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Caribe, fin del viaje

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No recuerdo si tuve o no algún sueño fuera de lo normal, es decir, no creo que haga falta mencionar las alucinaciones grotescas, normales después de haber bebido mucho. Lo que si recuerdo y me reconforta mucho hacerlo es haber despertado envuelto por las caricias de Mario, no eran esas caricias lascivas que igual me gustan, sino unas un poco mas sentimentales… esas en las que únicamente las yemas de sus dedos rozan mi piel y era delicioso sentirlas en mi pecho, en mi estomago o en mis muslos; también enrollaba las puntas de sus dedos en mis bucles. Quise abrir mis ojos pero no pude, había demasiada luz y pese a las caricias y mimos de Mario, la resaca empezaba a sentirse.

Te gusta torturarme con ventanas abiertas –le dije hundiéndome en las sabanas y almohadas. –detesto esa luz.

Mario se tiró encima de mí y me llenó de calidos besos matutinos, desde las mejillas hasta la parte baja de la espalda y mucho mas abajo… fue en ese preciso momento de tanto placer que caí en cuenta de que mi piel me ardía, claro, eso no importaba ahora.

La luz te hace ver más lindo –me dijo. –y de alguna manera tenía que despertarte Nico.

Sigue con tus besos –le dije mientras comenzaba a abrir mis ojos. –solo no me muerdas en la espalda por que duele… maldito tostado.

Ya se que hacer entonces –dijo y se levantó de la cama estirando su cuerpo desnudo para luego caminar al tocador. Su rabo colgaba tentadoramente entre sus piernas, cogió algunos potecitos y vino caminando con una sonrisa por demás dulce y consentidora.

Ponte completamente bocabajo –me dijo y naturalmente lo hice estirándome y dejando mi mejilla izquierda apoyada en mis manos. –ahora solo déjame actuar.

Sin perder tiempo Mario se subió a la cama pasando una de sus piernas encima de mí, se sentó, sin apoyarse mucho, sobre mis nalgas, ese contacto era delicioso. Embarró crema en sus manos y las deslizó suavemente por la parte baja de mi espalda, subiendo lentamente, masajeaba con sus palmas y deleitaba con sus dedos, dedos de pianista que intentaban hacer una melodía con mi cuerpo. Me sentí morir y al tener mi cabeza de lado podía ver al ángel que me inducía a entregarme. Él estaba totalmente concentrado en lo que hacía y cuando llegó a mis hombros no pude sino emitir un gemido.

Siéntate –me dijo al tiempo que se quitaba de encima y se ponía a un lado de la cama. –ahora le toca al resto.

Lo hice al instante, él se hincó entre mis piernas abiertas y repitió el procedimiento solo que ahora empezaba en mi estomago y terminaba en mis clavículas, ah si y rematando en mis pómulos, frente y nariz… no me resistí a besarlo suavemente, como si sus labios fueran de niña, él lo apreció muchísimo y me sonrió levemente, feliz de haber recibido esa pequeña recompensa. Lagrimé un poco, me di cuenta de que nunca había amado tanto a alguien. Le di otro beso igual de delicado pero un poco mas prolongado. Luego me miró fijamente y me sonrío, tomó mi pene entre sus manos y se lo llevó a la boca, no hubo mayor reacción, mi cuerpo todavía estaba algo afectado, más bien mi cabeza y con eso bastaba.

Mejor después –le dije, algo avergonzado de no poder continuar con ello.

Me puse de pie y lo levanté a él también, tomé un poco de crema de los frascos y se la unté por todo el cuerpo, la única diferencia es que ahora el me tenía abrazado pero finalmente tuve que despegarlo para ponerle en su pecho, no me había fijado pero si estaba bastante quemado, a diferencia mía, él se veía rojito.

Vamos por unos bocadillos –me dijo poniendo una mano sobre su estomago. –tengo algo de hambre.

Vamos, solo debemos vestirnos –le dije haciendo una pausa al oír su estomago rugir. –creo que habrá masacre de hamburguesas de nuevo…

Si –me dijo. –no me hagas recurrir al canibalismo y vístete rápido.

Sin preocuparme (en realidad nunca lo hago) por mi cabello o mis ropas salí, Mario igual, solo que se puso gafas de sol… en ese momento un poco de canibalismo no me hubiera importado.

Llegamos al buffet y por suerte las canadienses no estaban, mi compañero comió "únicamente" un enorme corte de carne, dos hamburguesas bien servidas, pasta, arroz, camarones, paella y una nada pequeña rebanada de pastel como postre; si hubiera cogido una Coca Light me hubiera matado de risa, ah si, olvide los tacos de carne asada. Yo igual comí mucho pero todo dentro de mis parámetros, solo fue un corte gratinado con queso y puré de papa. Cuando terminamos nos levantamos y fuimos a los camastros que habíamos apartado la tarde anterior, seguían en su lugar pero había algo escrito en la arena, era inevitablemente inglés y al parecer había sido escrito hacía varias horas.

"nosotros les vimos, también queremos jugar, cuarto 24 edificio caracol"

Obviamente y como he dicho, estaba en inglés, el caribe es un lugar paradisíaco y suele haber muchas cosas de este tipo. Mario se molestó un poco, pero fui yo quien pateó la arena borrando el mensaje en un instante, quienes fuesen no me importaba.

Hoy solo quiero jugar contigo –le dije. – ¿quieres que salgamos del hotel? Hay que conocer otros lugares de la isla.

¿Me vas a llevar a pasear? –me preguntó con su sonrisa traviesa. –solo echémonos un rato en el cuarto, recuerda nuestras tradiciones, era pecado no dormir después de comer.

Y así lo hicimos, aún había mucho sol para el paseo que tenía previsto, estando en el cuarto Mario se tiró a la cama, ya la habían ordenado y él como siempre se encargo de desarreglarla toda quedando con las piernas y brazos totalmente extendidos, no sé cuando se quitó su camisa.

Yo también quiero ir en esa cama –le dije. –hazme espacio.

Mario sonrío. –Hay otra cama –me dijo en tono de broma. –imagínate lo que han de pensar los del aseo… en un cuarto ocupado por dos chicos, una cama está intacta y la otra está totalmente desordenada…

Y supongo que a ti ha comenzado a importarte lo que se piense de nosotros –le dije sentándome en su cama y jugando con los pelitos que bajaban de su vientre.

No –me dijo. –De hecho me excita lo que puedan estar pensando ahora. Solo acuéstate y duerme un ratito, necesito a mi peluche morenito para dormir mejor.

Dicho esto me tomó del brazo y me arrastró hacia él. Se río un poco, me pidió un beso suave, el cual le di sin problema alguno y se recostó ligeramente apoyado en mi pecho, instintivamente lo rodeé con mi brazo y él se acurrucó más. Al ver su brazo en mi pecho noté que efectivamente ahora estaba muy tostado… solo por que sabía que a él le gustaba verme así fue que me alegre de haber perdido mi habitual palidez…

Solo durmió una hora, yo no pude dormir, ya que recordé algo muy triste, el mundo de ensueño caribeño en el que estábamos se acabaría, solo nos quedaban dos noches, luego, el ángel que dormía en mi pecho regresaría a su mundo y yo al mío, no soportaba esa idea, quería… solo quería poder marcharme con él o retenerlo en mis tierras verdes y cálidas. Cuando despertó lo primero que hizo fue ponerse encima de mí y morder mis hombros, yo recorrí su espalda con mis manos y las metí por debajo de su bermuda, palpando esas nalgas tan deliciosas.

Hagámoslo ahora –me dijo mientras frotaba todo su cuerpo contra el mío.

Si lo haremos, pero no en este cuarto –le dije. –tengo un lugar planeado para ello.

Llévame entonces –me dijo levantándose de la cama. –aunque también quiero ir a uno de tus lugares mágicos donde se pueda platicar… aún hay cosas que decir.

¿Piensas en el mañana? –le pregunté. –por que ese es un tema que me inquieta un poco.

Ni modo que fuéramos a platicar acerca del mundo pop –me dijo riéndose. –solo quiero tener más claras algunas cosas.

¿Cómo cual? –le pregunte. –sabes que soy muy curioso…

Oh, ya sabes, cosas como cual es el verdadero Dios, algunas teorías de la física de partículas y temas de la política nacional –me dijo con un tono sarcástico obvio, soltó una risita y agregó. –Nico, sabes que no te lo diré ahora y no me sigas preguntando, recuerda que la curiosidad mato al Nicolás… o es que ya olvidaste lo que pasó en el laboratorio de química o porqué una vez la escuela se quedó sin luz o la vez que casi nos detienen por que un ocioso prendió fuego a un bote de basura o en el primer carnaval al que fui y tu tuviste la brillante idea de…

¡Ya entendí! –le dije. –pero sin duda alguna así me quieres…

Si –me dijo mientras se ponía una camiseta sin mangas. –solo llévame a algún lugar lindo.

Si, un lugar donde puedas presumir tus músculos –le dije bromeando mientras le apretaba un brazo. Mario sonrío flexionó su antebrazo y me mostró sus bíceps, no estaba mal, aunque no eran algo tremendo, él no iba al gimnasio y solo eran producto de sus entrenamientos de rutina.

No eres la persona mas adecuada para criticarme y tu irás igual –me dijo mientras arrollaba completamente mis mangas. –y no te quejes.

Detestaba andar así, pero no le preste importancia, simplemente por que él no me soltaba los brazos, no buscaba pretexto para agarrarlos y yo hacía lo mismo con los suyos… todo el tiempo que hicimos en la ciudad haciendo misteriosas compras en un supermercado nos la pasamos así, abrazoteándonos, toqueteándonos y jugando con las frutas del supermercado… nadie nos decía nada, solo parecíamos dos adolescentes extranjeros más que se habían emborrachado en el carnaval, aunque claro, estábamos sobrios. Ya después de haber comprado nos dirigimos a la punta sur de la isla, lejos de tanta gente borracha y de la música estridente del carnaval, pagué la entrada a un parque… esperamos pacientes y calmados a que un camión nos llevara hasta un lugar muy especial para mi, el faro sur de la isla.

Eran ya como las cinco, el sol no era fuerte y daba un peculiar brillo a todo lo que cubría… casi no había nadie en el camión y nosotros nos aventuramos hasta el segundo piso, Mario sonreía, los asientos vacíos nos indicaban que podríamos hacer algunas travesuras… fue él quien tomó mi mano, el camión seguía avanzando y nos pusimos en la parte del frente, sentíamos la brisa y lo besé. Mordí su labio inferior y lo tomé de la nuca, nos apoyábamos en los endebles barandales de hierro, los oíamos crujir y no nos importaba, él me tenía enroscado por la cintura, el beso fue bastante apasionado, no sé cuanto duró pero cuando lo terminamos, el faro ya se veía claramente, Mario estaba entusiasmado, era un lugar definitivamente lindo, un faro algo viejo pero muy cuidado, pintado de blanco, con ventanillas negras y en la punta, había una balaustrada que era el lugar a donde la gente se dirigía, al otro lado del faro había unas rocas y las ruinas de una casa y mas allá se extendía en todo su esplendor el caribe, de un azul mas profundo que en cualquier otra parte de la isla.

Definitivamente tienes buen gusto –dijo Mario, mientras nos encaminábamos al faro. –Solo tenme paciencia al subir las escaleras, ya sabes, lugares cerrados…

No te preocupes, no dejare que nada te pase –le dije apretándole los hombros.

De tanto en tanto fuimos subiendo la estrecha escalinata en forma de caracol, las ventanitas nos permitían ver cuanto ascendíamos de otro modo uno no se daría cuenta; como siempre, había algún turista que se quedaba descansando en las escaleras, pero nosotros teníamos condición y ver el trasero de Mario moverse delante de mí me daba aún mas ánimos. Creo que se lo toqué varias veces a lo que él solo sonreía.

Nos asomamos a la balaustrada, estábamos a considerable altura y el paisaje era conmovedor, una hermosa sinfonía de verdes, azules, blancos y dorado, todo era tan envolvente que uno no podía evitar sonreír complacido. Nos apartamos de la gente y mientras esta se disipaba Mario y yo mirábamos el mar, me hubiera gustado mucho saber que pensaba en esos momentos, seguramente sería algo agradable ya que sonreía y se acercaba cada vez más a mí, cuando hubo menos gente se volteó y me miro fijamente. El sol se volvió algo sin significado en ese momento.

Nicolás, mírame a los ojos, pero responde con esto –me dijo seriamente y tocando mi pecho, justo en el lugar del corazón; hizo una pausa y me cuestionó. – ¿me amas?

Sabes la respuesta –le dije de inmediato.

No, aún no se leer mentes. –me dijo serio, pero un poco mas calmado ahora. –aunque a veces tu me haces el favor de pensar en voz alta.

Si te amo, Mario –le dije. –eres simplemente la persona a la que mas he querido en mi vida…

Gracias –me dijo desviando un poco la mirada. –pero… ¿Qué entiendes por amar?

Es una definición compleja –le dije. –me tomó dos décadas rodeado de bellezas ensamblarla… tu creaste en gran parte de esa definición. –hice una pausa, como tomando aire. –significa que he creado contigo un lazo tan fuerte que destruirlo sería destruirme a mi mismo, significa, que, aunque tu no me amaras, yo si lo seguiría haciendo y te acompañaría, si así lo quisieras, a encontrar el punto exacto del mar donde el sol se esconde, sin esperar nada a cambio ni abandonarte nunca.

Sería ideal hacer una búsqueda eterna contigo. –me dijo, de nuevo clavaba sus ojos grises en mí. –yo igual te amo, eres la persona en cuya compañía he encontrado esa tierra sólida y segura que siempre necesité… pero no sé lo que ahora pienses de nosotros y de nuestro futuro…

Seré realista contigo –le dije mientras tomaba suave y discretamente su mano. –faltan unos años para graduarnos… luego de eso seremos libres y oficialmente autosuficientes, que te parece si… en ese momento, títulos en mano, nos vamos a alguna ciudad y ahí emprendemos la vida como queramos emprenderla.

Justo en algo así pensaba –dijo Mario algo sonrojado. –digo si no te importan las consecuencias, ni el tiempo de espera –se rasco la nuca suavemente, como una pequeña señal de nerviosismo. –el amor vence los obstáculos

Tu lo has dicho –le dije acercándome un poco más. –al tiempo lo venceremos, podemos visitarnos regularmente y… una vez que nos graduemos, hacer frente a lo que venga, no creo que a mi padre le agrade la idea, pero no me importa, como tampoco me importa perder la gracia de mi familia y la herencia y todas esas absurdeces.

Perfecto entonces –me dijo bastante contento. –a mi tampoco me importa que nos proscriban.

Reímos un poco, ambos clavamos la vista en un crucero que se dirigía a algún lugar, luego, como si unos siniestros hilos nos movieran, nos acercamos, mas, sus labios rozaron mi mejilla y siguieron su camino, yo igual me movía, levantando un poco la cara, finalmente el beso llegó, un beso largo y profundo, como si quisiéramos con ello, sellar nuestros destinos… y algo en mi me dijo que así había sido.

Lentamente me despegué de él. Lo miré y fue cuando supe que aquello realmente había sido sincero.

Tu seras pour moi unique au monde, je serai pour toi unique au monde. –le dije, recordando las lecturas de mi infancia e imitando su pronunciación.

Mario se emocionó, me apartó de la balaustrada y me pegó a la pared del faro… sonreía y me sujetaba fuerte pero cuidadosamente con sus manos.

Hablaste en francés pequeño diablillo –me dijo muy contento por ello. –pensé que no te gustaba el idioma… que preferías tu civilizado inglés o tu español.

Al igual que muchas otras cosas, aprendí a quererlo por ti. –le dije mientras lo abrazaba, me encantaba como ciertas cosas simples podían hacerlo tan feliz. –además, sabes que el inglés me es algo insípido… siempre he preferido las lenguas romance.

Nada es insípido en tus labios –me dijo, acercándose mucho a mi rostro.

Autre baiser? –susurré suavemente, el entendió y actuó.

Después nos quedamos un rato más viendo el sol, estuvimos besándonos y diciendo tonterías olvidando por completo a una pareja que se hallaba cerca, por su acento eran europeos, probablemente de algún país civilizado por que no les importaba lo que hacíamos y no nos miraban con desaprobación…

Bajamos la escalera, tomaba fuertemente la mano de Mario y yo iba adelante, ya no se le sentía temeroso, de hecho bajaba muy confiado y con su caminar típicamente descuidado. Fuimos un rato a las rocas, andamos por las ruinas de la vieja casa del faro… las olas rompían y nos salpicaban con sus aguas saladas y refrescantes, seguimos paseando por el parque, nos subimos a un mirador desde el cual se veían cocodrilos y aves de colores… el sol aún brillaba y nuestro paseo debía proseguir… en esos momentos estábamos demasiado felices, todo nos causaba gracia y no nos importaba el qué dirán… si nos venía en gana nos tomábamos de la mano o nos abrazábamos, las miradas raras solo nos causaban risas…

Siéntelo Nicolás –me decía entre risas. –el desprecio… estas gentes se olvidan de que es amor y solo se fijan en que somos hombres ¡quieren que sigamos sus "reglas morales"!

Sabes que basta con que digan "reglas" para que yo decida no hacerles caso –le dije riéndome por todas las veces que nos metimos en líos por mi actitud. –vámonos, hay otros lugares que ver… y otras cosas que hacer.

Mario sonrío y me siguió hasta el carro, salimos del parque… era una delicia manejar en las carreteras vacías de la isla y no tardamos casi nada en llegar a la carretera escénica que corría por la costa oriental, ahí no había hoteles de lujo y estacionamos en un lugar que simplemente nos pareció bonito

¿No me trajiste aquí a nadar, verdad? –me dijo al ver el explicito letrero en el que un muñequito se ahogaba y que advertía de la peligrosidad de las aguas.

No –le respondí mientras me quitaba la camiseta. –prefiero jugar en la playa…

Ah… quieres jugar –me dijo en su tono indecoroso y acariciando mi espalda. – ¿y que hacemos, construir castillos de arena?

Pegó su cara a la mía, sentí su mejilla tocar la mía y las caricias de sus pestaña, le quité la camisa y lo abracé solo para sentir el calor de su pecho.

Juguemos a lo que quieras jugar. –le dije. –no creo que a las gaviotas les importen nuestros juegos…

Hay algo –me dijo. –no creo que sea lo que tenías pensado, pero…

No terminó su oración abrió la puerta de atrás del carro y se inclinó para buscar algo, era una imagen demasiado tentadora, quizá lo hacía a propósito, en cuyo caso había acertado…

Debe estar por aquí… ¿Nico, bajamos el balón en el hotel? –preguntaba sin advertir realmente mis intenciones.

Lo tomé de las caderas y pegué mi entrepierna a sus nalgas. –Mario, me sorprende que nunca encuentres las cosas –le dije y moviendo sus caderas con mis manos lo hice virar ligeramente a la izquierda. Apreté más mi miembro en sus nalgas. –ves ese objeto esférico hundido en las toallas…

Ah, no lo había visto –me dijo algo sonrojado. –bien, ahora déjame salir.

¿Y si no quiero? –le dije pegándome más a su cuerpo.

Nico… –dijo riéndose un poco.

¡Gánatelo! –le dije riéndome y disfrutando su cara.

Soltó algunas maldiciones, quejas más bien, pero igual y comenzó a mover sus nalgas, restregándolas en mi entrepierna… era una sensación bastante agradable y las circunstancias la convertían en algo más placentero.

Bien hecho –le dije muriéndome de la risa y soltando sus caderas, le dí una nalgada. –no creas que es tan fácil… simplemente sé que tengo toda la noche para hacértelo…

¡Tramposo! –me dijo revolviendo mi cabello. – ¡ah… pero por eso me encantas!

Y se nota –le dije señalando el bulto que se le formaba en la bermuda (una erección sin duda). No resistí y extendí mi mano para sobar esa zona. Estaba durísima y luchando con las ropas.

Nico –me dijo sin quejarse por el masajito. –como te decía antes de que intentaras violarme…

Agradece que solo lo intenté –le interrumpí brevemente.

Si… bueno –me dijo. –quiero que juguemos a pasarla… claro, al que se le caiga mas veces el balón, traga.

Solté una risilla y le respondí con un simple "vale". Mario usaba (a veces) la palabra traga para referirse al hecho de dejarse coger y su mirada me daba la razón. El juego era simple, pasarnos el balón botándolo con cualquier cosa menos con las manos y los antebrazos…

Comenzamos a jugar, tal y como lo hacíamos en nuestros años de bachilleres, solo que ahora éramos únicamente él y yo. Parecíamos simplemente dos chicos heterosexuales cualquiera jugando amistosamente en la playa… me encantaban esas apariencias, esas lindas mentiras que cualquier ser humano que pasara por ahí se hubiera creído.

En los primero minutos tuve un poco de suerte y a Mario se le cayó el balón… cosa que en realidad solo hizo que se concentrara más, adoraba verle así, su piel bronceada por el sol, sus ojos traviesos fijos en el balón y todas las piruetas que hacía con ese objeto esférico y común, metía sus hombros, sus codos, su cabeza, en resumen todo su cuerpo exceptuando, naturalmente, la entrepierna… como me remitió a los tiempos de la preparatoria ¡casi lo vi con su uniforme de futbol sucio y sus tenis con tacos al hombro!

Mis constantes distracciones (o sea, él) y el hecho de que no era muy talentoso en ello hicieron que lenta pero constantemente fuera perdiendo el juego…

Bien, mi querido Nicolás –dijo Mario con su sonrisa de niño. –no es que quiera fanfarronear, pero… llevas catorce caídas y yo solo tres…

Ya sé –le dije. –perdí y sé lo que significa... pero ¿podemos jugar un rato mas? es que me trae buenos recuerdos…

Está bien, a mi igual –me contestó mientras me pasaba el balón. –seguimos haciendo esto en la escuela, pero no es lo mismo sin ti, los amigos también te extrañan mucho…

Los he tenido un poco descuidados –reconocí algo apenado. –ya un día que vaya por ahí… debo invitarles a comer o a tomar algo… por cierto ¿llegaron a saber alguna vez de nosotros?

Mario soltó una carcajada y me paso el balón con su pecho. –oficialmente, no –me dijo. –pero si lo intuyen, me notaban algo melancólico los primeros días y en varias ocasiones he metido la pata… como la vez que Jorge encontró una foto tuya en mi billetera.

¿Si? –le dije imaginándome la escena.

Si, se la robe al maestro de educación física en los primeros días del bachillerato –me dijo. –bastante antes de descubrirte… y aunque traté de inventarle algo a Jorge, sigue sin creerme y mas cuando supo que escogía misteriosamente una naval cercana a tu ciudad.

Da igual, aún si le dijeras cuantas veces, donde, cuando y como lo hacíamos; no creo que fuera a impresionarse ni mucho menos a acosarte con ello –le dije. –a lo mucho quedaría un poco traumado…

Tomé el balón con mis manos y lo aventé a la ventana abierta del carro, luego me acerqué a Mario y subiendo por su espalda le acaricié la nuca, él lo disfrutaba y se estiraba como los gatos suelen hacer cuando se les acaricia, me dedicó una linda sonrisa y por alguna extraña razón cubrió mi pie con arena.

Vamos por unas varas secas –le dije. –tengo ganas de hacer una fogata y ya empieza a oscurecer.

Es cierto –me dijo abrazándome de los hombros –aquí no se ve la puesta del sol.

Yo les llamo puestas de sol invertidas –le contesté mientras lo tomaba de la cintura. –no vemos al sol irse sino a la oscuridad venir… tiene su belleza, solo mira el color del mar…

Una especie de púrpura –dijo Mario. Y así era, para quienes nunca han visto, o nunca se han fijado de una, es simplemente el ver como el horizonte oscurece, como las estrellas nacen a un firmamento oscuro, y como las nubecillas pasan del blanco al amarillo, del amarillo al naranja, del naranja al rojo y por ultimo un bello color rosado que finalmente se perderá, en nuestro particular caso, las aves marinas regresaban a tierra y las olas aumentaban la fuerza de sus rugidos.

Así abrazados estuvimos recogiendo las varitas secas, caminamos un trecho largo hasta que tuvimos las suficientes, tarareábamos algunas canciones, canciones que para nosotros no tenían otro significado ahora que el que nosotros le habíamos dado a lo largo de nuestros años…

¿Alguna vez le temiste al coco? –me preguntó Mario seriamente.

Si –confesé aún algo sorprendido por la pregunta. –entre otros seres sobrenaturales que se escondían en las sombras… ¿recuerdas la hacienda? Como odiaba ese lugar en las noches…

Creí que no le temías a nada. –me dijo. –a mi igual me asustaba.

Ahora le temo a otras cosas. –le dije. –pero, en este momento no siento miedo de nada, estando a tu lado es imposible sentir miedo.

Hay cosas de las que no puedo protegerte –me dijo con modestia.

No, no es por eso –dije de manera calmada. –es solo que sé que estoy con alguien que al igual que yo, dará la batalla aún sabiéndola perdida… es no estar solo.

Me agrada esa idea. –reconoció Mario. –protegernos…tú a mi y yo a ti

Que hermosamente simple resultaba eso, y pese a que nuestra platica continuó hasta llegar de nuevo al carro, esas palabras no dejaron de dar vueltas en mi cabeza "protegernos, tú a mi y yo a ti" era parte del amor y era parte de lo que, al menos yo, había necesitado desde niño. Sentí con esto que mi búsqueda nocturna había concluido… ahora si dios no existía o si la muerte era solo eso, no me importaba; como tampoco me importaba si toda esa fábula era real y todas mis acciones me habían condenado a un infierno. Todo, por que ahí estaba él, con sus propias lunas en los ojos y su propio sol en la cabeza. –And nothing else matters. –pensé recordando la canción.

¿Quieres que yo la arme? –preguntó Mario interrumpiendo mis meditaciones, se refería obviamente a la fogata.

¿Ah? Claro niño scout –le dije. – ¡hazla!

Jamás debí decirte que fui scout –me contesto mientras comenzaba a hacer el agujero.

Si, recuerdo que como una semana me burlé de ti. –le dije. –pero sabes que yo igual tengo manchas en mi historial y estoy seguro de que Roberto (mi primo) se habrá encargado de decírtelas.

Si –reconoció. –con lujo de detalle, eras un niño tan ocioso y raro.

Termina de hacer la fogata –le dije. –o la haremos a mi modo (rociando litros de combustible y luego tirando un cerillo).

Todavía la estoy haciendo por ti y te pones exigente –me dijo bromeando. Realmente ya le faltaba poco…

Una vez terminada me recosté a un lado, Mario se puso atrás mío, agarró unos cinco malvaviscos de la bolsa y los clavó en un palito yo me dispuse a hacer lo mismo pero el me corrigió "los dos podemos comer de una, deja esa para las salchichas" me causó gracia pero sonaba lógico así que clavé salchichitas en lugar de malvaviscos.

Me gustaba estar así, Mario atrás de mí, besando mi cuello, su brazo, fuerte y bronceado se extendía hacia el fuego, brillaba como si estuviera hecho de oro. Todo su cuerpo se apoyaba levemente en el mío…

Sé que te gustan quemaditos –me dijo. Con una destreza sorprendente acercó los malvaviscos a mi boca y comí dos de ellos, él se comió los demás y volvió a ensartar otros para repetir el proceso, las salchichas aún no estaban listas pero no nos importaba, él me seguía besando, dejé el palo clavado en la arena y volteé a ver a Mario.

No sabes comer –le dije en tono cariñoso al notar su cara llena de malvavisco. –deja te limpio…

Mario sonrió y se recostó sobre la arena, yo me puse encima de él sentándome en esa área tan maravillosa que tenemos, me incliné un poco y lo besé para luego limpiar a lengüetazos y besos la periferia de su boca, él me acariciaba la espalda.

Mario río. –Excusas, nico –me dijo mientras tomaba con su mano un malvavisco derretido aunque no muy caliente, lo apretó y untó una parte en su pecho y hasta su ombligo. –Mira que torpe soy, ya me ensucié todo –dijo mirándome con ojos traviesos. Para luego untar el resto del malvavisco en mi boca. –ah, lo siento te manché a ti también, deja te limpio primero…

Se levantó apoyándose en sus codos y yo me incliné, su lengua pasaba por mis labios y su boca succionaba con fuerza, era delicioso, parecía que quería arrancarme los labios.

Ya estás –me dijo. –espero puedas ayudar a limpiarme…

Lo empujé para que se recostara de nuevo, puso sus manos atrás de su cabeza y cerró sus ojos… yo empecé mi trabajo desde su ombligo limpiando minuciosamente con mi boca, estaba muy concentrado en lo que hacía y dejaba cada centímetro de piel limpio, no quedaba nada pegajoso ni mucho menos algún residuo, cuando llegué a su pecho tuve que esforzarme más para dejar sus vellitos libres de azúcar. Él ya había tomado la vara de las salchichas y las estaba soplando, luego de un rato, quitó una y comenzó a comerla sugestivamente, la lamía antes de morderla, yo moría de risa al verlo jugar con la comida, y así lentamente se fueron gastando las salchichas, él las ponía en su boca y las comíamos hasta encontrarnos, simplemente ociosidades que para nosotros son algo divertidas.

Una vez saciados, me recosté en el pecho de Mario, en son de juego le echaba arena en el pecho y en el vientre solo para soplarla o quitarla con mis manos después, permanecimos así buen rato, en ocasiones entonábamos una misma canción. Mis caricias fueron bajando, mi mano lentamente desabrochó su bermuda y entró, sin pedir permiso alguno, a los interiores de Mario, mis dedos se apropiaban de sus vellos y estimulaban al miembro que se encontraba bajo de ellos, me estiré mas y llegué a la frágil suavidad de los testículos.

Creo que tengo una deuda con alguien por haber perdido –le dije a Mario.

Y se nota que quieres que la cobre –me dijo.

Sin mayor esfuerzo me recostó en la arena y me quitó mi bermuda y mis interiores, dejándolos a un lado de nuestro lecho de arena. Él se bajó lentamente los suyos dejándolos en sus tobillos, por un lado el coche nos tapaba y por el otro una duna, el fuego se encontraba cerca de nosotros y el mar se hallaba a unos veinte metros al igual que la carretera… es decir no nos preocupaba ser vistos y, tras mirarme un rato así, Mario se inclinó y comenzó a besar mis nalgas mientras me masturbaba, alzaba mis caderas poniendo nuestras ropas entre la arena y la parte baja de mi espalda.

¿Te gusta esta posición? –me preguntó.

Si –respondí. –sabes que me gusta verte.

Sonrió y bajó de nuevo para con su lengua y dedos hacer magia en la parte que lo recibiría, consiguiendo con esto, que todos mis vellos se erizaran y que un tumulto de desordenadas cosquillas recorriera mi cuerpo, que lengua tan magistral tenía…

Fui penetrado con suavidad… me trataba con deliciosos cuidados, las olas tronaban y hacían ecos en mi mente, el viento soplaba rápido o al menos eso me sugerían las pequeñas nubes que avanzaban velozmente, surcando un mar de estrellas gobernadas por una aterida luna… las cosquillas y presiones en mi interior seguían los ritmos del fuego que se reflejaba en los ojos de Mario. No tenía palabras solo soltaba gemidos y suspiros, no había dolor alguno y las únicas sensaciones externas que permitía eran sus manos sujetando mis piernas o acariciándome y el cosquilleo de la arena en mi espalda… al acelerar se pegó más a mi, permitiéndome contemplar sus labios rosados de cerca y avisándome, con suaves palabras que se acercaba el momento. Y sin embargo no calculó bien pues resistió unos minutos más, acelerando cuanto pudo y llevándome con esto a un nivel distinto.

Ahora si Nico –me dijo entre jadeos. –no pedo aguantar mas…

No pude responder nada, mi mente estaba temporalmente muerta o más bien saturada por las sensaciones… pero sabía perfectamente lo que vendría, como si no lo hubiera sentido otras veces ya. El piquete final… que esta vez me produjo una sensación placentera pero a la vez algo dolorosa, creo que había llegado mas profundo que nunca. Exhausto se dejó caer sobre mí, estaba empapado de sudor y su respiración estaba muy agitada, jadeaba con su cabeza recostada en mi pecho mientras su miembro reducía rápidamente de tamaño. Su palpitar tenía el ritmo de timbales enfurecidos y sin duda, la fuerza de estos; por un momento me preocupó un poco pero su sonrisa y la manera en que tomaba mi mano me decían que estaba todo bien. Nos quedamos un rato así… luego apagué el fuego.

Disfrutemos de la luz de luna –le dije. –moonlight, como aquella sonata con la que me volviste eternamente tuyo.

La tocaré para ti mil veces más de ser necesario. –me dijo abrazándome con fuerza. – ¿ahora si puedes? Tengo ganas de un bocadillo… ya sabes, dulce y espeso, algo recién hecho…

Me apoyé en la parte trasera del carro, deje mis dotes a su disposición y rápidamente fueron atendidos por su cálida boca y sus labios deliciosos y rosados… Mario mordía pero lo hacía a propósito, le gustaba y sabía como hacerlo sin lastimarme, acaricié su cabello, dirigí sus movimientos y a él le gustó pues aumentó la fuerza de sus succiones e incluso llegó a meterse todo mi miembro en su boca… hacía pausas, como siempre, para lamer mis colgantes y mis vellos… cada vez me portaba mas dominante con él.

Vamos Mario –le decía. –o eso no va a salir nunca…

Él solo hacía por reír (ya que un trozo de carne le ocupaba la boca) y me miraba para luego volver a cerrar sus ojos y concentrarse en su tarea. Me corrí sin darle el menor aviso, aunque creo que mi movimiento de caderas y la fuerza con la que lo sujetaba ya se lo habían avisado y vaya si obtuvo lo que quería… varios chorros del bocadillo especial.

Oh, Nico… –me dijo al levantarse. –que rica te sale…

Me sonrojé… nos pusimos las bermudas y caminamos un rato en la oscuridad apenas atenuada por la luz de luna… sabía que ahí no había nada que pudiera hacerme daño, ni personas ni animales ni grotescos monstruos… ni yo mismo podría lastimarme. El camino fue corto pues llegamos a un punto en el cual Mario, como el niño juguetón que en realidad es, me empujó y comenzó a jugar conmigo, me revolcó en la arena y yo hice lo mismo con él, trataba de inmovilizarme pero no lo lograba… nos moríamos de risa y siempre trataba de provocarle: ¿Qué paso con el Mario de antaño? ¿Estás cansado? Y él me perseguía corríamos en la arena, y nos tirábamos el uno al otro, parecía que jugáramos americano o rugby aunque sin balón y con el único objetivo de fastidiarnos y conseguir inmovilizar al otro hasta que pidiera alguna suerte de clemencia… finalmente lo conseguí, él me había derribado y me mataba a cosquillas, pero subestimó mi fuerza y le viré, sujetando fuertemente su brazo y asegurándole con mi rodilla en su espalda, justo como mi primo me había enseñado… por fin algo útil provenía de Roberto… teníamos mordidas en todo el cuerpo y ya estábamos, los dos, jadeando.

Maldito Nico –me dijo. –tu ganas.

Estallé en risas, lo dijo tan tierna y sumisamente…

Perdón no te oí –le dije en tono de broma. – ¿que dijiste, ya estás derrotado?

Maldito Nicolás –me dijo, intentó liberarse, fracasó. – ¡si lo estoy!

Lo solté, él me dijo que peleaba bien y me despeinó, dejando caer una buen de arena sobre mis hombros… nos besamos y decidimos que ya era hora de volver al hotel.

Al conducir Mario se apoyó en mi hombro como si quisiera dormirse ahí, estábamos cansados, muy cansados. Cuando llegamos la recepcionista nos pregunto incluso si estábamos bien, a lo que Mario solo respondió diciendo: "carnaval". Nos metimos rápidamente a la habitación, contemplamos con risas la razón de la preocupación de la señora, nuestra pequeña "pelea" había dejado (como ya he dicho) marcas de mordidas, algunas raspadas y algunos moretones que eran mas bien chupetones… nos duchamos y con la misma nos metimos a la cama, el niñote que dormía conmigo no tardó en abrazarme y era algo casi necesario para poder dormir.

De beauxrêves Nico. –me dijo al momento de darme un beso en la mejilla. –soñaré con el angelito que tengo abrazado.

Me sonrojé, esta vez creo que mucho y sus palabras me erizaron un poco. –y yo soñare con el que me abraza, te quiero Mario. –dije, me sentí literalmente como un niño pequeño en ese momento… y hacía años que no me sentía así, solo faltaba que empezara a rezar.

Desperté con mi habitual lentitud, supe que mi compañero ya había despertado, las ventanas estaban abiertas y para colmo yo veía hacia ellas… no abrí mucho mis ojos, es decir, no hasta el momento en que Mario gritó inesperadamente haciéndome brincar del susto y como estaba en la orilla de la cama eso significó caer al piso alfombrado, las risas de Mario resonaron en mi mente y cuando hice por levantarme el me acompaño al piso aplastándome… vaya manera de despertar.

Lo siento. –me dijo entre carcajadas. –pero tenía que hacerlo… ¡brincaste como un gato!

Otra persona habría terminado de reírse con un ojo morado pero el simplemente me besó y dijo que había sido por morderlo tanto la noche anterior.

Agradece que seas Mario –le dije. –y como si tú no me hubieras mordido en lo absoluto, solo mírame…

Seguimos discutiendo en el piso, Mario quería hacer todo hoy, volver a los kayaks al snorkeling, quería que fuésemos a la ciudad y quería hacer todo eso en la mañana para que al ocultarse el sol nos ocultásemos nosotros también.

Me agradó la idea, desayunamos y lo primero que hicimos fue ir a la ciudad, había cruceros en el puerto y los restaurantes trabajaban al máximo por los turistas; inglés, francés, alemán, italiano, nuestro hermoso español y lenguas que es escapaban de mi conocimiento, algunas orientales algunas otras de las regiones exóticas de Europa y a todo ese pandemonio se sumaba la música caribeña y ese sonido que hacen las sandalias al caminar, a casi nadie se le veían los ojos todos traían gafas de sol y sombreros.

Nuestra primera parada fue algo mutuamente decidido, comprar regalos para nuestras amigas canadienses, algo en mí me decía que debíamos hacerlo y a Mario le agradó y enterneció la idea… así pues les compramos unas pulseras con adornitos de plata y unos collares con hermosas conchas que parecían haber salido de un sueño místico, cajitas de yute, muy a la caribeña, para envolverlas y algunos papeles decorados para escribirles algo… luego de esas compras fuimos a un golfito (me refiero al juego) donde unos señores risueños nos atendieron y nos dieron el equipo necesario.

No sé jugar esto –me dijo. – ¿como se supone que agarras esto?

No hay ciencia para el golfito –le dije. –es similar a lo que haces siempre, tomas tu palo, avistas el agujero calculas muy bien y das el golpecito necesario para entrar en el hoyo con los menores golpes posibles…

Ya deja de hablar en doble sentido –me dijo.

Pero si es en serio –le dije sabiendo que si hablaba en doble sentido. –es mas te mostraré como lo harás para que ya no te estés quejando.

Me acerqué a él poniéndome atrás suyo me pegué con toda intención atrás suyo, tomé sus manos y le mostré algo que un niño de ocho años hubiera deducido sin problema. Él quedó rojo, pero él mismo se lo había buscado.

Nico, hay mucha gente. –me dijo. –no hay que buscar problemas.

Si –le respondí. –por eso no le daré un pelotazo a esas horribles iguanas.

Entre platicas y comentarios en doble y triple sentido avanzamos, obviamente yo iba ganando pero nos divertíamos mucho, es decir, en el hoyo siete Mario necesitó de ocho golpes, en ese momento dejamos de contar… en cuanto cruzamos el laguito un grupo de chicas nos abordó, eran de nuestro país, norteñas inconfundiblemente, nos creían primos, cosa que me causó gracia e igual me pensaron unos años menor… finalmente entre norteños se entendieron bien y Mario necesitaba una excusa para no asimilar su inevitable derrota (recordemos que detesta perder).

Oh, niño hiciste un hoyo en uno –me dijo una de las chicas. Era el último hoyo. –deberías enseñarle a tu primo a jugar mejor.

Solté una risa. –Eso he intentado pero es algo terco –dije. –Mario, creo que en la tarde volveré a hacer un hoyo en uno ¿no crees?

Su mirada me lo dijo todo y su boca contestó con un "a veremos"

O sea que vendrán en la tarde –le dijeron ya que me creían menor que él. –por que no traes a tu primito y paseamos un rato.

Me miro de reojo como pidiéndome que ya nos fuéramos y que lo sacara de la situación.

Y así lo hice (con mis métodos poco ortodoxos), el resto del camino al hotel me la pasé bromeando con él, al menos las canadienses tenían inteligencia, estas tipas simplemente eran cabezas vacías y además de ese tipo que te aprietan las mejillas y te dicen que pareces un bebe malhumorado, varias veces me burlé en sus caras pero solo Mario captaba dándome por ello algún discreto codazo.

Llegamos, acomodamos las cosas y nos fuimos a nadar y luego a todas las actividades que Mario tenía planeadas, la ultima de ellas era atacar el buffet, no hace falta mencionarlo, tenemos buen apetito y ocurrió otra masacre…

Ya en el cuarto nos asomamos al balcón, en todo el tiempo que habíamos estado ahí, era realmente la primera vez que salíamos ahí para estar un buen rato, hacía un momento habíamos descubierto una deliciosa y simpática hamaca guardada en el closet y tomaríamos nuestra sagrada siesta. Mario se tiró primero poniendo sus manos en la nuca y yo me acomodé después, a un lado suyo, me recosté en su pecho desnudo y él me rodeó con uno de sus brazos… el sol no nos molestaba ya que había techo y únicamente la brisa marina nos acompañaba, se podía oír el sonido de las palmas mecerse…

Nico no quiero que termine –dijo Mario. –quisiera que nos quedásemos aquí.

Yo igual deseo eso –confesé. –pero prefiero pensar en que dentro de algún tiempo te volveré a ver.

Si, espero que para el verano no tengas planes. –me dijo. –ve al centro, dices que vas por tu hermanito y nos vamos unos días a algún lugar lindo… solo que yo manejaría.

Me causó gracia que ya me hubiera inventado una excusa, como si yo no pudiera hacer las mías propias, aunque la idea me agradó mucho y había tiempo suficiente para juntar dinero y cosas así.

¿Y que si quiero decirle a mis padres que voy a ir a verte? –le dije como reprochando. –que voy a ver al chico que amo…

Entonces no te dejarían ir –me respondió. –y cuando sepan que soy yo… hablarían a mi padre y…

Nada mas bromeaba –le dije. –sé que no me dejarían ir y que además me volvería un problema para ellos y si ya una vez me mandaron lejos para no tener que tratarme, pueden hacerlo de nuevo… aunque claro, estando la economía familiar como está…

Ya te visualicé en el Sahara sirviendo a la legión francesa. –dijo Mario en tono de broma. –a mi me hace sentir bien recordar todo lo que hemos hecho… por ejemplo hoy, no creo olvidar ese brinco que diste en la mañana.

Reí un poco, seguramente habría sido divertido asustar a alguien en la mañana, un momento, ese no era yo… demonios, Mario había conseguido que me riera de mi mismo (sin estar borracho o en viaje espiritual)…

¿Te acuerdas de lo que hacíamos? –le dije. –recuerdas las tardes en las que nos encerrábamos en el cuarto y poníamos música…

Como olvidar tu rostro imitando las muecas de Ozzy Osbourne –me dijo. –o todo el tiempo que pasábamos en ese frenesí musical.

¿Lo hacemos al rato? –le pregunté, no lo hacía a propósito pero jugaba con una de sus tetillas. –solo que no podremos ponerlo a todo volumen.

¿Nico, que clase de pregunta es esa? –me respondió. –basta con que pongas la música en el momento en que quieras…

Le pedí que antes durmiéramos un ratito y él aceptó, dijo que cuidaría mi sueño y que prometía no asustarme cuando despertara. Mario bajó un pie y comenzó a mecernos, lo cual, junto al sonido de las olas, el canto de los pájaros, la brisa caribeña y el palpitar calmado de su corazón terminaron adormeciéndome y él durmió igual, en ese momento si recuerdo haber tenido dulces sueños, después de todo, ¿había algo mejor? Siempre lo consideré así, esos momentos valen más que el sexo mismo… es como si, en lugar de estar nuestros cuerpos conectados físicamente, lo estuvieran nuestras almas o lo que sea que tengamos dentro (además de órganos y tejidos), y que ésta fuera un conexión mas pura y simplemente sobrenatural… nuestros corazones palpitaban al unísono y nuestra respiración se complementaba. Cuando finalmente despertamos me encontraba con mas calentura que nunca, me puse encima de Mario y le besé todo el pecho, su cuello e incluso sus axilas, el recorrió mi espalada deteniéndose definitivamente en mis nalgas, me movía como si estuviera follándole y a él no le importaba, solo me besaba con mas fuerza, mordiendo mis labios y cerrando fuertemente sus ojos…

Nos vamos a caer de esta cosa si seguimos así –me dijo mientras giraba poniéndose encima de mí. –vamos a ducharnos y luego a "escuchar música".

Nos levantamos de la hamaca y fuimos al baño ¡agua fría! Mario me abrazó, tal vez creyendo que así el frío se iría y, en parte se fue, nos enjabonamos muy bien, nos llenamos de shampoo y de otras cosas que encontramos por ahí, tardamos un poco ya que como se han de imaginar, nos esmerábamos mucho atendiéndonos el uno al otro. Cuando salimos, apenas y nos secamos, casi con la misma nos tiramos a la cama, Mario me revolcó, únicamente para despeinarme ya que después se levantó y puso un disco con canciones varias, todas, absolutamente todas, rock, de los ochentas y hasta nuestros días y sin duda tendríamos para varias horas con ese disco, la primera canción si mal no recuerdo fue la de sweet child o’ mine (espero no tener que decir el autor) y que apropiada era esa canción, con su mensaje romántico, su solo de guitarra y la final pregunta "where do we go now?" fue un buen inicio sin duda, nuestros rizos húmedos y perfectamente definidos vibraron entre revolcones y caricias… y apenas comenzábamos.

Exit light, enter night, grain of sand… –cantaba Mario al ritmo de Metallica mientras que con sus traviesos dedos me preparaba. Yo me movía haciéndole algo difícil las cosas, ese era el objetivo, nos aferrábamos y nos soltábamos, las canciones pasaban me penetró pero no alcanzó a correrse, no se lo permití y tampoco era su objetivo… ¡oh, Nirvana! ¡Oh, Black Sabbath! ¡¡System of a down!!

En uno de nuestro juegos él se corrió en mi rostro, por suerte me limpió y me dio de su néctar con los dedos, en otra ocasión, mientras yo lo penetraba él me sujetó y me obligó (como si fuera algo difícil) a acabar en él. ¿Había alguna parte de nuestros cuerpos que no hubiésemos besado aún? No.

Ahora eran Korn, Ozzy, Apocalyptica, Rammstein, Manson.

¡¡Sweet dreams, nico!! –decía Mario mientras me besaba las nalgas. – ¡are made of this!

Yeah –le dije completando con otra parte de la canción y virándome para besarle con fuerza. – ¡some of them want to use you; some of them want to get used by you!

Como seguir narrando esas preciosas horas en las que simplemente nos corrimos tantas veces que nos dolieron los testículos y como Mario decía "nos quedamos sin leche" fueron horas, en las que el sexo oral se turnó con las caricias, los besos, los juegos y las penetraciones, si ordenar los pensamientos en mi mente me es difícil ahora, imagínense lo difícil, extenso y tedioso que sería escribirlo, disculpen si no lo hago, siento que no quedaría del todo bien y en esencia lo que quería aclarar ya lo he hecho.

La sesión finalizó con Mario desfalleciendo atrás mío, sus embestidas eran rápidas y fuertes susurraba a mi oído "Gottweiss ichwillkein engelsein" para luego silbar al ritmo de la canción… finalmente cayó medio muerto, los dos estábamos así, nuestros cuerpos estaban húmedos por el sudor y algo enrarecidos por otras sustancias un poco mas densas. De nuevo teníamos marcas de mordidas y chupetones en todo el cuerpo. Nos duchamos, el agua se sentía algo fría.

Vamos a la piscina –le propuse. –me has dejado sin sueño ahora.

Era tarde y nadie estaba en la piscina del área de miembros, fuimos por unas bebidas y nos metimos al agua, no alteramos la paz del lugar simplemente nadábamos con movimientos lentos y calmos… si, jugueteábamos, mi pie siempre atinaba a las nalgas de Mario, nos mirábamos mucho y nos dábamos besos esporádicos, en nuestra ociosidad nos dimos varios besos sumergidos, se sienten raro…

Cuando ya nuestro ojos no dieron para nada más, decidimos subir a nuestro cuarto, nos quitamos las ropas y nos metimos a la cama, Mario me abrazó con mucha fuerza, no miento en ello, tenía que esforzarme para respirar, yo sujeté una de sus manos y metí mis dedos entre os suyos… nuestras piernas se entrelazaron, él estaba para variar atrás de mí. Dormimos así, fuertemente entrelazados, sabíamos que era la ultima noche que pasaríamos juntos, al menos en los próximos meses.

A la mañana siguiente despertamos algo tarde, fuimos rápidamente a desayunar, por la hora que era, tendríamos que tomar el transbordador de las dos, lo cual significaba que tendríamos que quemar llantas si queríamos llegar a tiempo para el vuelo de Mario a las siete y media de la noche.

Después de eso empacamos muy rápidamente, es decir, achocamos nuestras cosas en las maletas, apenas y cerraban, teníamos aún un pendiente y nos empezamos a vestir para ello.

No me iré sin una ultima probada de ti –le dije bajando su bóxer y tomando su miembro con mis manos. No daría tiempo para un oral así que solamente se la jalé con mi natural destreza, él hizo lo mismo, lo que sucedió fue vergonzoso pareciera que entre los dos no hubiésemos sacado ni una docena de espermatozoides, a Mario apenas le salió una gotita disparada al pecho (la cual lamí sin molestia alguna) y a mi me salieron dos pero sin mayor impulso y que él consumó sin chistar… vaya, si que nos habíamos quedado sin reservas la noche anterior.

Ya vestidos adecuadamente para nuestro destino en mi ciudad, fuimos al cuarto de las canadienses, yo sabía que seguían ahí… tocamos y nos abrieron, se preparaban para almorzar, en un principio vernos no les fue muy agradable, pero una vez que les dije que lo sentíamos y que Mario les dio nuestros regalos se sintieron mejor. Platicamos un rato mientras nos recibían el cuarto (parte del protocolo de la administración), una vez que vieron que nada faltaba o estaba roto, abracé a mi pelirroja, le di un suave beso en la mejilla y le puse una flor en la oreja, era una margarita púrpura, le prometí nunca olvidarla, Mario igual se despidió aunque mas reservadamente, a las otras no les di flores pero tampoco tenía intenciones de hacerlo. Fue todo ya teníamos que partir.

Hicimos tontería y media camino al transbordador, y una vez ahí, ambos suspiramos al ver nuestra isla alejarse en el horizonte. El resto del viaje platicamos mucho, Mario no buscaba distraerme ya que iba muy rápido, la música estaba bajita y mi niño se durmió un tramo del camino.

Finalmente las luces y los pasos a desnivel nos dieron la bienvenida, tomé el anillo periférico y llegué en unos quince minutos al aeropuerto. Bajamos a todo prisa, el tiempo era exacto para que Mario registrara sus maletas… luego tomamos un café juntos, nos reiteramos la promesa hecha en el faro… lo extrañaría mucho. Su vuelo ya estaba listo, lo acompañé hasta las escaleras, hubo un momento de silencio entre nosotros, él me miraba fijamente y se acercó mucho a mí.

Prométeme que te cuidarás –me dijo. –no quiero que vuelvas a conducir así de rápido.

Está bien Mario –le conteste. –tu tampoco te metas en líos.

Otro silencio.

Tomó mi muñeca suavemente y con la misma rapidez me dio un beso fugaz, asentando sus labios en la parte derecha de los míos, fue algo muy rápido y perfecto, quedó rojo como un tomate y yo también. Subió las escaleras de dos en dos y de tres en tres, volteó a verme y me despedí de él con el saludo scout, él solo rió y me hizo discretamente esa seña en que el dedo medio permanece erguido mientras que sus dos contiguos se doblan, los conductores histéricos suelen hacerla por si aún no han captado cual es, Volvió a reír se despidió ya en serio y me mando un beso volado.

Por primera vez, lo veía irse con expresión calma y sabiendo que lo volvería a ver… también tenía claro que sin importar quien estuviera en nuestras camas en estos meses, él era únicamente mío y yo únicamente suyo, un sol dorado había sido testigo de ello.

 

Bien, esta fue la segunda parte. Gracias por leerme, y gracias también a quienes han dejado comentarios en el relato anterior… de antemano agradezco a quienes comenten en este escrito.

Va dedicado a le petitPrince. Jet’aime.

Saludos a los amigos y lectores.

Dreamerx.

(9,40)