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Caribe

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Queda advertido, relato largo y continuación de los relatos de Mario (siendo farewell el último).

 

Solo padeciendo por amor se sabe cuanto se ama.

Antonieta Rivas Mercado.

 

Si yo les dijera que no lo extrañaba, estaría sin duda alguna mintiéndoles, casi todos los días había algo que me lo traía a la mente, ya sea alguna canción o alguna frase… en ocasiones era simplemente la abundancia de algún color o alguna risa similar a la suya, pero como ya he dicho… si algo me mataba, eran los atardeceres… eran los recuerdos los que me acosaban en ese momento, la música que él me había tocado también venía a perturbarme pero, mas que nada, era el temor a que no lo volviese a ver, a que nuestros sendos orgullos nos mantuviesen distantes…

Alguien tocaba el timbre, decidí ignorarlo, llámenme inconsciente pero mi sueño es algo que considero demasiado valioso como para permitir que un vendedor o un misionero lo perturbe, sumergí mi cabeza en las almohadas y traté de regresar con Morfeo, fue un fracaso, quien demonios fuera que estaba tocando no se rendía. Diciendo un par de maldiciones me levanté, sentía mi cuerpo pesado como si fuese de piedra, bajé las escaleras agarrándome de donde pudiera, aún no tenía el total de mi equilibrio y en efecto pasé a caerme un par de veces… el timbre seguía sonando… me asomé por la ventana del comedor y no vi mas que a una figura borrosa, bien vestida y lo mas sorprendente… estaba acariciando a mis perros, vaya si era valiente, mis queridos animales no tenían realmente cara de ser muy amistosos y su tamaño hacía que la gente no desease comprobarlo, claro, todo esto no era mas que imagen, esos animales eran seres nobles y pacíficos; llegué a mi sala y tratando de dibujar en mi rostro un gesto amable abrí la puerta, la luz natural y vibrante me dejó algo aturdido (mas de lo que ya estaba), los perros se acercaron a mí.

Pensé que tendría que usar artillería ¿Nicolás? –dijo la persona desde la reja.

Mi lentitud matutina había sorprendido a esa peculiar persona, era alto, de un cabello rubio y cortadito que apenas y permitía la formación de unos rizos al frente, mi mente empezó a trabajar rápido en ese momento, la voz fuerte pero dulce y los rasgos, ¡Dios! Era Mario… Mi Mario… sentí como si mis intestinos ahorcasen a mi estómago y mi corazón estuviese brincando. Creo que ni alcancé a articular un "espera un momento" y me dirigí de inmediato a buscar las llaves de la reja, no creía que él estuviese aquí ya que era tiempo de clases y la distancia…

¿Qué haces aquí? –le dije mientras me dirigía a abrirle. – ¿Cómo es que has venido?

Ya estando mas cerca de él, mientras quitaba las cerraduras, pude observarlo mejor, la piel pálida, los ojos grises y esos labios rojitos que escondían unos dientes y una lengua que yo bien conocía. Abrí la reja pequeña y lo primero que hice fue darle un gran abrazo, hacía varios meses que no lo hacía y pues la última vez fue con ánimos un poco mas belicosos. Lo sentí cálido y algo húmedo, olía a su perfume habitual mas la fragancia de su cuerpo, olía a Mario.

Me alegra mucho verte –le dije. –no importa ya nada de lo que pasó… estoy muy feliz de que estés aquí.

Él me apretó fuertemente, haciendo que algunos de mis huesos sonaran, sabía que me encantaba que hiciera eso, luego se apartó cuidadosamente de mí y me miró fijamente.

¿Entonces ya no estás tan molesto conmigo? –Preguntó –tengo tantas cosas que contarte ahora…

Tomé una de sus maletas y lo invité a pasar, mi casa siempre está sustancialmente mas fresca que el ambiente exterior, para Mario, esto fue un alivio, se tiró en un sofá y de una manera educada me pidió agua, se la traje junto con una toalla húmeda. Mirándolo con detenimiento se le notaban rastros de un lave insolación, su cara estaba roja, más bien, su frente y sus pómulos, estaba algo sudado, cosa que para nada me importaba.

Si no tienes prisas, será mejor que descanses un rato –le dije. –vamos, no te ves muy bien que digamos…

Mario soltó una risita. – ¿cansado, yo? –dijo después de terminarse el vaso con agua. –lo único que hice fue caminar perdido un par de horas… no encontraba tu casa…

Le sonreí amistosamente y me fui a su lado, quería sentir su aroma de nuevo, le toqué la frente, lo sentí un poco caliente y todo el denotaba cansancio… mis ojos se desviaron por unos segundo a su entrepierna, ah… los viejos tiempos…

Te he extrañado mucho, pero debo insistir en que descanses –le dije sonriéndole. –puedes dormir en mi cuarto… prometo no tocarte mientras duermes…

No me molestaría que lo hicieras –me dijo. –tal vez hasta se me quitaría el "cansancio"

Ese era mi Mario, sin embargo, ahora no era el momento para ese tipo de cosas, lo tomé del antebrazo y lo levanté del sofá para conducirlo a mi cuarto, en el camino, me tomó por la cintura, solo un rato, pero fue un gesto que me encantó, tiramos sus maletas en el cuarto y sin meditarlo mucho, Mario se tumbó en mi cama, se quitó los zapatos, quedando únicamente con unas calcetas y también se quitó la camisa dejando sobre su cuerpo únicamente una sport, abrazó mis sábanas y se puso en una especie de posición fetal.

Solo dormiré un ratito –me dijo de una manera tierna.

Su expresión era dulce, como la de los niños al dormir y sin embargo, los músculos levemente marcados y su estatura nos remitían a la verdad, era un joven, quizá comenzando sus mejores años, apenas unos meses mayor (él), coincidíamos con veinte años recién cumplidos; era para mi una tentación verle de esa manera, su trasero se resaltaba por la posición… ah, yo bien conocía ese cuerpo. Decidí no perturbarlo y únicamente recogí sus zapatos y su camisa, deteniéndome un rato a olerla, ¡como extrañaba ese olor! Siempre despertaba en mí un gran sentimiento de lujuria, de felicidad… tendí la camisa para que secara y guardé los zapatos, ya eran algo así como las nueve y media y a la una de la tarde yo tenia un examen y lo mejor sería repasar un poco.

Las horas pasaron y llegó el medio día, ya les había dicho a mis padres de nuestro invitado, les encantó que él estuviera aquí, yo tenía que partir.

Vuelvo en un par de horas –le dije suavemente a Mario, mientras le agitaba un poco. –a eso de las tres almorzaremos, si sientes hambre busca en la cocina algo, si quieres bañarte, puedes hacerlo y agarrar cualquiera de mis ropas, lo que necesites se lo pides a mis padres, vienen como en una hora. Estás en tu casa.

No sé si me prestó mucha atención pero asintió… le di un beso en la frente, cosa que respondió con una sonrisa, me vestí y con la misma y me fui. Mientras conducía varías ideas pasaron por mi cabeza, preguntas también… las posibilidades inundaron mi mente… sobre todo la de que él pudiera quedarse unos días más, quizá todo el carnaval y así poderlo disfrutar más, aunque también la posibilidad de que viniera con otras intenciones, quizá negativas, me mantenía algo inquieto.

El ambiente de mi universidad era el de siempre, mi novia no tardó en encontrarme y tomar mi mano, algo posesiva había resultado aquella niña… mis amigos, como siempre, bromeando y tratando de recordar donde se encontraba el lóbulo de Spiegel.

Presenté mi examen y al parecer me fue bien, si tardé un poco fue mas bien por que no dejaba de pensar en Mario, en lo que haría si se quedara tan solo un par de días. No esperé a mis amigos y tampoco a mi novia, simplemente regresé a casa, tenía hambre.

Para mi sorpresa, Mario ya se había levantado, platicaba con mis padres e incluso habían estado tocando el piano (pues el teclado estaba expuesto), al entrar todos me recibieron con la habitual sonrisa, subí a mi cuarto y me puse ropas mas cómodas Mario entró en el acto, sin duda tenía un tino para eso.

¿Dormiste bien? –le pregunté. –ya se te ve mejor.

Claro que si, hacía días que no dormía en una cama cómoda –dijo haciendo una pausa –aunque lo mejor fue que tus sabanas olían a ti, claro, me hubiera gustado más que me hubieras acompañado un rato.

Noté que ya se había bañado y cambiado de ropas, platicamos un rato, para mi fortuna, él se quedaría hasta el martes, no venía con planes realmente, salvo verme y aclarar algunas cosas, pedir disculpas, que consideré innecesarias y darme algunas explicaciones que me diría después de comer. Me contó también que había estado en una naval cercana por cuestiones de la universidad, que había escogido venir hasta aquí solo para poder verme, no pude evitar sentirme halagado, había escogido una de las navales mas difíciles, no solo por la exigencia, sino por las condiciones en que se encontraba ya que yacía en una especie de bahía rodeada por ciénagas, donde los mosquitos abundan y son un tanto mas agresivos… por suerte, aun no entraba el sofocante calor de la primavera o peor aún, del verano.

Comimos y después de eso hablé con mi padre un rato a solas, le comenté que unos amigos y amigas queríamos salir en este periodo vacacional (los días de carnaval) y que si podía usar la membresía de un hotel en la zona del Caribe… soy bueno, debo reconocerlo, lo único que le pareció extraño fue que se lo dijera un día antes de la salida prevista en mis planes, le dije que si Mario se quedaba, lo colaría en el grupo… accedió y el tramite se hizo… pasado mañana nos esperaba un estudio en un hotel de mi isla caribeña favorita. Bendita membresía.

Dormimos un rato y en la tarde Mario y yo salimos a dar un paseo… escogimos un parque algo antiguo y distante, no desconocido, pero lejos de mis amigos y familiares, la última vez que Mario vino, apenas y pasamos por ahí… estacioné el carro y bajamos, el cielo se teñía de dorado, algunas palomas y tortolitas rondaban por ahí, en la pequeña iglesia de enfrente, los feligreses se reunían al sonido de las campanas, la centenaria iglesia estaba pintada de un color rosado por fuera, mientras que por dentro exhibía imágenes de santa lucía con sus ojos en una bandeja, de niño, eso solía quitarme el sueño, la plaza estaba rodeada por arcos y en el centro había un obelisco con la punta rota, el piso era de ladrillo francés y unas rejitas negras protegían las partes con pasto y árboles. Nos sentamos en una banca, nadie notó nuestra llegada, ni los ancianos que leían tranquilos ni los turistas ni esa niña de colitas que alimentaba a las palomas, por eso me gustaba ir ahí… nadie nos perturbaba, de hecho el único defecto, eran las gradas que habían puesto para las festividades carnestolendas.

Fue aquí donde comimos perros calientes la ultima vez –dijo Mario –lo recuerdo perfectamente.

Si, es un lugar bastante calmado, ideal para platicar –le dije.

Si, de hecho –dijo haciendo una pausa. –nunca hubiera creído que me recibirías tan bien, al menos no después de lo que ocurrió esa última noche. De no ser por que leí algunos escritos en internet, tampoco hubiera creído que tendría oportunidad de que me perdonaras. Fui realmente un cretino.

Debo reconocer que me sorprendió que me trataras de esa forma –le dije recordando aquella noche. –pero igual debo admitir que yo también fallé… en ese momento, me deje llevar por el orgullo y no fui yo, es decir, todos tenemos malos días…

No fue eso. –interrumpió Mario. –no era un mal día cualquiera.

Aún así –le dije. –yo no debí hacer lo que hice, debí dar la otra mejilla… en vez de golpearte debí abrazarte.

Todo eso lo hiciste por que yo empecé, por que yo fui quien agredió primero, yo te herí –dijo Mario, mirando al piso. –y todo eso lo hice por que te necesitaba y en mi mente no rondaban las ideas correctas… creo que te molestara saberlo, pero… esa noche había fumado un poco…

Sabía a lo que se refería, no podía estar menos que impresionado, no lo creía, para mí, él era una imagen perfecta de salud.

Nuca he tenido nada en contra de las drogas o del alcohol, pero siempre las he tenido como "herramientas de placer" como algo que condimenta ciertas situaciones –le dije. –pero nunca he creído que ayuden a solucionar ningún problema.

El problema, es que yo las usaba para eso –me dijo. –cuando no me sentía bien, las consumía, a lo mucho lo habré hecho cinco o seis veces… algunas de ellas… por que creí que… ya no te importaba, que a lo mejor nunca lo había hecho, que por eso no hablabas mucho y que por eso no te habías presentado en todo ese tiempo…

Nunca imagine que hubieras podido pensar así. –le dije. –lamento no haberte dado la atención que necesitabas… pero nunca he dejado de pensar en ti, por eso escribí lo que escribí y por eso me dolían los atardeceres, pero ese primer año en la universidad me fue realmente difícil, supongo que tener libertades de nuevo no me cayó del todo bien… lo siento.

Como me has dicho –dijo Mario. –no hay nada que perdonar.

Y ¿has seguido fumando? –le pregunté.

Esa misma noche aprendí mi lección –me dijo. –en cuanto te vi salir, supe que había estado mal, te vi caminando en la calle, lloraba y tú aceleraste el paso, en ese momento Salí corriendo de la habitación bajando las escaleras de tres en tres y te busqué… te encontré en un parque, sentado y sollozando… jamás te había visto así, tuve miedo y me fui… resignado a no verte en mucho tiempo. Desde eso, no he vuelto a fumar

Me sentí muy mal en ese momento, pero sabía que el pasado solo era eso, un tumulto de hechos por los cuales no se puede hacer nada…

Lo mejor, es dejar ese capitulo atrás, es decir, prefiero recordar los buenos momentos, que están mas presentes y que son muchos –le dije sonriéndole. Tome su mano suavemente y agregué. –solo promete que no seguirás con las drogas, no te llevaran a ninguna solución o respuesta y… ¿que caso tiene arruinar ese precioso cabello dorado?

Si –me dijo apretando mi mano con fuerza. –nunca más… pero ¿si volvemos a estar normal?

Claro, es más –le dije sonriendo. –pienso raptarte… espero te guste el Caribe…

Le expliqué mis planes, le dije que aunque él quisiera quedarse en mi "ciudad blanca" muchos de los lugares bellos se arruinaban por el carnaval (señale las gradas en ese momento) y que no se le olvidara de aquel carnaval que pasamos en la costa del golfo (cosas perturbantes)… le pareció bien la idea y además… no había ido ahí desde hacía años.

El día que nos quedaba completo en mi ciudad lo pasamos con amigos míos, ellos y principalmente ellas recordaban perfectamente a Mario… hay, Laura… él igual recordaba lo que hicieron…

Salimos el viernes temprano… con gasolina suficiente, el viaje debía durar unas seis horas o siete… subimos las maletas y le dije a mis padres que iríamos por los demás, aunque claro, era un viaje de dos.

En la carretera, como en todas partes, me encanta ir a velocidad considerable, escuchando música a alto volumen cuando estoy solo y en este caso, solo era de fondo ya que Mario venía platicándome de todo, las cosas en la capital, en la escuela, nuestras viejas amistades… todo ese mundo que antes me era tan normal.

Me vienes torturando –me dijo. –dos noches durmiendo a tu lado y no hemos hecho nada…

¿Y crees que para mi no lo es también? –le dije. –además así guardamos fuerzas ya que no pienso darte tregua, será una auténtica fiesta de la carne y lo mejor… privada.

Solo ha pasado una hora aun falta mucho –dijo soltando una sonrisa demasiado lujuriosa para soportarla. – ¿Por qué no paramos solo un ratito y…?

Le expliqué las consecuencias de que la policía federal nos sorprendiera en el acto y seguimos platicando de otras cosas… una hora más y dos…

Mario tenía ganas de ir al baño así que nos detuvimos en la caseta de servicios, yo no había tomado tantos líquidos pero aún así entre al baño… quería jugar… fuimos al fondo, donde se hallaban los urinales, con toda su inocencia, Mario bajó su cierre, sacó su manguera y comenzó a orinar. Sin pensarlo dos veces la tomé con mi mano derecha. Mario se sorprendió un poco y sonrío.

Que bien –dijo. –ya ni eso tengo que hacer.

Puso sus manos en sus caderas y se dedicó a observar el fuerte chorro de su orina. Yo por mi parte estaba fascinado, la preciosa gárgola que tenía en mis manos adquiría el calor del liquido… cuando terminó de vaciar su vejiga, se la sacudí un poco, para quitar los restos de orín y para comenzar a levantarla, cosa que no tardó en pasar; quedando en su esplendor, me incliné y empecé con mi trabajo, llevaba año y medio sin hacerlo… el mismo sabor y un poquito mas de tamaño, sí y de vello también.

Mario pegó su espalda a la pared y tomó una actitud vigilante ya que yo solía concentrarme mucho en este tipo de cosas… jugué con su miembro, lamiéndolo y succionándolo de la cabeza hasta la base, mordiendo un poco está ultima, debido al pantalón no podía hacer más… sin embargo no era mi intención hacer gran cosa, pasaron unos minutos y Mario comenzó a tener sus reacciones habituales, razón por la cual me levanté.

Vamos –le dije sonriendo. –recuerda que tenemos que tomar el transbordador a las dos.

¿Me vas a dejar así? –preguntó, Observando mi reacción. – ¡eres un demonio! Ya verás cuando lleguemos al hotel, Nico ¡ya verás! ¡Tú y tus viejos trucos!

Guárdate ya esa cosa y vámonos –le dije mientras me alejaba. –o tendré que ir a mas de ciento sesenta.

Mario siguió haciendo sus rabietas, un guardia se dirigía al baño así que supongo que tuvimos suerte, ya en el automóvil siguió con lo mismo, claro que él sabía que estaba jugando y claro que él sabía que en el hotel le esperaba algo mucho mejor y que siempre me ha gustado un poco retrasar o ganarme el placer y que decir de él… pero aún así siguió un buen rato quejándose y más por que comencé a dejar una mano en su pierna la cual subía y terminaba agarrando otra cosa, se quejaba por que lo calentaba y también por que podríamos matarnos (no sería la primera vez que el sentimiento se mezclaba), pero por favor, mis tierras carecen de montañas y de ríos, el terreno es en su mayoría llano (Las únicas colinas están en el sur) y la autopista es segura.

Diciendo bobadas, cantando y jugando llegamos al sitio del transbordador con el tiempo justo, enfilamos el carro, dejamos las llaves y nos sentamos a esperar, había un número considerable de turistas, la isla a la que íbamos, es la mas grande del Caribe nacional y por tanto el turismo no le es todo, hay gente que iba ahí a trabajar a revisar fabricas o cosas así… en la sala de espera mi impaciente compañero me lanzaba indirectas, proponiéndome que lo acompañara al baño o que mejor esperáramos junto a unos arboles apartados o en el asiento trasero del auto… por suerte solo hicimos unos treinta minutos ahí y luego subimos al barco, el mar era de un azul intenso y ya en la bahía artificial donde estábamos se observaban centenares de peces de colores perfectamente apreciables por la transparencia del agua. No buscamos asiento alguno, preferimos salir a un lateral y observar las maniobras del barco, unos minutos después ya nos encontrábamos en camino, la playa y las palapas de los lujosos hoteles costeros se iban haciendo cada vez mas distantes, como es común en estos mares los delfines acompañaban al barco, al parecer felices por la atención de la gente. Mario estaba muy emocionado y se apoyaba en el barandal para verlos mejor, yo hacía lo mismo, manteniéndome cerca de él y lejos del grueso de la gente.

Es hermoso –dijo. –realmente no tenía recuerdos claros de esto.

Y no creo que hayas venido con los planes con que vienes ahora –le dije. –este es un paraíso alejado de las preocupaciones, el Caribe es desenfreno, es lujuria, belleza y alcohol…

Sus ojos brillaron y se acercó un poco mas a mí, solo esos ojos competían con el cielo y solo su cabello podía irritar al vanidoso sol, se acercó aún más y sonrió.

No, son estos rizos la lujuria –dijo mientras me despeinaba amistosamente. –y respecto al desenfreno… solo te digo que realmente espero que la vida provincial no te haya hecho perder condición ni fuerzas… pues las necesitarás.

Viró a ver hacia el tumulto, nadie nos observaba así que descaradamente me apretó una nalga, haciendo que mis pocos vellos se erizaran y mas por que dejó su mano un buen tiempo asentada sobre mis atributos traseros. El resto de la hora que duraba el viaje nos la pasamos ahí, disfrutando la brisa salada y mirando al mar y a sus traviesos delfines, a los cuales se les habían sumado unos más haciendo que la gente se alborotara y les aplaudieran… yo estaba mas entretenido mirando como se marcaba el trasero de Mario, como el viento agitaba su camisa y muchos otros detalles… moría de ganas por llegar al hotel.

Desembarcamos y nos dirigimos al hotel que estaba a unos doce kilómetros de la pequeña ciudad que sin embargo estaba llena de comercios nacionales y más que nada, extranjeros. Llegamos y el acceso fue simple, una morena bastante apetitosa nos acompañó a la habitación, explicándonos lo de rutina y dándonos la bienvenida, Mario se portaba paciente. Pero… en cuanto ella dejó la habitación, mi compañero colgó un letrerito en la puerta y la cerró, pasándole un seguro además; me miraba de una forma rara, sabía lo que haría…

Bien, creo que tenemos algo pendiente –me dijo. –naturalmente, tu cooperación no es necesaria.

Lo observé quitarse los zapatos con los talones de sus pies, yo hice lo mismo y me preparé; pareció tomar algo de impulso y llegó rápidamente a donde yo, empujándome a la cama y matando con ello al cisne de toallas que estaba en el centro. Traté de levantarme pero él me aprisiono y mediante su trucos consiguió ponerme boca abajo aunque no por mucho ya que lo hice girar y quede sobre él.

Vamos, ha sido un viaje cansado y lo mejor es que durmamos un poco –le dije sabiendo que sería en vano. –luego te daré lo que tu quieras… entiende, estar sentado seis horas manejando cansa bastante.

¿Y qué? –dijo, arqueando sus cejas doradas. –soy yo quien va a hacer las cosas, además… sabes que tengo el remedio para tu cansancio, en especial para el de esa zona que tuvo que estar sentada tantas horas.

Al terminar de decir esto, me volteó dejándome inmóvil pues me retenía fuertemente y tenía mi brazo sujeto a manera de llave, dejé de oponer resistencia y él me soltó, me tomo por las axilas y me movió quedando mi espalda recostada sobre la cabecera de la cama, él quedó sobre mi, como si estuviera hincado, con una rodilla a cada lado de mis caderas, desde esa posición me miraba, él quedaba mucho más en alto y sus ojos y sonrisa me lo decían todo

Ya sé que quieres que haga –le dije. –no lo he olvidado.

Pues que esperas –me dijo. –es todo tuyo para que juegues un rato…

A Mario le encantaba que jugara con su cuerpo, que le besara y le mordiera en todos los lugares que pudiera imaginar, también le gustaba que mis manos exploraran… todo esto generalmente conseguía calentarlo sobremanera. Empecé alzándome un poco para poder quitarle la camisa, cosa que resultó fácil pues él ayudó… ah, ese pecho blanco con algunas pecas y lunares me encantaba quería besarlo ya pero él tomo mi camisa y también me la quitó, oliéndola un breve instante y luego lanzándola al mismo lugar que la suya… me observó con paciencia y lujuria retenidas… ahora sí empezaba a besarle los hombros y a acariciar su espalda, pasando mis dedos por el surco que formaba la columna… realmente extrañaba eso, no mentía al decir que no había buscado la compañía de chicos en todo este tiempo, por tanto ahora me era simplemente extraordinario todo esto… la anatomía masculina, que nos bendecía con músculos más grandes, hombros mas fuertes, espaldas mas anchas y en general un mayor vigor en todo lo que al físico respecta… simplemente me hacía perder el juicio.

Mario seguía observándome, tenía, para variar, las manos apoyadas en las caderas… yo me disponía como buen vampiro a besar y morder suavemente todo su cuello, luego, subí por la clavícula izquierda hasta llegar al hombro y de ahí bajé siguiendo con mi lengua el pectoral mayor hasta llegar a su tetilla, ah que delicia, carne suave y rosada con el centro alzadito, su otra tetilla, era atendida con delicadeza por mi mano, aunque fui turnando la atención, mi otra mano seguía explorando en la espalda de Mario… tras un rato decidí bajar a su ombligo , sintiendo en mis labios el comienzo del bosque de pelitos que llevaba a ese lugar tan deseado, me hacían cosquillas y a Mario igual parecía gustarle pues el bulto en su pantalón creció muchísimo, fue por ello que decidí apretar sus nalgas y empujar su cadera hacia mi cara, pudiendo así sentir la presión de su bulto en mi boca y morderlo un poco, claro además de sentir con mis manos como Mario iba apretando las nalgas, era una delicia y quería más... le desabroché el pantalón y le bajé los bóxers. Ahora tenía el mástil de Mario apuntando hacia mí, besé únicamente su cabeza pues antes de seguir quería sumergir mis labios en el bosquecillo dorado que coronaba el enhiesto miembro de Mario… esto lo enloqueció provocando que tomara mi cabeza y me fuera dirigiendo por sus regiones púbicas, en especial por las ingles que era donde mas le hacía falta una buena lamida, luego me soltó y me dediqué un ratito a sus colgantes, metiéndome esas nada pequeñas fabricas de esperma a la boca… finalmente regresé al platillo principal y lo atendí con esmero, seguía y seguía, quería, ahora sí, obtener ese néctar dulce.

No tan rápido –dijo Mario. –que no quiero correrme de esta manera…

Me sacó la verga de la boca y estirando su brazo cogió dos almohadas y las acomodó en la parte baja de mi espalada, el maestro comenzaba a trabajar. Casi literalmente, me arrancó los pantalones e interiores, se deshizo de lo que le quedaba de ropa y miró la escena, no sé por que, pero parecía estar pensando en todo lo que haría estos días.

Me gusta hacértelo así –dijo. –me gusta que me veas follarte… que veas a tu hombre actuar.

Si –le dije riéndome mas No podía negar eso. –pero te estás demorando mucho.

Si quieres te la meto así nada mas –me dijo. –para que veas quien sale perdiendo.

Él tenía razón, al menos unos diecinueve centímetros de razón, era mejor dejarlo actuar y no tardó mucho en hacerlo, de inmediato comenzó a ensalivar mi ano, su lengua me erizaba todo el cuerpo y sus malditas mordiditas conseguían arrancarme mas de un gemido, con una mano me pajeaba para mantener mi erección y con la otra empezaba a dilatarme, debía hacerlo bien o pasarían varios días antes de que volviera a hacerlo, cosa que ni él ni yo soportaríamos… un dedo, algo de dificultad; dos dedos… y finalmente los tres.

No crees que necesitas tener un poco más de acción –me dijo. –esta vez me ha costado trabajo hacerlo…

Las chicas no penetran –le dije. –además no es mi objetivo andar pasando las nalgas a medio mundo… pero contigo representa una especie de adicción.

Y que hay de tu primo –me dijo mientras rotaba los dedos. – ¿ya cambió o ya no te gusta con él?

Es que se le cayó el pene –le dije bromeando (saludos Roberto).

Mario se río un poco y dejó de pajearme para abrir bien mis nalgas mientras que con su otra mano direccionaba su pene… como parte de sus juegos primero friccionó la cabeza en mi ano y luego dio pequeños empujoncitos, fingiendo intentos fallidos… él sabía como hacerse desear… finalmente presionó exitosamente introduciéndola con lentitud, mas bien dejó a su peso actuar. Realmente era algo delicioso, yo apretaba las nalgas y suspiraba, apretando los parpados. Una vez que estuvo toda en mi interior, me miro y me sonrió, como siempre, orgulloso de saber hacer bien las cosas.

Ah, pero tu no querías –dijo sonriendo y comenzando el vaivén –hasta repetición me vas a pedir.

Y el ritmo mágico siguió, nuestras miradas se mantenían y nuestras sonrisas se hacían cada vez mas lascivas… hacíamos todo el ruido que queríamos, no nos importaba; nuestros cuerpos comenzaba a perlarse por el sudor, yo acariciaba su estomago y él de vez en cuando se inclinaba para verme mas de cerca, me encantaba que hiciera eso y ambos teníamos un gran aguante, pero todo debe terminar y el frenesí de Mario aumento hasta llegar a su clásico y tan amado pinchazo final… quedándose inmóvil sobre mí con su respiración agitada y las gotitas del sudor cayendo de su rostro a mi pecho… todo esto me encantaba y en mi interior, su miembro languidecía… finalmente la sacó y orgulloso me mostró que no había nada de sangre y que solo un hilito de liquido blanquecino salía de mi ano, se preguntaba a sí mismo cuanto habría sacado para que aún estuviera saliendo semen de mi interior… todo había sido genial, simplemente genial

Vaya que el remedio si fue efectivo. –le dije. –me ha encantado.

Mario se quedó mirándome, sonreía y sin mucho aviso se abalanzó sobre mí y me besó apasionadamente, oh, labios vigorosos… nuestras lenguas jugaban y mi mano se deslizaba en su húmeda espalda llegando a sus nalgas, firmes y aterciopeladas…

Como te he extrañado –me dijo –y no solo por esto… realmente quería verte sonreír de nuevo.

De entre tanto beso llegó el hambre, nos metimos a la ducha únicamente para quitarnos el olor a sexo, claro fue algo tardado por los besos y las caricias, pero finalmente terminamos y nos fuimos al buffet, donde feliz contemplé a Mario acabar con varias hamburguesas… me gustaba verlo comer y sabía que las energías le harían falta…

Paseamos un poco por la playa y regresamos a nuestra área, subimos las escaleras y nos recostamos a platicar, ya el cansancio nos empujaba a dormir.

¿Quieres que te la chupe? –preguntó Mario con su inocencia. –es que faltó algo dulce para el postre…

Le dije que había cosas que no se preguntaban y me desnudé dejando que hiciera lo que quisiese… así pues, antes de dormir, Mario obtuvo un bocadillo muy deseado, todo producto de un magistral trabajo con la boca. Prendí el clima y tomé las sabanas para dormir.

Quiero que esta noche seas tú el que me abrace –me dijo. –en tu casa envidiaba a esa almohada que tenías abrazada al dormir.

Lo abracé, cosa que suele ser al revés y por eso mismo me encantó hacerlo, tenía pues, un oso de peluche enorme para dormir, le di un beso en la mejilla y le sugerí que descansara ya que mañana habría muchas cosas por hacer…

Recuerdo que mi primera impresión al despertar fue la de estar en el colegio… aquellos días en los que apenas teníamos dieciséis y compartíamos la habitación… los años de bachillerato, recordarlo fue bastante dulce y me hizo pensar en el tiempo… apreté a Mario con fuerzas, como si quisiera, de esta manera, mantenerlo junto a mi por siempre. Naturalmente lo desperté, me sonrió, le besé la frente y se estiró mientras bostezaba, como amaba su carita al bostezar… me le encimé, sentándome sobre su crecido bulto (por encima de las sábanas) y le llené de mimos y caricias, en especial en el cuello, me encantaba mirarle al despertar. Puso sus manos en mis mejillas y dijo que había dormido de maravilla. Nos levantamos y salimos a desayunar; como siempre, los excesos del Caribe.

Fue de regreso, que decidimos ir al mar, como en tiempos pasados, fui el encargado de ponerle el bloqueador y él de ponérmelo… pude disfrutar de su piel y musculatura y también de sentir el tacto de sus manos fuertes por todo mi cuerpo, buscamos nuestros bañadores y salimos únicamente con el bañador en forma de bermuda y una toalla, nuestros torsos desnudos esperaban sin duda un bronceado espectacular, la gente del hotel nos dirigía sus miradas de vez en cuando, las chicas sobretodo… recibimos varias invitaciones para ir al carnaval de noche pero ya teníamos planes… seguramente para ellas, como para todos, ver dos chicos de nuestra edad rehusando compañía femenina (y buena) habría sido algo realmente extraño, mas si veían que la pasábamos tan bien solos. Hicimos un par de horas en el kayak, haciendo carreritas y adentrándonos a aguas mas profundas y azules, Mario ganaba por sus brazos mas fuertes, pero de igual manera se volteaba con gran facilidad y claro, yo tenía que ayudarlo, después de devolver los kayaks estuvimos nadando buen rato, ya comenzábamos a quedar rojos y había demasiada gente como para hacer las travesuras de siempre, aunque a veces dejábamos nuestras manos un poco sueltas… tras batallar con él, aceptó que hiciéramos un poco de snorkeling, cosa a la que él temía ya que digamos, era algo torpe en ello. Fuimos por los equipos y nos los pusimos en la playa, entré lentamente y me sumergí, para mi todo esto era excesivamente fácil.

Vamos –le dije a Mario. –prometo que nada va a pasarte.

Como siempre, fue muy precavido y no se sumergió totalmente, le expliqué con calma como se usaba el equipo, como debía expulsar el agua del tubo y otros detalles.

Vale la pena –le dije extendiéndole mi mano. –yo te cuido, yo te guío.

Mario se puso el visor, metió el respirador a su boca y tomó mi mano, dejándose caer suavemente al agua. Yo igual me tiré y sentí como él iba apretando mi mano, comenzamos a patalear hasta un arrecife, el agua era transparente, había muy buena visibilidad y no tardamos en divisar los primeros bancos de peces de colores y otros animales como pequeñas medusas y estrellas de mar. A Mario parecía gustarle y aunque no me soltaba, ya iba adquiriendo confianza, nos sumergíamos para admirar las caprichosas formas de los corales, podíamos retener la respiración bastante tiempo… aún así siempre volteaba a ver a Mario, él me hacía señas de que todo estaba bien y muecas jugando, realmente lucía espectacular estando sumergido, su piel pálida contrastaba con el azul intenso del mar y con los pececitos de colores que quitados de la pena, se nos acercaban. Seguimos explorando, ya en aguas más profundas vimos algunos cañones y un ancla; peces mucho más grandes y algunas mantarrayas pequeñas. No nos dimos cuenta de cuanto tiempo pasó realmente, cuando salimos, sentimos un hambre inaguantable… fuimos por ropas y luego al buffet… ahí nos abordaron otra vez las chicas canadienses, en la mesa se escuchaba francés, inglés y español… querían compañía… de hecho eran del tipo de chicas que seguramente se comportaban bien todo el año, para venir a desatarse aquí… sentían una especie de predilección por mí ya que finalmente ellas debían estar acostumbradas a muchachos rubios de ojos grises y francoparlantes, mientras que yo habría de ser un poco mas raro, con piel tostada (oscurecida ya por la asoleada), mirar triste, rasgos infantiles y rizos castaños alborotándose en mi cabeza… de nuevo, confundían mi edad y subestimaban mi destreza en los asuntos de la cama. Para no hacerles larga la cosa, nos dieron el número de su cuarto y dijeron que podíamos pasar por ahí cuando quisiéramos… casi nos daban una llave.

Ya en la tarde, el hotel estaba vacío, los turistas en su mayoría se habían ido al carnaval… Mario y yo separamos dos camastros del resto y los llevamos un poco lejos… el mar se veía calmo… llevamos bebidas y nuestra fiesta de dos comenzó… platicábamos recostados en los camastros o en la arena, a veces nos metíamos al mar o simplemente tarareábamos algo, nos turnábamos para ir a buscar bebidas y botanas, vimos un atardecer… besé a Mario en ese momento y en muchos otros mas, con forme bebíamos nos íbamos soltando… ahora nos acariciábamos y de vez en cuando me sentaba en sus piernas o el hacía alguna de su cosas raras como jugar con los vellitos de mis piernas, morder mis tetillas o arrancarme varios suspiros con esos besos vampíricos que yo le había enseñado. Supimos que debíamos regresar a la habitación cuando dormitamos por un rato abrazados en la arena. A tropezones y entrelazados por las caderas (como en los viejos tiempos) nos fuimos al área donde nos alojábamos, subimos las escaleras, no estábamos borrachos, solo algo alegres. Mario entró al baño y yo buscaba algo de lubricante en mi maleta, la suya estaba a un lado y algo en ella llamó mi atención (nunca he revisado sus cosas, pero todo estaba regado)… tiré un poco de la tela verde y me di cuenta que era una especie de pantalón de uniforme, un uniforme como de soldado… vi el brillo negro de unas botas… ¿por que no había visto eso antes? En mi mente surgió la imagen de Mario con el pantalón y las botas… ¿babeaba acaso?

¿Qué es esto? –le dije a Mario quien salía del baño escurriéndose, únicamente con su toalla en la cintura.

Ha, es lo que utilizo para entrenar ya en las bases –me dijo –debo vestir así ¿por qué? ¿Te gusta?

Verás –le dije –es que una de mis…

No tienes que decir más, Nico –dijo. Sonriente. –tu cara lo dice todo, me los pondré

Se quitó la toalla y así desnudo fue por un slip de tela suave y de un color parecido al del pantalón, se lo puso y después se puso el pantalón, se calzó las botas y se paró frente a mí (yo me había sentado en la cama), ahora sí, haciéndome entreabrir la boca por la admiración, el solo recordarlo me pone a mil. Me levantó por las axilas y presionándome por la espalda me besó, el mandaba e iba bajando sus manos a mis nalgas, sobándolas, apretándolas, yo le mantenía sujeto por la nuca. Poco a poco me fue doblando hasta que me recostó completamente sobre la cama, él se puso encima de mi, estaba apoyado sobre sus manos y rodillas, me iba empujando mas al centro. Estiré mis piernas y las enrosqué en su cintura, empujando mis nalgas contra sus piernas y sintiendo eventualmente una parte rígida cerca de ellas. Mario enloquecía y no me quitaba los ojos de encima, haciendo uso de su fuerza, volvió a levantarme, quedando él, con las rodillas apoyadas en la cama y yo sentado sobre sus piernas, empezó a cabalgarme, el pantalón se sentía áspero por la naturaleza de su tela y retenía a un miembro que parecía de piedra, le tomaba del torso mientras que el apretaba mis nalgas, metiendo sus dedos por la parte trasera del bañador. Quería ya estar a merced suya por lo cual me puse de pie (sobre la cama) para que él me bajara y quitara el bañador, quedó a la altura perfecta y cuando mi miembro Salió erecto, lo mordió vorazmente y lo mismo hizo con mis testículos produciéndome tanto placer como dolor; volví a sentarme sobre él solo para empujarlo y dejarlo ahora acostado.

Y ¿que vas a hacer ahora? –dijo Mario estirándose y poniendo sus manos en su nuca.

Sorprenderte –le dije. –solo necesito que me prepares un poco… ¿va?

Te dejare listo para lo que sea –me dijo. Al tiempo que ponía mis nalgas a su disposición

Así pues mientras el me lamía y dilataba, yo le bajaba un poco el pantalón y los interiores, lo suficiente para que su arma quedara con libertad de movimiento. Lo que quería hacer no lo habíamos hecho antes y sin duda le gustaría, lentamente, fui masturbando y lamiendo esa preciosa verga hasta que quedó babosita por sus propios líquidos…. Por su parte él me había dejado el ano igual, aunque claro, por acción de su saliva… empecé a moverme, preparándome para la posición.

No irás a hacer lo que creo… –dijo Mario ya notoriamente entusiasmado.

Asentí con la mirada al tiempo que pasaba la cabeza de su miembro por mi raya, se sentía babosa, caliente y extremadamente rígida, Mario suspiró.

Creí que no te gustaba –me dijo.

Distrayéndome de mi labor, me acerque a él y lo besé. –Es para hacer feliz a mi chico –le dije, volviéndolo a besar. –espero que te guste.

Oh, Nico. –me dijo. –claro que lo disfrutaré.

Ahora si, me dispuse lentamente a sentarme sobre esa lanza de carne. Sintiendo la presión agridulce inicial, introduciéndola con mi peso y en ocasiones medio zafándome por algún dolorcito (la posición era nueva para mi) pero aguantándome hasta sentir sus vellos en mis nalgas y ver mis colgantes apoyados en su vientre. Lentamente comencé a moverme, la sensación era magnifica, podía sentir las cosquillas subiendo por mi espalda y a la vez marcar los tiempos de estas, Mario estaba inquieto, apretaba las nalgas, subiendo así sus caderas y dándole un poco de su toque al momento, entornaba sus ojos por el placer y hacía su cabeza para atrás dejándome ver su preciosa y no tan saltada manzana de Adán, se apoyó en sus manos y me tuvo un poco mas cerca, gemía y susurraba mi nombre.

Nico… niiico… nicooo –decía sin inhibición alguna y sabiendo que eso solo me hacía ir mas rápido y apretar mas las nalgas.

Noté que tenía la mirada fija en un lugar y viré para ver que era, vaya imagen, desde el espejo que había enfrente se tenía una vista privilegiada de todo lo que ocurría. Quedé impresionado de lo que estaba haciendo, de cómo me ensartaba en ese enhiesto trozo de carne masculina… y a la vez, me excitaba todo ello, poder ver la cara de Mario impresionado igual por lo que veía, ver sus muslos desparramados en la cama, siempre me habían gustado sus rodillas, aunque creo que nunca lo había mencionado, eran fuertes, dos mazas de solido hueso que eran la unión de esas recias columnas que tenía por piernas, todo esto vestido por el verde del pantalón.

Seguí con mi ritmo y con mi placer, estaba como en trance, no podía detenerme y no quería que esto acabase, sin embargo y luego de un considerable tiempo, Mario apretó sus ojos, subió sus caderas y aferrando sus manos en mis piernas me hizo sentarme lentamente, mordía su labio inferior… ya se había corrido. Yo me quede así por buen rato sentado sobre su arma, la cual seguía durísima, cuando me zafé de ella, Mario brincó hacia mi y me arrastró hasta donde antes me encontraba, dejándome bocarriba y poniéndose él encima para besarme y besarme

Estuviste genial Nico –me decía. –te adoro y ahora… eres mío y sabes muy bien que yo igual soy tuyo.

No digas tonterías, Mario –le respondí. –que siempre lo he sido. –en ese momento le besé para agregar finalmente. –ha sido un buen carnaval de dos.

¿Ha sido? –dijo Mario mirándome firmemente. – ¿Quién dijo que ha terminado?

Mario me levantó, sentándome al borde de la cama, quedó sin quererlo en una posición perfecta, el estaba de rodillas ligeramente a mi derecha, su pene erecto me llamaba y lo tomé por la base con mi mano izquierda, lo metí a mi boca… quería ese maldito néctar. Mi otra mano jugaba con sus nalgas.

No Nico… esta vez no –dijo Mario sacando su miembro de mi boca. –te tengo una sorpresa.

¿ah, si? –le dije sonriente mientras lo observaba quitarse el pantalón enfrente de mí.

Si –me dijo, mientras tomaba mi mano. –solo sígueme.

Eso hice y me llevó hasta el baño.

Oh, Mario… –le dije. –y dices que yo soy el diablo…

Las luces del baño estaban apagadas y solo brillaban las lánguidas llamas bailarinas de unas velas aromáticas dispuestas alrededor de la tina en grupitos de dos y tres. En el aire se sentía una suave mezcla de aromas dulces (mis favoritos), las velas estaban un poco consumidas y adquirían formas bellas. Mario abrió la llave del agua y vertió varios líquidos.

Es para mi diablillo –me dijo. –vamos, entra…

Me acerqué a él y lo abracé, besé su mejilla suavemente y me introduje en la tina, el agua estaba bastante caliente, de la llave salía vapor, Mario entró también, me hizo reclinarme y se puso encima de mí de nuevo, apoyando sus rodillas en unas esponjas que metió consigo, solo que ahora, en un ambiente tan relajante, mi Mario empezó a llenarme de mimos, restregando sus mejillas contra la mías, entregándome su cuello y besando suavemente mis hombros, hasta ese momento, no me había percatado de que tenía vellos en el pecho, eran pocos casi no se notaban por ser claros, pero ahí estaban. Los acaricié sorprendido y vi también los vellos en sus antebrazos y sobre sus manos… me sorprendía…

Ya eres todo un hombre –le dije. –solo mírate, eres hermoso…

Mario sonrío, pero siguió con su entrega ¿ronroneaba acaso?... yo moría en placer, esto era como un adagio y en mi mente se mezclaban los aromas y las sensaciones. El agua subía y mis manos seguían acariciando su espalda. Él se levantó, redujo el flujo del agua y se inclino entre mis piernas, tomó mi pene y lo agitó hasta despertarlo completamente, sujetó la base con una mano, mientras que con otra frotaba mi pierna. Gemí al sentir su boca y casi lloré al ver todo, si, al ver esa preciosa imagen: las velas encendidas, todas las superficies empañadas por el vapor, el agua con pequeños rastros de espuma y todo, todo alumbrado tenuemente, pero más que nada, era el hecho de verlo a él ahí, brillando por las velas, con sus rizos escurridos por el agua y sus ojos, que por la iluminación parecían hechos de plata con apenas unas chispitas de oro y un gran centro negro y denso. Estiré una mano para acariciar su mejilla, le gustó y puso una de sus manos encima de la mía, como diciendo: déjala ahí…

Con mi otra mano y muy torpemente, escribí su nombre en la pared de lozas que yacía empañada y luego lo rodeé con un corazón, tardé en asimilarlo, nunca había hecho eso antes, ni con él ni con nadie… era para mí, una cursilería típica de una niña boba de secundaria. Me sonrojé por ello pero pronto fui interrumpido por las atenciones de Mario… ah… solo una boca que emitía una voz tan dulce, podía hacer tan dulce trabajo. La sensación de pequeñas descargas eléctricas comenzó a llegar de mi vientre, todo mi interior empezaba a vibrar… oh, mi cursi corazón estaba incompleto y que tal si Cupido se ofendía, estire mi mano y le puse una flecha, sí, aun había alcohol en mi sangre…

Las vibraciones aumentaron y apreté con mas fuerza la mejilla de Mario, él aceleró sus succiones y finalmente lo sentí, sentí como Salía mi esperma a borbotones en la boca de Mario y él no desperdició nada.

Rico –dijo levantando la vista. –simplemente delicioso

Solté una risita, un poco de semen escurría por una de las comisuras de sus labios, me recordaba una foto suya en la que estaba con la cara embarrada de chocolate y sonriendo. Que lindo había sido de niño.

Y lo sigo siendo –me dijo. –aunque debo confesarte que cuando a ti te pasa igual me recuerda a una foto, una foto que me mostró tu madre, solo que hacías muecas y era merengue de un pastel.

Deja de leer mi mente –le dije sabiendo que probablemente había vuelto a pensar en voz alta. Volví a reír.

¡Ja! Ríes como niño. –dijo Mario mientras se sentaba al otro lado la tina. Se quedó observando un tiempo, el agua ya cubría mis colgantes. Miró a la pared.

Ah, sí –dijo señalando mi dibujo. Se puso de pie y escribió Nico y Mario, lo rodeó con un corazón enorme y lo atravesó con una flecha.

Ah que lindo –le dije. –sabes, deberíamos dibujar una hello kittie o mejor aún… como es que se llama esa vaca deforme…

Cowco –dijo Mario al momento de romper en risas, el sabía de mi animadversión hacia esos personajes. –no, estaría mejor el hipopótamo…

Y al instante dibujo un garabato que supuestamente debía lucir como el hipopótamo.

Pero si los conoces de maravilla –le dije. –se me hace que de entre toda esa ropa masculina, has de tener bien guardada una tanga rosada con ese aberrante hipopótamo.

Mario soltó una fuerte carcajada y con su pie me lanzó agua al rostro. –mira quien habla. –me dijo. –niño de las pijamas azulitas.

Me sequé los ojos con las manos y en ese momento me fije mejor en Mario, no en lo que hacía (ya que adornaba con mas monstruosidades la pared) sino en como estaba, para ser mas preciso, me fije en sus preciosas nalgas, las cuales, se veían doradas por el brillo de las velas y estaban pringadas con unas gotitas y un poco de espuma. Me lancé sobre ellas y las mordí.

Eso es lo que quiero ahora –me dijo. – ¿me lo harás?

Mi respuesta fue simple, lo tomé de las caderas y le hice adoptar la posición de perrito, sin perder tiempo alguno, abrí sus nalgas con mis manos y deje a mi boca actuar, luego a mis dedos. Puse mi miembro en posición, me moría por penetrarlo.

Vamos Nico. –me dijo. –dámela.

Y tan pronto como dijo eso, se la metí, de una sola vez, haciendo que arqueara su espalda y soltara un estentóreo gemido. Mi vaivén comenzó, Mario apretaba de manera deliciosa las nalgas y ya de por sí, su estreches me encantaba, si… sentir como Mario abrazaba mi miembro, escucharlo gemir y ver su rostro de placer me hacía penetrarlo con mas fuerza; mis testículos topaban con sus nalgas y tanto movimiento hacía que la espuma aumentara. No resistí darle unas suaves nalgaditas, así como tampoco pude evitar, dejarme caer sobre su espalda y morder todo cuanto pudiera.

Sigue Nico –me decía. –me gusta así…

Y claro que tenía para seguirle, y lo hice por bastante tiempo hasta que finalmente descargué mi arma en su interior. Mario estaba sin aliento, pero en mi, un monstruo había despertado. Se la saqué lentamente y cogiendo agua con mis manos, apagué las velas. En cuestión de segundos estábamos en completa oscuridad.

Aprisioné a Mario, le volví a morder las nalgas, besé su cuello y le jugué el paquete, lamí sus axilas y entre besos, mordidas y lengüetazos, cubrí todo su torso y sus piernas también, Mario estaba encantado, pero nos dimos cuenta de que estábamos mojando todo el baño y decidimos salir, sequé a mi niño con una toalla y el me secó a mi.

No quiero dormir, no aún –le dije a mi cansado Mario. –vamos un rato a la playa.

Poniéndonos apenas los bañadores salimos. Todo estaba vacío, solo se veían lucecitas en las ventanas de los cuartos, el snack bar estaba abierto (siempre lo está) y ahí comimos unos bocadillos simplemente para apartarnos después y caminar en la solitaria playa.

Podría hacértelo aquí mismo –le dije a Mario tomándolo de la cintura.

No creo aguantar otra de tus embestidas –me dijo.

¿Tan fuerte te lo hice? –le pregunte. –discúlpame creo que me deje llevar.

No, me encantó. –me dijo sonriendo. –adoro cuando te desatas y te comportas de esa manera, cuando simplemente dices: agárrense que ahí les voy… me gusta cuando haces eso, pero ya había perdido algo de práctica, ni José ni nadie sabía como conseguirlo.

En serio –pregunté sintiéndome algo orgulloso. –no creo que no supiera hacerlo

Nico. –dijo Mario. –eres el único que ha conseguido dominarme y no solo eso, eres el único que antes de entregarse siempre ofrece su batallita, José solo me decía: métemela, métemela, métemela. Hacerlo contigo es realmente hacerlo con otro hombre, al menos otro como yo.

Me sonrojé, me sentí halagado y sentí ganas aun más fuertes de hacérselo a Mario.

Que te parece si revivimos una de nuestras viejas perversidades y vamos a visitar a nuestras nuevas amigas –le propuse. –seguro que no les molestará vernos.

Mario movió su cabeza en señal de desaprobación, aunque era parte de la tradición, luego echó a reír y me dijo: vamos.

Pasamos unos cuantos minutos buscando el cuarto, estaba en el tercer piso de un edificio cercano a una alberca. Toqué a la puerta y una de las muchachas abrió la puerta, era mi favorita, le pecosa y pelirroja.

Que bueno que se hayan animado a venir –dijo en inglés al tiempo que nos invitaba a pasar. –ya pensábamos que ustedes se entretendrían solos.

Mario comenzó a reír y yo igual, poco se imaginaban lo certeras de sus palabras, las cosas serían fáciles, estaban borrachas. Sin perder tiempo, tome a mi pelirroja de la cintura, jugando con su cabello y pegándola cada vez más a mi cuerpo, cada vez más a mi paquete. Mario se sentó y fue atendido por otra chica bastante linda, de cabello negro y ojos verdes… la tercera chica, la rubia, estaba ocupada con un muchacho de no mas de dieciocho al cual sin duda habían traído del carnaval, era un chico exquisito, piel morena oscura, algo de musculatura, rizos pequeños y abundantes y pecas en el rostro, él estaba aún mas borracho, apenas y su pene se paraba. Sonreí lujuriosamente.

L’heure du monstre –dijo Mario, dándome palmaditas en la espalda. –mon monstre.

¿Quince minutos, o fue menos lo que tarde? Y ya estaba en pleno agasajo con mi nueva amiga, mi parte heterosexual estaba siendo complacida, pero más aún lo era esa parte oculta que disfrutaba de la mirada indiscreta de Mario, así es, como en los viejos tiempos, yo actuaba para que Mario observase, a él le gustaba y apenas prestaba atención a las insinuaciones de su chica, chica por la cual, un hetero perdería la cabeza… no sé que exacto nombre recibe lo que hacíamos, pero nos gustaba. Otro rato más y ya me ponía mi primer condón, el cual terminaba lleno después de una sesión de penetraciones y mordidas. Cambiábamos de posición y otro condón… la pelirroja estaba más que satisfecha. Yo me había puesto, de tal manera que pudiera ver, mediante un espejo, a mi Mario actuar y observarme. Fue en esta segunda jornada que Mario permitió un oral a la chica, yo seguí con lo mío, observé que Mario se corrió, nada raro en ello sino en el hecho de que se pusiera de pie y me abrazara por atrás, rodeándome con su fuerte brazo izquierdo. Yo me quedé impresionado al sentir su cuerpo contra mí, me excitó aun más, pero la muerte fue cuando con sus dedos (índice y medio) me dieron a probar un poco del botín que había obtenido la chica de ojos verdes.

Bebe –decía Mario, metiendo los dedos con su esperma suavemente a mi boca. –se que quieres.

El delicioso sabor del semen… del semen de Mario, lo retuve en mi boca para saborearlo mas y finalmente me lo tragué.

Dios, después de todo si son –dijo la chica de ojos verdes.

Yo no me quejo –respondió mi satisfecha pelirroja. –este lo hace bien de todos modos.

Yo quiero probar de ese –dijo la rubia, refiriéndose a mi.

No, es mío perra –dijo la pelirroja en inglés. Que excitante, mis caderas ya se movían en automático, Mario observa y dos pacificas canadienses peleaban por mí.

Probaras de mí –dijo Mario. –y el no es de ninguna, es mío.

Me corrí cuando él dijo eso ¿Acaso podía esto ser más parecido a las fiestas de mi secundaria?

Saqué mi verga y le quité el condón, tirándolo junto al otro. La pelirroja desfallecía de placer en la cama. Mario follaba en un clásico perrito a la rubia, ahora entendía lo excitante que era ver a tu hombre actuar, eso era lo que él hacía conmigo, movía sus caderas, entornaba los ojos…

Te daré gusto –le dije a la rubia, sabiendo que apenas y aguantaría un oral más. –probarás de mí.

Mario quedó boquiabierto con lo que estaba haciendo, o mas bien estábamos haciendo, el por atrás y yo en la boca… solo faltaba que las otras chicas se besaran para que fuéramos un autentica y decadente orgía. El otro muchacho ya se había dormido, su vaina caía colgando hasta tocar la silla, que apetitoso, pero eso si enojaría a Mario.

Diable! –me dijo Mario como recriminándome. –monstre!

Ya que terminamos nos vestimos a toda prisa y nos dispusimos a irnos.

Por que no se quedan a dormir con nosotros –dijo la pelirroja en francés y dirigiéndose a Mario, como si él fuera quien decidiera por ambos.

Yo no –le respondió Mario en el mismo idioma. –y él solo duerme conmigo.

Quel est votre nom, petit diable? –me preguntó la pelirroja.

Nicolás –alcancé a decir, pero Mario cerró la puerta con fuerza.

Salimos caminando en la noche, pronto saldría el sol. Mario parecía estar molesto.

Lo siento –le dije. –no era mi intención llegar a tanto.

Es solo que ahora prefiero tenerte solo para mi –me dijo. –tu discúlpame, es que no debo tratarte como algo mío, no lo eres después de todo, eres libre.

Soy libre –le dije. Abrazándolo y haciéndolo detenerse. –pero en mi libertad he escogido ser tuyo.

Ya no volveré a comportarme así –le dije después de una pausa, aún estaba en sus brazos. –es algo inmaduro ya, fue el último suspiro del sátiro que llevaba dentro.

No me molesta que te comportes así –me dijo a la vez que retomábamos la marcha. –solo que prefiero que te comportes así conmigo, cuando tenga mas práctica, quiero quedar como esa pelirroja, casi la matas…

Aun nos quedan dos día –le dije mientras reía. –falta mucho por hacer.

Al llegar a la puerta del cuarto, Mario me besó. Le dije que lo amaba y entramos.

Me desnudé completamente y me metí a la cama. El sueño cayó en mi como si fuera una piedra, al poco rato sentí el ardor de Mario atrás de mí, me abrazaba… dormiríamos varias horas antes poder abrir nuestros pesado párpados, los sueños raros comenzaban a llegar.

(9,25)