Nuevos relatos publicados: 13

MI DON (56)

  • 42
  • 5.506
  • 9,73 (15 Val.)
  • 0

Raúl – Ascenso al cielo.

Alguna vez habéis ido a comer a algún sitio, a un restaurante o a casa de un familiar o amigo, y os ha puesto de comer algo que aborreces, o que lleva algún condimento que detestas. Te pasas días, semanas o meses, incluso años, negándote a probar “eso”, por que no te gusta, aunque ni siquiera lo has probado. Hasta que llega ese día en que ves esa comida en la mesa, y por algún motivo, lo ves apetitoso,  tienes unas ganas locas de probarlo, sabiendo que no te gusta, y con un miedo atroz a que realmente te guste su sabor, y te recuerden el resto de tu vida lo tonto que fuiste al no probarlo antes. Así que  pese a desearlo con todas tus fuerzas,  te pasas los días negándote a comerlo, solo por orgullo, ¿Sí?, ¿No? Supongo que sí, y si no,  es aplicable a alguna actividad que pensabas que no te gustaba, y una vez ves a tus amigos hacerlo, deseas empezar a practicarla, pero te niegas haciéndote el duro. Pues os pido,  empezad a leer esta parte con esa sensación en la cabeza, de negarte a ti mismo, algo que todo tu ser te pide a gritos que  hagas, elevada al infinito, y multiplicada por Pi.

La sensación de normalidad que me daba Dany, junto a volver a casa de mis padres durante un  mes largo, fue refrescante, en todos los aspectos. De hecho, me acosté con Alexis y  Madamme a modo de despedida momentánea, creía. Mientras tuviera a Dany, no necesitaba a ninguna mujer más, su forma de follar, y un apetito tan insaciable como el mío, eran un regalo. Así me mantenía centrado, mientras las cosas se mantuvieran en calma, pero se mantuvieron poco tiempo así, pasado ese tiempo.

Sin saberlo, creyendo que mi vida era un pequeño respiro en mi descenso a los infiernos, por culpa de Eleonor, llegó sin previo aviso el día más importante y trascendente de toda mi existencia. Ocurre más a  menudo de lo que la gente se cree,  en un momento en el que te encuentras despistado, has de tomar una decisión que cambiará tu vida para siempre. Y es, en esos instantes fugaces, en que te encuentras ante un camino que se bifurca,  has de escoger un sólo camino, sin saber cual es la decisión correcta y cual la errónea, o si quiera si hay algún sendero que acabe bien, hasta que estás demasiado lejos como para poder regresar y corregir tus errores.

Alicia contactó conmigo, pasado un mes largo desde que tuvimos la primera conversación en la terraza del ático, en que me dijo que Eleonor, como prueba de su lealtad hacia ella, le había pedido a Alicia, mi hermanita pequeña desde que tenía 13 años y la enseñé los pronombres,  debía seducirme para algún tipo de plan malvado. Alicia fue muy cuidadosa al escoger sus palabras, y me citó  a una fiesta a la que  Eleonor fue invitada, como mujer de alto nivel económico que era, pero no iría.

La fiesta era en un   hotel de 5 estrellas, y con una llamada bien estudiada, Alicia me tentó como si Eleonor  hubiera estado dictándola. En un encuentro posterior a solas,  me dijo que tenía algo preparado, yo sólo tenía que seguirla la corriente a Hera. Simplemente me pidió que acudiera elegante, para no desentonar.

No hizo falta más para que llamara a Paula, mi sastre pechugona preferida. Había ido a visitarla alguna vez, siempre dejándola con la miel en los labios a cambio de trajes a medida, para mis trabajos con Madamme que precisaban un toque más elitista. Ya tenía seis de primera calidad, pero fui a por el séptimo, cuando Paula me midió de nuevo las medidas, desnudo,  irradiaba fuego en su mirada. Al acabar tomar mediciones,  la desnudé y me la tiré a lo bestia en el suelo de las sastrería. No tuvo  nada digno de mención, una treinteañera salida tetuda, siendo abrumada a base de sexo, incluso le estrené el culo haciéndola sangrar. A los cuatro días me dio el traje más bonito que había visto nunca, a medida, tipo 007, con pajarita y todo. Me quedaba espectacular, no pude si no volver a destrozarla sobre la mesa de mediciones y dejarla ida tras 2 horas de sexo salvaje.

La fiesta de Eleonor me recordó mucho al día del “examen” que hice con Eli, en mis inicios. Mi madre casi se muere al verme arreglado, peinado y perfumado con aquel traje, y me obligo a posar para una sesión de fotos muy suya. La verdad es que pese a todo lo ocurrido, yo seguía sin saber nada de moda, pero con un par de consejos de mi madre, al verme en el espejo antes de salir, me vi arrebatador. El traje era de corte clásico de fiesta, de un color negro liso, camisa blanca y chaleco interior del mismo tono que la chaqueta,   una pajarita negra, que me apretaba bastante el grueso cuello que tengo, y un pañuelo blanco, doblado de forma artística, para sobresalir en pico del bolsillo del pecho de la chaqueta. El pantalón sobre los slips, muy cómodo y estilizador, con las perneras tapando unos zapatos negros nuevos, del estilo de los años 20, brillantes y de cordones, con la suela dura, aunque eran muy cómodos.

Cuando pude escaparme de mi madre, cogí el coche y acudí a la entrada del hotel de la fiesta,  cerca de las 21:00. Quedé allí por separado con Alicia, y como la  invitación estaba a su nombre,  yo no podía entrar, era el  +1 de Alicia. No me quedó otra que esperar a mi hermanita.

Por gracioso que fuera, a mi alrededor se juntaron una serie de chicos bien arreglados, y de vez en cuando, venía una gran dama, y elegía a uno para llevarlo a la fiesta. Supongo que serían “acompañantes”. Cuatro de esas mujeres, dos muy agraciadas en pomposos vestidos de fiesta, quisieron “contratarme”, pero yo esperaba a mi particular dama. Alicia se hizo de rogar, pero como suele pasar en estos casos, la espera mereció la pena, cada milésima de segundo de aquellos 40 minutos que esperé en el frío de la entrada al hotel,  fueron pagados con gusto.

Alicia apareció, y un “Ohhh” coral se oyó a la entrada del hotel, incluso algunos fotógrafos, que perseguían a famosillos de poca monta, se dieron la vuelta para capturar la belleza de aquella desconocida. A su espalda,  casi adiviné el coche de lujo que le había comprado Eleonor, siendo conducido por Mara, que se esfumó por la calle, ¿Pero para qué seguirla con la mirada? Alicia estaba allí, de pie, algo abrumada por el peso de las miradas, de la atención de los hombres y de envidia de las mujeres, se la leía en la cara una sonrisa falsa, sin aquellas arrugas que tanto me divertían. Al verme, casi sintió alivio de ver una cara conocida, y acudió andando hacia mí, como si pudiera levitar por la alfombra roja de la entrada.

No es justo decir que Alicia era la mujer más hermosa del mundo, ni tan siquiera puedo decir que fuera la más bella que conocía… pero aquella noche lo era. Su larga melena castaña  había sido planchada y peinada para que cayera por el lado derecho de su cabeza, como una cascada de chocolate fundido, con un efecto mojado impecable, todo el cabello caía por delante de su hombro derecho, pero sin llegar a taparla ese lado de su cara por completo, con una filigrana de horquilla sujetando el pelo del lado izquierdo. Para mi gusto demasiado maquillada, un ahumado de ojos de un gris muy ligero, con  colorete en las mejillas que resaltaban más unos pómulos, que en realidad no eran tan exagerados, y un rojo brillante en los labios que destacaba en exceso  con el blanco de los polvos en su piel. Un pendiente largo en forma de péndulo en la oreja libre de cabello, supuse que en  la oreja oculta llevaría otro igual, parecían diamantes, o brillaban como tales, y al caminar, deslumbraban con el flash de las cámaras, junto a un brazalete plateado en forma de espiral en su brazo izquierdo, y un bolso blanco en la mano derecha,  como los zapatos de tacón de aguja, con unos ribetes plateados. Todo a juego con unas tonalidades blancas y plateadas…como el vestido.

El vestido merece mención aparte. El día que vi a  Ana en el fin de semana romántico, con el vestido negro de las tres V, tan ceñido, ajustado, enseñando tanto y tan provocativo, pensé que nunca jamás vería en persona a una mujer más preciosa con una prenda similar. Pasé esos años pensado que así sería, creyendo que moriría en lo cierto. Salvo alguna despampanante modelo, o presentadora, retocada en las revistas, sabía que nadie podría superar a Ana… pero me equivoqué, me equivoqué de pleno.

Alicia iba con un vestido blanco de  una pieza, con  un único hombro. Nacía en el hombro izquierdo en un nudo alegre, y por delante bajaba como la ladera de una montaña recién nevada, cubriendo su cuerpo, era ceñido y ajustado hasta las rodillas, elástico pero sin dar de sí en su pecho. No llevaba sujetador, pero era demasiado joven y no tenía tantos senos como para que eso la desmereciera. Su cadera ya era otro tema, allí la prenda daba de sí lo justo como para poder hacer un calco de su figura voluptuosa,   su trasero era una visión poderosa y avasalladora, con la tela en el espacio entre las piernas totalmente tensa. A partir de su medio muslo, el vestido se ampliaba en un vuelo elegante, con una abertura en su pierna izquierda, enseñándola desde algo por encima de la rodilla, con unas medias, algo oscuras, que embellecían con  el contraste, y por la derecha caía con pliegues vaporosos y semi transparentes, hasta cubrir el zapato. Al caminar, con la mano libre del bolso, Alicia remangaba el vuelo para no manchar el vestido del suelo al arrastrarlo,  y su muslo aparecía lo suficiente por la obertura como para llamar la atención, pero lo justo como para  no ser vulgar. Sólo cuando ya la tenía encima, me percaté en un ligero cordón plateado, cayendo como si nada, alrededor de su cintura, y que bajo la cortina  de cabello sedoso del brazo derecho, había una manga elástica unida a  la parte alta del vestido en el costado, que le cubría como una segunda piel, desde el hombro descubierto hasta los dedos, terminando en un pico en el dorso de la mano, con un hilo en forma de anillo sujetando la prenda en su dedo corazón. La tela del vestido era de un blanco nuclear que reflejaba la luz, deslumbraba como una ventana limpia repele el sol,  y hacía que costara mirarla fijamente.

Allí la tenía, delante de mí, sonriendo,  expectante de mis palabras, y no podía dejar de mirarla, se me quemarían las retinas, de las miles de fotos que la hacían los fotógrafos,  antes de hacerlo.

-ALICIA: dios…debo de estar ridícula para dejarte sin palabras – sonrió, sin arrugas en sus ojos, ella deseaba que dijera algo, para sentirse normal.

-YO: yo…- no fue una palabra, ni siquiera creo que dijera esas letras, sonó como un eructo.

-ALICIA: pobre de mí, cuan desdichada soy, pues mi acompañante  de esta noche ha perdido el habla – su sonrisa delató unos dientes, tan blancos y perfectos, que podría hacer cualquier anuncio de dentífricos.

-YO: tú…- mi voz apenas fue algo más audible que mi “genial” primera intervención.

-ALICIA: ¿Raúl?  Dime algo – me agarró de uno de mis brazos,  suplicando que volviera en mí, y algún otro acompañante empezó a venderse sin perder tiempo.

Eso me hizo perder de vista sus ojos, sí, sus  ojos. Obviamente me percaté de todo lo relatado, pero a mí, una mujer preciosa y bien arreglada, no me quita el habla, creo que eso ha quedado demostrado. Eran sus preciosos ojos, del color  ámbar más brillante del mundo, los que me tenían atontado, y no era por su belleza, si no por que leí en ellos algo, algo que no había visto nunca…no en ella.

Recuperé la capacidad del habla mientras cuatro tipos se afanaban por quitarme a mí chica, mientras ella se disculpaba de forma cortés. La miré y sonreí.

-YO: él…- esta vez sonrió  de nuevo, y las arrugas aparecieron. Ya estaba allí, y ella lo sabía.

-ALICIA: …nosotros…

-YO: …vosotros….

-ALICIA: …y ellos.

Se hizo en silencio incómodo, el mundo se detuvo por unos instantes, y solo Alicia y yo sonreíamos al entender por qué. Nos miraban como a locos.

-ALICIA: ¡¡¡No me creo que aún lo recuerdes!!!

-YO: fue cómo te conocí, sería de imbécil  no acordarme.

-ALICIA: por dios, ¿Qué tendría…11 años?

-YO: eso creo…

-ALICIA: me ayudaste a pasar el trimestre en lenguaje.

-YO: y aquí estás, a punto de sacarte la carrera, y yo sin trabajo – me apretó la mano aferrada a mi brazo, y reímos los dos como críos.

-ALICIA: menos mal…pensé que te había dado algo – se tapaba la boca al reírse con la mano, rascándose con el dorso de los dedos las parte baja de la nariz. Siempre lo hacía cuando no podía contener la risa, por que decía que la hacía  una dentadura horrible.

-YO: ya se me ha pasado, aunque a ese de ahí, aún le dura – grité para que el tipo que tenía Alicia detrás, babeando, me oyera. Ella se giró, y al verle, le saludó con una carcajada.

Fue cuando me di cuenta de por qué todos los hombres a su espalda no la quitaban ojo. El vestido por detrás la hacía la tentación hecha mujer, no sólo por cómo se le marcaba la cintura, la cadera y su trasero, que sería suficiente. El vestido en su espalda, era un hilo de tela que iba de hombro a hombro, para luego caer por su costado y unirse a la parte delantera, pero toda la espalda al aire, de costado a costado, dejando entrever el nacimiento de sus senos en el torso, y cerrándose en una curva peligrosa en el abismo del inicio de sus nalgas. Debido a sus amplias caderas, la prenda no caía sutilmente, como hubiera deseado el diseñador, sino que estaba tensa, haciendo puente entre ambas nalgas. Si se agachaba lo suficiente se le vería la raja del trasero. Al girarse rápido, me pilló mirándola el culo, tan embobado como los demás.

-ALICIA: oye…- sacudí la cabeza torpemente.

-YO: sí, es verdad, la lluvia en Sevilla es una maravilla…- volvió a sonreír al conocer mi capacidad para hacer el ridículo, y aparentar que no es así.

-ALICIA: entonces, estoy feísima… ¿No?

-YO: horrible, yo que tú me volvería a casa y vendría en chándal.

-ALICIA: tarde, vas a tener que cargar con este horrendo sapo  toda la noche, así que vamos dentro de una vez… – me cogió del brazo, y empezamos a caminar, susurrándome al oído –…por que me estoy congelando el culo aquí fuera.

Entramos al hotel, y nos paseamos un rato como los dos buenos amigos que éramos, riéndonos de la gente y buscando dónde ponernos.

Constaté dos cosas, que ya sabía o sospechaba, pero que reafirmé. La primera es que yo tenía al mirlo blanco de la velada, nunca mejor dicho, Alicia era la más bella de la fiesta. La segunda cosa, fue cuando Alicia insistió en hacerme pasar por un lateral apartado, y me pidió que cerrara los ojos. Al momento, unas manos delicadas pasaron por mi espalda, y me taparon los ojos, oyendo un “¿Quien soy?” de fondo. Por la altura, y el tamaño de su pecho en mi espalda, más su endulzada voz, sólo podía ser una persona.

-YO: ¿Que tal… Eli?

-ELI: joder…le quitas la gracia a todo…- me soltó, y me giré para admirar a la belleza de mi antigua maestra.

-YO: ¿Cómo estás,  preciosa? – me dio un abrazo sentido y largo, besándome en la mejilla sin miedo a que se le estropeara el maquillaje. Al separarse la vi con un vestido largo azul claro, mucho más recatado que nunca, sin escote ni mostrando sus muchos encantos.

-ELI: pues bien, ya sabes, la fama y todo eso, pero siempre tendré tiempo para viejos amigos – guiñó un ojo, pero no a mí, si no a Alicia.

-ALICIA: sí, muchas gracias por todo… – como so decía, ya lo intuía, las líneas de su vestido, el peinado y aquella forma de dejar impresionado a cualquier hombre, que Alicia llevaba ese día,  tenían la firma de Eli y de su modista.

-ELI: un placer …– bajó la cabeza como una sirvienta, y me miró a mí, mientras cogía de la mano a Alicia, y le hacía dar un par de vueltas sobre sí misma –….¿Qué, te gusta como la he dejado? – Alicia dejó de moverse, pero el vuelo de su vestido no, lo que le dio un aire exquisito a Marilyn Monroe.

-YO: está  preciosa…aunque demasiado maquillaje para mi gusto, no lo necesita – Eli sonrió, y miró a Alicia, que puso cara de condescendencia.

-ELI: te lo dije.

-ALICIA: pero es una fiesta de gente rica, no quería desentonar.

-ELI: tal como vas, ibas a destacar sí o sí…– se sonrojó un poco, mientras Eli la mostraba como una vendedora de teletienda –…bueno chicos, me alegro de ver que estáis bien, pero tengo trabajo.

-YO: estas fiestas nunca son lo que parecen, ¿No? – sonrió, y Alicia con ella, sin arrugas, no comprendió de qué hablábamos.

-ELI: nunca tendré mejor alumno.

-YO: ni habrá mejor maestra – se mordió el labio, y dejó de hacerlo al instante. Se despidió con cortesía de Alicia, y luego me volvió a abrazar. Eli me susurró algo, que me hizo mirarla atónito, solo la curiosidad de Alicia era más confusa, al no poder oírlo.

-ELI: adiós, chicos…- se despidió lanzando un beso con los dedos.

Se alejó tan veloz, que apenas puede despedirme como se merecía. Casi al instante, Alicia se me acercó, dejando pasar unos segundos, en los que yo  miraba al horizonte.

-ALICIA: ¿Qué te ha dicho? – la miré, esperanzado.

-YO: nada…nada que no supiera ya… – sonrió sin comprenderme -…  ¿Bailamos? – extendí mi brazo, se agarró con gesto altivamente burlón, y nos fuimos a la pista de baile.

La música era horrible, una mezcla del chill out con techno, tediosa  y   aburrida. Pasamos por la cabina del DJ, y le hice una petición de la que se quedó boquiabierto, tuve que repetirle la canción cuatro veces. Es normal, no es una canción muy conocida en España.

Y en este  punto tengo que reconocer una debilidad, me encantan las películas americanas de musicales y bailes. Esas, dónde un grupo de gente se une para formar un grupo, cantan y bailan, para ganar un torneo que, justamente, solucionará sus problemas económicos. Sí,  lo sé, sin simples y predecibles, pero tienen algo que me atrae, y una de esas cosas son canciones como “This Girl - Laza Morgan”, que fue mi petición.

El DJ tardó unos minutos en encontrarla, y cuando lo hizo, hasta los más ancianos agradecieron el cambio de ritmo al escuchar las primeras notas. Arrastré a mi acompañante a la  mitad de la pista, Alicia  se temía cualquier burrada que le hubiera pedido, pero me cuadré como todo un bailarín clásico, con la espalda recta, un brazo en alto estirado y el otro en su cintura, ella correspondió cogiéndome la mano alzada, y poniendo la otra en mi hombro. Veía tan ilusionada a Alicia, que no debió de notar como me temblaban las manos.

Y la música sonó, y os pido encarecidamente que leáis este párrafo, con la canción de fondo a ser posible, quizá así captéis la intensidad del momento que viví.

Empezamos a movernos como si fuera un valls, Alicia sabía inglés de sobra, yo sólo lo entendía a medias, pero me sabía la canción de memoria, y lo que decía. Alicia sonreía con las bellas arrugas en sus ojos al ir descubriendo mi petición, yo pretendía mantenerme serio, sin lograrlo,  mirándola a los ojos mientras dábamos vueltas por la sala. Casi parecía que todo el mundo se había apartado para dejarnos paso, cada giro y cada vuelta era más atrevido y rápido.   Alicia, con sus zapatos de tacón, apenas podía mantenerse si no la tenía sujeta, pero sonreía, y yo con ella. En un giro, la alejé, dando vueltas sobre sí misma dejando que el vuelo girara estéticamente, acabó a un par de metros, y casi imbuidos por el espíritu de esas películas, ella reaccionó con una pose sensual y frágil. Acudí a su espalda para seguir danzando con ella, siguiendo mis pasos, rodeándola con mis brazos,  y para cuando acabó la música, ya estabamos cara a cara de nuevo. Con cada nota final nuestros labios se acercaban, cada vez más, hasta que la canción terminó, y la gente rompió a aplaudir haciendo desaparecer aquella fugaz tentación, a escasos centímetros de besarnos. Eso no cambió que siguiéramos pegados el uno al otro unos segundos más.

-ALICIA: es una bella canción.

-YO: lo es – carraspeé al oír de nuevo la mierda de música programada, y seguimos danzando unos minutos mientras hablábamos.

-ALICIA: bailas mejor de lo que recordaba.

-YO: gracias…tú no has estado mal – golpeó mí pecho, sonriendo.

-ALICIA: gracias – me conocía lo suficiente como para saber que, si no era políticamente correcto, es por que prefería bromear a decir que bailaba como un ángel. No sé a cuantas mujeres conocéis en vuestra vida, pero si bailáis con una, bailar no perrear, y al hacerla un giro dejándola sola, sin ensayar ni hablarlo, hace un gesto de baile llamándote, no la dejéis escapar nunca.

-YO: supongo que esta fiesta es algo más que una fiesta – la guiñé un ojo, para que supiera de qué hablaba, pero no hacía falta.

-ALICIA: no te preocupes, Eleonor no nos escucha, aunque quisiera no podría llevar ningún micro sin que se me notara – en eso tenía razón, el vestido no dejaba nada a la imaginación.

-YO: ¿Qué hacemos aquí entonces?

-ALICIA: seguramente tenga ojos mirándonos ahora mismo, desde que la dije que liarnos tú y yo es complicado, está muy irascible, pero la tengo controlada, y si cree que lo estoy intentando, se calmará.

-YO: una puesta en escena muy elaborada, felicidades.

-ALICIA: gracias, Hera es una zorra muy lista – su lacónica sonrisa, no desvío mi mirada del gesto tenue con el dorso del dedo índice apartándose el cabello del rostro.

-YO: ¿Y qué puedo hacer para ayudar en tu causa?

-ALICIA: no creo que puedas hacer nada más útil que este baile…- cogió aire dejando de bailar un segundo - …aunque si te soy sincera, no estoy aquí por Eleonor, no del todo.

-YO: menos mal, ¿La barra libre quizá…? – el humor como escudo de protección, ¿Os suena?

-ALICIA: esto es serio…quiero decirte algo y que no te enfades - volvió a coger aire.

-YO: está bien.

-ALICIA: quiero dejar de ser tu hermanita.

-YO: nunca, me niego.

-ALICIA: tú escúchame…sé que hay problemas, y un millón de inconvenientes, pero no puedo dejar de sentir una punzada en el corazón cada vez que te veo en los brazos de otra mujer.

-YO: no te preocupes por mí, sé cuidarme sólo.

-ALICIA: no me preocupo por ti…me preocupo por mí, por que tengo miedo, no a que te hagan daño, si no todo lo contrario…a que encuentres a alguien, otra vez…y te aparte de mí - sentir sus dedos jugueteando entrelazados en mi cuello, no distrajo mi atención. Alicia acababa de decirme que no quería que encontrara  a otra mujer, por que me quería para ella. Y eso fue algo a lo que tardé en responder, en ese momento no sabría decir por qué, pero me sentí genial al oírselo decir, tanto que no quise admitirlo, y pensé una salida.

-YO: ya hablé de esto contigo, Alicia, no voy a permitir que Eleonor estropeé nuestra amistad.

-ALICIA: ya no hay amistad, Raúl…y no es por Eleonor, si no por nosotros…o al menos por mi.

-YO: no puedes hacerme esto, tú no.

-ALICIA: lo sé, y no es justo, pero aquí estoy, con un vestido ridículo, en una estúpida fiesta, pintada como una puerta…y es por ti…por que sólo así puedo tener la intimidad suficiente como para hablar contigo sin esa bruja escuchando – sus ojos se cristalizaban.

-YO: pues te agradezco en el alma el esfuerzo, pero la respuesta es la misma, Eleonor no dictará lo que pasa en mi vida, aunque sea una farsa.

-ALICIA: ni yo quiero eso, ¿Pero por qué tiene que ser por que ella lo diga, y no por que nosotros queremos?, Por qué yo…quiero… ¿Y tú? – salvo en el balcón, fue la vez en toda mi vida que la vi más débil, más frágil y más asustada.

-YO: no…esto no pasaría si Eleonor no lo hubiera pedido – le tembló la barbilla. Fue lo último en que me fijé, antes de dejarla en la pista de baile,  e irme a la barra a pedir vodka a palo seco.

No me atrevía a mirar atrás, estaba a punto de echar a llorar, ni siquiera me gustaba el vodka. Tenía un vaso en la mano, y me temblaba, no compendia por qué hacía lo que hacía, ni por qué no hacía lo que no hacía. Era una mezcla de orgullo y estupidez, lo sabía y aún así, me seguía negando. Cuando el camarero se fue a ir, le cogí la botella de la mano, y mi furia reflejada en el rostro hizo que no la reclamara. Al girarme, a mi lado había una mujer, de unos 26 años, metida en un traje negro escotado en pico, y con una talla 100 de pecho, y apareció él.

-ZEUS: hola preciosa, ¿Cómo te llamas? …– Tamara, creo que me dijo –… ¿Quieres compartir unas copas? Necesito buena compañía.

-TAMARA: por qué no… – se dijo a sí misma, en vez de a mí, repasando mi aspecto impecable.

Cogí una copa sin permiso de la barra, y  arrastré a una esquina a mi nueva amiga. La di dos copas, y ya la tenía sobándome el cuerpo con sus senos. Zeus batió un récord, y en diez minutos ya me estaba llevando de la mano a las habitaciones del segundo piso. En los ascensores, apareció Alicia con el rímel corrido de lágrimas grises.

-ALICIA: ¡Por favor, no hagas esto!

-ZEUS: voy a follárme a esta guarra, déjame.

-ALICIA: no lo hagas, por favor,  te lo pido como…

-ZEUS: ¡¡¿Cómo qué…? Seguro que quieres que me vaya contigo ¿No? Para “convencer” a Eleonor!!

-ALICIA: ¿Tan horrible sería para ti? – sollozaba ante mí, y esa imagen me puso furioso.

-ZEUS: ¡¡¡¡Cállate, puta estúpida, ¿Sólo sabes joderme la vida? Lárgate de aquí, antes de que te parta la cara!!!! – la levanté la mano, y si Támara no me mete en el ascensor, no sé que hubiera pasado.

Ni pensé en lo que hacía, Zeus tenía el timón, como tanto me temía, se había hecho dueño de mi cuerpo, y le metía la lengua hasta la campanilla a aquella mujer en el ascensor. No se creía lo que palpaba entre mis piernas, no le importó que le sacara las tetas y se las lamiera echando el vodka por encima.

Al llegar a su habitación, la desnudé tan rápido que apenas vi el tanga negro que llevaba, y se tumbó boca arriba abriéndose de piernas, y acariciando su coño lleno de pelo cuidado. Tamara tenía la botella en la mano, y seguía bebiendo, me bajé los pantalones con la polla aún medio dura, e incluso  así, hizo que Tamara escupiera el trago ruso que tenía en la boca.

Allí estaba Zeus, de pie, con la polla fuera, una hermosa mujer desnuda delante, con grandes tetas y  las piernas abiertas, y el dato más importante de todos…estaba quieto.

-TAMARA: vamos, ven a la cama y chupa las tetas de tu mami – la bebida ya le pasaba factura.

-ZEUS: sí…ahora mismo voy – pero allí seguía, de pie, inmóvil.

-TAMARA: ¿Tienes miedo de que no seas suficiente hombre para estas? – se amasó lo pechos que colgaban, enormes y tersos.

-ZEUS: no, te destrozaría, como a todas…-  “¿Por qué cojones  uso el condicional?”

-TAMARA: anda, deja que te anime – se abalanzó al suelo a coger mi polla, pero la cogí de las manos.

-ZEUS: para – sonrió, y lo volvió a intentar.

-TAMARA: sé usar las manos.

-ZEUS: PARA  - se alejó un poco.

-TAMARA: oye, me estas poniendo nerviosa…- y más se asustó.

-YO: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡PARA!!!!!!!!!!!

-TAMARA: ¡Pero si no te estoy tocando! – titubeó al hablar, no entendía que no hablaba con ella.

Por primera vez en mi vida, Zeus obedeció a Raúl.

Me vestí y salí disparado de allí, gritándome insultos a mí mismo, dándome golpes en la cabeza por ser tan imbécil de haber tratado así a Alicia. Bajé al salón de la fiesta, desesperado, buscando a Alicia, pero no la encontraba. Eli me llamó a lo lejos, la cogí de los brazos, levantándola del suelo.

-YO: ¿Dónde está?

-ELI: ¿Qué pasa? Alicia estaba llorando y echa polvo.

-YO: soy un puto retrasado mental, eso es lo que pasa, ¿Dónde está? – Eli gemía de dolor al sentir la fuerza de mis manos.

-ELI: no sé donde  está…ha dicho que subía al ático…a coger un poco de aire.

Antes de que terminara las palabras “Subir al ático”, se me abrieron los ojos de puro miedo, y antes de que Eli terminara la frase, y tocara el suelo con los pies, ya estaba corriendo hacia los ascensores. “¡NO POR DIOS…AL ÁTICO NO…OTRA VEZ EN EL BALCÓN, NO!”.

Pulsé todos los botones de los elevadores, la gente me miraba asustada, pero no tanto como yo. Esperé exactamente tres segundos, y  fui por las escaleras, “No tienes tiempo, no esperes, corre… ¡VUELA!”. El hotel tenía diecinueve plantas y el ático, no recuerdo haber pasado las diecinueve  plantas, sólo el último tramo de escaleras que daba al ático, y lo recuerdo por que había una mole colombiana medio escondida en el rellano. No me vio venir,  pasé a su lado a tal velocidad, que  al darle un  empujón,  su cabeza chocó contra la pared, y quedó inconsciente en el suelo. Abrí la puerta con un pánico que sólo recordaba haber tenido la mañana de mi operación, temiéndome que Alicia estuviera en el borde del ático, o peor…que ya no estuviera en el borde del ático.

Del golpe de la puerta al abrirse, Alicia se giró, sentada en mitad de unos ventiladores industriales, asustada del sonido. Al verla llorando, acariciándose el tatuaje de una mano en la muñeca de la que la sostuve en aquel balcón, cómo me prometio que se haría, pero muy lejos de los bordes del ático…Fue como si el mismísimo Dios, Jesús, la Virgen, todas lo santos,  Alá, Yahveh, Buda, Brahmá, Visnú, Shivá o la Trimurti,  la madre tierra, el sol, los planetas, el Olimpo entero, y todos los dioses y profetas que ha habido, hay, y habrá jamás,  me tocaran con su divinidad. Caí de rodillas en su regazo, Alicia me acarició el pelo al entender el horror que había pasado aquellos instantes.

-ALICIA: tranquilo, ya te dije que no…

-YO: TE QUIERO …– la interrumpí,  brusco, jadeando, asfixiado y con el corazón en la boca, pero me sentía desfallecer, y tenía que  decírselo, necesitaba que lo supiera – …TE QUIERO … – no podía decir otra cosa, no me llegaba oxigeno al cerebro, y estaba mareado, pero no podía parar de decirlo –…TE QUIERO…TE QUIERO, TE QUIERO Y TE QUIERO…– hundí mi cara en la falda de su vestido, no tenía valor ni fuerzas para mirarla a la cara, por lo que le acaba de hacer con Tamara, y sobretodo, por lo que Alicia  podría contestar.

-ALICIA: pero…

-YO: ¡Me da igual, TODO!  – seguía cogiendo aire a bocanadas, ahogado, sobrepasado y derrotado a sus pies, rendido.

-ALICIA: ¿Y la chica?

-YO: la tenía desnuda en la cama, y no podía pensar en nadie más que en ti, que les den por culo…a ella…a todas…a Eleonor…a Hera…a Zeus…que se pudran en el infierno… TE QUIERO – cada vez que lo decía, lo veía más claro, sonaba mejor, y el mundo era menos oscuro a mi alrededor.

-ALICIA: Raúl…yo…- quiso alzarme la cabeza con sus delicadas manos.

-YO: pero me da igual…TE QUIERO – no tenía la capacidad de establecer una conversación racional, sólo un tornado de cosas en mi cabeza.

-ALICIA: y yo a ti…yo…yo también te quiero - me levanté al oírselo decir, haciendo acopio de todo lo que daba mi cuerpo de sí. No razonaba con claridad, un millar de ideas pasaban por mi cabeza, y no tenía forma de decirlas todas a la vez, pero si no las decía, me quemarían por dentro.

-YO: no…no me entiendes…-  no lograba enfocarla de lo mareado que me encontraba –…no te quiero…no, esa no es…no es la palabra…no te quiero…no eres mi hermanita, nunca lo fuiste…era yo…tenía miedo…así te tenía cerca…pero no me arriesgaba…no…no te quiero…te amo, te amo con locura…desde el primer día que te vi y me repasaba las lecciones de lenguaje el día antes de enseñarte, desde ese día te amo…te amo como nunca amé a nadie… ni a Lola, ni a Ana…las quise, las respeté y fui lo mejor que pude con ellas…pero no las amaba…no como a  ti…mataría por ti…creo que he matado ya…al que te vigilaba…espero que fuera de Eleonor…le he estampado la cabeza contra la pared…- señalé a la puerta, por la que en cualquier momento, un colombiano de un cártel de la droga,  con la cabeza herida,  podría salir -…dios….¿Iré a la cárcel?...Me da igual…he subido por las escaleras…corriendo… diecinueve pisos, creo…no sé…no los he contado…me daban igual, los pisos, los vigilantes…los haría volar como una bola de bolos a los bolos…para llegar hasta ti…te amo…toda…eres increíble…eres guapa…¿Dónde estás? …– me di la vuelta, vi el reflejo de su vestido,  no podía enfocarla a ella - …ahí…- señalé -…¡Oh sí!…Guapa…pero lista…no sólo estás buena…que también…vamos que tienes un polvazo…pero no es eso…te amo…pero por que eres buena…dulce…y por que te frotas la nariz cuando ríes…por que te agachas doblando las rodillas para coger algo, y no enseñando el culo como las demás zorras…te amo…por que para estornudar tienes que mirar a una luz fijamente…por cómo trenzas  tu pelo con los dedos cuando hablas por teléfono…por que pones los brazos en jarra cuando te enfadas…te amo…por todo…por cómo te sientas sobre una pierna…por cómo juegas con la lengua con la pajita  de una  bebida cuando vas a beber…por cómo te recoges el pelo en un moño con la mano cuando tienes calor…por eso y por más…tengo…tengo miles de cosas…pero no me acuerdo de muchas…te amo…qué bien suena ¿No?...Te quiero, te amo Alicia, y ahora lo sé…no sé por que no quería…dios, y las arrugas de tus ojos cuando sonríes de verdad, y no de mentira…son maravillosas…toda tú lo eres…te amo…- me faltó el aire,  me dio flato, caí a suelo dolorido y boca arriba, mirando el cielo estrellado ante mí, y una luna creciente de fondo. Se veía precioso, por que además, lo veía borroso, como en un sueño.

-ALICIA: ¡¡¡Raúl!!! -  oía su voz de fondo, como si  estuviera metida en una concha marina, mientras repetía mi nombre. Sentí un dolor agudo en el pecho, pero eran sus manos apoyadas en mi tórax. Lo intuí, no lo sentí, por que  Alicia apareció en el encuadre de mi visión, con la luna de fondo y su cabeza delante, parecía que la luna era su corona.

-YO: mi reina…- sonreí de forma absurda, notaba sus dedos deshaciendo el nudo de mi pajarita, y desabrochando los tres primeros botones de la camisa.

-ALICIA: ¡RAÚL! - de golpe se me pasó el efecto, y escuché su voz, fuerte, aguda y con cierto susto, cogiendo aire a quintales.

-YO: ¿Sí, dígame? – me cogió de la cabeza, palpando mi yugular con sus dedos.

-AICIA: ¡¿Estás bien?! Por todos los cielos, tienes el pulso a punto de reventar.

-YO: me da igual…moriré feliz, te amo y nada cambiará eso – la vi bien el rostro por primera vez desde que acudí al ático, su sonrisa y sus arrugas estaban allí, esperándome. “Maldita pajarita, casi me mata”

-ALICIA: ¡¿Estás mal de la cabeza?! – lo debía de parecer, despatarrado en el suelo, con el pecho hinchándose y desinflándose a un ritmo antinatural, hasta sentía las gotas de sudor recorrer los huecos de mi cabello.

-YO: sí…o eso me dicen a menudo – su delicada sonrisa, me devolvió a un plano terrenal.

-ALICIA: madre mía…pobre de mí…amo a un loco…– “Me ama” fue lo único que escuché. Oírlo fue como si estuviera a  punto de morir en un juego, y tomara una pócima que me hacía recuperar toda mi salud. Sus manos cogieron mi cara, y acariciaron mi rostro durante unos segundos –…sin duda ha sido la declaración de amor más atropellada, imprevisible y espontánea de la historia – me puse de rodillas, recobrando el aliento, y a Alicia la puse de pie. Quería hablar, pero me ardían los pulmones, trataba de alzar un brazo para coger su mano, pero no podía, se me cansaba el brazo y tenía que apoyarme en mis muslos, para no caer de nuevo al suelo.

-YO: llevo demasiado tiempo negándome, tomando decisiones  que guían mi vida por dónde no quiero ir, se acabó, esto es todo lo que hay…– abrí los brazos, mostrándome –…no tengo más, sin artimañas,  ni artificios, incluso si ahora mismo estás del lado de Eleonor y todo esto es una patraña, te ofrezco todo lo que soy, cuanto tengo y cuanto tendré,  junto a la promesa…no…la amenaza de pasar el resto de mi vida tratando de hacerte feliz a cada instante.

-ALICIA: ¿Amenazas mucho? – sonrió, y me aupó ante ella, de pie, cogiéndome del rostro con un cariño desconocido para mí, rodeándola con mi cuerpo, y mirando desde arriba sus tiernos ojos ilusionados y sus arrugas en los ojos. Alicia sabía la respuesta a su pregunta, me lo había oído decir demasiadas veces,  pero quería oírla una vez más.

-YO: solo  cuando sé que soy capaz de cumplirlas.

Nos besamos, y de nada vale  relatar los escasos segundos previos que tardamos en cerrar los ojos y juntar nuestros labios. No creo que el mejor poeta o escritor de la historia fuera capaz de describir con exactitud lo que sentí, por ello, no voy a intentar hacerlo yo.

Sólo sé que cuando se puso de puntillas y  terminó ese primer beso, supe que no querría besar a nadie más en toda mi vida. “Es ella”,  se repetía en mi cabeza, cuando un segundo beso, más largo y tierno, provocó que una corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo, acabando en un chispazo en mis labios, que sentí cuando los suyos se despegaban de los míos lentamente. Me quedé unos segundos con los ojos cerrados, saboreando el instante, cada matiz y cada aspecto maravilloso de todo o que pasaba. No sabía si fue su beso, o la situación, pero me podrían haber pegado el tiro allí mismo, y moriría feliz.

Alicia se acurrucó en mi pecho, con mis brazos rodeándola, puso su barbilla en mi cuello mirando al cielo, pese a  los tacones, le sacaba una cabeza. Al abrir los ojos y mirar hacia abajo, vi la imagen más perfecta de la belleza, una chica normal, con el rímel gris totalmente estropeado y el carmín manchando, fuera de sus labios por aquel par de besos, y no cambiaría esa visión por nada del mundo.

Su sonrisa se me pegó, y me agaché para cogerla de las piernas juntas, y alzarla un metro en el aire dando vueltas. Se apoyó en mis hombros por no caerse, y reía, reía sin parar dando vueltas. La veía volar, con la noche estrellada de fondo, y di gracias al universo por poner a esa mujer a mi lado.

Pasaron unos segundos hasta que la dejé bajar, le aparté el pelo de la cara con una mano, pasándoselo por detrás de la oreja, y acariciando su mejilla la volví a besar, una y otra vez, eran besos cortos, suaves, y dulces, pero me daban la vida con cada uno de ellos. Nos apretujamos uno contra el otro, siguiendo el sonido de una música que no se oía más que en nuestras cabezas, con su oído pegado a mi pecho, escuchando cómo mi corazón  estaba desbocado. Me dediqué a oler su pelo,  y le daba besos en la cabeza apretándola contra mí.

-YO: llevo esperando esto toda mi vida.

-ALICIA: ¿Y por qué no lo has hecho antes?

-YO: por que te quiero demasiado como para arriesgarme, no quería que me dijeras que no, por que entonces sería real, nunca estaríamos juntos, y eso me dolería tanto que no podría vivir, pero ahora estás aquí, en mis brazos, y nada importa ya, te quiero…te amo, ¿Te lo he dicho ya? – una risa nasal se le escapó.

-ALICIA: con esta, unas…veinte veces, creo, entre te “quieros” y te “amos” – la apreté tan fuerte que gimió de dolor, “¡No la dejaré escapar, jamás!”

-YO: esas son por las veces que no me atreví a decírtelo, por las que fui un cobarde  cuando todo mi ser sabía lo que tenía que decir, y no dije, por todo lo que debí hacer, y no hice…es el pasado, y me duele no haber sido sincero contigo – se separó medio palmo de mi pecho, y me pasó una mano por la mejilla, con un leve gesto de locuacidad en su hermoso rostro.

-ALICIA: oh, sí, a menudo el pasado duele…pero tal y como yo lo veo, puedes llorar por tu pasado, o aprender del pasado…- y me dio un capón en la frente.

-YO: eres increíble  – no sévosotros, de nuevo, pero si conocéis a alguna mujer que os alivie el alma con citas del “Rey león”, cogedla y no la soltéis nunca, y eso pensaba hacer

-ALICIA: tú,  tú eres increíble, y no dudes que te quiero y te amo de igual forma, pero soy incapaz de tener una crisis nerviosa, y a  la vez declarar mi amor…- escuchar su sonrisa era tan grato como sentirla entre mis brazos. Le acariciaba la espalda, repasando toda su columna vertebral con los dedos -… ¿Tú estás bien?  - se alejó un poco más, acariciándome el pecho con sus manos, casi ni recordaba que hacía unos minutos estaba en el suelo, medio muerto.

-YO: mejor que nunca…- rocé su rostro con el dorso de mis dedos -…aunque puede que mañana tenga agujetas – su risa era impecable, no podía dejar de intentar hacerla sonreír.

Casi ni escrito por guión, se escuchó un lanzamiento al aire, y la explosión de un cohete de fuegos artificiales llenó el cielo de luces blancas. Alicia se sorprendía, y con curiosidad, me cogió de la mano y me arrastró hasta uno de los laterales del ático, por dónde empezaron a surgir  decenas de luces en la noche.

De la fiesta de abajo, salía un castillo de fuegos artificiales, que rompió en un millar de colores y formas con un ruido atronador, y mientras Alicia señalaba y miraba atónita aquello, yo sólo podía admirar a Alicia. Desde su mano cogida de la mía, hasta su cuerpo y su cara reflejados por las luces, fueron  10 minutos en los que me sentí, literalmente, el ser más afortunado de todos los tiempos.

Alicia se frotó los brazos ligeramente, era noche cerrada y su vestido no era el que más abrigaba, así que me quité mi chaqueta y se la pase por los hombros. Al hacerlo, giró su rostro agradeciéndolo, y la rodeé por detrás con mis brazos, poniendo mis manos en su vientre, apoyando mi cabeza en su hombro, y ella dejando caer sus manos sobre mis antebrazos. Además, y aunque no era nada romántico,  mi polla se pegó a su trasero y fue incluso mejor de lo que hubiera imaginado.

-YO: deberíamos irnos…

-ALICIA: jo…un poco más, hasta que terminen los fuegos artificiales.

-YO: no queremos estar aquí cuando el gorila despierte – asintió triste, por tener que dejar el ático. No menos que yo, me hubiera quedado allí, para siempre, con ella.

Echamos a caminar cogidos de la mano, bajamos por las escaleras, y allí en el suelo, seguía aquel hombre, boca arriba con un hilo de sangre saliendo de su cabeza.

-ALICIA: ¡¡¡Madre mía, era verdad!!!! …- se agachó con elegancia, a mirar de cerca - …No te sulfures, es de Eleonor, le he visto varias veces – eso no sabía si me calmaba, o me preocupaba más.

-YO: vamos, antes de que se levanté.

-ALICIA: ains….dios…es que para ti es muy fácil…- al caminar, se retorcía sobre si misma.

-YO: qué te pasa, ¿Estás bien? – sonrió.

-ALICIA: pues no, no veas como duelen estos zapatos…- y se agarró a mi brazo, sacándoselos como la dama mejor educada de la corte. Al salir de ellos, quedó media cabeza más abajo que antes, y se agachó doblando las piernas para coger los zapatos con los dedos, y dar un par de pasos – ¡¡¡OHHHHHH JODER…QUÉ GUSTO!!!  - me miró sin entender por qué la miraba tan embobado. Se acababa de agachar, como  le había dicho que me gustaba de ella.

Caminamos por el pasillo hasta llegar a los ascensores, cogidos de la mano, con ella caminado descalza, tan natural, tan real…tan perfecta. De vez en cuando, subía las manos  juntas, y  besaba los dedos. Bajamos, y al pasar de refilón por la fiesta, Eli nos saludó, cuando la vio con mi chaqueta, y de la mano, alzó una copa, a modo de brindis imaginario. La di las gracias,  mientras nos íbamos.

-ALICIA: ¿Qué es lo que te dijo antes? ¿Lo que te susurró?

-YO: que me dejara de gilipolleces, y que tú y yo nos queríamos de verdad.

-ALICIA: “Nada que no supieras” – recordó lo que la dije anteriormente. Se paró en seco, pasó sus delicados dedos por mi pecho, y alzó la mirada de forma coqueta y divertida, antes de besarme con tal cariño que no entendí por qué perdí el tiempo con cualquier otra mujer antes de aquel beso.

Caminamos hasta la calle, y Alicia paró al llegar a  la acera, iba a dejar los zapatos en el suelo para ponérselos, pero no la di opción. La cogí en brazos, como a una princesa, y entre risas, y alguna carantoña, la llevé así hasta mi coche. No fue una gran hazaña, había aparcado cerca, pero quedó como un detalle hermoso. Nos subimos al coche, y acaricié la parte de su pierna descubierta por el vestido.

-YO: ¿Y ahora...qué?

-ALICIA: ¿Qué sueles hacer con las demás chicas cuando logras su amor? – cierto retintín en su voz me sacó una carcajada.

-YO: ya sabes lo que hago.

-ALICIA: podríamos hacer lo mismo…– no era un pregunta, ni una negación, ni una afirmación…fue una idea al aire.

-YO: no.

-ALICIA: ¿Por qué?

-YO: por que tú no eres como las demás…  – podría, sí, llevarla a su casa, acostarme con ella, y cumplir en una sola noche todos mis deseos más internos. Pero eso no sería diferente a lo que haría con cualquier otra –…te llevo a casa, es tarde…- por algún motivo, esa decisión,  la hizo sonreír. Quizá, no era lo que esperaba, pero entendió mis motivos, y que ella, realmente,  era especial para mí.

Todo el camino, jugamos con nuestras manos, y en cada semáforo me quedaba maravillado mirándola. Estaba medio recostada, en el asiento y la puerta del copiloto, con las piernas juntas sin cruzarlas, y la cabeza ladeada, apoyada de forma natural sobre el asiento, mirándome con ojos ilusionados y tiernos. Cuando la miraba a los ojos, aguaitábamos unos segundos de seriedad, de tensión sexual, pero enseguida sonreíamos, y sin llegar a creernos lo que había pasado. Al llegar a su casa, ninguno salió del coche.

-ALICIA: ¿Entonces, se acabó?, ¿Yo a mi casa y tú a la tuya?

-YO: déjame ir despacio, no quiero cometer ninguno de los miles de errores que cometí con Irene, Ana, Lola o cualquier otra mujer, tú te mereces más,  seré mejor…  por  ti – se alzó sobre mí,  acariciando mi cara, y besándome, para luego limpiar las mancha de carmín de mis labios.

-ALICIA: sube, aunque sólo durmamos juntos, pero sube, por favor – suplicó, con sus ojos a escasos centímetros de mi cara, “No puedo negarle nada, nunca pude”.

-YO sólo dormir – sentencié.

Subimos sin hacer mucho ruido, y al entrar, fuimos derechos a su cuarto. Sabíamos que había micros  y cámaras de Eleonor, así que teníamos que ir con calma. Nos dimos una serie de cortos besos, y me vencí de espaldas a la cama, con ella encima.

Se había quitado mi chaqueta, y estaba tan sexy que volvería loco a cualquier hombre. Sentía su cuerpo aprisionando el mío, y sin poder contenerme, mi lengua entró en su boca, fue la primera vez que sentí su lengua jugar con la mía. Al primer contacto, Alicia  sonrió nerviosa, no menos que yo, fue tan raro como divertido, y volvimos a fundirnos en un beso largo y húmedo. No sé cómo, mis manos bajaron por su desnuda espalda hasta agarrar su trasero, me sentí avergonzado  al verla reír sorprendida, pero no había forma humana de dejar de apretar aquella obra de arte.  Sentía sus nalgas, firmes y tersas, incluso por encima de la tela del vestido, tan grandes que mis manos no podía abarcarlas, y al sentir mis habilidosos dedos, dejó de besarme para cerrar los ojos y morderse el labio.

-ALICIA: ¿Seguro que sólo quieres dormir? – en aquel momento, ni yo mismo lo sabía.

-YO: si no sales de encima de mí, no podré averiguarlo – sus brillantes ojos se tornearon dulces, y me dio un último beso, tenue y delicado, mientas se estiraba sobre mi cuerpo, como una gata.

Se levantó sobre mí, y se dirigió al baño. Yo estaba en la cama, mirando como se desvestía, como soltaba el nudo de su hombro y el vestido caía hasta la cintura. La tenía de espaldas, así que no vi sus senos, aunque no sería la primera vez que los vería, ya lo sabéis. Pero cuando empezó a meter los dedos pulgares por la cintura, haciendo círculos por su cuerpo, para ir bajándose el vestido por la cadera, mi polla se puso tan dura que me dolía  atrapada en el slip.

Cuando se lo sacó del todo, y lo dejó caer a sus pies,  apareció un tanga negro, no de hilo o de zorra, si no que casi parecen bragas, pero no lo son. Todo el proceso, Alicia lo hico con una candidez y sensualidad tan inocente, que dudé, mucho, si sacarme el rabo y masturbarme para calmar mi fuego. Alicia se giró consciente de que la observaba, y con gesto grácil se metió en su baño. Abrió el grifo de la ducha, y se dio un baño rápido, la perdí de vista antes de que se quitara el tanga y las medias.

Cuando salió, me llegaba el olor a fresco y a crema hidratante, tapando su cuerpo con una toalla, sin cerrar a su espalda,  y otra enrollada en la cabeza para secarse el pelo Era un cabello demasiado largo como para ponerse con un secador, tardaría horas. Al cruzarnos al levantarme par ir al baño,  la besé tan fuerte que la doblé la espalda. Me di la ducha de agua fría más larga del mundo, treinta minutos sin poner el agua caliente, ni tibia. Me jacto  yo ahora de la moda del reto de cubos del agua, aquello debió rozar la hipotermia, pero al final, mi polla bajó.

Al salir del baño, iba solo con el slip, no tenía más, buscaba mi camiseta interior, la que se pone bajo la camisa al llevar traje, pero no la encontraba. Alicia se quedó sentada en la cama, mirándome con ojos golosos, nadie puede culparla por ello, y menos yo, que al verla con mi camiseta interior puesta, que le quedaba grande, tapándole un pantalón corto negro gastado del uso, y dejando caer toda su  melena en un lado, secándosela con la toalla, casi se me vuelve a poner dura. Con la cara lavada, sin artificios, sólo el pelo  húmedo de la ducha mojando la zona de su seno derecho en la camiseta…estaba para comérsela, pero creo que incluso vestida de porqueriza del siglo XIV, lograba ser hermosa para mí.

-YO: no sé si voy a durar mucho en esa cama contigo, no  quedándome quieto.

-ALICIA: tú decides…- su tono travieso me encandiló - … pero por favor, ven y acuéstate conmigo – extendió su mano, y se la cogí. Me tumbé en la cama, y Alicia se recostó sobre mí, tapándonos con las sábanas.

-YO: dios…no sé cuantas veces habré soñado con esto.

-ALICIA: no menos que yo desde que Teo  y yo cortamos – “¡Mierda, Teo!”.

-YO: tengo que llamarle y quedar, hablaré con él mañana mismo, tengo que decirle esto – “A él, a Dany, y a muchas más…”

-ALICIA: no soy suya, ya no, cuando me puso los cuernos perdió el derecho a…- la abracé fuerte.

-YO: merece saberlo – no objetó de nuevo. Se pasó media hora jugando con sus dedos en mi pecho, y besándome el cuello de forma intermitente.

Alicia se durmió, gracias al cielo, un par de besos más en mi cuello, y no podría pararme ni un ejército. Era una presa en un río, intentando soportar una riada, pero por primera vez, fui capaz de controlarme, de no dejarme guiar por mis instintos, ni mi entrenamiento. Todo decía que tenía que tomar a aquella mujer en ese momento, todo menos yo.

Se giró inconsciente, pasado un rato, y me pasó un brazo por encima suyo, quedando en cuchara, rodeándola con mi cuerpo. Por un instante, nos vi a Ana y a mí en esa misma posición, y pese al riesgo, la cama no era tan grande como para alejarme, ni mi polla tan pequeña, ni su culo tan escueto. Sentía el roce de su culo sobre mi abultado paquete,  y me mataba. Trataba de no ponerme empalmado,  y lo logré, en especial, por que me pasé la una hora más nervioso que cualquier otra cosa, como el perro que se pasa horas persiguiendo su juguete, y cuando lo tiene, no sabe qué hacer con él.  Luego, otras dos horas estuve pasando mis dedos entre sus largos cabellos, se había peinado a conciencia hasta no dejar ni rastro del efecto mojado de la laca de su peinado de la fiesta, y era suave, espeso y delicado.

En esas dos horas no hubo problemas, ni conflictos, nada, mi mente estaba en blanco, casi contando cada uno de sus cabellos, incluso la oía ronronear al bajar mis dedos entrelazándose con su pelo. No aguanté más y me fui de su cama, tenía un pánico terrible a que no pudiera frenarme, y me acosté en el sofá de salón, no sería capaz de dormir en su cama. Estaba demasiado tenso y me temblaban las manos de sólo tocarla, pero una vez en el salón, pude conciliar el sueño, aunque bien pensado,  aquella noche con Alicia, era un sueño echo realidad.

(9,73)