Nuevos relatos publicados: 9

Pasando las vacaciones en casa de David (2)

  • 15
  • 14.499
  • 9,43 (7 Val.)
  • 0

En las manos de Susi.

 

Estaba en la ducha, intentando eliminar los restos de leche de don Julián que todavía quedaban en mi cuerpo. Al pasar las manos por mi cara, noté la gran cantidad que me había echado y que se había ido quedando seca a medida que se apoderaba de mi cuerpo en todo un torrente de lujuria. Fui pasando las manos por mi cuerpo, embadurnadas en jabón intentando limpiar todo posible rastro de lo que había ocurrido y, sobre todo, el olor a hombre que tenía. Cuando llegué al culo no pude resistir la tentación de acariciarme suavemente donde antes me habían penetrado con pasión. Todavía lo tenía dolorido, pero la caricia hizo que me excitara. En seguida cambié de parecer e intenté olvidarme de todo, pero seguía teniendo una erección bien visible. El padre de mi amigo se había aprovechado de mí y, lo que más me costaba admitir, había disfrutado. Nunca había estado con un hombre que ejerciera tanto poderío sobre mí. No es que fuera pasivo, a veces me gustaba dar y recibir, pero esta vez había disfrutado como nunca.  Me había sentido, tal y como me había llamado don Julián, toda una nenaza, en las poderosas manos de un autentico semental, un macho, como había oído a amigos llamar a este tipo de hombres. Otra vez se me había vuelto a empalmar. Intenté apartar los pensamientos de lujuria y sexo de mi cabeza, pero pronto otro pensamiento vino a mi cabeza, la cara de Susi, mirándonos tras la puerta. Y disfrutando de ello. La que yo consideraba que era una chica callada, introvertida y tímida se había revelado como una voyeur pervertida. Y, sinceramente, eso me daba un poco de miedo. Sobre todo si se le ocurría contar algo. No tenía más remedio que hablar con ella y pedirle que no contara nada. No tenía ni idea de cuál podría ser la reacción de mi amigo. Ni la de su nueva mujer.

Después de salir de la ducha me encaminé a mi cuarto para ponerme el pijama, un pequeño pantalón corto y una camiseta. Normalmente dormía sin nada de eso, solo con los bóxers puestos, o incluso el bañador. Pero tenía que hablar con Susi y al menos, tenía que ir algo decente. Crucé el pasillo y golpeé suavemente la puerta. No oí nada e iba a insistir de nuevo, cuando oí que se corría el pestillo de la puerta. No sabía que ella dormía con el cerrojo echado, ninguna habitación más de la casa tenía. Al menos que recordara.

La puerta se abrió levemente y apareció su cara en ella, mirándome curiosa y con una media sonrisa.

“Hola” me dijo. Me quedé parado. No sabía cómo orientar la conversación exactamente. “¿No puedes dormir? Si quieres pasa… y hablamos… a no ser que quieras quedarte en el pasillo.”

Ahí tenía un comienzo. “Si no te importa me gustaría entrar. Tengo… tenemos que hablar de algo”. Ella solo sonrió y abrió la puerta, invitándome entrar. Pero en cuanto crucé, oí como volvía a echar el pestillo. Me daba la sensación de haber entrado en la guarida del lobo.

Su habitación era muy sencilla. Una cama grande, con dosel. Un par de armarios bastante grandes y una mesa con un ordenador encima. Curiosamente no tenía ningún cuadro, ni poster ni ningún tipo de decoración. Supongo que solo consideraba esa habitación como algo temporal y no le tenía mayor apego. Había también un gran ventanal que daba a la piscina de la casa, desde donde se podía contemplar toda ella junto a parte del jardín. Sin duda una de las mejores situadas, sobre todo si esa vena voyeur que había demostrado no era algo reciente.

Me giré para hablar y ella se tiró sobre la cama, poniéndose cómoda.

“Mira Susi, tenemos que hablar” comencé.

“¿Y de qué quieres que hablemos nenaza?” Ya con eso me dejó helado. Sin duda había visto todo o casi todo lo ocurrido. Por lo visto, mi reacción tuvo su reflejo en mi cara, pues ella estalló en carcajadas tirándose en la cama.

“¡Madre mía! ¡Tendrías que haber visto la cara que ponías cuando Julián te ponía fino! Sabía que te gustaba el rollo, pero no imaginaba que fueras tan nenaza ¿Siempre gimes así de agudo o sólo cuando estás con un hombre de verdad?” Yo no sabía dónde meterme. Nunca había visto a Susi hablar de esa manera. Siempre era callada e introvertida y esa soltura que estaba tomando de golpe me estaba dejando descolocado. “¡Y tendrías que haberte visto cuando te has dado cuenta de mi! ¡Qué ojos has puesto!”

“Desde… ¿desde cuándo has estado ahí?” pregunté con el miedo en el cuerpo.

“Pues desde que te la metiste en la boca”

Tragué saliva. Desde el principio.

“Oye Susi, no puedes contar nada a nadie de lo que has visto” le dije. “Ha sido…. ha sido un accidente”.

“Sí, lo he visto. Un accidente. Así lo vamos a explicar. Julián se ha tropezado y justamente ahí estabas tú, tirando en el suelo y con el culo abierto ¿Qué tal suena?” Ahora se lo estaba tomando en broma.

“Susi, por favor. Esto es serio” le dije en un intento para razonar con ella.

“Ya, ya, ya” me contestó levantándose de la cama y andando hasta mi. Aunque era mayor que yo en edad, le sacaba una cabeza de altura. “Vale. No contaré nada a nadie. Tu secreto de nenaza putita de maduritos calientes será nuestro pequeño secreto, ¿de acuerdo?” Yo respiré aliviado. “Pero…” Y ese pero me devolvió mi rigidez y estado de alerta anterior.

“¿Pero…?” aventuré.

“Pero a cambio serás mi esclavo. Siempre he querido tener un esclavo a mi servicio. Que haga lo que yo quiera. Lo que quiera, no sé si me entiendes” me dijo con un brillo extraño en los ojos, teniéndola casi pegada a mí, y comenzando a rodearme.

“Eh… Susi, no sé si te entiendo” le dije, pero al notar un golpe seco en mi culo, me solté un gritito. ¿Susi me había azotado? Las cosas se estaban escapando de mis manos.

“Claro que me entiendes putita. Harás lo que yo te diga. Si no, puf, se lo cuento a David y a mi madre que te gusta que Julián te ponga a cuatro patas. Aunque bueno, seguro que a David no le sorprende, ¿verdad?” Otra vez ese brillo malicioso en sus ojos. Sin preguntarle, sabía que sabía que David y yo habíamos tenido nuestros encuentros.

Intenté mantener la compostura y salir de aquel enredo de una manera más o menos dignas. “Bueno, cuenta lo que quieras. No tienes pruebas. Y a quien van a creer: ¿a ti o a don Julián?”. Creyendo que con eso me garantizaba mi seguridad, enseguida me quebré al ver su sonrisa maliciosa asomar en sus labios. Se dirigió al ordenador, entró en un par de carpetas y abrió un archivo. En seguida se mostró en la pantalla la faena de la noche. Yo de rodillas, dejando que mi cabeza se comiera entera la polla de don Julián.

“¿Qué te parece?” dijo mientras avanzaba la película en otro punto. Ahora estaba sobre él, mientras me clavaba la estaca en el culo. La imagen no era muy buena, eso era cierto, pero se veía con claridad quien era quien y, lo más importante, donde estábamos. “Y esto no es todo”. Cerró la película y abrió otra. Ahora se nos veía a mí y a David en el jardín, mientras nos pajeábamos el uno al otro al borde de la piscina. David llevaba el pelo un poco más largo, así que debía haber sido del año pasado.

“¿Có… cómo has conseguido esto?” Estaba pálido. Ahora sí que estaba cogido por los huevos.

“El móvil es muy útil. Y yo soy muy sigilosa, como habrás podido comprobar” me dijo con una risilla.

Tragué saliva. Estaba en un apuro. El sudor caía por mi frente. Viendo lo visto y sopesando todas las posibilidades solo tenía un camino. “Vale, Susi, haré lo que quieras.”

Ella apagó la pantalla del ordenador. Se levantó y con un par de saltitos se tiró en la cama, mirándome. “Así me gusta, putita. Que sepas quien manda. Ahora acércate y desnúdate”.

No tenía ni idea cómo iba a acabar todo esto, pero viendo que tenía todo en su poder, obedecí sin rechistar. Me quité la ropa, quedándome solo con los bóxers.

“He dicho que te desnudes. Entero. Ya”. Su tono seco y cortante no daba lugar a replicas, así que, avergonzado, me quite los bóxers dejándolos a un lado y quedándome expuesto ante ella. Lo peor es que ver los videos de antes, y un poco la situación en sí, me había excitado, con lo que, a pesar de no tenerla tiesa todavía, se me notaba la excitación. Al verlo ella, volvió a reírse. “Vaya, lo tuyo es vicio, ¿eh?” Levantó una pierna de la cama y la estiró hasta casi tocar con sus deditos mi pene. Yo di un paso atrás. Ella me miró con cara de enfado y decepción y antes de que pudiera decir nada, volví a adelantarme, ahora sí, dejando que me tocara con su pie. Ella a cambio me sonrió y a cambio comenzó a acariciarme con su dedo gordo. No tardé en empalmarme. “Buen chico. Veo que aprendes rápido. Normal que a Julián le gustases tanto”. Su dedo me recorría desde la base hasta la punta del capullo, lentamente, haciéndome presión. Entonces fue bajando y comenzó a tocarme los huevos, literalmente, empujándolos hacia arriba y dejándolos caer después. Todo para excitarme sin remedio.

“¿Te gusta?” me preguntó mordiéndose el labio inferior. “S… sí” claro que me gustaba, eso era indudable, pero tampoco me iba a emocionar ante ella. “Y… ¿te gusta más que te toque yo o Julián?”. Pregunta trampa. Pero la excitación era tal en ese momento que me impedía pensar. Además era lista. Me tocaba la punta con sus dedos, provocándome. “T… tú” contesté. Sonrió. En ese momento no sabía si era bueno o malo. “Has tardado en contestar. ¿Lo estabas pensando?”. “No, no, para nada”. Contesté con rapidez. “Mentiroso. Seguro que estabas pensando en la polla de Julián, ¿verdad? Caliente, dura, llenándote ese culo de nena que tienes”. Si ya la situación me tenía frito, oírla hablar en ese tono, me remató. “Seguro que la recuerdas ahora como te la metía en la boca y te la follaba, ¿a que si? Eres toda una putilla. Y no solo te la tragaste entera en la boca, si no que toda te la metió en el culo. Seguro que te hubiera gustado que te hubiera seguido follando hasta quedarte sin sentido, no lo niegues”. A cada sentencia suya apretaba con más fuerza su pie. Tanta excitación me mataba, así que no tardé en descargar un potente chorro que fue a parar parte al suelo, parte a la pierna desnuda de Susana. Después de recuperarme del disfrute vi lo que había hecho y me quedé blanco del susto. Y más aumentó la sensación al ver su cara, con el ceño fruncido.

“Pe… perdón” me atreví a decir. Ella no dijo nada, pero se incorporó más en la cama, poniéndose recta y quitando su pierna de mi cuerpo. “De rodillas, ahora”. Era increíble el poder que ya ejercía sobre mí, pues casi sin que terminaran de salir las palabras de su boca me arrodillé ante ella. Levantó su pierna hasta ponerla en mi boca. “Limpia”. Me quedé parado, mirando su pie, con mi leche en él, desde sus deditos hasta el empeine. Al ver que no obedecía me dio un golpe en la barbilla con él. “¿A qué esperas? Bien que limpiabas el suelo”. Tragándome mi orgullo me metí sus dedos en mi boca y comencé a saborearlos. Me los saqué y pasé mi lengua por su empeine, recogiendo toda mi leche con la lengua. Ella seguía mirando sin dejar de fruncir el ceño. “Traga”. Y garganta abajo se fue mi leche junto con el orgullo que ya había pasado. Entonces me sonrió y, extrañamente, me relajé. “Bien, bien. Buen chico” Me acarició la cara con la mano. “Pero ahora tengo que castigarte”. Le miré un poco asustado. “¿Castigo? ¿Porqué?” “A ver, primero por mentirme. Y después por correrte sin mi permiso.” sentenció. Iba a quejarme, pero me puso un dedo en la boca mientras sonreía. Nunca la había visto tan contenta en los años que la conocía. Estaba disfrutando. “Ahora levántate y te apoyas en la cama con las manos, dejándome ver tu culo”. Antes de darme cuenta mi cuerpo reacciono solo y me coloqué como me había ordenado. Comencé a oír cómo se abría la puerta del armario y ruidos de que buscaba algo. Me iba a girar para ver que hacía, pero en seguida la oí decir. “!Eh¡ Nada de mirar”, así que volví a poner la vista enfrente. Pronto dejaron de oírse los ruidos, escuché el ruido sordo de que dejaba algo en la mesa y la noté de nuevo a mi lado. Comenzó a acariciarme el culo, primero las nalgas y luego acercándose poco a poco a mi agujerito, que todavía tenía algo dolorido.

“Es increíble como después de meterte ese pollón tu culo parezca normal. Bueno, a lo que íbamos, ¿preparado?” me dijo. “¿Preparado para q…?” Antes de terminar la frase noté un fuerte azote en mi culo que casi me salta las lágrimas. Quise gritar para dejar escapar el dolor pero no salía nada de mi boca. Ante mis ojos empañados vi aparecer su cara, sonriente. “¿Ha dolido?” me dijo. “Joder…” salió de mi boca, una palabra que expresaba todo. Ella negó con la cabeza con mucha teatralidad. “Esa boquita…” Volvió a desaparecer, pero en seguida supe donde había ido. Volví a sentir en mi culo un nuevo azote, más suave que el anterior, pero que aun así me impulsó ligeramente hacia delante. Al cabo de un par de segundos, otro golpeó mi culo. Y al rato otro. Hasta diez logré contar, mientras intentaba cerrar la boca con fuerza para no darle el placer de oír mis quejidos. Pero las lágrimas que caían por mis mejillas delataban ese sufrimiento silencioso. Y seguro estaba que al día siguiente lo iba a notar al sentarme. Noté que algo caía en la cama ante mí y abrí los ojos para verla tirada delante de mi sonriendo y con algo en la mano. Con la otra mano y con la ayuda de un pañuelo me limpió la cara, pudiendo verla mejor. “Pobrecito, ¿te ha dolido?” Asentí con la cabeza. Total, humillado ya estaba, qué más daba el aceptar lo evidente. “Eso te enseñará a no mentirme. Y ya sabes, si eres malo… toca otra ración de esto” dijo moviendo el extraño objeto. Me fijé un poco más y pude ver que se trataba de una larga tira de cuero con un mango. Un instrumento para azotar, tal como acababa de hacer ella. ¿Qué hacía con eso? Pero antes de que pudiera decir nada, se levantó de un brinco de la cama. Iba a incorporarme yo también, cuando noté que su mano se posaba en mi cabeza y me impedía. “Quieto. Que esto es solo la primera parte. Ahora te toca el castigo por correrte, putita”.

Pronto comencé a notar cómo un líquido frio recorría mi culo. “¿Qué… qué haces?” pregunté, temiéndome cualquier cosa. Por respuesta me dio un azote y un “A callar”. Comenzó con sus manos a acariciarme la raja del culo, concentrándose más en el ano. Con facilidad me metió uno de sus finos deditos dentro y solté un gemido sin remediarlo. A continuación, metió otro y, sin poder volver a remediarlo, volví a gemir, más fuerte que antes. Oí como ella se reía. “Si que te gusta tragar por atrás putita. Si es que eres una viciosa…” y al instante, un tercero. Ahí no pude aguantarme y volví a gemir largamente con los ojos cerrados, notando como se introducía dentro de mí. Cuando sacó los dedos se volvió a colocar delante de mí, con una media sonrisa. “¿Porqué no te habré tenido aquí antes?” y se rio “Como soy buena te voy a contar lo que va a pasar a partir de ahora ¿Ves esto?” y me enseño un plug anal de color rosa. “¿Sabes lo que es?” Asentí con la cabeza. Ella me acarició el pelo. “Buen chico, claro que lo sabes. Seguro que no es el primero, ¿a qué no?” Era cierto. No era el primero que veía, pero sí el primero que iba a acabar donde me temía.  “Bueno” continuó diciendo “pues esto va a ir en tu culito, que ya he lubricado bien, aunque he visto que con Julián no lo has necesitado. Para que veas que soy buena. A ver, que me despisto. Como te decía te voy a meter esto. Y lo tendrás que llevar hasta que yo te lo quite, ¿vale?” Asentí. “Si te lo quitas, lo sabré. Y habrá castigo. Vamos a ello”.

Desapareció detrás de mí. Noté como volvía a tocarme el culo y me metía un dedito en el culo para entrarlo en calor. Entonces noté como me iba introduciendo el plug, lentamente, haciendo que notara toda su dimensión. Aunque lo había visto, y sabía que era pequeño, su introducción se me hizo eterna, porque iba despacio, retorciéndolo, moviéndolo arriba y abajo, como buscándole hueco. Oía como se reía cuando escuchaba  que se me escapaba un gritito de gusto. Al fin noté que se metió entero en mi culo cuando mi entrada se cerró en torno al tope. Con una mano en mi hombro me indicó que me podía incorporar. Ella se sentó en la cama, riendo. “Ha sido divertido, ¿no crees?” Yo hice una mueca, que tanto podía significar que estaba de acuerdo, como que me era extraño tener algo metido en el culo y que no perteneciera a otra persona. “Pues ahora vístete y a la cama, que te quiero con las pilas puestas mañanas. Aunque…” comenzó a reírse incontroladamente “… la pila… ya te la he puesto… hoy….” y con esto estalló en una carcajada, tirándose sobre la cama y agarrándose el estomago. Cuando se levantó se veía que alguna lágrima se le había escapado. “Perdona… perdona”. Me agaché para recoger mi ropa y cada vez que iba hacia abajo notaba el plug en mi culo, con lo que hacia alguna mueca. A Susi se le escapaba la risa cada vez que me veía y al final opté por recoger todo de una sentada y tirar mi ropa en la cama, para vestirme sin sufrir, demasiado al menos. Al hacer, ella hizo una mueca. Me puse la camiseta, pero al ir a ponerme los bóxers. Ella se echó hacia delante, excitada. “¡No! ¡No! ¡No! ¡Para, tengo una idea mejor!”. La miré medio asustado, mientras saltaba de nuevo hacia su armario. Sus ideas empezaban a parecerme no tan buenas como a ella. Habiendo sacado antes la azotadora y el plug, miedo tenía de qué más podía guardar ahí dentro. “Ahora te vas a poner… ¡esto!” dijo mientras se giraba mostrándome un tanga rosa. Al verlo respiré aliviado. Era humillante, pero al menos no era doloroso.

“Te gusta ¿eh?” me dijo con una sonrisa mientras me lo tiraba. La cogí al vuelo y comencé a ponérmelo hasta encajármela. Ella me mirón cara de aprobación. “Si señor, ahora sí que eres toda una putita. Venga, coge tus cosas.” Y con prisas, me hizo coger las cosas en brazos y abriendo la puerta me echó al pasillo. Antes de salir, me dio un nuevo azote con la mano abierta. “Pe… pero no puedes hacerme esto ¡Deja que me vista!”. “¿Y dónde estaría la diversión? Pero para que veas que no soy mala” Y cogiéndome de la camiseta me acercó a su cara y me plantó un beso en la mejilla. “Pórtate bien, ¿vale?” y con un guiño me cerró la puerta en las narices.

Me quedé mirándola, todavía sin creerme lo que había pasado. Había empezado la noche abriéndome el culo don Julián, el padre de mi mejor amigo, y había acabado tapándomelo Susi, la hermanastra del mismo. Saliendo de mi ensimismamiento, corrí hacia mi habitación, me puse lo que quedaba del pijama y me tumbé en la cama. Pensando lo que podría pasar mañana, con dos personas queriendo aprovecharse de mi cuerpo, me quedé dormido.

 

(9,43)