Nuevos relatos publicados: 7

Bàlsamo para dos corazones

  • 12
  • 52.182
  • 8,45 (51 Val.)
  • 0

Era un tarde de agosto cuando desperté en la cama de mi cuarto, relajado y algo desorientado pero con una sensación de felicidad y tranquilidad que solo sienten las personas que tienen pocas preocupaciones en la vida. De pronto, siento que algo se mueve contra mi cuerpo totalmente desnudo que hace que mi corazón se sobresalte por la sencilla razón de que ha ocurrido lo que se supone no debería de haber pasado jamás pues ese algo que ahora duerme profundamente pero que instintivamente rodea mi cuerpo con sus brazos y entrelaza sus piernas con las mías es mi sobrina con la que acabo de hacer el amor hace unas cuantas horas.

Pero retrocedamos un poco más atrás cuando el día recién comenzaba y me preparaba para iniciar un nuevo día de actividades. En aquel tiempo no hace mucho estudiaba la preparatoria en un colegio privado al que asistía todos los días por la mañana y aunque por lo general soy buen estudiante hacía un tiempo que no tenía los más mínimos deseos de asistir pues una joven de la que había estado enamorado me había rechazado así que andaba con la moral baja, sin ganas de estudiar, trabajar, comer, ni siquiera caminar así que las actividades diarias las hacía casi por automático.

Por aquella época vivía con nuestra familia una sobrina llamada Caty. En realidad no éramos familia, al menos no biológicamente pues por una coincidencia de la vida ambos habíamos sido adoptados. Aunque es una joven demasiado hermosa en todos aspectos, a su corta edad había sufrido mucho debido al abandono de sus verdaderos padres y al rechazo y maltrato de su actual familia y hacía un año que se había mudado con nosotros.

Al principio era muy tímida y algo miedosa pues temía que la fuéramos a tratar de la misma forma que en su casa pero al pasar el tiempo y comprobar que la tratábamos con respeto y cariño su carácter cambió paulatinamente. Yo no sabía como llevarme con ella por el hecho de que siempre parecía rehuirme y como siempre había vivido solo no sabía como dirigirme a Caty, pero en una ocasión tuvo un ligero accidente y como sé primeros auxilios la curé y desde aquel momento me tomó mucha confianza y siempre que podía procuraba estar a mi lado, decía que le había salvado la vida y que estaba muy agradecida conmigo aunque la verdad no fue para tanto , me contaba de su vida, sus alegrías, tristezas y deseos para el futuro. Sin embargo no todo era felicidad para mí pues mi alma sufría de algo que se llama amor no correspondido. Por meses había hecho hasta lo imposible por ganarme el corazón de Angélica, una compañera de clases de la que me había enamorado perdidamente pero sin resultado alguno, hasta que supe la razón de su indiferencia ante mí y es que ella estaba enamorada de otro chico. De eso ya habían pasado alrededor de tres meses.

Así llegó aquel día, después de terminar las actividades del colegio me dirigí al trabajo y ya entrada la tarde me fui a la casa con un desánimo total. Al llegar a ella, me extrañó que no hubiera nadie o al menos eso creía pues la única que se encontraba en la casa era Caty, me informó que había fallecido un vecino cercano y que mis padres estaban con los dolientes y que ella se había quedado para informarme. Una vez hecho esto, salió de la casa seguramente para ir también a acompañar al difunto.

Me encontré totalmente solo y abatido, así que sin querer las lágrimas asomaron por mi rostro, no solo por la decepción amorosa sino porque mi existencia siempre la había considerado muy solitaria, sin amigos verdaderos, con el abandono de mis verdaderos padres y porque hasta ese momento mi futuro lucía sombrío e incierto, así que para calmarme un poco, decidí darme una ducha y después me fui directo a mi cuarto dispuesto a descansar.

Una vez en mi cama, cerré lo ojos perdiendo la noción del tiempo cuando de pronto siento algunos movimientos bruscos que me hicieron incorporarme de la cama. Mis ojos solo vieron una pequeña figura en la semi oscuridad de mi cuarto y cuando me disponía a encender la lámpara, una mano suave y pequeña me detuvo al tiempo que una dulce voz decía: –No lo hagas--era Caty.

¿Qué estaba haciendo ahí? ¿No se suponía que estaba con mis padres? Me contó que como estaban muy ocupados con los asuntos del sepelio y como ella accidentalmente había tirado un florero de metal (lo que causó un gran ruido), la habían regresado a casa. Pero ¿Qué estaba haciendo ahí? Le pregunté y mi única respuesta fue un profundo silencio si embargo su mano que antes había detenido a la mía para evitar que encendiera la luz, se entrelazó con la mía al tiempo que Caty se sentaba al borde de la cama. Empezó por decirme que le preocupaba mucho lo que me estaba pasando, que si bien a mis padres se les había pasado el hecho de que estaba angustiado por algo que me ocurría, a ella no porque desde hacía algún tiempo, desde que "le salvé la vida" había empezado por sentir algo muy especial por mí que traspasaba los límites de la amistad o el amor filial, se fue acercando poco a poco hasta que sus labios se posaron sobre los míos dándome un tierno y profundo beso.

Caty, solo ella supo lo que en realidad me pasaba pues pudo ver más allá de mi apariencia aparentemente despreocupada. Lo entendí cuando sus labios ya no solo besaban los míos, si no también la mayor parte de mi rostro al tiempo que sus brazos rodearon mi cuello. ¿Cómo pude estar tan ciego para no darme cuenta del amor y devoción que había causado en esa pequeña niña? Un par de lágrimas volvió a rodar por mi rostro, ya no de tristeza sino de felicidad, mismas que ella bebió al tiempo que me dijo: --Haré que te olvides de ella mi vida—y yo la abracé con todo el amor que mi alma era capaz de darle al tiempo que correspondía a la enorme cantidad de besos que Caty me daba.

Debido a nuestros jóvenes impulsos, mis manos no tardaron en deslizarse por debajo de su blusa y su sostén empezando a acariciar sus pequeños senos que de inmediato se endurecieron al tiempo que sus besos y caricias se hicieron más intensos. –Espera—me dijo al tiempo que se apartó de mí. Pensé que me había sobrepasado así que me disponía a disculparme cuando sus dedos empezaron a desabrocharse la blusa para quitársela por completo, después su sostén blanco, sus tenis con calcetas, su falda larga y por último sus calzoncitos. Por un breve instante permaneció frente a mí así, totalmente desnuda cuando de pronto se acostó a mi lado metiéndose debajo de las sábanas abrazándome.

Es increíble la sensación de sentir el cuerpo de una joven junto al tuyo, sus manos sobre mi rostro, sus labios junto a los míos, toda ella literalmente pegada a mí. No pude hacer otra cosa que abrazar con todo mi corazón ese cuerpo pequeñito que ahora se entregaba a mí sin condiciones, deseando borrar de una vez y para siempre las cicatrices que la vida me había causado hasta ese momento, como si Caty fuera un auténtico bálsamo para mi alma. – Soy muy feliz a tu lado—me dijo con su dulce voz –Deseo estar contigo para siempre mi amor, ¿me amas cariño?—respondí: --si mi vida, prometo estar contigo hasta el fin de mis días—acto seguido hundí mi rostro en medio de sus senos pues mi pasión era ya incontenible. No es que solo deseara su cuerpo o que ella fuera el sustituto de Angélica, realmente la amaba, solo que no me había dado cuenta.

Después, mis labios se posaron sobre el pezón derecho de mi niña, quién lanzó un suspiro mientras que sus manos me acariciaban con firmeza el cabello –Continúa mi amor—me dijo al tiempo que mis labios alternaban de un pezón a otro, sintiendo como su cuerpo se estremecía. Lamía, chupaba y le daba pequeños mordiscos mientras mis manos se dirigieron a sus glúteos, a sus piernas y a sus muslos. Después bajé un poco más para besar su estómago, sus costillas y sus caderas para posteriormente incorporarme sobre mis rodillas y verla tendida ante mi. A pesar de la semi oscuridad, pude ver la totalidad de su hermoso cuerpo desnudo. Era pequeñita, 1.50 cm. a lo mucho, piel morena, cabello corto, senos pequeños con pezones color café oscuro. Delgada y sobre todo, unos hermosísimos ojos cafés, que irradiaban una paz y tranquilidad que solo los ángeles pueden dar.

--Ven—me dijo extendiendo sus brazos, me recosté sobre ella al tiempo que Caty abría sus piernas para que me acomodara entre ellas y sentir su sexo junto al mío. Ahora fui yo quién empezó a besarla una y otra vez en sus labios mientras sus manos acariciaban mi espalda. No quería que el tiempo pasara porque eran los momentos más maravillosos que estaba viviendo y en verdad deseaba que aquello fuera eterno. Luego, una de sus tiernas manos bajó hasta mi pene totalmente erecto, lo acarició un poco subiendo mi prepucio de arriba para abajo –Es lindo—dijo para después acomodarlo a la entrada de su vagina—Hazme tuya—terminó por decir al tiempo que cerraba sus ojos y giró su cabeza para un lado y yo, con pequeños movimientos de mi cadera empecé a entrar en ella quién dio un largo suspiro.

Fue la sensación más intensa que haya sentido hasta entonces, el hecho de introducir mi cuerpo poco a poco en ella, sentir que mi pene era aprisionado por las suaves pero firmes paredes vaginales de Caty hicieron que mi corazón diera un vuelco. Y yo solo quería más y más así que entraba en ella poco a poco, centímetro a centímetro mientras sus uñas se clavaban en mi espalda y su boca dejaba escapar suspiros y uno que otro quejido hasta que la llené completamente. Nos miramos y nos dimos el beso más profundo que hasta ese entonces nos habíamos dado, comprendíamos que estábamos unidos totalmente en cuerpo y alma, que ya no éramos dos, sino un solo ser lleno de amor.

Instintivamente ella rodeó mis piernas con las suyas haciendo que la penetración fuera más profunda y entonces empecé a moverme, lento al principio, tratando de disfrutar toda la gama de sensaciones que la apretada vagina de Caty le estaba proporcionando a mi pene y por si fuera poco, sus gemidos hacían que mi excitación aumentara gradualmente al tiempo que mi boca besaba y chupaba sus erectos pezones hasta que llegó lo inevitable, claramente sentí como sus músculos vaginales apretaron mi pene anunciando el clímax de mi niña al tiempo que sus suspiros y gemidos se hicieron más intensos y justo cuando llegó su orgasmo, me dio un apasionado beso y sus uñas se clavaron muy profundo en mi espalda y como si mi cuerpo estuviera sincronizado con el de ella, unos segundos después, mi orgasmo llegó inundando su vagina de mi semen, sin poder evitarlo, me desplome sobre ella.

Poco tiempo después, me disponía a levantarme pues seguramente mi peso estaría agobiando a mi querida Caty pero ella lo impidió. Cerró sus piernas y me abrazó acariciando dulcemente mi espalda, mi rostro y mi cabello. –Quiero estar contigo así, por siempre—me dijo. Al fin, me dejó separarme y me acosté a su lado y ella se acurrucó junto a mí volviéndome a rodear con sus brazos y piernas y colocando su cabeza sobre mi pecho. Correspondí a su abrazo y le empecé a platicar de lo maravilloso que había sido y que estaba inmensamente agradecido por haberme permitido compartir esos momentos que serían inolvidables para mi. Que a partir de ese instante, mi vida solo estaba dedicada a ella y aunque el hecho de que fuéramos familiares impedía que lleváramos una relación de noviazgo normal, eso no impediría que nos siguiéramos amando con igual o mayor intensidad como hasta ese entonces. Al poco rato nos quedamos dormidos.

Diez años han pasado desde que sucedió lo que les acabo de contar. Aunque nuestro amor fue floreciendo, un buen día aparecieron sus padres adoptivos y la arrancaron de mi lado sin poder hacer nada. Antes de despedirnos nos juramos que esperaríamos a que ella fuera legalmente adulta para volver a reunirnos nuevamente y jamás volver a separarnos. Y así pasó algún tiempo, nos escribimos cartas frecuentemente, pero poco a poco ella dejó de escribirme hasta que un buen día, sus cartas dejaron de llegar. Y así estuve sin recibir noticias de ella hasta cinco años después de su partida, su mamá nos comunicó que Caty ya se había casado y que esperaba un bebé, comprenderán que al saberlo, fue como si me hubieran dado un tiro en el corazón. Tan desesperado me encontraba que hasta intenté suicidarme sin lograrlo, así que me recuperé poco a poco tanto física como emocionalmente. Ahora entiendo que lo nuestro jamás debió de haber pasado, que cometí un grave pecado que seguramente jamás me será perdonado al menos mientras viva y que la absoluta soledad en la que me encuentro ahora, es solo una parte del castigo que me aguarda en el futuro. Solo de una cosa no me arrepiento, de haber amado a la niña más hermosa y encantadora que ha caminado por este horrible mundo y sobre todo haber sido correspondido por ese ángel. Ahora, puedo morir en paz.

(8,45)