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Las jóvenes limpiadoras

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Soy un chico corriente, deportista, de cuerpo atlético y extremadamente sexual.

Después de haber mantenido una larga relación de pareja con mucho sexo duro decidí ir por libre y lanzarme a nuevas conquistas y a probar nuevas chicas calientes.

Después de algunos polvos que me dejaron un tanto insatisfecho no podría imaginar que la mejor experiencia de mi vida me ocurriría dentro de mi casa y con una persona bien conocida: Era una mañana de verano como otra cualquiera, yo dormía solo en mi habitación y en la de al lado dormía mi amigo Carlos. Mis padres estaban de vacaciones en la playa y me habían dejado al cargo de la casa. Habíamos salido por la noche de marcha pero no ligamos nada, solamente conocimos a un par de calientapollas, de esas de 18 años que no se deciden a probar de una vez algo que ya empiezan a desear desde muy jovencitas. No las soporto.

Yo estaba a punto de despertar cuando noté como la puerta de mi cuarto empezó a chirriar porque la limpiadora, que venía los lunes y los viernes, entraba por la puerta. Yo me hacía el dormido porque no tenía ganas de que me hiciera levantar todavía de la cama, tenía sueño. La chica comenzó por recoger los zapatos, agachada y de repente me di cuenta que aquella chica no era Marta, la limpiadora habitual, sino una chica joven de unos 23 años, alta, morena, bien proporcionada y de momento, con un culo estupendo, porque todavía no había podido mirarla al completo. Cuando se giró me di cuenta que se trataba de Ana, una prima de Marta que conocí este invierno en el pub de enfrente de mi casa. Marta estaba ya casada tenía unos 35 años y era bajita aunque tenía unas tetas muy grandes que ella no intentaba disimular, pues era muy vulgar vistiendo y también muy estrecha, pues nunca conseguí nada de ella a pesar de intentarlo en muchas ocasiones.

Ana estaba tremenda y vestía una ropa muy sexy. Llevaba un pantalón blanco de pirata muy ajustado que dejaba intuir un minúsculo tanga y, un top de pañuelo color rosa sin sujetador y marcaba unos pezones que coronaban unas tetas bien redondas. Yo estaba con una erección matutina que se reforzó con aquella estupenda chica que me había proporcionado uno de los despertares más excitantes de mi vida. Cuando Ana salió de mi habitación yo decidí levantarme y quitarme los calzoncillos para mantenerme de pié y desnudo hasta que ella volviera para que contemplase de sopetón mi estupendo miembro, que estaba ansioso de darle los buenos días. Cuando volvió para seguir recogiendo sé dio cuenta de mi presencia y me saludó:

-Hola Rafa, no sabía que estabas levantado. Hoy tengo que sustituir a mi hermana. Perdona por entrar sin llamar. Me marcho a recoger el salón.

-No te vayas todavía, aún te quedan muchos zapatos por recoger, así que ya sabes-le ordené maliciosamente-. Era obvio que estaba muy cachondo y que no iba a dejar pasar aquella oportunidad.

Mientras Ana recogía los zapatos noté como no podía de dejar de mirar mi endurecido nabo. Quizá no había visto nada igual porque me encantaba afeitar mis huevos y mi polla para que estuvieran más lustrosos. Ana se agachaba cada vez más mientras no paraba de sonreír y se insinuaba moviendo sus caderas lentamente. El pantalón pirata se ajustaba cada vez más a su estupendo cuerpo, repleto de curvas y sin un atisbo de inocencia Fue cuando decidí pasar al ataque: me puse detrás de ella y comencé a refregar mi polla, que estaba casi apunto de explotar, por su culo mientras acariciaba con la lengua su cuello. Noté como mi inesperada limpiadora comenzaba a temblar y a dejarse hacer. Empecé a acariciar sus pechos para continuar por sus caderas. La habitación estaba inundada por el silencio y sólo los gemidos entrecortados de Ana conseguían romperlos. A continuación Ana se giró y, empezamos a comernos nuestras lenguas mientras acariciábamos cada uno nuestros respectivos sexos. Luego Ana me susurró al oído algo que no hizo otra cosa que aumentar la temperatura de mi cuerpo. Me acuerdo que con su voz cálida y entrecortada dijo:

-Te voy a comer la polla como ninguna otra puta te lo ha hecho-.

Sin más preámbulos Ana empezó a lamer y a humedecer mi capullo mientras suavemente acariciaba mis huevos. Notaba como su saliva llenaba mi polla, tanto que empezaba a derramarse parte de ella por su boca. Pronto empecé a notar que estaba apunto de correrme, justo en el momento que su lengua iba camino de empezar a lamerme el culo, conseguí detenerla y empezar a poseerla. Estaba ansioso de poder provocarle todo el éxtasis en el que me tenía inmerso.

Desaté su top y pude ver aquellas tetas tan redondas y duras que empecé a chupar como un poseso. Después de dejárselas bien húmedas le quité los pantalones. Entonces pude ver sus preciosas caderas que resaltaban con un tanga blanco minúsculo, el cual noté que estaba empapado, casi chorreando.

Le quité el tanga y vi un coño totalmente afeitado salvo por una pequeña raya de pelo negro que adornaba su pubis. El coño era precioso, de color rosita y con los labios interiores bastante grades pues casi se salían de la bulba. Me incliné y comencé a comer aquel manjar mientras observaba como Ana se acariciaba las tetas y se lamía los pezones. Mientras deslizaba mi lengua lo mejor que sabía por su clítoris, noté como empezó a introducirse un dedo por el ano. Empezó a zarandearse de un lado a otro de la cama sin sacarse el dedo de mi agujero preferido. Yo me puse como un perro en celo, aparté aquel dedo y comencé a lamerle aquel culo tan cachondo. Lo tenía perfecto y también afeitado, con lo cual supuse que a esta Ana le iba la marcha como a nadie que hubiese conocido.

Le metí dos dedos de golpe en aquel culo que noté muy caliente y vi como Ana empezaba a cambiarle la cara de niña buena por otra de auténtica viciosa. Sin pensármelo la puse en pompa y le introduje mi polla lentamente, para disfrutar del momento. Mientras la envestía cada vez más rápido ella se acariciaba el clítoris. Yo no podía más y aunque ella me pedía que me corriese en su boca, no pude aguantar y me corrí, vaciando mis huevos en su culo, haciéndome gritar de placer.

De repente escuché como llamaban al timbre de la puerta y que Carlos se había levantado a abrir. Carlos gritó entonces:

-Rafaaaaa! es Marta, la limpiadoraaaaa!-.

Sin que Ana y yo nos diésemos cuenta, Carlos y Marta entraron en la habitación y tal era la situación que para mi sorpresa, Marta, en lugar de regañar a Ana, se acomodó detrás de ella y dijo:

-Ya sabía yo que no podía dejarte sola con este salido. De todas formas hoy me he levantado cachonda!-. Entonces comenzó a lamer el culo de su prima para saborear el semen que todavía se desprendía a borbotones. Ana, que permanecía con el culo en pompa, empezó a gemir de placer.

Carlos no dejó pasar la oportunidad y subió la falda de Marta (que seguía chupando el culo de su prima) retiró el tanga negro que llevaba y después de lubricar su polla con un tupido salivajo, se la metió de una estocada. Comenzó a follársela como un animal y yo, que estaba algo convaleciente de mi corrida, me empalme de momento al contemplar aquella orgía que se estaba formando. La estampa era formidable, mejor incluso que cualquir película porno que haya visto antes, a las que soy muy aficionado.

Al poco rato, Marta se tumbó encima de Carlos y mientras éste se la follaba, Ana comenzó a lubricar el culo de su prima con su lengua y sus dedos para que yo me la follara por su agujerito, que se puso rojo y muy dilatado. No imaginaría nunca que aquellas primas hermanas pudieran llegar tan lejos. Comencé a penetrarla suavemente y notaba como mi polla se rozaba con la de mi amigo dentro del cuerpo de Marta. La piel que separaba sus dos agujeros era cada vez más fina y sus gemidos cada vez más intensos. Creo que se corrió por lo menos un par de veces. Mientras seguíamos con la doble penetración, noté como Ana empezó a lamer mis huevos de una forma excepcional. Aquella chica no se cansaba nunca de chupar.

Mientras no dejaba de comerme los huevos, me introdujo un dedo en mi ano. Me quedé algo sorprendido, helado, inmóvil, pero cuando comenzó a humedecerlo y a agitarlo empecé a disfrutar mucho, era realmente algo nuevo para mí y pronto me corrí otra vez en un culo, pero ahora en el de Marta. A pesar de ser mi segunda corrida en tampoco tiempo, noté como pude llenar todo el agujero de Marta, que seguía dando muestras de un placer inmenso gracias a las envestidas de Carlos.

Inmediatamente a mi eyaculación, Ana se retiró de mí y empezó a lamer el culo de su prima para saborear mi semen caliente. Carlos sacó su enorme polla y se corrió en la boca de Marta, que no paraba de tragar y escupir semen mezclado con su saliva. Los fluidos de la boca de Marta caían por su cara y continuaban por su pecho. Después las dos primas empezaron a comerse la boca y a intercambiarse el semen muy sonrientes. Era una gozada contemplar aquellas dos zorritas en tan salvaje y lasciva imagen.

Siguieron enrollándose mientras se acariciaban una a la otra, dedicándose cómplices miradas. Carlos y Yo nos miramos, y pensamos que nos quedaba todavía una mañana muy larga con aquellas dos primas tan viciosillas que nunca parecían darse por satisfechas.

 

A partir de aquella mañana todo empezaría a ser diferente. Carlos y Yo nos hicimos muy amigos de las dos primas y nunca nos faltó sexo del bueno. Además las primas nos fueron presentando a todo el gremio de "las limpiadoras cachondas" y nuestras vidas entraron en una espiral de sexo y lujuria en la que todavía estamos inmersos.

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