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Amada familia

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Caray, aún recuerdo aquella noche. Dormía en casa de Luis, mi medio-hermano, hijo del primer matrimonio de mi padre. Me quedé esa noche pues le había visitado para entregarle esos encargos de mi madre. Ya era tarde y aunque bien podría haber regresado en taxi a casa, con 15 años y meses, no me quisieron arriesgar, pues era viajar de extremo a extremo en mi querido puerto de Veracruz.

Luis vivía en la colonia Renacimiento, una de las más olvidadas de la ciudad y aunque era una casa sencilla, de dos pisos, la había construido con su propio esfuerzo. Vivía con su esposa, una mujer taciturna y que rara vez decía alguna palabra. Sus hijos se habían marchado de casa pues habían contraido matrimonio.

¡Quédate, ya mañana temprano te llevo! me dijo y me facilitó la habitación de mi prima. "Nomás que la cerradura no sirve, déjala atorada con un cartón", exclamó antes de cepillarse para disponerse a dormir.

Hacía calor esa noche y un ventilador viejo me sirvió para despejarme un poco. Como me sentía en confianza me quité mi blusa y mi sostén y me quedé únicamente en pantaleta. Me tapé con una sábana y prácticamente el pegar la cabeza en la almohada me quedé dormida. Un rato después me desperté pues el calor aumentaba y el ventilador no me abastecía. Sin hacer ruido fui al baño y me mojé la cara. Regresé a la cama y me quedé profundamente dormida.

No recuerdo qué hora era, sólo creo que ya había dormido bastante aunque aún estaba oscuro. Casi de reojo vi que la puerta se abrió despacio y que mi hermano entró a la habitación. Yo estaba destapada y sólo tenía puesto un calzoncito color lila. Quedamente Luis se sentó a la orilla de la cama y comenzó a acariciarme las piernas. Pasó sus manos rasposas sobre mis pantorrillas y yo, en verdad sentí algo de miedo, sin embargo, me quedé quieta. Me hice la dormida y él continuó.

Comenzó a acariciar mis muslos y escuché que jadeaba de deseo. No imaginaba que mi hermano pudiera sentir deseo hacia mí. A final de cuentas, no creía que eso pudiera pasar entre hermanos, aunque alguna vez una amiga me platicó que su padre corrió a su hermano mayor de la casa al encontrarlo penetrándola y casi dormido al oler el cloroformo que le aplicó a ella, para poseerla.

Sin embargo, esa noche mi medio hermano no utilizó cloroformo ni nada, únicamente llegó, loco de pasión a acariciarme, supongo que sólo eso, quizá para apagar su deseo. No lo sé. Siguió pasando su mano por mis piernas. De pronto, movió mi pantaleta y comenzó a jugar con su dedo en mi vulva que ya estaba húmeda. Comenzó a meter el dedo y no pude evitar mover mis piernas, loca de deseo. En ese momento no me importó que fuera mi medio hermano, yo ya había probado el sexo y que un hombre me tocara a pesar de mi edad me volvía loca.

Se acercó a mí y me comenzó a lamer la espalda. Seguía introduciendo su dedo. Yo quería gritar pero seguía haciéndome la dormida. De repente hice como que desperté y él me sujetó con sus brazos: "No digas nada. Quédate quieta porque te voy a meter la verga. Cuidado y gritas". Yo me quedé paralizada y pude sentir cómo me quitaba mi calzón y él se bajaba el short que traía y agarraba su pito.

Untó sus dedos de saliva y mojó la cabeza de su pene para introducírmelo. Lo hizo y sentí una verdadera macana en mi vagina. Por segunda vez estuve a punto de gritar, pero en realidad me ajusté a su juego. Me hice la víctima para darle un toque dramático a ese momento aunque en realidad sí me estaba excitando su pito y por supuesto, sus jadeos.

Me obligó a ponerme en posición de perrito y allí comenzó a arremeter con más fuerza. Yo estaba como loca recibiendo esa verga y comencé a moverme. No tenía tanta experiencia apenas pasados los 15 años pero ya había probado ricos penes en ese entonces. Él siguió poseyéndome hasta que me dijo: "Yaaa..." y derramó su semen en mis nalgas y parte de la espalda. Ni siquiera había imaginado que algo así podría haber pasado.

No era la primera vez que alguien de mi familia me había tocado. Recuerdo que en un viaje a Oaxaca, estado en donde nació mi padre, mi familia y yo nos quedamos en casa de una tía y allí, mi primo entró por las noches a tocarme. Simplemente llegaba. Me acariciaba, me metía los dedos hasta que yo me mojaba y posteriormente se iba. Yo era una niña prácticamente. Durante dos años, en dos visitas lo hizo y eso provocó muchas reacciones en mí. Ahora, se daba el caso que mi medio hermano, quien me llevaba casi 30 años, había decidido poseerme en su casa y para colmo, me había clavado una rica verga.

Tras ese momento, se marchó del cuarto y me quedé un rato quieta. Pocas horas después me bañé y me fui a mi casa. Recuerdo que iba en el autobús y revivía ese momento en que él me poseyó. No ocurrió más. Falleció hace 10 años pero no olvidó esa noche en que ocurrió algo que jamás imaginé que pasaría, ser poseída por alguien de mi familia.

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