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Dos chicas de internet

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Allí estaba yo de pié, mirando viejos vídeos de rock que salían en la televisión. Un gato me había seguido con curiosidad desde que me encontré con él en la cocina. Ahora seguía mirandome, tranquilo pero incrédulo, semitumbado debajo de la silla en la que antes había estado yo sentado, conversando con las dos.

Del dormitorio salían risas, yo ya no sabía lo que podía pasar, ni como reaccionaría cada uno a lo que pudiera pasar. Lo único que sabía es que en ese instante estaba aparentemente relajado, en gran parte por puro cansancio, pero también porque el cuarto me resultaba afablemente acogedor y ellas me habían caído bien.

Repentinamente, Ester abrió la puerta y me invitó a pasar con chispitas en los ojos. Entré en la semioscuridad, y aún deslumbrado pude ver brillar la piel clara de las piernas de Alba, que se había quitado mucha ropa desde la última vez que la ví, hace unos 10 minutos.

Nos tiramos a la cama con alegría, como quien se tira a la piscina. Tuve conciencia suficiente como para perder dos segundos en quitarme los zapatos, recibiendo indignadas protestas de Ester, quien ya no podía vivir sin mis besos. Me puse encima de ella y callé sus quejas besandole la boca y tratando de atrapar su lengua entre mis labios. Alba se apretujaba a nosotros con caricias y atrevidos mimos. No tardé mucho en aprovecharme de los pechos de Ester, apretujandolos despacio por encima de la ropa. Alba estaba tan cerca que sólo tuve que incorporarme un poco para intercambiar saliva también con ella. Abríamos bien nuestras bocas, queríamos conocernos. Me mordió un poco al terminar nuestro breve diálogo, como lamentando mi marcha, pero yo tenía una deuda con esos pezones de Ester que ya afloraban y descendí de nuevo para lamerlos con avaricia.

Esto del trío conlleva un ajetreo al que no estoy acostumbrado, teniendo dos bocas y cuatro tetas a mi disposición casi no sabía por dónde empezar.

De tantas cosas que podía hacer, no sabía qué elegir, y al final me quedaba quieto, y cuando me decidía a algo, alguna mano o lengua pasaba por algún sitio inesperado de mi cuerpo y me despistaba de mi objetivo, vaya lío. Creo que por instinto decidí simplificar concediendo el protagonismo a una de ellas, por eso volví a centrarme en la acostada Ester. "Estoy muy cachonda", decía, y así provocó que Alba le arrancara los pantalones, mientras yo recorría a manos llenas la piel recién descubierta, muy suave y carnosa. Así recorriendo, pronto llegué a otro de mis destinos favoritos y utilicé el tejido fino de sus bragas para palpar con presiones circulares el mullido relieve, aunque las bragas enseguida desaparecieron también y entonces junté los dedos para deslizar con las yemas por las recientes humedades que se escapaban un poco más abajo. Un pequeño momento que recuerdo con especial deleite....

Me dijeron que me desnudara, y aunque no me gusta mucho que me den órdenes en la cama, acompañaron su exigencia de tantos piropos que me despojé con efectividad de la vestimenta para que me disfrutaran mejor.

"Aun no he acabado contigo", le dije a Ester, y me recoloqué entre sus piernas. Lamí su muslo derecho, casi llegando a la ingle, y después hice lo mismo con el izquierdo, como delimitando el territorio. Estaba a punto de comerme los genitales de Ester. Alba se colocó junto a ella, se acariciaban y creo que estaban besandose en el momento en que mi lengua contactó de lleno con los pliegues gelatinosos del coño. Noté un leve sabor entre ácido y amargo, en cierto modo me repugnaba, pero por otro no podía dejar de saborearlo.

Mientras yo seguía comiendo la vulva de Ester, Alba aprovechó para quitarme la última prenda y adueñarse de mi miembro, el cual había crecido gracias a los enervantes olores del sexo que estaba relamiendo. Me estaba haciendo ilusiones de que podría follar con ellas esa noche, y eso que conocía la timidez de mi miembro en ciertas condiciones y les avisé de que sería difícil ponerme a tope.

Hubo una siguiente fase en la que tuve a ambas jugando con mi entrepierna, me besaban, me pasaban la lengua de arriba a abajo. Quizá no es lo que más me gusta, prefiero que me acaricien el resto del cuerpo, pero ¿quién le niega el capricho a un par de golosas? Le dije a Alba "¿tú decías que gustaba chupar pollas, verdad?", y como se quedó algo extrañada ya no sé si era ella la que lo había dicho o su amiga, es lo malo de los tríos.

En cierto momento Alba se tumbó, y quedaron a mi alcance sus generosos pechos. Qué delicia manosear libremente los senos de Alba, uno con cada mano, estirandolos y apretandolos hacia dentro y hacia fuera. Le dije a Ester que me ayudara, porque casi no me cabían en la mano. "Son increíbles", comenté casi resoplando, "demasiado grandes", se excusaba la aludida, "qué va, tía, cuanto más grandes mejor", le consolaba Ester... y yo estaba de acuerdo, pero ya no dije nada porque estaba disfrutando anodadado de la agradable consistencia de aquellas formas celestiales.

Por no ser pesado, cambié y deslicé mi mano izquierda para masturbar a Alba por encima del tanga. Ella me pajeaba porque yo estaba de rodillas cerca de su cabeza, casi podríamos haber hecho un 69, pero me dió la impresión de que quizá sería muy bruto ponerme encima de ella, y en cualquier caso los acontecimientos fueron en otra dirección.

Le pregunté a Ester si podía penetrarla, me respondió que sí. Se tumbó, pero a partir de ahí la cosa se medio fastidió, porque me dí cuenta de que no tenía condón puesto y exclamé "¿¡y el preservativo!?", y lo hice como si fuera responsabilidad de ellas el proporcionarmelo inmediatamente, cuando yo tenía en mi pantalón.. en cualquier caso, Alba salió corriendo a buscarlo, pero para cuando volvió el pajarito había desaparecido aprovechando lo tonto de la situación.

Y es que el pene es como un animal dentro de otro, no hay manera de controlarlo, siempre hace lo que le viene en gana, y yo diría que el mío es tan rebelde que siempre hace lo contrario de lo que yo quiero. Cuántas veces me ha avergonzado creciendo desmesuradamente en la piscina cuando pasaba alguna chica de bonito bikini, cuántas ha agotado mis energías solicitando una y otra vez, vicioso, el consuelo repetitivo de mi mano... ¡y ahora que le necesitaba me fallaba de esta manera!

Las chicas fueron comprensivas y decidieron hacerme sexo oral por turnos. Alba salió de la habitación para fumar un cigarro. Yo me tumbé, Ester se situó entre mis piernas y empezó a chuparmela. Le dije que lo hiciera despacio, y así lentamente descendía su cabeza sobre mi miembro.

Introducía poco a poco el glande entre sus labios y la lengua, haciendome sentir en cada centímetro el mojado calor de su boca. Tan bien lo hizo que mi sexo, a pesar de su rebeldía, no pudo evitar crecer de nuevo, atrapado en tan dulce cadencia. Sufría de leves y placenteras contracciones, como si quisiera resistirse a ser bien tratado pero sólo pudiera con ello aumentar aun más su excitación.

Alba no tardó mucho en llegar para comer su ración de polla. Su estilo era diferente al de Ester, yo quería que dejara entrar más longitud hacia el interior, pero en lugar de ello atrapó la cabeza del pene y me produjo sensaciones mareantes con pequeñas rotaciones y apretones, sorbiendome la punta entera y revitalizando desde allí todo el cuerpo del pene.

Incluso me regaló la caricia de su torso desnudo sobre mi verga, que envolvía y agitaba con ritmo seductor entre sus abundantes y acogedores tetas.

..Y allí terminaría la sesión, inevitablemente interrumpida por pequeños fallos técnicos, ¿lograremos terminarla? ¿nos atreveremos?  Alba y Ester, para mi gusto decíais guarrerías con demasiada ligereza (y yo me contagié), pero de todas maneras pienso todos los días en vosotras, me he masturbado pensando en vosotras teniendo muy placenteros orgasmos, y fantaseo constantemente con otros encuentros imaginarios..

Bueno, ya me direis qué os ha parecido, recuerdo más cosas de las que he puesto, pero es que si pongo todo me saldría una novela... si quereis lo publicamos en internet (cambiando nombres, claro)

Hasta luego   *  *

Alfonso

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