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Las mentes curiosas que fantaseaban entre las sábanas: (cap.5) La playa

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CAPÍTULO 5: LA PLAYA

 

Sexo, sexo, sexo, y más sexo; sucio, sádico, depravado, y cerdo; casi cada día durante varios meses fue así, la intensidad subía y la imaginación brotaba a chorros de semen y placer. La complicidad entre la pareja había llegado a un punto donde una mirada bastaba, estando en mitad de la calle, para esconderse en un callejón y disfrutar de sus cuerpos apasionadamente.

No se puede decir que la vida sexual que habían creado fuera aburrida ni por un segundo, aún así, siempre seguían buscando más morbo y placer, y cada vez era más difícil de conseguir innovar, así que optaban por llevar más lejos las sensaciones y juegos.

Llegaron las vacaciones de verano, viaje, y como no, nuevas oportunidades de ir más allá, en lugares donde nadie los conocía.

Un día completo de playa por delante, y unas calas poco visitadas donde el nudismo era una práctica permitida, que ocasión tan esplendida para disfrutar algo nuevo.

Jaime no tardó mucho en pedir a Elizabeth que se desnudara para tomar el sol, de hecho, no sería la primera vez que lo haría, pero esta vez, el pudor a exhibir su cuerpo era mucho menor. La chica se desprendió del bikini sin problemas, se notaba que le sobraba hacía rato.

Las horas fueron pasando, mientras la pareja se tocaba y acariciaba bajo la sombrilla, el empalme de Jaime era muy notable, y los fluidos de Elizabeth podían olerse a distancia. No les preocupaba nada si alguien llegaba a sospechar que hacían más de lo permitido para un lugar público.

Un paseo al agua, las olas bañaban el pequeño y precioso cuerpo desnudo de Elizabeth, Jaime la observaba enamorado de sus curvas y su ser. Se acercó a ella y la agarró con fuerza, mientras las mareas hacían romper las olas violentamente contra ellos, que se abrazaban más fuerte con cada una de ellas hasta que la cola de Jaime pasó a dejar de estar rodeada de agua salada para estar rodeada por los flujos salados y la suave piel del chichi de su chica.

El sexo furtivo les encantaba, y más cuando pasaba gente por la orilla mirándolos bajo la única protección de un agua tan cristalina, que de no ser por la espuma de las olas, no hubiera dejado duda alguna de la actividad que escondían bajo ella.

Jaime besaba el cuello de su chica con disimulo pero pasión simultáneamente, Elizabeth le abrazó con sus piernas y comenzó a mover las caderas como solo ella sabía, notaban las miradas indiscretas de los bañistas de la zona, y pronto el orgasmo brotó de las profundidades marítimas hasta la boca de Elizabeth, en un gemido seco que Jaime apagó con sus labios antes de que nadie pudiera oírlo.

Un par de minutos abrazados en el agua mientras el semen se desprendía del cuerpo de Elizabeth, luego un paseo de vuelta hasta la sombrilla, agarrados de la mano.

La pareja cayó rendida a la sombra del parasol, y dieron una pequeña cabezada mientras acariciaban sus cuerpos.

Un par de horas más tarde, Elizabeth abrió los ojos al sentir un cosquilleo por sus piernas; un perro enorme desde su punto de vista, la olisqueaba curioso acercándose de forma peligrosa a su entrepierna. Elizabeth se sobresaltó despertando a Jaime.

–Ahh!– gritó Elizabeth, mientras Jaime se incorporaba asustado buscando un motivo a ese alarido, –¿Qué pasa? ¿Qué pasa?– dijo este preocupado.

Jaime centro la vista en el perro y comprendió la situación, un segundo después comenzó a reír a carcajadas.

–Jajaja, tranquila, que solo se te quería comer el chichi, que te olerá rico, jajaja.– dijo con burla. Elizabeth lo miró indignada pero rápidamente una risotada salió de ella también, –Jaja, pues olerá a tu semen so guarro– respondió y le sacó la lengua.

Un hombre en la lejanía llamó al perro con acento inglés, se acercó corriendo mientras su barriguita cervecera ondeaba sobre la flacidez de su pene corto pero grueso, tomó al perro del collar mientras repasó con la mirada el cuerpo de Elizabeth de arriba a abajo, una erección desmesurada se produjo al instante, y esa polla poco llamativa pasó a ser una inElizabethnte cola de cuarentón gordito, no era impresionante en forma o tamaño, pero sí en velocidad de llenado sin duda.

–Excuse me.– dijo el hombrecillo dándose media vuelta para esconder su erección, mientras tiraba del perro, luego se alejó rápidamente. Elizabeth y Jaime se miraron y rompieron a reír. –¿Qué ha sido eso?– preguntó Jaime retóricamente, –no me ha quedado claro si se ha disculpado por el perro o por empalmarse nada más verte.– continuó.

Elizabeth no podía dejar de reír, –Pues por el perro, que por mi es normal que se le ponga dura, les pasa a todos, qué te crees.– dijo aguantando la risa mientras ponía una pose sexy, para luego reír con más ganas.

Jaime se acercó a Elizabeth y comenzó a besarla y acariciar su cuerpo, –Si es que eres la mejor vidita.–.

La pareja se fundió en un beso demasiado húmedo para el lugar en el que estaban, pero el hecho es que ya no había tanta gente en la playa, el sol había bajado, y a penas debían quedar unas veinte personas en toda la arena, y seguro que estaban a calas de distancia, junto al chiringuito de la entrada principal. No había que temer y ellos lo sabían.

Jaime bajó a la entrepierna de Elizabeth y comenzó a lamerla, mientras ella se relajaba tumbada en la arena. Unos segundos disfrutando y Elizabeth puso una toalla bajo su cabeza para poder observar como trabajaba Jaime, le encantaba mirarlo y más aún en un sitio tan bonito como en el que estaban. Al observarlo no pudo callar lo primero que pensó, –Mmmm... Así, así perrito, mmm– dijo poniendo la cara más guarra que pudo. Jaime levantó la vista y se rió, –Ya te gustaría a ti perrita, que te lamiera así.– y comenzó a lamerle el chichi a lenguetazos. –Sí, si, eso quiero.–contestó Elizabeth mientras asentía y agarraba la cabeza de Jaime pegándosela más al coño.

Jaime se retiró y le abrió las piernas con las manos, –Pues si quieres voy a buscarte al perrito... y me lo traigo para que te hagafiki fiki, jaja.–, Elizabeth lo miró con odio fingido, –Tú sabrás, pero luego el dueño me querría hacer fiki fiki también.– Jaime frunció el ceño, –No, no, el dueño que se joda y se la casque, solo le dejo al perro.–, Elizabeth se rió una vez más, –No, que el único perro que me lo puede hacer es el Toby, bueno y tú perrito.–. Jaime sonrió malignamente, –Ahh, ¿Sí?, tomo nota, te tomo la palabra.– Elizabeth se incorporó y le agarró la cabeza, para inmediatamente volver a echarse llevando la cabeza de Jaime hasta su sexo, –Anda callate ya y comemeló.–, Jaime obedeció no sin añadir un último, –Va a ser que si que sabe a mi semen.– ella se mordió el labio a la vez que hundía más la cara de su novio contra su coñito, –Pues te lo comes todo que te gusta cerdo.–

Jaime siguió lamiendo, y con especial ansia, ya que la situación le excitaba de sobremanera, ella por su parte lo disfrutaba tanto o más, le encantaba como habían empezado a tocarse de nuevo, aunque no fuera a admitir jamás que ver como se empalmaban al mirarla la había puesto cachonda, y menos si el empalme era de un tipo tan poco atractivo como el dueño del perro.

Elizabeth cerró los ojos y se dejó llevar por la lengua de Jaime, se relajaba por completo mientras su chichi le mandaba espasmos de placer directos a su cerebro y espina dorsal, no podía ser mejor, nada enturbiaba ese momento, hasta que, un ruido en la maleza la distrajo.

Giró la cabeza y pudo ver claramente que una cabeza humana que se escondía tras un montículo de arena, –Chiqui, creo que nos están espiando.– dijo golpeando la cabeza de su chico. Jaime levantó la cabeza, y miró, –Espera que me pongo de pie.–. Se levantó y su polla quedó completamente erecta frente a la cara de Elizabeth, esta la miró con deseo, y olvido por un momento que quizás los estaban mirando. Se abalanzó a por la cola de su novio, y comenzó a chuparla con amor.

–Ufff, joder, pero ¿Has visto a alguien o solo querías que me levantara para hacer eso?–, preguntó. –He visto, he visto una cabeza.– dijo Elizabeth sin apenas sacarse la polla de la boca, y prosiguió como si nada.

Jaime alargó la mano y cogió las gafas de sol que Elizabeth llevaba en la cabeza, se las puso como si le molestara el sol a pesar de lo bajo que estaba, y comenzó a mirar a un lado y a otro buscando al posible espía. Tan solo unos segundos y dio con él, un hombre, al que no distinguía muy bien, los miraba fijamente mientras llevaba un pequeño movimiento en el cuerpo, que indicaba sin duda que se estaba masturbando.

–Elizabeth, Elizabeth, hay un tío mirándonos mientras se la casca.– Elizabeth paró un momento de chupar la polla y preguntó, –Alaaa, jojo, y ¿Está bueno?– dijo riendo, –¿Eso importa o qué?– respondió Jaime dándole un cachetito en la cara. Elizabeth lo miró con cara de guarra, –Claro, que si esta bueno lo invitamos.– añadió guiñando un ojo, y luego sonrió sacando la lengua, gesto que aprovechó para volver a chupar la cola.

–Bueno, ya veo que no te importa, así que hay se queda mirando.– Elizabeth paró abruptamente, –Pero ¿Lo dices en serio?– preguntó sorprendida, –Claro tontita, ¿No lo habías visto tú antes?– respondió Jaime alegremente. –Jodo, y ¿Qué hacemos? A ver si se nos va a acercar y se me va a querer follar?– dijo ella preocupada. –Lo mato, tú tranquila que no te iba a tocar ni un pelo, ¿Qué pasa? ¡qué eso es lo que quieres cabrona!– contestó él, Elizabeth sonrió y volvió a decir, –Si esta bueno...– sacó otra vez la lengua picaramente tras decir esas palabras.

–Te voy a mandar a chuparla cabrona.– dijo Jaime con falso enfado.

–Eso, eso.– respondió Elizabeth haciendo gesto de chupar polla, golpeando con la lengua el cachete de su cara por dentro.

–Pues ahora me la vas a chupar.– añadió él empujando la cabeza de Elizabeth hacia su cola y metiéndosela en la boca.

–¡Qué nos va a ver!–

–Bueno, pues lo tendrás que hacer bien para que se te quiera follar cerdita.–

–¡Qué tontito eres!– concluyó Elizabeth sonriendo mientras volvía a chupar la polla de su chico.

Elizabeth paró una vez más, y preguntó –¿Dónde está? A ver si lo veo.– Jaime le indicó, disimuladamente, una dirección con el dedo, –Allí, tras ese montículo de arena.–

Elizabeth volvió a chupar la cola mientras miraba discretamente en esa dirección, pero no veía nada, cada vez miraba más descaradamente, hasta que por último no dejaba de mirar allí.

–Como sigas mirando así para allá, se va a pensar que lo haces para provocar petarda.–

Elizabeth se sobresaltó y miró de nuevo a Jaime, –Perdona que no me había dado cuenta, ¿Me habrá visto mirarlo?–

–Me da que sí.– dijo Jaime girándole la cabeza a Elizabeth para que mirara al lado.

El hombre se había levantado, dejándose ver por completo, se tocaba la polla apretándola con fuerza mientras miraba a la pareja. Tenia aspecto de rondar los cuarenta y tantos, y aunque no se conservaba mal, tampoco haría que nadie se girara a mirarlo. Tenía un pelo espeso tanto en el pecho como en los testículos, y el moreno de su piel decía que tomaba demasiado el sol. Su polla era normalita, y con tanto pelo y distancia tampoco demasiado destacable, aunque si que parecía estar bien dura.

–¿Qué hago ahora?– Preguntó Elizabeth.

– Ya sigue comiéndomela, que no creo que se acerque, se hará una paja y se irá.–

–Tú quieres que nos mire eh guarro–

–Has empezado tú, así que ahora te aguantas, además, vas a decir que no te da morbo la situación.

Elizabeth miró con complicidad a su chico y añadió –Un poquito.– y volvió a chupar la cola, esta vez intercalando su mirada de su chico al extraño voyeur.

El extraño se apoyó en el montículo de arena y abrió un poco las piernas, dejando así que Elizabeth viera su verga en toda plenitud. Claramente esperaba cualquier indicio de invitación, pero eso no sucedía ni por un momento, así que se acomodó y prosiguió su masturbación mientras observaba a la pareja, en especial a la chica. Cada vez que Elizabeth le regalaba una mirada, el hombre daba un pequeño espasmo que hacía pensar que iba a eyacular de forma inminente, pero bajaba el ritmo y lograba contenerse.

–Me estoy poniendo muy guarra.– dijo Elizabeth mientras se lamía la mano para luego bajarla a su sexo. Abrió un poco las piernas y mientras chupaba y acariciaba la polla de su novio con la otra mano, comenzó a tocar su chichi con la que había humedecido. Aunque estaba chorreando, Elizabeth volvió a humedecer su mano, saboreando sus flujos por un instante, mirando al mirón con cara de cerda, y con la misma cara bajo a tocarse de nuevo.

–Joder que caras estas poniendo, me vas a matar. Pero mejor que no lo mires más así o se lo va a tomar como invitación.– comentó Jaime.

–No lo hago para eso eh, es solo que me da morbo que me mire, pero como se acerque le escachas la cabeza.–

–Jaja, tranquila, pero cuidado que si yo fuera él, al verte así me volvería loco y si me miraras así, al menos querría probar suerte a ver que pasa.–

–Vale, vale.– añadió Elizabeth intentando contener sus miradas.

Jaime ya no aguantaba más, así que puso a Elizabeth a cuatro patas y se colocó tras ella. Rápidamente dio unos lametazos a su chichi quedándose con su sabor en la boca, e inmediatamente le metió la cola es su muy lubricado chochito.

Tras empezar a follarla cacheteó su culo un par de veces, y luego empezó a manosear sus tetas mientras le lamía el cuello.

–Mira como nos mira, estará que se muere por verte tan cerca y no poder tocarte.– susurró Jaime a su oído.

Elizabeth giró la cabeza y miró al hombre, realmente veía desesperación en su rostro, esa cara marcaba una excitación que pocas veces había visto, –Joder que morbo.– musitó entre dientes.

Jaime se incorporó un poco para embestir con mayor fuerza a su chica, y al levantar la vista su sorpresa fue absoluta. Otro par de chicos los miraban desde el frente, y a la espalda había una pareja que también observaba.

–¡Elizabeth! Hay más gente mirando.–

La chica se giró a un lado y a otro a ver quien había, se quedó sin aliento un segundo, estuvo a punto de parar y salir corriendo, pero entonces vio que las pollas de todos los chicos que la miraban estaban duras como acero, y de repente el miedo pasó a ser lujuria.

–Fóllame, ¡Fóllame!– dijo de forma audible para todos los presentes, –Quiero que vean como me follas.– prosiguió en un tono más bajo y sucio solo para su novio.

Jaime al oírla empezó a metérsela aún con más ganas. Elizabeth meneaba el culo como una autentica zorra sacada de la mejor película porno, había empezado a disfrutar el momento sin duda alguna.

Miraba a todos, y todos la miraban a ella, se sentía deseada, preciosa, y morbosa, era una diosa y todos la veneraban.

La pareja que los miraba era bastante joven, y ambos de buen ver y depilados, la chica delgada de pechos pequeños, el chico también delgado y con una polla acorde a su tamaño, pero con una erección grotesca, tanto que la novia tuvo que empezar a chupársela para intentar rebajarla, aún así, las miradas del resto se seguían centrando en Elizabeth.

Los otros dos chicos eran atléticos y guapetes, también sin un solo bello en el cuerpo, uno rubio y otro moreno. El rubio contaba con una buena cola, larga y gorda, el moreno la tenía de dimensiones más normales. Mientras miraban a la pareja, el moreno comenzó a acariciar la del rubio, y no tardó en seguir los pasos de la otra chica, y empezó a realizar una buena mamada al rubio. Elizabeth se molestó levemente por el echo de pensar que quizás miraran más a su novio que a ella, y quizás un poco por el desperdicio de esa cola tan enorme, pero se le pasó pronto al ver que a quien miraban era a ella, quizás añorando tener un cuerpo como el suyo, o tal vez su belleza, pero fuera como fuere, estaba claro que la adoraban sobre cualquier otra cosa del paisaje.

Los gemidos de placer de Elizabeth se acentuaban por segundos, y aún crecieron más al ver como el primer hombre que la observaba reventaba de tal forma que el chorro de semen que lanzó voló varios metros hasta caer justo al lado de donde ella posaba la mano izquierda. El hombre no dejó de mirarla a los ojos ni un solo instante mientras se corría, y ella pudo notar como en su mente la atravesaba con su ardiente polla. Elizabeth encogió la mano junto a la que había caído el semen y cerró los ojos, el olor del semen llegó hasta su nariz, y curiosamente no le produjo ningún tipo de repulsión, le olió a alago y devoción, le olió a deseo y satisfacción, su coño chorreó con fuerza unos instantes.

Pero su polvo no había terminado aún, Jaime la volteó tumbándola boca arriba en la arena, luego se colocó dejando la pierna derecha de Elizabeth entre las suyas, y subiéndole la otra hasta su hombro, una vez así comenzó a penetrarla de nuevo, pudiendo hacerlo de forma más profunda a la vez que la observaba mejor y ella veía el entorno en mejores condiciones también.

Elizabeth estiraba el cuello para mirar tras ella y veía a la pareja gay claramente, volvía la vista a delante y allí estaba la pareja hetero. Felaciones en ambos lados, y mientras el primer mirón seguía con la polla en ristre sin perder ni un solo centímetro, ni bajar el ritmo de bombeo.

Las piernas de Elizabeth temblaban de placer, el orgasmo se sentía venir desde los dedos de los pies, todo empezó a retorcerse en ella, que lo aguantaba para disfrutar un instante más de esa sensación y ese morbo que la rodeaba. La corrida del rubio llenó la boca del moreno, y este comenzó a lamerle las pelotas mientras el mismo se corría en la arena por tocarse con su mano; la chica hacía lo propio con sus dedos y su clítoris mientras observaba a Elizabeth y comía polla, la leche de su novio también bajó por su cuerpo chorreando entre sus tetas y resbalando hasta su coñito en el momento de su clímax. Y así también llegó el momento para Elizabeth, cuando sus admiradores se habían saciado les regalo los mayores gemidos y se perdió en un orgasmo sin fin, que la corrida de Jaime acentuó con creces, haciendo que perdiera la consciencia durante un instante. Elizabeth perdió las fuerzas dejando su cuerpo tendido en la arena, mientras Jaime daba los últimos empujones en su interior, extendió los brazos en cruz y suspiró. La humedad bajo la mano de Elizabeth hizo que abriera los ojos y girara la cabeza en dirección a ella, bajo el dorso de su mano rebosaba la corrida que antes había caído en la arena, llena de granos de la misma y aún espesa. Antes de que le diera tiempo a reaccionar, una gran salpicada blanca cayó por todo su antebrazo, desde la palma de la mano al codo, el mirón original había conseguido correrse de nuevo, y esta vez la visión de ver como ella tenía un orgasmo, le había dado mayor potencia de alcance, suficiente para llegar a tocar con sus fluidos lo que no podía tocar con sus manos, un pequeño espasmo se produjo en el interior del chichi de Elizabeth al sentir el caliente líquido en su piel. Orgulloso se giró y se fue, al igual que el resto de los observadores.

Jaime y Elizabeth permanecieron unos minutos en silencio, luego el salió de ella dejando que toda la leche rebosara a borbotones, Elizabeth se incorporó con cuidado.

–Voy al agua a limpiarme el chichi y esto.– dijo mostrando la corrida en su brazo.

–Joder, ¿Y eso?–

–El tío ese que se ha emocionado y ha llegado hasta aquí con la corrida.–

Jaime rió un segundo, –Pero, ¿Se ha acercado?–

–No, no, desde allí, que se ha corrido dos veces y la segunda más fuerte.–

–Si es que estás demasiado buena, ya te lo dije.–

–Después de esto voy a tener que creérmelo...–

Ambos rieron y se pusieron en pie para ir a limpiarse juntos a la orilla, mientras se abrazaban y besaban, y Elizabeth bromeaba con lanzar el semen a un lado y otro. Al llegar al agua se fundieron en un beso y sonrieron, al fin y al cabo aún quedaban días de playa.

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