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Las mentes curiosas que fantaseaban entre las sábanas: (cap.2) Quiero más

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CAPÍTULO 2: QUIERO MÁS

 

Había pasado un mes desde la tórrida sesión de sexo entre Elizabeth y Jaime, durante ese tiempo el sexo había sido tan apasionado como siempre, pero sin llegar a ser más duro o extraño. Por la cabeza de los dos pasaba a menudo ese polvo tan intenso que habían mantenido y todo el morbo que trajo con sí. Durante el sexo a veces lo mencionaban pero levemente, hasta que Elizabeth terminó insistiendo en la petición que hizo un mes atrás.

–Bueno, no me dijiste que me ibas a hacer más cosas como las del día aquel... – Replicó a Jaime.

–¿Quién te ha dicho que no te este preparando alguna? A lo mejor solo esperaba a que me lo pidieras de nuevo para poner todo a punto.

A Elizabeth se le escapó una sonrisilla al oír esto, algo en su interior estaba ansioso por saber que podría esconder la mente sucia de su novio, y por el momento, quería arriesgarse a probarlo.

Pasaron unos días más, pero ahora la caja de Pandora se abrió con la frase de Elizabeth, si bien la mente de Jaime ya se andaba traviesa siempre, ahora estaba disparada. Había tanto por hacer que no terminaba de decidirse a por donde empezar, no debía ir demasiado lejos, pero tampoco quedarse corto, le había abierto una pequeña puerta y ahora quería aprovechar la oportunidad y abrir tantas otras como quisiera. Y, al fin, dio con la segunda parte perfecta.

Elizabeth llevaba horario de tarde en el trabajo, Jaime siempre que salía a esa hora iba a recogerla, pero aquel día no estaba en la puerta, tampoco contestaba a los mensajes que Elizabeth le mandaba, así que esta decidió ir sola a casa.

Al llegar a casa, estaba la puerta cerrada con doble llave, era extraño, tampoco se oía ladrar a Toby, el perrito de la pareja. –¿Dónde estará Jaime? – Se preguntó a si misma, a lo que se respondió que habría ido a pasear al perro.

Soltó el bolso en la habitación chica de la casa, y luego abrió la puerta de la habitación grande, donde dormía.

Su sorpresa fue instantánea, la habitación estaba llena de velas, que llenaban a la estancia de una cálida luz. Sobre la cama había un corset con liguero, unas medias, y un pequeño tanga transparente, junto a la cama unas botas de tacón. Todo esto se acompañaba de una nota sobre el corset, – Ponte esta ropa y ve al salón.

Elizabeth rápidamente se cambió de ropa y se puso el conjunto que había sobre la cama, salió dirección al salón no sin antes parar un momento a maquillarse un poco.

Al abrir la puerta del salón todo estaba a oscuras.

–No enciendas la luz – dijo Jaime desde la oscuridad.

Elizabeth asintió con la cabeza.

La televisión se encendió de repente, en ella aparecía la imagen de Elizabeth en directo, a través de infrarojos. La luz de la pantalla iluminó levemente la habitación. Elizabeth pudo vislumbrar la silueta de Jaime, recostado en el sofá con una cámara de video, en su trípode, al lado.

Comenzó a sonar I Feel You de Depeche Mode, la cámara se redirigió hacia Elizabeth centrándose en sus caderas.

–Baila para mí – dijo Jaime.

Elizabeth soltó una leve risa –Me da vergüenza– añadió.

–Shhh, hazlo y no digas nada.– interrumpió Jaime.

Elizabeth decidió participar en el juego, y empezó a mover su pelvis con ritmo sinuoso.

La cámara recorría la silueta de Elizabeth mientras ejecutaba su morboso baile, la poca luz que desprendía la pantalla permitía a Elizabeth ver que Jaime se acariciaba con una mano mientras la miraba, lo cual hizo que su excitación empezara a ser más evidente.

–Ahora quitate el tanga, pero no dejes de bailar.

Elizabeth, más metida en situación, se movía acariciando su cuerpo con las manos, y con estas mismas caricias, bajo sus dedos desde sus pechos, hasta su cintura y por último a la cadera, donde encontró las gomas laterales de su ropa interior. Deslizó sus dedos bajo estas, y suavemente las empujó mientras movía las caderas como si cabalgara al mismo diablo. El tanga calló al suelo y Elizabeth sacó un pie de él y con el otro lo lanzó de una patada hacia Jaime, este lo tomó entre sus manos y aspiró su aroma con fuerza.

–Tocate...

Elizabeth volvió a acariciar su cuerpo con la mano derecha, esta vez en sentido ascendente, pasándola sobre su tripa, entre los pechos, hasta meter los dedos en su boca y humedecerlos bien con saliva. Después la mano hizo el recorrido opuesto, pero bajando un poco más, donde tuvo su inicio un placentero masaje.

–Mmmm...– Elizabeth gemía suavemente, mientras veía la imagen de sus dedos acariciando su sexo, y ocupaba su otra mano en agarrar con fuerza sus pechos.

–Juega un poco con lo que te he dejado en la mesa– sugirió su chico.

Elizabeth se dio cuenta, que su gran vibrador había estado todo el tiempo allí, aunque no se había percatado, lo cogió sin dilación y lo puso en marcha. En cuanto la vibración tocó su clítoris le fallaron las piernas, estaba muy excitada, demasiado para poder aguantar mucho así, solo deseaba correrse.

Frotaba el gran consolador contra su entrepierna, lo agarraba con las dos manos para provocar mayor fricción, sus gemidos iban en aumento y sin previsión de agotarse.

–¡Para!– gritó Jaime, pero Elizabeth estaba abstraída y no podía detenerse, –¡Para!– insistió, pero sin resultado.

Jaime se levantó de un salto y se acercó a su chica, le arrebato el consolador y la lanzó sobre el sofá, abrió sus piernas con fuerza y clavo la lengua en el interior de su ser.

–No, no,– dijo Elizabeth, –necesito tu cola, follame, ¡Follame!–.

Jaime sorbió con ganas para llevarse el sabor de Elizabeth en la boca, y se colocó en posición para entrar en ella. Sacó el culo de Elizabeth fuera del asiento, y el se metió en ella con fuerzas, –¡Ahh!– grito Elizabeth, pero él no podía parar, también estaba muy excitado después de haberla observado tanto rato. Embistió con fuerza una y otra vez, mientras Elizabeth tocaba su clítoris y arañaba la espalda de Jaime. Este comenzó a morder el cuello de ella, a lamer sus pechos, y estrujar sus nalgas, de nuevo le faltaban manos, bocas y pollas para hacerle todo lo que quería.

Elizabeth estaba muy excitada, pero algo nerviosa con tanto juego, le costaba concentrarse, pero Jaime guardaba un as en la manga para que ella tampoco olvidara esa noche.

Jaime se levantó y giró la cámara hacia ellos, luego agarró a Elizabeth de los pelos y la puso de rodillas para que le chupara la cola, mientras ajustó el zoom de la cámara para que cogiera a Elizabeth por completo. Entonces, se colocó detrás de ella, se agachó y la inclinó hacia delante dejando su cabeza reposar en el sofá y mirando hacia la televisión.

Jaime cogió algo de entre las sombras que ella no logró ver, pero pronto sintió que era algún lubricante aromático y caliente, como podía notar su pequeño ano. Jaime masajeó un poco la entrada trasera y luego la lamió, mientras metía un dedo en el chichi de Elizabeth, que estaba indecisa con lo que sabía que iba a venir, pero que a su vez lo deseaba con muchísimas ganas.

Jaime colocó su cola en el, ya relajado, culito, y la empezó a apretar suavemente hasta que se abrió paso. Luego los movimientos comenzaron a ganar intensidad y fuerza. Elizabeth sentía que se iba a romper, pero el placer era indescriptible. Miraba a la pantalla y veía lo que le hacía su novio, el morbo podía con ella, pero sabía que si se tocaba solo un poco no aguantaría ni un segundo. Jaime le agarró los pechos, mientras la penetraba y mordía su cuello, eso ya fue demasiado para ella y tuvo que dejar sus manos libres para darse placer. Unos segundos tocándose, sintiendo la cola entrar y salir de ella, el aliento de Jaime en su cuello, y sus manos apretando sus pechos y... ambos se fundieron en un gran orgasmo llenos de gemidos y alaridos.

Cayeron agotados sobre la alfombra. Elizabeth se echó en el pecho de Jaime.

–Joder, quiero así siempre, me ha encantado.– dijo plenamente satisfecha.

–Entonces, ¿Te gusta cuando me pongo pervertido? – preguntó él. –Me encanta, me encanta, tienes que hacerme más cosas de estas, quiero más.– respondió ella.

Jaime pensó durante un segundo, –¿Más así, o más pero avanzando en perversión? –.

Elizabeth casi sin dejarlo terminar dijo, –Quiero que me hagas lo que tu quieras, me encanta todo lo que me haces.

–Respuesta invalida.– contestó, –¿Más igual o más pervertido? Tienes que decidir tú.

Elizabeth le mordió el labio intentando contenerse, pero las palabras se escaparon solas. –Más pervertido.–

Jaime la abrazó con fuerza, –Así será, que tengo aún para rato.– Elizabeth se encogió al oír esto, –Me das miedo, no se si me voy a arrepentir.– dijo riendo.

–¿Quién sabe? A lo mejor es demasiado para ti, con que lo digas pararé.– La boca de Elizabeth se abrió sin pensar –¡No!– soltó con fuerza, provocando una risotada de Jaime. Ella se avergonzó unos segundos, pero prosiguió, –No pares, que me gusta, quiero que me enseñes y me hagas guarradas de las tuyas, que quiero ser la chica que te llene por completo y disfrutar contigo siempre.– Jaime sonrió y abrazó con fuerza a su novia, –Ya me llenas por completo y disfruto contigo a más no poder tonta, con esto solo quiero darte más placer del que hayas imaginado nunca.– Elizabeth se abrazó a él también con fuerza, –Eso quiero, siempre, eso contigo.

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