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Comprando braguitas (1 de 3)

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Mi nombre es Kathy, tengo 25 años y la historia que les paso a relatar sucedió una tarde que fui de compras.

Había salido tarde del trabajo y debía apurarme para poder comprar un par de bragas antes que cierren las tiendas.

Cuando caminaba por las galerías de tiendas del Jirón de la Unión veía que muchas de ellas ya estaban cerrando sus puertas debido a la hora, así que me apresuré en buscar una donde vendieran ropa interior femenina, los hombres me lanzaban algunos piropos obscenos mientras pasaba, creo que era debido a que estaba con una falda corta color café de vuelo, pero ni modo que me pusiera pantalón ya que soy secretaria de gerencia en una importante empresa y no podía correr ya que mi senos hubieran empezado a bambolearse y ya me imagino el calibre de los piropos.

Al final de la calle vi una tienda grande que aún tenia la puerta abierta y entré rápidamente. En el mostrador había un par de dulces viejecitos como de 70 años, uno de ellos me dijo en que me podía atender mientras vi que el otro se dirigía con una cierta cojera a cerrar la puerta, el del mostrador me dijo que solo iba a juntar la puerta para que no entrara mas gente. Pensé, que puede pasar con estos viejillos? y le pedí que me mostrara unas bragas y un sujetador transparentes, el viejito me dijo que se me veía cansada y me sirvió una copita de oporto, la cual tomé de un sorbo.

Me dio las bragas y el sujetador y me indico donde estaba el probador, era un cubiculo que tenia un espejo de cuerpo entero una silla transparente para sentarse y una cortina, la cual cerré bien para que no me vayan a espiar.

Cuando empecé a quitarme la ropa, comencé a sentir que la cabeza me daba un poco de vueltas, supuse que era el oporto que me habían invitado, un poco adormecida y con unos calores que no sé de donde venían, me quite la ropa interior que tenia y me puse la que iba a comprar, en eso entro uno de los viejitos donde yo estaba y me pregunto si me quedaba bien o si quería una talla mas pequeña, le dije que no se preocupara, que yo le avisaba y el me dijo, de ninguna manera hijita, aquí las clientas siempre salen satisfechas con su compra.

Yo no atinaba a nada por el mareo y el viejito toco mi chochito metiendo su mano entre mis piernas, y me dijo creo que está un poquito grande, tu que piensas Rubén? Y el otro viejo entró como una centella en el probador sin mostrar la cojera que vi en un principio. El primero me dijo a ver siéntate preciosa para ver si estas cómoda y el viejito Rubén ya se había metido debajo del asiento transparente para ver debajo. En este punto yo solo obedecía ordenes sin chistar y me daba excitación que alguien me mirara desde abajo con las piernas separadas como las tenia, así que el que había entrado primero me saco el sujetador dejando libres mi senos, cuando veo que el viejito que estaba debajo de la silla se incorpora y abre la cremallera de su pantalón y deja salir su palo, quien iba a pensar que a esa edad se les podía parar de esa manera y vaya tranca que tenia, se puso delante de mí y lo metió a mi boca y con la calentura que tenia empecé a chupárselo sintiendo un placer que no pensaba tener esa tarde, el otro sin demora se puso detrás de mí mientras me masajeaba las tetas, llenando sus manos con ellas.

Luego de un rato de estar chupandosela al viejito Rubén, exploto un torrente de leche en mi cara, la cual procedí a lamer y engullírmela toda, estaba excitada y quería que me penetren, me puse de pie y un par de manos me bajaron las braguitas que tenia puesta dejando mi cuerpo desnudo delante de esos dos viejitos depravados, me coloque en el suelo en cuatro patas y el primer viejito se saco su pichulota y me la metió en mi chucha que ya estaba bien lubricada, me empezó a bombear mientras Rubén se ponía delante para que se la chupe y su pinga logre la erección de hace un momento, así uno me bombeaba y con mi mano izquierda masturbaba a Rubén mientras le daba una buena mamada.

Luego el primer viejito me lamía el ano y con su dedo dilataba mi esfínter, así que ya presagiaba una penetración por detrás, efectivamente se sentó en la silla y yo me senté en su tranca ayudada por Rubén, ensartada así me recline sobre el primero mientras me comía por el ano y el viejito Rubén se echo encima de mí metiendo su pichula por mi chocha, prácticamente habíamos echo un sándwich. Los tres sudorosos nos movíamos rítmicamente hasta que sentí dos ríos de leche que me inundaban, uno por el ano y el otro por mi chucha. Quedamos quietos, transpirando y agitados, perdí la cuenta de cuantos orgasmos había tenido.

Luego me ayudaron a vestirme y me despidieron con una bolsa llena de ropa interior, haciéndome prometer que vendría a visitarlos otra vez y creo que si voy a cumplir mi promesa.

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