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Nota: Brindemos por mi hijo.

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Capítulo 13:

Eduardo:

Subí al coche de mi padre, él manejaba, yo en el asiento del copiloto. Me sentía entumido, no sentía mis manos, y muchos menos mis pies, como si estuviese preso en hielo, frio y punzante hielo.

No dijo ninguna sola palabra a lo largo del trayecto, lo primero que se me vino a la mente era que tendríamos que ir a su cuarto de hotel. Entre tantas personas pasar por las banquetas de la calle, los enormes edificios que parecían castillos de naipes, pensaba siempre en él, en mi osito, en mi Carlos. ¿Qué haríamos? Mi padre estaría furioso y yo no tengo nada que ofrecer.

Me pidió con voz irritada que lo siguiera, llegamos a un hotel por demás muy caro, lo noté por el perfecto acabado de madera que adornaba los bordes del edificio. Al entrar, el movimiento de personas era de arriba hacia abajo, de un lado a otro. Sólo me dediqué a seguir a aquel hombre, avanzaba a paso rápido.

Recorrimos unos pasillos adornados con hermosas pinturas, un papel tapiz de color crema y alfombra de un tono café que hacia un conjunto perfecto en aquel lujoso lugar. Llegamos a la habitación, miré todos los detalles, tal vez para mantener la calma, pero no me ayudaba mucho. Pasó una pequeña tarjeta; la puerta se abrió. Entré primero y al oír que la puerta se cerró de golpe me quedé helado.

-Bueno… -Escuché su voz acercarse- Así que, eres maricón –Al escucharlo decir eso sentía que la cara se me caía de vergüenza- Quien lo diría –Se puso frente a mí- Eres un maricón…

Me quedé en silencio, sus palabras me rebotaban en toda el alma, pero, ¿Por qué? Nunca me importo lo que mi padre pensara, y mucho menos lo que saliera de su boca, pero esta vez fue distinto, fue como si me escupieran en la cara.

-Jamás lo pensé de ti Eduardo, es más, nunca confié en que tuvieses un futuro, siempre pensé que serias un mantenido, pero un ¿¡Jodido Maricón!? –Me quedé estático, tenía su cara justo frente a mí, gritando e insultando, tirando cosas al aire-.

Comenzó a caminar por el cuarto, se dirigió al pequeño bar que estaba en una esquina, tomó dos copas, y las llenó de vino, no dejaba de ver hasta el más mínimo movimiento, sus gestos, sus señas, todo era con desagrado, con enojo. Se acercó a mí, me tomó de la mano y depositó una de las copas, él sostuvo la otra.

-Vamos a brindar –Balbuceó- Por mi hijo el mariquita –Y levantó su copa, yo no lo hice, mis lágrimas comenzaron a caer ante una impotencia de querer romperle la cara y no poder por ser mi padre-.

-Estas siendo muy injusto… -Difícilmente salió de boca-

-¿Injusto? –Se echó a reír- Tu estas siendo más injusto, ¿Así es cómo me pagas? –Bebió de la copa- ¿Cogiéndote a la princesa que tienes de compañero de estudio? –No iba a aguantar otro insulto más-

Tiré la copa con vino que llevaba en mis manos, escuché como se quebraba contra la pared. Con una fuerza que aun no comprendo de donde surgió, lo tomé del cuello de su camisa, lo acerqué a mí y con rabia le susurré.

-Que sea la última vez que le faltas al respeto a Carlos –Mi padre me miraba confuso, entre odio y asco, no me tenía miedo. Solté su cuello-.

-A mí no me vuelvas a amenazar –Y me dio una tremenda bofetada que hizo que mi cara girara hacia un lado bruscamente-

Por reflejo llevé mi mano a la cara, me ardía mucho la mejilla, supongo que sería por el fuerte golpe que acabo de recibir. Lo miré, parecía arrepentido por lo que había hecho, yo también lo estaba, arrepentido de haber venido a hablar con él.

-No puedo hablar contigo, me voy –Y me di la vuelta dispuesto a salir y mandarlo todo a la mierda-

-Te cambias de escuela esta misma semana, es todo lo que te diré –No me moví, sólo escuché lo que salía de su boca, las estupideces, ya no era un niño como para seguir sus ordenes-.

-Sabes que Sebastián –Me di la vuelta- Te puedes tragar todo tu dinero, tus porquerías, tu ignorancia –Me acerqué de nuevo, no podía evitar llorar- Dejaré la escuela, ahora, y escúchalo bien –Lo tenía junto frente a mí- Lo único que me importa es Carlos –Me miró desconcertado- Quiero darle una vida digna, prefiero trabajar todo el día para que él pueda estudiar que tener que dejarlo –No podía ver casi nada, mis ojos estaban llenos de lágrimas-

-Cállate…

-Antes no podía siquiera estar tranquilo –Sollocé- De repente llega este ser para hacer que de alguna manera algo desaparezca en mí, como si fuera libre –En mis labios se dibujó una sonrisa apagada- ¡Desesperadamente solo papá! ¡Solo! –Grité como loco-

-Eduardo…

-He encontrado lo que había estado buscando en mí, en ti, ¡En todos! –Lo miraba fijo- Tengo una vida digna de ser vivida por alguien más, ¡Lo es! ¡Lo es! –Cerré mis ojos- Jamás pensé que podría ser feliz… (Feliz, feliz, feliz, feliz) ¡Jodidamente feliz! –Sonreí al recordar su bella cara la primera vez que me besó aquel chico de ojos de miel-

-Eres una vergüenza Eduardo –Se alejó de mí, le provocaba asco-

-¿Por qué? –Abrí mis brazos acompañado de un gesto de cansancio mientras las lágrimas seguían escurriendo- ¿Por qué me enamoré de una persona sincera, tranquila, amorosa y esplendida? –Sentía como mi cara tomaba ese potente color rojo, no de vergüenza, si no de rabia-.

-Si tu madre te escuchara…

-No metas a mamá en esto, según tú quieres hablar de…. Hombre a ¿Maricón? –Sonreí en lágrimas- Quisiera tener un pedazo de madera y molerlo a golpes para sacar toda esta impotencia papá, ¡No sabes cómo me siento!

-Ese mundo de maricas…

-Sabes que… tómalo como quieras, me vale un cerro de mierda lo que llegues a pensar papá, ser “maricón” no quiere decir que todo el hombre con quien te encuentres sea gay y te ofrezca sexo, que cada uno de mis amigos, conocidos o familiares comparte conmigo la cama ¡No es así y eso es enfermo! ¡Es ignorante! ¡Es sumamente estúpido!

-Eso es una aberración, no seas idiota –Caminó tras mío- No sabes lo que dices, mejor alista tus cosas que en 2 horas nos vamos –No lo podía creer-

-Pues te jodes padre –Bajé la voz- Porque dejo estudios, tomo a Carlos y jamás volverás a saber de tu hijo –Parecía preocupado-

-No tires tu vida a la basura, en casa nada te va a faltar hijo, puedes tener a quien tú quieras, tú no eres como el, tú no eres marica –Sinceramente no lo entendía, al principio me insultaba y ahora le preocupaba mi bienestar-.

-¡No estoy tirando nada! Ahora soy feliz, ¡Feliz! –Traté de sonreír- ¿No recuerdas cuando conociste a mamá? –El parecía mudo- Ustedes se conocieron sin querer, recuérdalo, estaban en una fiesta de alta categoría, dos rebeldes sin causa que se creían reyes del mundo ¿y cómo terminó? ¿Son felices? ¿Se aman? –Él se quedó mirándome-

-No es igual, no compares… -Sus ojos estaban cristalinos-

-¡Qué si es igual! –Dije desesperado- ¿Qué pasa cuando te caes? –No contesto nada- ¡Duele! ¡Te duele al igual que a mí! –Seguía serio- Porque ambos somos iguales, somos humanos, sea como sea –Suspiré- Pero tú crees que no es así –Empecé a señalarlo- Que no está bien, ¡Tú quieres hacer lo que te plazca! Sólo quiero ser feliz…. Con él, con nadie más… -Las palabras salieron de mi boca con tanta potencia y energía que al final lo único que pudo liberarme fue un profundo y largo suspiro-

-Date cuenta de toda la estupidez que sale de su boca hijo, no seas cabrón –El hombre estaba furioso-

-Es que no te entiendo –Quería hacerlo entender de mil maneras- ¿¡Qué no entiendes!? No sólo es sexo –Un gesto de sorpresa apareció en su cara- ¿Por qué nunca te molestó que tuviese relaciones con cualquier chica? ¡Eh! –Me acerqué- Acaso dime, ¿No es peor papá? ¡Dime! ¿No es jodidamente peor andar de puto? –En ese punto ni siquiera tenía idea de las cosas que brotaban de mi boca- Esto que siento es felicidad –Dije cansado- Sé que pensarás que por el simple hecho de que una persona con gustos distintos está tachada de promiscua, loca o que sé tanta mierda crees que yo soy igual, pues no ¡No joder! –Ni siquiera sabía cómo esos movimientos bruscos se arrancaban de mis brazos-

-Eduardo tienes que entender….

-¡No! –Interrumpí- El que tienes que entender eres tú ¿Acaso esto es para que se abra la tierra y comience el juicio final? –Estaba harto- Una cosa es amar a alguien de tu mismo sexo, y otra cosa muy distinta es follar con la primer persona que se ponga enfrente, ¡No me fije en eso cuando conocí a Carlos!, por alguna estúpida y maravillosa razón olvidé que ese chico que estaba a mi lado era una persona común, no sé qué mierda paso, sólo sé que estoy enfadado ¡Me siento estafado!

Hubo un gran silencio entre ambos, un silencio enloquecedor, parecía que las paredes gritaban, que el aire me lastimaba, parecía que tenía enfrente a un desconocido. Su mirada perdida, sus gestos de desagrado, su lastima, todo ello que me lastimaba, lo tengo justo frente a mí.

-Es todo lo que diré... –Rompí el hielo- Quedas avisado, hoy mismo nos vamos para no causarte vergüenza –Lo miré resignado, sin habla, sólo caminé hacia la puerta-

-Eduardo… -Escuche su voz- Desde ahora, tu para mí no existes… -Una lagrima resbalo por mi rostro al escuchar esas palabras, las palabras que más me dolieron en toda mi vida- Pero nunca te faltara nada, te pido que no dejes los estudios, que sigas cómo hasta el día de hoy –Me encontraba mudo- Te amo hijo… -Fue lo último que salió-

-Te amo papá... –Cerré la puerta y me perdí entre los pasillos del enorme lugar-

……………………….

Alberto:

Domingo en la mañana, este sería el día en el que hablaría con Carlos acerca de mi comportamiento hacia él. Dejé a Edel en la habitación de mi departamento, según él tenía mucho trabajo, pero pareció entender la situación y me dejé ir a buscar a mi peque. Comencé a tocar la puerta, se abrió a los pocos segundos, él se asomó un poco, dejándome ver su linda mirada.

-Hola… -Levanté la mano-

-Hola –Me miraba, parecía algo preocupado-

-¿Puedo pasar? –Traté de sonreírle-

-Sí, adelante –Y abrió toda la puerta para darme el pase-.

Entré, me di la vuelta y miré como cerraba la puerta, al girarse se topó con mi cuerpo obstruyéndole el camino. Levantó la mirada y parecía no entender, pero si estaba triste. Acaricié su barbilla y deposité un suave beso en su mejilla, lo miré, le abrí mis brazos ofreciéndole un abrazo con la intención de hacer las paces, él miró al suelo, dio un corto paso hacia mí como un torpe polluelo y se dejó hacer, me dediqué a abrazarlo por completo, un brazo de oso, lo sentía por demás frágil, sabía que todavía le lastimaban las palabras que le dije, además siento que algo pasó y que las cosas no andaban del todo bien entre los chicos.

-Peque –Olí su cabello- Quiero que me perdones –Susurré a su oído- Por descargar mi frustración contigo, por ser tan egoísta, tan tonto…

- No tienes por qué Alberto, sé que a veces soy…

-No, no, claro que no –Lo apreté aún más fuerte- No eres un estorbo, nunca lo serás, yo prometí cuidarte, quererte y apoyarte, todo eso porque lo quiero, no porque alguien me obliga, muchos menos por lastima, eres mi peque, mi niño, no te imaginas lo feliz que me siento al tenerte cerca, ser parte de tu vida y que tú seas parte de la mía, compartir tus logros, consentirte en algún capricho, te adoro mi peque… te amo hijo -Besé su frente tratando de contener las lagrimas-

-Yo también mi viejo... –Se acurrucó en mi pecho- gracias por ser parte de mi vida.

Hacía las cosas tan fáciles, para nada complicadas, con un sólo abrazo pude sentir su perdón y su cariño. Un muchacho bueno, sencillo y humilde, me demostraba una vez más que fui un patán por haberle hecho aquello, por haberlo ofendido. Mis manos sentían su cuerpo temblar, las suyas se abrazaban entrelazándose por mi espalda. Pude distinguir una pequeña temblorina en su ser, me di cuenta de que efectivamente, estaba llorando.

-¿Pasa algo peque? –Levanté su cara para que mi mirara- Te noto triste, apagado… ¿Es por mí? –Tal vez aún estaba desanimado por mi culpa, no sabía que pensar-.

-Eduardo… -Suspiró- Eduardo fue a hablar con su padre –Hizo una gran pausa, no entendía lo que trataba de decir- Eduardo fue a hablar con su padre de nosotros –Me miró, sus lentes estaban empañados-.

-Pero, ¿Qué paso? –Me decía que fue a hablar con su padre, pero no sabía de qué, o sobre qué, me estaba preocupando-.

Perdí mis manos en sus cabellos, sentía su cuerpo vibrar, una enorme duda se sentaba justo enfrente de mí, no sabía qué hacer, que decirle, tampoco exigirle algo que tal vez y no quisiera decirme, solamente necesita un abrazo, un fuerte y cálido abrazo.

-A ver Carlos –Lo tomé de los brazos y lo senté en el sofá- Dime que te pasa, aunque si no quieres hablar te entiendo –Me senté junto a el-

-Su padre nos vio besándonos –Miraba al frente- Ahora el cree que es un raro por mi culpa, estoy muy preocupado por lo que pueda pasar…

-A ver chico –Lo giré hacia mí- Para empezar, tú y Eduardo no son raros, eso es un molde que la sociedad crea sólo para discriminar a quienes se atreven a expresar sus sentimientos, sin importar las barreras que esta impone. Ustedes tan solo quieren ser felices juntos, no le veo nada de malo a eso, además, no puedes saber cómo reaccionará su padre, tienes que esperar y no adelantarte a nada.

-No lo hago –Trató de explicar- Es que me da miedo de todo, miedo de perderlo, miedo de que ya no me quiera abrazar –Parecía desconsolado-

-Carlos, date cuenta, con el miedo tu no ganas nada, yo sé que es muy difícil dejarlo a un lado, también lo he sentido y no es para nada agradable, pero haz lo posible para pensar de una forma positiva, veras que tu chico estará aquí te abrazará y te dirá que todo está bien, se quedara aquí contigo, confía en mí, no siempre pasaran cosas malas.

……………………………

Carlos:

Me encantó el abrazo de Alberto, necesitaba el abrazo de alguien, no sé, necesitaba desahogarme o me volvería loco, volteo a ver a la puerta a cada instante, ¿Dónde está? ¿Qué pasó con Eduardo? ¿Por qué no llega? No quiero pensar.

Las palabras me entraban por un oído y me salían por el otro, miré a Alberto, comencé a sudar, me sentía desesperado, no sabía que pasaba, no sabía si Eduardo regresaría, no lo sé. Mierda, sólo no lo sé, estoy aquí sentado como idiota, esperanzado a que entre por la puerta, y tal vez ya no regrese, tal vez y se fue.

-Hola Eduardo –Escuché que Alberto decía, levante la mirada, si era él, no me había dado cuenta de que ya había entrado, me sumergí en nervios-.

Ignorando el saludo de Alberto, Eduardo me miró, tenía una chispa deslumbrante y sus ojos estaban ligeramente rojizos, lo único que se me vino a la mente en ese momento fue abrazarlo, que aunque no tuviera fuerzas para siquiera levantarme del sofá, tenía que hacerlo, tenía que abrazarlo.

-Te dije osito –Sollozaba en mi hombro mientras sentía todo su cuerpo, quería saber que era verdad que lo estaba abrazando, que no era una ilusión- Yo estaré aquí siempre contigo, no te dejaré, jamás –No podía pronunciar bien las palabras-.

-No sabes el miedo que sentí en estas tres horas Eduardo –Comencé a besarlo-

La angustia se fue, la sensación de vacío se esfumó y podía respirar en paz, podía sentirlo conmigo, junto a mí. Temí por que su padre pusiese obligarlo a irse, y sabía que no podía hacer nada, si él se iba, sólo quedaba algo, y sería un recuerdo, pero allí está, conmigo.

-Cuídalo Eduardo –Alberto dijo- Vuelvo después para que me expliquen qué pasa, por ahora, disfruten el momento –Escuché que la puerta se cerró, se había ido-

Sentí la suavidad de la tela acariciar mi mejilla, sentía la fuerza de sus brazos rozar mi cuerpo y sentí la presión entre ambos.

-¿Qué paso Eduardo? –Levanté mi cabeza y lo miré directo a los ojos-

-Mi padre no acepta la nuestro –Derramó una lagrima- Pero me apoya –Me tomó de ambas mejillas –Nos apoya mejor dicho –Besó mis labios-

-¿Seguirás estudiando? –No entendía lo que me decía, parece que se contradecía- No te entiendo Eduardo…

-No pasa nada Carlitos, lo importante es que estamos juntos, y para que te quedes tranquilo, si seguiré estudiando, contigo tontito….

-Estaba muy preocupado… -Ambos estábamos ahora más tranquilos, no venían al caso las lágrimas, deberíamos de estar felices, de estar agradecidos de que todo salió bien-.

-Todo está bien, ya te lo dije osito –Escuché que su estómago rugió-

-Parece que tienes hambre –Le sonreí-

-Sí, quiero comerme un osito al horno –Besó mis labios aun con escasas lagrimas resbalando por su rostro-

-No seas tonto –No podíamos parar de sonreír el uno al otro-

-Voy por algo de comer a la cafetería, ¿Me extrañarás?

-Siempre, esperaré a que vuelvas con ansias –Alborotó mi cabello, tomó algo de dinero de su cartera y salió de la habitación en busca de algo para comer-.

Me dejé caer sobre el sofá, comencé a pensar en cosas sin sentido, comencé a cantar, comencé a jugar con mis dedos, me encontraba feliz, muy feliz. Cada vez que lo beso puedo llegar a sentir como me enamoro más como un tonto. Como su cariño es sincero.

………………………….

Eduardo:

Ambos mirábamos televisión, esto fue uno de esos ajetreados días donde todo se vuelve como un torbellino y al final de la tormenta, viene la calma. Tenía a Carlos recostado en mi hombro, mirando la película, en silencio. Mi mano hacia pequeños círculos en su brazo, rosando levemente los bellos que desprendían.

-Es linda la película –Sonreí-

-Gracias por dejarme verla –Dijo calmado-

-Bueno… -Me quedé callado- No te diré que no, pero ¿Por qué ver la Sirenita de nuevo? –Comencé a reír-

-Es que me gusta… -Suspiró- Úrsula le quita su voz y pues no sé, es muy linda y a la vez es muy triste –Se acurrucó en mi regazo-

-Lindo mi osito –Comenzó a reír- ¿Por qué te ríes?

-No sé, es que nunca supe el por qué me dices osito

-Pues porque será, -Sonreí- Porque eres pachoncito, eres suavecito, eres tierno y así –Comencé a sobar su pancita- Me encanta tu cuerpo –Empecé a subir su camisa, me encantaba-

-Me haces cosquillas –Trató de quitar mi mano, pero se lo impedí, comencé a hundir mi dedo en su estómago, esto le hacía cosquillas-

-Estas bien suavecito –Y Carlos no paraba de reír-

Empezó a retorcerse un poco, trato de liberarse pero no pudo, sólo reía como loco debido a las cosquillas. Comencé lentamente a besar por su cuerpo, su cuello, sus hombros, sus pezones, hasta llegar a su ropa interior, lo miré, él me miró ahora sin decir nada.

Empecé a tocar por encima de la tela, de vez en cuando echaba su cabeza hacia atrás en señal de que le estaba encantando, podía sentir su dura y maciza verga ser bienvenida por mis manos. No lo pensé más, bajé su ropa interior y la tomé, una verga gruesa y de buen tamaño, empecé a subir y bajar el pellejo, poco a poco la iba salivando, lo cual hacia mucho mejor mi trabajo manual.

-No soy experto, pero haré lo que pueda –Caí de rodillas frente a él, lo miré, él tenía el rostro sonrojado, me miraba expectante y sus ojos me veían con pasión pura-

Tenía su verga justo a centímetros de mí, un olor me daba la bienvenida, algo fuerte, pero para nada desagradable, tan típico de él, me encantaba, me fascinaba. Tenía unas bolas suaves y redonditas, un glande brilloso y lubricado.

Se me vino a la mente otra idea. Le di una lamida a su glande, Carlos echó su cabeza hacia atrás y dio un leve alarido. Me puse de pie, el me miró confundido, tal vez pensó que yo no iba a proseguir. Tomó la hebilla de mi cinturón y después de desabrochar el pantalón y bajarlo, me miró, estaba a punto de tocar mi mástil pero se lo impedí.

-A ver Carlos –Lo tomé de las manos y lo puse de pie- Te he dicho mil veces que mientras yo no te pida algo, no lo harás –Tomé su barbilla y le di un beso- ¿Entendido? –El afirmó con la cabeza-

Sentía su verga que casi explotaba cuando me arrimé a su cuello para pasar la punta de mi lengua en este hasta llegar a su boca y lamer sus labios. Una de mis manos comenzó a apretar su herramienta de nuevo, amasando sus huevos y sintiendo como mi mano se mojaba por la baba de su pene.

Nuestras bocas ya estaban ocupadas, nuestras lenguas ni se diga, ambos en un punto de excitación celestial. Comencé a lamer una de sus tetillas, lo pegué a un más a mi cuerpo, el accedía a mi fuerza, se dejaba dominar por su hombre y eso me calentaba aún más. Al pasar mi lengua por ese punto sensible que eran sus pezones, soltó más de un gemido cómplice a mis caricias.

Mis manos acariciaban sus nalgas, fui bajando poco a poco, caí de rodillas de nuevo, subí y bajé el pellejo de su pene y me lo llevé a la boca. Ya había probado anteriormente su sabor, pero ahora era distinto, la textura más suave y esponjosa, el tacto más sensible. Comencé a bajar por su tallo muy lento, Carlos me tomó de la cabeza, temblaba.

-Ahhh-hh-ahhhh –Decía difícilmente-

No le presté atención, estaba muy ocupado saboreándole de arriba abajo, hice lo que pude, no logré meter mucho, así que me dediqué a jugar con mi lengua en su glande. Detuve el acto, lo miré y lo tiré sobre el sofá, jalé lo que llevaba puesto de ropa, y lo tenía desnudo frente a mí, con esa cara tan angelical, con esa pasión que se marcaba en sus ojos.

Me acerqué a él, lo tomé de las piernas y lo acomodé de tal manera que tuviera su verga y su rosadito agujero frente a mí. Una vista perfecta de ambos manjares y de su bello rostro que me miraba y me preguntaba a gritos que pensaba hacer. Juguetee un poco, tomé su pene, incliné un poco y lo solté, haciendo que chocara contra su estómago y se estremeciera de placer.

Cautelosamente cuando Carlos cerró los ojos, coloqué la punta de mi lengua en su orificio anal y empecé a lamer mientras mi mano jugaba con su herramienta y mi nariz olía lo delicioso de sus testículos. A los minutos de esto, comencé a embobarme con sus bolas, a lamerlas y seguir subiendo hasta cubrir su pene con mi boca de nuevo.

No paraba de quejarse, me puse de pie y comencé a besar su boca, colocando una rodilla sobre el sofá, mi pie me sostenía y con mis dedos jugaba con su apertura carnal. Me posicione entre sus piernas, las cuales levante y comencé a besar, mi pene estaba apuntando a su entrada, listo para penetrarlo y hacerlo gozar como le gustaba.

Sus hermosas piernas cubiertas por ese sensual vello me excitaban aún más, acariciaba su cuerpo y me ladeé un poco para besarlo, él me recibió de una manera increíble, era hora, tenía que penetrarlo si no explotaría.

Deslicé mi pene por su raja lubricándolo, comencé a introducirlo en su cuerpo, sus gestos comenzaron a deformar su rostro. Su boca trataba de gritar pero le era imposible, solamente la abría soltado entrecortados gemidos mientras mi pene llegaba hasta su máximo punto de entrada, comenzando así la danza erótica. La penetración en esa posición se me facilitó aún más, lo tomé de las piernas y lo pegaba aún más a mí con cada embestida, nuestras pieles chocaban y el sonido se hacía más que evidente. El sudor recorría nuestros cuerpos y mi mano se dedicaba a pajearlo frenéticamente.

El olor de su piel se desprendía para acariciar mi nariz, sus piernas ligeramente mojadas se recargaban en mis hombros, su cara de infinito placer acompañaba al paraíso, todo era un vuelco de emociones que, sin pensarlo, me llevó al disparo final, a un orgasmo de ensueño, entrecerrando mis ojos y delirando con sonoros quejidos fue que mi osito también eyaculo sobre su cuerpo, dejándome atónito y sublime ante tal acto de pasión y lujuria.

Salí de sus entrañas lentamente, su esfínter apretó mi verga, y cuando me sentí libre, noté como el semen se derramaba de su ano, quedando ligeramente unido desde su culo a mi verga por un hilo. Se acomodó sobre el sofá para poderme acostar justo abajo de él, sentí su sensual y caliente cuerpo sobre el mío después de una sesión palpitante de sensaciones inexplicables, era lo mejor.

-Estas resbaloso osito –Acaricié su cintura, nuestras piernas estaban entrelazadas-.

-No, es que es el semen –Me dio un beso- Estoy muy feliz, muy muy feliz –Sonrió-

-Vamos Carlitos, que yo te lo prometí –Acomodó su cabeza en mi pecho-

-Sí, eso lo sé, pero tu padre…

-Mi padre nada, si él no me acepta como soy es fácil, no me quiere tanto como él dice, soy su sangre, soy su hijo y si no me acepta con todo y osito pues estoy huérfano –Besé su frente-

-Tienes que hablar con él para poder explicarle las cosas Eduardo –Acariciaba mi brazo-

-Lo hice, pero es un cerrado, no puede entender nada de lo que le decía, pero ya Carlos, mejor no toquemos temas que ya están por demás… resueltos…

-Bueno, está bien –Suspiró- Ya me queda claro a quien le sacaste en lo necio –Me regaló una enorme sonría y besó mis labios-.

-Tengo una duda Carlos…

-Dime -Entrelazó sus dedos, los puso sobre mi pecho y se recostó-

-¿Por qué te quiero tanto? –Acariñé sus cabellos-

-Porque eres un torpe –Sonrió- Y por qué yo te quiero mucho más de lo que tú a mí –Otro beso más para cerrar la noche-.

Me encantan sus labios, su cuerpo encima del mío y su suave tacto que hace que nuestras pieles se estremezcan, es algo inexplicable, aunque sé que mi padre no me acepta, mucho menos a él, no puedo dejarlo, prefiero sufrir trabajando para poder ayudarlo, que separarme de él, por lejos es la única persona que me ha hecho sentir único. Hecho sentir feliz.

……………………….

Alberto:

Admito que venía preocupado por la actitud de Carlos antes de venirme, y más por el afectuoso abrazo que ambos se daban, no entendí la situación pero pareciese como si se hubieran salvado de algo muy malo. Sea como sea, el caso es que estaba seguro que ahora no tenían alguna otra preocupación, ni mucho menos, así que regresé al departamento, parece que Edel ahora está más tranquilo.

-He regresado –El alemán estaba sentado en el sofá viendo algo de televisión-

-Bien, ponernos a trabajar ahora, mañana será día pesado –Sacó unas hojas llenas de letras, por alguna razón ahora tenía que concentrarme en el proyecto, me cruzó por la mente que podría ser todo más fluido-.

Después de elegir el nuevo plan de estudio, teníamos que intentar una vez más como la vez pasada, tener que ensayar frente a Edel, sin embargo, esta me sentía mucho más fresco y me imaginé que no habría ni el más mínimo problema al cumplir su petición. Otra vez, el mismo tema, pero empecé a dar los puntos de vista apegado al reglamento actual, todo bien, como siempre, o por lo menos eso pensaba yo al no ver ningún gesto de reproche por parte del alemán.

-Y bien, ¿Te pareció? –Terminé de explicar la clase improvisada-

-Lo hiciste mejor –Seguía anotando en su libreta-

-¿Entonces cuanto obtuve esta vez? –Le sonreí-

-Nueve –Había subido de 5 a 9, parece que el estrés era lo que me estaba matando, ahora Edel me evaluaba de una mejor manera-.

-Entonces he mejorado –Me senté junto a el-

-El máximo es 20 puntos, tu solo tener 9, ni la mitad – ¡No pues, era suficiente, ese maldito pelado no se iba a estar burlando de mí! Lo siento mucho, pero no voy a estar perdiendo más tiempo con Carlos, con los alumnos y personal para que este sujeto no sepa evaluarme bien, renuncio-

-Te voy a pedir de la mejor manera que te vayas de regreso a Alemania- Me dirigí a la puerta del departamento, la abrí-.

-No entender –Parecía desorbitado-

-¡Qué te largues de mi casa! –Me acerqué a él y señalé la salida- ¡Renuncio! –Edel se quedó estático-

-¿Por qué? –Me miró confundido-

-¡Ya! Estoy harto de todo Edel, ¡Ya! ¡De tus estupideces, de tu odio para conmigo y de tu inmadurez!, me cansé de quemarme las pestañas, tratando de entender algo que por cierto, aunque lo haga bien, tú te empeñas en reprobarme, tu ganas, ¡Re-nun-cio! –Grité en su cara-

-Lo sentir Alberto, sólo querer pasar más tiempo contigo, gustarme tu compañía –Empezó a recoger sus cosas y meterlas a su mochila-

No entendí lo que me dijo, ¿Qué le gustaba mi compañía? ¿Entonces por qué se comportaba de esa manera conmigo? Está jugando con fuego y no tenía miedo a quemarse. Tenía casi todo dentro de la mochila, la colgó en su espalda y se me quedaba viendo.

-No te entiendo –Dije- Se mas claro, por favor, explícate -Le pedí-

-Me gusta hacer enojar tú, tu ser un perfecto en lo que haces, ser el indicado para el trabajo, sólo que me gusta estar contigo –El hombre se sonrojó levemente ante su confesión-

-No, no –Hice una pausa- Discúlpame Edel, es que a veces me salgo de control y no puedo evitarlo –Me senté sobre el sofá, todavía me sentía confundido por lo que dijo-

-Tu tener razón, yo pasarme de grosero –Y se dio la vuelta para retirarse-

-No Edel, te digo que así es mi carácter –Lo tomé de la mano- Disculpa, podremos seguir en un rato –Le acaricié los dedos, eran grandes y rasposos- Además, también me gusta estar contigo –Le confesé y medio sonreí-

Se quedó parado junto a mí, yo no solté su mano y después de tratar de convencerlo para que no se fuera, se desgancho la mochila y la puso sobre el sofá. Trataba de convencerme a mí mismo que tal vez y estaba mal interpretando la situación, y al sentirse lejos de su país, eso lo llevo a quedarse solo, yo era su única compañía y por eso estaba diciendo esas cosas. Ahora que lo miraba más calmado, me paré por un vaso de agua.

-Vuelvo al rato –Dijo Edel- Tener que ir a bañar a mi hotel, la noche yo estar aquí de nuevo –Se puso de pie y abrió la puerta, pero lo detuve-

-Dame la dirección, que voy contigo. –No parecía querer aceptar mi propuesta, pero no le quedo de otra. Ambos bajamos desde mi departamento y nos montamos en el auto en camino a su hotel-.

Después de 20 minutos de viaje, me estacioné en uno de esos hoteles de lujo, era donde se estaba hospedando Edel. Bajó del coche y me decía que él se iba en taxi cuando terminara, pero no le acepté, lo esperaría, fue entonces que me invitó a subir para que no me desesperara en el auto.

-Este ser habitación –Era la primera vez que me enseñaba donde se estaba quedando, ya que sólo llevó una pequeña maleta con dos cambios de ropa a mi casa-.

-Es muy linda Edel –Comencé a recorrerla de arriba abajo-

-Tener que bañarme, ahora regresar –Y dicho esto, sacó algo de la mochila y se metió al baño-

Dejó sus cosas sobre una pequeña mesa que estaba junto a la sala, buscó algo y al hacerlo había dejado muchos documentos encima, por lo que mi curiosidad, como siempre, me ganó y comencé a hojear un poco, no confiaba mucho en lo que me estaba diciendo, tal vez y sólo jugaba conmigo para tenerme callado, ya que a él tampoco le convenía que yo hablara con sus autoridades.

Tomé esa libreta que mucho cargaba en sus manos cuando me evaluaba, la hojee y era lo mismo, todo estaba en lo peor posible ¡Me había mentido! Estaba que echaba humo del coraje que sentía al no poder hacer nada con ese mentiroso, aun me estaba jodiendo para mi nuevo puesto. Había otra libreta, de color verde, llamó mi atención y la sostuve entre mis manos, la abrí, también era acerca de mi evaluación, pero en un orden distinto, con más disciplina.

Me sorprendí al darme cuenta de que el rango que alcanzaba era Extraordinario, no entendía, ¿Por qué tenía dos cuadernos? En uno me destrozaba por completo, y en el otro me echaba flores, ¡Este tipo está loco! Empecé a avanzar un poco más, todo estaba en un rango muy bueno, no me quedaba duda entonces, todo lo que hizo anteriormente lo hizo para provocarme enojo, me enteré ahí que si me estaba diciendo la verdad, que le gustaba mi compañía, y tal vez la única forma de llamar mi atención era siendo grosero y casi un maniático. La cortina de baño se corrió, rápidamente dejé sobre la mesa todo lo que había tomado, me senté en una silla junto a esta y la puerta del baño se abrió.

Aquel hombre de piel blanca como la luna se asomó, mientras pasaba aquel lienzo por todo su cuerpo, secaba sus brazos, esos brazos fuertes y varoniles cubiertos por una fino capa de vello, mirar como las gotas de agua aun resbalaban por ellos fue un espectáculo más que excitante.

El penetrante color de sus ojos, que seguían el movimiento de la tela que absorbía la demasía de agua en su cuerpo. Levantó uno de sus brazos, me dejó ver la curva que se formaba en su axila cubierta de pelos de tono dorado. Sus labios medio abiertos, eran rosados y carnosos, un manjar para cualquiera que los besase. Sus pezones que se notaban duros y rosados, me hipnotizaron de una manera infernal, aunque quisiera no podía quitar mi mirada de encima de Edel, no sé qué me pasaba, quería seguir observando su maravilloso cuerpo.

Un poco más abajo, se notaba un pequeño y estrecho camino de vello que se perdía en el inicio del elástico de su slip, unas piernas macizas y atractivas que casi me hacen dejar caer la baba que se estaba acumulando, no en mi boca, si no en mi pene.

Edel camino hacia el cuarto, al momento de darse la vuelta y quedar de espalda, contemplé en todo su esplendor aquel par de nalgas que lo acompañaban y le decían a mi amiguito que despertara. Un cuerpo realmente envidiable, y no sabía por qué pero estaba al borde de la excitación. Pude notar como se remarcaba aquel animal en mi pantalón de vestir, regresé a ver a Edel, ahora se secaba el cabello, dejando al descubierto su ancha y dura espalda, que estaba seguro levantaba más de un suspiro en donde él vivía.

Eres inevitable, no podía dejar de verlo, al momento de girar lo notó, el hacía lo mismo, no retiraba su mirada sobre de mí, estaba parado, secándose y mirándome como un demonio que me atrae a comer el fruto prohibido. Estaba tentándome desde que salió del baño, provocando sensaciones siniestras dentro de mí.

Me puse de pie, comencé a desabotonar mi camisa, no dejábamos de mirarnos, la situación subía cada más de temperatura, de un jalón me quité los zapatos, quede solamente en mi pantalón, y como era café ya estaba manchado por el presemen, Edel lo notó y se dibujó una leve sonrisa en sus labios, aun así no quitaba el ojo de mí, todo estaba claro ahora, lo único que quiso era seducirme, y ahora lo había logrado.

Me acerqué aún más, él también lo hizo, pero aun paso más lento, yo en cambio lo hice rápido, lo tomé y lo tire contra la pared, no decíamos nada, dejaríamos en cualquier momento que nuestros cuerpos hablaran, pero ninguno se atrevía a nada más, solo mirarnos.

-¿Te gusta verme enojado eh? –Acaricié sus piernas- Eres un pillo, sólo me calientas, no sabes lo mucho que te deseo, lo mucho que me pones –Pegué mi cuerpo a al suyo, sentía su verga contra la mía-

Cuando menos me lo esperé, me tomó de la nuca y me plantó semejante beso, dejándome helado, frio como el fuego. No dije que no, no podía negar que me excitaba la situación, y que la sensualidad que derrochaba ese hombre era exquisita, sin pensar mucho, lo único que tenía claro es que desde esa noche todo cambiaría entre nosotros.

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