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Eran las 10.00h

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Eran las 10.00h de la mañana cuando me llamaron desde la agencia. Hacía mucho tiempo que esperaba una llamada como esa. Por fin iba a tener una oportunidad. Carla, mi agente, me había dicho que se estaba barajando mi nombre, entre el de otras de sus modelos, para un importante desfile. Me decía que les había encantado mi book de fotos, que estaban buscando una chica como yo, morena, ojos verdes, sin rasgos anoréxicos. Esto último parecía importante, puesto que se trataba de desfilar en lencería.

Tendría que ir esa misma tarde a hacer una entrevista definitiva, con las otras modelos y que sólo con pasar ese último cásting, el trabajo era mío. Necesitaban únicamente a cinco chicas y éramos ocho las preseleccionadas, así que Carla me advirtió que fuera muy amable, y si de verdad quería seguir adelante en este mundillo, me mostrara deshinibida y dispuesta, que esa gente no se andaba con tonterías.

Yo ya sabía toda la competencia que hay, así que me había vestido realmente bien, con un vestidito elegante que me llegaba hasta las rodillas, de tirantes. No tenía un escote generoso porque a mi no me gusta lucir mis pechos, y aunque prefiero que me valoren por mi manera decidida de desfilar sobre la pasarela, si que es cierto que el vestido se ceñía lo suficiente para que se notara mi esplendida figura. Unos zapatitos de medio tacón, descubiertos, de tiras y mi melena morena, ondulada, al viento... ¡a por ellos!

Al llegar a la dirección indicada me atendió una mujer, que aunque mayor, aún tenía retazos de una belleza anterior y que,amablemente, me condujo a una amplia estancia donde estaban, ya, varias de mis competidoras. Al poco, llegaron las que faltaban, así que allí estabamos las ocho, mirándonos de reojo, observándonos y pensando quién de nosotras llegaría más lejos.

Yo conocía a chicas que habían llegado a ser modelos profesionales. Conocía sus viajes, Roma, París, Milán,... Conocía su estilo de vida. Lo conocía y lo envidiaba. Esta oportunidad no se me iba escapar. Lo había decidido.

Y mientras pensaba en mi esplendoroso futuro, oí mi nombre en voz alta.

-¡Esther Santos! Por favor, si eres tan amable... Ya puedes pasar.

Así que yo sería la primera. Bueno, cogí aire y me levanté. Sentí todas la miradas que me acompañaban hasta la puerta. Hasta me pareció percibir el odio...

Entré en la otra habitación. Era tan grande como la anterior, pero a diferencia de esta, tenía una gran mesa, un sofá y un pequeño armario con mueble bar. Al fondo había una pecera poco iluminada. De hecho, tan poco iluminada como la habitación en sí. Me pareció que faltaba luz. En el sofá había dos hombres sentados, bien vestidos, con camisa y corbata . Detrás de la mesa estaba un tercero, igualmente vestido, que levantó la mirada al verme entrar y me saludó.

-Hola Esther, pasa, pasa por favor. Soy Carlos Arrualde, el Director de Cásting.

Se presentó y me presentó al resto. Al parecer eran los encargados de tomar la última decisión sobre qué chicas desfilarían. Yo estaba un poco nerviosa, pero decidida a demostrar que era lo que estaban buscando.

Me hicieron poner en el centro de la habitación, de pie y Carlos y el resto empezaron a preguntarme detalles de mi currículum. Sentí que, verdaderamente, esto iba en serio. Después de un rato de preguntas me propusieron verme desfilar. Me dijeron que el desfile era en ropa interior, cosa que yo ya sabía, y querían verme desfilar así. La habitación era lo bastante grande como para ello, y yo pensé que lo peor ya había pasado, que si querían verme desfilar era porque en principio les había gustado. No puse ninguna objeción.

De una caja que se hallaba al lado de la mesa, Carlos sacó un conjunto precioso, blanco, de sujetador y bragita y me pidió que me lo pusiera. Yo le pregunté que dónde me podía cambiar, a lo que él me contesto, con una medio sonrisa, que allí mismo puesto que no tenían vestuario ni más habitaciones. Eso ya no me hizo gracia, pero yo venía dispuesta a todo y no les iba a dar la oportunidad de dudar de mi profesionalidad. Seguro que todos los cástings eran así.

Vi como uno de los otros hombres se levantaba y se acercaba al mueble bar para servise una copa, al tiempo que ponía un poco de música. Noté como clavó su mirada en mi en cuanto inicié el movimiento de apartarme los tirantes del vestido, para empezar a bajármelo. Todos me estaban atravesando con sus miradas cuando dejé el vestido en la mesa y me dispuse a quitarme el sujetador. Yo me sentía realmente incómoda. Le pregunté a Carlos si, por favor, podía desfilar con la ropa interior que llevaba, a lo que él contestó que no fuera una chiquilla. Que, evidentemente, querían verme con una pieza del desfile. Así que me resigné.

Solté el sujetador y mis pechos se liberaron. El par de chicos con los que había tenido relaciones ya me decían que mis pechos eran preciosos, así que tampoco me extrañé de que Carlos se los quedara mirando fijamente. Por fin, me quité la braguita que llevaba, dejando mi culito y mi coñito arregladito al aire. Allí estaba, de pie, totalmente desnuda, sólo con mis zapatitos, en una habitación con tres hombres, a los que en verdad no conocía de nada. Fuí a coger la ropa para desfilar cuando Carlos dijo que no me molestara, pero que tenía que preguntarme una cosa importante.

Me dijo que mis pechos le parecían muy bonitos, perfectos, acabados en esos pequeños pezones apuntando al cielo, pero que el diseñador de toda la lencería era muy maniático con un tema, las tetas de silicona. Yo me molesté mucho, le dije que mis pechos no eran de silicona, que eran naturales y que nunca me los había operado. Carlos se levantó, se acercó a mí y me dijo que sólo estaría seguro si los tocaba. Clavó su mirada en mis ojos y esperó mi respuesta. Yo me quedé de piedra. Eso si que ya no me gustaba nada, pero ¿qué iba a hacer? De verdad parecía importarle el tema ese, así que asentí. Vi como acercaba sus manos, y noté como apretó mis pechos, sobándolos, amasándolos, acariciándolos, poco a poco y mientras hacía esto, que yo le dejaba hacer, no apartaba su mirada de mis ojos. Apretó mis pezones suavemente, observando mi reacción. Pero yo me limitaba a aguantar su mirada con la mía, hasta que le dije que parara. El acerco sus labios a mi boca, mientras seguía tocando mis pechos, y me dijo si no me habían comentado que fuera amable con ellos y me besó.

Oí por detrás como se acercaba el hombre que estaba junto al mueble. Y mientras Carlos me estaba besando y sobándome, noté como otras manos tocaban mi culo y se deslizaban por mi entrepierna desde atrás. Yo, instintivamente, las cerré pero no sirvió de nada porque Carlos estaba bajando una de sus manos por mi ombligo hasta la entrada de mi coño e introdujo uno de sus dedos en él sin esperar. Yo di un pequeño respingo porque me había hecho daño. Al notar mi sobresalto dejó de besarme y me dijo que estuviera tranquila y me puso las manos en la mesa, me arqueó la espalda, dejando mi culo levantado, ofreciéndose, y escuché como el hombre de atrás se bajaba la cremallera del pantalón, así que ya sabía lo que venía ahora.

Les dije que, por favor, no me hicieran daño y noté como se humedecían mis ojos y mis lágrimas estaban a punto de brotar. El hombre acercó una de sus manos a mi cadera mientras con la otra sujetaba su polla, que empezó a acercar buscando la entrada de mi coño. Cuando estuvo seguro de haberla encontrado introdujo la punta, se recosto un poco sobre mi espalda, y me susurró al oído que me iba a follar al tiempo que iba introduciendo toda su polla en mí. Yo intenté echar mi cuerpo hacia adelante, pero me sujetó por mi vientre pasando un brazo por delante de mí, hasta que me penetró del todo. Se incorporó y sujetándome por las caderas, empezó a bombear, sin miramientos, una y otra vez, cada vez más fuerte. Yo notaba como sacaba casi toda su polla para vovérmela a meter. Mis lágrimas empezaron a caer sin que él se diera cuenta. Seguía follándome, mientras me sujetaba. Oía sus gemidos, uno tras otro, hasta que noté como se tensó, me agarró del pelo y me tiró la cabeza hacía atrás. Entoces vi a Carlos que estaba mirando, tranquilamente, mientras se tomaba una copa, disfrutando de como yo era follada. Le miré a los ojos, llorando, en el momento que sentí que la polla del hombre estallaba dentro de mí, liberando toda su leche caliente. Llenándome. Dió un par de envestidas más y me soltó. Yo me desplomé sobre la mesa sin dejar de mirar a Carlos y oí como el hombre se subía la cremallera y se sentaba en el sofá. Carlos se levantó, se acercó hasta mí y me dijo que me vistiera y que ya me podía ir. Que lo había hecho muy bien y que si les interasaba ya me avisarían. Me puse mi ropa interior y mi vestido mientras ellos sonreían y hablaban al lado del mueble bar. Cuando salí escuché como llamaban a la siguiente.

Nunca supe nada del desfile. Pero cuando veo a mis ex-compañeras en cualquier pasarela de moda, ya no las envidio.

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