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Nota: Lindo cuando lloras

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Capítulo 16

Eduardo:

Sentir las miradas pesadas de las demás personas sobre ti es difícil, muy difícil, y aunque trate de ignorarlas, no sé por qué mierda me importa. Muy fácil es decir, muy difícil actuar, más sin embargo no me importa lo que piensen, pero si me importa que me vean como un fenómeno, me contradigo, no tiene mucho sentido lo que sale de mi boca.

Al caminar por el pasillo me viene a la mente lo que ha pasado esta última semana que terminé mi relación con Carlos, es muy duro, lo sé, y aunque estoy seguro que él no quiere, creo que tiene razón en decir que es lo mejor para nosotros, ¿Para qué sufrir? Bueno, mejor dicho, ¿Para qué hacerlo sufrir? Porque yo estoy sufriendo por él, pero me siento extrañamente tranquilo al haberlo visto tan normal el día que nos despedimos.

Tenía la esperanza de que una de esas tantas tardes Carlos apareciera por el dormitorio, había dejado ropa, algunos cuadernos, y esa caja que mire hace unos días, pero mi ilusión se marchitó cuando me di cuenta de que no me visitaría más, lo único de lo que estaba enterado es que no se presentaba más a clases, y que ya había cerrado el año, míralo por el lado bueno, por lo menos tendrás algo para recordarlo.

Por otro lado, lo admito, y como él sabe, soy el hombre más necio y terco del planeta, al principio no respeté su decisión, lo busqué mucho, más que nada para conversar y pedirle que no se fuera, incluso el lunes, que vino con Alberto a la oficina de Hernández por el asunto de su cardex traté de hablar con él, que podíamos afrontar el golpe de la marea. Ahora, lo pienso mejor, y me digo “Eres un soñador”, que lo soy porque no tengo mucho que ofrecerle a él, tal vez la beca hubiese cubierto todos los gastos de la escuela, pero no podría darle lo que se merece, o no sé, tal vez y si hubiera podido, es sólo que la mente me da vueltas, no sé qué pensar, estoy en blanco a veces no quiero nada y a la vez lo quiero todo.

Pasé de ser el genio del baloncesto a ser un extraño y raro para casi toda la escuela. Me han dejado de invitar a las fiestas, incluso mis compañeros me han evadido, qué más da, la única persona que me demostró ser mi amigo es Luke, pero tampoco puedo seguir dependiendo de él, no sé vale, no es justo porque él tiene su relación con Michelle que le ha hecho mucho bien, y el vacío que dejo Carlos no lo puede llenar nadie.

El entrenador del equipo me ha seguido insistiendo, pero no, no le veo sentido, ¿Para qué? No me dan ganas de tomar el balón, y de nada serviría si por mi culpa perdieran el partido, además de que Austin ya no sigue en el equipo, pues lo vetaron para que yo volviera, aunque se lo tenía muy merecido, no pensaba volver, simplemente no, no quería, y cuando alguien hace las cosas por obligación, nada sale bien.

Ahora parece que soy el centro del mundo, incluso Alberto trató de hablar conmigo, insistiendo en que debo seguir mis estudios, habló con el rector, incluso me dijo que insistió con Carlos del tema, hasta me prometió interceder entre mi padre y yo, pero negué su ayuda, no volveré con la cola entre las patas a hablarle a ese señor, y mucho menos sabiendo que él no quiere a Carlos, seria acto de tremenda hipocresía. Me despedí y le dejé en claro que aún sigo en la escuela porque no tengo donde más ir, pero en cuanto el verano empiece buscare un trabajo para poder mantenerme solo.

Es viernes, por lo que me comentó Michelle, Carlos y Alberto se van esta noche a Inglaterra, pues ya, nada más queda por hacer, solamente resignarte, y mostrarle a tu osito que eres fuerte, que puedes sobrellevar toda esta situación y que has madurado, como él una vez te dijo, “Me he acostumbrado a lo largo de mi vida que nada es para siempre, mucho menos las personas”.

Sonó la campana para entrar a clases, todos empezaron a moverse rápido, yo no, desde hace días que no conocida la palabra profesor, dejé de entrar a clases. Lo único que se me antoja ahora es abrazar el oso que aun está entre mis sabanas.

Recibí un mensaje de Luke camino hacia la habitación “Amigo, vamos a salir un rato con Michelle, tienes que venir”, estaba seguro que después de su pequeña reunión irían a visitar a Carlos y a despedirse de él, así que opté por no ir, ¿Para qué? Ya nos habíamos despedido, y pues, sólo nos lastimaríamos más.

Giré el picaporte de la puerta, no miré alrededor mío, me concentré en el color dorado de la manilla, no sé por qué estaba tan agotado, tan triste, y creo que también estúpido ¡Ya Eduardo! ¡Ya tienes que dejarte de idioteces! ¡Supéralo! ¡No puedes vivir la vida así! No lo quieres tú, mucho menos Carlos, por lo menos tente un poco de lastima, por favor.

Cuando la puerta se abrió por completo pude ver una silueta al fondo, de espaldas a mí, una figura un poco encorvada, ¿Sera él? Me acerqué, parecía estar tomando algunas cosas de la cama, miré la caja encima de esta, si era él ¡Era Carlos! La puerta se cerró por inercia, esto hizo que mi osito se asustara y diera la vuelta.

Me quedé estático en la pequeña sala, él me miraba asustado, más que nada muy nervioso pero a la vez, calmado. Sólo espera Eduardo, necesitas controlarte, eres fuerte, pero es que él no deja de verme tan profundo, que malditos ojos tiene, que inocencia irradia, y aun sabiendo que eso me enloquece no deja de hacerlo, sigue ahí, parado como tonto, mirándome, con una libreta en su mano derecha, no puedo, lo siento mundo, o quien me haga caso, lo siento.

No puedo evitarlo, mis ojos empezaron a lagrimar, y no pude más, después de mirarlo unos segundos me quebré, ahora mismo, un mundo paso frente a mis ojos, no sé qué paso ahí, aún recuerdo ese instante, una situación extraña, tal vez euforia, tal vez terror, no sé qué fue, lo único que pude hacer fue llevar mis manos a mi cara, necesitaba cubrirme la vergüenza, que no quería que él me viera así, destrozado, me sentí débil, mis rodillas fallaron y caí al suelo sobre ellas, soy patético.

Piensa tonto, ahora mismo lo que pasa por tu mente es que todo se fue a la mierda, sabes que has perdido al amor de tu vida, sabes que los estudios se han ido a la mierda, estas consiente que sin él las cosas cambiaran radicalmente, que te has quedado totalmente solo, y ahora le estas causando lastima, que patético eres Eduardo, un hombre patético que no puede siquiera disimular nada, estas llorando como nena, sé hombre cabrón, se valiente. El problema es que, no puedo.

Sentí como alguien camino rápido hacia mí, acto seguido unos brazos envolviéndome, Carlos se hincó frente a mí, me abrazó tan fuerte pero yo quería más, quería más de su abrazo, sólo un poco más, y que el tiempo se detenga por un momento, que mierda digo, que el tiempo se detenga para siempre.

-Perdóname –Dije entre llanto, levanté mi cabeza, mi nariz se perdió en su cuello, sentí su calor en todo mi ser-

-No digas nada… -Me tomó fuerte de la nuca-

-No cabrón –Me separé de él, lo tomé de la cabeza y lo miré a los ojos- No me pidas que no diga nada porque sabes que te amo con cada fibra de mi ser, con mi corazón, con mi alma y me duele que me abandones porque mi vida no es absolutamente nada sin ti –Lo besé fuerte-

-Tampoco mi vida vale sin ti mi tonto –Carlos se lanzó de nuevo a mis labios- Me tenías muy preocupado, moría de angustia, tenía miedo que pudiese pasar algo fuera de mi alcance, que pudiera perderte –Sus manos me apretaban con mucha fuerza, sentí en sus palabras miedo, pero no entendía el por qué-

Aunque ambos estábamos hechos un mar de lágrimas, seguíamos besándonos, la textura de sus labios fue fenomenal como siempre, sus lágrimas mojaban mis mejillas, mis lágrimas resbalaban por su barbilla, y el beso continuó, a pesar de todo, había aun ese deseo, así como el primer día, cuando lo reté y lo enseñé a besar porque el muy tonto tenía miedo.

-Ya no hay más que hacer Eduardo –Se separó de mí- He renunciado a la beca, Edel arreglo todo en Inglaterra, estudiaré Arte –Carlos trató de sonreír, por lo menos entre tanta lluvia se asomaba un arcoíris-

-Me alegro mi amor –Lo besé de nuevo, lo tomé de la nuca, mis dedos se perdían entre sus cabellos-

-Aunque quisiera no puedo quedarme, no tengo como mantenerme, no puedo –Trató de calmarse, pero era inútil-

-No te preocupes –Junté mi frente con la de él- Estoy feliz porque sé que lejos de aquí tu podrás triunfar, y eso es lo que más quiero osito –Un beso más- Mi mayor deseo es que mi chico sea feliz.

-Soy el más grande de los estúpidos, el más grande de los idiotas –Su cuerpo tembló levemente y comenzó a sollozar-

Carlos me abrazo, me partió el corazón sentirlo llorar en mi hombro, yo me encontraba perdido en su cuello, inhale profundamente su aroma para conservarlo conmigo por siempre, olía a gloria, ese olor natural que tanto me encantaba, ese olor de su piel, es indescriptible, delicioso y adictivo.

-Te amo –Dije entre sollozos- Eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida –Carlos se aferró a mi abrazo aún más-

-Yo también te amo –Me besó con desesperación- No te olvidaré jamás, siempre, recuerda –Marco sus palabras- Siempre seré tuyo.

Nunca en mi vida olvidaré esas palabras, con él conocí el amor, un amor distinto, un amor que estaba lleno de defectos, un amor desigual, éramos tan disparejos, pero a ambos nos valió poco, así nos arriesgamos, y ahora puedo decir que me siento feliz, porque sé lo que fue, y no me quedé con el cómo hubiese querido.

-Hazme el amor Eduardo –Susurró Carlos a mi oído-

-Ohh… mi osito –Respondí y besé de nuevo su frente- Te amo tanto.

Ambos nos quedamos mirando, estábamos conscientes de que sería nuestra última vez, y me dolía mucho, tal vez pude haber sido el primer hombre en su vida, pero no el último como tenía planeado.

Lentamente fui besando su cara, recorriendo sus mejillas, su graciosa nariz, su suave frente. La punta de mis dedos hacían cosquillas a sus labios, estaba ligeramente pegajosos, de un color rosado dulce y un sabor a infinito. Mis manos fueron bajando su playera por sus hombros, gracias a que aún usaba la ropa algo suelta, eso me facilito las cosas. No dejé de besarlo, en ese instante lo único que me importaba era que el dolor desapareciera y lo único para recordar de la última vez que nos vimos fuera placer, amor y deseo.

Ambos estábamos a media sala, atrás del sofá y al lado de la cocina, había un espacio lo suficientemente grande. Carlos se fue recostando en su espalda, yo me posicioné encima de él, sus hombros estaban descubiertos, me dejó ver su piel blanca y unos pezones deliciosos color fresa.

-Promete que recordaras que soy tuyo –Dijo Carlos-

-No puedo ver entre las lágrimas -Reí-

-Podrían pasar miles de años –Dijo en mi oído-

Fui bajando por su cuerpo, quite su camisa por completo, en ningún momento nos dejamos de mirar.

Con mis manos desabotoné su pantalón, sentía su cuerpo estremecerse debajo de mí, comencé a lamer una de sus tetillas. Escuché a mi chico dar pequeños gemidos al aire, ahora me queda claro algo.

Sus manos resbalaban por mi espalda, yo bajaba su pantalón de una forma lenta y pausada, Carlos subió y me quitó la camiseta, la tiró justo al lado de la suya. Acerqué mi barbilla a su cuello y comencé a hacerle cosquillas como le gustaba tanto. Sus manos bajaron aún más hasta llegar al inicio de mi pantalón, me separé de él y comencé a quitármelos, quería que fuera todo fugaz, pero también que durara como cuando las estrellas extrañan al sol en las noches de luna.

Me lancé de nuevo encima de él, comencé a morder sus hombros, su piel sabor leche me encantaba. Ambos teníamos nuestra ropa interior puesta, mi pene dentro de mi slip se apresaba, Carlos llevaba un bóxer suelto, me encantaban. Mis manos rodeaban su cintura, bajando hasta su cadera, fue donde comencé a meter mis dedos y la palma de mi mano bajó su ropa interior, mi osito seguía gimiendo, lo silencié con un beso. Mi respiración se entrecortaba al sentir su piel sudar bajo la mía, mi sudor se impregno en su blanca piel y recorría todo su cuerpo hasta llegar a la alfombra en una combinación exquisita con su esencia.

Bajé su calzoncillo, comencé a lamer su cuello y subir hasta su oreja, Carlos comenzó a reír, parece que le hacía cosquillas. Al sentirlo completamente desnudo bajo mío, mis manos comenzaron a descender hasta llegar hasta su herramienta que parecía hierro fundido por lo caliente que estaba. Lentamente fui bajando el prepucio que quemaba las yemas de mis dedos, apreté su pene ligeramente y comencé a masturbarlo.

……………………

Carlos:

Eduardo bajó mis parpados con sus dedos, logré percibir como su boca fue bajando por mi estómago, jugó con mi ombligo, eso me gusta mucho y sé que a él también. No pensé en nada cuando recorría mi cuerpo con su lengua, sentía muchas emociones tan placenteras, y mi cabeza estaba en las nubes. Todo podría pasar.

-A-ahhh –Entreabrí mi boca cuando sentí la humedad de Eduardo depositarse en mi pene-

Como él me pidió no abrí mis ojos, sólo me dediqué a sentir como subía y bajaba algo cálido y suave por el tallo de mi pene, trataba de aferrarme a algo, pero no podía, apuñaba mis manos para poder liberarme de tremendo placer, era imposible, estoy totalmente loco por él. No podía parar de gemir, sentía que me ahogaría si trataba de parar, de alguna manera la búsqueda de sacar todo ese éxtasis me devoraba hasta centrarme al ojo del huracán.

La cálida lengua de Eduardo fue bajando, la sentí en mi anatomía, metiendo su nariz entre mis testículos, lo oía inhalar profundamente y al soltar su exhalación, el aire, me provocaba ligeras risas, pero esto no apagaba los gemidos. Regresaba a mi pene, subía muy lento, bajaba profundo, lamia, acariciaba y mimaba como nunca antes lo sentí hacerlo.

Llegó a mi perineo, se acercaba peligrosamente a mi ano, pero aun no seguía, dio leves lengüetazos hasta prácticamente enloquecerme, le gustaba ponerme así, como pude tomé el cojín que estaba en el sofá y lo apreté con mis dedos, simplemente no podía aguantar, estaba a tope, y si Eduardo seguía tratándome así, mi orgasmo llegaría antes de lo planeado.

-Creo que es suficiente –Escuché que dijo, levanté mi cabeza para verlo, él me sonrió-

-Ohhhhh….. D-Dios…… Ahhhh-hhh –Exploté en gritos cuando sentí su lengua colocarse en mi entrada carnal-

Jamás podre explicar esas sensaciones que me ha hecho sentir cada vez que me acaricia esa parte de mi cuerpo, nunca entendí por qué me siento explotar cada vez que lo hace, son sensaciones únicas que quiero vivir con él, ya que es el único que sabe cómo tocarme.

Sentí como bajaba y subía, totalmente con su lengua que hacia las travesuras, separaba mis nalgas con sus manos, me tomaba de las piernas y me dejaba aún más expuesto para poder observar mejor supongo, ahora no me importa, a la jodida todo, que este momento es de ambos y quiero recordarlo como si no fuera el ultimo, como si fue el de siempre. Se introducía ligeramente, después volvía a sacar la lengua, los pelos de su barbilla me hacían cosquillas, era algo fuera de este mundo, de la galaxia, del tiempo, del espacio.

Metió primero un dedo, y lo sentí como la primera vez, ligeramente doloroso, pero más placentero, después otro, sinceramente puedo presumir que he conocido el paraíso. Jugaba con su lengua mientras introducía y sacaba sus gruesos dedos de mi ser, maldito demonio que me poseía, podía ver su mirada directa sobre mí, él me sonreía, siempre lo hace cuando hacemos el amor, siempre.

…………………..

Eduardo:

Mi Carlos estaba listo para el siguiente paso, me encantaba mirar su carita de ángel sonrojada cada vez que introducía mis dedos en su túnel de carne, me encanta como busca algo con sus manos para apretarlo pero se encuentra a mi merced sin nada más que poder gemir y liberarse de esos demonios que piden a gritos más.

-Gracias por hacerlo así –Dijo Carlos mientras me miraba-

-Así ¿Cómo? –Me acerqué a su boca-

-Así como siempre –Besó mis labios-

Me tomó de los hombros y me empujó, mi espalda quedó contra la parte trasera del sofá, me miró divertido y se mordió el labio. Su mirada se despegó de la mía y  apreció mi pene, no negaré que enserio estaba muy excitado, y sabia como ponerme aún más caliente. Me sonrió, que lindos dientes de conejo que tenía.

Me miraba con deseo y su cabeza iba bajando lentamente hasta mi glande, vi como lo olía, como acariciaba, como lo frotaba contra sus mejillas, nariz, volvía a olerlo, depositó pequeños besos en la esponjosa piel, me miró de forma sensual, única en él, entreabrió los labios, los relamió, me miró de nuevo, ese brillo es su mirada me encantaba, para después meter mi glande a su suave y cálida boca, debido al placer eche mi cabeza hacia atrás y mis manos se posicionaron en su cabeza, mis dedos se perdían en su hermoso cabello tupido.

Carlos comenzó a jugar con su lengua en mi pene y me hizo ver estrellas, poco a poco como el acostumbraba, fue bajando, su calor casi me quemaba, mis manos se presionaban aún más, queriendo que la tuviese toda en su boca. Por unos segundo lo logró, empecé a moverme dentro y fuera, pero pareciese que una arcada lo sorprendió y lo saco rápido.

-Despacio, que te he dicho mil veces que no se va a ir a ningún lado –Acaricié su mejilla-

-Lo sé tonto –Me regalo una bella sonrisa de nuevo-

Conforme los meses fueron pasando me sorprendía más, era todo un maestro en las técnicas para sexo oral, tampoco exageraba tanto, pero si sabía cómo hacerme poner mis ojos en blanco. Tomo mis bolas y comenzó a jugar con ellas mientras seguía mamando mi herramienta, mientras entraba y salía su lengua recorría todo lo que estaba a su paso. Lo saco de su boca, comenzó a apretar el tallo, subir y bajar el pellejo que me cubría, se llevó una de mis bolas a su boca, en todo momento me miró, ya sabrás como me derretía su mirada color miel que llevaba un toque de inocencia sumergido en deseo ardiente, como me encanta que me haga eso, al rato volvió a mi pene retomando su tratamiento de deliciosa tortura oral.

Lo tomé de su barbilla, miré como sacó el glande de su boquita y los deslizaba por sus labios carnosos para por fin desprenderse dejando un hilo que unía mi pene a su boca. Carlos comenzó a subir, ambos estábamos desnudos, su cálida piel se iba depositando ahora encima de mí, subiendo lentamente, sentí lo duro de sus pezones encontrarse con mi pecho, sentí la suavidad de sus piernas entrelazarse con las mías, subía de nuevo poco a poco. Besó mis pezones, los lamió, jugó un rato con ellos y llegó a mi boca, sus piernas se posicionaban alrededor mío, lo tenía hincado frente a mí, sus glúteos rozaban mi pene que ya estaba brotando cantidades impresionantes de presemen.

Empezó lentamente a resbalar sus rodillas a los lados, abriendo sus piernas y dándome pasó a lo siguiente, ahora estábamos listos, lo tomé de las nalgas, mi osito colocó sus brazos por mi cuello, juntó su frente con la mía, para ese entonces el glande ya estaba posicionado para iniciar su travesía hacia su interior.

-¿Estás listo? –Nuestras frentes seguían pegadas, su cuerpo se abrazaba al mío como si tuviese miedo-

-Estoy listo –Susurró, su cálido aliento golpeo mi nariz, dulce como la canela-

Mi glande comenzó a entrar lentamente a su conducto anal, sentí como sus dedos se clavaban en mi espalda, su respiración se agito y la presión entre nuestras cabezas era levemente mayor.

-Ah-ahh –Trató de disimular el dolor-

-Relájate –Lo tomé de la cintura- Aunque nunca te puedes relajar –Solté una risa y besé sus labios-

Las gotas de sudor comenzaron a resbalar por su bello rostro, también la sentía en mis dedos. Mi pene resbalaba ahora con más libertad, se encontraba a medio camino y avanzando, mis manos se desplazaban de nuevo hasta sus glúteos para separarlos un poco, su espalda tenía una capa fina de sudor.

-Ah-ahh-ahh –Dijo Carlos en tono muy bajo, se separó de mi frente y hundió su nariz en mi cuello, recargando su cabeza en mi hombro-

-Ya bebé, ya casi esta todo adentro –Besé su hombro-

Tanta sensación esplendida como aquella inundación de placer que me llevaba a visitar los lugares más recónditos del planeta fue lo que sentí cuando mi pene se amoldaba a las paredes de su ano, iba invadiendo su ser poco a poco, hasta que de un inesperado resbalón entro todo por completo.

-Ahhhhhhhhhhhh –Gritó mi osito-

-Shh, Shhh –Traté de que guardara silencio, miré su cara, sus mejillas estaban rojas y miraba hacia el suelo-

Me quedé estático dentro de él, no me movía nada, pero sentía claramente como su interior se acostumbraba a mi pene que estaba palpitando eufóricamente. Su pancita chocaba contra mi abdomen aprisionando su pene entre los dos, sus suculentos pezones estaban justo frente a mí, su pecho creaba canales de sudor que caían a mis piernas.

Un movimiento de cadera se hizo presente, la penetración y el vaivén estaban en su fase inicial, cada vez mi pene salía más de su ano, y entraba un poco más profundo, la música que salía de su boca en forma de gemidos armonizaba el oído y el aura. Primero muy lento, pues siempre le ha costado acostumbrarse, subí el ritmo cada vez más, pasé de una penetración pacifica, me adentré a algo más excitante. Ahora lo tomé de la cadera y comencé a guiarlo para que diera sentones en mi pene, era la primera vez que hacíamos esa posición, él no tardo en tomar mucha confianza, quité mis manos de su cuerpo y lo vi cabalgando rítmicamente mi miembro.

Sus manos estaban en mis hombros, su cabello ya se encontraba mojado por el sudor, y sus mejillas no decían adiós a la tonalidad roja que las invadía. Cada vez gemía más fuerte, cada vez cabalgaba más rápido, yo me quedé estático recargado contra el sofá admirando su cara de éxtasis y furor frente a mí, sus lindos ojos me hechizaban, su peculiar cuerpo moviéndose al ritmo de un mete y saca melódico, no sé cómo describirlo, pero la vista desde ese ángulo valía más que mil palabras.

Su pene erecto se golpeaba contra mi cuerpo cada vez que el suyo se movía hacia atrás y hacia adelante, hacia arriba y hacia abajo. Se detuvo, estaba respirando con un poco de dificultad, miraba al suelo, trato de retomar la respiración.

-Qué hermoso te ves –Alboroté su cabello húmedo, unas pequeñas brisas de sudor cayeron en mi cara-

-Al final tu siempre me ves lindo –Me miró-

-Tal vez no pueda hablar como el mejor de los poetas, ni sepa usar bien las palabras, pero, esta es mi verdad, eres hermoso mi amor –Acaricié desde su pecho hasta el inicio de su pene-

-Ya lo sé, y es por eso que te adoro –Besó mis labios-

El beso de prolongo, lo tomé de la espalda y comencé a posicionarlo sobre la alfombra, de tal modo de no salirme de él y quedar encima de su cuerpo para ahora lo llevar el control de la situación. Me abracé a su cuerpo que sudaba a chorros, él hizo lo mismo comencé a penetrarlo de nuevo. Claramente se escuchaba el choque de nuestras pieles, de mis testículos contra sus nalgas.

Para ese entonces ya su ano se había amoldado perfectamente a mi pedazo de carne, entraba y salía de una manera alucinante. Besé el cuello de Carlos, lo recorría de arriba abajo, el sabor de su cuerpo era coquetamente salado y con un clima tibio. Debajo de mi sentí su pene hervir, cada vez que metía todo a su ano nuestros cuerpos se movían hacia adelante, lo que provocaba que su pellejo se subiera, y cada vez que salía su pellejo se bajaba, agregando una masturbación entre nuestros cuerpos, simplemente más que fantástico.

-Estoy a punto Eduardo –Dijo Carlos a mi oído-

-Adelante bebé –Besé su mejilla-

Las embestidas comenzaron a subir de velocidad, entraba y salía en un desenfreno ardiente de pasión y enloquecedor de deseo, en cambio entre el reducido espacio donde se encontraba su pene la masturbación seguía su curso, me pegaba más a su cuerpo para hacer más presión y que la eyaculación fuera más oportuna. Me separé de su cara, miré sus expresiones a uno centímetros de distancia, hice más presión, bombeé más rápido. Su cara tenía un tono rojizo que iniciaba desde sus mejillas, bajaba por su cuello y llegaba hasta sus hombros, me miró a los ojos, y sin dar previo aviso comenzó a gemir sin control.

-Me vengo-o –Entreabrió la boca y dijo. Su voz se quebró y en mi vientre sentí los brotes de esperma caliente salir disparados, no dejó de verme mientras eyaculaba, su mirada irradiaba un placer inmenso, me separé un poco de él y vi como algunos disparos llegaban hasta su pecho-

Mi pene seguía en su turno, pero la sorpresa fue mía, que al estar poniendo atención a sus expresiones no me di cuenta como su ano se contrajo, apretando aún más mi pene, como una especie de masaje estimulante que no me permitió aguantar ni un segundo más, eyaculé en sus entrañas, lo bañé con mi esencia, lo marqué nuevamente con mi amor.

Mis embestidas fueron disminuyendo, sentir el cuerpo de Carlos estremecerse debajo de mí, me hizo perderme, el semen aun salía a chorros de mi pene, deposité la semilla de mi amor por él, por lo menos estaba seguro que no me olvidaría, que me recordaría, me lo acaba de mostrar con esto, como me hizo el amor, como lo toqué y como se estremeció, al igual que la primera vez.

…………………

Carlos:

Eduardo se pegó a mi cuerpo, no le importó que estuviese lleno de semen, pegó cada rincón de mi piel con la suya; su cabeza con mi pecho, ahí fue cuando volvimos a la realidad, cuando nos dimos cuenta de lo que estábamos viviendo, fue como si nos despertaran con un balde de agua fría, fue cuando lo sentí desprotegido, y yo me sentía aun peor, pero no quise demostrarlo, porque hacerlo sentir a él más mal era como si me clavaran un puñal por la espalda.

-Es todo ¿Verdad? –Dije entre dientes-

-Gracias osito –Besó mi pecho no importándole que los restos de mi semen-

-Eduardo… -Pasé mi mano por su cabello-

-Dime… -Jugaba con uno de mis pezones, lo lamía, lo besaba y lo acariciaba con sus dedos-

-Podemos seguir en contacto –Traté de parecer alegre-

-Sí, eso lo sé, pero el internet no te puede traer hasta acá –Su tono de voz era serio-

-Es mejor eso que nada –Besé su frente- Además, siempre serás mi macho, macho –Comencé a reír-

-Pues si –Se separó de mí y se acercó a mi boca- Siempre seré tu hombre, y tú siempre serás mi hombre…

Espero unos segundos, sus ojos se llenaron de agua y cuando menos lo pensé, una gota se desprendió de sus esmeraldas y cayó en mi mejilla, le regalé una calidad sonrisa, él me respondió de la misma manera, y se acercó tímidamente para darnos nuestro último beso.

………………

Eduardo:

Miré el reloj, ahora son las 4 de la tarde, Carlos se fue hace unos minutos, se llevó sus cosas, lo único que pude tomar fue una camisa usada de su ropa, tenía su aroma y quería conservarla hasta que nos volviéramos a encontrar otra vez.

Me he lamentado tanto que a veces creo que en un punto exagero, ¿Exagerar? ¡Claro que no! Date cuenta idiota, el amor de tu vida cruzo esa puerta hace unos minutos y tú piensas que estas exagerando, no seas patético Eduardo, no exageras, sólo estas sintiendo, ¿O acaso ya olvidaste tus propias palabras? “Soy humano y también sangro cuando caigo”.

-Tienes que pensar que hacer con tu vida –Dije para mí, ahora estaba solo, y tienes que demostrarle a Carlos que vales mucho más de lo que el mundo cree. Tienes que trabajar desde mañana mismo, entre más pronto consigas el dinero más pronto lo podrás ir a ver.

Escucho que un sonido interrumpe mis pensamientos, miro a un costado de la mesa, es mi celular, está sonando, no me importa recogerlo, ni siquiera sé de quién es la llamada, qué más da, seguramente es Luke o Michelle, lo siento chicos, pero no tengo ganas de hablar mucho, ahora tengo que pensar. Dejo de sonar, pero a los pocos segundos el celular de tono grisáceo empieza a temblar de nuevo por la vibración, me levanto de la silla y me acerco, en la pantalla de llamada entrante se refleja un hombre, “Mamá”.

Ese aparato seguía sonando, no quiero contestar, mi madre es la última persona que quiero que se desilusione de mí, podre soportar que mi padre no me quiera, pero si ella me hace lo mismo estaré acabado. El móvil seguía sonando, trata de actuar normal Eduardo, vamos que por ahora le puedes decir una mentirita piadosa, aunque sabes que después, cuando tus calificaciones lleguen a casa, todo se ira a la basura.

-Hola –Traté de parecer contento-

-Hola hijo, ¿Cómo estás? –Mi madre hablaba en tono serio-

-Tanto tiempo sin saber de ti, ya van casi para 4 meses –Traté de reír-

-Podré tal vez no hablarte mucho, pero aunque no te des cuenta, siempre estoy pendiente en ti, pero no has contestado mi pregunta, ¿Cómo estás? –Dijo en tono serio de nuevo-

Hice una pausa de unos segundos, tragué saliva, miré el vacío y recordé todas las cosas que he pasado en el último semestre. Quisiera que regresaran todos los malos momentos, no me importaría repetirlos sin con ellos viniesen también los buenos.

-Eduardo, ¿Estás ahí? –Interrumpió mi madre-

-Si mamá, aquí estoy, y te puedo decir que me ha ido de maravilla, tanto en los estudios como en el basquetbol, te diré que soy capitán del equipo ahora –Por más que traté de demostrar felicidad, no pude-

-Por alguna extraña razón no te creo –Mis manos se congelaron- No creo ni una sola palabra de lo que estás diciendo, y mucho menos tú, además, lo sé todo Eduardo, ya no puedes ocultarme nada más…

Mis piernas de aflojaron, mi mano se retuvo en la silla y me senté aun con el teléfono al oído, mi madre no decía nada, mi mente estaba en blanco, ahora sé lo que viene, sé lo que está por pasar, y no quiero escucharlo de su boca, ella lo sabe todo, así que para que explicarle, lo único que me queda es decirle…. ¿Pero decirle qué? ¿Qué lo amo? Si, como no Eduardo, no seas tan descarado, tú mismo sabes que si lo haces será una vergüenza doble, ¡No llores! ¡Te ves muy estúpido llorando! Pero por más de que trate, no pude, nunca puedo, me falta ser más hombre, los hombres no lloran Eduardo…

-Lo siento mamá –Traté de decir- Siento haberte decepcionado al igual que paso con mi padre, perdóname por hacerte pasar todo esto –Musité- entiendo muy bien, pero no te preocupes, que ya estoy planeando trabajar y no los molestaré, no les hare pasar vergüenzas, no es justo para ustedes…

-Primero que nada, te me callas la boca –Me regañó- Jamás me has decepcionado, ni mucho menos, qué tú eres un hijo excepcional, y estoy muy orgullosa de ti, aunque admito que algunas veces me llegas a enloquecer –Su tono de voz era ligeramente quebrado- Sabes que te amo, y él amor de una madre es el más grande que puede haber en el mundo –Mi madre es fuerte, pero pareciera que esta vez la emoción le hubiese ganado-

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Sólo podía tener en mi mente el recuerdo de cuando mi padre me había encerrado en esta escuela, amenazándome con echarme si yo no hacía algo con mi vida. Tenía razón, pero también se equivocaba, si no me interesaba la escuela, y bien sabe que gracias a su dinero fue que pude salir de la Preparatoria, como sería posible que se le ocurriera que yo pudiese recapacitar después de 5 años de hacer lo que yo quisiera.

 

 

-Piensas que está bien perderse casi una jodida semana sin saber siquiera donde carajos te has metido –Gritaba mi padre-

 

-Ya, ya, tranquilo, ni que me hubieran secuestrado –Me encontraba bastante relajado-

 

-¡Nada más mira como vienes! –Me reclamaba, casi gritando y salpicando saliva a morir-

 

-¿Qué? ¿Me veo tan mal? –Sonreía en tono de burla-

 

-No te quiero aquí en los próximos 30 minutos, si aún sigues aquí te hecho a patadas –Ordenaba aquel hombre que tenía como padre-

 

Fue cuando mi madre lo tomo del brazo, si mi madre, como todas las madres, adorando a sus pequeños, aunque ya tenía 23, ya podía protegerme, pero no me haría nada mal una ayudadita de mi hermosa creadora. Aclarando y poniéndose de mi lado, como la amaba, justificándome sin siquiera yo darle importancia en lo más mínimo, y mi padre, caía, siempre termina por hacerle caso.

 

-En una semana te vas a la Universidad, y esa es mi última palabra –Rezongó-

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Fue entonces donde sentí que respiré, si, acepto que mi madre es una persona que siempre estuvo de mi lado, pero esta vez no lo esperaba para nada, esta vez fue distinto, mucho más que sorprendente, mi mano temblaba, no podía sostener el teléfono de la felicidad de saber que ella me apoya en mi vida, que no estoy tan solo como pensé.

-Gracias mamá, yo también te amo –Reí entre lágrimas- ¿Có-cómo está mi padre?

-Como te imaginarás, aún no se le baja el coraje que lleva encima, pero sé que se le pasará –Trató de explicar- El día que llego me asusté mucho, porque llego prácticamente echando chispas, me contó lo sucedido, y te seré sincera, yo también me sentí confundida, es que todo fue así, muy de repente –Seguía explicando-

-Sí, te entiendo –La interrumpí-

-Pero como cualquier madre, tenía que averiguar por mi cuenta, no es que desconfiara de tu padre, pero necesitaba estar segura de lo que me estaba diciendo….

Fue ahí donde me contó, que después de que mi padre le dijo lo sucedido y de analizar la situación, fue que se puso en contacto con la escuela, me comentó que Hernández fue quien la atendió, pidiendo total discreción, fue como averiguó el nombre de mi compañero de habitación y también de su tutor, que era Alberto, aunque no se comunicó enseguida, puesto que aun pensaba las cosas.

-Alberto, el profesor que es tutor de tu compañero –Seguía diciendo mi madre- Estuve investigando cada detalle, fue una entrevista de más de una hora me supongo, como sea, fue entonces donde el maestro me contó todo, desde como iniciaron su relación –Una sonrisa de dibujo en mi rostro- Nos manteníamos comunicados por correo electrónico y teléfono, y lo último que supe fue lo que paso en la fiesta con tu amigo –Bajó su tono de voz-

Escuché atento cada una de sus palabras, las decía en un tono como de cuento infantil, con sentimiento, con ilusión, pude notar muchas cosas, entre ellas que lo que me decía era algo sincero, no lo hacía para hacerme sentir mejor, lo hacía porque le nacía del corazón.

-Mamá, yo lo amo, lo amo con todas mis fuerzas –Al otro lado sólo podía escuchar el sonido de la respiración de mi madre, un poco agitada- Me enamoré de él como jamás imaginé, se convirtió en mi vida, todos mis deseos de superarme, de ser mejor, como mejoré en los estudios, fueron gracias a él, junto a él fui una mejor persona y lo perdí, nunca imaginé que tan doloroso es perder el amor de tu vida, ya no puedo más –Sentí esa confianza de decírselo, y de dejarme caer a sus brazos aunque estuviese muy lejos de mí-

Mi madre me escuchaba llorar, muy dentro de mi sabía que era la primera vez que me dejaba ver de esta forma, que mostraba mi dolor, que le mostraba la herida recién abierta en mi pecho, estaba sacando mis más profundos sentimientos y se los mostraba a quien menos imaginé. Me sentí muy bien, con una sensación de alivio completo, de frescura, de alegría. Aun no me creía lo que estaba viviendo, ella me acepta, ella me ama por sobre todas las cosas al igual que yo la amo a ella.

-Quiero que me pongas atención –Dijo mi madre sonando su nariz- cálmate y escucha atentamente –Traté de recobrar la postura- He conversado con tu padre, si bueno, él no quiere dar su brazo a torcer, no me gusta decirte esto, pero él insiste en que para él ya no existes –Bajó la voz, sus palabras me dolían- pero no te preocupes que te ayudaré, porque eres mi hijo –Fue como si sintiera su cálido abrazo en mi- Y si tu felicidad esta con ese chico, yo no soy nadie para impedírtelo, lo acepto si realmente es lo que quieres –Sonreí-

-Gracias mamá –Las lágrimas se habían secado- Pero es imposible, mi osito ya se va a Inglaterra hoy, y no tengo los medios para retenerlo, aun así si los tuviera ahora su vida estará allá, no acá.

-Hay una solución –Mis ojos se abrieron ante la sorpresa de su comentario, la esperanza brilló nuevamente en mi pecho-

-¿Cuál es? –Pregunté entusiasmado, hasta el punto de pararme de la silla-

-Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña –Me quedé callado, que no entendía qué trataba de decirme- Por lo que veo no entiendes, así que te voy a explicar, tendrías que irte a Inglaterra, si en verdad lo amas, ¡Ve y búscalo! –Dijo convencida-

-Ni que fuera tan fácil -Me senté de nuevo- aunque vendiera mi auto, que por cierto, está en casa, no me alcanzaría para pagarme ni medio pasaje para ir a ese país –Comencé a jugar con una servilleta que estaba sobre la mesa, perdiendo esperanza-

-Tengo una noticia –Mi madre comenzó a reír, esto me puso nervioso- Me dijo un profesor de ahí, no diré nombre –Hizo como que tocia y dijo “Alberto”- que el avión en que va Carlos sale a las 11:45 de la noche rumbo a Inglaterra, el lleva en asiento 43-A, es ventana –Me quedé paralizado-

Como pude hice lo que mi madre me ordenó, con el teléfono al oído comencé a tomar todo lo de valor y meterlo en dos maletas. No podía siquiera retener la respiración de la emoción que estaba subiendo desde la punta de mis pies hasta mi cabeza.

-Ve por tu matricula a la sub-dirección, habla con Hernández, él ya tiene todo listo –Seguía diciendo-

-No sabes lo mucho que te agradezco –Unas lágrimas de felicidad aparecieron-

- Hazlo hijo, yo te apoyaré en todo, y estoy haciendo las gestiones para ver si alcanzas ese vuelo, haré lo que pueda, lo juro –Sonrió entre llanto-

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