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Comprando braguitas (3 de 3)

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El relato que a continuación les voy a contar, sucedió cuando quise jugarles una broma a los viejitos de la tienda de ropa intima de mujer.

Para los que no me conocen me presentaré, mi nombre es Kathy y en la actualidad tengo 26 años. La última vez que visité la tienda de la que les hablo, fue aproximadamente un año y me preguntaba si los viejitos aun estarían vivos o habrían pasado a mejor vida. Esperaba que no fuera así ya que quería jugarles una broma y de paso visitarlos, pero sin que supieran quien era yo realmente.

El color natural de mi cabello es castaño claro, pero para evitar ser reconocida fui al salón de belleza a cambiármelo por negro azabache, un color que siempre me encantó. Debido a que en las dos oportunidades que había visitado esa tienda había ido con ropa de oficina, esta vez quería aparentar menos edad de la que tenia y así despistar a los viejillos.

Esa tarde regresé de mi trabajo y elegí que ropa ponerme para la visita. Me puse un short de licra de color blanco pegado, el cual hacia que se notasen bien mis nalgas. En la parte de arriba me puse un top del mismo material y color, pero sin sujetador y calcé mis pies con unas sandalias de plataforma. Me vi al espejo y estaba hecha una chica que parecía de 20 años, aunque lo malo o bueno de la licra es que se marcaban mucho mis pezones, pero pensándolo bien eso pondría a los viejitos a mil por hora, conociendo lo mañosos que eran. Tome una mochilita y me la puse a la espalda.

Debido a que por el Jirón de la Unión no circulan autos, sino que es un paseo para peatones, tuve que caminar un par de cuadras hasta llegar a la tienda donde me dejó el taxi y la verdad me arrepentí de haberme vestido así. Yo no entiendo porque los hombres en vez de decir piropos bonitos tienen que decir vulgaridades. En esas dos cuadras que caminé, escuché que me dijeron desde, "que buenos melones", hasta un tipo que dijo "Te comería con todo y ropa, así estuviera cagando trapos un mes".

Al fin llegué a la puerta de la tienda y me puse unas gafas oscuras de marco rectangular para mejorar mi disfraz. Ingrese y pude ver que todo estaba igual que siempre. Rómulo se encontraba vistiendo un maniquí y Rubén revisaba unas cuentas en el mostrador y debido a que seguramente ya estaban por cerrar, no se encontraban clientes en la tienda.

Al entrar me miraron y Rubén me dijo, adelante hijita puede ver lo que guste y pregunte sin compromiso. Mientras yo miraba la lencería, que por cierto era hermosa, no perdía de vista a ninguno de los dos para ver sus movimientos. Tal y como lo pensaba Rómulo se acercó a la puerta para juntarla. Seguramente ya se habrían hecho una señal para seducir a la que creían una clienta nueva.

Me acerqué nuevamente al mostrador donde estaban ambos y Rubén me ofreció una bebida gaseosa, diciéndome que el verano estaba tremendo y que era bueno mantener el cuerpo hidratado. Como ya conocía ese truco le dije, gracias señor pero no tengo sed. Ambos se miraron, seguramente pensando que paso seguir.

Me saqué la mochila y las gafas dejándolas en el mostrador, mientras sentía que me devoraban con la mirada y haciéndome la tonta les dije, ay, señor lo que pasa es que es la primera vez que voy a comprarme un sujetador y la verdad no tengo ni idea de que talla soy y tengo una fiesta mañana y no tengo uno para ponerme. Los dos tragaron saliva y mientras miraban mis pechos Rubén dijo, Rómulo rápido el centímetro. El otro viejo le dijo, no sé dónde lo he puesto. Así que Rubén rodeó el mostrador y me entregó tres sujetadores de diferentes tallas. Pruébese estos señorita, aunque a ojo de buen cubero le diré que usted debe ser talla 36A.

Me dirigí al probador, sabiendo que no se atreverían a entrar ya que estaba con mis 5 sentidos bien puestos, pero cuando ingresaba se activo un atomizador desde la parte superior de marco de la puerta, el cual roció un líquido sobre mi rostro. Tenia olor a lavanda, por lo que en un primer momento pensé que era un aromatizador de ambiente. Salí inmediatamente para preguntar que era eso, pero a medida que caminaba hacia los viejitos, mis pies parecían de plomo y caminaba lentamente.

Se me acercó Rubén y me dijo, que paso señorita, no le quedaron bien? Si, le conteste lánguidamente pero... No me dejo terminar. Diciendo que, como no tenia centímetro para ver mi talla y puesto que era la primera vez que compraba un sujetador, ellos gustosos me ayudarían a elegir uno apropiado. Descaradamente puso sus manos sobre mis pechos, sopesándolos uno por uno y diciendo, efectivamente me parece que ud. si es talla 36A, tu que piensas Rómulo? El otro viejo se acercó hasta el centro de la tienda, que era donde nos encontrábamos y le dijo que para estar seguros, mejor seria medir sin el top que traía encima y Rubén le dijo que tenia razón, mientras me levantaba los brazos y me lo sacaba por encima, dejando mis tetas a la vista de los dos.

Nuevamente Rubén agarro mis tetas, amasándolas con sus manos mientras yo pensaba que había venido para jugarles una broma y al final eran ellos los que iban a jugármela a mi. Bien reza el dicho que mas sabe el diablo por viejo que por diablo.

Mientras Rubén seguía amasando mis pechos, Rómulo decía que para que yo vaya a mi fiesta como una reina, debía probarme unas braguitas también y metía su mano por mi culo, presionando con su dedo medio mi chochito. Seguidamente me empezó a bajar el short y me quito las braguitas que traía puestas.

En un momento me encontré totalmente desnuda y me quede solo con las sandalias puestas. Los viejos al ver que me tenían a su merced, metían mano y hurgaban todos los orificios de mi cuerpo. Rubén me decía que estaba bien desarrollada para mi edad, mientras con una mano se desabrochaba el pantalón, dejándolo caer y mostrándome su verga. Rómulo que estaba detrás de mí también se había sacado el pantalón y me puso la punta de su verga en mi ano, restregándola con fuerza.

Rubén, me besaba la boca, metiendo su lengua y chupando mis labios haciendo que me excite de tanto manoseo, luego puso su mano en mi nuca y me jaló haciéndome quedar inclinada a 90 grados y mi boca a la altura de su pene. Lo empujo abriendo mi boquita, metiendo y sacando, mientras que Rómulo que se encontraba detrás de mí se arrodillo para lamerme la concha y mi ano, al mismo tiempo que clavaba sus dedos en mis nalgas. Luego Rómulo se incorporó y me la metió por el coño, haciéndome dar un suspiro mientras yo seguía con la mamada que le estaba dando a Rubén.

A medida que pasaban los minutos, pasaba el efecto del adormecimiento y perdida de voluntad que tenia, así que ya un poco recuperada decidí darle una lección a los viejitos para que se les quite lo sátiros.

Le empecé a chupar la verga a Rubén con fuerza mientras con una mano lo masturbaba y comencé a mover mis caderas y a apretar la parte interior de mi chocho, rodeando con fuerza la verga de Rómulo.Ambos daban gritos de placer mientras eyaculaban, uno dentro de mi coño y el otro en mi boca. Ambos se separaron de mi chorreando sus vergas y se sentaron en el suelo, pero yo las tomé y empecé a masturbarlos donde se encontraban, empapando mis manos con el resto de semen que aún les quedaba.

Rubén fue al que mas rápido se le paró, así que me senté sobre él metiéndome su verga por mi ano, moviendo y apretando. Rómulo al ver esta escena se incorporó y al parecer no quería seguir, pero lo agarré de la mano y le jale la verga hasta mi boca, haciéndole que se le pare nuevamente. Sin soltarlo de la mano lo traje haciendo que se acueste encima de mí y metiendo su verga en mi chucha, mientras le agarraba su trasero para que no se salga. Tuve que hacer esfuerzos para mantener ambas vergas dentro de mi, debido a los movimientos que hacia. Entonces oí que Rubén, que estaba debajo de mi me decía al oído, ya no más por favor. Pero yo seguía moviéndome y nuestros cuerpos se encontraban sudorosos de tanto culear, hasta que hice que eyacularan dentro de mi, llenando mi ano y mi concha.

Quedamos un momento así respirando agitadamente, hasta que me empezó a pesar el cuerpo de Rómulo encima de mí y lo empujé a un costado, cayendo pesadamente en el suelo. Me paré chorreando semen y los vi a ambos boca arriba totalmente rendidos. Rubén parecía que se había desmayado y Rómulo me miraba como suplicando que ya no siguiera con esto.

Me vestí prometiéndome a mi misma que nunca mas regresaría a esta tienda, no vaya a ser que la próxima vez les de un infarto a ambos viejitos.

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