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Orgía inusitada

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De hecho, no recordaba haberme vestido así en alguna ocasión. Mi vestido era blanco y casi transparente. No llevaba nada, ni sostén ni pantaleta y en cambio unas sandalias blancas que hacían juego con el vestido. La diadema que me colocaron a la entrada al salón era muy bella y tenía unas perlas.

Detrás de mí, desde el primer momento cuatro hombres que tenían botas tipo vaqueras y sólo unos boxers color rojo. Eran guapos pero muy serios, no sonreían con nada y ni siquiera respondieron a mis provocaciones.

En la fiesta, una extraña música de violín amenizaba el lugar y había bufones. Realmente era una fiesta muy extraña. La bebida no faltaba y con apenas dos copas de vino yo me sentía mareada y excitada. Algunas parejas bailaban lentamente y repegaban sus cuerpos con frenesí. No dudaba que en poco tiempo eso se convertiría en una orgía tremenda, pues algunas chicas ya estaban excitadas y frotaban las vergas de sus parejas apenas cubiertas por sus ropas.

Uno de mis cuidadores me ordenó que subiera al siguiente piso pues me esperaba el anfitrión. Obedecí, pensando quizá que en algún momento esos cuatro hombres me cogerían, pero no fue así. No había escándalos, cada pareja se concentraba en lo que hacían. Cuando llegué al segundo piso escuchaba gemidos de mujeres que estaban siendo penetradas. Mi amiga Claudia estaba siendo clavada por un hombre de color que tenía un pene descomunal y Rosalba estaba hincada sujetando con cada mano dos pedazos de carne excepcionales. Ni siquiera me miraron, yo seguía extrañada pues quería estar con Víctor, el dueño del lugar.

En un último intento, froté el pene de uno de los hombres que me vigilaban y le rogué que me permitiera bajar para irme. Sin inmutarse, siguió adelante, hasta que llegamos al final del pasillo. Una impresionante puerta de madera que era adornada con dos cabezas de león finamente talladas estaba frente a mí. Uno de los hombres pidió permiso para entrar y me pidió que ingresara al cuarto. El lugar era impresionante, una cama hermosa vestida con un edredón rojo y en el piso cientos de pétalos de rosa. Las ventanas era muy grandes y estaba semioscuro, apenas unas velas encendidas. Hacía un poco de calor.

De pronto, de una puerta salió Víctor. Lo había tratado varias veces y siempre me había visto con admiración. No era guapo pero sí muy rico. Bajo de estatura y con cierta panza. Sin embargo, en ese momento me llenó de atenciones. ¿Whisky? preguntó y le respondí que sí. Él llevaba una bata larga con estampados negros. Me dio la copa y brindó conmigo. ¡Mi reina, todo esto y más podría ser tuyo si tan sólo me aceptaras!

Nunca habría pensado en aceptarlo, principalmente porque no soy interesada y segundo porque yo tengo marido. Cuando le respondí que tenía esposo ni siquiera se inmutó. Caminó y se sentó en la cama y me pidió que le hiciera compañía. Me senté. No estaba nerviosa pero sí intrigada por todo lo que estaba pasando. Me preguntaba cómo había llegado allí y cómo es que mis amigas estaban cogiendo si ni siquiera me habían avisado que irían.

Víctor tocó mi pierna y la acarició. ¡Desnúdate! me ordenó y por supuesto que le hice caso. Me preguntaba si no sería un político o narcotraficante.

- Eres hermosa y ansío poseerte, comentó mientras me miraba con lascivia. El hombre casi babeada de deseo.

Debo reconocer que me sentí excitada ante las órdenes que me daba este individuo, pero no pude decir más, pues el hombre se quitó la bata y dejó ante sí un pito grande y grueso. Quizá no medía más de 20 centímetros, pero era grueso, quizá el más grueso que había visto y lo pude comprobar pues se me dificultó mamarlo, aunque el hombre con la pura lamida que le dí estaba muy excitado.

-Sigue mujer, sigue, clamó el hombre cuando sujete su falo y comencé a masturbarlo. Hice un intento por meterlo en mi boca y lo logré, pero me costaba trabajo chuparlo. No podía imaginar siquiera qué haría con esa verga dentro de mí. Sin embargo, yo me masturba con mis dedos de la mano izquierda para mojarme más.

Cuando el hombre me penetró sentí mucho dolor pero cuando se amoldó pude disfrutar de esa enorme macana. Lo hizo lento, para no lastimarme y para disfrutar más, pues el tipo deseaba que el encuentro durara algo. No recuerdo cuánto tiempo, quizá unos 12 o 15 minutos, pero su acometida me hizo correrme varias veces y cada vez le pedía más. ¡Papi mételo por favor, jódeme! le supliqué y el tipo logró complacerme hasta que tuve un orgasmo más. Finalmente eyaculó en mi boca.

Más tarde, cuando estaba recostada, me preguntó si aún quería más y yo, llena de deseo le dije que sí. Me preguntó si no habría inconveniente si entraban otras personas y le respondí que no, que hiciera lo que más quisiera y entonces ordenó que entraran sus amistades. Entraron cuatro tipos vergudos y mis dos amigas, Claudia y Rosalba.

Allí continuamos, locos de deseo y pasión, fui traspasada por este tipo y por otros más, logrando varios orgasmos que hicieron que me sintiera rendida, pero muy complacida. Todo iba excelente hasta que... desperté.

Mi marido me preguntó que qué era lo que estaba pasando pues me escuchó gemir y se dio cuenta que había bajado mi mano derecha hacia mi vagina. ¡Nada amor, soñé que me poseías y disfrutaba mucho! 

Entre sueños, mi marido sonrió y me rodeó con sus brazos y se bajó su calzoncillo. ¿Que más podía pedir? Desperté de mi sueño y como estaba deseosa, allí estaba mi maridito para complacerme y muy rico.

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