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Un migrante exquisito

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Me casé en 2001 y tuve mi primera hija en 2003. En diciembre de 2005 fui a una fiesta navideña que ofreció la escuela en la que doy cursos de manera ocasional. Llevé un vestido corto negro y unas zapatillas muy bellas. De acuerdo a comentarios de las personas con las que bailé me veía muy bien. Mi esposo se quedó en casa con la niña. Una amiga que era quien había prestado su casa me presentó a su hermano, Carlos. un hombre fornido de como 1.80 de estatura y que tenía bigote y una barba mal cuidada. Tenía aspecto de policía judicial pero en realidad era un migrante que vivía diez meses en Estados Unidos y que venía en diciembre y se marchaba nuevamente en enero.

En la fiesta bailé con él y me dio de beber puros preparados dulces que obviamente me emborracharon muy rápido. Se ofreció a llevarme a mi casa. Le comenté que era casada y que debía llegar temprano. Eran cerca de las 24:00 horas. Me llevó y en el camino me preguntó si podíamos pasar a su casa para que recogiera algo que había olvidado y acepté. Quedaba de camino.

Una vez que estuvimos en su casa, fue por el paquete que le urgía y yo me senté en el único sofá que había en la sala, a esperarlo. Pero vino y me abrazó violentamente y me besó a la fuerza. Yo traté de separarme de él y no lo logré pues era mucho más fuerte que yo. Me quitó el vestido hasta casi arrancármelo y me siguió besando a la fuerza. Yo decidí no oponer resistencia y fingí corresponderle un poco porque tenía miedo que me violara o al menos eso pensaba que ocurriría.

Una vez que me dejó apenas con mi tanga -no llevaba sostén- me metió el dedo en la vagina y me dolió pues sus manos eran grandes. Fue a la cocina y se untó un poco de mantequilla y me penetró. Me dolió pues tenía un pene muy grande y jadeó hasta que se salió y arrojó el semen en el piso. Me dijo que me vistiera y me llevó hasta la esquina de donde yo vivía.

Me quedé muy contrariada y lo volví a ver a mediados de enero. Paró su camioneta pick up y me pidió que subiera. Lo hice sólo porque me pidió disculpas y añadió que había tomado mucho y que había perdido el control. En esa ocasión fue tierno. Estaba a punto de marcharse a Estados Unidos y dijo que no quería irse así. No le creí mucho pues él era casado y tenía tres hijos a pesar que era un hombre de apenas 26 años. En ese entonces yo tenía 31 años.

Me pidió si le permitía llevarme a casa y ya su actitud era distinta. Una vez que pasamos frente al campo militar me preguntó si quería dar una vuelta y accedí. Se desvió hacia un lugar llamado Medellín y en un paraje inhabitado se desvió nuevamente y puso su camioneta debajo de varios mangales. Allí comenzó a besarme y acariciarme con delicadeza y me excitó mucho. Me quitó el sostén que llevaba y la falda también y me acarició mi vulva y la lamió como todo un experto. Yo estaba ardiendo.

En eso él llevó mi mano izquierda a su pene cubierto por el pantalón y pude sentir un bulto enorme. Se quitó el pantalón y la trusa y su pene sin erectarse se veía muy grande. Inmediatamente que lo metí en mi boca comenzó a erectarse y de repente ya se veía descomunal. Fácilmente y sin exagerar debe medir por lo menos 25 centímetros completamente erecto y además grueso. Se lo mamé y lo lamí. Yo me preguntaa qué iba a hacer otra vez con ese pito en mi vulva pues lo agarraba con mis dos manos y todavía quedaba un buen trozo de carne. Él estaba muy excitado y me pidió que me sentara en su pito. Antes de eso cuidó que yo estuviera bien lubricada para que pudiera entrar sin tantas complicaciones. Primero sentí dolor y luego un inusitado placer pues él arremetió muy delicadamente. Me sacó el pito y me lo volvió a meter sólo que ahora mi espalda chocaba con su pecho y fue una sensacional tremenda. Gemí de placer al sentir esa macana adentro. Luego me cogió en otras posiciones y al final eyaculó dentro de mí. Fue una gran sesión de sexo.

En marzo de 2006 comencé a sentirme mal. Perdí el apetito, bajé de peso, tenía naúseas y me mareaba con facilidad. Me desmayé durante un curso y me llevaron con el médico de la escuela quien pidió una prueba rápida de embarazo y se comprobó que estaba esperando un hjjo. Aunque tenía encuentros con mi esposo como es lógico, recordé que mi migrante me dejó ir chorros abundantes de semen. No tenía duda que el bebé que tendría era de él.

Él regresó hasta diciembre de 2007 y nos encontramos otra vez y a partir de allí, año con año tenemos uno que otro encuentro furtivo. Tener sexo con él es sensacional pues aunque sólo lo veo una vez al año me encanta disfrutar de esa enorme macana que la vida le regaló.

 

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