Nuevos relatos publicados: 13

09.2 Comienzan las vacaciones

  • 31
  • 10.108
  • 9,56 (18 Val.)
  • 0

Creía que estaría despierto cuando abrí mis ojos, estaba dormido y con cara de felicidad, me bajé de la cama procurando no despertarle y fui al baño. Cuando salí continuaba durmiendo, fui a la cocina, mi madre estaba preparando el pan de molde para las tostadas y la ayudo.

Llevo platos para el desayuno a la mesa del comedor, en el centro hay un par de paquetes y el sobre de Maira, mis regalos por mi cumpleaños, no se han conformado con el coche, la ropa, el calzado. No los toco para nada, la costumbre es abrirlos después de desayunar.

Vuelvo a la habitación, sigue durmiendo, le beso suavemente y le muevo, abre sus ojos y se despereza e intenta sujetarme y escapo.

-Primero debes prepararte.

-Solamente quería felicitarte.  –pone cara de pena y me arrepiento de mi brusquedad, tomo asiento a su lado y le permito que me abrace y le abrazo.

-Feliz cumpleaños. –va desgranando 26 besos por mi cara o creo que son más, tan rápidos me los da que no los puedo contar, luego posa sus labios en mi frente.

-Te amo, y me voy a levantar y a asearme para ponerte contento.

El encuentro de la mañana entre Nico y mi familia es distendido, ahora los dos están sentados tranquilamente en la mesa, nos esperan, mi padre leyendo la prensa, después los saludos de rigor y disfrutar el sabroso desayuno.

El primer paquete de regalo contiene la colonia de Nico, que es mi colonia, y el segundo un llavero muy bonito, es una moneda pequeña,  en acero con un centro dorado incrustado y una tarjetita con un texto: “Para que contenga llaves de tu primer coche”.

El sobre de Maira contiene una tarjeta de felicitación, típica de Inglaterra y un marca páginas de libro, metálico con una piedra en la parte superior

Nico me mira sonriente, se sirve de la colonia que ha abierto y repentinamente se levanta. Vuelve con un paquetito en su mano. Es muy pequeño, me besa en los labios delante de mis padres y me lo alarga. Lo dejo depositado en la mesa.

- Daniel, hijo, abre el regalo.  –lo hago así, me tiemblan las manos, no quiero que sea lo creo que es; abro el estuche y no se ha cumplido mi presentimiento.

Se trata de una cadenita dorada, supongo que de oro y una plaquita muy pequeña también dorada, de menos de un centímetro, con las esquinas matadas, tiene grabada la paloma de la paz de Picasso y lleva escrito con letra muy simple e infantil: Amor, en la parte superior y Paz, en la inferior. En el reverso: Daniel-Nicolás 2014. Se levanta para colocarla en mi cuello, nunca llevo nada, ni un anillo, ni una medalla, es lo primero metálico que voy a llevar en contacto con mi cuerpo. Me entra la congoja y me pongo a llorar delante de mis padres.

La mañana transcurre atendiendo nuestros correos, él en la sala de estudios emplea el ordenador que hay allí, de inmensa pantalla, yo el portátil en el salón, tengo cantidad de llamadas y correos de felicitación.

Mis padres marchan, quieren reservar una mesa para comer, en un restaurante que tiene jardín, en pleno centro, es difícil encontrar mesas libres aunque sea día laboral. Nos esperarán allí.

Cuando salen por la puerta corro a la sala de estudios, para darle las gracias por el regalo, ahora sí, como se merece y le encanta, debajo del chorro de agua en la ducha.

Nos duchamos los dos y me entrega un segundo regalo por mi cumpleaños, su amor entero, en caricias interminables por mi cuerpo, con sus manos anhelantes que pasan por él con las pompas de gel acariciándolo.

Penetra mi cuerpo con ganas, arrodillados los dos en el suelo del plato de la ducha, cayendo el agua sobre nosotros, en un ofrecimiento de mí que le vuelve loco.

Sujeta mi cintura y tira de mí para entrar y quedarse allí un momento quieto, apoyando su pecho en mis nalgas, acariciando mi espalda y besándola hasta que comienza el juego de siempre, de entrar en mi vientre sin parar hasta que consigue que me derrame entero sobre el blanco marfil del suelo.

                                            ---------------------------

El lugar es una preciosidad, encontrar en el centro un restaurante con terraza y jardín es milagroso. Es una zona que fue residencial y conserva las viejas casas restauradas, alguna al estilo de los caseríos vascos, llega la brisa del mar y sigue haciendo mucho calor, pero se está muy bien a la sombra de las parras y la plantas trepadoras que embriagan de color y que esparcen los olores de sus flores.

La comida es muy sencilla, paté, algún ibérico, ensalada y carne a la brasa, helado, y café, pasamos un largo tiempo hablando, quieren saber nuestros proyectos, los míos principalmente, es Nico el que les explica sus ideas sin que se le pida. Empiezan a tomar confianza, mamá le mira con cariño, después de los primeros momentos de tensión por el desconocimiento, ahora diría que ya le quiere. Cuando me colocó la plaquita ella también lloró, se emocionó y mira que es dura para eso.

Mamá nos entrega un chicle,  dice que limpia los dientes, no queremos volver a casa, en el baño nos enjuagamos la boca y a mascar chicle, como niños.

Ellos vuelven a casa, nosotros vamos a pasear, en lugar del Paseo Marítimo y ver el  mar, escojo otro recorrido, el que sigue un pequeño río, afluente del principal, con jardines muy bonitos; siguiendo su trazado llegamos a lo que fue residencia de mis abuelos paternos, ya no nos pertenece, viven otras familias en ella, han conservado las fachadas, han hecho varias viviendas y han añadido piscina que antes no tenía. Cuando volvemos le enseño la casa donde vive María, pero pasamos simplemente a su lado.

Nos sentamos en la terraza del bar de la noche anterior, esta vez no le apetece comer, pedimos para beber, yo te rojo, él café, ambos con hielo.

A la noche, al llegar a casa, tomamos algo de fruta y un yogurt, mis padres están en la sala escuchando música, mamá cogiendo los bajos de los pantalones vaqueros que compramos, esas cosas las hace ella, dice que lo cose mejor y después de un rato de hablar vamos a la cama.

Durante el paso al lado del río, me había sentido muy sensible y cariñoso, con muestras que habían sorprendido agradablemente a Nico.

Toda aquella afectividad, ahora recién bañado y en la cama, se había convertido en deseo, en el baño le dirigía miradas furtivas, esperaba de su parte que iniciara algún contacto que me llevara a meterme entre sus bazos y entregarme.

Sin acción alguna por su parte, cosa muy rara, me atreví mientras pasaba mis manos envueltas en gel por su cuerpo, a llegar hasta su miembro y acariciarlo dentro de mi cometido de lavarle como me hacía él a mí.

Se le elevó pero no vi un decidido deseo, me sentí un poco frustrado y me enfrié.

En la cama volvieron mis ganas y me arrime a él esperando recibir sus mimos con los que tanto disfruto.

-Nico, ¿ya te has cansado de mí?  -besaba y acariciaba el vello de su tetilla dándole pequeñas lamidas, ronroneando como si fuera un gatito.

-¿Cómo puedes decir eso? Nunca me aburriré de estar a tu lado, pero quiero que a veces seas tú el que me desees, que lo demuestres al menos.  –se vuelve hacía mí y me envuelve en sus fuertes brazos aplastando mi cara en su torso.

-Ya lo hago a veces pero no puedo con este pudor que me retrae en algunas ocasiones. Hemos pasado toda la tarde paseando y cada vez que te acercabas y me llegaba tu olor, deseaba tenerte, que me hubieras amado en el mismo parque. Habernos metido en cualquier rincón para hacer el amor.

Su pene había despertado y por la posición empujaba en mi pecho, lo acaricié, quería besarlo, lamerlo.

-Lo quiero en mi boca, deseo mamarlo. –elevé mi mirada hacía él como si fuera un cordero en el altar del sacrificio.

-Yo también.  –me elevó y agarró mi verga con su mano, sentí un escalofrío cuando apretó la cabecita entre sus dedos índice y pulgar, como cuando pellizca mis tetitas.

Mamaba con suavidad de su verga, metido mi lengua entre el glande y el pellejo de su prepucio antes de que descapullara su glande y retrajera todo el pellejo.

Hacía ruidos con mi boca al sacar su polla de ella, mordía su pellejo para volver a cubrir su glande y buscaba en su uretra las gotas de precum antes de que se salieran.

Me sentía muy dichoso, al tener para mí a este hombre que me había despertado del letargo invernal de mi vida. Tenía tantas cosas que agradecerle que sentía cantidad de satisfacciones al escuchar los ronquidos de placer que salían de su boca. Tan pronto estaba mordiendo la bolsa de sus huevos, como metiéndolos en mi boca y chupándolos.

-¿Quieres que te la meta ya?  -escuchaba su sofoca voz  de la excitación que le notaba.

-No, por favor, quiero mamarla hasta el final.  –necesitaba que se viniera en mi boca, quería saborear su semen, tener su esencia en ella.

No lo volvió a preguntar, se centró en meter mi polla todo lo que podía en su garganta,  introducir dos y tres de sus dedos en mi ano y follarme con ellos, follar no era la palabra correcta, era acariciar las paredes de mi recto, abrirlos para estirar mi culo y hacerme suspirar de gusto cuando ese placer lo unía a las profundas aspiraciones de su boca.

Imité sus movimientos y fui metiendo mis dedos en él, tropecé con su próstata y cada vez que la frotaba veía come llenaba mi boca de sus flujos y se ponía más tiesa.

Jugamos los dos a lo mismo y notaba como también yo me iba poco a poco, sentía un intenso placer pero sin llegar a correrme hasta que abrazó la corona de mi glande con sus labios y apretó chupando con fuerza, entonces me llegó el orgasmo, profundo, nacía en mi tripa e iba avanzando muy fuerte.

Dejé de mamarle, mi prioridad ahora era respirar, buscar aire como fuera, mamó unos segundos más y luego paró dejando mi polla en su boca, empuje para meterme muy profundo en él hasta llegar a su garganta y luego fui saliendo hasta que quedó únicamente un poco más del glande dentó de él.

Era deliciosa la paz que sentía después de la explosión de placer y haber eyaculado todo mi semen. Decidí que era el momento de que obtuviera su recompensa y mamé, chupé con deseo, con ganas de que se vinera en mi boca y sentir sus espasmos del placer que mi boca podía proporcionarle.

Llegó cuando no lo esperaba, de sorpresa, se puso tenso y en un segundo tenía mi boca llena de su polla y su simiente, hubiera querido que tuviera mi verga dentro de él pero la había sacado y tenía su rostro enterrado en mi pubis respirando entrecortado.

Comí toda la leche que había echado y busqué en el bosque de sus pelos cualquier gota que tuviera oculta, el hacía lo mismo conmigo hasta que quedamos limpios.

                                               ------------------------------

Acariciaba mi cabeza y enroscaba mis cabellos entre sus dedos, yo jugaba con los de su sobaco tirando un poco de ellos.

-Me gustaría que me dijeras más a menudo que me deseas, no tener que ser yo siempre el que parezca un enfermo perdido por el sexo.  –le miré rendido y entregado.

-Lo sé Nico pero te veo más en ese papel, te deseo a menudo y te quiero siempre, nunca creí que pudiera volver a querer.

Me interrumpí inmediatamente, no tenía derecho alguno a recordarlo, le miré con dolor, por él, porque podía haberle herido.

-Ven bonito mío, no importa que le recuerdes, vamos avanzando y terminarás amándome.  –subí hasta su boca para callarle, para besarle agradecido, había recogido mis despojos y a pesar de ello era feliz.

Me dormí tranquilo entre esos brazos que me brindaban seguridad y ternura, sintiendo su olor, con mi rostro en su costado acariciado por su aliento.

                   OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Es viernes y cuando despierto no hay luz en la habitación, están bajadas las persianas, me levanto para subir alguna de ellas y que penetre la claridad, solo un poco, la habitación está orientada al Este y el sol comienza a quemar. Nico está despierto, creo que son los nervios del viaje o que hay que rematar la preparación de nuestras maletas.

Nos aseamos, en esta ocasión no sucede nada salvo practicar su manía de lavar mi cuerpo, pero me gusta, me gusta, síííííííííííííí, me encanta que me toque.

Cuando salgo de la habitación oigo voces que reconozco y me apresuro para ir a la cocina. Aurora está con mamá, están sentadas tomando café y se levanta dando gritos como siempre, algo estridentes cuando ve a su pequeño. Nico sonríe con aire de circunstancias. Conoce la existencia de Aurora, le he hablado de mi segunda madre, está no es como mama, le abraza estrechamente, ella es más pequeña que mamá y le obliga a bajar la cabeza para estamparle varios sonoros besos en las mejillas.

Nos despedimos de papá y de Aurora, mi madre va con nosotros para traer el coche de vuelta. Viene ella sola, es muy movida a pesar de sus sesenta y cinco años.

Llevo el coche directamente a salidas y bajamos las maletas, nos abrazamos y besamos, también lo hace con Nico, luego nos deja solos. Pedimos unos sandwiches en la cafetería después de facturar el equipaje y esperamos a que anuncien la salida de nuestro vuelo.

Aterrizamos en la isla y recogemos el coche que habíamos alquilado. El hotel es una maravilla todo él, no entiendo por qué hay tantas piscinas si las playas están al lado, limpias y con aguas transparentes. Mi madre ha sabido elegir, no detallo lo que veo, todo está lleno de lujo, para pasar bien siete noches, siete días.

Deshacemos las maletas, hemos traído alguna ropa elegante por si alguna noche hace falta, mucho pantalón corto, camisas livianas y ganas de diversión.

Hay mucho turista de multitud de países, gente joven en su mayoría, pocos niños y personas mayores.

Bajamos para ver los alrededores, tomar contacto con el entorno, el mismo hotel tiene discoteca con atracciones.

Nos vestimos con ropa de piscina para darnos un baño, hace calor y se está muy agradable, luego Nico va a buscar algún folleto que nos informe de los lugares de diversión, trae prensa francesa y española, yo leo la francesa y él va a buscar unos refrescos.

Cerca está un grupo de jóvenes, chicos y chicas jugando, entrando y saliendo del agua, todos tirando a rubios, seguro que son franceses por alguna frase que cojo al vuelo. Estoy distraído y no advierto que uno de los chicos se ha acercado hasta mi hamaca, se dirige a mí en francés, preguntándome si estoy solo, parece que no se ha dado cuenta de la presencia de Nico y acercándose a mi oído me susurra una frase que me hace reír a carcajadas.

El chico se queda con una sonrisa de oreja a oreja y sus compañeros miran hacia nosotros, no puedo parar de reír y Nico regresa, toma asiento a mi lado y me abraza, el chico se pone intensamente rojo.

-¿Por qué ríes así?, ¿te sucede algo?   –me repongo un poco.

El muchacho no tendrá más de 18 o 19 años, se ha apartado unos pasos pero no marcha. Parece muy delicado y ahora cohibido ante Uni.

-Bueno, dime lo que ha sucedido y quien es este muchacho.  –vuelvo a reír divertido, al chaval se le van los colores al ver que no me he molestado.

-Este chico…,  me dice de repente que quiere follar conmigo.  –ahora Nico se une a mi risa alocada y el chico también se ríe.

Me pide perdón por sus palabras, que no se había dado cuenta de que estaba acompañado y nos tiende la mano, yo no me levanto pero se la alargo y Nico si que se pone de pie para estrechársela.

Se presenta como Fabien, no se le nota nada violento o preocupado y llama a sus amigos, nos los va presentando, son franceses como suponía, le preguntan a Fabien por lo sucedido, soltamos la carcajada los tres, Fabien les cuenta sucintamente lo ocurrido, sin decirles lo que dijo, solamente que me había dicho que le gustaba creyendo que estaba solo,  luego apareció lo que él llamó mi novio; se organiza la algarabía de risas por contagio de las nuestras.

Se hospedan en nuestro hotel y nos ofrecen salir a la noche para ir al puerto o a alguna disco, declinamos la invitación, queremos ir al puerto a cenar algo.

Hoy  viernes, nos dicen en recepción que es un buen día de ambiente cuando bajamos vestidos para ir a tomar algo. Cenamos ligeramente, Nico es el que tiene hambre, hay mucho ambiente en las terrazas.

-Mira Nico, en aquella mesa grande, es Fabien y sus amigos.

-Vamos a sentarnos con ellos, tiene alguna silla sobrante, nos vendrá bien comenzar a ver a los franceses como vecinos de casa.

Es un grupo de muchachos alegres que beben más que comen, son de Orleans y están en un viaje como de estudios que no termino de entender, nos acogen bien, son amables y Fabien el mejor, quizá por su extraño comienzo.

Vamos a otro bar y a otro y creo que se están pasando de cerveza que es lo que más beben. Vamos  después a una disco, se lo conocen todo, no deben de dormir de noche.

Ya muy tarde, tardísimo, después de bailar y desmelenarnos, a las dos de la mañana no puedo ya con mi alma y les decimos que nos vamos, nos acompaña en nuestra huida una parejita, muy unida, ya que el muchacho no ha soltado a la chica en toda la noche.

Me levanto bostezando, la noche pasó, de ser las dos y media de la madrugada cuando llegamos al hotel, a ser mucho más tarde cuando cerraba los ojos.

Nico venía con ganas y a mí me llegaron enseguida, no hubo mucho juego preliminar, pero resulto delicioso tenerle dentro de mí, ver sus esfuerzos por llevarme al cielo y sentirme inundado en mi vientre.

Comió mi culo con unas ganas tremendas.

-Nico, la tienes gordísima. –le masturbaba con dulzura, pendientes mis ojos de como bajaba y subía su prepucio tapando su glande tan rotundo y grande.

-Ha sido tu baile y ver cómo te mueves, ha sido mucho tiempo de calentura.

-Qué bueno que yo soy el culpable, había una francesita que no apartaba sus ojos de ti. –así pasamos unos minutos hasta que pensé que quería tenerle dentro de mí.

Me metió sin parar su pene, sin dolor o fue inapreciable y me follo con ganas locas. Me miraba y besaba extasiado, en un momento sujeté mi polla y sin querer me corrí, su verga me tenía extraviado.

Supo regularse, hacer esperas donde me besaba y me decía lo que me quería y volvió a conseguir que mi verga despertara, no volví a eyacular, pero si a estar muy a gusto sintiéndole a él disfrutar de mi cuerpo. Al fin se vino y pude abrazar su espalda con mis manos y su cintura con mis piernas, estaba muy contento de ser tan flexible y poder abrazarme a él de esta manera.

                                        OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Hemos dormido seis horas escasas, Nico yace a mi lado, acaricio su brazo y se da  la vuelta, no debe querer ver mi rostro al despertar, beso su espalda y bajo reptando en la cama hasta llegar con mi boca a los bajos de su espalda, le beso, se mueve protestando, le muerdo uno de sus redonditos melones y salto de la cama corriendo hacia el baño.

Desayunamos y volvemos para asearnos, decidimos que con lo cansado que estamos vamos a descansar, el mejor lugar será tumbados al sol en la piscina.

Miro que no falte en mi bolsa el protector solar, me ha advertido mi madre para que no nos lo dejemos de aplicar, me quemé y lo pasé muy mal un año que estuve con los amigos en Ibiza.

Nos aplicamos la crema cada uno a si mismo menos en la espalda que tenemos que hacerlo el uno al otro. Arrastramos las hamacas para estar en un sol-sombra y nos tumbamos, hace mucho calor y humedad.

-¿Lo pasaste bien ayer?  -giro el rostro para mirar a Nico y sonrío ante la pregunta.

-Estuviste magnífico.  –aparece una sonrisa maligna en su boca.

-No me refería a la cama, lo decía por la disco y la charla.

-Es todo divino, poder estar a tu lado, bailar contigo que casi nunca lo hacemos, ¡ay!, son unas vacaciones magníficas, pero no sé para que hemos alquilado un coche para la semana.

-Fabien bailó contigo un buen rato.  –le miro, no sé lo que quiere insinuar pero su rostro está sereno con una sonrisa beatífica.

-Es un niño, todos son unos niños que se quieren divertir y pasarlo bien, están de viaje de vacaciones, hay que consentirles, yo también quiero divertirme y olvidarme del trabajo, de lo que nos espera en Septiembre.

-Me han dicho los de la fábrica de Francia que alguna vez tendré que desplazarme a York, a las oficinas centrales, al hotel donde hicieron la selección, para seguir cursillos especiales que deberé poner en práctica en la fábrica, trabajar, estudiar y a ti te pasará lo mismo. Vamos a divertirnos ahora.

Estiro mi brazo para que coja mi mano, se resbalan por la crema y renuncio a tenerlas unidas, mis ojos se van cerrando y voy perdiendo la consciencia.

Unas voces me despiertan, aunque adormilado abro mis ojos; a nuestro lado está la parejita de anoche, ella está tumbada y el extiendo crema sobre su espalda, algunas veces baja su cara y la besa en el cuello, se ha soltado la parte superior del bikini. Es una estampa muy bella, el rostro de ella me recuerda a alguien, posee unos rasgos muy finos y tiene pocas curvas en el cuerpo, está muy delgada, el chico no es muy guapo de cara pero tiene unos labios finos muy rojos que llaman la atención y su cuello es de toro, la nariz chata y el cuerpo sí que lo tiene muy bien formado, precioso.

Aparto la vista de ellos y vuelvo a caer en el sueño, cuando abro los ojos, la chica tiene girada la cabeza hacia mí y me sonríe, nos miramos un momento, como estudiándonos; vale, yo la estudio, me llama la atención sus rostro de ojos grises perla, como el agua revuelta de mar. Me hace un gesto de saludo con la mano que respondo, se levanta y se acerca hasta nosotros, Nico continua dormido.

-¡Hola! Buenos días, estáis solos. -la saludo yo primero.

-Buenos días, sí llegaron muy tarde y ahora duermen, pronto bajarán para nadar  y tomar el sol, ¿puedo sentarme a tu lado?  -señala mi hamaca y me corro hacia el otro extremo para dejarla sitio, se sienta en el borde.

-Espero que ayer Fabien no os molestara.  –baja su vista y un color rosa cubre sus mejillas, ¡jolín! ¡Qué chica tan interesante!

-No te preocupes tu amigo es un chico muy atento y no nos molestó, en realidad estuvimos muy a gusto con vosotros.

-No es amigo mío, es mi hermano gemelo.  –ahora entendía por qué me resultaba su cara conocida y ayer no me fijé mucho en ella.

-No te preocupes Amélie, ese es su nombre, tu hermano es un chico divertido y extraordinario, no nos ha causado problemas.

-A veces se deja llevar y actúa muy espontáneo, pero no tiene mala intención.

Nico continúa durmiendo.

La pobre niña se desvive por encontrar justificación a lo que no ha tenido importancia alguna, hablamos un poco de Francia y le digo que voy a marchar allí a trabajar y se va desarrollando la conversación hasta que su chico se acerca. Me divierte observarla, es una monada de chica y habla con tanta suavidad y dulzura.

Llega la hora de comer y el resto del grupo no aparece, marchan para ir a sus habitaciones. Cuando Nico despierta vamos a nadar unos largos y subimos a cambiarnos para comer.

-A ver Nico, hemos alquilado un automóvil, ¿para qué?, me gustaría visitar Ciudadela, bañarnos allí y comer, ¿qué te parecería una paella o algo típico en un restaurante bonito?

Sé que le he tentado, me mira abriendo sus ojos, se olvida de llevar el bocado a su boca.

-Vale, como tú digas, lo que quieras, te mereces un premio por tus ideas.

A la salida del comedor encontramos a los chicos franceses que vienen para comer. Fabien nos saluda efusivo, el resto también, quedamos para vernos a la tarde en la piscina, antes de salir para ir al ambiente de los bares. Tienen pensión completa en el hotel y quedamos en que cenaremos con ellos y saldremos desde aquí.

Subimos a la habitación y Nico sujeta mi cintura al cerrar la puerta, me coge en sus brazos como a un niño pequeño y me lleva hasta la cama.

-Voy a darte el premio que te prometí por tu idea de visitar otro lugar.

-Me permitirás lavarme antes la boca.  -salto de la cama y voy al baño, mientras lavo mis dientes Nico me quita la ropa, la risa logra que manche todo el lavabo con la pasta dentífrica.

Me hace el amor otra vez, pienso que tenemos suerte de no ser una pareja de coneja y conejo, me iba a tener preñada todo el tiempo. Cada vez que lo hacemos lo disfruto más y es un amante que sabe muchas maneras de hacer el amor y que me va descubriendo poco a poco.

                                                   --------------------------

Parece que pertenecemos al mismo grupo, jugando con ellos, nadando y compitiendo, me arrebata ese grupo de jóvenes y alegres muchachos, sobre todo en el agua donde es difícil ganarme.

Pasamos la tarde con ellos, ahora entiendo cómo pueden aguantar tanto, se turnan para dormitar. Amélie desea saber lo que vamos a hacer mañana domingo, evito la respuesta hablando de otras cosas.

Cenamos juntos, tenemos que ocupar dos mesas, vamos a nuestras habitaciones y quedamos en vernos en la entrada del hotel.

En el puerto beben sus cervezas, y rarezas que se dan, pido una copa de cava para mí, hoy me voy a desmelenar.

Seguramente la misérrima cantidad de cava que he bebido se me ha subido a la cabeza, en la disco pido una tónica con limón; nos hemos colocado en un lugar apartado de la pista de baile, debajo de una escalera con forma de cuerno de cabra, conduce a no sé donde del cielo estrellado por las luces que giran cambiando los colores.

Tengo a mi izquierda a Nico y a Amélie a mi derecha, algunos han dejado sus consumiciones en la mesa y han ido a la pista de baile.

-¿Quieres bailar?  -Amélie me lo pregunta a mí, no a su pareja, habrá visto el movimiento de mis piernas, miro a Nico que aprieta mi pantorrilla en tácita autorización. Al dirigirnos hacia la pista busca mi mano, será para que no me pierda entre el público y envueltos por él bailamos, primero la miro bailar, como mueve sus exiguas caderas su pelo que brilla y se alborota con los movimientos que hace, cierro los ojos y me dejo llevar por la cadencia, el compas de la música que suena, moviendo mi cuerpo y la cabeza, notando sus manos en mis caderas, a veces por delante y otras por detrás. Me abraza y abro los ojos.

-Entiendo que deseéis estar solos pero puedes decirlo sin buscar escusas o derivar la conversación.  –me siento abochornado y a pesar de estar sudando y rojo por el calor y el baile, me pongo más rojo aún.

-Perdóname Amélie, tienes razón, mañana deseo estar a solas con él.

Aprieta mi cuerpo con sus delgados brazos y se separa comenzando a seguir el ritmo de la canción.

-Lo entiendo, no te preocupes.

-Salimos un momento, no se puede soportar el calor, así respiramos un poco de aire fresco.  –Amélie me acompaña, antes pasamos a recoger nuestras bolsas a la mesa donde están sentados los del resto del grupo

Tengo un correo de Nicaragua que contesto brevemente, mi amigo se encuentra mejor y ha podido salir al campo, me alegro tanto por él.

Después de un tiempo sentados, envueltos en el aire de la noche, volvemos al interior, dejamos nuestras pertenencias en el asiento. Nico habla entretenido con Fabien, el amigo de Amélie y otro muchacho, son los únicos que quedan.

Volvemos a la pista después de apurar la bebida que teníamos en la mesa, nos compenetramos en la danza y nos divierte a los dos.

Así una pieza tras otra hasta que noto otras manos más fuertes en mis caderas que me impulsan siguiendo la cadencia musical, luego abrazan mi pecho pegando la tela de mi camisa con el sudor a mi cuerpo.

-No te cansas de bailar y moverte. –sé que es Nico su colonia le delata, me vuelvo y cuelgo mis brazos en su cuello. Hay alguno más del grupo allí cerca y Fabien, alguien habrá quedado para cuidar de los bolsos y bailamos en corro unos con otros.

El mismo calor del interior es el que nos hace sudar en la calle. Amélie, esta vez, rescata a Fabien de la noche de bebida y lo lleva para el hotel. Nos despedimos hasta el día siguiente y antes de que marchen hacia sus habitaciones.

-Gracias Amélie, por el baile y por tu comprensión.

Cuando llegamos a la habitación tenemos que ir al baño corriendo, a darnos una ducha, olemos a tigre. Cuento a Nico la conversación que he mantenido con Amélie y mi contestación al correo de Nicaragua y nos perdemos en el sueño. Despierto con frío en el cuerpo, el aire acondicionado está muy fuerte, Nico está desnudo mirando hacia el lado contrario, cubro su cuerpo con la sábana  y me aprieto abrazado a él.

                             OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Hace un día magnífico, cuando despierto la luz inunda la habitación. Nico ha retirado la sábana de él, me acerco y beso su brazo, despierta, esta callado, permanecemos así un momento, cada uno con sus pensamientos.

-¿Sabes Daniel?, me asombra que según cómo eres tú de serio, otras te muestras alegre, te gusta el baile y la fiesta, estar con amigos, enseguida haces amistades si te lo propones, y en tantos años, desde que lo de Gonzalo quedó descartado, no hayas encontrado algún chico que te haya interesado.  –me giro hacia él y vuelvo a besar su brazo, ahora con un beso más largo.

-Los he encontrado, alguno que me han interesado más o menos, pero no los he llegado a apreciar y querer y se acabó sin empezar. Llegaste tú, me interesaste desde el principio, pero tenía miedo, hasta que lo vencí y aquí estoy, contigo y vamos a levantarnos que quiero bañarme en la playa de Ciudadela, ver sus calles y sus bares, comer allí. ¡Venga!, vamos ya.

Visitamos la ciudad, lo importante, un paseo rápido para ver su arquitectura, la catedral, el castillo de San Nicolás y otros edificios emblemáticos de la ciudad, pero lo nuestro es, por ahora, la playa.

Localizamos el bar donde vamos a comer, para tener garantizada la mesa y nos vamos a la playa, la primera que localizamos, pequeña y con poca gente, de arenas blancas o ligeramente doradas. Nos quedan dos horas antes de ir a comer, para tomar el sol, nadar y jugar saltando en el agua transparente uniendo nuestros cuerpos, esforzándonos en una lucha desigual, donde siempre salgo perdiendo y tirado sobre el agua de la mar.

Somos, estamos felices aplicándonos la crema de protección y aprovechando para tentar nuestros cuerpos, repasarlos con nuestras manos, volviendo a aprender donde se encuentran los valles, las planicies, las suaves colinas y las aún inmaduras dunas de mis abdominales.

Estoy sofocado, Nico está de un rojo que explota, antes de comer tomamos un refresco, hay aire acondicionado dentro del local, Pedimos que nos coloquen una mesa fuera en la calle, a la sombra que proyecta el edificio que roba el calor al sol.

Nico pide la comida y se deja aconsejar, verdura y caldereta de marisco, un Cresta Rosa muy frío y agua. La paella proyectada se queda para otro día. La camarera nos desea que nos agrade la comida,  La berenjena rellena de verduras es riquísima y casi me llena, tomo un sorbito del rosado, por probar; me hace cosquillas en el paladar, está comprobado que lo mío es el agua. En el segundo plato ya no puedo más, pruebo la langosta y reconozco su delicado gusto y exquisito sabor pero ya es suficiente tengo que dejar lugar para el postre, tarta de hojaldre de manzana y un café.

No volvemos a la playa, hemos permanecido dos horas y estamos como cangrejos cocidos, paseamos aprovechando las sombras de los edificios, tomamos asiento al frescor de las palmeras de la plaza del ayuntamiento, notando la frescura de su fuente, a veces nos damos la mano y tenemos que soltárnosla, con el calor se nos pegan.

-¿Qué hacemos esta noche Daniel?  -estamos sentados ahora en una cafetería con un granizado de limón en la mano.

-Podemos tener una cena informal, unos platos de jamón, de queso y alguna otra tontería, si encontramos a nuestros amiguitos franceses podemos proponérselo, en caso de que no los encontremos vamos nosotros dos. ¿Qué te parece?

-Me gusta la idea, veremos cómo andan esos chicos, no creo que dispongan de mucho dinero para gastar, el hotel y las comidas las tienen pagadas y el dinero de bolsillo para la bebida. No creo que les vaya a sobrar mucho.

-Es igual Nico, les invitaremos nosotros, resultará más barato que lo que te ha costado la comida de hoy. Les diremos que celebramos mi cumpleaños, en parte es verdad, solamente han pasado tres días.

Una  hora más tarde abandonamos el lugar, ha resultado una visita entretenida con una buena comida y momentos de soledad compartida entre nosotros, en la compañía ideal. Cuando llegamos donde hemos dejado el coche, al abrirlo, sale el aire con olor a plásticos, caliente como el que asciende del alquitrán del pavimento. Esperamos a que se renueve el aire, conduce Nico, antes de montar en el vehículo se acerca a mí  y me abraza, no resulta muy agradable con el sudor que transpiramos.

-Gracias Daniel.  –le miro enarcando las cejas.

-Por tenerte aquí, conmigo.

 El coche tiene aire acondicionado que para mi resulta excesivo, una hora más tarde recogemos la llave de la habitación en el hotel, pregunto por los chicos franceses en recepción, al parecer han subido a sus habitaciones hace muy poco tiempo, le pido al empleado que me ponga con la habitación de Amélie. Cuando descuelga el teléfono le explico nuestra idea y le miento sobre mi cumpleaños, para lograr que acepten la invitación. Arreglada la cita, quedamos para dentro de dos horas en recepción, ella se encargará de avisar a sus amigos. Me ayudan los empleados para localizar el bar que deseo y llamamos para reservar la mesa, ellos son ocho, la mesa está reservada para diez.

Cuando nos desnudamos para meternos en la ducha Nicolás pregunta.

-¿Lo hacemos cuándo volvamos después de la fiesta o ahora?  -si el diablo sonriera, esa sería su sonrisa, la que el muestra, le abrazo, enrosco mis piernas en su cintura y él me abraza, sus manos lastiman un poco mi espalda dañada por el sol. No me importa, el aire es frío y alivia la impresión de quemazón.

-Ahora Nico, ahora y quizá luego también...

La cena de diez personas, unas siete que comen hasta lo incomible, tres que comemos menos; compuesta a base de jamón, tortilla de patata, ensalada, quesos, cerveza, otros ibéricos cuestan cuatrocientos euros con la propina, más barato que la comida del mediodía, menos elegante, más alegre y bullanguera, muchas risas, cántico del cumpleaños feliz en francés, español e inglés y ambiente más de jóvenes; lo que no pude hacer con mis amigos que estaban fuera, lo vivo, lo disfruto y lo agradezco ahora, junto a Nico y un grupo de turistas, transeúntes franceses que quizá, en unos días, no vuelva a verles en mi vida.

La noche va transcurriendo sentados en la terraza, hace mucho calor, más cerveza, algunas otras bebidas más ligeras, hoy no desean ir a bailar, va a ser noche de terrazas con cerveza.

Después de estar en tres o cuatro locales le pido a Nico que nos retiremos, nos despedimos de ellos, parece que Amélie ha tomado el control de su hermano y los tres nos acompañan caminando hasta el hotel.

Aunque yo me caigo de sueño la ducha que tomamos me espabila. Nico juega conmigo y yo con él hasta que acabamos rendidos, vamos a dormir como ángeles lo que resta de noche y alguna hora más de la mañana siguiente.

(9,56)