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Sumisión

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El año pasado amanecí muy caliente. Mi esposo estaba de viaje y prácticamente toda la semana había estado con una tremenda calentura que ni mis dildos habían podido calmar. No sabía qué hacer. Pënsé en algún momento ordenar una pizza pero es difícil encontrar abierto un establecimiento a las 10:00 horas. Ningún vendedor ni siquiera el conserje o su dulce hijo andaban por allí.

Me puse una tanga rosada y un camisón cortito transparente y unas zapatilla rosa. Reconozco que me veía como una auténtica zorra. Jamás me ha gustado que me digan puta pues si hubiera sido una puta habría sido muy mecánica y es posible que no hubiera disfrutado el sexo. Prefiero ser zorra, pues me encanta disfrutar una verga hasta que le exprimo la última gota de semen.

Decidí llamar a la carnicería para solicitar unos cortes que prepararía ese día. El servicio era estupendo, la carne de buena calidad y el chico que realizaba las entregas era un jovenzuelo de escasos 20 años que siempre me veía con deseo cada que lo atendía en la puerta del departamento. Hice el pedido vía telefónica y esperé, así tan sexy como decidí vestir.

Unos 30 minutos después me asomé y vi que el joven se estacionaba con su moto. llevaba un overol blanco y unas botas de plástico amarillas. Medía como 1.70 y era moreno, quizá más moreno por los rayos del sol. Había cruzado unas palabras con él. No se le vía mucha experiencia pero a su edad esos chicos ya han cogido bastante, si lo sabré yo.

Esperé a que tocara y cuando lo hizo caminé lentamente a la puerta. No estaba nerviosa, me preocupaba él pues sé que se volvería loco de verme como estaba vestida o medio desvestida. ¿Quién? pregunté coquetamente: "Le traigo su pedido señorita" respondió con timidez. Entreabrí la puerta y le dije: "No soy señorita, soy señora...".

El jovenzuelo casi babeó cuando me vio. Se me traslucían las tetas y la mintanga lo volvió loco. Dejé la puerta abierta y fui hacia la mesa por el dinero. Se quedó mudo, sin expresión y tal vez quería caerme encima pero se quedó muy quieto.

Lo vi sudando y lo invité a pasar. Por supuesto que no se negó. Le pedí que se sentara mientras iba a la cocina por su vaso con agua. Yo le serví en un vaso grande y tomé una copa de vino que ya había utilizado para servirme un poco más.

Le di el agua y me senté junto a él. Seguía sin pronunciar una palabra. ¿Estás nervioso? le pregunté mientras ponía mi mano en su pierna. Él no se movió. No lo expresaba pues estaba loco de deseo.

Lo que siguió fue una plática estúpida sobre el calor y su trabajo, hasta que me acerqué a él y lo besé. Él respondió torpemente al beso y le pedí que me tocara. Ahí sí ya no se pudo controlar y prácticamente se transformó.

Luego de los escarseos, le pedí que acariciara mi vulva que ya estaba hinchada y mojada. Lo hizo y no lo hizo mal, realmente me excitó. Lo demás lo podrán imaginar: Caricias, una buena mamada en su palo y por supuesto, sus besos en mi espalda, vulva y culo.

Fuimos hacia mi recámara y me penetró de inmediato. Tenía un buen pito y lo que es mejor es que estaba muy duro y estaba listo, pues se lo mamé ricamente. Me cogió de a perrito y culminó viniéndose en mi boca. 

A pesar del encuentro el joven aún seguía sorprendido. Me dijo que se llamaba Joaquín y ya tenía un hijo con una chica a la que dejó por otra. Así que era un jovenzuelo mujeriego. Le pedí que hiciera lo que quisiera de mí y fue allí en donde el tipo se lució. Le pedí que me acercara un vibrador para mastusbar mi coño y él vio unas cuerdas que tenía allí. ¿De veras quiere que le haga lo que yo quiera? me preguntó aún tímidamente. Le respondí que sí.

Entonces el tipo me abrió de piernas y me las ató a manera que quedara muy abierta y ató mis manos con cinta canela y también me cubrió la boca, para que no pudiera gritar. Era un juego por supuesto. Así me poseyó, muy fuerte, muy duro y yo disfruté a tal grado que mis gritos se ahogaron pues no pude hacer nada. Luego que se vino en mi vientre, introdujo un dedo en mi ano y comenzó a meterlo y sacarlo. Luego metió otro dedo y me volvió loca. Lo hizo de tal manera que pudo presenciar como me corrí fuertemente que casi le salpiqué su cara. Él estaba fascinado y yo vuelta loca. Ese día la zorra fue dominada por un jovencito que se llenó de pasión. Realmente me dejó satisfecha.

Luego me desató y aunque traté de convencerlo que volviera no lo hizo, pues renunciaría a su empleo y se marcharía de la ciudad.

Sin embargo, aunque ha pasado tiempo aún recuerdo a ese jovenzuelo que aunque muy tímido, se dejó llevar por la pasión y terminó poseyéndome como yo lo deseaba y como quizá ni siquiera se imaginó que lo haría.

 

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