha caído por las escaleras y está jodido, así no le vais a follar.

-Pues a mí me da lo mismo como esté y yo me voy a cobrar, no haber jugado, cabrón que luego pierdes y tienes mal pagar, o nos lo cobramos en ti.

-Bueno, vale…, vale…, bien pero tened cuidado joder que tiene muchas magulladuras.

-Tú vete con la puta esa que está tirada en el pasillo y déjanos a nosotros.

Seguía desnudo en la cama y ellos se quitaron la ropa inferior quedando con sus camisas, me pusieron de rodillas en la cama en sentido transversal y la primera bestia pasó al ataque, su verga entró en mí con furia y me atacaba con violencia haciéndome caer. Para que volviera a ponerme de rodillas tiraba con fuerza de mi pelo y sujetaba mis manos en la parte baja de mi espalda para que sacara el culo y tener más facilidad en su penetración, metía y sacaba, metía y sacaba y cada vez tiraba con más fuerza de mi pelo, en uno de los tirones giré mi cabeza hacia la puerta. Dios mío…, Dios mío allí estaba Álvaro, con la boca abierta, los ojos como platos y su respiración sonaba sibilante como si no pudiera respirar.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Veteeeeeeeeeee, vete de aquí Álvaro!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! –Álvaro no movía más que su pecho desesperado porque el aire entrara en sus pulmones. Solté un grito terrible, sin tiempos, sin espacios-.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Veteeeeeeeeeeeeeeeee, márchate Álvaroooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! –Por fin arrancó a correr por el pasillo y solamente oía-.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Noooooooooooooooo, noooooooooooooooooo, noooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Las bestias no sienten, alguna bestia disfruta el dolor de los demás, las bestias que pisoteaban mi alma no sentían, la primera se corrió como lo que era en mi interior y luego la segunda y luego volvieron a discutir  y luego la paz. Intenté levantar mi cuerpo que estaba la mitad en la cama y la mitad en el suelo, apoyado en la cama me puse en pie pero tenía mareos y poco a poco sujetándome en la pared avancé, en el pasillo había un bulto tirado al lado de la puerta de entrada, yo quería beber agua y avancé hasta la cocina, allí estaba él con una botella en la mano.

-Mira, si te ha ido bien…, ya estas bueno…, mañana…, mañana a estudiar…, el cheque…, no sé si esa va a poder firmar para el cheque…

Cogí un vaso de la alacena y lo llené de agua, tenía sed, mucha sed, y sentía el frio de las baldosas de la cocina en mis pies.

Bebí todo el vaso de agua y luego resbaló de mi mano para estrellarse en el suelo, se rompió en mil añicos, me trajo el recuerdo del beso, mi primer beso a un ser humano que yo pueda recordar, Álvaro.

La ventana de la cocina tenía apertura hasta el suelo y tenía un quitamiedos de hierro, abrí las dos hojas y el frío de noviembre me penetró.

-Cierra esa ventana joder, ¿quieres que nos muramos?

Fue fácil, fácil y rápido, apoyé mi pecho en la barandilla quita miedos y sentí el frío del hierro quemar mi carne, luego un pequeño balanceo, el cuerpo se precipita al vacio, un sordo golpe, sin dolor, la nada.

                                                                   --------------------------------------------

Llevábamos tres horas sentados en el estudio del tío, sin hablar, yo rígido como un témpano, Luci había aparecido un momento en la puerta un par de veces, seguramente para preguntarnos si queríamos algo pero, no llegó a hablar y volvió a cerrarla en silencio.

En esas tres horas el tío llamó tres veces al hospital queriendo hablar con la tía pero ella no estaba disponible, atendía un caso urgente y recé. De mi cabeza y de mi corazón partían las súplicas.

¡Por favor Dios mío, por favor, que la tía no tenga que llorar como lloraba hace dos meses, ayúdala en su trabajo, ayúdala por favor, por favor!

A la tercera llamada pudieron comunicarla con el tío.

-Pero ¿cómo está, si…, si…, si…, pero como está?, bien te esperamos, ten cuidado. Álvaro está conmigo. Hasta ahora cariño, ten cuidado.

Cuando la tía apareció por la puerta reaccioné para correr y lanzarme a sus brazos, llorando mi corazón daba las gracias, la tía estaba sonriendo, la tía sonreía feliz y me abrazaba y me transmitía toda su esperanza.

Abrazado a mi tía permanecí por mucho rato, luego me llevó hasta el pequeño sofá, el tío permanece de pie dando algunos pasos por el despacho, la impaciencia le domina y la tía se da cuenta.

Gonzalo, está bien, bueno está vivo, aún no hay un informe policial pero parece ser que cayó por la ventana de la cocina, tiene algo roto, no os preocupéis que sanará y a su mamá la han encontrado muerta.

La tía eleva la mirada al tío.

-Deberás informar a sus abuelos.

-Va a ser un duro golpe, mejor dentro de unos días, iré preparándoles, creo que sería mejor que tú estuvieras también.

-Y ¿qué vas a hacer?

-¿Qué voy a hacer? No lo sé, sus abuelos le reclamarán, querrán hacerse cargo de él.

-Debes quedártelo tu Luis, por lo menos hasta que sea mayor, hasta que pase todo esto.

-Son sus abuelos, ¿lo entiendes?

-Su padre quiso que estuviera contigo y ahora que falta la madre, que en su día se opuso, sería lo correcto hasta su mayoría de edad.

.-¿Lo has pensado bien?, puede haber guerra con sus abuelos.

-Tienes que negociar, ellos lo van a entender, quieren lo mejor para su único descendiente y ellos son mayores para estas cosas, ¿y a quién mejor que tú para dejarle a su nieto, en realidad ya te estás ocupando de sus bienes no?

-Pues tendrás que hablarlo tú, en esto te van a hacer más caso.

No entendía nada de su conversación ni me interesaba, salvo algunas cosas, me interesaba saber otras.

-¿Tía y cuándo saldrá del hospital, cuando le darán el alta?

-Del hospital saldrá en cinco o seis días, luego tendrá que ir a una clínica como diez días y después con muletas podrá volver a casa.

-¿Ya estará bien, podrá ir al colegio?

-Para eso un mes más tarde, pero lo que me preocupa es su cabeza, la cabeza y el alma, vamos a tener que hacer mucho todos para que se cure cariño.

-¿Entonces va a venir aquí, cuando salga de la clínica va a venir aquí?

-Vamos a hacer todo lo posible, todos juntos lo lograremos, todo lo que no hemos podido hacer hasta ahora, es el momento de ocuparnos de él.

La tía vuelve a elevar los ojos al tío y él asiente con la cabeza.

-Ahora cariño tú te vas a ir a la cama y te voy a poner una pequeña inyección ¿ehh?, para que duermas bien y mañana, mañana hablamos.

Los ojos se me cierran, debe ser la inyección que me ha puesto la tía y me viene muy bien cuando caigo en un sueño tranquilo y apacible.

(9,80)