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Alicia – El paraíso.

Teniendo que elegir un punto por el que iniciar este penúltimo relato, y siendo yo quien elige, me permitiré el lujo de comenzar en una cama junto a Alicia. Tumbado mirando al techo, con sólo un pantalón largo de pijama como prenda, y con Alicia tumbada a mi lado, cogiéndome de la mano, apenas vestida, con mi camiseta de ese día a modo de camisón, y unas finas bragas negras de encaje.

Alicia estaba con su cabeza apoyada en mi brazo, que la hacía de almohada,  jugueteando con sus dedos en los míos, mirándonos sin decir nada durante bastante tiempo, con nuestros cuerpos cansados y frescos después de haber estado un par de horas haciendo el amor y dándonos una ducha para dormir. Aún sentía su larga melena castaña, húmeda en mi piel, y de vez en cuando, nos dábamos un par de besos.

Alicia y yo nos habíamos divertido bastante durante los tres meses que habían pasado desde que me había declarado a ella, y éramos prometidos. Supongo que podría alargar la historia tres o cuatro relatos, contando lo que ocurrió en ese tiempo, pero bastará decir que Alicia fue la única mujer con la que me he acostado, y  que me voy a reservar cierta discreción por respeto a ella. Con esto, no puedo ser más claro, aparte, que sería repetirme,  no entenderíais hasta que punto todo era perfecto a su lado, por mucho que insistiera o lo recalcara.  Alicia era la mujer de mi vida, ni Ana, ni Lola, ni Irene, me hicieron tan feliz, y si no fuera por las circunstancias, derivadas de Eleonor, gracias a Alicia hubiera sido la época  en que me sentí más realizado, como ser humano, como hombre y como enamorado.

Ese día en concreto, había sido desaforado. Alicia llegó de salir con unas amigas, y se me abalanzó encima, apenas pude desnudarla, y ya me estaba montando. La forma de cabalgarme de Alicia, se parecía más una doma de un caballo desbocado que a sexo. Me pase una hora tratando de calmar su fuego, y cuando se le empezaba a pasar, había encendido el mío. Acabamos haciendo el amor otra hora más, vaciándonos el uno en el otro, me había dejado jadeando, y no era fácil. Al terminar, Alicia volvió a ser la chica dulce e inocente, que me rozaba la nariz con la suya, cuando me daba largos besos.

-ALICIA: me encanta sentir cómo me llenas. – era un fetiche para ella sentir mi semen en su interior.

-YO: ya lo veo, ¿Qué te ha pasado hoy? Venias echando chispas…

-ALICIA: nada, las estúpidas de mis amigas, que se han pasado horas hablando, y me han puesto cachonda.

-YO: umm, me gustaría saber de qué hablabais, tenéis un peligro…

-ALICIA: ¿De verdad quieres saberlo?

-YO: claro.

-ALICIA: de bebés…- sonrió sonrojada.

-YO: ¿Y eso te ha puesto cachonda?

-ALICIA: sí, estaban cotorreando, y se me ha debido de encender el reloj biológico o algo, de golpe quería que me llenaran  y sentir esa sensación, no sé,  me he imaginado por un segundo con un bombo enorme, acariciándome la barriga, y luego con un hijo en brazos…- la miraba anonadado, y ella se ruborizó -…necesitaba a mi bestia.

-YO: tendré que comprar un par de revistas  de ropa de bebé, para cuando te quiera encendida.

-ALICIA: no es broma, toda mujer sueña con tener hijos.

-YO: ¿Quieres tenerlos ahora? – había cierto nivel de pánico en esa pregunta.

-ALICIA: ¡¿Ahora…?! ¡Ni loca! – no suspiré de alivio, pero me faltó poco.

-YO: mejor, por que ya sabes que yo no puedo engendrar.

-ALICIA: ¿Por qué te  hiciste la vasectomía? – me pilló desprevenido.

-YO: pues…- “Por que me lo dijo Eli” - …para poder gozar con las mujeres sin condones, ni sustos de retoños no deseados.

-ALICIA: ¿Y ahora? Estamos prometidos, si quisiéramos tener un hijo… no podríamos.

-YO: pero no quieres, lo acabas de decir.

-ALICIA: esa no es la cuestión…– era de una de esas veces en que, un hombre, no comprende qué le quiere decir una mujer –…si quisiéramos, no podemos, y tendríamos que esperar.

-YO: pero  no queremos por ahora, mejor asegurarnos, ¿No?

-ALICIA: sí, pero hay otras formas de asegurarnos, y que no tengamos que esperar una operación, si decidimos hacerlo.

-YO: ¿Qué quieres que haga? – mi padre me enseñó que, preguntar eso a tu mujer,  te ahorra muchos disgustos.

-ALICIA: quiero que vayas al medico, y revises que…todo está bien,

-YO: de acuerdo, pediré cita – y con esa simpleza, Alicia se calmó, dándome un beso corto, y se durmió en mi pecho con una sonrisa enorme en sus labios, “Gracias papá”

Estuve pensando largo y tendido sobre sus palabras, hasta que me di cuenta de que,  realmente,  ya no necesitaba esa protección, y por alguna razón, me sentí menos hombre de golpe. Así que me dormí convencido.

Al ir al médico, y decirme que si no me operaba pronto, podría ser irreversible, no lo dudamos. Ya nos estabamos  imaginado una vida juntos, y   ahora, los hijos entraban en ese futuro. Supongo que fue mi forma de madurar, de entender que la fase de adolescente en mi vida, había terminado. Tenía 25 años y estaba prometido con la mujer más especial que había conocido. Mi despertar sexual fue bonito, divertido, y estimulante, no lo podréis negar, pero ahora, Alicia era quien me hacía feliz, y no necesitaba nada de toda mi vida anterior a ese ático en el hotel, junto a Alicia. Así que programamos la operación para unas semanas después.

Durante ese tiempo, Alicia terminó su carrera, y cumplió los 24 años. Digamos que, aprovechando mi…”condición” mientras durara, en ambas ocasiones tuvimos celebraciones dignas de ser relatadas, ¿Pero qué podría decir? Era insuperable, increíble y una gozada. Alicia se fue acostumbrando al tamaño de mi miembro desde que empezamos a acostarnos,  y con el paso de las semanas, apenas sentía dolor, sólo placer. Disfrutábamos tanto el uno del otro que teníamos que buscar momentos a solas, en el ático  o en su piso, para no despertar envidias. Era una autentica salvajada cómo nos movíamos, y cómo Alicia evolucionó. Mientras que Ana tardó más de un año en ser una amante de alto nivel, Alicia en menos de dos meses ya fue  tan buena, o mejor que ella. Cómo os dije, mientras las demás lograban ser mejores o peores con escuerzo y trabajo, Alicia lo era de forma natural, y aunque suene egocéntrico, yo la elevé a su máximo potencial. Descubrió que no sólo se podía hacer el amor, si no tener sexo salvaje y animal, gozar de forma lasciva y visceral.

La secuencia podía empezar de mil formas, y acabar de otras mil, pero ponerme detrás y destrozarla, ya fuera a 4 patas, pegando mi  pecho con su espalda en cuchara,  o de pie,  era un espectáculo por el que pagarían muchos. También, y aunque no era lo normal, el sexo oral pasó a ser parte de su repertorio, logrando que perdiera un poco el pudor al sentir el semen en su piel,  o en su boca.

Lo mejor de todo, era que eso no cambió en nada su forma de ser. Alicia se mantuvo como siempre, lista, divertida, inteligente y dulce, incluso me agradó descubrir que no tenía ni pizca de celos,  ya que Alicia conocía a muchas de mis amantes,  a que seguía manteniendo relación con algunas,  y quedaba con ellas, o  con Dany al ir al ático de mis padres…Daba igual, Alicia tenía una fe ciega en mí, y  se mostraba tan alegre como inocente. 

Alicia, jamás se preocupó por ese tema, los celos. Pero si soy 100% sincero, Alicia tenía motivos para estar celosa por su hermana, Mara.  Alicia confiaba  en mí, y yo en ella, por eso se lo comenté, y pese a que me había tirado a su hermana, muchas veces, Alicia se reía restándole importancia. Le dije que Mara y yo, nos llevábamos muy bien, nos veíamos a diario con una relación alegre y extrovertida,  y que  incluso jugábamos a pelearnos con demasiada cercanía de nuestros cuerpos. Creo que partes de mí, aún deseaban a Mara, pero es normal, era preciosa, y casi siempre la veía ligera de ropa en su piso, con top ajustados sin sujetador y en bragas o en tanga, enseñando sus largas y torneadas piernas. Sólo eran juegos, que de vez en cuando, subían de temperatura al sentir mi verga en su trasero, el roce de sus muslos contra mí, o sus manos en mi torso. Creo que Mara también sentía algo parecido. Juegos, a fin de cuentas,  que sin duda, en otra época, o estando con Ana, en alguna de esas peleas, abriría de piernas a Mara, y me la follaría salvajemente. Son pensamientos impuros que todo hombre tiene, y quien diga que no, miente. El cambio, fue que no deseaba a Mara como antaño, ni la amaba, eran carantoñas subidas de tono que se quedaban en eso. Esa parte de mi vida terminó con Alicia, que simplemente, habló con Mara para que fuera un poco más recatada por casa.

Supongo que no se puede madurar de golpe, y que aquello con Mara, que realmente nunca llegó a ser nada, eran los rescoldos de mi viejo “Yo”, apagándose. En el fondo, somos humanos,  imperfectos por definición, y pese  al amor que procesaba por mi prometida, mi cabeza  funcionaba a esa escala, buscando piezas de caza de forma constante. La conclusión que saqué, es que no se puede convertir a un león salvaje, en un gato doméstico, no de la noche a la mañana.

Por suerte, se acercaba la fecha de mi operación, “Otra más”,  y eso me distrajo de  pensamientos indecorosos. Nada como pensar en un tío con un trozo de metal afilado cortante en las pelotas,  para que se te olvide todo a tu alrededor.  Esta ve la operación era para devolverme mi capacidad de tener hijos, y sentar la cabeza a golpe de bisturí.

Alicia no se separó de mí ni un instante, y se quedó a dormir conmigo la noche previa en el hospital. Estabamos en la cama, con Alicia recostada a mi lado, cuando nos avisaron de que era la hora, y me irían buscar en breve. Era gracioso verme con una bata de hospital, con el culo al aire, y tan corta que tenía que tener cuidado de que mi miembro no se asomara por debajo, debido a mi corpulencia. Al menos, a  Alicia le hacía gracia verme así, y la repliqué que ella estaba horrible, por haberse quedado a dormir conmigo esa noche, pero era mentira. Con su larga melena castaña algo alborotada,  ya que llevaba una goma de pelo grande en la muñeca derecha, para  cuando se hartaba y se hacía una coleta, pero se la volvía a quitar, en un ciclo eterno, sin maquillar en absoluto, y con ojeras algo marcadas, pero estaba hermosa, vestida con una camiseta holgada  sin mangas, dejando ver parte de su sujetador, color blanco, por las oberturas de los brazos, y con un pantalón largo grisáceo, ceñido y cómodo, que realzaba su figura de forma naturalmente sensual. Nos dimos unas duchas rápidas, para estar listos, y debido a la tardanza, regresamos a la cama, acariciándonos.

-YO: creo que soy la persona de mi edad, que más tiempo ha pasado en hospitales y médicos.

-ALICIA: hombre, están los chicos con cáncer y esas cosas, pero desde luego, tienes un don.

-YO: entre las jaquecas, las pruebas previas, la operación del tumor, la recuperación, revisiones, peleas, la puñalada…tengo  que tener un mal de ojo.

-ALICIA: y no te olvides de lo que nos trae aquí hoy…

-YO: claro…la vasectomía…sí, pero eso fue por que quise.

-ALICIA: ¿Tuviste miedo cuando te la hiciste?

-YO: pues un poco, creo que nunca entenderéis las mujeres lo que es saber que te van a cortar en los huevos.

-ALICIA: ya, pobrecillos…un día te llevo a ver a mi ginecólogo… – sonreímos los dos –… ¿Y ahora, tienes miedo?

-YO: contigo a mi lado, nunca tengo miedo – bufó cansada.

-ALICIA: deja de decir esas cosas, me ruborizas… ya nadie habla así.

-YO: pues deberían, la gente vive con demasiado miedo a decir la verdad de lo que sienten, yo mismo he vivido así durante demasiado tiempo.

-ALICIA: la gente no está preparada para saber la verdad, todo el mundo dice que quiere saberla, pero actuamos como hipócritas, por que si fuéramos completamente sinceros, nos asustaríamos unos de otros. La realidad, es que  la gente teme la verdad.

-YO: sólo por que creen que les hará daño, pero la verdad nunca hace daño, no es ni buena ni mala, es la verdad, y si estás dispuesto a afrontarla, puedes lograr cosas maravillosas.

-ALICIA: ¿Como qué?

-YO: como a ti…- levantó la cabeza, y me miró a los ojos -… hubiera vivido una vida llena de sexo, lujos y comodidad si hubiera decidido rendirme a Eleonor, pero la verdad es que no la amaba. Me ha hecho mucho daño esa verdad, demasiado, pero si no fuera por ella, ahora no estaría prometido con una mujer increíble, que me ama tanto como yo la amo a ella, y que está tan segura de lo nuestro, que me tiene aquí tumbado.

-ALICIA: podríamos anular la operación…

-YO: ya escuchaste al médico, si lo sigo atrasando puede volverse irreversible…no podría tener hijos de forma natural.

-ALICIA: ya, ¿Pero lo haces por que quieres, o por mí? No quiero que te arrepientas más adelante.

-YO: lo hago por que algún día quiero pasarme horas acariciándote la barriga hinchada y enorme, con una vida naciendo dentro de ti, obra de nuestro amor,  siendo consciente de que la semilla la puse yo, y no un cirujano con guantes de látex y una jeringuilla muy larga, en una sala esterilizada – torneó los ojos con ternura, y me besó.

-ALICIA: no vas a querer verme fea, gorda, cansada, dolorida, llena de ojeras y cambios de humor…

-YO: y el dolor de espalda, no te olvides…pero sí, sí quiero, y lo sufriré como mejor pueda, por que incluso  así, seguirías siendo preciosa.

-ALICIA: ya veremos, en un futuro muy, muy lejano…

-YO: además, te crecerán los pechos, eso siempre es bueno – se rió al golpear mi vientre y hacerse daño con el anillo de compromiso, que no se había quitado desde hacía tres meses, desde que le pedí matrimonio en Teruel, y desde que empezamos a acostarnos juntos.

-ALICIA: eres un degenerado…no bromearás tanto cuando sea tu hijo al que  amamante, y no a ti.

-YO: le envidiaré, seguro, pero…casi me lo puedo llegar a imaginar,  estar tumbado en una cama,   contigo delante, de rodillas recostada en un sofá, con nuestro bebé en brazos,  uno de tus pechos fuera, con él  tomando su alimento de tu cuerpo, y veo tu cara llena de maternidad orgullosa, de una  bondad delicada, y casi puedo sentir la satisfacción y la felicidad que eso me produciría – no me había dado cuenta, pero Alicia ahora había alzado su cabeza, y me miraba a escasos centímetros de mi cara, supongo que imaginándose la escena tal como yo la veía en mi cabeza. Me besó, de la forma tan dulce y suave que sólo ella sabía, con un sonoro ruido al separar nuestros labios, y que lograba que cerrara los ojos y me transportaba a la entrada del paraíso.

-ALICIA: no puedo contigo…eres demasiado soñador.

-YO: por eso soñamos, para saber qué debemos alcanzar, si no soñáramos, seriamos unos infelices que vagan sin rumbo. Soñamos para aspirar  a una vida mejor – un largo silencio, con ella recostada sobre mí,  bastó para tranquilizarme, hasta que unos golpecitos en la puerta, me sacaron de mis pensamientos.

-ENFERMERA1: disculpen, ya estamos listos.

-ALICIA: vale, gracias – se puso en pie, algo confusa, creo que se haba adormecido, y recogió sus cosas para acompañarme. Un celador soltó lo frenos de mi cama, y me llevó a la zona de cirugías, donde me despedí de mi prometida.

-YO: te quiero, mi  bella – se dobló sobre mí, dándome tres o cuatro besos rápidos.

-ALICIA: yo a ti más, mi bestia.

-YO: por cierto, guarda esto…- me quite mi anillo de compromiso, el de plástico que era un rubí de caramelo, del que no quedaba nada, salvo la base. Al verlo en mi dedo, siempre se reía, y me decía que tirara aquello, que me compraría uno decente, pero me negaba, me había acostumbrado a llevarlo.

-ALICIA: tranquilo – se lo puso en su dedo pulgar, el único en el que no le quedaba suelto, y me metieron por un largo pasillo. Aún podía verla al girar hacia un pabellón.

-YO: ¡Diles que es volver a conectar un par de tuberías, y que si me cortan algo que no deban,  que lo pongan en un tarro, que me lo llevo a casa! – la grité desde lejos, pese a que podría haber unos veinte metros de distancia, su sonrisa y sus arrugas, eran inconfundibles.

Antes de que la anestesia me hiciera efecto, pude ver cómo una enfermera sonreía sonrojada al verme la polla colgando.

Para cuando desperté, ya estaba de nuevo en una sala de cuidados intensivos. No estuve ni cinco horas, y me subieron a planta. Allí seguía Alicia, y se pasaron a verme muchos amigos y familiares, mi madre aún se mostraba resentida por que decía que casi la dejaba sin nietos de mi parte. Yo creo que se enfadó más, por que había logrado ocultarle durante casi siete años,  algo tan importante. Eso demostró que mi madre no era bruja, y no podía adivinarlo todo. Incluso recibí una cesta de parte de Eleonor, con productos alimenticios de primera calidad, no sé que pretendía significar, pero el jamón cinco jotas estaba delicioso.

Cuando salí del hospital, con todo correcto y en su sitio, las palabras del doctor antes de salir me resonaban en la cabeza, “Ahora ten cuidado, espera un par de días para que todo encaje, pero después puedes, dejar embarazada a tu chica, como cualquier otro varón”.

Pasaron los dos días de rigor,  y tomé a Alicia,  con tres condones a la vez,  y ella empezó con el ciclo de pastillas antibaby antes incluso de la operación, por si acaso. Fue diferente, no sólo por el látex, aquello importaba, tenía cierta responsabilidad, y eso me gustaba. Al par de semanas dejó de ser raro volver has hacer el amor con Alicia, por que sí, teníamos días de sexo salvaje, pero mas tarde o más temprano, siempre terminábamos haciendo el amor.

Mi vida utópica, prometida perfecta, familia con la vida medio resulta, esperanzas de una familia propia, y hasta me empezaba a plantear la búsqueda de un trabajo honrado, aunque no tenía ni idea de lo que era eso, después de dos años y pico trabajando con Madamme.

Pero en  mi idílica vida,  había un problema, Eleonor. Pese a que se mantenía alejada, gracias en gran medida  a que Hera sabía manejarla, no cesaba en su empeño. Se había puesto furiosa, cuando fue consciente de la petición de mano a Alicia, pero de nuevo, Hera la condujo y manipuló, diciéndola que no habría mejor forma de hacerme daño, que mi prometida me dejara. La convenció de que nos diera tiempo, para cimentar nuestra relación, y  para cuando llegara la boda, me dejaría plantado en el altar,  entonces, estaría tan destrozado que acudiría a los brazos de Eleonor, implorando su perdón….si jugaban bien sus cartas y era  paciente, claro. La idea le pareció a Eleonor tremendamente original y cruel, por lo tanto, le encantó, y se ofreció a pagar hasta la boda, con tal de que fuera lo antes posible. Alicia y yo nos reíamos en la piscina del ático, cuando me lo dijo, fue divertido hasta que leí en sus ojos cierta tristeza.

-YO: ¿Qué te pasa, mi bella?

-ALICIA: nada…es solo que…te admiro.

-YO: ¿Por qué?

-ALICIA: estuviste siendo Zeus dos años, yo llevo seis meses siendo “Hera”, y empiezo a hartarme de esto, de la doble vida, del cansancio mental que conlleva. Estoy agotada, quiero acabar con esto, cuanto antes mejor, para poder estar juntos sin oír sus amenazadores pasos.

-YO: ya está cerca, lo tengo medio preparado, pero hay que esperar  el momento idóneo, o no saldrá perfecto.

-ALICIA: podemos hacerlo en cualquier momento, y nos libraremos de Eleonor.

-YO: no, sí lo hacemos ahora, la meteremos en un buen lío, pero perderíamos todas nuestras bazas, y ella es demasiado rica y poderosa, podría librarse y empezaríamos de cero otra vez. Sin contar que  jodemos al cártel, eso es ponernos en peligro, tenemos que acabar con todo, de una sola vez, para evitar cualquier problema, tenemos que cerrarlo todo para que después no nos afecte, y podamos ir por la calle sin mirar hacia atrás.

-ALICIA: lo sé, pero estoy harta de esto, no sé cómo lo soportaste todo este tiempo.

-YO: fue duro, pero desde hace un tiempo lo llevo mejor.

-ALICIA: ¿Desde que dejaste de ser Zeus?

-YO: desde que estoy contigo.

-ALICIA: pasó a la vez.

-YO: pero dejar de ser Zeus, no me hizo feliz, tú sí – se sonrojó al sentir como la rodeaba con los brazos en el agua, y como la besaba.

Aquello me dejó intranquilo, no quería que Alicia sufriera lo más mínimo, pero sabía que no podría acelerar los pasos. Todo tenía que encajar a la perfección, o correríamos serio peligro, por eso, había preferido seguir esperando hasta tener luz verde.

Después de volver a ser un hombre completo, tuvimos que dejar de ser tan fogosos. Por precaución, usábamos condones, y de vez en cuando se nos iba de las manos y no había tiempo para  el látex. Resultó que el ciclo de antibaby ponía enferma a Alicia, así que dejó de tomarlas, y si nos pasábamos de la raya,  se tomaba la pastilla del después, por si acaso, que no la afectaba tanto.

Disfrutábamos el uno del otro de formas increíbles, y siempre terminábamos abrazados durante horas. Era feliz, y creo que Alicia también, pero cada vez que regresaba de ver a Eleonor, su gesto se torcía cada vez más. Eleonor se impacientaba, rondaría los 45 años,  y no tenía tiempo que perder.

Por fin, ya casi habiendo olvidado mi plan de Miguel Ángel,  llegó el día. Aquello que, en parte, planeé hacía tres años, el plan fugaz que me llegó a la cabeza cuando llevé el maletín, con todos aquellos expedientes, al piso de estudiantes. Con Lara  aún viva. Aquel plan que había tardado tres años en armar…pero había llegado el día.

Volvía  a casa del primer trabajo decente que logré. Irrelevante. Cuando subí al ático de mis padres, a darme una ducha antes de ir a ver a Alicia, mi madre me vio, y se acercó a  saludarme.

-MADRE: hola, ¿Cómo vas?

-YO: bien…algo cansado.

-MADRE: ¿Y Alicia?

-YO: pues bien, siempre que no…- temía hablar en alto de los planes de Eleonor

-MADRE: cuídala eh, que es un tesoro de mujer.

-YO: eso hago – me pasó sus dedos por la cara, antes de marcharse.

-MADRE: por cierto, tienes una carta para ti en la mesa de la entrada.

Esas palabras no me tensaron, ni me acordaba ni la esperaba ya, lo que me puso nervioso, fue ver la carta. Un sobre blanco, sin sello ni remitente, sólo con mi nombre. Al abrirlo, había un trozo de papel, sin más, con algo escrito. “Es la señal”, suspiré profundamente, y me di la ducha.

Corrí al piso de estudiantes, al entrar, vi a Alicia en el salón viendo la TV, iba vestida con un blusa holgada de color hueso, enseñando un hombro con la tira del sujetador, y un pantalón vaquero blanco, sentada junto a su hermana. Mara iba con un top negro y un short corto de color amarillo, creo, no me paré a mirarla. Las saludé con cortesía, y miré a los ojos a Alicia, cabeceando en dirección a la terraza. Asintió, y dándome un precioso beso,  salió delante de mí.

Acudí a su espalda, estaba apoyada en la terraza,  al sentirme detrás de ella, se encorvó con ternura, y la abracé con fuerza. No estabamos allí por casualidad, era el único sitio de la casa dónde sabíamos que no había micros.

-YO: hueles genial – inspiré su cabello, con olor a cereza de su champú.

-ALCIA: miedo me das…cuando empiezas con un halago…

-YO: me conoces demasiado bien – pasé la cabeza por encima de uno de sus hombros, y besé su mejilla.

-ALICIA: ¿Por qué me has sacado a la terraza?

-YO: es la hora – le mostré el papel que venía dentro del sobre. Al verlo, se quedó sin aire, y se te tapó la boca con ambas manos. Lo cogió y lo examinó, como si allí se revelara la verdad universal, pero solo había dos letras, en color verde, “OK”.

-ALICIA: ¡¿Ya?!

-YO: así es.

-ALICIA: ¡Dios!…Llevo tanto esperando esto…que me da miedo – se giró sobre la barandilla, y me cogió la cara, dándome un par de  besos rápidos.

-YO: no tengas miedo, saldrá bien.

-ALICIA: ¿Y qué tengo que hacer?

-YO: nada, tú no estarás.

-ALICIA: ya lo hemos hablado, me necesitas allí.

-YO: una cosa es Eleonor, y otra los del cártel, no pienso ponerte delante de esa gente.

-ALICIA: pues no pienso dejar que tú sí.

-YO: no estaré solo, sólo tengo que hacer mi papel.

-ALICIA: tu papel se caerá como un castillo de naipes si no estoy yo con Eleonor, la conozco.

-YO: estoy dispuesto a correr el riesgo de que falle el plan, no de que te ocurra algo a ti.

-ALICIA: ese riego no lo decides tú sólo, conmigo hay más posibilidades de que funcione. Te guste o no,  no voy  dejar que mi prometido se meta a jugar con cartas marcadas – sus besos, no me dejaban razonar, creo que lo sabía.

-YO: ¿Y qué tipo de persona sería si dejo que te suceda algo malo?

-ALICIA: no me pasará nada, funcionará – se me abalanzó encima, abrazándome tan fuerte que sentía sus dedos clavados en mi espalda, pese a mi camiseta y cazadora.

-YO: harás lo que yo diga, cuando yo lo diga – cedí.

-ALICIA: lo haré.

-YO: eres lista, te sabes adaptar, pero ten en cuenta que hay partes del plan que no sabes, así que sígueme la corriente, aunque no entiendas por qué, y si te digo que hagas algo, lo haces, sin dudar.

-ALICIA: tranquilo… confío en ti.

Nos pasamos una hora en la terraza, tratando de aclarar cada punto al detalle. Luego regresamos dentro, disimulando, aunque en los grandes ojos de Mara leía que se olía algo, pese a ello, no preguntó, y dejó que cenáramos en paz. Nos acostamos, como siempre en esos tres meses, Alicia esperaba a que me quitara la camiseta para desnudarse, dejándose sólo las prendas íntimas, y  luego sacarse el sujetador, como sólo saben hacer las mujeres, usando mi camiseta a modo de camisón para dormir. Nunca la pregunté por qué lo hacía, pero me parecía un detalle tremendamente sensual y romántico. Yo solía quitarme los slips, para ponerme algún pantalón largo viejo y desgastado para dormir.

Esa noche, Alicia me miraba entre ilusionada y con el mayor pánico en sus ojos que vi hasta entonces. Con ella tumbada sobre mi pecho, casi protegiéndome, estabamos  acariciándonos lentamente.

-ALICIA: te preocupas mucho por mí, pero, ¿Qué hay de ti?

-YO: si alguien ha de sufrir daño, seré yo, puedo soportarlo.

-ALICIA: pero yo no, ¿Y se te ocurre algo?

-YO: está dispuesto, en cualquier caso.

-ALICIA: ah, muy bien,  ¿Qué se supone que significa eso?

-YO: cuidaré de que no te falte nada – estaba confusa, no me entendía, “Pobre, no puedo decírselo”.

-ALICIA: me da igual que falte todo, me refiero a qué pasa con lo nuestro… ¡Por dios, Raúl, no me abandones!

-YO: te hice una promesa en aquella habitación de hotel, la pienso cumplir.

-ALICIA: ¿Cuándo…cuándo será?

-YO: mañana, cuanto antes mejor.

-ALICIA: ¿Es…es posible que no te vuelva a ver hasta que todo termine?

-YO: es posible.

-ALICIA: ¿Así que esta…será nuestra última noche?

-YO: no, si dios quiere…pero tal vez.

-ALICIA: pues deberíamos aprovecharlo.

Era tan dulce, que cuando me besó, no supe reaccionar. Fue ella la que metió sus manos por mi vientre, debajo de las sábanas, y acarició mi pecho mientras aumentaba el ritmo y la duración de sus caricias. Pocas cosas me excitaban más últimamente que sentir su nariz rozándose con la mía al terminar cada uno de sus largos besos, su lengua era cariñosa, y jugaba con la mía al ritmo de la música fuerte que poníamos, cada vez que lo hacíamos en su casa.

Apartó la sábana, y besó mi pecho, mientras bajaba por mi vientre con sus labios, y yo le sacaba mi camiseta por la cabeza. De forma magistral, logró bajarme el pantalón sin bajarse de la cama, y dio un par de besos a mi glande, mientras acariciaba con sus manos mi polla creciente. Cuando la tuvo tan dura, que podría partir el mármol, gateó hasta volver a besarme en los labios,  frotando su pelvis contra mí, mientras me masturbaba con una mano. Yo acariciaba sus senos al aire, con delicadeza, se elevó para dejarme lamérselos, ya que le volvía loca sentir mis labios en sus pezones.

Estaba a punto de dejar que me dominara la pasión, pero bajé mi mano a su clítoris, inflado y húmedo, al notar mis dedos encima de sus bragas,  se le escapó una sonrisa pícara, y entonces la agarré del muslo. De  un fuerte gesto, la di la vuelta quedando encima de ella, recostada boca arriba. Alicia se sorprendió cuando besaba su cuello, de forma ingenuamente sexual,   y fui bajando por su cuerpo, besándola. Cuando llegué a su húmedo coño, se tapaba la cara, pese a todo aquel tiempo haciéndola el amor,  se ruborizaba cuando la miraba su entrepierna, pero ahora, le encantaba, se había vuelto adicta a que la practicara sexo oral, y yo encantado de hacerlo.

Se abrió de piernas y me rodeó la cabeza con los muslos,  al sentir mis besos, en sus labios mayores, tembló de placer, y poco a poco fui lamiéndola con pausa y habilidad. Con una mano se agarraba a una de las almohadas en su cabeza, y con la otra me tiraba del pelo de la cabeza cuando se sentía excitada, de algunos orgasmos me había llegado a arrancar mechones de pelo, pero nunca me decía que parara. Chupaba su clítoris mientras mis dedos empezaban a introducirse en ella, poco o nada importaba meter dos o tres, lo tenía tan abierto que sólo al encontrar su punto G, abría y cerraba las piernas con pasión. Era entonces cuando mis dedos la volvían una loba, aullando de placer,  y empezaban los orgasmos, uno tras otro, cada pocos minutos, hasta que llegaba el grande, en el que lamía y chupaba las emanaciones de mi prometida, que se revolvía medio loca sobra  la cama. Alicia se derretía cuando tenía un orgasmo de ese calibre, y me quedaba unos minutos besando la cara interna de sus muslos,  soplando de forma traviesa entre sus piernas, alargando la sensación de placer.

Me subí encima de ella y la penetré con tanta fuerza que el grito de sorpresa debió de oírse  por encima de la música puesta. Me agarró del cuello medio ida, y comencé a bombear como la bestia que era, como la bestia que ella me convertía. Sus senos botaban al ritmo de mis embestidas, su sonrisa y sus jadeos se mezclaban con gestos de  auténtica lujuria, y cuando otro orgasmo casi la parte en dos, me clavó sus uñas en la espalda, dejando marcas de arañazos nuevas sobre las viejas. Era su forma de poder seguir tras un orgasmo animal, no dejaba de penetrarla, aunque Alicia no paraba de mover las piernas.

Cuando me cansaba, bajaba el ritmo y la besaba, o lamía uno de sus pechos, para luego regresar con más fiereza, hasta sacarla el segundo orgasmo animal. Esa vez, se me escapó de entre los brazos, y salió de mí, frotándose  acelerada y congestionada. Mi estaca tiesa, cabezada goteando de sus fluidos, y cuando dejó de temblar, me sonrió agitada, picada en el orgullo de mujer.

Alicia posó sus piernas en mis hombros, y tal como estaba de rodillas, la penetré con cuidado, y me aferré a su descomunal cadera para arremeter con ira. Se corrió un par de veces más, de forma leve, y acabé  derramando mi semilla dentro de ella, que al sentirlo, giraba la cadera de forma muy particular, logrando una sensación exageradamente placentera para mí.  Caí sudando sobre su cuerpo, besándola, y acariciándola con lascivia.

-YO: dios…eres increíble…me matas.

-ALICIA: tú si que me matas…joder…me corro como una colegiala.

-YO: ¡Mi semen! Joder, no he usado condón…- me costaba acordarme que, ahora, era fértil.

-ALICIA: tranquilo, mañana tomo la pastilla,  sigue… ¿O es que te has cansado? – aquel comentario era lo que necesitaba. La tumbé boca abajo, y me puse encima de ella, metiéndosela por su estrecho agujero en esa posición, totalmente estirada.

Parecía que sacaba el culo, pero no lo hacía, era la  forma natural de su cuerpo. La di un masaje leve en su trasero, y agarré sus nalgas separándolas para metérsela a lo largo de la separación entre ellas. Alicia jadeaba con la cara ahogada en el colchón, y sus manos aferradas a las sábanas. En unos minutos, ya la tenía dura, y se le metí de una estocada firme. Cuando empecé, Alicia estaba dentro de la cama, cuando acabé de correrme por segunda vez, tenía medio cuerpo fuera del colchón, con una mano apoyada en el suelo. Desde esa posición, daban igual sus orgasmos animales que tuviera, no se podía mover por mi peso, y aguantaba auténticas barbaridades. Estábamos bañados en sudor, y yo tumbado encima de ella a su espalda, con mi rabo soltando semen otra vez en su interior.

-ALICIA: ¡¡¡Madre mía…me estás matando…¿Cómo puedes ser tan bestia?!!! – se retorcía bajo mi cuerpo, entre risas y coqueteos.

-YO: no haberme provocado…

-ALICIA: es que me gusta que te pongas así, me vuelves loca.

-YO: y tú a mi, te quiero, te amo, y…te deseo.

-ALICIA: lo sé…– se giró, quedando de cara hacia mí –…y yo a ti, por eso quiero regalarte algo - me besó de forma tenue, con los ojos llenos de lujuria, y mordiéndose el labio nerviosa.

-YO: tú eres el regalo.

-ALICIA: ¿Entonces no quieres hacerlo conmigo  por detrás? – aquello me hizo sentir un escalofrío.

-YO: ¿Por el ano?

-ALICIA: claro, tengo ganas de probarlo contigo, antes no le había cogido el gusto, pero contigo, quizá…

-YO: no puedo decir que no deseé hacerlo contigo, tienes el mejor culo del mundo, pero…si no te gusta.

-ALICIA: no es que no me guste, es que no he sentido nada que mereciera la pena, sólo Teo ha entrado por ahí, y sin faltarle…no tiene tu herramienta.

-YO: ¿Estás segura? – me miró ilusionada.

-ALICIA: sí – rozó su nariz con la mía, antes de darme un largo beso húmedo. Nos mirábamos entre risas de excitación.

De un salto, abrí un cajón, y saqué un aceite corporal que solíamos usar. Ante su sonrisa, me unté la polla de arriba abajo, con más cantidad de la necesaria, y luego puse su culo ofrecido, con las piernas juntas a un lado, y ella retorcida para quedar mirando hacia arriba. Di un masaje a su trasero, lo suficiente como para que se me pusiera como una estaca. Si sólo manosearlo me volvía loco, ¿Imagináis lo que sería llenar de aceite corporal el culo de JLO o la Khardasian? Demencial.

Con cuidado, fui dando caricias a su ano, Alicia sonreía al sentir mis dedos, pero no mostraba resentimiento, o angustia, sino que parecía curiosa. Fui masajeando con cuidado con las palmas de mis manos, y apretando por momentos en su ano con las yemas de los dedos. A la cuarta, mi dedo corazón entró, y  Alicia suspiró, luego fui metiéndolo más adentro, y cuando estaba haciendo sitio, metí el segundo, luego el tercero. Con cuidado,  con ellos entraba y salía sin dificultad ninguna, fue el culo que más sencillo tenía listo, salvo una respiración agitada, ella no mostraba nada especial.

Eché más aceite, y apunté con mi miembro a su entrada trasera. Alicia soltó un gemido ahogado cuando entró mi glande con bastante facilidad, se mordió el labio al sentir medio rabo dentro,  apoyándose en el colchón notando que empezaba a costarla soportar mi verga haciéndose sitio, y cerró los ojos al gritar cuando, con de un golpe  final de cintura, se la metí entera. Hasta puso una mano en mi pecho, para pedirme que parara, arqueando la espalda, a la vez que estiraba el cuello con los ojos cerrados y la boca abierta.

Era normal que no hubiera sentido demasiado placer en el sexo anal, con un culo como el suyo, un falo normal no serviría, pero mi hombría era de todo menos normal.  Alicia jadeó impresionada, y sobrepasada, al sentir un par de movimientos lentos. Una de sus manos se perdió entre sus muslos, frotándose el clítoris.

Agarré sus caderas, y el vaivén se hizo incesante, la piel alrededor de su ano se dilataba, salía y entraba de ella según yo lo hacía, y su mano en mi pecho se fue a su boca para acallar los alaridos de mezcla de dolor y placer. Incluso la veía sollozar, tiritando,  pero susurraba que la diera más fuerte. Mi miembro me dolía de la presión, pero pasados unos minutos,  tenía tan grande  el agujero en su trasero, que se la metía y sacaba toda del tirón, y allí me desboqué.

Me vencí sobre ella, y la bestia arrasó todo, fueron 30 minutos sin parar. Alicia sobrevivía a una oleada de sensaciones nuevas e intensas, sin saber cómo ponerse, o cómo moverse. A los 10 minutos, gimió tan rítmicamente que sentí en la piel de mi rabo cómo se cerraba sobre mí,  con un par de espasmos en su cadera, que  terminaron en una eclosión antológica de su cuerpo, agitándose de formas inhumanas. Casi se parte la espalda para lograr besarme, jadeando y diciendo auténticas obscenidades, impropias de ella. Me llamó retrasado por parar a descansar unos segundos, y volví a  empezar con una velocidad, de la que la bestia sólo era capaz, logrando que los orgasmos anales de Alicia no sirvieran para calmarme.

En uno de ellos, Alicia se movió como una gata encolerizada, y lanzó un zarpazo a mi pecho, que  me dejó la marca de sus uñas desde mi cuello, hasta el inicio del vientre, con sus gritos, que tapaban la música a todo volumen. Fue una locura, hasta que me corrí en su interior, de golpes tan fuertes que temblaba la cama entera. Caí a su lado, y me miraba perpleja, con espasmos en la cintura, lentos y largos. Esa vez, no temía haberme pasado, era Alicia, podía con todo, y eso me demostró pasados 10 minutos, cuando pudo hablar.

-ALICIA: ¡Ohhhhhh dios…esto si es…joder…me duele el culo! – dijo avergonzada. La acaricié su trasero con delicadeza, palpando el agujero, que  no se había cerrado.

-YO: lamento el dolor, pero por mi vida, eres una diosa, vaya culo, me he vuelto loco.

-ALICIA: yo lo he visto…puf - se sacudió la melena, para apartar los mechones húmedos de sudor de su preciosa cara, haciéndose un moño en la cabeza, para coger aire.

-YO: ¿Te ha gustado?

-ALICIA: ¡Me ha encantado! – de un saltó, se me puso encima, besándome  abstraída.

-YO:  para…

-ALICIA: por el amor de dios, y eres solo mío…Soy una mujer afortunada.

-YO: no menos afortunada que yo.

-ALICIA: ha sido espectacular…- me miraba provocativa, como si acabara de descubrir las Américas -…quiero repetir – la miré asustado.

-YO: no jodas…estoy muerto – su contoneo en las caderas mentía, mi polla reaccionaba.

-ALCIA: por favor, solo una vez más…- su cara de niña buena, sus ojos ámbar eléctricos, y sus morritos, hacían que me desvaneciera como un azucarillo en un café. Me puso un pecho en la boca, y se lo chupé, “Si antes no podía negarle nada, ahora menos”.

Nos puse en pie, y de un empujón, la estampé contra la pared, de cara  a mí. Al atacarla, me rodeó con una sola pierna mientras la besaba del cuello, y cuando ya la tenía dura, la di la vuelta con fuerza, apunté a su ano, y de tres fuertes empujones, la ensarté

De los gritos que pegaba, podía asustar a quien la oyera, pero empujaba contra mí sacando la cadera, para sentir mi falo dentro de ella. Entrelazamos los dedos al apoyar las manos  en la pared, y nuestras cinturas jugaron a perseguirse. Fue  peor/mejor que la primera vez, por que ahora, su trasero retumbaba con vida propia, y al acometer cada vez, ella se derretía. La bestia apareció, bajé mis manos a su cadera, la saqué la cintura aún más, arqueándola la espalda, y así agarrada, la destrocé como mejor sabia. Cuatro orgasmos anales la doblaron, pero se recuperaba con facilidad, y al terminar el cuarto, se giró embravecida, besándome con la mayor fuerza que la sentí jamás, y de un salto, se me montó de cara, buscó mi polla con la mano, y se la hundió en el coño.

-ALICIA: ¡¡¡¡¡Follaje, lléname de tu leche amor mío, hazme ver las estrellas!!!!

La apoyé contra la pared, y se aferró con los pies entrelazados en mis riñones. Cada embestida lenta la dejaba totalmente empalada, y cuando bajaba, ella giraba sus caderas con alegría, una y otra vez, hasta que del rebote volvía a subir y bajar.

Soltando un lamento de placer con cada penetración, veía cómo su pelo botaba libre, y sus caras eran la descripción de la lujuria. Las venas de su cuello se hinchaban al gritar y sentir los orgasmos animales que la dejaban ida. Por primera vez desde que empezamos a acostarnos,  la derroté, la dejé rota y vencida, no paré en más de 40 minutos seguidos con ella en brazos, que supusieron un  esfuerzo casi inhumano, en el que Alicia perdió el sentido, con los ojos en blanco durante varios minutos seguidos, y con orgasmos tan potentes que parecía que su respiración se trababa por instantes. En el sprint final, al correrme, creo que se desvaneció, por que su cuerpo parecía un peso muerto, pero sus piernas seguían rodeándome con fuerza, para no dejar que me alejara demasiado al sentir como la semilla de mi cuerpo la llenaba por completo.

Se mostró débil y frágil, pasados unos largos minutos en que me apoyaba en la pared del esfuerzo, pero de un modo dulce y sensual, que me certificó que amaba a esa mujer por encima de todas y de todo. Con sus brazos sin fuerza, moviéndose al son de esas últimas acometidas, conmigo chupándole un pezón guiado, por su mano en mi nuca, mientras mi polla daba los cabezazos finales. Permanecimos así, unos minutos, con Alicia vencida sobre mi pecho, con su cabeza apoyada en mi hombro, y yo sujetándola en el aire a pulso, por que ella no podía ni sujetarse.

-ALICIA: ¡Bestia!…Eres una bestia…me…..me has hecho pedazos…he sentido que moría…que moría y que no estaba aquí…sentía tu cuerpo, tu calor,  y tu miembro dentro de mí, haciéndome delirar…pero me elevaba sobre nosotros…por un instante me ha dado todo igual, solo deseaba perderme entre tus brazos, y  ser uno solo.

-YO: me vuelves loco, Alicia, lo lamento,  si no…si no me pongo freno, puedo hacerte daño.

-ALICIA: ha sido maravilloso…no seas tan duro contigo…estoy bien, como nunca en toda mi vida…- sus manos cogieron algo de firmeza al acariciar mi rostro, y sonreír con aquellas arrugas perfectas - …por favor, llévame a la cama, no tengo fuerzas.

Así lo hice con cuidado, ya que Alicia tenía un temblor constante en la zona de la ingle. Se encogió en  una bola en cuanto notó la cama,  haciendo que me tumbara a su lado, rodeándola con mis brazos. Se sentía vulnerable, y a la vez, protegida, y nos pasamos media hora abrazados sin decir nada, recobrando el aliento.

 

Raúl y Alicia – El principio del final.

Alicia se volvió, pasada como una hora de esa brutal forma de  hacer el amor. Me dio una serie de cortos besos, tan dulces, que parecía una chiquilla inocente, y quizá lo era, pero  follaba como la mejor de las diosas.

-ALICIA: no ha estado mal…- sonreímos, mientras seguíamos dándonos cortos besos.

-YO: no…desde luego…si ha de ser el último de mi vida, no concibo  uno mejor – se puso de morritos.

-ALICIA: no digas eso, ni en broma – le tembló la voz sólo de imaginárselo.

-YO: mi bella princesa…tenemos que ser realistas, pueden pasar demasiadas cosas, y aunque quiera, no tengo control sobre todo, tenemos que ser fuertes, y afrontar lo que venga.

-ALICIA: puedo afrontar todo, pero contigo a mi lado…- me rascaba la barba con sus dedos, sin atreverse a mirarme directamente, parecía que si lo hacia, se echaría a llorar -…recuerda tu promesa.

-YO: lo hago, pero tienes que prometerme tú algo…

-ALICIA: no…no quiero saberlo – era demasiado lista para saber que teníamos que hablar de ello, pero nunca quería hacerlo.

-YO: escúchame, si nos pasara algo a alguno, tenemos que hablarlo.

-ALICIA: no, no quiero, eres mi… mi  Alpa y mi Omega, no quiero saber qué será de mí sin ti.

-YO: ni yo sin ti, mi vida,  pero no puede pasar otra vez lo del balcón… – me miró asustada, la cogí de la muñeca, dónde estaba la mano tatuada, y di un beso suave –… no sé qué haría sin ti, me volvería loco, o aún más loco, pero si me pasa a mí, tienes que ser fuerte, ¿Me oyes? Tienes que  ser fuerte y seguir luchando en esta mierda de mundo, por que puedo soportarlo todo, todo menos que tú seas infeliz.

-ALICIA: ¿Por qué dices eso? Yo tampoco podría soportarlo…– lloraba levemente –…te amo, y si te pasara algo, no podría volver a ser feliz.

-YO: pues deberás serlo, por mí, por que desde que te conocí, sólo he pretendido hacerte feliz, y todo lo que he  hecho, y voy ha hacer, es por ese motivo, así que debes prometer que seguirás con tu vida, pase lo que pase, que serás feliz y así honrarás mi muerte – un llanto inconsolable surgió de la nada.

-ALICIA: ¡¡¡¡¡¡NO!!!!!!!…- un hilo de saliva unía sus labios - … ¡No quiero vivir sin ti!

-YO: ni yo sin ti, mi princesa, pero si ha de ocurrir, vive, vive  por los dos – estaba llorando, de verla sufrir por algo que, probablemente, no ocurriera. Si todo salía bien,  todo esto no sería más que un recuerdo lejano, pero y si…

-ALICIA: por ti…por ti…viviría mi vida, y seguiría con ella…pero te tendría siempre en mi corazón…no amaré a nadie como te amo a  ti, y no pasará un día sin que  estés en mis pensamientos.

-YO: buena chica – sus labios sabían salados cuando la besé.

-ALICIA: ¿Y tú?

-YO: ¿Y yo…qué?

-ALICIA: ¿Qué harías si me pasara algo?

-YO: ¿Yo...?...- pasé su melena por encima de su hombro, con delicadeza, y alzó su mirada para que mis ojos, brillantes y serenos, se clavaran en los suyos, llenos de lágrimas - …los mataría…los mataría a todos.

Quedamos abrazados, y nos dormimos en un mar de sensaciones.

Soñé con aquel plan, con lo bien y lo mal que podía salir, con todos los posibles resultados. De golpe, me entró miedo, no por mí, sino por que todo aquello se basaba en que yo cumpliera, en que mi historia fuera real, en que todo lo que me había pasado, podría quedar en el olvido. Así que me levanté de madrugada, dejando a Alicia dormir, la di un beso en la frente mientras la arropaba, “Que preciosa es”, y me fui con el ordenador portátil al salón, sobre las 5 de la mañana.

No sabía muy bien qué estaba haciendo, mis dedos se movían, pero yo no daba las órdenes. Cuando me quise dar cuenta, eran las 11 de la mañana, y el bullicio de la cuidad se colaba por el balcón, del que casi caemos Alicia y yo. Escuché una verja de una tienda abrirse, un coche pasar, un portal que se abría y  un niño gritando. Olí el   pan recién hecho de una panadería cercana, el café de la cocina que alguien preparaba, y sentí el frescor de la mañana que se disipaba por el dominante sol del mediodía. Las sensaciones  de un mundo despertándose en un sábado más, “Parece un día normal, como cualquier otro…pero no lo es”. Cerré el portátil.

(A partir de este punto, todo se basa en recreaciones, suposiciones, entrevistas y declaraciones.)

Regresé a la habitación de Alicia, dormía, con una especie de sonrisa dibujada en sus labios. Me di una larga ducha, después fui a la cocina a desayunar algo, saludando y despidiendo al resto de los del piso, y se me ocurrió una idea,  al ver un bloque de post it en la encimera.

Alicia se despertó, y nada más hacerlo, encontró una nota en su despertador, “Buenos días, mi bella princesa”, se levantó con una sonrisa boba por el detalle, y fue al baño a despertarse, echándose agua en la cara. Al alzar la vista vio una segunda nota, y comprendió que habría más, “Mira al frente, ¿No es lo más hermoso que has visto nunca?”, y al hacerlo, sólo vio un espejo, y su propio reflejo en él. Torneó los ojos, y abrió el armario del baño para coger algo, pero lo volvió a cerrar sin hacerlo. Al correr las cortinas para darse un baño, vio la tercera nota, “Me encantaría estar aquí contigo, pero ya sabes lo que me pasa cuando veo tu cuerpo bañado en agua tibia, mejor relájate sin mí.”.

Cumplió, dándose una larga ducha de agua caliente, y  descubriendo que tenía agujetas de la noche anterior. Al salir de la bañera, sonrió al ver un montoncito de ropa limpia en un taburete, ya que al entrar al baño,  no estaba allí. La ropa tenía  una nota encima, “Siento si no pega, no tengo ni idea de moda, pero da igual lo que te pongas, eres preciosa igualmente”, suspiró nerviosa, y sonreía sin poder evitarlo.

Se secó con cuidado, y se puso aquellas prendas, unas bragas negras a juego con un sujetador, un pantalón negro de gruesa lana, que le realzaba el trasero, una camiseta interior y un suéter blanco. Salió a la habitación, inquieta, expectante, y vio otra nota en la puerta, “Ponte las zapatillas, que vas a coger un resfriado”, se miró los pies, y como solía pasar, iba solo con los calcetines.

Salió al pasillo, y soltó una carcajada al ver un montón de notas en el suelo, con flechas, siguiendo el camino hasta la cocina. En la nevera había una nota, “No desayunes”, dudó un instante, pero abrió la nevera y fue a coger la botella del agua, y allí, había otra nota, “Vale, un poco de agua nunca viene mal, pero cuando puedas, sal a la terraza”. Impresionada por cómo la conocía, dio un trago largo, y se dirigió a la puerta de la terraza. Allí había una última nota, “Espero que te haya gustado, medio árbol  dio su vida por esto. Ah, coge  tu cazadora, fuera hace fresco”, con una flecha apuntando a la izquierda, donde estaba su cazadora.

Al salir, vio como Raúl, estaba de pie, cuadrado detrás de una mesa y unas sillas, con su altura imponente y sus profundos ojos color azabache. Sin pretenderlo, marcaba su torso y brazos bajo la camiseta, su pelo negro, con una barba cuidada de tres días. Pero podría ser un ogro deforme, estaba enamorada de aquella persona.

Raúl estaba debajo de una sombrilla, y con un desayuno completo ya preparado sobre la mesa. Se acercó emocionada, y vio como Raúl, galantemente, apartaba la silla para ayudarla a sentarse. Cuando vio el desayuno ante ella, con todo lo que le gustaba, no supo por dónde empezar. Cogió una flor fresca, que adornaba la mesa, y la inspiró profundamente oliendo su característico aroma, cerrando los ojos, y sintiendo como si paseara por un parque lleno de rosas. Al abrir los ojos, Raúl se había sentado delante de ella, con esa sonrisa que siempre pone cuando ha hecho una de sus locuras, y no sabe si ha gustado o no.

-ALICIA: normalmente, se abusa de decir ciertas palabras, pero tengo que decir que eres el hombre más increíble que he conocido jamás – se abrigó, por que una brisa helada dominaba la terraza, no se creía que Raúl estuviera con sólo un pantalón largo y una camiseta de manga larga, remangada hasta los codos.

-YO:   solo son unas notas, y un poco de imaginación – me sentí orgulloso de ver cómo había recogido todas y cada una de las notas, y las llevaba en orden, en la mano.

-ALICIA: nadie hace esto, y cuando digo nadie, es nadie, esto solo pasa en películas o series, ¿Cómo se te ocurren estás cosas?

-YO: por que tú me inspiras.

-ALICIA: yo solo soy una chica normal, ¿Cómo puedo ser tu musa?

-YO: no lo sé, y creo que ese es el motivo por el que te quiero tanto.

-ALICIA: estás loco, definitivamente.

-YO: sin duda, pero te quiero tanto que me he ahorrado la nota en el inodoro,  con un “Buenas deposiciones”… – al enseñársela escrita, en mi mano, sus carcajadas la hicieron recostarse sobre el respaldo de la silla, tapándose la boca con ambas manos, las mangas de la cazadora le cubrían casi hasta los dedos  –…anda, come, que se va a enfriar.

Alicia atacó todo a la vez, tenía una cucharada de fresas con nata en la mano, mientras bebía zumo de naranja recién exprimido, colado y con una sola cucharilla de azúcar,  como le gustaba, y con ya un mordisco de tostada con mermelada de melocotón en la boca. Me quedé perplejo, mirándola, “Quizá la amo por que come como una modelo que ha dejado de serlo”. De vez en cuando, Alicia dejaba de engullir para mirarme y sonreír avergonzada, pero en menos de diez minutos, no quedó nada en la mesa. Nada salvo la rosa, que cogió de nuevo, y la olisqueó unos minutos, limpiándose con unas servilletas, como la dama educada que era.

-ALICIA: es fresca, has tenido que ir a cómprala antes de que me despertara.

-YO: así es.

-ALICIA: ¿A que hora te has levantado para preparar todo esto?

-YO: en realidad, creo que no dormí demasiado, a las cinco me levanté.

-ALICIA: pobre bestia mía – se puso en pie, y acudió a sentarse, de lado, en mi regazo. Me besó con dulzura, sabía a nata, a fresas y el zumo de naranja volvía sus labios deliciosamente pegajosos.

-YO: creo que ha merecido la pena.

-ALICIA: desde luego…– pasó la rosa desde mi frente hasta el mentón -…  ¿Por qué te has levantado tan pronto? – me costó responder, tenía su culo encima de mi miembro, y sus brazos apoyados en mis hombros, con la rosa en sus dedos, y su cabello cayendo sobre mi rostro, con su maldita adorable nariz rozando la mía. Sin pensar, mi manos rodearon su cintura con cariño.

-YO: tenía que trabajar en algo – busqué en mi  bolsillo, y le di un pen drive.

-ALICIA: ¿Qué es esto?

-YO: nada, es solo una idea, prométeme que no mirarás qué contiene, sólo  puedes mirar si me pasa algo – puso sus morritos otra vez.

-ALICIA: lo juro, pero por dios, haz que no tenga que mirar nunca lo que contiene esto – se venció sobre mi pecho, besándome con pasión. Sentía su lengua, dominando a la mía, y una de sus manos acariciar desde mi pecho, subiendo por mi cuello, hasta mezclar sus dedos en el cabello de mi nuca.

-YO: te amo, Alicia,  y pase lo que pase hoy, quiero que lo sepas.

-ALICIA: no tengo la menor duda, solo espero que sepas que yo te amo de igual forma – un abrazo largo y sentido, duró unos 10 minutos, casi la parto en dos con mis brazos, no quería separarme de ella.

Quise cancelarlo todo, mandarlo a la mierda y fugarme con mi prometida. Hasta que entendí que estabamos en la terraza, por que Eleonor tenía micros por toda la casa, incluso cámaras de vídeo. Comprendí que Eleonor no descansaría, ni cejaría en su empeño, “Tengo que acabar con ella”.

-YO: bien, después de comer, queda con Eleonor, que te lleve tu hermana para no dejar el coche allí, si hay suerte, habrá visto lo de la terraza con alguna cámara, dila que ya tenemos fecha de boda, o lo que sea, valdrá como excusa para que paséis la tarde entera en su casa. Quedar solas, que la sirvienta y Yasmine no estén… – “Pobrecilla, tan inocente y tan vital para lo que iba a pasar, Zeus fue muy cruel con ella” -…  pero asegúrate de que Eleonor no salga, incluso quédate a cenar, y vete lo más tarde posible. Pero si no aparecemos, vete, vete y no vuelvas la vista atrás, no me busques ni hagas ninguna tontería, vete al ático de mis padres, llévate a Mara y a tu familia si hace falta, es un piso de lujo con puertas reforzadas, no se atreverán a ir a por vosotras allí. Luego llamar a la policía, al número que te di, cuéntales todo, y habla con el padre de Teo, quizá nos ayude, Teo tiene un CD mío, pídeselo, contiene pruebas contra Eleonor.

-ALICIA: ¿Y tú?

-YO: si no he aparecido mañana, es que no lo haré, podría estar incomunicado o muerto… da igual, el plan no ha funcionado, y yo estoy perdido. NO ME BUSQUES, y menos tú sola, si no es con el ejército detrás de ti, ni se te ocurra hacer nada. Si puedo, me escabulliré y me pondré en contacto con vosotros, pero manténte segura en todo momento.

-ALICIA: pero funcionará… ¿No?

-YO: eso espero, amor mío, eso espero – pegamos nuestras frentes.

-ALICIA: ¿Y si aparecéis?

-YO: es que han mordido el anzuelo, mientras eso ocurra, podemos manejar la situación, intentaré entrar yo solo primero, montaremos el número como teníamos pensado, si no, entraremos todos, tú asústate…

-ALICIA: eso será fácil…- me dio un corto beso, que no ocultó que ya empezaba a sentir miedo.

-YO: tienes que actuar bien, asústate, no sabes lo que ocurre, pero recuerda lo que se supone que debe ocurrir, sígueme el rollo, y no hables más de la cuenta.

-ALICIA: lo sé bien.

-YO: si tenemos suerte, mañana todo será una pesadilla en el pasado, y podremos llevar la vida que quiero junto a ti.

-ALICIA: no deseo otra cosa.

Uno tras otro, los besos fueron apagándose uno con otro. Mis manos se metieron por dentro de su blusa, acariciando la piel de su vientre y su cintura, y antes de que la cosa fuera a más, se fue a vestir, de nuevo, “No sé de nada de moda”.

Mientras yo recogía todo, me vestí con una especie de camiseta de la suerte gris con una calavera pirata negra en el pecho, mi cazadora negra preferida, unos vaqueros bien cómodos, y unas zapatillas. Al ver a Alicia  para salir de su casa, sentí un pánico aterrador, ella me cogió de la mano, y  casi me arrastró al salir del piso. Caminamos hasta el ático de mis padres, donde pasamos la mañana charlando y gastando bromas, disimulando no estar tensos.

En distintos momentos, fui “despidiéndome” de mi hermana, mi padre y mi madre, hasta de Dany y su hijo. No  les dije qué día era,  para no hacerlos sufrir, o que me convencieran de no hacerlo, pero entendieron que era un momento importante. Podría describir  las conversaciones, pero son demasiado personales, sólo os diré que, cuando salí de aquel piso, con Alicia de la mano, mi madre se despidió de mí con un “hasta luego”, con el mayor pavor en sus ojos desde el día de mi operación por el tumor. Sus habilidades la hicieron saber que pasaba algo, algo gordo, pero no el qué.

Acompañé a mi prometida hasta una cafetería, dónde la esperaba su hermana, Mara, para iniciar todo. Por unos instantes me aparté con Mara.

-YO: oye, necesito…necesito que…que…- me puso su dedo índice en mis labios, me temblaba la voz, y no sabía ni qué iba a decirla.

-MARA: tranquilo, lo sé.

-YO: cuídala bien por mí, ¿Vale? – me abrazó, y la rodeé con los brazos con fuerza.

-MARA: yo me ocuparé de ella, no te preocupes, preocúpate por ti.

Nos separamos pasados unos minutos, en que no me atrevía a soltarla, por que tenía miedo a la siguiente despedida, miedo a despedirme de Alicia sabiendo que, por mínima que fuera, había una posibilidad de no volver a verla.

La vi allí, Alicia estaba de pie, con unos vaqueros negros ajustados, una camiseta blanca y la cazadora marrón por encima, en zapatillas y con coleta. Tan simple y tan preciosa. Cuando se acercó a mí, nos cogimos de las manos, y Alicia comenzó a llorar, fuerte y segura en su rostro, pero por sus mejillas sonrosadas caían las lágrimas.

-YO: no llores, mi bella princesa.

-ALICIA: no quiero hacerlo, pero no puedo evitarlo.

-YO: no dejes que esta sea la última cara que vea de ti, regálame tu sonrisa – giró la cara a un lado con desdén, y me miró sonriendo con su preciosa sonrisa, pero sin arrugas.

-ALICIA: ¿Te vale?

-YO: no, esa no es la sonrisa que quiero.

Me separé bruscamente, cogí una silla de la cafetería, y la subí encima de ella, arrodillándome a sus pies, con su mano cogida.

-ALICIA: ¡¡¿Qué haces?!!

-YO: ¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada cafetería, más pura la bombilla brilla, y se respira peor? – una carcajada general, “Don Juan no falla”. Alicia se puso roja, y su dulce sonrisa, con sus bellas arrugas, apareció. Me puse en pie, y la abracé por la cintura, aún subida a la silla, alzando la cabeza para mirarla.

-ALICIA: ¿Es que ni hoy vas a dejar de hacer el tonto?

-YO: ¿Por ver esa sonrisa? Nunca, por esa sí que merece la pena morir – le tembló la barbilla, a punto de echarse a llorar, mientras acariciaba mi pelo. Luego me agarró la cara, y me obligó a mirarla a los ojos unos tensos segundos.

-ALICIA: vuelve a mí, haz lo que sea necesario ¿Me oyes? Derriba lo que tengas que derribar, llévate por delante a quien sea, y tarda lo que tengas que tardar…pero regresa a mí, PROMÉTEMELO – la miré con la mayor seguridad de la que fui capaz jamás.

-YO: lo juro – la bajé de la silla, cogiéndola de la cintura, y la dejé descender sorbe mí, hasta llegar a besarnos con ternura.

-ALICIA: adiós, amor mío.

-YO: nunca digas adiós, di hasta mañana, adiós es tan…definitivo…hasta mañana es…esperanzador - la solté, y me fui, llorando como un crío, manteniéndome fuerte, sólo aparentemente.

Alicia debió de ver cómo me iba por la puerta y caminaba por la calle hasta perderme, se debió de girar a abrazar a su hermana, y se sobresaltó al oír un portazo de la puerta de la cafetería. Se dio la vuelta, y me vio mirándola.

-ALICIA: ¿Raúl?

-YO: ¡¡¡Qué coño, ya que puede ser el último beso…!!!! - me abalancé sobre ella.

Alicia reía avergonzada cuando la subí a horcajadas sobre mí, y la tumbé en una mesa, metiéndola la lengua hasta la campanilla, tirando lo que había encima de la mesa. Con mi mamo en su trasero,  agarrándolo como si fuera mi salvavidas en un naufragio, ella me rodeó con las piernas y cerró los ojos saboreando aquel bocado de pasión, devolviéndome las gestos de mis labios con los suyos. Me pasé al menos dos minutos ahogándome en sus brazos, hasta que, paulatinamente, los besos fueron decreciendo, y al final, rozó su nariz con la mía. Al abrir los ojos, vi cómo me miraba, atónita y feliz.

-ALICIA: esto si es un buen beso –  no se creía que hubiera regresado a por ella.

-YO: un muy buen beso…te amo – la ayudé a ponerse en pie. Mara estaba de pie, roja de vergüenza al ver como todos nos miraban.

-ALICIA: yo te amo más – la acaricié la mejilla, antes de irme.

-YO: eso es imposible.

Ahora sí, me fui, y agradecí mi osadía de regresar, el sabor de esa segunda despedida, era mil veces mejor que el de la primera. Me alejé de aquella cafetería sin mirar atrás, un solo vistazo y no hubiera podido hacer lo que hice, yo mismo iba auto convenciéndome de lo que iba a pasar, “Es tu gran momento, chaval…NO FALLES.”

(9,10)