Nuevos relatos publicados: 18

Las mentes curiosas que fantaseaban entre las sábanas: (cap.9) Upss, se escapó

  • 5
  • 8.644
  • 9,50 (2 Val.)
  • 0

CAPÍTULO 9: UPSS, SE ESCAPÓ

 

La pareja había alcanzado un nivel mayor que el que podían haber llegado a imaginar. Ahora ya las inquietudes estaban más saldadas, pero aún había más temas que podían desarrollar, al fin y al cabo no habían indagado mucho en ninguno de los que habían probado hasta el momento, y quizás era hora de ir un poco más lejos en todo.

Jaime tenía claro lo que quería hacer ahora, así que aprovechó una de las sesiones sado para llevar a cabo una fantasía que Elizabeth le había incitado a tener tiempo atrás.

Cuando la chica estaba bien atada Jaime tomó un poco de mermelada y se la untó por todo el coñito. Elizabeth de inmediato supo lo que quería hacer.

–No iras a traer al perro...–

–Jaja, tú que crees.–

–Serás cabrón, que no me puedo mover.–

–Esa era la idea.–

Jaime llamó al perro que vino corriendo, y lo subió a la cama, una vez en ella le dio a probar de su dedo un poco de mermelada.

–Ni se te ocurra eh.– dijo Elizabeth intentando parecer enfadada, aunque estaba más nerviosa y divertida que otra cosa.

–¿Qué más da? Si es tú perrito, además ¿Querías cosas nuevas no?–

–Por eso que es mi perrito, eso no.–

–En la playa dijiste que precisamente solo lo harías con tu perrito jojo.–

–Pero lo decía en broma.–

Jaime acercó el perro al chichi de Elizabeth, este empezó a olisquear ansioso.

–¡Para!– dijo Elizabeth con risa nerviosa.

–Jo... me lo debes, que tú disfrutaste el otro día todo lo que quisiste y más, esto es un regalo para mi, por haberme provocado el día aquel con el perrito y por dejar que el otro día le comieras la polla a un tío y te follara.–

Elizabeth pensó por un momento que tal vez si que se lo debía, y tampoco sería para tanto, incluso le daba algo de morbo la idea aunque se esforzaba por hacer ver que no era así.

–Lo del otro día me dejaste hacer tú sin que yo pidiera permiso, me lo diste sin más.– increpó la chica.

–Sí, bueno, por eso ahora te pido permiso y no lo hago directamente, si sabes que quieres probarlo.–

–Joo... un tío normal habría pedido que le dejara hacerlo con una tía pero tú no, tú el perro...–

–Jaja, pero si esto te va mejor, que si te pidiera lo otro te jodería más.–

–No sé, a lo mejor lo otro me gustaba.–

–Que va, si casi pegas a Sara al acercarse a mi cola.–

–Bueno, pero un poco de morbete si que me daba.–

Jaime al oír esto se relajo y puso sonrisa de malo, sin darse cuenta el perro quedó apoyado en la cama y un poco suelto.

–Ah ¿sí? Eso no me lo habías dicho...–

–Ya... porque me da morbete pero también miedo, y tampoco quiero hacerlo.–

–Ya imaginaba...–

–Bueno, no sé, pe, pee, pee ahh...–

El perrito se había ido solo hasta el sexo de Elizabeth y había empezado a lamerlo con una velocidad pasmosa, a la chica se le escapó un gemidito de la impresión y al mirar abajo y ver a su perro el morbo latente que tenía al respecto surgió con gran fuerza.

Jaime se dio cuenta de lo que pasaba, –Ala, perdona que se ha escapado.– dijo alarmado mientras tomaba al perro para separarlo de su dueña.

Elizabeth se quedó sin saber que decir al dejar de sentir la lengua del animal, no quería que se la quitara de sus labios, pero tampoco quería admitir que le había gustado.

–Perdona bonita, lo siento, lo siento, que solo estaba jugando.– se disculpaba Jaime una y otra vez.

–No pasa nada, nada...– Elizabeth se mordió el labio inferior con deseo, –lo sueltas otra vez...–

Jaime se quedó de piedra al oírla decir eso, y el perro se volvió a escapar de sus manos aprovechando la inmovilidad de estas.

Rápidamente volvió a lamer a la chica, que cerró los ojos y se dejó llevar. Jaime se apartó un poco y se echó junto a ella para mirarla.

–¡Joder! No me creo que esto esté pasando.– dijo el chico.

–Calla y dame tu cola.– respondió Elizabeth ansiosa.

Jaime puso la cola a la altura de la boca de Elizabeth, y esta se la chupó con esmero, en solo unos segundos le estalló en la cara y acto seguido Elizabeth tuvo un dulce orgasmo provocado por su mascota.

Ambos se miraron y rompieron a reír.

–¿Qué coño ha sido eso?– exclamó Jaime.

–No lo sé, pero me he puesto un montón, y no he podido aguantarme.–

Jaime desató a Elizabeth, y le ayudó a incorporarse.

–Sabes qué.– dijo Elizabeth.

–¿Qué?–

–Me has dado una idea de lo próximo que quiero hacer, esta vez elijo yo y serás tú el que esté atado, amordazado y con una venda en los ojos.–

–Oye que hoy ni te he vendado ni amordazado.–

–Bueno, pero yo si que te lo haré a ti...–

–Qué miedo me das, no sé si fiarme de ti o salir corriendo.–

–Tú fiate que te gustará.–

–Ok, pero ese día dejamos al perro en casa de tu madre.–

–Jaja, tú a callar, que haré lo que yo quiera como tú cuando me atás.–

–No sé, no sé...–

–Confía en mi, te gustará y mucho.–

(9,50)