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Sumisa en la calle (4: Dudas )

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Cuando llegó a casa se sentía mareada y por supuesto excitada...

Fue al cuarto de baño y dejó el grifo de l a bañera abierto para llenarla mientras se quitaba aquellas ropas que le hacían parecer una puta. Y en cierta forma se sentía como tal.

Jamás había hecho cosas como las de aquél día. Por un momento pensó que aquello no le había pasado a ella, que todo había sido un sueño o que los recuerdos que se agolpaban en su mente eran realmente los recuerdos de una película de mal gusto que había visto.

Pero cuando, al quitarse la falda, esta se deslizó por sus nalgas y notó el escozor, fue totalmente consciente de que todo había sido real...

Tenía las manos frías, así que las poso sobre sus glúteos, para aliviar el dolor y el calor que este aun emitía. Mientras restregaba sus manos por su culo, no podía dejar de pensar en cómo una mujer joven, con una buena reputación y un buen trabajo, había podido llegar a aquello.

Pero de repente, pensaba en el amo, tocándola, humillándola, o recordaba al muchacho de la parada de autobús... y los escalofríos volvían a su ya excitado y torturado coño. Incluso al recordar como fue azotada en el restaurante y obligada a saborear sus propios flujos, sintió un nudo de placer en su estomago...

¿ En qué se estaba convirtiendo?

Hacía solo unos días, era una mujer normal y corriente, con relaciones sexuales esporádicas, basadas en sexo de toda la vida con alguna variación de posturas y nada más. Y de repente se había encontrado dejándose someter por un desconocido. Se sentía degrada y humillada, pero sabía que había experimentado unas sensaciones que desconocía pudiese albergar su cuerpo.

Se metió en la bañera dejando solo su cabeza fuera del agua.

Sentía como su coño palpitaba de deseo y su corazón latía aceleradamente e intentó alejar. Cerró los ojos para intentar relajarse, pero fue aún peor, porque según lo hizo, el rostro del hombre apareció como si lo tuviese delante.

No pudo evitar dar un respingo. Tras unos segundos, cuando consiguió quitarse aquella cara de su cabeza pensó....

Por qué demonios no me masturbo y acabo con mi tortura...

Pero dentro de su mente oyó una segunda voz que la replicó...

No lo haces porque en el fondo eres una zorra a la que le gusta este juego. ¿ Por qué no lo reconoces? Seguro que cuando lo hagas te sentirás mejor.

Sacudió la cabeza intentando librarse de la segunda voz, aquella voz que aun recordaba dándole órdenes e insultándola...ahora si que se estaba volviendo loca...

Aunque no quieras reconocerlo ya te has entregado a mi, me deseas y deseas obedecerme...no te resistas...lo has llevado dentro toda tu vida, pero no habías encontrado a nadie que supiese sacar partido a tus deseos ocultos...déjate llevar...no te resistas...cuanto antes lo aceptes, mejor para los dos...

¡No! ¡No es cierto! Yo no soy así...

Entonces acabo con esto...no me obedezcas...mastúrbate y líbrate de mi...¡ Vamos ¡ ¿ Por qué dudas ?... ¿ Lo ves ?...por mucho que lo quieras negar, eres mía. Lo has sido desde la primera vez que nuestras miradas se cruzaron...

¡No!

Se incorporó de agua con furia y salió de la bañera. Cogió la toalla y se envolvió con ella. Quitó el tapón del desagüe y mientras veía el agua desaparecer por él, pensó que sus creencias también empezaban a irse por el mismo desagüe.

Fue a la cocina, cubierta solo con la toalla y abrió la nevera. No vió nada que le resultase apetecible y pensó que lo que mejor le vendría sería una copa. Cogió la botella empezada de coca cola una bandeja de hielos y se fue al salón.

Encendió la tele, cogió una botella de Bacardi que aún llevaba el precinto y se sentó en el sofá.

Se sirvió un cubata poco cargado, pues no tenía costumbre se beber.

Intentó ver la tele para no tener que pensar en nada, pero aún sin darse cuenta, su mente volvía una y otra vez a lo que había vivido aquel día...y también sin apenas darse cuenta, iba rellenando el vaso cada vez que quedaba vacío y que la cantidad de licor iba en aumento en contra que la de cocacola, con el resultado de que a la cuarta copa estaba totalmente borracha.

No podía mantener los ojos abiertos, eso y hecho de haberse estirado, cuan larga era, en el sofá. Hizo que se quedara dormida.

Fue un sueño inquieto.

Sentía las manos de varios hombres tocando su cuerpo, acariciándolo, explorando e introduciéndose por todos los agujeros de su cuerpo. Sus pezones eran pellizcados brutalmente, sus labios besados, lamidos y mordidos. Estiraban su cabello haciéndola daño.

Ella miraba a su alrededor intentando ver la cara de los hombres, pero ninguno tenía rostro.

Todos la hablaban a la vez, todos la insultaban y la humillaban...

Te gusta ¿ verdad zorra ?...

Abre las piernas puta, quiero ver tu coño...

Tienes lo pezones duros, ja ja ja, se nota que esto te excita...

Que mojada estás, eres la tia más guarra que he visto en mi vida...

No, ninguno tenía cara, pero todos tenían la mismo voz.

Jugaban con su cuerpo y ella no se resistía. Dejaba que la tocasen como quisieran, que le dieran la vuelta para jugar con su culo o acariciar su espalda. Se encontraba totalmente sometida a la merced de aquellos hombres y no se atrevía a contrariarlos...

Cuando despertó no supo cuanto tiempo había estado durmiendo y soñando, pero se encontró con que la toalla estaba tirada en el suelo y ella estaba totalmente desnuda...y excitada...Se atrevió a abrir los ojos un momento para comprobar que aquello no había ocurrido, pero tras cerciorarse, volvió a cerrarlos de inmediato con fuerza.

No pudo más...

El ardor de su coño era inaguantable...

Llevó su mano hasta su entrepierna y comenzó a acariciar su clítoris. Notó que estaba empapada, pues sus dedos quedaron enseguida cubiertos por su propios flujos.

Mientras con un dedo tocaba su clítoris, con otros tres penetraba su vagina.

Apenas tardó en correrse. Estaba tan caliente que unos solos minutos de estimulación hicieron que todo la excitación contenida que albergaba su cuerpo se desencadenase provocándola un orgasmo increíble.

Por fin pudo relajarse de verdad...

Pero la tranquilidad duró poco... De pronto su mirada se posó en el reloj de la pared, eran las nueve de la mañana...del domingo...

Aun sin quererlo, había cumplido la orden del amo...

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