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D O Ñ A S O L E (2)

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CAPÍTULO 2º

De momento nos quedamos parados; yo no me esperaba verla y, al parecer, tampoco ella a mí, pero al momento se le iluminó el rostro en una sonrisa y, decidida, apretando el paso se vino a mí, que también avancé hacia ella

·       ¡Antonio!... ¡Dios mío, cuánto tiempo!

·       Sí… Dª Soledad

No olvidaba lo que me dijera tras la bofetada, y mi voz sonó con un tanto de retintín cuando pronuncié su nombre anteponiéndole el tratamiento de usted

·       ¡Uff! Y qué serio te pones… ¿Todavía sigues enfadado conmigo?

·       No; que va… Nunca lo he estado… Pero, usted me dijo…

·       Olvida lo que te dije… Fue una tontería por mi parte… ¿Cómo me llamaste entonces?... Sole; Sole a secas… Llámame así… Sole… O Soledad, como prefieras, pero sin el doña…

·       ¿Está segura?... Mire que no me gustaría recibir otro revés…

·       Ja, ja, ja… Estate tranquilo… Me he vuelto la mar de pacífica desde entonces… Oye, y ¿por qué no me invitas a un café?

·       Eso está hecho… ¿Dónde te parece?... Algo más abajo está…

·       Yo conozco un sitio que está muy bien. Es en O’Donell… Queda más retirado, tardaremos más en llegar, pero merece la pena, ya lo verás

·       No importa; en el coche, allí en un periquete

Y, agachándome sobre maletas y cartera, hice intención de llevarlas al coche; pero ella, agachándose conmigo amagó coger una de las maletas, a lo que yo, ante todo, caballero siempre, me opuse, alargándole la cartera y tomándole, ya de la mano, la maleta

·       ¿Y estos maletones?

·       Gajes del oficio, con que tengo que cargar… Soy representante de comercio; vamos, agente de ventas y en ellas van las prendas del muestrario… Confección de caballero y señora… Las llevo porque acabo de atender al último cliente del día… Esa tienda de confecciones (Y le señalé el comercio que acababa de  dejar, minutos antes)

·       ¡Así vas tú de elegante!... Con traje, camisa y corbata… Y con el calor que está haciendo… La verdad es que antes, comúnmente, ibas así, de traje… Nunca te vi en vaqueros… Pero en verano vestías camisa de manga corta, sin corbata…

·       Sí; es verdad… Nunca me han gustado los pantalones tejanos… Me aprietan demasiado… Y, en verano, cualquiera se pone americana y corbata… Pero ya ves… Cuando se visitan clientes, y más en este gremio del tejido y la confección, que ellos mismos suelen ir siempre de traje, por calor que haga, quién se atreve a ponerse en mangas de camisa y despechugado… Aunque conste, que la camisa que llevo es de manga corta

·       ¡Ja, ja, ja!... Lo de no llevar vaqueros me parece bien… ¡Aprietan los testículos y merman la masculinidad del hombre!... ¡No dejan producir tanta leche!

·       ¡Jolines(1), Sole; y qué bruta que eres!

·       ¡Ja, ja, ja!... ¡Y tú qué conspicuo y morigerado que eres!... Como siempre, todo un caballero… Antoñito, eres un primor de chico

Desembocaba ya en la calle O’Donell cuando ella me indicó girara a la derecha, para seguir seguido hasta pasar Fernán González, y desde allí seguir despacio para aparcar donde primero pudiera, pues el sitio era entre Fernán González y Maiquez; así lo hice y, enseguida, aparqué. Bajamos del coche y ella, desenvuelta, se me colgó del brazo. A no mucha distancia se divisaba la marquesina de una cafetería de excelente presencia

·       ¿Ves?; es allí. –me dijo señalando el local de la marquesina- Ya verás; es la mar de acogedor… Tiene un saloncito en la planta baja que es un primor… Luz muy, muy tenue… Todo oscurito… -se rio- Es un local para parejitas la mar de cariñosas…

Volvió a reír, más ostensiblemente que antes… También más nerviosa… Y, acercándome el rostro, bajando la voz y en tono eminentemente sensual, me soltó

·       Lo mismo, hasta te pones cachondo

Y yo, que ya me empezaba a sentir, cómo diría, bueno, digamos, nervioso, me empecé a poner, que ni asno en celo

·       Contigo al lado, seguro

·       No me digas que, a mis casi cuarenta, todavía te “pongo”… Que ya tengo treinta y nueve, nene

·       Y aunque tuvieras sesenta…

·       ¡Ja, ja, ja!... Eres un adulador… Y un descarado… ¡Decirle a una honesta mujer casada que te pone cachondo!... ¡Golfo; más que golfo!...

Se me había arrimado cosa mala, cargándome los senos, estrellándolos más que otra cosa, contra mi pecho. Llevo sus labios a mi oído y susurró.  

·       Pero ¿sabes?... Me gustan los jovencitos descarados y golfos…

Y me mordisqueó el lóbulo de la oreja

·       ¡Sole, Sole!... Que  a este paso no sé lo acabaré haciéndote

·       ¡Ja, ja, ja!... ¿Follarme?...

·       Calla… Que tú sí que eres descarada… Y, que coste, que no te digo lo otro por cortesía… Caballerosidad para con una dama

·       ¡Ja, ja, ja!... Muchas gracias a vuestra galantería, mi señor caballero… Pero, a que te gustaría…

·       Por favor Sole; corramos un “estúpido” velo sobre mis apetencias

Sole volvió a reír a carcajadas, y en ese momento llegamos a la cafetería de la marquesina, bajando directamente al saloncito inferior. Era tal y como ella, a grandes rasgos, me lo describiera… Recogido, coqueto, luces muy amortiguadas que lo dejaban en una espesa penumbra, en la que se hacía casi difícil vislumbrar nada a no tantos metros. Algo a estilo de diván corrido, adosado a las paredes, circundaba el saloncito, con una serie de mesitas bajas colocadas frente a él de trecho en trecho, lo suficientemente separadas entre sí como para que quienes a ellas se sentaran disfrutaran de una mínima intimidad, y al otro lado de cada mesita un par de butaquitas, tapizadas a juego con el diván. Y, repartidas por el centro del local, otra serie de mesitas, menos numerosa, a cada uno de cuyos lados se ubicaba otro diván, este para sólo dos ocupantes

Desparramadas por diván corrido y mesitas “ad hoc”, unas cuantas parejitas, pocas, no más de seis u ocho, más que amarteladas, en distinto grado de intimidad, aunándolas las más que pasionales comidas de boca a todo ruedo, pero dándose también, acá y allá, algún que otro seno femenino al aire, homenajeado por los masculinos labios y lengua… Y, en aluna que otra parejita, a todo lo anterior se unían manos invisibles, perdidas bajo femeninas faldas y dentro de masculinos pantalones… También era perfectamente audible un coro de apagados jadeos y gruñidos de íntima satisfacción y gozo

Nos dirigimos, directos, a un solitario sector del diván corrido; yo, en intento de caballeroso comedimiento, hice amago de sentarme en una butaca mientras Sole se encaminaba al diván, pero al momento me dijo    

·       Ven; siéntate aquí, conmigo… A mi lado… Muy, muy a mi lado

Y yo, obediente, sin dudarlo hice lo que me pedían. Apenas nos sentamos, un solícito camarero apareció a nuestro lado. Pedí un gin-tonic y ella pidió lo mismo. El camarero se marchó y nos miramos… Y nuestras miradas lo dijeron todo… El enorme deseo que nos dominaba, que nos impulsaba al uno hacia el otro… Las miradas, sí, pero también los labios temblorosos, anhelantes del íntimo contacto entre ellos, atrayéndose mutuamente, los míos y los de ella, como el imán al hierro… Nos besamos; claro que nos besamos… Con furia, con frenesí casi salvaje… Como lobo y loba hambrientos nos comíamos mutuamente…

Llegó el camarero con la comanda, tosiendo discretamente para hacerse notar, pues nosotros, ajenos a todo cuanto no fuéramos nosotros mismos, nuestra más que ardorosa pasión, ni nos enteramos de su presencia. Nos separamos al momento, buscando recobrar la compostura y el camarero, con abierta sonrisa cómplice, puso las dos consumiciones sobre la mesa y, con la misma discreción con que apareció, desapareció… Y nosotros volvimos a lo nuestro, con redobladas energías

Sole jadeaba, abiertamente excitada; se bajó los tirantes del vestido que la cubría, uno más que ligero, muy muy veraniego, de levísima textura en punto de seda, cortito varios dedos por encima de las rodillas, escote más pronunciado que recatado, sin llegar a lo escandaloso, sujeto a los hombros por dos finísimos tirantes que más parecían estrechas cintas que otra cosa… Seguidamente, se llevó las manos a la espalda y, ostensiblemente se soltó los enganches del sujetador, requiriéndome a continuación   

·       Sácame las tetas, cariño… Chúpamelas… Lámemelas… Y los pezones… Mis pezoncitos, cariño mío… Chúpamelos… Succiónamelos… Mámamelos… Como si fueras un bebé…

Y yo qué iba a hacer sino lo que ella me pedía… Se las saqué en todo su esplendor… Preciosas… Divinas… Blancas, muy blancas, resaltando en su nívea blancura una estela de pecas oscuras que daba gloria verlas… con sus aureolas de color café con leche clarito… ¡Que ricura, qué lindeza de aureolas, Dios mío!... Pues y qué decir de sus más pezonzazos que pezoncitos, de intenso color café y leche, duros, gordos… Enhiestos como astas de miureño… Era la primera vez que veía esos senos desnudos ante mí y para mí, verlos, fue como una locura…

Me apliqué a hacer lo que se me pedía, pero sin violencia; con esmerada suavidad, paladeando aquella ambrosía de dioses, esos panales de miel, esas cántaras de dulcísimo arrope… Sí, me enloquecía lamer esa hermosura, chupar, succionar con deleite esa esplendidez de dichas inacabables que eran sus divinos pezones. Y Sole, con los ojos cerrados, jadeando a tutti plén

·       ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Qué gusto!... ¡Qué gusto más grande!... ¡Dios qué placer!.. ¡Qué placer más enorme!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Agg!... ¡Agg! ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Ay!... ¡Dios!... ¡Diooos!... ¡Me corro!... ¡Me corro!...  ¡Sí cariño, me estoy corriendo!... ¡Me estoy corriendo!... ¡Dios, qué gusto!... ¡Agg!... ¡Agg! ¡Agg!... ¡Qué gozada, Señor!... ¡Qué gozada!... ¡Aayyy!... ¡Aayyy!... ¡Aayyy!...

Se me abrazó atenazándome el cuello entre sus brazos en un beso que tuvo de todo menos suavidad, dulzura… Fue una caricia bestial, salvaje… “Made in Sole”… El orgasmo que disfrutaba fue disminuyendo en intensidad hasta agotarse… Y agotarla a ella. Me soltó y se dejó caer a plomo sobre el respaldo del diván, boqueando a todo meter en esfuerzo por regular su respiración, los latidos de su corazón, entonces lanzados al galope

Se fue tranquilizando y volvió a besarme, digamos que en apasionada dulzura que me volvía loco. Se subió los tirantes del vestido y devolvió los senos a su encierro dentro del escote…aunque sin calzarse el sujetador. Se levantó y se alisó el vestido, volviendo a hacerlo “respetable”; luego se volvió a mí, diciendo 

·       Vámonos; aquí ya no hacemos nada…

No esperó a nada, ni a que yo pudiera decir ni mu, pues, decidida, con paso firme y rápido, se empezó a alejar hacia la escalera que llevaba al piso principal y a la calle; me levanté para seguirla y, al momento, a mi lado estaba el camarero con la cuenta; pagué y, a toda prisa, subí escaleras arriba, en su busca. Casi anhelante la busqué en la planta del bar-cafetería, pero allí ya no estaba; no sé bien por qué…y si lo sé, lo sabía, entonces no quería reconocerme el por qué, pero la cosa es que se me encogió algo el corazón al no verla… Despendolado salí a la calle y allí estaba ella, fumándose un cigarrillo con cara osca

·       ¿Por qué has tardado tanto?... Llevo más de diez minutos esperándote… ¡Y yo más de dos no espero a tío alguno!… Así que enterado estás, p’al futuro… Si es que tenemos futuro… Que no sé…. Pues tíos posesivos, que me dejan plantada a la primera de cambio, no me van… Les doy “puerta” al momento… ¿T`has enterao?

·       Enterado, mi dueña y señora…

A Sole le entró la risa tonta y, metidos ya los dos en el coche, me obsequió la caricia incomparable de uno de sus besos, bastante más suave, dulce que ardiente, pues de todo tuvo…

·       ¡Perdóname amor! Pero ya sabes el pronto que veces tengo, cuando me “tuercen el carro”(2)…

Me metí en el coche y lo arranqué.

·       ¿Dónde vamos?... ¿Te dejo ya en tu casa?

·       Ni lo sueñes Tú aún estás al “palo”, pues no te has corrido todavía… Y yo… Yo no tengo bastante con lo del salón de la cafetería… Todavía estoy a caldo, cariño mío… Mi chochito todavía está hecho Pepsi Cola… Necesito hacerlo… Follar… Follar… Que follemos como locos…. -Miró el reloj- ¡Joder!, qué fastidio… Más de las diez de la noche ya… Pero, de un par de horas todavía podemos disponer… Hora y media al menos… Suficiente para echarnos algún polvo que otro… Y tomar algo después; en la calle Ibiza hay un jamonero, con un ibérico de reserva, de bellota, que quita el hipo… Podemos pasar luego por allí… Y de allí a casa

·       A dónde debo conducir –pregunté, con el motor en marcha, pero sin meterle aún la velocidad, quieto parao-

·       ¿Conoces Maestro Vives?

·       Entre O’Donell y Duque de Sexto, por la Maternidad Santa Cistina… 

·       Exacto; al final ya de la calle… Cerca de Duque de Sexto… -Arranqué al momento, rumbo a la nueva dirección- Ya verás; te gustará…. Es un lugar muy tranquilo… Muy discreto y cómodo… Elegante…No es un antro al uso…

En nada de tiempo estábamos donde me decía; y sí; había aparcamiento de sobra… La verdad es que a todo lo largo de la acera y buena parte de la de enfrente unas señales de tráfico avisaban de aparcamiento restringido o reservado. Entramos en la recepción de la 4ª planta e, inmediatamente nos asignaron habitación, lo malo era que no estaba todavía lista; estaban acabando de prepararla para la ocupación por nuevos clientes, ya que unos acababan de desocuparla. Tuvimos que pasar al saloncito-bar a esperar unos diez minutos, animados por una botella de champán, catalán, claro, y dos copas, obsequio de la casa…

La habitación estuvo lista antes de los diez minutos y subimos a ella. Un gran dormitorio ocupado por una enorme cama de matrimonio, 1, 50 por lo menos, paredes más decoradas que pintadas al tornasol, por lo que las luces tenues, indirectas, que giraban iban descubriendo colores y más colores tornasolados todos ellos, en tonos difuminados, claritos, muy, muy claritos muchos de ellos; en tonos medios casi todos al pastel hasta los tonos oscuros en verdes, amarillos, azules, más claros y más oscuros… Una música suave, lenta, melódica, sensual, envolvía la habitación… Aparte, un cuarto de baño muy completo, con bañera y brazo de ducha… La bañera enorme, más que capaz para que dos personas pudieran no ya sólo ducharse juntas, sino incluso bañarse… Sole tuvo entonces uno de sus “perversos” comentarios… Perversos para mí, pues me mataban de celos…. Y es que, como decía aquélla canción, aquél bolero “Tengo celos hasta del pensamiento que pueda recordarte a otra persona amada”… 

·       Aquí, no solo pueden ducharse dos amantes juntos, sino hasta bañarse juntos… ¿Nunca has follado dentro del agua de la bañera? Bien calentita… Llena de sales… Es divino… Te lo digo yo… Te lo garantizo…

Sole tomó la botella de champán del cubo enfría botellas que la dirección disponía en cada habitación; lo escanció en dos copas, me ofreció una y, alzando la suya, brindó

·       ¡Chin, chin!... ¡Por nosotros!....

Escanció nuevo líquido y, repitiendo el brindis, vaciamos aquella segunda copa. Seguidamente, procedió a desvestirse. Los zapatos rodaron por el suelo, lanzados al quitárselos; luego fue el vestido el que quedó desparramado por el santo suelo, al tirarlo de cualquier manera…. El sujetador y las bragas… siguieron el mismo destino que las prendas mayores, el sano suelo, desperdigadas por aquí y por allá, sin orden ni concierto, ni Dios que le pusiera… Por fin, más encuerada que cuando su señora mama la puso en “Este Mundo Traidor, en que nada es verdad ni es mentira, sino donde todo es del color del cristal con que se mira”, aliñado ya su esplendoroso cuerpo de Odalisca, de Venus-Afrodita de  Inanna, Isthar y Astarté con su espléndida belleza sensual de mujer de una vez, independientemente de su mayor o, mejor, menor belleza facial, que eso qué puñetas importaba en tales momentos, estaba mirándola o más bien, admirándola en esa inconcebible belleza de su cuerpo desnudo…. Sentado en una butaca, libre sólo de la americana, el botón de arriba de la camisa, del cuello, desabrochado y la corbata suelta hacia abajo

Ella, sólo con el liguero y las medias oscuras, negras hasta casi las ingles por toda ropa, se sentó en la cama, indecisa entre quedarse así o desprenderse también de esas últimas prendas. Se volvió hacia mí, como inquisitiva y, al momento, en su rostro se dibujó la sorpresa mucho más que la interrogación

·       Pero qué haces que no te desnudadas… ¿Se puede saber a qué esperas?

·       A empaparme bien de la belleza de tu desnudez… ¡Eres divina Sole!... ¡Tu cuerpo es divino…lo más bonito que jamás he visto…Lo más bello que jamás podré ver!

Ella, coqueta, pizpireta…¡oh, eterno femenino!... Empezó a dar vueltas sobre sí misma mostrándoseme en toda su espléndida desnudez de mujer 10. Yo me levanté y avancé hacia ella; nos encontramos y la estreche entre mis brazos, clavando mis labios en los suyos, que al segundo se me abrieron ansiosos de mi lengua… Ansiosos de esas caricias salvajes que tanto a ella le gustaban… De “comernos” las bocas como seres antropófagos antes que normales seres humanos… Pero yo la detuve… No era eso lo que yo quería…

Yo lo que quería era acariciarla como un macho humano, un hombre, ama a una hembra humana, a una mujer… Le impedí esos ímpetus, más salvajes, más bestiales que otra cosa, sustituidos por dulces accesos de ternura, de dulce amor… Claro que admití su lengua, para acariciarla con “cuasi” religioso fervor… Claro que quise adueñarme de su maravilloso interior bucal para saborearlo hasta en sus más recónditos rincones, saborear, extasiado, la fina dulzura de su saliva…. Saciarme de toda ella… Toda… Toda… Enterita… Rendido… Anonadado de amor por aquella hembra, aquella de mujer impar…. Sin parangón posible… Ni en el presente, el pasado o el futuro…

Sole, al punto, se vio desconcertada ante lo que no esperaba… Lo que, ni por asomo, podía imaginar, pero enseguida se sumó a esa caricia suave, tierna, dulce… Casi exenta de erotismo, de rastro alguno de sexualidad, pero impregnada de todo el cariño… Todo el amor del mundo que puede unir a un hombre y una mujer… Una hembra y un macho humanos que buscan, más que aparearse, aunque todo llegaría, se amaban, se querían, como lo que son, seres humanos, capaces no sólo de pensar sino también de sentir con todas las fibras de su ser… Retiré mis labios de ella para poder soltar todo lo que en mi interior bullía

·       ¡Te quiero Sole!... ¡Te quiero con toda mi alma!... ¡Desesperadamente, irremediablemente, enamorado de ti!...

Sole no me respondió, simplemente, me libró de la corbata, soltándola lo suficiente para podérmela sacar por la cabeza, mandándola al santo suelo sin importarle un bledo cómo hubiese quedado; seguidamente fue desabrochando lo botones de la camisa, siguiendo la prenda el mismo destino antes deparado a la corbata… Cuando mi torso quedó desnudo de polvo y paja, me besó el pecho, poniendo en él ambas manos

·       Apenas tienes pelos en el pecho… Eres casi lampiño aquí… Así, más pareces un niño que un hombre…

Sí; he reconocer que “pecho lobo” nunca he sido; cuatro pelillos en guerrilla es lo único que mi pecho, de siempre, han adornado, diseminados acá y allá por esa leve depresión que, sobre el estómago, separa los dos hemisferios pectorales, señoreado cada uno por la tetilla, atrofiada en todos los machos primates y diría que en los de no pocas especies más  también… En fin, qué queréis, queridas/queridos, que lamento en el alma informaros que, servidor, de “sex simbol”, la verdad es que nada de nunca… Vamos que nunca fui, ni, mínimamente “musculitos”, y los gimnasios me causaban algo así como ictericia, “qué quirís que sus diga”… Servidor de Dios y ustedes, era un españolito normalito y corrientito de aquellos años de mísera post-guerra española… Uno de tantos a los que D. Antonio Machado cantara en aquél poema que, diría yo, fue el postrero que escribió, pues lo acabó semanas antes de que la muerte, por fin, se lo llevara, dejándole así descansar por finales de una guerra que le destrozó el alma, como a tantos otros españoles

Ya hay un español que quiere

Vivir y a vivir empieza

Entre una España que muere

Y otra España que bosteza

¡Españolito que vienes

Al mundo, te guarde Dios,

Una de las dos Españas,

Te ha de helar el corazón!

 

Bueno, y siguiendo con el relato, añadir que, tras quedar al aire mi “pecho lobo”, ella volvió a besarme, con la pasión propia en ella, salvaje, casi bestialmente, y yo dejé vía libre a su pasión desbordante, pues aunque yo prefería amarla, antes que nada, tampoco lo cortés demerita lo valiente. Así Sole, mientras se “comía”, casi literalmente, mi boquita de pitiminí, desabrochó el cinturón de mi pantalón, que se fue al suelo en un santiamén y mis calzoncillos, pues qué queréis, ídem de lienzo con el pantalón…

Entonces, desnuditos los dos, sin encomendarme ni a Dios ni al Diablo, la empujé sobre la cama, en la misma posición en que se encontraba, un tanto, por no decir bastante, atravesada de lado a lado de la cama, solo que más bien apaisada. Me lancé sobre ella, buscando de nuevo sus maravillosos pechos, sus insuperables labios, pero ella, susurrándome al oído, me esquivó ambas acciones 

·       No… No pierdas tiempo, cariño mío… ¡Estoy que ardo!... ¡Mojadita, mojadita!.... ¡Me tienes a caldo, ladrón!... ¡Métemela!.., ¡Métemela ya…ya cariño!... Luego… Luego, mientras me follas, habrá tiempo para todo… Para comernos las bocas… Para que me comas las tetas… Y los pezones… Pero, por favor, métemela ya

Y yo qué iba a hacer, sino lo que Sole me pedía… Ella, dese el principio empezó a moverse, como ella sabe  hacerlo, imprimiendo al acto todo el salvajismo que en ella era connatural, pero una vez más yo la contuve imponiéndole un ritmo lento, suave, dulce, tierno… Quería amarla no, simplemente, copular con ella, que es lo que ella buscaba… Y, una vez más, se quedó desarmada… Desconcertada… Sin saber qué hacer… Se quedó, pues, aturullada, quieta… Abandonada a lo que yo quisiera hacer… Fueron unos minutos que casi quedaron en el vacío, hasta que Sole empezó a cerrar los ojos… Y a suspirar… Y a gemir… Y a jadear… Bajo; muy, muy bajito… se había abrazado fuerte, muy fuerte a mí, atenazándome el cuello entre sus brazos, pero todavía más mis muslos, mi culete, entre sus piernas cruzadas en dulcísimo dogal 

·       ¡Agg…aggg…aggg!... ¡Ayy…ayyy…ayyy!... ¡Me gusta, amor…me gusta!... ¡Qué dulce eres!...  ¡Aggg…aggg…agggg!....

Yo gozaba, disfrutaba como un enano… pero, juraría, que tampoco Sole se quedaba atrás. Yo no tenía gran experiencia con mujeres, por no decir que ninguna, pues, aparte algún escarceo que otro con, también, alguna que otra prostituta, no tantas, desde luego, pues lo cierto es que tal tipo de mujeres me daban, me dan, un tantico asco, sí pude ser consciente de que ella se había venido más de una vez y más de dos… Y me lo dijo 

·       ¡Me he corrido, amor!... ¡Me he corrido; me he corrido más de una vez…y más de dos!…. ¡Y me estoy corriendo ahora mismo!... ¡Dios, Dios, Dios!…. ¡Y qué dichosa me estás haciendo!... ¡Sí; sí, mi vida…me estás haciendo muy, muy feliz!… ¡Muy, muy dichosa, mi amor!... ¡Sigue…sigue así, mi amor!… ¡Así de dulce, mi vida!... ¡Aggg…aggg…aggg!... ¡Aayyy…aayyy…aayyyy!

Seguimos así minutos y minutos… El tiempo se detuvo en un presente estático de gozo y placer inmensos… De besos rendidos, de caricias dulces, entregadas… Sole se vino casi que incontables veces… En series de tres o cuatro orgasmos que estallaban en su femenina intimidad uno tras otro, consecutivamente, en una especie de “totum revolutum”… En, digamos, un solo orgasmo casi interminable, para luego descansar un poco, reponer fuerzas y volver a disfrutar de una cueva serie de placeres inacabables… pero también a mí me llegó el final cuando ya fui incapaz de seguir aguantando un orgasmo que llevaba ya minutos y minutos pugnando por, brioso, anonadante, salir libre, liberado, de mis entrañas, pero ella, entonces, frenética, me pidió que siguiera… Que no me saliera de ella… Que siguiera “dándole caña”

·       Pero cariño; vida mía… ¡Si no puedo!... ¡Me has dejado seco!... espera cariño; espera… Un poquitín… Unos minutos nada más… Ya verás; enseguida estaré otra vez “listo para todo servicio”

·       No; no cariño… No habrá segunda vez… Es ahora… ¡Ahora o nunca!… Déjate llevar… Déjame hacer a mí… Entrégate a mí y ya verás… Serás capaz de seguir haciéndomelo… Y más de una vez… Volverás a correrte, ya verás…

Y yo me dejé; me entregué a ella, tal y como Sole me pedía… Y… ¡Dios la que se armó!... No me lo podía creer… Ya digo que yo no era ningún “fuerzas”; menos, ningún “Hércules”… Pero ella, aquella noche, me hizo el mismísimo héroe griego de los “Siete Trabajos”, pues a él, me hubiera gustado ver en mi lugar… Aunque sí; con aquella mujer, todo era posible… ¡Qué manera de usar, hacer trabajar, sus paredes vaginales!… Sus músculos vaginales… Me atrapó la “herramienta” entre ellos y Dios el tratamiento que le dio… Aquello era masturbarme con ellos a modo y manera, hasta que al “muerto” le hizo “revivir”, pletórico de energías y loco por “dar guerra” de la buena… El “milagro” se repitió dos veces, para mi casi espanto, y ella disfrutaba más y más y más, frenética, loca, desatada… No; yo no hacía nada… No podía hacerlo, porque allí estaba ella para hacerlo por los dos… Me vine otras dos veces, ¡oh milagro de milagros!, y ella, mientras el cuerpo le aguantó, que, inmensas gracias sean dadas al Altísimo, tras mi segunda “venida” extra, se derrumbó por fin exhausta… Sin poder dar ni un ápice más de sí

Nos derrumbamos los, ahítos de amor y deshechos de cansancio… Pero inmensamente felices. Nos abrazábamos, nos besábamos, nos acariciábamos… Al rato, ya ella medio repuesta, se levantó de la cama; yo pensé que iría al servicio, al baño, pero, cuál no sería mi sorpresa y, por qué no decirlo, mi desengaño, mi desilusión cuando veo que se empieza a poner las bragas. Salté de la cama e intenté quitárselas     

·       ¿Pero qué haces cariño?... Yo… Yo necesito más…. Mucho más… Dijimos dos horas mi amor

Sole me besó, cariñosa, dulcemente

·       Y yo también necesito más… Mucho… Muchísimo más… Muchísimo más que tú… Pero no puede ser… Lo nuestro debe acabarse aquí… Iba a decir que no debió empezar… Pero no; prefiero que haya pasado lo que acaba de pasar… Será un recuerdo hermoso que nunca, nunca olvidaré… Pero debe acabarse… Tú te mereces mucho más de lo que yo nunca podré darte… Cariño mío, esta noche me has amado… No me has follado… Me has amado… Me he sentido amada… Amada por ti… Ha sido divino, maravilloso, cariño mío… Me has hecho inmensamente feliz… Yo… Yo también he querido amarte… Pero no he podido… No he podido amarte… No puedo amar… Y no creas que es solo a ti; no… No puedo amar a hombre alguno

·       ¿Y…y tu marido?

·       ¿Mi marido?… Ni me lo nombres, por favor… No me estropees esta noche tan bonita… Tú te mereces otra mujer… Una mujer que te quiera… Que sepa quererte como tú te mereces… Como tú sabes querer, amar… Yo… Yo te haría daño, querido mío; antes o después…

No hubo manera de hacerla apear de ese burro… Ni siquiera consintió que yo la llevara a su casa “Las despedidas son tristes –me dijo- y cuanto más breves, mejor” me dijo también. Salí de la habitación algo después que ella, pues Sole así lo quiso

FIN DEL CAPÍTULO

NOTAS AL TEXTO

1.       Esta interjección, de toda la vida, madrileñísima por cierto y que hoy creo está en total desuso, entonces, años 50-60, era la mar de popular, lo mismo entre hombres como mujeres, con lo que, ante señoras y señoritas, se usaba como alternativa a los “palabros” groseros, zafios, obscenos, de uso más que común entre hombres… ¡Lo que va de ayer a hoy!... Si entonces ante una chavala soltabas uno de esos “palabros”, tan en boca de las nenas de hoy día, las de entonces, hasta te podían cruzar la cara de un guantazo, por faltarles al respeto… Y me digo: Si entonces te cortabas de soltar una grosería ante una chica, cómo ibas a atreverte a ponerle la mano encima, salvo que de antemano supieras que ella te lo consentiría…si es que no, con sus acciones, claramente te lo estaba pidiendo… Y claro, a ver cómo te atrevías a violar a una nena con la salías a bailar, por ejemplo… ¡O témpora, o mores!, que diría un latino… Del Lacio italiano, región donde se ubica la milenaria Roma, claro; no de Suramérica… Que hoy, a veces, hay que puntualizar, y bastante… Sí; indudablemente… ¡”O témpora, o mores”!… Ah, y si algún lector/a no entiende esta cita latina de Marco Tulio “Cicerón” en su 1ª Catilinaria, “Oratio in Catilinam Prima in Senatu Habita”, pues, querido/a; la buscas en un diccionario Latín-Español… O en Internet que, seguro, estará…

 

2.       En España, un “carro” es, simplemente, un vehículo de madera, normalmente abierto, sin capota, con dos o cuatro ruedas, tirado por animales, particularmente, asnos o mulos, aunque, por zonas, también por una yunta con dos bueyes

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