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Calentura incesante

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Mi familia y amigos se sorprendieron que comenzara a subir de peso. Inclusive pensaron que estaba embarazada. Comía en exceso pero no fue todo. Comencé a tener un impresionante apetito sexual y miren que a esa edad ya tenía una larga carrera en lo referente al sexo.

Recuerdo que un día que mi madre se había ido a trabajar me quedé sola. Yo trabajaba en una tienda de conveniencia en donde era la única mujer y otros cuatro chicos laboraban conmigo. Ese día en casa, mis hermanas también se habían ido a trabajar y yo hice algunas cosas, pero estaba muy inquieta. Me tocaba y acariciaba mi vulva. Me masturbaba hasta correrme pero no estaba satisfecha, necesitaba una verga y pronto.

La víctima fue un amigo que durante un buen tiempo estuvo enamorado de mí y que me había propuesto matrimonio. No lo acepté pero le sugerí que fuéramos amigos. Ese día pasó a saludarme y se llevó una sorpresa al verme gordita. Me veía tetona y con buen culo. Lo hice pasar y conversamos y no pasaron más de 10 minutos y yo me lancé a fondo. Él se dejó llevar. Lo besé y me respondió apasionadamente y de inmediato le pedí que me hiciera a un lado la bata. No tenía sostén y él pudo mordisquear mis tetas.

Le acaricié su espalda y le pedí que se bajara el cierre del pantalón y le di una mamada que hizo que cayera a mis pies.

Lo llevé a mi cuarto y aunque seguimos besándonos me quité mi bata y la pantaleta y casi lo obligué a que me penetrara de inmediato. Recuerdo que él estaba aún sorprendido para lleno de pasión cuando alcé mis piernas para que él hundiera su pito en mi vagina. Se vino en mí pero no había problema pues estaba excedida de protección con los anticonceptivos. Cogimos una vez más y luego, extasiado, se despidió de mí, prometiendo volver.

Curiosamente, el efecto de la sesión de sexo duró muy poco. Una hora después, deseaba ser poseída nuevamente, pero no tuve suerte, pues nadie tocó a la puerta, yo habría cogido con quien llegara en ese momento.

Sin embargo, a las 2 de la tarde, llegué a mi trabajo y mi jefe dijo que saldría y que me encargaba que acomodara la bodega en compañía de Isaac, un joven nuevo que apenas y hablaba. Era bajo de estatura y su trato era amable. A pesar de que estaba gordita, sabía que le agradaba.

Comenzamos a acomodar la bodega y echamos algo de relajo. Mis otros dos compañeros estaban demasiado ocupados atendiendo a los clientes y nosotros estábamos solos, en medio del calor de la bodega y con mucha mercanía por ordenar.

Le pedí a Isaac que tomara una pequeña escalera para acomodar unas cajas de jugos y él recibía los paquetes que le iba pasando. En algún momento decidí acariciar su pene mientras seguía en la escalera y él se emocionó mucho. Caliente, extremadamente caliente le chupé su verga que estaba dura y rica.

Bajó y me repegó a la pared para besarme boca y cuello, lamer mis orejas y mamarme mis tetas. Yo me bajé el pantalón del uniforme y le pedí que me metiera mano y lo hizo, quizá no con maestría pero por Dios, yo necesitaba que me traspasaran el coño y lo hizo.

Mi vagina estaba escurriendo y le seguí mamando el pito hasta que me acomodé con el culo parado para que me penetrara. Lo hizo y yo disfruté ese palo a escondidas. Trató de aguantar pero a los cinco o seis minutos eyaculó en mí y quedó de darme otro palo.

Debo reconocer que continúe caliente, pero me las ingenié para coger lo más posible durante esos días con mis amigos y compañeros.

Casi a mediados de año, conocí a un tipo maduro que se fascinó conmigo. Le gustaba así, gordita y entablamos una relación de varios meses. Cuando eso concluyó, bajé de peso y me olvidé de los anticonceptivos, aunque el deseo de ser poseída continuó hasta hoy día.

 

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